Significado de Jacob
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(heb. Ya{aqôb [del verbo {âqab, «tomar del talón»; «ser más listo»,
«suplantar»], «tomador del talón», «el que suplanta [suplantador]»; cun.
generalmente Yaqub-El, «Jacob de[l dios] El»; egip. Yqbir; gr. Lakob).
1. Segundo hijo de Isaac, mellizo de Esaú, padre de los 12 patriarcas y progenitor
del pueblo hebreo. Rebeca, la esposa de Isaac, dio a luz a Esaú y Jacob 20
años después de haberse casado con Isaac. Ella no había tenido hijos, e Isaac
intercedió por ella ante Dios cuando tenía unos 60 años de edad (Gn. 25:21,
22). Antes del nacimiento de los gemelos, el Señor le dijo a Rebeca que el
mayor serviría al menor, con lo que indicaba que Jacob había de heredar la
primogenitura (v 23).
El nombre «Jacob» nos recuerda que nació tomado del talón de Esaú, un incidente
que los padres notaron y que más tarde tomaron 598 como un signo de la relación
futura de los 2 hermanos (Gn. 25:26; 27:36; Os. 12:2, 3). Mientras Esaú se
dedicó a la aventurera vida de cazador, en la que se distinguió, Jacob creció
como un hombre tranquilo que prefería la rutina doméstica y pastoral del
campamento (Gn. 25:27). Se desarrolló una rivalidad entre los 2 hermanos,
porque Isaac favorecía a Esaú y Rebeca a Jacob. Isaac parece que nunca estuvo
totalmente reconciliado con la idea de que Jacob debía llegar a ser su
heredero, como lo implicaba la comunicación prenatal de Dios a Rebeca (Gn.
25:23), sino que aparentemente prefirió a Esaú, porque admiraba sus rasgos
atrevidos, aventureros y masculinos. Rebeca, por otra parte, fue leal a la
advertencia prenatal, y sin duda apreciaba la disposición práctica e
industriosa de Jacob (v 28).
El incidente registrado en Gn. 25:29-34 describe gráficamente los caracteres
dominantes de Jacob y Esaú, y proporciona una clave que explica por qué Dios
rechazó a Esaú como custodio del pacto (cƒ Ro. 9:10-13). Jacob estaba
preparando una comida de lentejas cuando Esaú, débil y desanimado después de
una expedición de caza infructífera, se acercó y le pidió una porción del
potaje. Aferrándose a lo que consideraba una oportunidad para obtener la
primogenitura, Jacob exigió codiciosamente que Esaú le vendiera su derecho de
primogenitura antes de darle la comida. Esaú, manifestando su falta de sentido
de los valores y de estabilidad emocional, renunció a la primogenitura por un
plato de lentejas (He. 12:16).
Posiblemente a la edad de 137 años, Isaac le sugirió a Esaú que había llegado
el momento para la transferencia formal de la bendición patriarcal a él como
primogénito (Gn. 27:1-4). El rito se debía realizar sobre una comida de venado
que Esaú había de traer del campo (vs 3, 4). Sin embargo, por iniciativa de
Rebeca, Jacob aceptó disfrazarse de Esaú ante el casi ciego Isaac con el fin de
asegurarse la bendición mediante subterfugios, en la creencia errónea de que la
promesa prenatal de preeminencia se perdería si no hacía algo (vs 5-29).
Vestido con las ropas de Esaú y cubiertas las manos y el cuello con cueros con
mucho pelo para parecerse más a Esaú, que era muy velludo, Jacob le llevó al
padre una comida rápidamente preparada por Rebeca, y recibió la bendición. La
intriga apenas disimulada al comienzo lanzó a Esaú a la desesperación (vs
30-38), la que, sin embargo, poco después se transformó en odio y deseos de
venganza (v 41). Rebeca supo de su plan para matar a Jacob, y con el pretexto
de encontrar una esposa adecuada para Jacob, hizo los arreglos para que éste
saliera temporariamente de Canaán para hallar seguridad en el hogar de su
infancia, en Harán (vs 42-46).
En camino a los 20 años de exilio, durante los cuales Rebeca murió, Jacob, que
ya tenía 77 años, por primera vez tuvo un encuentro personal con Dios como
heredero de los privilegios y las responsabilidades del pacto, y prometio
hacer su parte si podía regresar a su hogar (Gn. 28:10-22). Al llegar a la
proximidad de Harán, se encontró con Raquel, la sobrina de su madre, en
circunstancias que recuerdan el encuentro del fiel mayordomo de Abrahán con
Rebeca, la esposa para su padre, en la misma zona casi 100 años antes (29:1-12;
cf 24:10-28). Tal vez ahora Jacob sintió la bendición de Dios sobre su propia
misión. Como un mes después de su llegada, hizo los arreglos para casarse con
Raquel ofreciendo sus servicios a su padre, Labán, durante 7 años (29:14-20).
Al fin de ese período, Jacob, el astuto engañador, fue engañado, pues le dieron
a Lea, la hermana mayor de Raquel, y se le pidió que sirviera 7 años más por
Raquel (vs 21-30). Durante los segundos 7 años le nacieron 11 hijos y una
hija: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón y Dina, de Lea; Gad y Aser,
de Zilpa, la criada de Lea; José, de Raquel; y Dan y Neftalí de Bilha, la
criada de Raquel (29:31-30:24). Después de 6 años más de servicio, durante los
cuales Jacob formó sus propios rebaños de ganado y de ovejas, lo que despertó
los celos de Labán y de sus hijos (31:1, 43), y sospechando que tenían un plan
para privarlo de su propiedad, partió silenciosamente hacia su hogar en Canaán
(30:25-31:18, 21, 31). Al saber de la huida, Labán y sus hijos siguieron a
Jacob y lo al canzaron 7 días más tarde (31:19-25). Advertido por Dios durante
su persecución, Labán se limitó a reprender a Jacob (vs 24-35), y los 2 hombres
hicieron un pacto de no agresión antes de separarse (vs 36-55).
Evidencias de la presencia y la bendición divinas señalaron el viaje de retorno
a Canaán: A. Una visión de ángeles en Mahanaim (Gn. 32:1, 2), y luego un
encuentro con el Ángel de Jehová en persona junto al Jacob* (Gn. 32:24-30; cf
Os. 12:4). Antes de la 2ª evidencia Jacob había enviado una misión de paz
para calmar la ira de Esaú, pero éste respondió saliendo con 400 hombres,
ostensiblemente para atacarlo (Gn. 32:3-8). Esto lo confrontó con la crisis de
su vida, más tarde llamada «el tiempo de angustia [de] Jacob» (Jer. 30:7). B.
En este 2º encuentro personal con el Señor, experimentó una completa conversión
599 y un cambio de corazón (Gn. 32:9-30). También se le dio un nombre nuevo
-Israel, «Dios contiende» o «Dios gobierna»- en señal de su sumisión bajo la
relación del pacto (v 28). Al día siguiente se encontró con Esaú, y un
espíritu de fraternidad se restableció entre ambos hermanos (Gn. 33:1-15).
Jacob permaneció por un tiempo en Sucot, al este del Jordán, y más tarde se
mudó a la vecindad de Siquem, donde compró una porción de tierra (vs 17-20).
Aquí sus hijos trataron en forma traicionera a los hombres de la ciudad en el
incidente con su hermana Dina, y avergonzaron grandemente a su padre dejándolo
muy perplejo (cp 34), de modo que se mudó a Bet-el (35:1-8), donde Dios le
confirmó nuevamente su pacto (vs 9-15). Mientras Jacob avanzaba desde Bet-el
para encontrarse con su padre en Mamre, cerca de Hebrón (v 27), murió Raquel al
dar a luz a Benjamín, y Jacob la enterró cerca de Efrata (vs 16-20). Un poco
más tarde murió Isaac, y sus 2 hijos lo sepultaron en el cementerio familiar en
Hebrón (vs 28, 29; cf 49:31). Por varios años, Jacob permaneció en el sur,
donde Abrahán e Isaac habían pasado tanto tiempo, sin duda mudándose de un
lugar a otro con el fin de encontrar pastos para sus rebaños (37:1).
272. El pozo de Jacob, con la antigua cavidad en la parte superior antes que la
cambiaran las remodelaciones modernas.
Durante este tiempo, Jacob manifestó la misma parcialidad imprudente en favor
de su hijo José (Gn. 37:3, 4), como la que su padre Isaac había mostrado hacia
Esaú (25:28), con resultados funestos semejantes. La crisis se produjo unos 12
años antes de la muerte de Isaac (cƒ 25:26; 37:2; 41:46, 47, 54; 45:6; 47:9),
cuando José fue vendido como esclavo a Egipto por sus hermanos mayores
(37:23-36). Privado de José durante 22 años (vs 32- 35), a quien pensaba
muerto desde entonces, al principio reaccionó con incredulidad cuando le
contaron que su hijo no sólo estaba vivo, sino que era el príncipe de la tierra
de Egipto (45:25, 26). Por invitación de José, y por causa de la severidad de
la sequía que entonces azotaba Palestina (vs 9-15), emigró a la tierra de los
faraones (45:27, 28; 46:1) a la edad de 130 años (47:9), y pasó los 17
restantes de su vida allí. A los 147 años llamó a sus 12 hijos para
bendecirlos, y murió (cps 48 y 49). José hizo embalsamar a su padre y lo
enterró en la cueva de Macpela,* cerca de Hebrón, el cementerio ancestral de la
familia (50:1-13; cf 23:3-20; 49:29-33).
2. Descendientes de Jacob; colectivamente, de todas las generaciones (Nm. 23:21;
Is. 2:5; etc.).
3. Padre de José, esposo de María, de acuerdo con la genealogía de Cristo que da
Mateo (Mt. 1:15, 16).
4. Pozo (heb. bir Ya{qûb) o manantial profundo, a más o menos 1 km al sur de
Askar (uno de los posibles sitios de Sicar) y a unos 3 km al este de Nablus,
en la falda oriental del monte Gerizim. Está cerca de la bifurcación de un
camino que viene de Jerusalén (una de las cuales conduce a Samaria, y la otra a
Tirsa y Bet-seán). El pozo fue cavado por Jacob cuando acampó en la vecindad
de Siquem, quizá para obtener agua para su familia, sin entrar en conflicto con
el pueblo de Siquem (Jn. 4:12; Gn. 33:18-20; 37:12). Allí tuvo Jesús la
memorable conversación con la mujer samaritana (Jn. 4:5-26). El pozo actual
(fig 272), que sin duda es el mismo, era originalmente mucho más profundo que
sus 23 in actuales, ya que la parte inferior se ha llenado de escombros. Su
diámetro es de unos 2,25 m; su parte superior está construida con mampostería,
mientras que la parte más profunda está excavada en la roca calcárea. La
calidad del agua es mucho mejor que la de otros manantiales en el valle. El
pozo ahora está dentro de la cripta de una antigua iglesia griega. La iglesia
ha estado en proceso de reconstrucción por muchos años. 600
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: JACOB
JACOB según la Biblia: Etimología: «Aquel que toma por el talón; que suplanta.»
Hijo de Isaac y de Rebeca, y hermano mellizo de Esaú, alumbrado después de este último y, por ello, considerado como menor (Gn. 25:21-26). Isaac tenía 60 años al nacimiento de sus hijos (Gn. 25:26).
Etimología: «Aquel que toma por el talón; que suplanta.»
Hijo de Isaac y de Rebeca, y hermano mellizo de Esaú, alumbrado después de este último y, por ello, considerado como menor (Gn. 25:21-26). Isaac tenía 60 años al nacimiento de sus hijos (Gn. 25:26).
A Jacob le encantaba reposar en las tiendas, siendo de naturaleza apacible (Gn. 25:27). Era el favorito de su madre, en tanto que su padre prefería a Esaú (Gn. 25:28).
Sin embargo, antes de que ambos nacieran, Dios había dicho «el mayor servirá al menor» (Gn. 25:23), dando así Su promesa a Jacob. Un día, viniendo Esaú exhausto y hambriento después de cazar, Jacob, que se había preparado un potaje de color rojo, antes de dárselo a su hermano le hizo jurar que le cedería el derecho de primogenitura (Gn. 25:29-34).
Así, Jacob no esperó a la intervención divina, sino que se mostró dispuesto a recurrir a cualquier argucia y fraude para procurárselo por sí mismo, no creyendo que Dios al final movería todo conforme a Su voluntad si esperaba en Él (cf. Gn. 48:14-20). Siguió un acto fraudulento. Isaac era viejo y casi ciego.
Rebeca convenció a Jacob para que se vistiera con ropas de Esaú, y que se cubriera el cuello y las manos con pieles de cabritos, porque Esaú era mucho más velludo que Jacob, para hacerse pasar por su hermano. Así obtendría de Isaac, que pensaba que se estaba muriendo, la bendición que correspondía al derecho de primogenitura.
Cuando Esaú descubrió lo que Jacob había hecho, se lamentó violentamente de haberse dejado arrebatar su derecho por su hermano. Esaú resolvió matar a su hermano cuando su padre muriera (Gn. 27:1-41). Rebeca oyó estas amenazas y, con la esperanza de que la cólera de Esaú se enfriara con la ausencia, hizo partir a Jacob, con el pretexto de ir a buscar una esposa para sí, a Harán, donde vivía su familia.
Durante el viaje, Jacob tuvo una visión de noche: una escalera comunicaba la tierra con el cielo, con ángeles que bajaban y subían, y el Señor le prometió todas las bendiciones del pacto (Gn. 27:42-46; 28:1-22).
Jacob moró al menos 20 años en Padán-aram. Al servicio de Labán, trabajó al principio catorce años para que Labán le diera sus dos hijas en matrimonio, Lea y Raquel; después trabajó durante seis años para conseguir ganados.
Tuvo once hijos durante su estancia en Harán, seis con Lea: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón, además de una hija, Dina; con Bilha, sierva de Raquel, dos: Dan y Neftalí; con Zilpa, sierva de Lea, dos: Gad y Aser; y, finalmente, uno con Raquel: José (Gn. 29-30). Este último nació cuando Jacob tenía 90 o 91 años (cf. Gn. 47:9 y Gn. 41:46, 47, 54; 45:11).
Seis años después, viendo que Labán y sus hijos, envidiándole, se habían indispuesto con él, Jacob huyó. Mientras guardaba sus rebaños, probablemente a tres días de Harán (Gn. 30:36; 31:22) a orillas del Éufrates, envió a buscar a sus mujeres (Gn. 31:4), cruzó el río, y emprendió la marcha, con su familia y bienes, en dirección a Canaán (Gn. 31:21).
Labán se lanzó en persecución de los fugitivos, alcanzándolos en el monte Galaad, indudablemente entre el Yarmuk y el Jaboc, a unos 500 Km. del Éufrates, al cabo de diez días, al menos, de la partida de Jacob, pero muy probablemente más tiempo, debido a que Jacob no podía hacer marchar sus rebaños y familia a mucha velocidad.
Dios protegió a Jacob advirtiendo a Labán, y los dos clanes enemistados llegaron a la reconciliación y celebraron un pacto. Erigieron un monumento de piedras, y sellaron su pacto con una comida común, estipulando que ninguno de los dos clanes rebasaría aquel lugar para atacar al otro (Gn. 31:51).
Dios se manifestó a Jacob en un lugar que el peregrino llamó Mahanaim. Y en el vado del Jaboc, un hombre estuvo luchando con Jacob hasta la mañana, y, no pudiendo vencerlo, tocó el encaje de su muslo, descoyuntándolo.
Antes de dejarlo, el desconocido bendijo a Jacob con estas palabras: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido». Jacob dio a este lugar el nombre de Peniel (el rostro de Dios) «Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma» (Gn. 32:22-32 cf. Gn. 33:20; Os. 12:5).
Este fue el momento crítico de la vida de Jacob. Hasta entonces había confiado en su propia fuerza y estratagemas, aprendió ahora que su energía no podía prevalecer contra Dios y que debería someterse recurriendo a la oración para obtener la bendición, y no ir más allá. Desde entonces, se hace frecuente alusión a la adoración que Jacob ofrece al Señor.
Antes de cruzar el Jordán, Jacob, tanto tiempo desterrado por sus acciones mezquinas con respecto a Esaú, volvió a encontrarse con su hermano, que lo perdonó. Otra vez se separaron, volviendo Esaú al monte Seir, y dirigiéndose Jacob hacia Canaán (Gn. 33:1-18).
Jacob plantó sus tiendas en Canaán, en Siquem. Allí compró un terreno para establecer su campamento, y allí erigió un altar al Señor (Gn. 33:18-20). Es en Siquem que el hijo del rey de la ciudad forzó a Dina, hija de Jacob.
Simeón y Leví, dos de los hijos de Jacob, y hermanos de padre y madre de Dina, ejecutaron una terrible venganza, atacando la ciudad después de haber reducido a la indefensión a sus habitantes mediante un engaño (Gn. 34:13-26).
Los otros hermanos se unieron a Leví y Simeón en el saqueo de la ciudad. Jacob, que no había tenido arte ni parte en este hecho, temió profundamente sus posibles consecuencias. Buscó a Dios, e hizo desaparecer de su familia todos los ídolos e impurezas, y el Señor mismo le protegió (Gn. 34:30-35:5). Parece que desde entonces Siquem fue considerada propiedad de Jacob (Gn. 48:22; cf. Gn. 37:12).
De allí, Jacob se dirigió a Bet-el. Débora murió allí, y allí fue sepultada (Gn. 35:6-8); véase DÉBORA (a). Dios, que se había aparecido a Jacob en este lugar cuando se dirigía a Padán-aram, volvió a aparecérsele en el mismo lugar (Gn. 35:9; 28:10-22). Confirmó el cambio del nombre de Jacob al de Israel, renovando las promesas del pacto hecho con Abraham.
Durante el viaje a Hebrón, Raquel dio a luz, cerca de Belén, al duodécimo y último hijo de Jacob, Benjamín. Raquel, la esposa a quien tanto había amado Jacob, murió en el parto (Gn. 35:9-20). Finalmente, Jacob se reunió con su padre en Mamre (Gn. 35:27).
Isaac murió unos 23 años más tarde. Esaú y Jacob se reunieron para sepultarlo (Gn. 35:28, 29). Parece que Jacob se detuvo en Mamre 33 años, porque llegó a Hebrón 10 años después de su vuelta a Palestina (Gn. 37:14; cf. 37:2), y es evidente que seguía allí cuando José lo mandó llamar para que fuera a Egipto (Gn. 46:1).
Jacob tenía 130 años cuando se dirigió a Egipto (Gn. 47:9), y vivió todavía 17 años. Su primera bendición especial fue para los hijos de José, después bendijo a sus propios hijos, y murió a la edad de 147 años (Gn. 47:28; 48:49). Su cuerpo fue embalsamado y transportado solemnemente a Canaán, siendo sepultado en la cueva de Macpela (Gn. 50:1-14).
Jacob cometió faltas notorias, por las cuales fue severamente castigado bajo la mano de Dios, y en su vejez sufrió intensamente por la pérdida de José.
Al final de su vida reconoció, al menos de manera tácita, que el comienzo de su carrera había quedado ensuciado por el pecado, y que no había sido íntegro delante de Dios; en el momento de morir, hace clara mención de la gracia de Dios (Gn. 47:9; 48:15-16). Jacob mostró, durante su vida y también durante sus últimos días, una fe inquebrantable en el Señor (Gn. 48:21: He. 11:21).
Es el ejemplo por excelencia del creyente carnal, con numerosos defectos, que es tratado de una manera plena por la disciplina de Dios, y llevado a una dependencia total de Él. También figura como tipo de la predestinación (Ro. 9:11-13), y su nombre entra en la mención de los héroes de la fe (He. 11:21).
El Señor mismo no se avergüenza de llamarse el «Dios de Jacob» (Éx. 3:6; 4:5; 2 S. 23:1; Sal. 20:2; Is. 2:3), o «el Fuerte de Jacob» (Sal. 132:2). El Señor Jesucristo afirma explícitamente el lugar de honor que tendrá Jacob en el Reino (Mt. 8:11).
La arqueología ilustra muchos de los rasgos de la vida de los patriarcas, en particular la de Jacob. Según las cartas de Nuzi (véase NUZU), descubiertas entre 1925 y 1941 en el sureste de Nínive, era posible transferir a otra persona el derecho de primogenitura; se cita en ellas un caso cuyo pago fue de tres barcos.
Por otra parte, en estos documentos se ilustran las relaciones familiares entre Labán y su yerno (Gn. 31:29). En Nuzi se conocían terafines parecidos a los que Raquel hurtó a Labán (Gn. 31:34).
Se trataba de dioses del hogar, poseídos por el cabeza de familia; en el caso de una hija casada, su posesión daba al marido el derecho a la propiedad del suegro (Gordon, «Revue Biblique», 44, 1935, págs. 35ss). Debido a que Labán tenía hijos varones, el hurto de los terafines representaba un daño grave.
En las Escrituras se da frecuentemente al conjunto de los hebreos, descendientes de Jacob, el nombre de «hijos de Israel» (Éx. 14:16, 29; 15:1, etc.). Los profetas, en sus pasajes poéticos, citan frecuentemente en paralelo los nombres de Jacob e Israel (Dt. 33:10; Is. 43:1, 22; 44:1).