Biblia

Significado Bíblico de NOMBRE

Significado Bíblico de NOMBRE

Significado de Nombre

Ver Concordancia

(heb. shêm; gr. ónoma).

Los hebreos, como otros pueblos antiguos del Cercano Oriente, daban gran
importancia a los nombres personales. Tenían significados literales, y eran
símbolos del carácter y la personalidad de la persona; a veces reflejaban el
talante o los sentimientos de quien daba el nombre. Los apellidos hereditarios
eran prácticamente inexistentes en tiempos bíblicos. Cuando era necesario
distinguir a 2 personas del mismo nombre, a menudo se añadía un adjetivo que
identificara al individuo, como en los siguientes ejemplos: Saulo de Tarso,
José de Arimatea, Jesús de Nazaret, 847 Elías tisbita, Jacobo hijo de Alfeo,
Judas hermano de Jacobo, etc. Algunos tenían uno adicional o alternativo, que
se menciona en la Biblia como «sobrenombre» (Hch. 10:5; cf Mr. 3:16, 17). Los
de Abrahán, Israel y Josué son ejemplos de nombres adicionales o reemplazantes
de los anteriores de las personas indicadas.

En cuanto a la forma y la estructura, los nombres hebreos bíblicos seguían un
esquema que parece extraño para la mente moderna. Con frecuencia, están
formados por 2 o más palabras que podían expresar una frase abreviada, como en
los siguientes ejemplos: Abidán, «mi padre es juez»; Icabod, «la gloria se ha
apartado». Ocasionalmente consistían de una sola palabra, como en el caso de
Débora, «abeja»; Barac, «relámpago»; Caleb, «perro»; Jonás, «paloma»; etc. A
menudo tienen forma verbal: Saúl, «pedido (a Dios)» o «prestado (a Dios)»;
Natán, «El (es decir, Dios) ha dado»; Baruc, «bendecido»; etc. Otros nombres
bíblicos sencillamente reflejan diversos términos de afecto, como Noemí, «mi
agrado»; Tabita, «gacela»; y Sansón, posiblemente «pequeño sol».

Tal vez la clase más popular de nombres entre los israelitas era el que
contenía alguna referencia al Dios verdadero y a menudo expresaba piadosas
declaraciones de fe (por ejemplo, Elías significa «Yahweh es mi Dios»); otros
reconocían alguna bendición especial recibida del Señor, como el nacimiento de
un niño (algunos ejemplos son: Natanael, «Dios ha dado»; Berequías, «Yahweh ha
bendecido»; Ezequías, «Yahweh ha fortalecido»; etc.). Los nombres teofóricos,
es decir, los que contienen el de Dios, generalmente se pueden reconocer en la
Biblia por los prefijos ja-, je-,Jeho- (transliteraciones de formas abreviadas
del nombre divino; véase Jehová); por los prefijos El-* o El-i; por el sufijo
-el (transliteraciones de la palabra que significa Dios); y por los sufijos
-ía, -ías (también formas del nombre divino).

En el NT, el nombre Jesús recibe constante énfasis. Sus padres recibieron
instrucciones acerca de la elección del nombre (Mt. 1:21, 23); sus seguidores
recibieron la invitación de orar en su nombre (Jn. 16:23, 24); por causa de su
sacrificio se le dio un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9, 10); la
salvación se obtiene por medio de su nombre (Hch. 2:21; 4:12); todo lo que sus
seguidores hagan debe ser hecho por medio su nombre (Col. 3:17); y los primeros
cristianos estuvieron dispuestos a sufrir cualquier humillación por causa de
ese nombre (cf Hch. 5:41). «Nombre» en algunos de éstos y de otros pasajes
asume un significado más amplio que el de identificar a un individuo; significa
«persona», «carácter», «autoridad», «reputación», etc. (Ex. 5:23; 34:5, 6; Dt.
7:24; Hch. 1:15, DHH; Ap. 3:4; etc.).

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: NOMBRE

NOMBRE según la Biblia: (a) Su importancia.
En la época bíblica se atribuía al nombre una considerable importancia. Hay una relación directa entre el nombre y la persona o cosa nombrada; el nombre participa de alguna manera en la esencia que tiene por objeto revelar.

(a) Su importancia.
En la época bíblica se atribuía al nombre una considerable importancia. Hay una relación directa entre el nombre y la persona o cosa nombrada; el nombre participa de alguna manera en la esencia que tiene por objeto revelar.

Expresa la personalidad hasta tal punto que el conocimiento del nombre de alguien implica conocerlo íntimamente e, incluso en cierto sentido, tener poder sobre él. Jacob pregunta el nombre al ángel de Jehová: «Declárame ahora tu nombre.» Su respuesta es: «¿Por qué me preguntas por mi nombre?» (Gn. 32:29; cfr. Jue. 13:17-18).

En el momento de llevar a cabo grandes actos redentores, Dios hace comprender a Moisés que se va a revelar no sólo ya como el Todopoderoso, sino «en mi nombre JEHOVÁ» (Éx. 6:3). Así, el nombre hace también próxima la presencia de la persona: no se puede resistir al ángel de Jehová, pues el nombre de Dios está en él (Éx. 23:21).

El santuario donde Dios es adorado es sagrado, pues allí hace morar Su nombre (Dt. 12:11). Jesús dice al Padre que Él había «manifestado (su) nombre a los hombres» (Jn. 17:6), es decir, toda Su naturaleza divina. Juan nos habla de Cristo, a fin de que al creer tengamos vida en Su nombre (Jn. 20:31). El nombre pronunciado actúa con el mismo poder que la persona (Hch. 3:16; 4:10, 12, etc.) y el nombre del Salvador está, por definición, por encima de todo otro nombre (Ef. 1:21). (Véase DIOS, [NOMBRES DE].)

(b) Sentido y elección del nombre.
El nombre de las personas humanas se corresponde con la misma concepción. En la Biblia no se da como en la actualidad, casi al azar (en el caso del nombre propio) o por el solo hecho de la filiación (apellido/s).

En lo que sea posible, el nombre debe expresar la naturaleza del que lo lleva, y su elección queda influenciada por circunstancias del nacimiento o por un voto de los padres con respecto al hijo. Se dejaban también guiar por la asonancia general o la consonancia de las sílabas, lo que permite un acercamiento en el sentido, o una etimología popular consustancial al genio hebreo, aunque algunas veces nos sea sorprendente a nosotros. Veamos algunos nombres:

Eva (vida, Gn. 3:20),
Noé (reposo, Gn. 5:29),
Isaac (risa, Gn. 17:19),
Esaú (velloso, Gn. 25:25),
Edom (rojo, Gn. 25:30),

Jacob (suplantador, Gn. 25:26);
los nombres de los hijos de Jacob comportan siempre una significación (Gn. 30);
se puede ver también Fares (brecha, Gn. 38:29),
Manasés (olvido, Gn. 41:51),
Efraín (fértil, Gn. 41:52), etc.

El nombre debía ser, si era posible, de buen augurio. Raquel, moribunda debido al parto, llama a su último hijo Ben-Oni (hijo de mi dolor), pero de inmediato Jacob se lo cambia, poniéndole Benjamín (hijo de mi diestra, Gn. 35:18).

Frecuentemente, los nombres comportan un significado religioso y una mención del mismo Señor («El» para Dios, o «Jah» para Jehová o Yahveh). De esta manera tenemos una serie de nombres compuestos, e incluso de nombres que son una corta frase:
Natanael (Dios ha dado),

Jonatán (Jehová ha dado),
Elimelec (Dios es mi rey),
Ezequiel (Dios es fuerte),

Adonías (Jehová es señor) y muchos más.
Hay otros nombres que son sencillamente sacados de la naturaleza, o inspirados en imágenes de la vida corriente:
Labán (blanco),

Lea (vaca salvaje),
Raquel (oveja),
Tamar (palmera),

Débora (abeja),
Jonás (paloma),
Tabita (gacela),

Peninna (perla),
Susana (lirio).

Hay nombres surgidos de circunstancias históricas:

Icabod (sin gloria, 1 S. 4:21),
Zorobabel (nacido en Babilonia).

Es a causa de este constante deseo de dar un sentido real y personal a los nombres que se trata de dar, en los artículos de este diccionario, una traducción, etimología o explicación de los nombres, debido a que ello tiene una mayor importancia de lo que pueda parecer a simple vista.

El nombre parece que era impuesto al recién nacido por lo general en el octavo día de su vida, al ser circuncidado (cfr. Gn. 17:12; 21:3-4; Lc. 1:59; 2:21).

(c) El cambio del nombre.

A causa del sentido sumamente personal unido al nombre, se daba en ocasiones un nombre nuevo a alguien con el fin de señalar la transformación de su carácter, cfr. p. ej.:
Abram a Abraham,
Sarai a Sara (Gn. 17:5-15),
Jacob a Israel (Gn. 32:27, 28),
Noemí a Mara (Rt. 1:20).

En ocasiones el segundo nombre es una traducción del primero:
Cefas (aram.) Pedro (gr.),
Tomás (aram.) Dídimo («gemelo» en gr.),
Mesías (heb,) Cristo (gr.).

Un día todos los creyentes recibiremos un nombre nuevo adecuado a los redimidos del Señor (Ap. 3:12).

(d) Apellidos.
Los apellidos no eran usuales entre los hebreos pero se añadía una indicación de su origen:
Jesús de Nazaret,
José de Arimatea,
María de Magdala,
Nahum de EIcos.

Podía ser también un patronímico:
Simón hijo de Jonás (Bar-Jonás),
Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo.
También se podía hacer referencia a la profesión:

Natán el profeta,
José el carpintero,
Simón el zelota,
Mateo el publicano,
Dionisio el areopagita.

(e) Nombres romanos.
Todo romano tenía tres nombres:
(A) El «praenomen» o nombre propio, designación personal;
(b) el «nomen», indicación de la línea o casa;
(c) el «cognomen», nombre de familia, o apellido, que figuraba en último lugar.
Por ejemplo:

el procurador Félix (Hch. 23:24) se llamaba en realidad:
Marcus (nombre propio)
Antonius (de la gens Antonia)
Félix (de la familia llamada Félix, «feliz»).
Frecuentemente se omitía el nombre propio, y se hablaba de Julio César en lugar de Cayo Julio César, etc.

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: NOMBRE