Significado Bíblico de FARISEOS
Significado de Fariseos
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Secta o partido religioso conservador del judaísmo en tiempos
intertestamentarios y del NT. Se llamaban a sí mismos los «compañeros» (heb
jabêrîm) o los «santos» (heb. qedôshîm). Se supone que los fariseos se
originaron como partido separado en la 2ª mitad del s II a.C. Sin embargo, su
origen es un tanto oscuro. Parece razonable suponer que fueran sucesores de
los jasîdîm (jasidim o asideos), «los píos», quienes apoyaron activamente a los
primeros macabeos en su lucha contra los seléucidas. Como eran estrictamente
ortodoxos y estaban muy preocupados por conservar la pureza religiosa de su
pueblo rechazaron todos los intentos de introducir prácticas helenísticas entre
los judíos. Cuando los gobernantes macabeos comenzaron a apoyar el helenismo,
este grupo de judíos ortodoxos empezó a oponerse a su propio gobierno. El
nombre «fariseo» apareció por 1ª vez en nuestras fuentes bajo Juan Hircano
(135-105/04 a.C,); el nombre indicaba que los adeptos se consideraban
promotores de una separación del mundo y sus tendencias. Habiendo llegado a
ser un partido religioso-político, se opuso activamente al gobierno mundano de
Juan Hircano, y aun más al de su hijo Alejandro Janco (103-76/75 a.C.). El
resultado fue una sangrienta persecución contra estos religiosos celosos y la
muerte de muchos fariseos notables. Pero pronto fue claro que su influencia
sobre la gente aumentaba a pesar de la adversidad. La viuda y sucesora de
Janeo, Alejandra (Salomé), procuró una reconciliación con ellos, y los fariseos
llegaron a ser una poderosa fuerza en su Estado. Cuando estalló la guerra
civil entre los 2 hermanos (Hircano II y Aristóbulo II), poco después de la
muerte de Alejandra, los fariseos apoyaron al 1º y los saduceos* al 2º.
Cuando Palestina cayó bajo el dominio romano (63 a.C.), los fariseos retuvieron
su posición como partido político influyente y como abanderados de la
ortodoxia. Herodes el Grande, al subir al poder (40-4 a.C.), fue lo
suficientemente prudente como para no perseguirlos, porque sabía que tenían
gran influencia sobre el pueblo, aunque su número era de unos 6.000, cantidad
relativamente pequeña. A esa época pertenecen Hillel y Shammai, sus maestros
más grandes de todos los tiempos. Sus enseñanzas sobrevivieron en los escritos
rabínicos de la Mishná y del Talmud. Los fariseos formaban uno de los 3 grupos
que componían el Sanedrín, junto a los saduceos y a los herodianos. La secta
de los fariseos fue la que por varios siglos continuó produciendo los mayores
dirigentes religiosos entre los judíos ortodoxos, y de ese 440 modo ejerció más
influencia sobre la vida religiosa de su nación que cualquier otra fuerza
dentro del judaísmo.
Su lugar en la vida y el pensamiento judíos del NT puede ser mejor comprendido
cuando se lo contrasta con los otros grandes partidos: los saduceos y los
esenios.* En el espectro religioso del judaísmo del NT, los saduceos eran los
liberales. Como se encontraban «en el mundo», también estaban listos y
dispuestos a ser «del» mundo. Los fariseos, por otra parte, aunque por
necesidad estaban «en el mundo», rechazaron ser parte de él. El fariseísmo
-«separatismo»- enfatizaba la separación del mundo y su contaminación. Los
esenios no sólo rehusaban ser «del» mundo, sino hacían todo lo que podían para
escapar de él viviendo una vida ascética. Mientras que los fariseos vivían
separados del mundo y esperaban salir de él, los saduceos no esperaban ningún
otro mundo. Los ojos de los fariseos estaban fijos en la vida futura, pero los
de los saduceos en esta vida, ya que no tenían esperanza de otra. Para los
fariseos, los intereses religiosos eran supremos, pero los seculares eran la
preocupación dominante para los saduceos. Los fariseos evitaban los deberes
cívicos y resistían pasivamente a la autoridad romana, pero los saduceos
constituían el partido político práctico y estaban dispuestos -siendo las cosas
como eran- a cooperar con los romanos y los herodianos; en realidad, tenían una
fuerte preocupación por los asuntos seculares de la nación y voluntariamente
aceptaban cargos públicos. Los fariseos eran principalmente de la clase media;
los saduceos constituían el partido de la rica aristocracia. El pueblo común
no pertenecía a ninguna de las dos sectas, pero favorecía a los fariseos.
Véase Rollos del Mar Muerto (III).
La letra y el espíritu del legalismo -de la justificación por las propias
obras-, que en tiempos del NT se llegó a identificar con la religión judía,
reflejaba con exactitud el espíritu y las enseñanzas de los fariseos. En su
celo por un cumplimiento estricto de todos los deberes religiosos ordenados por
la Torá (o «ley de Moisés») y por la tradición, y en la creencia de que el
bienestar de la nación dependía de esta forma de actuar, los fariseos tendieron
a pasar por alto el hecho de que la disposición del corazón era de mayor
importancia que los actos externos. La mayoría de los «escribas» o «doctores
de la ley» (Lc. 5:17) -los estudiantes y expositores profesionales de la «ley»-
eran fariseos. Su ocupación era interpretar y aplicar «la ley» a cada mínimo
detalle y circunstancia de la vida. En el tiempo de Cristo, esta siempre
creciente masa de reglamentos se conocía como «la tradición de los ancianos»
(Mt.15:2). Los fariseos aceptaban como Escrituras la mayoría, sino todos, de
los libros del AT (3 divisiones; cf Lc. 24:44), mientras que los saduceos
rechazaban todos menos los 5 libros de Moisés. En tanto los fariseos eran los
«fundamentalistas» conservadores y ortodoxos de su tiempo, los saduceos eran
los «modernistas» progresistas y liberales. Los fariseos creían que una divina
providencia ordenaba los asuntos de los hombres, y enfatizaban la dependencia
del hombre de Dios. Concebían a Dios como un Padre estricto que vigilaba
atentamente para ver la mínima infracción de su voluntad, siempre listo para
castigar a cualquiera que se equivocara. Para los saduceos, Dios prestaba
escasa atención a los hombres y tenía muy poco interés en los asuntos de ellos;
creían que el hombre era el árbitro de su propio destino y no esperaban en una
vida después de la muerte. Los fariseos creían en la existencia de los
espíritus, la inmortalidad del alma, la resurrección literal de cuerpo y la
vida futura, donde los hombres serían recompensados o castigados de acuerdo con
sus hechos en esta vida. Enseñaban que al morir todos iban al Hades, el mundo
subterráneo, que era la prisión de las almas, donde los que habían sido
«impíos» en esta vida quedarían para siempre, pero del cual los que habían
vivido «virtuosamente» escaparían para «vivir otra vez». Creían que «todas las
cosas son dirigidas por el destino», pero que los hombres están libres para
actuar como escojan hacerlo.
Aunque en muchos sentidos las enseñanzas de Jesús se parecen a las de los
fariseos más que a las de los saduceos, Jesús tuvo enérgicas discusiones con
los fariseos durante todo su ministerio por causa de su rigurosa adhesión a la
tradición (Mr. 7:1-13) y el énfasis resultante en los actos externos con la
exclusión práctica de las actitudes y los motivos del corazón (véase Mt.
23:4-33). Fue precisamente esta rigurosa piedad exterior en la observancia de
«la ley» como lo interpretaban y aplicaban sus tradiciones, con el descuido
total de la piedad interior, y así permitir que el legalismo fuera el manto
para cubrir el pecado, lo que condujo a Jesús a catalogar a los fariseos como
hipócritas (Mt. 23). Juan el Bautista consideraba a los fariseos y a los
saduceos como una «generación de víboras» (3:7), y los amonestó a producir
«frutos» que dieran testimonio de un cambio de corazón (v 8). Cuando Jesús
puso el énfasis en que el motivo que impulsa el acto es de mayor importancia a
la 441 vista de Dios que el acto mismo, los fariseos inevitablemente se
complotaron para desacreditar a Jesús en la mente de la gente y silenciar su
mensaje. En una ocasión, los saduceos se unieron con ellos para desafiar su
autoridad y exigieron una «señal del cielo» para confirmar su derecho a enseñar
(16:1-6); pero no fue hasta casi el final de su ministerio cuando los saduceos
se tomaron la molestia de atacarlo con una argucia sobre la resurrección (Mt.
22:23-33).
Fariseos fueron los que levantaron la disputa acerca de los discípulos de Jesús
y los de Juan (Mt. 9:11, 14; cf Jn. 4:1); los que lo acusaron de echar fuera
demonios por el poder del príncipe de los demonios (Mt. 9:34; 12:24); los que
se molestaron por su enseñanza con respecto a la inutilidad de la tradición
(15:1-12); los que tomaron el liderazgo en su arresto, condenación y
crucifixión (Mt. 27:62; Mr. 3:6; Jn. 11:47-57; 18:3). Nicodemo era fariseo
(Jn. 3:1), así como Pablo y también su maestro Gamaliel (Hch. 5:34; 23:6;
26:5-7).
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: FARISEOS
FARISEOS según la Biblia: Uno de los tres partidos judíos que menciona Josefo, siendo los otros dos los saduceos y los esenios.
Los fariseos eran los más rigurosos (Hch. 26:5).
(transcripción griega del arameo «p’rîshã»: «separado»).
Uno de los tres partidos judíos que menciona Josefo, siendo los otros dos los saduceos y los esenios.
Los fariseos eran los más rigurosos (Hch. 26:5).
Con toda certeza, la secta de los fariseos apareció antes de la guerra de los Macabeos, como reacción contra la inclinación de ciertos judíos hacia las costumbres griegas. Los judíos fieles vieron horrorizados la creciente influencia del helenismo, y se aferraron con mayor fuerza a la ley mosaica.
Al desatar la persecución contra ellos, Antíoco Epifanes (175-163 a.C.) dio lugar a que se organizaran como partido de resistencia. Este rey de Siria ordenó la muerte de todos aquellos israelitas que no quisieran abandonar el judaísmo ni ajustarse al helenismo. Intentó destruir todos los ejemplares de las Sagradas Escrituras, ordenó la muerte de todos los que estuvieran en posesión de un libro del Pacto o que observaran la Ley (1 Mac. 1:56, 57).
Los asideos, o hassidim (judíos piadosos e influyentes), y todos los que observaban la Ley (1 Mac. 2:42; cp. 1:62, 63), participaron en la revuelta de los Macabeos como grupo particular. Aunque no llevaban el nombre de fariseos, fueron ellos, con toda probabilidad, los precursores.
Cuando la guerra perdió su carácter de lucha por la libertad religiosa y empezó a perseguir objetivos políticos, los hassidim se desinteresaron. Desaparecieron de la escena durante el periodo en que Simón y Jonatán encabezaron la nación judía (160-135 a.C.).
El término «fariseos» aparece en la época de Juan Hircano (135-105 a.C.). Él mismo era fariseo, pero abandonó su partido, uniéndose a los saduceos (Ant. 13:10, 5-6). Su hijo y sucesor, Alejandro Janneo, intentó exterminar a los fariseos. Su esposa Alejandra, que le sucedió en el año 78 a.C., reconoció que la fuerza no podía hacer nada contra la fe; entonces favoreció a los fariseos (Ant. 13:15, 5; 16:1).
Desde entonces, dominaron la vida religiosa de los judíos.
Los fariseos defendían la doctrina de la predestinación, que estimaban compatible con el libre albedrío. Creían en la inmortalidad del alma, en la resurrección corporal, en la existencia de los espíritus, en las recompensas y en los castigos en el mundo de ultratumba.
Pensaban que las almas de los malvados quedaban apresadas debajo de la tierra, en tanto que las de los justos revivirían en cuerpos nuevos (Hch. 23:8; Ant 18:1, 3; Guerras 2:8, 14). Estas doctrinas distinguían a los fariseos de los saduceos, pero no constituían en absoluto la esencia de su sistema.
Centraban la religión en la observancia de la Ley, enseñando que Dios solamente otorga su gracia a aquellos que se ajustan a sus preceptos. De esta manera, la piedad se hizo formalista, dándose menos importancia a la actitud del corazón que al acto exterior. La interpretación de la Ley y su aplicación a todos los detalles de la vida cotidiana tomaron una gran importancia.
Los comentarios de los doctores judíos acabaron formando un verdadero código autorizado. Josefo, él mismo un fariseo, dijo que los escribas no se contentaban con interpretar la Ley con más sutilidad que las otras sectas sino que además imponían sobre el pueblo una masa de preceptos recogidos de la tradición, y que no figuraban en la Ley de Moisés (Ant. 13:10, 6).
Jesús declara que estas interpretaciones rabínicas tradicionales no tienen ninguna fuerza (Mt. 15:2-6)
Los primeros fariseos expuestos a la persecución se distinguían por su integridad y valor, eran la élite de la nación. El nivel moral y espiritual de sus sucesores descendió.
Los puntos débiles de su sistema se hicieron hegemónicos y les atrajeron duras criticas. Juan el Bautista llamó a los fariseos y a los saduceos «raza de víboras». Jesús denunció su orgullo, hipocresía y su negligencia de los elementos esenciales de la ley, en tanto que daban la mayor importancia a puntos subordinados (Mt. 5:20; 16:6, 11, 12; 23:1-39).
En la época de Cristo los fariseos formaban una astuta camarilla (Ant. 17:2, 4) que tramó una conspiración contra Él (Mr. 3:6; Jn. 11:47-57). Sin embargo, siempre hubo entre ellos hombres sinceros, como Nicodemo (Jn. 7:46-51). Antes de su conversión, Pablo fue fariseo. Hizo uso de ello en sus discusiones con los judíos (Hch. 23:6; 26:5-7; Fil. 3:5). Gamaliel, que había sido su maestro, era también fariseo (Hch. 5:34).