Significado Bíblico de MERCADO
Significado de Mercado
Ver Concordancia
(gr. generalmente agorá).
Las ciudades orientales del tiempo del AT usualmente no tenían lugares
específicos para el mercado. El espacio libre cercano a la puerta,* dentro de
los muros, servía, en la mayoría de los casos, no sólo para los tribunales de
justicia sino también como lugar para el mercado (2 R. 7:1). Sin embargo,
algunas tenían bazares: grupos de negocios o calles a cuyos lados los había.
Está documentada la existencia de ellos en Damasco y Samaria (1 R. 20:34). Con
la difusión de la cultura helenística, en el Oriente se introdujeron lugares
para mercados (c s IV a.C.). Estos eran espacios abiertos, comparables en
cierta forma, a las plazas modernas. Su función primaria era la compra y la
venta de mercaderías y bienes, pero también se las usaba para otros fines. La
gente se reunía allí (Mt. 23:7) para escuchar a los oradores, o discutir de
política u otros temas (Hch. 17:17); los niños se sentaban allí o usaban el
mercado como plaza de juegos (Mt. 11:16, 17); y los trabajadores acudían al
lugar para que alguien los contratara (20:3). Cada ciudad tenía un
superintendente a cargo del mercado (2 Mac. 3:4). Herodes Agripa I tuvo este
cargo en la ciudad de Tiberias antes de ser rey. Se han excavado mercados
antiguos del período de la Palestina belenística en los pueblos de Marissa y
Samaria. Siendo palestinos, no difieren en disposición y apariencia de los de
las ciudades griegas o los del Asia Menor occidental, las patrias de la cultura
helenística (figs 53, 137).
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: MERCADO
MERCADO según la Biblia: En la época del AT se solían celebrar los mercados ante los portones de las ciudades amuralladas (cfr. Neh. 15:21), o en las plazas públicas y en las calles adyacentes.
En la época del AT se solían celebrar los mercados ante los portones de las ciudades amuralladas (cfr. Neh. 15:21), o en las plazas públicas y en las calles adyacentes.
En la actualidad se siguen celebrando mercados parecidos, tanto en el Oriente Medio como en la Europa mediterránea y muchos lugares del mundo.
Los mercaderes iban desplazándose de mercado en mercado, con sus caballos, mulos, asnos, camellos, para su venta, y había también pabellones para la venta de diversas mercancías.
Aunque el comercio es una actividad legítima y necesaria, puede conducir a la codicia y a la avaricia, y al olvido de que Dios debe ser honrado ante todo, y no el dinero.
Fue contra el abuso del comercio que protestó vivamente el Señor Jesús, contra la profanación del Templo de Jerusalén por parte de la multitud de mercaderes y cambistas de dinero: «Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado» (Jn. 2:16).
La enseñanza es clara: Hay prioridades, y el dinero debe ser un servidor, y no un dueño (cfr. 1 Ti. 6:10).