Significado Bíblico de FUEGO
Significado de Fuego
Ver Concordancia
(heb. êsh; gr. púr, purá, púrÇsis).
Materia ardiendo, con o sin llama, junto con el calor y la luz que desprende.
Por causa de la dificultad de encenderlo, en los tiempos antiguos se mantenían
lámparas encendidas continuamente como una fuente inmediata de fuego. Cuando
Abrahán viajó con Isaac al monte Moriah para sacrificar a su hijo, llevó
consigo fuego para encender el sacrificio (Gn. 22:6, 7). El fuego se usaba para
cocinar, iluminar, calentarse y refinar metales. Como era un elemento muy
importante para los antiguos, se lo menciona con frecuencia en las Escrituras.
A menudo está asociado con la presencia de Dios (Gn. 15:17; Ex. 3:2, 13:21, 22;
19:18; etc.) y desempeña un papel importante en las visiones simbólicas de la
divinidad (Ez. 1:27; Dn. 7:9, 10; Ap. 1:14; 2:18). Se compara a Dios con un
fuego consumidor o devorador (Dt. 4:24; He. 12:29; cf Ex. 24:17; Is. 33:14) y
un fuego purificador (Mal. 3:2); hasta la palabra de Dios es comparada con el
fuego (Jer. 23:29; cf 5:14; 20:9). Así como el Señor castigó a los pecadores
con fuego (Lv. 10:2; Nm. 11:1; 16:35; 2 R. 1:10, 12; Jud. 7), los aniquilará
finalmente con él (Ap. 20:9). El fuego del cielo expresó la aceptación de Dios
de una ofrenda (Lv. 9:24; Jue. 6:21; 2 Cr. 7:1). Se describe a los ángeles
como «ministros» y como «flamas de fuego» (Sal. 104:4). Véase Lámpara.
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: FUEGO
FUEGO según la Biblia: La primera utilización de fuego en la Biblia se halla sobrentendida en el relato del sacrificio de Caín y de Abel (Gn. 4:3).
La primera utilización de fuego en la Biblia se halla sobrentendida en el relato del sacrificio de Caín y de Abel (Gn. 4:3).
No se ha llegado a conocer aún a ninguna nación que no haya conocido el uso del fuego; lo que sí se ignora es quién lo enseñó a los hombres.
Los pueblos antiguos tenían multitud de leyendas acerca de esto. Según la mitología griega, Prometeo, habiendo arrebatado a Zeus el fuego del cielo, fue encadenado en una peña por toda la eternidad.
El fuego es, evidentemente, indispensable para el hombre (Eclo. 39:26).
Sirve para diversas actividades: (Gn. 4:22),
para la preparación de alimentos (Éx. 16:23; Is. 44:16),
para calentarse (Jer. 36:22; Jn. 18:18; Hch. 28:2).
Los holocaustos ofrecidos a Jehová tenían que ser totalmente consumidos por fuego (Gn. 8:20). Era como si el fuego hiciera subir hasta Dios el sacrificio; se decía, metafóricamente, que era un olor suave a Jehová (Gn. 8:21).
El que ofrecía un sacrifico encendía el fuego (Gn. 22:6). Moisés ofreció holocaustos sobre el altar que erigió (Éx. 40:29).
Al final de la ceremonia de consagración de Aarón y de sus hijos al sacerdocio, el fuego de Jehová cayó sobre el sacrifico, consumiéndolo totalmente (Lv. 9:24); Dios había aceptado la ofrenda y manifestó su gloria.
El fuego del altar no debía extinguirse nunca (Lv. 6:9-13). En la inauguración del Templo y del nuevo altar, descendió fuego del cielo, consumiendo el sacrificio (2 Cr. 7:1). En otras ocasiones, Dios manifestó también su aprobación con fuego del cielo consumiendo el holocausto (Jue. 6:21; 1 R. 18:23, 24; 1 Cr. 21:26).
Entre los paganos había adoradores del fuego (Sab. 13:2). Los secuaces del culto de Moloc, Baal y otros idólatras consagraban sus recién nacidos arrojándolos a las llamas (2 R. 16:3; 21:6; Jer. 7:31; Ez. 16:20, 21). En ocasiones, se agravaba la pena de muerte quemando el cadáver del ejecutado (Lv. 20:14; 21:9; Jos. 7:25; 2 R. 23:16).
Frecuentemente, el fuego simboliza la presencia del Señor, que libera, purifica o consume (Éx. 14:19, 24; Nm. 11:1, 3, etc.). De esta manera Jehová se apareció en la zarza ardiente en Sinaí (Éx. 3:2; 19:18) se reveló en medio del fuego a Isaías, Ezequiel, Juan (Is. 6:4; Ez. 1:4; Ap 1:14) y así aparecerá cuando vuelva (2 Ts. 1:8).
El fuego es asimismo un símbolo del Espíritu Santo (Hch. 2:3) y de la Palabra de Dios (Jer. 5:14; 23:29)
El fuego finalmente figura entre las expresiones relativas al juicio de Dios:
Los malvados serán consumidos por el fuego de su ira (Sal. 68:3; 97:3; Is. 30:33; 47:14; Mt. 3:10; 7:19; Jn. 15:6);
conocerán el fuego de la Gehena (Mt. 5:22; 18:9; Mr. 9:43),
el horno ardiente (Mt. 13:42, 50),
el fuego eterno (Mt. 18:8; 25:41; Jud. 7),
el fuego que no se apaga (Mt. 3:12, cp. Is. 66:24),
el lago ardiendo con fuego y azufre (Ap. 19:20; 20:10, cp. Ap. 14:10; 20:14).