Significado Bíblico de NAZAREO
Significado de Nazareo
Ver Concordancia
(heb. nâzîr, «separado [dedicado, consagrado]»; del verbo nâzar, «separar[se]»,
«consagrar[se]», «dedicar[se]» o «abstener[se]» para uso ceremonial o
religioso).
Persona que tomó ciertos votos especiales voluntarios y temporarios con los que
se dedicó a Dios (Nm. 6:2). Quien hacía el voto seguía viviendo una vida
normal en la sociedad, con la excepción de que: 1. Se abstenía de todo producto
derivado de la vid (vs 3, 4). 2. Dejaba de cortarse el cabello (v 5). 3. Se
abstenía de acercarse a un cuerpo muerto para evitar la contaminación ritual
(v 6); si por accidente se ponía en contacto con un cadáver debía ofrecer
sacrificios específicos y comenzar de nuevo todo el período de su voto (vs
9-12). Un nazareo era «santo para Jehová» todos los días de su «nazareato»
(separación; v 8). Al final del período que había especificado se debía
presentar ante el sacerdote con ciertos sacrificios indicados, y se debía
cortar el cabello y quemarlo (vs 13-21).
Algunos, como Samuel (1 S. 1:11) y Juan el Bautista (cf Lc. 1:15) fueron
nazareos para toda la vida. Los padres de Sansón recibieron la instrucción de
que su hijo debía ser nazareo desde su nacimiento (Jue. 13:5, 7), pero éste fue
notoriamente infiel a ese voto. Amós menciona a ciertas personas impías que
tentaron a un grupo de nazareos a quebrantar sus votos de abstinencia total de
bebidas embriagantes (Am. 2:11, 12). Pablo hizo lo que aparentemente era una
forma modificada del voto de nazareo como preparación para su última visita a
Jerusalén (Hch. 18:18; 21:20-26). No hay registros de personas que
voluntariamente hayan hecho el voto para toda su vida, y en todos los casos
fueron los padres quienes tomaron tales votos en favor de sus hijos.
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: NAZAREO
NAZAREO según la Biblia: «separado, consagrado (a Dios)».
Hombre o mujer que era puesto aparte para Dios. El nazareato, institución hebrea probablemente muy antigua, fue reglamentado por la ley de Moisés (Nm. 6).
«separado, consagrado (a Dios)».
Hombre o mujer que era puesto aparte para Dios. El nazareato, institución hebrea probablemente muy antigua, fue reglamentado por la ley de Moisés (Nm. 6).
El nazareo se consagraba a Dios por un período determinado, pero no se apartaba de la vida social. Su vida no era necesariamente ascética. La Ley prohibía al nazareo, durante la duración de su voto, consumir vino, bebidas fermentadas, y cualquier producto de la vid.
Desde la época de los patriarcas nómadas, la vid simbolizaba la existencia sedentaria, la cultura, a las que uno podía entregarse, pero que alejaban de la simplicidad primitiva. En tanto que durara su consagración, el nazareo no debía cortarse el cabello: ello daba testimonio de que había consagrado su cuerpo y sus fuerzas al Dios que se lo había dado.
Los cabellos largos eran un símbolo de poder y de abundante vitalidad (cfr. 2 S. 14:25-26). Cortarse la cabellera era una señal de duelo y de desolación (Jer. 7:29; Is. 22:12; Mi. 1:16).
Finalmente, estaba prohibido que el nazareo se contaminara tocando ningún cadáver, incluso si se trataba de un pariente próximo. Al final de su voto, el que lo había hecho se presentaba al sacerdote, ofrecía los sacrificios prescritos, se cortaba la cabellera y la quemaba. Desde entonces podía beber vino (Nm. 6:1-21).
Ciertos nazareos fueron consagrados desde su nacimiento o incluso antes y para su vida entera. Por ejemplo, Sansón (Jue. 13:4, 5), Samuel (1 S. 1:11, 28). Sansón infringió no sólo las normas del nazareato sino también otras.
En la época de Amós había gentes perversas que inducían a los nazareos a que violaran su voto y a que bebieran vino (Am. 2:11-12). Después del retorno del exilio aumentó el número de nazareos (1 Mac. 3:49; Guerras 2:15, 1).
Juan el Bautista fue, desde su nacimiento, consagrado al nazareato (Lc. 1:15). Es probable que la profetisa Ana hubiera hecho este voto (Lc. 2:36, 37).
Los amigos de Pablo le aconsejaron, según parece, que pagara los gastos involucrados en el fin del nazareato de cuatro hombres. Es así que se quería evitar cualquier motín que se pudiera provocar con su última visita a Jerusalén (Hch. 21:20-26).
Las personas acomodadas subvenían en ocasiones los gastos que tenían que afrontar los nazareos pobres para la observancia de las prescripciones de la Ley.