Comentario de Efesios 2:11 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne.

2:11 — “Por tanto, acordaos”, para estar más agradecidos. Debemos recordar siempre el contraste entre nuestro estado anterior (lo que éramos) y nuestro presente estado (lo que somos) y andar con más cuidado (5:15).

— “erais llamados incircuncisión” con desprecio y desdén por los judíos.

— “circuncisión”, el signo físico de la relación especial con Dios que los judíos gozaban durante la dispensación mosaica. Pero aquí Pablo dice la “llamada circuncisión”, para exponer la falsa confianza que ellos todavía tenían en este rito ya abolido por Cristo en la cruz (Col 2:14). En Flp 3:2 los judaizantes son designados los “mutiladores del cuerpo” para deshonrar y denunciar su práctica.

— “hecha con mano en la carne”. Esto indica que es carnal y no espiritual (del corazón), y que en verdad no eran mejores que aquellos a quiénes llamaron “incircuncisión” (véase Rom 2:28-29).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

por tanto, acordaos de que en otro tiempo. Efe 5:8; Deu 5:15; Deu 8:2; Deu 9:7; Deu 15:15; Deu 16:12; Isa 51:1, Isa 51:2; Eze 16:61-63; Eze 20:43; Eze 36:31; 1Co 6:11; 1Co 12:2; Gál 4:8, Gál 4:9.

vosotros los gentiles. Rom 2:29; Gál 2:15; Gál 6:12; Col 1:21; Col 2:13.

erais llamados incircuncisión. 1Sa 17:26, 1Sa 17:36; Jer 9:25, Jer 9:26; Flp 3:3; Col 3:11.

hecha con mano en la carne. Col 2:11.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En los versículos Efe 2:1-10, Pablo explicó que la salvación de judíos y gentiles es por gracia a través de la fe. En la segunda mitad del capítulo Efe 2:1-22, enseña acerca de la formación de un nuevo y santo Templo de Dios compuesto por los antiguos judíos y los gentiles, unidos ahora sobre el fundamento de los apóstoles y profetas: Jesucristo mismo como piedra angular.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Puesto que la señal del Pacto Abrahámico era la circuncisión, los judíos se referían orgullosamente a sí mismos como la circuncisión. Un tanto menos amable denominaban a los gentiles la incircuncisión.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Los gentiles (la “incircuncisión”) experimentaban dos tipos de alienación. La primera era social y venía como resultado de la animosidad que había existido entre judíos y gentiles durante miles de años. Los judíos consideraban a los gentiles como desheredados y los trataban como objeto de burla y desprecio. El segundo y más significativo tipo de alienación era espiritual, porque los gentiles como pueblo estaban alejados de Dios en cinco formas distintas: 1) estaban “sin Cristo” quien era su Mesías, y como no tenían Salvador ni Libertador vivían sin propósito ni destino divino. 2) Estaban “alejados de la ciudadanía de Israel”. Los judíos como pueblo escogido de Dios eran una nación cuyo Rey y Señor supremo era Dios mismo, y se beneficiaban de esa bendición y protección únicas en toda la tierra. 3) Los gentiles eran “ajenos a los pactos de la promesa” y por eso eran incapaces de participar en los pactos divinos de Dios en que Él prometió dar a su pueblo una tierra, un sacerdocio, un pueblo, una nación, un reino y un Rey, así como el cielo y la vida eterna a todos los que creyeran en Él. 4) Vivían “sin esperanza” porque no habían recibido la promesa divina. 5) Estaban “sin Dios en el mundo”. Los gentiles tenían muchos dioses falsos pero no reconocieron al Dios verdadero porque no lo quisieron (vea la nota sobre Rom 1:18-26).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

2:11 — “Por tanto, acordaos”, para estar más agradecidos. Debemos recordar siempre el contraste entre nuestro estado anterior (lo que éramos) y nuestro presente estado (lo que somos) y andar con más cuidado (5:15).
— “erais llamados incircuncisión” con desprecio y desdén por los judíos.
— “circuncisión”, el signo físico de la relación especial con Dios que los judíos gozaban durante la dispensación mosaica. Pero aquí Pablo dice la “llamada circuncisión”, para exponer la falsa confianza que ellos todavía tenían en este rito ya abolido por Cristo en la cruz (Col 2:14). En Flp 3:2 los judaizantes son designados los “mutiladores del cuerpo” para deshonrar y denunciar su práctica.
— “hecha con mano en la carne”. Esto indica que es carnal y no espiritual (del corazón), y que en verdad no eran mejores que aquellos a quiénes llamaron “incircuncisión” (véase Rom 2:28-29).

Fuente: Notas Reeves-Partain

ANTES DE QUE VINIERA CRISTO

Efesios 2:11-12

Así que acordaos de que antes, por lo que se refiere a la descendencia humana, vosotros erais gentiles; los que blasonan de esa circuncisión que es una cosa fisica que se hace con las manos os llamaban incircuncisos. Acordaos de que entonces no teníais esperanza de un Mesías; erais extranjeros a la comunidad de Israel y ajenos a los pactos en los que se basaban las promesas de Dios; no teníais ninguna esperanza; vivíais en un mundo sin Dios.

Pablo habla de la condición de los gentiles antes de que Cristo viniera. Pablo era el apóstol de los gentiles, pero nunca olvidó el lugar exclusivo de los judíos en el designio y la Revelación de Dios. Aquí está trazando el contraste entre la vida de los gentiles y la de los judíos.
(i) A los gentiles los llamaban ” la incircuncisión” los que basaban sus derechos en esa circuncisión física y hecha por los hombres.. Esta era la primera de las grandes diferencias. Los judíos sentían un inmenso desprecio hacia los gentiles. Algunos hasta decían que Dios había creado a los gentiles para usarlos como leña para los fuegos del infierno; que Dios no amaba nada más que a Israel de todas las naciones que había hecho; que como se debía aplastar la mejor de las serpientes había que matar al mejor de los gentiles. No era ni siquiera legal el prestar ayuda a una gentil en el momento del parto, porque eso no serviría nada más que para traer a otro gentil al mundo. La barrera entre los judíos y los gentiles era absoluta. Si un judío . se casaba con una gentil, se llevaba a cabo su funeral como si hubiera muerto. Tal contacto con un gentil era el equivalente de la muerte; hasta entrar en la casa de un gentil era contraer la impureza ritual. Antes de Cristo, la barrera estaba levantada; después de Cristo, se ha suprimido.
(ii) Los gentiles no esperaban ningún Mesías. La versión Reina-Valera traduce que estaban sin Cristo. Esa es una traducción perfectamente posible; pero la palabra Jristós no es un nombre propio en primer lugar, aunque ha llegado a serlo; es un adjetivo que quiere decir el ungido. A los reyes se los ungía cuando se los coronaba; así que Jristós, la traducción literal griega del hebreo Mashiaj, llegó a significar El Ungido de Dios, el Rey esperado a Quien Dios mandaría al mundo para vindicar lo que era Suyo, y para introducir la edad de oro. Aun en los días más amargos de su historia, los judíos nunca dudaron de que el Mesías vendría. Pero nos gentiles no tenían tal esperanza.

Veamos los resultados de esa diferencia. Para los judíos, la Historia siempre tenía una meta; independientemente de lo que fuera el presente, el futuro sería glorioso; el punto de vista judío de la Historia era esencialmente optimista. Por otra parte, la Historia no iba a ninguna parte para los gentiles. Para los estoicos era cíclica. Creían que se desarrollaba durante tres mil años, pasados los cuales se producía una conflagración en la que todo el universo se consumía en llamas; seguidamente, todo el proceso comenzaba de nuevo, y se repetían exactamente los mismos acontecimientos y las mismas personas. Para los gentiles, la Historia era una marcha que no iba a ninguna parte; para los judíos era una marcha hacia Dios. Para los gentiles, la vida no valía la pena; para los judíos era el camino a una vida mejor. Con la venida de Cristo, los gentiles entraron en ese nuevo punto de vista de la Historia según la cual uno está siempre de camino hacia Dios.

SIN AYUDA NI ESPERANZA

Efesios 2:11-12 (conclusión)

(iii) Los gentiles eran forasteros a la sociedad de Israel. ¿Qué quiere decir eso? El nombre que se le daba a Israel era ho haguios laos, el pueblo santo. Ya hemos visto que el sentido fundamental de haguios es diferente. ¿En qué sentido era diferente el pueblo de Israel de los otros pueblos? En el sentido de que su único Rey era Dios. Otras naciones podían gobernarse por democracia o aristocracia; Israel era una teocracia; su gobernador era Dios. Después de las victorias de Gedeón, se le acercó el pueblo y le ofreció el trono de Israel. La respuesta de Gedeón fue: ” No seré señor sobre vosotros, ni lo será mi hijo. EL SEÑOR será vuestro Señor» (Ge 8:23 ). Cuando el salmista cantaba: ” Te exaltaré, Dios mío y Rey mío» (Sal 145:1 ), eso era realmente lo que quería decir.

Ser israelita era ser miembro de la sociedad de Dios; era tener una ciudadanía que era divina. Está claro que la vida sería completamente diferente de la de cualquier otra nación que no fuera consciente de tal destino. Se dice que cuando Pericles, el más grande de los atenienses, iba a dirigirse a la asamblea de Atenas, solía decirse a sí mismo: “Pericles, recuerda que eres ateniense, y que hablas a los atenienses.» Para el judío era posible decir: «Recuerda que eres un ciudadano de Dios, y que estás hablando al pueblo de Dios.» No se podría encontrar una conciencia semejante de grandeza en todo el mundo.
(iv) Los gentiles eran ajenos a los pactos en los que se basaban las promesas. ¿Qué quiere decir eso? Israel era por encima de todo el pueblo del pacto. ¿Qué quiere decir eso? Los judíos creían que Dios Se había dirigido a su nación con un ofrecimiento especial: “Os tomaré como Mi pueblo y seré vuestro Dios» (Ex 6:7 ). Esta relación del pacto implicaba, no solo un privilegio, sino también una obligación. Conllevaba la obediencia a la ley. Ex 24:1-8 nos da una descripción dramática de cómo aceptó el pacto y sus condiciones el pueblo judío: ” Cumpliremos todos los mandamientos que EL SEÑOR nos ha dado» (Ex 24:3; Ex 24:7 ).

Si el designio de Dios tenía que desarrollarse, tendría que ser mediante una nación. El que Dios escogiera a Israel no fue por favoritismo, porque no fue una elección para un honor especial, sino para una responsabilidad especial. Pero hizo que los judíos fueran conscientes de ser el pueblo escogido de Dios. Pablo no podía olvidar, porque era un hecho histórico, que los judíos eran por encima de todo el instrumento en las manos de Dios.
(v) Los gentiles estaban sin esperanza y sin Dios. A menudo se habla de los griegos como el pueblo más luminoso de la Historia; pero había tal cosa como la melancolía griega. Acechando tras todas las circunstancias había una especie de desesperación esencial.
Esto era verdad aun en los remotos tiempos de Homero. En la Ríada (6:146-149), Glauco y Diomedes se enfrentan en combate singular. Antes de iniciar la lucha, Diomedes quiso conocer el linaje de Glauco, que le replicó: «¿Por qué inquieres sobre mi generación? Tál como son las generaciones de las hojas son las generaciones humanas; las .hojas que son, el viento las dispersa sobre la tierra, y el bosque florece y reverdece otra vez, cuando está próxima la estación primaveral; así las generaciones de los hombres, una brota y otra cesa.» Un griego podía decir:

Brotamos y florecemos como las hojas del árbol, y nos ajamos y perecemos…


Pero no podía añadir triunfalmente:

Pero nada Te cambia a Ti.

Teognis podía escribir:

Yo me regocijo y disfruto de mi juventud; por largo tiempo yaceré bajo la tierra, privado de la vida, tan mudo como una piedra, y abandonaré la luz del Sol que he amado; aunque soy un buen hombre, entonces ya no veré nada más.
¡Regocíjate, alma mía, en tu juventud! Pronto ocuparán otros tu puesto en la vida, y yo seré tierra negra en la muerte.
No hay ningún mortal que sea feliz entre todos los que contempla el Sol desde su altura.

En los Himnos homéricos, la asamblea del Olimpo está encantada con las musas que cantan ” de los dones inmortales de los dioses y los dolores de los humanos, con todo lo que soportan por la voluntad de los inmortales, viviendo sin sentido y sin ayuda, sin poder encontrar un remedio para la muerte, ni una defensa contra la vejez.»

En Sófocles encontramos algunos de los versos más preciosos y tristes de toda la Literatura.

La belleza de la juventud se aja, y la gloria de la virilidad se seca.
La fe muere, y la infidelidad florece como una planta;
y tampoco encontrarás nada nunca sobre las calles abiertas de los hombres,
o los lugares secretos del propio amor del corazón, un único viento es seguro que los disperse para siempre.

Era verdad que los gentiles estaban sin esperanza, porque estaban sin Dios. Israel había tenido siempre la radiante esperanza en Dios, que brillaba clara e inextinguiblemente hasta en sus días más aciagos y terribles; pero los gentiles solamente conocían la desesperación en lo más íntimo de su corazón antes de que llegara Cristo a darles esperanza.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Jesús, Constructor de la Paz, Efe 2:11-22

Análisis de discurso

Esta unidad o perícopa está formada por tres párrafos o partes: Primero, lo que eran los gentiles antes de conocer a Cristo y lo que son ahora (vv. Efe 2:11-13); segundo, la tarea de Jesucristo como constructor de la paz, al derrumbar la pared intermediaria entre judíos y gentiles (vv. Efe 2:14-18) —el concepto de la “paz” es central en todo el pasaje—; tercero, el resultado de la tarea unificadora (vv. Efe 2:19-22).

Al igual que en Efe 2:1-10, esta unidad también se estructura en la secuencia del por tanto (v. Efe 2:11) pero ahora (v. Efe 2:13) que marca como contraste la situación previa que se vivía con la nueva experiencia de vida lograda por la obra redentora de Jesús. El por eso del v. Efe 2:19 completa esa secuencia importante para comprender el mensaje de toda la unidad de discurso, pues en este versículo se resume el tema expuesto.

En los vv. Efe 2:11-13 Pablo apela a la memoria de los efesios para que recuerden su anterior estado (entonces en aquel tiempo) en la carne y en el mundo, sin duda retomando ideas centrales de Efe 2:1-3 donde habló sobre lo que ello implica. Era un estado de muerte que ahora es visto desde la perspectiva religiosa del pacto de Dios con Israel en la época del Antiguo Testamento. Es decir, la condición de la gente alejada del ámbito preferencial de acción divina, las personas fuera del reinado de Dios. Pablo elabora un serie de señalamientos que inician con el trato despectivo de los judíos hacia ellos como gentiles (v. Efe 2:11). Luego describe cinco aspectos objetivos con respecto a la relación de los gentiles con Dios y su pueblo (v. Efe 2:12) y concluye con una afirmación que resume espacialmente su penosa condición (v. Efe 2:13): estaban lejos de Dios y los unos de los otros.

En el versículo Efe 2:13 se indica también el “ahora” de su condición armoniosa, gracias a Jesús el Mesías. Ese es el tema básico de los vv. Efe 2:14-18 : “Jesús es nuestra paz, él la construye”. Si en Efe 1:3-14 donde se celebra la obra redentora del Dios trino, y en Efe 2:1-10 donde se trata de la salvación por gracia, el sujeto y actor principal es Dios el Padre, en este pasaje el sujeto y actor central es Jesús. Nueve verbos describen a Jesús como el hacedor de la paz y cinco veces se afirma que fue “en/por él” que la paz se ha realizado. Este es el tema central del pasaje y de toda la carta (Efe 1:10; Efe 4:1-3). Por eso hemos sugerido que este sea el subtítulo del pasaje.

El último párrafo (vv. Efe 2:19-22) muestra, en claro contraste con el primero (vv. Efe 2:11-13), la privilegiada condición actual de los efesios, resultado, muestra y manifestación de la paz hecha por Jesús el Mesías. Lo que significa estar unidos a Cristo y ser beneficiarios directos de su muerte en la cruz se indica por medio de la frase “en Cristo” (y algunas variantes de ella). Esta se repite diez veces en los vv. Efe 2:13-22, los cuales señalan que “en, por medio” y gracias a nuestra unión con él podemos gozar de esos beneficios y ser parte de una nueva humanidad, primicias de su nueva creación, donde ahora Dios ha hecho su santuario, por medio de su Espíritu (dos veces, vv. Efe 2:18 y Efe 2:22, se menciona al Espíritu como aquel que hace posible la comunión íntima con Dios).

TÍTULO: El pasaje que ahora consideramos tiene como tema central Jesús, Constructor de la paz. Este es un buen título para la sección. Jesús es el sujeto principal de las acciones principales y varias veces se repite su acción en términos de hacer la paz. Como la idea de reconciliación también está presente, el título de la unidad puede ser como en RV95: Reconciliación por medio de la cruz.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

El primer párrafo (vv. Efe 2:11-13) inicia con las palabras por tanto, las cuales establecen una conexión con lo anterior. Lo que aquí se dirá es consecuencia de lo dicho anteriormente que, si bien puede referirse al primer capítulo, en este caso se deriva de la primera parte del capítulo dos (vv. Efe 2:1-10). La traducción debe mostrar esto con expresiones como “de manera que”, “en consecuencia”, “por ello”, “así que”. Esto ayudará al lector a estar conciente de la relación entre ambos pasajes.

También es importante que el lector esté conciente del contraste tan fuerte que el autor hace entre el “entonces/en aquel tiempo” (vv. Efe 2:11, Efe 2:12, Efe 2:13) y el “ahora” (Efe 2:13). Ambas expresiones temporales dejan claro que lo que el autor quiere es que sus lectores vean la enorme diferencia entre su condición pasada y la presente.

Pablo apela a la memoria. Los efesios deben mantener viva la memoria de lo que fueron, del estado en que se encontraban, de la grave esclavitud que vivían, para así poder apreciar su estado actual. Con respecto a ese estado anterior, Pablo señala en primer lugar que como gentiles eran despectivamente llamados “incircuncisos” por los judíos.

La expresión los Gentiles cuanto a la carne, puede ser un tanto difícil de traducir y no debe hacerse literalmente. En primer lugar, es posible que en muchos idiomas, la palabra gentiles no signifique gran cosa o no se pueda traducir con el sentido bíblico que tiene.

Es muy importante buscar la mejor manera de comunicar esta distinción a los lectores. Quizás por eso lo que hacen la DHH y también la TLA ayuda a aclarar el significado de la expresión, ya que la traducen de esta manera: «que no son judíos». Así aclaran que para los judíos la circuncisión era determinante, y que incluso era usada, por su significado religioso, para distinguirse del resto de las naciones e incluso para menospreciarlas.

Por ello es que, con un sentido despectivo, llamaban “incircuncisos” a los no judíos. Eso lo señala la segunda parte del versículo, que versiones más recientes aclaran bastante bien. DHH hace esta traducción: «Así pues, ustedes, que no son judíos, y a quienes llaman “no circuncidados” los judíos (que circuncidan al hombre en el cuerpo, y a sí mismos se llaman “circuncidados”)». Algo similar hace la TLA: «Los judíos los llaman a ustedes “los no circuncidados”, y ellos a sí mismos se llaman “los circuncidados”, pues se circuncidan en el cuerpo. Ustedes no son judíos, y deben recordar que ».

Aunque Pablo mismo era judío, en este versículo no comparte el orgullo, propio de su raza, por la práctica religiosa de la circuncisión. La razón para ello se puede encontrar en la distinción que Pablo hace en otros lugares sobre la circuncisión en la carne y en el espíritu (Gál 5:1-12; Gál 6:12-16; Rom 2:28-29; Flp 3:1-8). Para Pablo la circuncisión ya no tenía valor alguno. Incluso, en los pasajes citados se puede notar el fuerte carácter polémico que el tema provocaba en Pablo. Aquí en Efesios es notable el tono ecuánime que Pablo manifiesta, sobre todo cuando se compara con los textos citados.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— incircuncisos… circuncisos: Lit. llamados “incircuncisión” por la llamada “circuncisión”. Los judíos, que se preciaban de estar circuncidados, se referían despectivamente a los paganos como “los de la incircuncisión”.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Rom 11:17.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Una digresión: la iglesia, la reconciliación cósmica y la unidad; el nuevo templo

Aquí Pablo deja de hablar de sus oraciones por los lectores de su carta y, por lo tanto, en términos formales, los vv. 11-22 constituyen una digresión. No obstante, en otro sentido, son el corazón teológico de la carta; porque las verdades contenidas en ellos subyacen y explican el panegírico y la oración de Pablo, y refuerzan su mensaje. Si Ef. es la corona de los escritos teológicos de Pablo, 2:11-22 es quizá la gema principal; pero como una piedra bellamente tallada tiene una profundidad y una sutileza que no son fáciles de resumir.

Estructuralmente, la sección es dominada por un contraste “entonces-ahora” (que amplía el anterior, similar, en los vv. 1-7). Comienza en los vv. 11-13 que subrayan principalmente el “entonces” (nótese en otro tiempo [v. 11], en aquel tiempo [v. 12], y el contrastante ahora en Cristo Jesús [v. 13]) y se resume en los vv. 19-22, que enfatizan el “ahora”. Los vv. 14-16 (con el resumen de los vv. 17, 18) presentan la parte central y la transición, dividiendo así la totalidad de los vv. 11-22 en tres partes.

El contraste entre el “entonces” y el “ahora” que hace Pablo se presenta principalmente en términos del gran tema de la anterior separación (12, 19), exclusión (13) u hostilidad (16), y la actual reconciliación (16), unidad (15, 16) o paz (17). En resumen, el pasaje nos habla de cómo Dios ha comenzado la reconciliación cósmica que fue su plan eterno (1:9, 10). Existen dos importantes dimensiones en esto. Los vv. 11-15 se concentran primordialmente en cómo, en Cristo, la gran barrera que separaba a judíos y gentiles ha sido quitada, y los gentiles son unidos al Israel creyente. Podríamos llamar a esto “reconciliación horizontal”. Pero los vv. 16-22 tienen un énfasis diferente; explican cómo tanto judíos como gentiles son reconciliados con Dios (16, 17), reciben acceso a él (18), y cómo entran al templo celestial en que él habita (19-22). Podemos llamar a esto “reconciliación vertical”. Tendremos que observar cuidadosamente cómo estas dos reconciliaciones se relacionan (y cómo se llevan a cabo) en los comentarios más detallados sobre las secciones individuales.

11-13 La primera sección llama a los lectores, predominantemente cristianos gentiles, a recordar su anterior estado, apartados del pueblo de Dios. Ellos eran entonces lo que muchos judíos llamarían “la incircuncisión”. La circuncisión era la señal del pacto con Israel y, por lo tanto, lo que distinguía a los judíos del resto del mundo. El judaísmo podía por tanto referirse a sí mismo como la circuncisión, es decir, “el pueblo del pacto de Dios”, y despreciar al resto del mundo que estaba fuera del pacto, llamándolo la incircuncisión. El punto central no era que sólo los judíos practicaran esa operación quirúrgica menor (otros semitas también lo hacían), sino su significación como un rito de entrada al pacto mosaico.

Pablo comienza su descripción de la condición anterior de los gentiles, utilizando el lenguaje que cualquier judío usaría para referirse al estar “fuera” del pacto. Igualmente claro, sin embargo, es que Pablo no estaba satisfecho con esta forma de llamar a las cosas, y siente que necesita aclararlo diciendo que únicamente los judíos son los de la llamada circuncisión. Para Pablo, la de ellos se trata de una circuncisión realizada meramente por hombres, ya que, para él, la mayoría de las veces la circuncisión de los judíos es nada más que una operación externa, y la relación con Dios que se supone que ésta simboliza no se ha convertido en una realidad interna obrada por Dios. Para Pablo es la familia de la fe y su relación con Dios la que realmente cumple lo que significa la circuncisión (ver Rom. 2:28, 29), y esto se aplica más profundamente a los cristianos (Fil. 3:3; Col. 2:11).

Pablo vuelve al punto principal en el v. 12. Anteriormente, como gentiles incrédulos, sus lectores no podrían haber tenido parte con Cristo, porque el Mesías es primero que nada rey de Israel (Rom. 9:5). Estaban separados de la ciudadanía de Israel: el pueblo de Dios que recibe su bendición. El hecho de que Pablo eligiera la palabra ciudadanía sugiere que no está pensando aquí en la nación de Israel, sino más particularmente en los fieles judíos vistos como viviendo una teocracia. La exclusión de los gentiles de la comunidad del pueblo de Dios significaba que no tenían parte en los pactos que prometían la salvación mesiánica. (El lenguaje aquí hace fuerte eco de Rom. 9:4.) Quizá hayan tenido muchas “esperanzas” y “dioses”, pero estos habrían resultado ser huecos, ya que los gentiles estaban sin el verdadero Dios y sin la esperanza que él daba, y que ahora estaba comenzando a cumplir.

Ahora en Cristo Jesús (13), la situación de ellos ha cambiado drásticamente, y Pablo elige una metáfora bíblica muy común para expresar el contraste. El concepto de estar acercados y lejos se origina en Isa. 57:19, y domina la descripción de Pablo en los vv. 17 y 18 (en los que, en realidad, usa las mismas palabras que Isa.). En el v. 13, sin embargo, utiliza el lenguaje en una forma que refleja más cercanamente el uso de esta metáfora en el judaísmo contemporáneo. El verbo “acercar” se había convertido en un término común para significar el hecho de hacer que un no judío se hiciera prosélito, uniéndolo así a la congregación de Israel. Esto hacía que la persona estuviera “cerca” en dos sentidos, ambos atestiguados en el judaísmo. La persona se “acerca” al resto del pueblo de Dios y se “acerca” al Dios del cual ese pueblo está “cerca”. Tiene acceso al templo (el lugar especial de la presencia divina) y al Dios que estaba presente, en forma más general, en medio de su pueblo. Como veremos, Pablo está pensando en un pueblo de Dios transformado y en un templo celestial, pero por lo demás, las figuras utilizadas en el v. 13 son similares.

14-18 En estos versículos llegamos al corazón mismo de la manera en que Pablo entendía el evangelio de la reconciliación. Comienza en los vv. 14 y 15 con la dimensión horizontal. Se dice primero que Jesús es nuestra paz, en el sentido de que él unió las dos grandes partes en que estaba dividida la humanidad (la incircuncisión y la circuncisión). El (¡en principio!) destruyó la hostilidad entre judíos y gentiles, quitando la gran barrera que los separaba, y que inevitablemente se había convertido en ocasión de sospechas y animosidad mutuas. La barrera en cuestión era la ley mosaica, con su detallado código de santidad, que hacía imposible que los judíos fieles vivieran en estrecha proximidad con los gentiles.

En cuanto a estas reglas, la carta de Aristeas (c. 100 a. de J.C.) sostiene que “el legislador [Moisés] nos rodeó de empalizadas firmes y muros de hierro para evitar que nos mezclemos con cualquiera de los otros pueblos en cualquier asunto, manteniéndonos así puros de cuerpo y alma … adorando al único Dios todopoderoso” (139), o, nuevamente: “Y por lo tanto, para que no fuéramos contaminados por nadie, ni fuéramos infectados con perversiones al asociarnos con personas sin valor, él nos ha cercado por todos lados con purificaciones prescritas en asuntos de comida y bebida, de tocar y de escuchar y de ver” (149). La barrera material que en el templo prohibía el paso de los gentiles, so pena de muerte, a los atrios donde adoraba Israel, era apenas la expresión externa de los requisitos de la ley mosaica.

La enemistad que la ley de Moisés había causado entre la humanidad pecadora, se nos dice, fue derribada en su carne (14), una referencia a la muerte de Cristo en la cruz que Col. expresa como el despojarse del “cuerpo pecaminoso carnal” (Col. 1:22; 2:11, 12; ver v. 16). Fue derribada cuando la ley mosaica, como una unidad y como un pacto indivisible con Israel, fue transcendida y reemplazada por las condiciones de la nueva creación y correspondiente pacto, inaugurado en Cristo (cf. 2 Cor. 3:3-18). Que esto no significa que Pablo esté en contra de la ley debiera resultar claro en base al resto de la carta (ver el uso específico de la Torah en 5:31-6:3). En cambio, el buen propósito para el cual sirvió la ley mosaica, al preservar a Israel de la influencia impía de las otras naciones, dio lugar al propósito aun más elevado declarado en el v. 15 y que refleja el plan eterno de Dios (1:9, 10). Dios deseaba crear un solo hombre de judíos y gentiles. Para comprobar la importancia central de este concepto en la teología de Pablo véase, p. ej. 1 Cor. 12:13; Gál. 3:28 y Col. 3:11.

16 Nos hace volver ahora la atención a la dimensión vertical. Hasta aquí casi podríamos tener la impresión (reflejada en la forma en que Marcus Barth entiende el pasaje) de que el “acontecimiento de Cristo” deja a la condición de Israel casi sin cambios: los gentiles son meramente agregados a él, y así benditos con él. Ese, sin embargo, no es el concepto que quiere dar Pablo, ya que continúa afirmando que ese solo cuerpo creado de judíos y gentiles fue reconciliado con Dios en la cruz. Esto presupone que Israel también sufrió una separación de Dios por el pecado (cf. 2:3) que debía ser superada en la cruz; y que sólo experimenta esa reconciliación en la medida que participa de la nueva humanidad, el cuerpo de Cristo, la iglesia compuesta de judíos y gentiles creyentes. Naturalmente, no debemos forzar nuestra interpretación de las palabras de Pablo para hacer significar que la iglesia universal de judíos y gentiles fuera creada primero, y sólo después de esto reconciliada con Dios en la cruz. Su concepto es, en cambio, que Jesús en la cruz representó no sólo a los judíos sino también a la humanidad gentil, como el postrer Adán (Rom. 5:12-21; 1 Cor. 15:45; Fil. 2:5-11). En primera instancia fue en forma única en sí mismo (15) que él hizo un solo hombre nuevo de los dos; y luego sólo al unirse a él en un cuerpo se experimenta la reconciliación cósmica. Esto significa que la iglesia en realidad es, para Pablo, una tercera entidad: ni judía, ni gentil, sino una nueva humanidad.

Detrás del lenguaje de crear una nueva humanidad yace la esperanza judía de que en el final Dios recreará el mundo en forma más maravillosa aun que su primera creación antes de la caída. Como parte de esto, el pueblo de Dios sería transformado, y recibiría cuerpos resucitados correspondientes al mundo en que vivirían, conformando así una nueva clase de humanidad que viviría en total armonía con Dios y entre sí. Para Pablo, eso es exactamente lo que comienza con la resurrección de Cristo, que es el modelo de la nuestra, e inclusive está comenzando en nosotros (ver Rom. 8; 1 Cor. 15:45-49; 2 Cor. 3-5; Gál. 6:15; Fil. 3:21). Pero observemos que todo esto es cierto únicamente en sí mismo, en Cristo; es sólo la iglesia que está en unión con Cristo la que realmente comienza a experimentar esta unidad cósmica.

17, 18 Recapitulan este concepto en términos de la cita modificada de Isa. 57:19 y una explicación más detallada. Las palabras y vino y anunció las buenas nuevas: paz … no se refieren ni a la encarnación y el ministerio de Jesús ni al Cristo ascendido por medio de la predicación apostólica, sino que puede comprendérselas mejor considerándolas como un resumen de los vv. 14-16 que se refieren entonces específicamente a la cruz y la resurrección. Las palabras y anunció … paz resuenan como Isa. 52:7, pero el resto sigue aprox. a Isa. 57:19. Originalmente este pasaje se aplicaba a la bendición de Dios sobre los judíos de Jerusalén (los de cerca) y los judíos de la Diáspora (los de lejos), pero aquí se lo aplica al haber alcanzado un nuevo nivel de cumplimiento en la “paz” mesiánica de reconciliación que Cristo trae entre creyentes judíos (los de cerca) y creyentes gentiles (los de lejos), y entre la nueva humanidad así creada y Dios. El v. 18 rescata este concepto, expresándolo en una metáfora tomada de las leyes del templo. En el AT, sólo el sumo sacerdote, como representante de Israel, tenía acceso inmediato a Dios en el sentido de que era el único que podía entrar al lugar santísimo, y eso solamente en el día de la Expiación. Israel estaba a cierta distancia, y los gentiles un poco más lejos. Pero a través de la muerte y resurrección de Cristo ambos tienen ahora acceso inmediato a Dios por medio del don del Espíritu Santo, que trae la presencia consciente de Dios a cada persona.

En todo esto el apóstol Pablo no declara explícitamente cómo es que la cruz efectúa la reconciliación entre la humanidad y Dios. El mismo uso de la palabra implica una separación o enemistad entre ambos lados que ha sido sanada. Por parte de la humanidad, la hostilidad hacia Dios es provocada por nuestra reacción de rebeldía ante su amoroso y justo reclamo de nuestra obediencia filial. Por parte de Dios también podemos hablar de un cierto elemento de alejamiento de la humanidad; precisamente, de su santa y amorosa ira contra nuestro pecado (2:3; 4:17, 18; 5:3-6). Es esta última la que aquí Pablo, como siempre, cree que es nuestro problema fundamental y que ha sido solucionado en la cruz (es decir, antes de que cualquiera de nosotros creyera y se apropiara de esa reconciliación que se le ofrecía). Por esto continuamente destaca la rica “misericordia” (4) y “gracia” (1:2, 6, 7, etc.) de Dios. Aquí sí nos dice cómo logra Dios esto: no dice que es por expiación sustitutiva (para lo cual puede verse, en este comentario, Rom. 3:25; 5:9-11; 2 Cor. 5:19-21; Gál. 3:13). Parece darlo por sabido (1:7; 5:2, 25, 26) y en esta carta parece más preocupado por hablar en detalle sobre sus consecuencias: la restauración de la relación con Dios, y particularmente el alcance universal de la unidad, armonía y paz que Dios se propone en Cristo.

19-22 Un concepto final subraya la gloria de lo que Dios ha logrado en Cristo para sus lectores gentiles que anteriormente eran “los de afuera” (retomando lo dicho en el v. 13). Han tenido el privilegio de llegar a ser conciudadanos de los santos, esto es, no de los judíos o de los cristianos judíos, sino del resto del pueblo de Dios y de ser miembros plenos de la familia [celestial] de Dios (su ciudad-templo). Ya en Gál. 4:26 Pablo había desairado a los judaizantes, diciendo que los creyentes en Cristo no pertenecen a la Jerusalén terrenal, sino a la celestial (cf. Fil. 3:20). La fuerza teológica de esta afirmación deriva de la presunción de que la era que vendrá ya está hecha realidad en el cielo, y que Jerusalén, tal como será en la nueva creación, está esperando para “descender” (ver, p. ej. Apoc. 21:1-4 y 21:10:5). Decir que ya somos ciudadanos de esta ciudad-templo es decir que ahora, en unión con Cristo, participamos en esa ciudad celestial que irradia la gloria de Dios, y que será finalmente revelada y desplazará todo lo que conocemos como realidad en esta era. Puede verse un punto de vista similar, es decir, que la iglesia ahora participa en y manifiesta la adoración de la congregación glorificada de los santos de los últimos tiempos en la ciudad celestial, en Heb. 12:22-24. La idea de ser miembros de la ciudad-templo continúa el tema del acceso a Dios presentado en el v. 18, dado que la ciudad celestial está llena de la radiante presencia de Dios. Ciertamente, según Apoc. 22:5, él mismo es su luz, desplazando noche y día.

En los vv. 20-22 tenemos esencialmente el mismo mensaje, pero con un ligero cambio de conceptos. Los creyentes son ahora retratados como las piedras mismas con las que ese templo celestial está siendo construido gradualmente. Gran parte de los judíos esperaba un nuevo templo en la Jerusalén de la era venidera, y ya algunos de ellos habían llegado a pensar que el pueblo de Dios constituiría esa santa morada de Dios (cf. la enseñanza de Jesús en Juan 2:19). Este es el punto de vista que se expresa aquí, y se dice que ya está cumpliéndose (como en 1 Cor. 3:16, 17; 2 Cor. 6:16, 17; 1 Ped. 2:4-10). Los lectores de Pablo están, dice el Apóstol, ahora mismo siendo edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas. La sintaxis gr. en esta expresión, en que un artículo rige a los dos sustantivos (como en 3:5), sugiere un grupo fundacional, los apóstoles funcionando como profetas (es decir, que traen revelación), y no dos (como sugiere aquí la RVA), aunque en 4:11 se habla de un grupo separado de profetas. Jesús mismo se identifica como la piedra angular, aquella a partir de la cual se construye el resto del fundamento hacia afuera, siguiendo la línea de lo que serán las paredes. El punto central aquí sería, entonces, que el templo se construye hacia arriba y hacia afuera a partir de la revelación dada en Cristo, por medio de la elaboración e implementación reveladora del misterio a través de las figuras profético-apostólicas (ver 3:4-11, en especial el v. 5). Pero todo está edificado sobre Cristo, sostenido por él, y la forma del edificio es determinada por Cristo, la piedra angular. Una interpretación alternativa hace de Cristo la “piedra clave” (la última que se agrega, la que mantiene unida a toda la estructura del edificio); pero esto depende de un sentido que sólo después tomó la expresión “piedra angular”, y no se presta verdaderamente para el concepto de un templo en construcción, ya que implicaría que Cristo aún no tiene lugar en él.

El último versículo del capítulo recuerda a los lectores el enorme privilegio que significa para ellos ser parte de toda esta construcción. Son incorporados a ese edificio, la iglesia única y universal, la cual Dios constituye en morada de él por medio del Espíritu. Y son incorporados a él precisamente al unirse con Cristo, en quien todas las cosas están siendo llevadas a la armonía y la paz cósmicas, que pueden existir gracias a la reconciliación iniciada en la cruz.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

a 94 1Co 12:2

b 95 Jos 5:3

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

gentiles. La palabra significa « naciones» y se refiere a los que no son judíos. Véase coment. en Mt 5:47.

circuncisión. Por medio de este rito ordenado por Dios, todo varón llegaba a formar parte del pacto que Dios había hecho con Israel (Gn 17:9– 14). Véanse coments. en Ro 2:25 y Gá 2:12.

Fuente: La Biblia de las Américas

11 super (1) El hombre que Dios creó para cumplir Su propósito era puro, sin pecado ni ninguna clase de mezcla negativa. No obstante, el pecado, la naturaleza maligna de Satanás, entró en el hombre por medio de la caída. Primero, hizo que el cuerpo del hombre se convirtiera en la carne, llena de concupiscencias, y finalmente hizo que el hombre en su totalidad llegara a ser la carne. Así que, el hombre fue dañado y quedó imposibilitado para cumplir el propósito de Dios. Luego Dios intervino y llamó aun linaje—a Abraham y sus descendientes— de entre la humanidad caída. Para llevar a cabo Su propósito, Dios les mandó circuncidarse, es decir, renunciar a su carne. Esto significaba que estaban separados de la humanidad caída y habían sido librados de la condición caída. La circuncisión constituyó una gran distinción entre ellos y el resto de la humanidad. El pueblo circuncidado era llamado “la circuncisión”, que denotaba aquellos que estaban separados de la situación caída. El resto de la humanidad era llamado “la incircuncisión”, lo cual denotaba aquellos que permanecían en el estado caído. Estos eran los gentiles en la carne; nosotros también nos encontrábamos en esta categoría antes de estar en Cristo.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Pablo explica ahora el concepto del cuerpo de Cristo, ya adelantado en Efe 1:23.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

‡ Es decir, los judíos (circuncidados) y los gentiles (incircuncisos).

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento