ABOMINACION DESOLADORA

La palabra abominación ocurre raramente en la RVA (ver Pro 26:25; Isa 66:3; Dan 9:27; Dan 11:31; Dan 12:11; comparar abominable, Jer 32:34). La idea es, sin embargo, mucho más general, más bien expresada por detestar y detestable (Isa 66:17). Se usan dos palabras principales en heb.:
( 1 ) shiqqutz, se refiere a los í­dolos, los dioses representados por í­dolos, a prácticas prohibidas y generalmente a cualquier cosa contraria a la adoración y religión del Señor. El sustantivo relacionado sheqetz se usa para referirse a í­dolos en forma de animal, comidas prohibidas y generalmente a cualquier cosa que producí­a profanación ceremonial.
( 2 ) To†™evah, por lo general sinónimo de shiqqutz, también se usa en áreas más generales de la vida, como ser, cosas relacionadas con los í­dolos, dioses falsos, prácticas sexuales prohibidas, profecí­as que llevaban a la adoración de otros dioses, ofrecer en sacrificio animales defectuosos y la adivinación pagana (o cualquier cosa que contradice la autoridad de Dios).

Los intérpretes difieren en las referencias de Daniel a cierta abominación grande y horrible (Dan 9:27; Dan 11:31; Dan 12:11). Muchos siguen sosteniendo que Dan 11:31 se cumplió en el año 186 a. de J.C., cuando el sirio Antí­oco Epí­fanes construyó un altar en el templo de Jerusalén y sacrificó a un cerdo en él. Pero Mat 24:15 y Mar 13:14 aclaran que Jesús entendí­a que la abominación todaví­a habrí­a de verse. Algunos creen que el Señor se refiere a un acto horrible de sacrilegio durante el perí­odo de la rebelión judí­a y el sitio de Jerusalén por los romanos en 70 d. de J.C. La referencia puede ser en relación a los rebeldes judí­os fanáticos que establecieron su cuartel militar en el lugar santo. Otros intérpretes, sin embargo, creen que el Señor está hablando no de la caí­da de Jerusalén, sino del mismo fin del tiempo, inmediatamente antes de su venida; y ligan el establecimiento de la abominación con la aparición y actividad del hombre de pecado (2Th 2:3-4, 2Th 2:8-9).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Expresión utilizada por el Señor Jesús en Mat 24:15 y Mar 13:14, que guarda relación con las palabras que aparecen en Dan 9:27; Dan 11:31 y 12:11. Esta abominación aparece asociada con un †œdesolador† y con acontecimientos en los cuales †œquitarán el continuo sacrificio y pondrán la a. d.†. Según las palabras de Cristo, esto tendrá lugar †œen el lugar santo†. Generalmente se interpretan las palabras de Daniel como refiriéndose a la profanación que hizo †¢Antí­oco Epí­fanes alrededor del año 168 a.C., que prohibió el culto a Jehová en el †¢templo y puso allí­ una estatua de †¢Zeus Olí­mpico. En el libro apócrifo 1Ma 1:57, se utiliza el término †œabominación de la desolación† para referirse a esos hechos.

Las palabras del Señor Jesús constituí­an una profecí­a que algunos interpretan como cumplida cuando los romanos destruyeron el †¢templo. Pero otros interpretan que todaví­a hay una referencia futura en relación con ellas, vinculada a la aparición del †¢anticristo, †œel cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios … tanto que se sienta en el templo de Dios† (2Te 2:4).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, ESCA DIAB

ver, SETENTA SEMANAS Esta expresión se halla en Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15; Mr. 13:14. Queda por ello relacionada con la gran tribulación mencionada por el Señor en los pasajes evangélicos. La profecí­a de Daniel tuvo un cumplimiento parcial en la profanación del templo por parte de Antí­oco Epifanes el año 168 a.C. Es evidente que este cumplimiento no agota la profecí­a, por cuanto el Señor Jesús, en los pasajes evangélicos arriba mencionados, sitúa su cumplimiento en el futuro. En Dn. 9:27 se muestra que esta abominación tiene lugar en la segunda mitad de la última de las setenta semanas de Daniel (Dn. 9:24). El que hace un pacto con los judí­os en aquellos dí­as y después lo quebranta es el caudillo del futuro imperio romano restaurado. (Ver SETENTA SEMANAS) De esta persona se hará una imagen, y todos serán forzados a adorarla (Ap. 13:14, 15). Sin embargo, no se dice que vaya a ser llevada al futuro templo, en tanto que el Señor anuncia que la abominación estará en el lugar santo. Del Anticristo sí­ se anuncia que “se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el santuario de Dios como Dios” (2 Ts. 2:4). Es evidente que la “abominación desoladora” está relacionada con la trinidad de maldad descrita en Ap. 13, y que será obra de Satanás, de la Bestia, y del falso profeta. Ello terminará en una terrible asolación. El asolador es el asirio (Is. 8:8, 9; 28:2, 18), el rey del norte que entonces dominará el territorio de Asiria (Dn. 11:40). Este cumplimiento final y definitivo tuvo también un cumplimiento parcial durante el asedio de Jerusalén por las tropas de Vespasiano y Tito; el lugar santo fue profanado por los zelotes judí­os, y los cristianos de Judea, conocedores del aviso del Señor, huyeron a Pella (Mr. 13:14-16).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

En esta forma particular aparecen estas palabras en la RV60 en Mt. 24:15 y Mr. 13:14, pero en Lc. 21:20 encontramos una expresión interpretativa. No hay duda que la frase es tomada de Dn. 11:31 y 12:11, donde la RV60 traduce otra vez «abominación desoladora»; también es posible que Dn. 8:13 y 9:27 contribuyan al concepto. La mayor parte de los expositores creen que los textos de Daniel aluden a la profanación idolátrica del templo efectuada por Antíoco Epífanes. El 15 de diciembre de 168 a.C., se levantó un altar pagano en el lugar del gran altar de los holocaustos, y diez días después se ofrecieron allí sacrificios paganos. Los judíos alejandrinos interpretaban la profecía de Daniel en esta forma. 1 Mac. 1:54 lee: ōkodomēsan bdelugma erēmōseōs epi to zusiatērion, esto es, «edificaron la abominación de la desolación sobre el altar».

El altar fue edificado a Zeus Olimpo, cuyo equivalente hebreo es baʿal šamayim. S.R. Driver ha destacado que el título baʿal šamayim se encuentra frecuentemente en inscripciones fenicias y arameas. Mediante un cambio en la primera palabra y un retruécano en la segunda, este título arameo de «Señor del cielo» fue reducido despreciativamente a šiqquṣ šomēn, lo que significa «abominación de horror» o «abominación profana». Moffatt lo traduce «horror espantoso», pero esto sólo parece representar un lado de su significado. El término šiqquṣ se refiere a aquello que es feo, molesto y odioso; šomēn apunta a aquello que deshonra y destruye lo que es bueno. Por tanto, la frase se refiere a aquello que profana totalmente una cosa o lugar santo. De este modo, puede referirse al ídolo erigido por Antíoco Epífanes, o a cualquier otro objeto, persona o evento detestable que profana lo que es santo.

Por supuesto que el sentido de los pasajes del NT no se agota con este cumplimiento histórico que se efectuara en el período intertestamentario, por lo que deben ser estudiados en su propia luz. La frase griega bdelugma tēs erēmōseōs puede traducirse «una cosa detestable que trae desolación». El énfasis parece recaer más en la primera palabra que en la segunda, y llama la atención al carácter desagradable del asunto en cuestión. La palabra bdelugma se refiere a aquello que causa náusea y repugnancia: véase el uso de la palabra en Lc. 16:15 y Ap. 17:4. En la LXX se usa con frecuencia como traducción de šiqquṣ en el sentido de un ídolo o dios falso, aunque no estaba limitada a esa palabra. Cualquier cosa que violentase los sentimientos religiosos del pueblo judío debía describirse de esa manera (Swete).

El intento que hagamos para entender a qué alude el Señor en el uso que hace de esta expresión pereciera estar en cierto modo envuelto en el punto de vista que tengamos de la naturaleza apocalíptica del pasaje. Si es simplemente vatídica y apocalíptica, entonces se tiene en mira posiblemente alguna imagen idólatra; pero si vamos a entender las palabras del Señor como si fueran proféticas en su estilo, exhibiendo aquella penetración espiritual que pertenece a la verdadera profecía, entonces no sería necesario buscar tal imagen, sino algo que ataña fundamentalmente a la conducta de la nación judía. En la narración preservada por Lucas encontramos ayuda que nos guía en la interpretación, el pasaje lee: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación» (Lc. 21:20, BJ). Dado que escribía a gentiles, pareciera que Lucas cambió la oscura y misteriosa palabra bdelugma por otro término más inteligible a sus lectores. Esto no lo hizo, como afirman algunos, para alterar el significado que le dio el Señor, sino para explicarlo. En consecuencia, el principio que dice que se debe interpretar la Escritura con la Escritura nos dice que «abominación desoladora» tiene que estar señalando a las tropas romanas. La referencia de Mateo en cuanto a que la abominación estaría en el «lugar santo» no exige que la entendamos como refiriéndose al templo, sino que igualmente podría señalar a la «tierra» santa. El cumplimiento histórico de esta profecía ocurrió primero bajo Cesto (Galo) en 66 d.C., después bajo Vespasiano (68 d.C.), y entonces bajo Tito (70 d.C.). Posiblemente sea un error superficial asociar la abominación con las águilas de los estandartes romanos, ya que éstas ya estaban en la «tierra» mucho antes. Lo que constituye el signo es el hecho de que Jerusalén sería rodeada (kukloumenēn) por fuerzas del ejército romano que la estarían sitiando.

El participio griego está en tiempo presente, lo que muestra que los cristianos debían huir cuando viesen que la ciudad «estaba siendo rodeada» por los ejércitos. De este modo, la presencia del ejército romano era una bdelugma de la peor clase, y una abominación que anunciaba su destrucción. La palabra bdelugma no era un término demasiado fuerte para describir esta invasión, ya que era detestable, por cierto, que los paganos contaminasen con sus pies la tierra santa y que los impíos entrasen a la heredad del Señor. (El participio griego de la frase «colocada en el lugar santo» [la RV60 lo omite en su traducción] es masculino, y posiblemente nos aleje de la idea de algún altar o imagen, sugiriendo la idea de «el abominable»).

Alford rechaza la idea de que el sitio de Jerusalén por el ejército romano es idéntico con el bdelugma, argumentando que Mateo y Marcos, quienes escriben a judíos, comunican la señal interior o doméstica de la desolación que se avecina, la cual es la profanación del lugar santo por la mano de algunas sectas judías sediciosas, y Lucas presenta las circunstancias externas correspondientes a su señal. No obstante, a pesar de que él toma «la abominación desoladora» como si fuera una cosa, y el ejército romano sitiando la ciudad como otra, con todo une las dos cosas en el acontecimiento que se llevó a cabo en el momento histórico del que el Señor habla aquí. Por supuesto, el problema es todavía un asunto abierto, y el punto de vista que tiene Alford tiene mucho a su favor; sin embargo, parecería preferible tomar el punto de vista más simple, esto es, el que explica la abominación en términos del ejército romano. Parece que Jesús predice la profanación del templo y la ciudad en una forma no muy distinta a la manera en que Antíoco Epífanes lo hizo. Parece que las palabras de Daniel tuviesen un segundo cumplimiento, y Roma toma el lugar de Siria.

Véase también Anticristo.

BIBLIOGRAFÍA

A.B. Bruce en ExpGT, Matthew, en loc; A.T. Robertson, Word Pictures in the New Testament, Vol. I; S.R. Driver en HDB; Frank E. Hirsch en ISBE; H.W. Fulford en HDCG; H.B. Swete, St. Mark; G.R. Beasley-Murray, Jesus and the Future.

Ernest Frederick Kevan

RV60 Reina-Valera, Revisión 1960

LXX Septuagint

BJ Biblia de Jerusalén

ExpGT The Expositors Greek Testament

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

ISBE International Standard Bible Encyclopaedia

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (3). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

(“horrible sacrilegio”, °vp). Esta frase (en heb. šiqqûṣ šômēm) aparece primeramente en Dn. 12.11; 11.31, con una variante en Dn 9.27. šiqqûṣ = objeto ofensivo, debido a inmundicia, luego ídolo como algo que ofende a Dios; šiqqûṣ šômēm probablemente representa un equivalente despreciativo de Baal šâmēm, “señor del cielo”: el “señor” es meramente un “ídolo”, y no es “del cielo” (šâmēm) sino que “asuela” (šômēm). Esta designación parece tener en vista la acción de Antíoco Epífanes, quien colocó sobre el altar en el templo de Jerusalén un pequeño altar idolátrico que se describe en Mac. 1.54ss como la “abominación de la desolación” (gr. bdelygma erēmōseōs). Con ella, según la tradición judaica, iba una imagen, casi seguramente de Zeus, el señor del cielo, que mostraba la figura del emperador. Este sacrilegio provocó “desolación”, e.d. no destrucción, sino una horrible desolación (o posiblemente causando la “desolación” del templo, vaciado de Dios y sus verdaderos adoradores). Mr. 13.14 y Mt. 24.15 quizás se refieran a una abominación similar; es una señal de la inminente destrucción del templo (no la destrucción en sí). La abominación o sacrilegio ha sido interpretada como la aparición del anticristo (cf. 2 Ts. 2.3s) o del sacrílego ejército romano (cf. Lc. 21.20). Posiblemente esté vinculada con los estandartes de los romanos, que llevaban adheridas imágenes del emperador para ser adoradas; introducir estas cosas dentro de la zona del templo (la guardia romana estaba acuartelada cerca del templo) hubiera sido una “abominación provocadora de desolación” que llevaría a la guerra y la destrucción tanto del templo como de la ciudad. La versión de Lucas debe considerarse una traducción para lectores gentiles, para quienes la frase bíblica pudiera resultar bastante incomprensible.

Bibliografía.E. F. Kevan, “Abominación desoladora”, °DT; J. Schmidt, El evangelio según san Marcos, 1973; V. Taylor, Evangelio según san Marcos, 1979; P. Bonnard, Evangelio según san Mateo, 1978; E. Schürer, “Crisis religiosa y revolución”, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, 1985; véase tamb. bibliog. sobre Daniel, Libro de.

G. Kittel, TDNT 2, pp. 660; G. R. Beasley-Murray, A Commentary on Mark 13, pp. 54–72; W. G. Kummel, Prophecy and Fulfilment, 1957, pp. 95–103; A. L. Moore, The Parousia in the New Testament, 1966; L. Hartmann, Prophecy Interpreted 1966; C. H. Dodd, More New Testament Studies, 1968; R. T. France, Jesus and the Old Testament, 1971.

G.R.B.-M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

La importancia de esta expresión bíblica se deriva principalmente del hecho de que en Mateo 24,15, y Marcos 13,14, la aparición de la “abominación de la desolación” erigida en el “Lugar Santo” (Mateo), y donde “no debe estar” (Marcos), es dada por Nuestro Señor a sus discípulos como la señal para su huída de Judea, en el tiempo de la ruina inminente de Jerusalén (Lc. 21,20).

La expresión por sí misma es manifiestamente oscura. Para determinar su significado, los intérpretes han recurrido naturalmente al original hebreo del Libro de Daniel: pues nuestro primer evangelista dice claramente que “la abominación de la desolación” que tiene en mente “fue mencionada por Daniel el profeta”; y además, la expresión que él usa, al igual que San Marcos, es simplemente la frase en griego con la cual los traductores de los Setenta expresaron literalmente las palabras hebreas shíqqûç shômem que se encuentran en Daniel 12,11; 9,27; 11,31. Desafortunadamente, a pesar de todos sus esfuerzos por explicar estos términos hebreos, los estudiosos bíblicos todavía discrepan sobre su significado preciso.

Mientras que la mayoría de los comentaristas consideran la primera híqqûç, usualmente interpretada por “abominación”, como la designación de cualquier cosa (estatua, altar, etc.) que tenga relación con el culto idolátrico; otros la consideran una designación despectiva de un dios o ídolo pagano. De nuevo, mientras que muchos comentadores interpretan la segunda shômem por la palabra abstracta “desolación”, otros la tratan como una forma concreta de referirse a una persona, “un destructor”, o aun como un nombre en participio que significa “el que hace desolación”.

La más reciente interpretación que se ha sugerido para estas palabras hebreas es al siguiente efecto: La frase shíqqûç shômem representa la expresión original bá’ ál shámáyîm (baal del cielo), un título encontrado en inscripciones fenicias y arameas y el equivalente semita del dios Zeus, Júpiter, pero modificado en Daniel a causa de la aversión judía por el nombre de una deidad pagana.

Aunque algunos difieren en cuanto al sentido preciso de la frase hebrea usualmente interpretada como “la abominación de desolación”, los eruditos cristianos están prácticamente unánimes en cuanto a su significado general. Suelen admitir, de hecho correctamente, que la expresión hebrea debe ser entendida como algún emblema idolátrico, cuya colocación traería consigo la ruina final del Templo de Jerusalén (1 |Mac. 1,57, 4,38). Y con este significado general en mente, ellos proceden a señalar el evento histórico entre la predicción de Nuestro Señor y la ruina del Templo (70 d.C.), la cual podría ser considerada como “la abominación de desolación” de la cual habla Mt. 24,15 y Mc. 13,14.

Pero aquí ellos están divididos de nuevo. Muchos estudiosos han pensado, y todavía piensan, que la introducción de los estandartes romanos a la Tierra Santa, y muy particularmente en la Ciudad Santa, poco antes de la destrucción del Templo, es el evento predicho por Nuestro Señor a sus discípulos como la señal para su huída de Judea. Es verdad que los estandartes eran venerados por los soldados y aborrecidos por los judíos como el emblema de la idolatría romana. Aun así ellos difícilmente pueden ser considerados como “la abominación de desolación” a que se refiere Mt. 24,15. El evangelista dice que esta “abominación” será erigida en el “lugar santo”, con la cual naturalmente se refiere al Templo (ver Dn. 9,27, donde la Vulgata dice: “estará en el Templo la abominación de la desolación”), y los estandartes romanos fueron realmente introducidos al Templo sólo después de que habían sido introducidos por Tito, eso, demasiado tarde para servir de aviso a los cristianos de Judea.

Otros estudiosos piensan que la profanación del Templo por los zelotes, quienes lo tomaron y lo convirtieron en su fortaleza poco antes de que Jerusalén fuera sitiada por Tito, es el evento predicho por Nuestro Señor. Pero esta opinión es comúnmente rechazada por la sencilla razón de que “la abominación de desolación” mencionada por Daniel y a la que se refiere el Evangelio según San Mateo, era algo ciertamente relacionado con el culto idolátrico.

Otros, finalmente, interpretan la advertencia de Nuestro Señor a sus discípulos a la luz de la historia de un intento de que su propia estatua fuese erigida y adorada en el Templo de Jerusalén. Los siguientes son los hechos principales de dicha historia. Cerca de 40 d.C., Cayo Calígula emitió un decreto perentorio ordenando la erección y culto de su estatua en el Templo de Dios. También designó a Petronio como gobernador de Siria, ordenándole ejecutar el decreto aun a costo de una guerra contra los judíos rebeldes. Tras lo cual los judíos en decenas de miles hicieron la afirmación ante el gobernador que ellos preferían ser asesinados antes que ser testigos de la profanación idolátrica de su sagrado Templo. Poco después Petronio le pidió a Calígula revocar su orden, y Agripa I, que vivía en Roma en ese entonces, convenció al emperador de no poner en vigor el decreto. Parece, sin embargo, que Calígula se arrepintió pronto de su concesión, y de no haber sido por su intempestiva muerte (41 d.C.) él hubiese erigido su estatua en Jerusalén. (E. Schurer, Historia de los judíos en tiempos de Cristo, I Div. II, 95-105; tr.).

En vista de estos hechos muchos estudiosos afirman que los cristianos primitivos fácilmente pudieron haber considerado la próxima erección de la estatua de Calígula en el Templo como el acto de abominación idolátrica que, de acuerdo a la profecía de Daniel 9,27, presagiaba la ruina de la Casa de Dios, y por lo tanto veían en ella el signo real dado por Cristo para su huída de Judea. Esta última interpretación de la frase “la abominación de desolación” no carece de sus propias dificultades. Aun así parece preferible a las otras que han sido expuestas por comentadores en general.

Fuente: Gigot, Francis. “The Abomination of Desolation.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. NewYork: Robert Appleton Company, 1907. 29 Jan. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/01046a.htm

Traducido por Lourdes P. Gómez. rc

Fuente: Enciclopedia Católica