ACAB

1Ki 16:29-22:40


Acab (heb. ‘Aj’âb, “hermano del Padre” [o sea, “semejante al Padre”] o “tí­o”; cun. Ahabbu y Ahi-abi; también aparece en un sello heb.). 1. Octavo rey (si se incluye a Tibni) del reino norteño de Israel, e hijo y sucesor de Omri. Reinó 22 años (874-853 a.C.). Se casó con Jezabel* (1Ki 16:31). Dirigente militar poderoso, mantuvo en sujeción a los moabitas (2Ki 3:4, 5; Piedra Moabita,* lí­nea 8). Vivió en términos amistosos con los fenicios y mantuvo la paz con Judá, cuyo prí­ncipe heredero se casó con Atalí­a* (2Ki 8:18, 26). Derrotó a los sirios 2 veces, y tuvo el ejercito más numeroso de todas las naciones que estaban entre Asiria y Egipto. Cuando Ben-adad II de Damasco y 14 32 aliados sitiaron Samaria, Acab los rechazó (1Ki 20:1-21) y un año más tarde les infligió una derrota aún mayor en la batalla de Afec (vs 22-30); también capturó a Ben-adad. Acab, sin embargo, se mostró neciamente magnánimo y le conservó la vida; más aún, lo liberó. Ben-adad prometió devolver ciertas ciudades que su padre habí­a conquistado de Omri, padre de Acab, o como piensan algunos, de Baasa (15:18-22), y también hizo concesiones económicas al permitir que mercaderes israelitas abrieran negocios en los bazares de Damasco (20:31-34, DHH). Cuando los asirios bajo Salmanasar III amenazaron destruir la independencia de los pequeños estados de Siria y Palestina, se formó una coalición de 12 naciones bajo el liderazgo de Damasco para enfrentar al enemigo común. Las inscripciones de Salmanasar muestran que, de los ejércitos aliados, Acab (llamado Ahabbu mat Sir’ilâ, “Acab el israelita”) tení­a la mayor fuerza en carros (2.000, de un total de 3.940) y una infanterí­a de 10.000 soldados (de un total de 60.000). La batalla (que no se menciona en la Biblia) ocurrió en Qarqar, sobre el Orontes en la Siria central, en el 6º año de Salmanasar, que puede ser datado con bastante certeza como el 853 a.C. El registro de la participación de Acab en esta batalla provee el sincronismo más temprano entre las historias bí­blica y secular. Véase Cronologí­a V, C. Aunque los aliados no obtuvieron una victoria decisiva, los asirios fueron obligados a retroceder y dejar Siria sin conquistarla por el momento. Tan pronto se eliminó la amenaza común, se rompió la alianza y siguieron las antiguas disputas que existí­an entre las pequeñas naciones de Siria y Palestina. Acab se dispuso de inmediato a tomar la ciudad de Ramot de Galaad, que estaba en manos de los arameos de Siria desde hací­a algún tiempo. En la batalla por esa ciudad fue mortalmente herido (1Ki 22:2-36). Su cuerpo fue llevado a Samaria para recibir sepultura y, como habí­a predicho el Señor mediante Elí­as (21:19), los perros lamieron la sangre de Acab que habí­a manchado su carro (22:38). El próspero reinado de Acab y sus conexiones amistosas con los fenicios trajo mucha riqueza a su paí­s, permitiéndole ocuparse extensamente de construcciones, señaladas en la Biblia con unas pocas palabras (1Ki 22:39), pero confirmadas por las excavaciones en Samaria. Las ruinas de la ciudad indican que Acab construyó su palacio junto al de Omri y en parte sobre él, y que hizo decorar su residencia con placas de marfil hermosamente talladas por las que, evidentemente, se lo llegó a conocer como el Palacio de Marfil de Acab. De acuerdo con 1Ki 21:1 también habí­a un palacio real en Jezreel. Véanse Marfil; Samaria. Aunque gozó de gran éxito militar y polí­tico, Acab fue débil en asuntos religiosos. “Hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes que él” (1Ki 16:30). Permitió que su esposa pagana introdujera el culto a Baal y a Asera, y que persiguiera a los adoradores del Dios de Israel. Parece que Acab se consideraba un adorador de Jehová, puesto que consultó varias veces a los profetas de Jehová (20:13, 14, 22, 28; 22:8, 16), y dio por lo menos a 3 de sus hijos nombres que contení­an parte del nombre divino Yahweh: Ocozí­as, Joram y Atalí­a. También cooperó en la realización de la confrontación entre Elí­as y los profetas de Baal, y no interfirió cuando Elí­as ordenó que esos sacerdotes fueran muertos (18:16-45). Toleró una reprensión del profeta por su necia magnanimidad hacia Ben-adad (20:35-43) y mostró tristeza por el asesinato de Nabot instigado por Jezabel (21:27-29), por el cual el profeta lo tuvo por responsable. Bib.: J. W. Jack, Samaria in Ahab’s Time [Samaria en tiempos de Acab] (Edimburgo, 1929). 2. Profeta falso e inmoral de entre los exilados en Babilonia. Jeremí­as predijo que Nabucodonosor lo asarí­a (Jer 29:21-23).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Ver Ajab.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., †™ah†™av, hermano del padre).
1. Hijo de Omri y séptimo rey de Israel, el reino del norte, reinó 22 años (873-851 a. de J. C.). Polí­ticamente, Acab fue uno de los reyes más poderosos de Israel. Bajo su reinado Israel gozaba de paz con Judá y mantení­a su dominio sobre Moab, que pagaba un tributo considerable (2Ki 3:4). Salió a batalla en tres ocasiones diferentes en sus últimos años contra Ben-hadad, rey de Siria. Aunque tuvo grandes triunfos en sus dos primeras campañas, fue derrotado y herido mortalmente en la tercera.

Acab debe su prominencia en el AT a la apostasí­a religiosa ocurrida en Israel durante su reinado. De él se dijo que hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, más que todos los que habí­an reinado antes de él (1Ki 16:30) y no hubo realmente nadie como Acab, que se vendiera para hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, pues su mujer Jezabel lo incitaba (1Ki 21:25). Su matrimonio con Jezabel, hija del rey de los sidonios, era polí­ticamente ventajoso, pero religiosamente desastroso. Jezabel introdujo la adoración idólatra de Baal en Israel y las orgí­as licenciosas de la diosa Asera.

También instituyó una dura persecución contra los seguidores del Señor y mató a todos los profetas del Señor, con excepción de 100 que Abdí­as escondió (1Ki 18:4; comparar1Ki 19:14).

En este perí­odo crí­tico de la historia de Israel, Dios levantó a Elí­as cuyo fiel ministerio culminó en el enfrentamiento con los profetas de Baal en el monte Carmelo (cap. 18).

La corrupción religiosa de Acab era tanta como su amor por la riqueza material y ostentación, p. ej., su palacio de marfil detalladamente ornamentado (1Ki 22:39). Codició la viña de Nabot y la consiguió (después que Jezabel consiguiera que testigos falsos testificaran contra Nabot y que lo hiciera apedrear hasta morir). Por este crimen, Dios dijo que toda la posteridad de Acab serí­a cortada (1Ki 21:21), de la misma manera que en las dos dinastí­as anteriores, las de Jeroboam y Baasa. Esta profecí­a de Elí­as (1Ki 21:19) se cumplió al pie de la letra con el hijo de Acab, Joram (2Ki 9:24-26) y en parte con Acab mismo (1Ki 22:38). La ejecución de la sentencia, sin embargo, fue demorada por el arrepentimiento de Acab (1Ki 21:27-29). Acab también pecó al no discernir la voluntad del Señor, perdonando al vencido Ben-hadad de Siria (1Ki 20:20-43). La predicción de su propia muerte (1Ki 20:42) se cumplió cuando fue muerto en batalla en Ramot de Galaad (1Ki 22:34).
2. Falso profeta que engañó a los judí­os en Babilonia. Juntándose con Sedequí­as, otro falso profeta, Acab predijo un pronto retorno a Jerusalén. Por este pecado y su conducta inmoral, Jeremí­as profetizó que serí­an quemados en la hoguera por orden del rey de Babilonia y que sus nombres darí­an origen a una maldición (Jer 29:21-23).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Mi padre es hermano). Nombre de personas del AT.

1. Hijo de †¢Omri y séptimo rey (873-853 a.C.) de Israel (1Re 16:30). Era emprendedor, logró reinar durante 22 años con cierta prosperidad en la misma época en que Judá gobernaban †¢Asa y †¢Josafat. Tuvo aciertos polí­ticos y militares, al llevar a cabo una serie de alianzas por motivos de seguridad y comerciales. La primera la hizo con los fenicios, casándose con †¢Jezabel, hija del rey de los sidonios (1Re 16:31), que inclinó su corazón a la idolatrí­a, haciendo altares a †¢Baal y a †¢Asera. Además, azuzado por su esposa, persiguió cruelmente el culto de Jehová, matando a sus profetas (1Re 18:13). Fue Jezabel quien hizo matar a †¢Nabot para darle su viña a A. (1Re 21:1-19).

Contra A. se levantó Elí­as, que le reprochó sus pecados (1Re 18:18-19) y oró para que no lloviese. Siria peleó contra Israel, y sitió a Samaria, pero un profeta cuyo nombre no conocemos anunció a A. que los sirios serí­an derrotados, lo cual en efecto sucedió. El profeta recomendó a A. que aprovechara el tiempo y se fortaleciera porque los sirios volverí­an. Estos regresaron, pensando que el Dios de Israel era un dios de las montañas, por lo cual Dios dijo que los entregarí­a en manos de Israel, lo cual también sucedió. †¢Ben-adad, el rey de Siria, pidió misericordia a A. y éste lo perdonó. Se especula que lo hizo por el temor ya existente a la amenaza asiria que vení­a del N. Pero Dios se enojó con A. por haber perdonado a Ben-adad, y el profeta le llamó la atención y le predijo que por eso perderí­a la vida (1Re 20:1-43).

A. fue el primer rey de Israel que hizo la paz con Judá. Josafat vino a visitarle, y ambos decidieron pelear contra los sirios. Los profetas falsos de A. le predecí­an la victoria, pero Josafat pidió que se consultara a un profeta de Jehová. Fue traí­do †¢Micaí­as, que dijo que serí­an derrotados. A. se disfrazó para pelear como un soldado cualquiera, pero un hombre que lanzó una flecha al azar le hirió, y murió poco después (1Re 22:1-37). La historia secular registra una alianza entre A. y Ben-adad, que pelearon contra el rey asirio †¢Salmanasar III en la batalla de Karkar, junto al rí­o Orontes, en Siria, y fueron vencidos.

2. Hijo de Colaí­as. Uno de los profetas falsos que anunciaban paz a los habitantes de Jerusalén en los dí­as de Jeremí­as. A. viví­a haciendo maldad y cometiendo adulterio. Jeremí­as profetizó que el rey de Babilonia lo asarí­a al fuego (Jer 29:21-23).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE PROF HOMB HOAT HSHA Hebreo, “hermano del padre”. (a) Séptimo rey de Israel, que sucedió a su padre Omri en el año 918 a.C. y reinó veintidós años. Casó con Jezabel, hija de Ed-Baal, rey de Tiro, mujer ambiciosa e idólatra, por cuya influencia fue introducido en Israel el culto de Baal y Astoret. Acab erigió en Samaria un templo a Baal, persiguió a los profetas de Dios, y se dice en la Biblia que hizo más para provocar al Señor a ira que todos los reyes anteriores a él. A causa de esta apostasí­a Dios castigó a Israel con tres años de sequí­a y hambre, hasta que el profeta Elí­as desafió y eliminó a los profetas de Baal en el monte Carmelo (1 R. 18:20-40). Otro crimen repugnante de Acab, por consejo de su esposa, fue el asesinato legalizado por engaño de su vecino Nabot, para apoderarse de su propiedad. Hombre voluble, combatió primero contra Benadad, rey de Siria, al que venció dos veces, y como éste se humillara, Acab hizo alianza con él. Una inscripción monolí­tica de Salmanasar III, rey de Asiria, demuestra que, haciendo honor a esta alianza, peleó contra los asirios en la batalla de Karcar en el año 853 a.C. Finalmente, Acab, aprovechándose de una visita de Josafat, rey de Judá, le propuso una expedición común para recobrar Ramot de Galaad al otro lado del Jordán. Los profetas de Baal le animaron a la empresa, pero Miqueas (el único profeta de Jehová) predijo la muerte de Acab. Este se disfrazó para evitar el cumplimiento de la trágica profecí­a, procurando no llamar la atención; pero un individuo del ejército enemigo, tirando al azar, hirió mortalmente al impí­o rey Acab y, según habí­a profetizado Elí­as años antes, su sangre fue lavada sobre su carro en el estanque de Samaria, y los perros la lamieron después de un reinado de veintidós años. Fue sucedido por Ococí­as, su hijo. (b) Profeta mentiroso e inmoral, de quien predijo Jeremí­as que Nabucodonosor, rey de Babilonia, le harí­a quemar vivo (Jer. 29:21-23).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(Hermano del Padre).

1. Hijo de Omrí­ y rey del reino norteño de Israel. Gobernó en Samaria durante veintidós años, desde aproximadamente 940 a. E.C. (1Re 16:28, 29.)

Tolera la adoración falsa. Acab tuvo uno de los peores comportamientos en lo que respecta a la adoración verdadera. No solo toleró la forma corrompida de adoración a Jehová por medio de los becerros de oro que Jeroboán habí­a mandado hacer, sino que además permitió que la adoración a Baal infectara a Israel a una escala sin precedentes como consecuencia de su matrimonio con Jezabel, la hija de Etbaal, rey de Sidón. Josefo llama Itobalo a Etbaal cuando cita a Menandro, un historiador de la antigüedad, y dice que fue sacerdote de Astarté antes de ascender al trono, lo que consiguió asesinando al rey. (Contra Apión, libro I, sec. 18.)
Acab permitió que su esposa pagana Jezabel lo indujera a adorar a Baal, a construirle un templo y a erigir un poste sagrado en honor de Astoret (Astarté). (1Re 16:30-33.) En poco tiempo ya habí­a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y cuatrocientos profetas del poste sagrado, todos los cuales comí­an de la mesa real de Jezabel. (1Re 18:19.) Mataron a espada a los profetas verdaderos de Jehová, pero gracias a la acción de Abdí­as, hombre de fe que llevaba los asuntos de la casa de Acab, se conservó con vida a cien de ellos, pues los escondió en cuevas donde subsistieron a base de pan y agua. (1Re 18:3, 4, 13; 19:10.)
Por haberse vuelto a la adoración de Baal, Elí­as le informó a Acab que habrí­a una gran sequí­a, que, según Lucas 4:25 y Santiago 5:17, duró tres años y seis meses. (1Re 17:1; 18:1.) Únicamente volverí­an las lluvias †˜por orden de la palabra†™ de Elí­as, y a pesar de que Acab lo buscó en todas las naciones y reinos circundantes, se mantuvo fuera de su alcance hasta el tiempo debido. (1Re 17:8, 9; 18:2, 10.) Acab trató de culparle de la sequí­a y el hambre, acusación que Elí­as refutó, mostrando que la verdadera causa era la adoración a Baal que Acab patrocinaba. Una prueba que se llevó a cabo en la cima del monte Carmelo demostró que Baal era una nulidad y puso de manifiesto que Jehová era el Dios verdadero. Los profetas de Baal fueron muertos por mandato de Elí­as y poco después cayó un aguacero que puso fin a la sequí­a. (1Re 18:17-46.) Acab regresó a Jezreel, donde estaba su esposa, y le informó de las actividades de Elí­as contra la adoración a Baal. Jezabel reaccionó profiriendo una amenaza violenta contra Elí­as, de modo que este huyó al monte Horeb. (1Re 19:1-8.)

Construcción de la capital; victorias sobre Siria. Se cree que entre las obras de construcción de Acab estuvo la finalización de las fortificaciones de la ciudad de Samaria, que, según las excavaciones arqueológicas, comprendí­an tres muros de gran solidez y muy bien construidos. También se descubrió una plataforma palaciega que medí­a unos 90 m. por 180 m., con una pared de sillerí­a fina que la rodeaba. Se encontraron numerosos paneles de marfil para decorar muebles y paredes, lo que quizás guarde relación con †œla casa de marfil† de Acab mencionada en 1 Reyes 22:39. (GRABADO, vol. 1, pág. 948; compárese con Am 3:15; 6:4.)
Pronto fueron puestas a prueba la riqueza de la ciudad y su fortaleza: el rey sirio Ben-hadad II, a la cabeza de una coalición de treinta y dos reyes, sitió Samaria. Aunque en un principio Acab asintió sumisamente a las demandas de su agresor, luego dejó de someterse para impedir lo que hubiera significado el saqueo completo de su palacio. Las negociaciones de paz fracasaron y Acab, por dirección divina, empleó una estratagema de batalla que tomó al enemigo desprevenido; hubo una gran matanza, pero Ben-hadad logró escapar. (1Re 20:1-21.)
Convencido de que Jehová era solo un †œDios de montañas†, Ben-hadad regresó al año siguiente con una fuerza militar igualmente numerosa, pero se formó para la batalla en los llanos próximos a Afeq, en el territorio de Manasés, en vez de avanzar hacia la región montañosa de Samaria. (Véase AFEQ núm. 5.) Las fuerzas israelitas se dirigieron al lugar de la batalla, pero parecí­an †œdos rebañuelos de cabras† en comparación con el imponente campamento sirio. Jehová prometió demostrar que los condicionamientos geográficos no afectan su poder. Con esta garantí­a, las fuerzas de Acab infligieron al enemigo una derrota aplastante. (1Re 20:26-30.) No obstante, de manera muy similar a como actuó el rey Saúl con Agag el amalequita, Acab perdonó la vida a Ben-hadad y celebró un pacto con él, según el cual se devolverí­an a Israel las ciudades capturadas y Acab podrí­a asignarse ciertas calles en Damasco, probablemente para establecer en ellas bazares o mercados con el fin de fomentar su comercio en la capital siria. (1Re 20:31-34.) Al igual que en el caso de Saúl, Jehová condenó a Acab por ello y predijo calamidad futura para él y su pueblo. (1Re 20:35-43.)

El asesinato de Nabot y sus consecuencias. Durante un intervalo de paz de tres años, Acab se interesó en adquirir la viña de Nabot de Jezreel, una porción de tierra que anhelaba debido a que lindaba con los terrenos del palacio donde residí­a. Cuando Nabot rehusó acceder a esta petición sobre la base de la ley de Dios concerniente a la inviolabilidad de las posesiones hereditarias, Acab, malhumorado, se retiró a su casa y se echó en su lecho de cara a la pared, rehusando comer. Una vez que se enteró de la causa de su abatimiento, la pagana Jezabel planeó el asesinato de Nabot so pretexto de someterlo a un juicio por blasfemia, usando para ello cartas escritas en nombre de Acab. Cuando este fue a tomar posesión de la codiciada porción de terreno, Elí­as se encontró con él allí­ y lo denunció con severidad, diciéndole que era un asesino y que se habí­a vendido para hacer lo malo ante el apremio constante de su esposa pagana. Así­ como los perros habí­an lamido la sangre de Nabot, del mismo modo lamerí­an la de Acab, y a Jezabel misma y a los descendientes de Acab se los comerí­an los perros y las aves de rapiña. Estas palabras afectaron mucho a Acab, quien, sintiendo profundo pesar, ayunó vestido de saco, ora sentándose, ora andando desalentado. Sobre esta base se le extendió una medida de misericordia con relación a cuándo le acaecerí­a dicha calamidad a su casa. (1Re 21:1-29.)
Una alianza matrimonial entre la hija de Acab, Atalí­a, y Jehoram, el hijo del rey Jehosafat, fortaleció las relaciones del rey de Israel con Judá, al S. (1Re 22:44; 2Re 8:18, 26; 2Cr 18:1.) En una visita de cortesí­a que Jehosafat efectuó a Samaria, Acab le indujo a apoyarle para reconquistar Ramot-galaad a los sirios, quienes, al parecer, no habí­an cumplido en su totalidad con los términos del pacto que Ben-hadad habí­a hecho. Un grupo de profetas falsos aseguraron a coro el éxito, pero Jehosafat pidió que se llamara a Micaya, profeta odiado por Acab, quien predijo calamidad sin paliativos. Acab ordenó que le detuvieran y testarudamente procedió al ataque, pero, aunque tuvo la precaución de disfrazarse, le alcanzó una flecha perdida que le causó una muerte lenta. Llevaron su cuerpo a Samaria para enterrarlo, y cuando †œempezaron a lavar el carro de guerra junto al estanque de Samaria, […] los perros se pusieron a lamer su sangre†. Las excavaciones realizadas en la esquina noroccidental del espacioso patio del palacio de Samaria pusieron al descubierto una gran cuenca artificial que bien pudo haber sido el lugar donde se cumplió la profecí­a. (1Re 22:1-38.)

Inscripciones moabitas y asirias. Durante el reinado de Acab se hace mención de la reconstrucción de Jericó, posiblemente como parte de un proyecto de fortalecimiento del control de Israel sobre Moab. (1Re 16:34; compárese con 2Cr 28:15.) La Piedra Moabita del rey Mesá de Moab habla de la dominación que ejercieron sobre los moabitas el rey Omrí­ y su hijo.
En las inscripciones asirias sobre la batalla que Salmanasar III libró en Qarqar contra una coalición de doce reyes, se menciona a a-ha-ab-bu como miembro de aquella coalición. La mayorí­a de los doctos consideran que ese nombre se refiere al rey Acab de Israel, aunque tal alegación es cuestionable, como se explica en el artí­culo SALMANASAR núm. 1.

2. Falso profeta exiliado en Babilonia; hijo de Qolaya. Jeremí­as predijo que Nabucodonosor †˜asarí­a al fuego†™ a este profeta, inmoral y mentiroso, y a su compañero. (Jer 29:21-23.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. ˒aḥ˒āḇ; as. Aḫābu, ‘el hermano (divino) es padre’).

1. Hijo y sucesor de Omri, fundador de la dinastía, que reinó como séptimo rey de Isreal durante veintidós años, ca. 874–852 a.C. (1 R. 16.28ss). Se casó con Jezabel, hija de Et-baal, rey de Sidón y sacerdote de Astarté.

I. Historia política

Fortificó ciudades israelitas (1 R. 16.34; 22.39) y realizó extensos trabajos en su propia capital, *Samaria, como lo demuestran también las excavaciones (1 R. 16.32). Su propio palacio estaba adornado con marfil (1 R. 21.1; 22.39; cf. Am. 3.15). A lo largo de su reinado hubo frecuentes guerras con Siria (cf. 1 R. 22.1), especialmente contra Ben-adad, quien, con sus aliados, sitió Samaria pero fue repelido (1 R. 20.1). Más tarde, en una batalla cerca de Afec, Acab derrotó en forma decisiva a Ben-adad, pero le perdonó la vida (1 R. 20.26–30), quizá a ambio de concesiones comerciales en Damasco, similares a las que se les había concedido a los mercaderes sirios en Samaria. Mantuvo vínculos económicos con los puertos fenicios como resultado de su matrimonio.

Los anales asirios demuestran que en 853 a.C., en la batalla de Carcar (Qarqar) a orillas del Orontes, Acab apoyó a Ben-adad con 2.000 carros y 10.000 hombres en un esfuerzo exitoso, si bien temporario, por detener el avance de *Salmanasar III hacia el SO (cf. ANET, pp. 278–281). Esta intervención fue una de las primeras causas de los posteriores avances as. contra Israel. La preocupación con los asuntos sirios permitió a Moab, que fuera vasalla de Acab, rebelarse (* Moabita, Piedra). Más tarde, sin embargo, Acab, con Josafat de Judá, luchó una vez más contra Siria (1 R. 22.3). Aunque había sido advertido por la profecía de Micaías sobre el resultado fatal que tendría, Acab participó en la batalla final en Ramot de Galaad, pero disfrazado. Fue herido mortalmente por una flecha perdida, y su cuerpo fue llevado a Samaria para ser sepultado. Su hijo Ocozías lo sucedió en el trono (1 R. 22.28–40).

II. Asuntos religiosos

Elías fue el profeta principal de su reinado. Acab fue influido por su mujer Jezabel, a quien autorizó a edificar un templo dedicado a Baal (de Tiro) en Samaria con su altar pagano, “Asera”, y asistentes (1 R. 16.32). Jezabel alentó a un gran grupo de falsos profetas juntamente con los devotos de Baal (1 R. 18.19–20), y posteriormente instigó la oposición abierta a Yahvéh. Los verdaderos profetas fueron asesinados, los altares dedicados al Señor fueron derribados, y Elías tuvo que huir para salvar su vida. Cien profetas, sin embargo, fueron ocultados por Abdías, mayordomo de Acab que temía a Dios (1 R. 18.3–4).

El fracaso de Acab, que no hizo cumplir la ley y la verdadera justicia, quedó ejemplificado en el juicio falso y la posterior muerte de Nabot, cuya viña fue anexada a los terrenos del palacio en Jezreel (1 R. 21.1–16). Esto hizo que Elías se encontrase nuevamente en la oposición abierta; su postura fue vindicada por Yahvéh en la prueba en el Carmelo, que echó por tierra las pretensiones de los profetas falsos. Elías profetizó el destino de Acab, de su mujer, y de su dinastía (1 R. 21.20–24). El reinado, señalado por su idolatría y la influencia nefasta de Jezabel (1 R. 21.25–26), afectó a generaciones posteriores para mal, y fue también condenado por Oseas (1.4) y Miqueas (6.16).

2. Acab, hijo de Colaías, fue uno de los dos profetas falsos denunciados por Jeremías por usar el nombre de Yahvéh. Su muerte, por fuego, a manos del rey de Babilonia fue predicha por el profeta (Jer. 29.21).

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico