ALIMENTO

v. Comida, Provisión, Vianda
Gen 42:7 de la tierra de Canaán, para comprar a
Gen 44:1 llena de a los costales de estos varones
Gen 47:17 José les dio a por caballos, y .. ganado
Exo 21:10 si tomare .. otra mujer, no disminuirá su a
Job 6:7 cosas que mi alma no .. son ahora mi a
Job 38:41 ¿quién prepara al cuervo su a, cuando
Psa 136:25 el que da a a todo ser viviente, porque
Mat 6:25 ¿no es la vida más que el a, y el cuerpo
Mat 10:10 porque el obrero es digno de su a
Mat 24:45 al cual puso .. para que les dé el a a
1Co 10:3 todos comieron el mismo a espiritual


Alimento (heb. generalmente tsêdâh, ‘oklâh, ma’akâl y lejem). Cualquier sustancia que sirve para nutrir el organismo. La dieta original del hombre, señalado por su Creador, consistí­a en granos, nueces y frutas (Gen 1:29; 2:16). Inmediatamente después del diluvio, que destruyó todos esos alimentos, Dios permitió que el hombre comiera carne de ciertos animales (9:3), aunque no la sangre (v 4). Esta prohibición (que también incluí­a la grasa) fue repetida más tarde a los israelitas (Lev 3:17; 7:26; 17:10; etc.). Asimismo indicó que sólo algunos cuadrúpedos, aves y peces eran apropiados como comida (Lev_11; Deu_14). Sin embargo, en general la carne nunca desempeñó un papel importante en el régimen hebreo ni en el de los orientales. Sus alimentos principales eran granos: trigo, cebada, mijo y centeno (Rth 2:23; 2Sa 17:28; Eze 4:9). Entre las legumbres se mencionan las lentejas y los porotos (2Sa 17:28; Eze 4:9). Las frutas incluí­an uvas, higos, manzanas, granadas y aceitunas (Nm, 13:20; 20:5; Deu 8:8; J1. 1:12). Mientras estaban en el desierto, los israelitas añoraban los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos que habí­an tenido en Egipto (Num 11: 5), y esos productos sin duda fueron parte de su alimentación una vez que se asentaron en Canaán. La miel era considerada como un bocado delicioso (Psa 19:10; Son 5:1); por ello, “una tierra que fluye leche y miel” representaba un suelo de gran productividad (Exo 3:8; Lev 20:24; Deu 11:9; etc.). De los productos lácteos se mencionan la leche cuajada (“mantequilla”, RVR), la manteca y el queso (Gen 18:8; Deu 32:14; 2Sa 7:29). Luk 11:12 implica que se comí­an huevos (cf Isa 59:5). Véase Comida.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Antes de que el pecado entrara en la historia humana Dios aparentemente prescribió una dieta vegetariana, tanto para el hombre como para los animales (Gen 1:29-30), pero no hay que suponer demasiado en base al silencio en cuanto al contenido de la dieta. Para la época que Noé construyó el arca, habí­a una distinción entre animales limpios e inmundos (Gen 7:2-3); cuando Dios hizo su pacto con Noé después del diluvio (Gen 9:3-4), la carne era alimento permitido. La sangre estaba prohibida y parece ser que el motivo por esta prohibición era tanto teológico como sanitario (comparar Lev 17:11). En la época de Moisés, la grasa también estaba prohibida como alimento (Lev 3:16-17) y nuevamente el motivo dado era religioso, no higiénico.

Los animales mencionados con más frecuencia en la Biblia son los animales domésticos herbí­voros y estos se dividen claramente en dos clases: los limpios y los inmundos (ver Leví­tico 11). Se habí­an de usar los animales limpios para alimento y para sacrificio y los de cuatro patas se distinguí­an por las pezuñas y su calidad de rumiantes. Muchas de las distinciones entre los alimentos limpios e inmundos estaban claramente basadas en razones sanitarias.

En Palestina y Siria se puede conseguir fruta fresca todo el año. También se usa el alimento como sí­mbolo del sustento espiritual (1Co 3:1-2; 1Pe 2:2).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

El ser humano necesita sostener la vida mediante la ingestión de cosas que contengan nutrientes. Inicialmente el hombre se alimentaba sólo de vegetales (Gen 1:29-30), pero después del diluvio Dios ordenó que también de animales, siempre que no comiese su sangre (Gen 9:2-5). Desde el principio Dios, en su soberaní­a, ha intervenido en la dieta del ser humano. Le dijo a Adán qué debí­a comer y qué no debí­a (Gen 2:16-17). Luego a Noé. En el AT, Dios señaló al pueblo de Israel una serie de ordenanzas según las cuales los a. quedaron divididos en limpios y no limpios (o impuros). De ahí­ el extremo cuidado de los judí­os en cuanto a su alimentación, cosa que trajo problemas en los inicios de la iglesia cuando se convirtieron los gentiles. Algunos cristianos judí­os querí­an obligar a los gentiles a guardar las leyes dietéticas del AT. Los apóstoles y los hermanos de Jerusalén decidieron no imponerles esa †œcarga† (Hch 15:23-29). †¢Concilio de Jerusalén.

En el NT, San Pablo dice que †œnada es inmundo en sí­ mismo† (Rom 14:14) y †œtodo lo que Dios creó es bueno … si se toma con acción de gracias† (1Ti 4:4). El comer a. es causa de alegrí­a (Ecl 2:24), pero †œmejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio† (Pro 15:17). Tanto el AT como el NT condenan el exceso en el comer (Deu 21:20; Pro 23:20-21; Luc 21:34; Rom 13:13). Además, †œno sólo de pan vivirá el hombre†, dijo Cristo a Satanás, †œsino de toda palabra que sale de la boca de Dios† (Deu 8:3; Mat 4:4). La ocupación principal de los cristianos debe hacer énfasis en †œel reino de Dios y su justicia† (Mat 6:32-33) antes que en una preocupación por los a. materiales, pero siempre recordando las palabras de Dios en Gen 3:19 (†œCon el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra†), así­ como las de Pablo en 2Te 3:10, 2Te 3:12 (†œ… si alguno no quiere trabajar que tampoco coma†).
a. es provisión de Dios, hecho que se resalta en el caso del maná, que era †œpan del cielo† (Exo 16:4, Exo 16:15; Jua 6:31), †œa. espiritual† (1Co 10:3), figura de Cristo, que es el †œverdadero pan del cielo† (Jua 6:32-33), el a. del creyente.
varias ocasiones se señala a la Palabra de Dios como a., que puede ser unas veces, como leche (1Pe 1:25; 1Pe 2:1-2) y otras como †œa. sólido† (Heb 5:12, Heb 5:14), pero siempre es como la miel (Sal 19:10; Sal 119:103). La palabra profética se ingiere como un a. y es dulce al paladar, mas amarga en el vientre (Eze 3:1-4; Apo 10:8-10). La promesa del Señor para el †œque venciere† es que le dará †œa comer del maná escondido† (Apo 2:17).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

El hombre tiene la obligación de conservar su vida. Para eso ha de alimentarse. Dios crea al hombre, lo constituye señor de la creación y le impone el deber de cultivar la tierra y arrancar de ella su sustento (Gen 1,299ss). Los animales y las plantas serán su alimento cotidiano. El hombre debe evitar en la comida el exceso y la glotonerí­a, pues eso es un peligro para su vida (Prov 23,20ss; Eclo 31,12-31; 37,27-31). Y debe recordar en todo instante que cualquier alimento es un don de Dios (Ecl 2,24). Pero por encima del alimento material, los israelitas debí­an comprender que hay otro alimento superior, que Dios mismo les alimenta con su palabra. El maná, caí­do del cielo, era un alimento directamente proporcionado por Dios (Ex 16,4-15); alimentaba el cuerpo, pero sobre todo sostení­a la fe, para que el pueblo aprendiera a esperar su subsistencia y su persistencia de la palabra “que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3). Y aunque en el A. T. habí­a alimentos impuros, que no podí­an comerse, pues “a un pueblo santo, alimento santo” (Dt 14,21), en el N. T. esas prohibiciones, ordenadas incluso por motivos de salud, ya no existen. Los hijos de Dios pueden comer de todo, con la condición de que siempre se acuerden de que todo pertenece a Jesucristo, como Jesús pertenece a Dios. Jesús tení­a por alimento hacer siempre la voluntad de su Padre (Jn 4,34); se privó de alimento durante cuarenta dí­as y cuarenta noches (Mt 4,1-4), pero eso no significaba desprecio a la comida, pues él come como sus discí­pulos (Jn 4,31), asiste a los banquetes cuando le invitan (Mt 11,19), aunque esto le ocasionará las crí­ticas de los fariseos, que le echaban en cara que comí­a con los pecadores públicos (Mc 2,16), que comí­a y bebí­a con los borrachos (Mt 24,49), incluso que él mismo era un borracho (Lc 7,34); multiplica los panes para que nadie pase hambre (Mt 15,32), dice a sus discí­pulos que coman lo que les den (Lc 18,10). Pero dice también que el hombre no debe estar excesivamente preocupado por lo que va a comer (Mt 6,25); que debe tener confianza en Dios, pues si Dios alimenta a las aves del cielo, mucho más lo hará con él (Mt 6,26). El hombre debe preocuparse ante todo de buscar el reino de Dios (Mt 6,35), no el alimento perecedero (Jn 6,27). Más importante es “el pan del cielo que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,32), que es El mismo, que se ofrece como alimento en la Eucaristí­a y en sus palabras, que dan la vida eterna. -> .

E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Los términos hebreo y griego traducidos †œalimento† tienen distintos significados: †œlo que se come†, †œsustento†, †œpan† y †œcarne†.
Después de crear a Adán y Eva, Dios dijo: †œMiren que les he dado toda vegetación que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra y todo árbol en el cual hay fruto de árbol que da semilla. Que les sirva de alimento†. Luego indicó que a la creación animal le habí­a dado †œtoda la vegetación verde para alimento†. Dirigiéndose a Adán, también dijo: †œDe todo árbol del jardí­n puedes comer hasta quedar satisfecho†, concesión a la que añadió una prohibición respecto a un árbol, el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. (Gé 1:29, 30; 2:16, 17.)
La Biblia no registra que durante el perí­odo que va desde que se dieron estas directrices hasta el Diluvio, el hombre haya incluido carne en su alimentación. Es cierto que se hizo una distinción entre animales limpios e inmundos, pero seguramente esta tení­a que ver con animales que se ofrecí­an en sacrificio. (Gé 7:2.)
Cuando a Noé se le mandó introducir a los animales en el arca, Jehová le dijo: †œY en cuanto a ti, toma para ti toda clase de alimento que se come; y tienes que recogértelo, y tiene que servir de alimento para ti y para ellos†, orden que, como las anteriores, debió referirse a los alimentos producidos por la tierra, que usarí­an tanto Noé y su familia como los animales que fueron introducidos en el arca. (Gé 6:21.) Pasado el Diluvio, Jehová permitió que el hombre incluyese la carne en su alimentación. El dijo: †œTodo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer†. (Gé 9:3, 4.)

Cereales. Los cereales eran la base de la alimentación de los habitantes de las tierras bí­blicas, lo que parece probarse por el hecho de que tanto en hebreo como en griego la expresión †œcomer una comida† significa literalmente †œcomer pan†. (Gé 43:31, 32.) Los cereales más importantes eran la cebada y el trigo, aunque también se mencionan el mijo y la espelta, una variedad de trigo. (Jue 7:13; Isa 28:25; Eze 4:9; Jn 6:9, 13.) Con la harina que se obtení­a de estos cereales se hací­a pan, y también se preparaba una especie de puré. El grano solí­a comerse tostado; se tostaba de dos maneras: o acercando al fuego un manojo de espigas o asándolas sobre una plancha. (Rut 2:14; 2Sa 17:28.) El pan por lo general se hací­a con una harina basta, aunque algunos panes y tortas se hací­an con harina más fina. (Gé 18:6; Ex 29:2.) Un método empleado en la cocción del pan consistí­a en extender la masa sobre varias piedras, o sobre una superficie plana de piedras, que con anterioridad se habí­an calentado encendiendo un fuego sobre su superficie. Por lo general se utilizaba algún tipo de fermento o levadura, aunque cierta clase de panes se hací­a con masa sin fermentar. (Le 7:13; 1Re 19:6.) Para la cocción del pan, también se usaron hornos, en los que la pella de masa se extendí­a sobre una piedra que estaba en el interior. Las tortas a veces se hací­an en una sartén, en una tartera o en una caldera profunda de freí­r, y se preparaban con aceite, probablemente aceite de oliva. (Le 2:4, 5, 7; 1Cr 9:31; véase PANADERO.)

Legumbres y vegetales. Las lentejas y las habichuelas también formaban parte de la alimentación, y se solí­an hacer guisadas, como el guisado de lentejas que Jacob preparó y por el que Esaú vendió su primogenitura. (Gé 25:34.) Al guisado a veces se le añadí­a carne y aceite. Además, puede que se hiciese harina con las habichuelas o con una mezcla de cereales, habichuelas y lentejas. (Eze 4:9.) A los pepinos, una variedad más gustosa que la conocida en Occidente, se les consideraba un bocado refrescante. Cuando el agua escaseaba o no era potable, podí­an ser un buen sustituto. Se comí­an crudos, con o sin sal, y a veces se cocinaban rellenos. Los pepinos, las sandí­as, los puerros, las cebollas y los ajos fueron algunos de los alimentos que los israelitas comieron en Egipto y que luego añoraban. (Nú 11:4, 5.) También se cultivaban en Palestina.
Job hace referencia al †œmalvavisco†, de cuyo jugo dice que es insí­pido. (Job 6:6.) También habla de personas que, por hallarse en la indigencia, se alimentaban de hierba salina y de la raí­z de la retama. (Job 30:4.)
La Misná (Pesahim 2:6) indica que las endivias y la achicoria fueron las †œverduras amargas† que se comieron en la Pascua. (Ex 12:8.)

Frutas y frutos secos. En Palestina el olivo fue una fuente de alimentación muy importante. Un olivo puede tardar más de diez años en producir una buena cosecha, pero su gran longevidad lo hace particularmente fructí­fero. Es posible que entonces las aceitunas se prepararan para el consumo como suele hacerse hoy, maceradas en salmuera. De la aceituna también se extraí­a el aceite que se empleaba en la preparación de los guisados y de las tortas de harina. En la Biblia, además, se hace mención de †œplatos [preparados] con mucho aceite†. (Isa 25:6.)
Los higos también constituí­an una parte importante de la alimentación. (Dt 8:8.) Cuando el higo temprano hací­a su aparición, por lo general se comí­a en seguida. (Isa 28:4.) Sin embargo, el higo tardí­o solí­a ponerse a secar al sol y luego se comprimí­a en moldes para hacer tortas de higos. (1Sa 25:18; 1Cr 12:40.) Empleado en cataplasmas, se aprovechaban sus propiedades curativas. (Isa 38:21.) Además de la higuera, se cultivaba el sicómoro (higuera moral), que producí­a otra variedad comestible de higos. (1Cr 27:28; Am 7:14.) También se conocí­an entonces los dátiles, las granadas y las manzanas. (Can 5:11; Joe 1:12; Ag 2:19; véase MANZANO.)
Los frutos secos mencionados en la Biblia son la almendra y el pistacho. (Gé 43:11; Jer 1:11.)
La uva es una de las frutas que más abundan en Palestina. Cuando los israelitas inspeccionaron la tierra de Canaán, regresaron con un racimo tan grande, que fue necesario cargarlo entre dos hombres. (Nú 13:23.) Las uvas se comí­an en su estado natural, secas (Nú 6:3) o comprimidas en tortas. (1Sa 25:18; 1Cr 12:40.) Como también ocurre hoy, seguramente las hojas tiernas de la parra se consumí­an como un vegetal más, mientras que las hojas maduras se daban como alimento a las ovejas y a las cabras.
Las vainas del algarrobo se solí­an dar como alimento a los animales, aunque en tiempos de necesidad puede que se hayan usado para el consumo humano. Cuando el hijo pródigo de la ilustración de Jesús estuvo hambriento, deseó poder saciarse de algarrobas. (Lu 15:16; véase ALGARROBA.)

Especias y miel. Las principales especias empleadas en la condimentación fueron: la menta, el eneldo, el comino, la ruda y la hoja de la mostaza. (Mt 23:23; 13:31; Lu 11:42.) Sin embargo, el condimento más importante fue la sal, estimada además por su valor como conservante. Por esta razón, la expresión †œpacto de sal† aludí­a al carácter inmutable del pacto, uno que no se podí­a violar. (Nú 18:19; 2Cr 13:5.) Aparte de las especias mencionadas, la Misná (Shabbat 6:5) habla del pimentón. Y, a modo de aperitivo, se empleó la alcaparra. (Ec 12:5.)
La miel fue un alimento selecto para los israelitas, del que se dijo, por su valor energético, que hací­a brillar los ojos. (1Sa 14:27-29; Sl 19:10; Pr 16:24.) El sabor del maná se asemejó al de tortas endulzadas con miel (Ex 16:31), y miel junto con langostas del campo era lo que solí­a comer Juan el Bautista. (Mt 3:4.)

Carne. Después del Diluvio, Jehová le dijo a Noé que podí­a comer, además del fruto de la tierra, la carne de todo animal moviente en el que hubiese vida. (Gé 9:3, 4.) No obstante, cuando se promulgó la Ley, a los israelitas se les especificó que solo podí­an comer carne de animales considerados limpios. En los capí­tulos 11 de Leví­tico y 14 de Deuteronomio, se recoge una lista por nombre de estos animales. Por lo general, la gente común no comí­a mucha carne, pero de tarde en tarde sacrificaban una cabra o una oveja con motivo de un sacrificio de comunión o para agasajar a un invitado. (Le 3:6, 7, 12; 2Sa 12:4; Lu 15:29, 30.) Los más acomodados comí­an carne de ternera. (Gé 18:7; Pr 15:17; Lu 15:23.) La carne de animales de caza, como el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el antí­lope, el toro salvaje y la gamuza, se comí­a asada o cocida. (Gé 25:28; Dt 12:15; 14:4, 5.) Estaba estrictamente prohibido comer la sangre y la grasa. (Le 7:25-27.)
También se comí­a la carne de aves. Durante su travesí­a por el desierto, al pueblo de Israel se le alimentó con codornices. (Nú 11:31-33.) Otras aves clasificadas entre los animales limpios fueron la paloma, la tórtola, la perdiz y el gorrión. (1Sa 26:20; Mt 10:29.) Los huevos también se utilizaron en la alimentación. (Isa 10:14; Lu 11:11, 12.)
Entre los insectos comestibles, estaba la langosta del campo, que, junto con la miel, era la base de la alimentación de Juan el Bautista. (Mt 3:4.) En algunas comunidades árabes aún se come la langosta. En primer lugar le quitan la cabeza, las patas y las alas, y luego la rebozan con harina y la frí­en en aceite o mantequilla.
El pescado se obtení­a tanto del mar Mediterráneo como del mar de Galilea. Varios apóstoles de Jesucristo fueron pescadores; del propio Jesús se dice que después de resucitar, al menos en una ocasión asó pescado al carbón para sus discí­pulos. (Jn 21:9.) El pescado también se comí­a seco, lo que resultaba muy conveniente cuando se estaba de viaje. Es posible que el pescado que Jesús multiplicó milagrosamente para alimentar a las muchedumbres fuese seco. (Mt 15:34; Mr 6:38.) Por otra parte, parece probable que el que hubiese en Jerusalén una puerta llamada del Pescado indicase que allí­ o cerca de allí­ habí­a un mercado de ese género. (Ne 3:3.) En los dí­as de Nehemí­as los tirios vendí­an pescado en Jerusalén. (Ne 13:16.)

Productos lácteos y bebidas. Otra fuente importante de alimentación era la leche y sus derivados, para los que se empleaba leche de vaca, cabra u oveja. (1Sa 17:18.) Por lo general, la leche se mantení­a en odres (Jue 4:19), aunque se agriaba pronto. El término hebreo jem·´áh, que se ha traducido †œmantequilla†, también significa †œcuajada†. El queso era un producto de uso muy extendido. Se encuentra una clara alusión a este hecho en el propio nombre del valle que discurrí­a por la vertiente occidental de la antigua ciudad de Jerusalén: el Tiropeón (Queseros). (Jue 5:25; 2Sa 17:29; Job 10:10; véase QUESO.)
Uno de los principales usos dados a la cosecha de la uva era la producción de vino. A veces se le añadí­an especias o se mezclaba. (Pr 9:2, 5; Can 8:2; Isa 5:22.) La recogida de la uva tení­a lugar en el otoño. En un clima cálido, el zumo de la uva no tardarí­a en fermentar. Como pasaban varios meses desde la recogida hasta la Pascua, llegó a ser costumbre entre las familias judí­as beber en esa fiesta el vino de la cosecha reciente, que para entonces ya habrí­a fermentado. Por consiguiente, cuando Jesús celebró la Pascua de 33 E.C., bebió y dio de beber a sus discí­pulos verdadero vino tinto al instituir la Cena del Señor. (Mr 14:23-25.) El vino que Jesús produjo milagrosamente en las bodas de Caná también fue vino fermentado. (Jn 2:9, 10.) El vino se empleó además con fines medicinales. (1Ti 5:23.) Se obtení­a vinagre del vino puro o mezclado con especias o zumos de frutas. (Nú 6:3; Rut 2:14.) Otras bebidas conocidas fueron la cerveza de trigo y una bebida refrescante que se hací­a del zumo de la granada. (Can 8:2; Isa 1:22; Os 4:18.)

Maná. El maná fue el principal alimento de los israelitas en el desierto. En Números 11:7, 8 se le asemejó a la semilla del cilantro y se dijo que tení­a el aspecto del bedelio. El maná se molí­a en molinos de mano o se machacaba en mortero y se cocí­a, o se hací­an tortas que sabí­an como una torta dulce aceitada. Se dijo de él que era †œel pan mismo de poderosos†. (Sl 78:24, 25; véase MANí.)

Comer juntos. En tiempos bí­blicos, participar juntos de una comida presuponí­a la existencia de un ví­nculo de amistad (Gé 31:54; 2Sa 9:7, 10, 11, 13; véase COMIDA), mientras que rehusar comer con alguien era un indicio de enfado o de algún otro sentimiento de animadversión. (1Sa 20:34; Hch 11:2, 3; Gál 2:11, 12.) Era frecuente obsequiar alimentos a alguien con el fin de ganar su favor, ya que se consideraba que si el destinatario los aceptaba, quedaba obligado a mantener relaciones pací­ficas con el que hací­a el regalo. (Gé 33:8-16; 1Sa 9:6-8; 25:18, 19; 1Re 14:1-3.)

Punto de vista cristiano. Los cristianos no están obligados a la observancia de la ley respecto a alimentos limpios o inmundos, aunque sí­ se requiere de ellos que se abstengan de la sangre y de carne de animales estrangulados, es decir, aquellos que no han sido desangrados debidamente. (Hch 15:19, 20, 28, 29.) Al margen de este mandato bí­blico, no se espera que conviertan la alimentación —comer o no comer determinados alimentos— en una cuestión polémica, ni que en este asunto intenten condicionar la conciencia de otras personas a la suya. Se les advierte, en cambio, que no coman alimentos ofrecidos a í­dolos y no hagan tropezar a otros al insistir en el ejercicio de su libertad personal en materia de alimentación. (1Co 8; 10:23-33.) Los cristianos no deben anteponer los asuntos relacionados con la alimentación al Reino y a los intereses espirituales. (Ro 14:17; Heb 13:9.)

Alimento espiritual. Jesús se deleitó en hacer la voluntad de su padre y dijo que eso era para él su alimento. (Jn 4:32, 34.) Predijo que nombrarí­a al †œesclavo fiel y discreto† para que diese alimento (espiritual) a sus discí­pulos al tiempo oportuno. (Mt 24:44-47; véase ESCLAVO FIEL Y DISCRETO.) Así­ como Moisés les habí­a dicho a los israelitas que †˜no solo de pan vive el hombre, sino de toda expresión de la boca de Jehovᆙ (Dt 8:3), Jesús también animó a sus discí­pulos a buscar, no el alimento que perece, sino el que permanece y resulta en vida eterna. (Jn 6:26, 27; compárese con Hab 3:17, 18.) Aconsejó que no habí­a que inquietarse respecto a comida o bebida, pues, como dijo: †œSignifica más el alma que el alimento†. (Mt 6:25; Lu 12:22, 23.)
El apóstol Pablo asemejó a †œleche† los asuntos elementales de la doctrina cristiana, mientras que el conocimiento más profundo lo comparó a †œalimento sólido†. (Heb 5:12-14; 6:1, 2; 1Co 3:1-3.) Así­ mismo, Pedro habló del crecimiento espiritual propiciado por †œla leche no adulterada que pertenece a la palabra†. (1Pe 2:2.) Jesús dijo de sí­ mismo que era †œel pan de la vida†, superior al maná que los israelitas habí­an comido en el desierto, y afirmó que tení­a en sí­ mismo un abastecimiento que impedirí­a padecer hambre al que comiese de él. (Jn 6:32-35.) Algunos de sus discí­pulos que carecí­an de una disposición espiritual se escandalizaron al oí­r a Jesús comparar su carne y su sangre a comida y bebida (de la que podrí­an †˜alimentarse†™ ejerciendo fe en el rescate) esencial para la vida eterna. (Jn 6:54-60.)
Jehová promete que vendrá el dí­a en que El proveerá para su pueblo fiel por todo el orbe alimento espiritual y material en abundancia, sin que haya que temer más al hambre. (Sl 72:16; 85:12; Isa 25:6; véanse COCINAR, UTENSILIOS DE COCINA; HAMBRE; y artí­culos sobre alimentos bajo sus respectivos encabezamientos.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. broma (brw`ma, 1033), frecuentemente traducido alimento, comida, vianda. Se traduce como “alimento” en la RVR en Mc 7.19; Luk 9:13; 1Co 10:13; 1Ti 4:3: Cf. el término castellano “bromatologí­a”, ciencia que trata de los alimentos. Véanse COMER, COMIDA, VIANDA. 2. episitismos (ejpisitismov”, 1979), provisiones, ví­veres (epi, sobre; sitizo, alimentar, nutrir; sitos, alimento). Se traduce “alimento” en Luk 9:12:¶ 3. trofe (trofhv, 5160), alimento, comida (similar a trefo, criar, alimentar, nutrir; véase ALIMENTAR). Se usa literalmente en los Evangelios, Hechos y Santiago 2.15; metafóricamente, en Heb 5:12,14, “alimento sólido”, esto es, temas más profundos de la fe que la instrucción en sus elementos. La palabra se traduce de varias maneras, y como “alimento” se halla en Mat 6:25; 10.10; 24.45; Act 9:19; Heb 5:12: La VHA tiene también “alimento” en Act 27:33,34,36,38, y la VM en Act 2:46, “tomaban el alimento”. Véanse COMIDA, SUSTENTO, MANTENIMIENTO. 4. cortasma (covrtasma, 5527), forraje (similar a cortazo, alimentar, rellenar; véase SACIAR). Se usa en el plural en Act 7:11, “alimentos”¶ En la LXX, Gen 24:25, 32; 4.27; 43.24; Deu 11:15, y Jdg 19:19:¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

El hombre, como todos los seres vivos, está obligado a alimentarse para subsistir, y esta dependencia frente al mundo es un signo esencial de su inconsistencia, pero también es una invitación a alimentarse de Dios, único que tiene consistencia. La Biblia, para enseñar al hombre que su verdadero alimento es, como el del Señor, la voluntad de su Padre (Jn 4,34), le presenta los gestos de la alimentación en tres niveles diferentes: el de la creación y de la obediencia, el de la alianza y de la fe, el del Evangelio y de la caridad.

1. DIOS PROPORCIONA EL ALIMENTO DE SUS CRIATURAS.

“Yo os doy todas las hierbas que llevan simiente… todos los árboles que tienen frutos… A todos los animales de la tierra les dqy como alimento la verdura de las plantas. (Gén 1,29s). Habiendo Dios creado al hombre y habiéndolo hecho señor de la *creación, le da su alimento como a todo el mundo animal. En aquella edad de oro y de paz universal, ningún *animal come la carne de otro; pero cuando, después del diluvio “pone (Dios) en manos del hombre” a todos los animales vivos para su alimentación, emplea el mismo lenguaje: “Os doy todo esto al igual que la verdura de las plantas” (9,2s). En este lenguaje aparece, a la vez, la dependencia de la naturaleza que tiene el hombre, sin la que no le es posible vivir, y su autonomí­a. El animal se alimenta de la hierba que encuentra o de la presa que persigue; el hombre se alimenta de los frutos y de las plantas que cultiva, de los animales que le pertenecen y que crí­a: se alimenta del producto de su cultivo, de su *trabajo (3,19), de “la obra de sus manos”. (Dt 14,29).

Como toda *obra, este carácter “artificial” de la alimentación humana entraña sus peligros: el del exceso, glotonerí­a y *embriaguez, con sus consecuencias, desagradables para el que se entrega a él, pero también para la compañí­a (Prov 23,20s; Eclo 31,12-31; 37,27-31 -el del lujo (Am 6,4) y de la explotación de los pobres (Prov 11,26)-; sobre todo el de olvidar que todo alimento es *don de Dios. Si una solida tradición de sabidurí­a es capaz de mantener el equilibrio, de reconocer a la vez que “el comer y el beber y el gozar en el trabajo, constituyen buena parte de la felicidad humana (Ecl 2,24; 3,13, etc.) y que, sin embargo, “vale más una porción de verdura con afecto que un buey pingue con odio. (Prov 15,17; cf. 17,1), es porque esta tradición, incluso en el escéptico y desconfiado Qohelet, no olvida nunca que Todo esto viene de la mano de Dios. (Ecl 2,24).

Para mantener viva la conciencia de ser así­ alimentados por las manos de Dios ejercieron una función capital, por una parte los sacrificios y las ofrendas, y por otra las prohibiciones relativas a los alimentos. Las buenas *comidas, las comidas de fiesta, se celebran una vez que se ha subido al santuario a inmolar una bestia, a ofrecer las primeras espigas y los más hermosos *frutos de la recolección (Dt 16,1-7). La prohibición de los animales impuros (Lev 11), fundada en el principio “A pueblo santo, alimento santo” (cf. Dt 14,21), mantiene, en una zona tan importante de la existencia humana como es la alimentación, el respeto a la voluntad soberana de Dios.

II. DIOS ALIMENTA A SU PUEBLO CON SU PALABRA

Por la *alianza toma Dios a su cargo la existencia de su pueblo. El *maná, venido “del cielo” (Ex 16,4), alimento procurado directamenb por Dios (16,15) y en el que no tienen efecto el *trabajo y los cálculos del hombre (16,4s), es signo de esta nueva condición. Pero esta condición supone la *fe: el *maná está destinado a alimentar el cuerpo y a alimentar la fe, para enseñar a Israel a esperar su subsistencia y su supervivencia de la palabra “que sale de la boca de Yahveh” (Dt 8,3; Sab 16,26, cf. Mt 4,4), de sus *voluntades y de sus *promesas. Esta dirección divina, particularmente sentible en los milagros de la marcha por el desierto, no termina con el establecimiento en Palestina. La *tierra prometida, paí­s de abundancia y de gratuidad, debe recordar cada dí­a a Israel que todo le viene de su Dios (Dt 8,8ss).

Ill. DIOS, ALIMENTO DE SUS HIJOS.

El hombre, por ser *hijo de Dios puede a vez prescindir de todos los alimentos de este mundo y utilizarlos todos. “¡Mata y come!”, dice a Pedro la voz del cielo (Act 10,13): el cristiano no conoce ya distinción entre animales *puros e impuros; no está ya “esclavizado a los elementos del mundo”, tiene la “adopción filial”e (Gál 4,3ss) y todo la pertenece en el universo (ICor 3,22), incluso las carnes inmoladas a los *í­dolos (8,4; 10,26) a condición de que se acuerde de que él mismo pertenece a Cristo, como Cristo pertenece a Dios (3,23). Entonces’ cualquier cosa que coma o que beba todo será para él fuente de *acción de gracias” (10,30s; ITim 4,3s). Ahora bien, Cristo, para mostrar que Dios le basta y que su alimento es la *voluntad de su Padre (Jn 4; 34), *ayuna cuarenta dias y cuarenta noches. (Mt 4,1-4). No es que desprecie el alimento: come como sus discí­pulos (Jn 4,31); acepta las invihciones que se le hacen y comparte nuestras *comidas (Mt 11,l9), recomienda a sus discí­pulos aceptar todo lo que se los ofrezca (Lc 10,8); multiplica los panes para impedir que las gentes sufran *hambre (Mt 15 32 p). Con este milagro muestra Cristo que el Padre, protector de Ias aves del cielo (Mt 6,26), tiene todaví­ia más cuidado de sus hijos, pero sobre todo quiere enseñar que es él “el pan del cielo, el que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,32s). Así­ como en el sermón de la montaña invitaba a “no preocuparse por la comida” (Mt 6,25) y a “buscar primero el reino de Dios” (Mt 6,35), así­ también aquí­ invita a *buscar otra cosa que “el alimento perecedero” (Jn 6,27; cf. Rom 14 17) y se propone a sí­ mismo, tal como es, en su carne y en su sangre, como nuestro alimento (Jn 6 S5). La *eucaristí­a, en la que el *pan de la tierra viene a ser el cuerpo de Cristo, hace que el hombre, hecho hijo de Dios, sea capaz de alimentarse, en cualquier circunstancia, de Jesucristo, de sus palabras, de sus gestos, de su vida. -> Eucaristí­a – Hambre y sed – Ayuno – Leche – Mana – Pan – Comida – Vino.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas