BLASFEMIA

Psa 139:20 porque b dicen ellos contra ti
Dan 3:29 nación .. que dijere b contra el Dios de
Mat 12:31 todo pecado y b será perdonado a los
Mat 26:65; Mar 14:64 ahora .. habéis oído su b
Mar 2:7; Luk 5:21 ¿por qué habla éste así? B dice
Joh 10:33 por la b; porque tú, siendo hombre, te
Rev 2:9 la b de los que se dicen ser judíos, y no
Rev 13:5 se le dio boca que hablaba grandes b
Rev 17:3 una bestia .. llena de nombres de b, que


Blasfemia (heb. nê’âtsâh [del verbo nâ’ats, “blasfemar”; también los verbos gâdaf, jâraf];gr. blasf’mí­a [del verbo blasf’méí‡]). Término que denota un lenguaje difamatorio o injurioso hacia Dios. Sin embargo, los vocablos hebreos y griegos también se emplean con respecto a palabras y actos que atentan contra el honor, la honra y/o la fama de las personas. Tales frases o hechos abarcan las maledicencias, maldiciones, afrentas, calumnias, injurias, imprecaciones, etc. En la RVR generalmente se reserva este término para los casos en que se difaman el nombre o el carácter de Dios (Lv. 24:11; Jam 2:7), ya sea en forma directa (Act 6:11) o implí­cita, como cuando se atribuyen evidencias del poder divino al diablo (Mat 12:24) o se pretende la divinidad o las prerrogativas divinas (Mat 9:1-6; 26:64-66; Joh 10:33, 36). En la ley mosaica se castigaba la blasfemia con la lapidación (Lev 24:11-16; cf Act 6:13; 7:56-59). No se perdona la blasfemia contra el Espí­ritu Santo (Mar 3:28, 29). 174

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

griego blasphemia, insulto, injuria. En las religiones antiguas, como se lee en la Escritura, palabra o acción injuriosa contra alguna deidad o contra Dios o sus representantes, que se castigaba con la muerte. Como en el Decálogo se prohibí­a tomar en falso el nombre de Yahvéh, Ex 20, 7; 22, 27; Lv 19, 12; 24, 10-16; 1 R 21, 10-13; Dn 14, 1-8; Hch 19, 37. Los judí­os no pronunciaban el nombre de ® Yahvéh, por temor a blasfemar.

Los enemigos de los israelitas profanaban ultrajaban, injuriaban y blasfemaban el nombre de Yahvéh, y en muchos casos los pecados del pueblo eran ocasión para que aquéllos blasfemaran, 1 M 7, 38 y 41; 2 M 8, 4; 10, 35; 12, 14; Tb 1, 18; Sal 74 (73), 10-18; Is 37, 23; 52, 5; Ez 36, 20; Rm 2, 24. No guardar el sábado era b. Nm 15, 32-36. A Jesús lo acusaban los judí­os de B., no por declararse el Mesí­as, pues los judí­os creí­an que éste era un hombre que los liberarí­a de los romanos; lo acusaban de tal, porque reclamaba para sí­ el carácter divino, Mt 9, 3; 26, 59-66; Mc 14, 53-64; Jn 10, 31-34. Entre los primeros cristianos, A Esteban, como se hací­a en el A. T., lo lapidaron, acusado de blasfemar por testigos falsos, sobornados para tal fin, Hch 6, 11-14. Jesucristo, durante su pasión y estando en la cruz, recibió injurias, esto es, blasfemias, de palabra y de obra, Mt 26, 67; 27, 39; Mc 14, 65; 15, 29; Lc 22, 65. Cuando Pablo predicaba a los judí­os la Palabra, le contradecí­an con blasfemias, Hch 13, 45; 18, 6. En la Escritura, se habla que el mayor pecado del hombre es la b. contra el Espí­ritu Santo, Mt 12, 31; es decir, que si el hombre cierra sus ojos ante las obras del Espí­ritu Santo, habiendo sido iluminado, como se dice en Hb 6, 4-6; 10, 26-31; 1 Jn 5, 16-17; se pone fuera de la salvación. San Pablo reconoce que, aunque por ignorancia, fue blasfemo antes de su conversión, 1 Tm 1, 13. El mismo Apóstol, cuando recomienda a Timoteo que permanezca firme en la fe en Cristo, dice que a Himeneo y Alejandro, que apostataron de su fe, los entregó a Satanás, 1 Tm 1, 18-20.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

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Reprochar o hacer una acusación y escarnio contra cualquier persona es bastante malo (Jud 1:9), pero hablar ligera o descuidadamente de Dios es un pecado mortal. El tercer mandamiento (No tomarás en vano el nombre de Jehovah tu Dios, Exo 20:7), era observado meticulosamente por los judí­os que ni siquiera pronunciaban el nombre sagrado (Jehovah), de modo que hoy en dí­a nadie sabe de cierto cómo se pronunciaba.

Dios prescribió que en Israel el castigo por la blasfemia serí­a la muerte por apedreamiento (Lev 24:10-16). Nabot fue acusado falsamente de blasfemia y fue apedreado a muerte (1Ki 21:10-13), como lo fue Esteban (Act 6:11). El apedreamiento estaba también en la mente de aquellos que acusaron a Jesús de blasfemia (Mat 9:3; Mat 26:65; Luk 5:31; Joh 10:33). Lo que Jesús dijo de sí­ mismo hubiera sido blasfemia si no fuera la verdad. Ver PECADO IMPERDONABLE.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los Santos. La Ley judí­a la castigaba con la muerte por lapidación: (a pedradas). Por eso mataron a pedradas a Esteban, acusado falsamente de blasfemo: (Hec 6:11).

A Cristo lo acusaron también de blasfemo, por eso lo condenaron a muerte: (Mat 26:65-66). Lo mataron en cruz,a porque fue la sentencia de los romanos: (los judí­os lo hubieran lapidado). Mat 9:3, Jua 10:33.

Blasfemia contra el Espí­ritu Santo. El pecado imperdonable: Mat 12:31, Mar 3:29, Luc 12:10.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Toda palabra o acto que irrespete la majestad de Dios, o que injurie sus obras. Esto incluye tomar el nombre de Dios en vano (Exo 20:7). Por eso se evitaba pronunciar el †¢Nombre ( †¢Adonai. †¢Tetragrámaton). Un hijo de padre egipcio y madre israelita †œblasfemó el Nombre, y maldijo†, por lo cual fue condenado a muerte, y se estableció esa pena para los blasfemos (Lev 24:10-16, Lev 24:23). Las maldades cometidas en el santuario por los hijos de †¢Elí­ fueron consideradas como b. (1Sa 3:13). El pecado de David con †¢Betsabé fue causa de que †œlos enemigos de Jehovᆝ blasfemaran (2Sa 12:14). Un creyente que hurta está blasfemando el nombre de su Dios (Pro 30:9). Los fariseos y demás lí­deres religiosos estaban siempre al acecho porque querí­an acusar al Señor Jesús de b. Cuando el Señor perdonaba pecados los fariseos pensaban que cometí­a b., porque se estaba atribuyendo algo que sólo correspondí­a a Dios (Mat 9:1-3; Mar 2:7; Luc 5:21). Por eso llegaron a decirle que le criticaban por b. (†œPorque tú, siendo hombre, te haces Dios† [Jua 10:33]). Finalmente, cuando le condenaron, se basaron en un supuesto pecado de b. (Mat 26:65). Cuando unas personas atribuyeron a Satanás las obras del Espí­ritu Santo, el Señor Jesús advirtió que hacer eso constituye una b. que no tiene perdón (Mar 3:22-30).

Se considera también b. la falta de respeto, no sólo a Dios, sino a sus siervos. Así­, cuando quisieron hacer daño a Esteban, los lí­deres religiosos judí­os †œsobornaron a unos para que dijesen que le habí­an oí­do hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios† (Hch 6:11). Los judí­os en Antioquí­a de Pisidia †œrebatí­an lo que Pablo decí­a, contradiciendo y blasfemando† (Hch 13:45). Es dudoso que en este caso se tratara de expresiones directas en contra de Dios, sino argumentos violentos e insultos contra Pablo y su mensaje. La doctrina, entonces, también puede ser objeto de b. Se nos dice que †œel camino de la verdad† puede ser blasfemado (2Pe 2:2), lo que indica injuria contra las enseñanzas del evangelio. Los últimos tiempos se caracterizarán, entre otras cosas, por la abundancia de hombres blasfemos (2Ti 3:1-5). La Escritura, además, advierte que no se debe cometer b. contra †œlas potestades superiores† (Jud 1:8-10 y se nos exhorta a respetarlas, aun a los ángeles adversarios de Dios.
injurias contra las cosas sagradas, o contra los siervos de Dios, o contra †œlas potestades superiores† (Jud 1:8-10 serán severamente castigadas. ¡Cuánto más cuando las injurias sean dirigidas contra el Espí­ritu Santo, que es Dios! El Señor Jesús dijo que †œcualquiera que blasfeme contra el Espí­ritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno† (Mar 3:29). Es evidente que se estaba refiriendo, en primer lugar, a la crí­tica que le hací­an ciertos lí­deres religiosos, los cuales †œdecí­an que tení­a a Beelzebú, y que por el prí­ncipe de los demonios echaba fuera los demonios† (Mar 3:22). Llamaban, entonces, Beelzebú, nada menos que al Espí­ritu de Dios. Esta b. es imperdonable, dice el Señor.
por otras Escrituras sabemos que no sólo con palabras se hace injuria al Espí­ritu Santo. Por medio de éste era que el Señor realizaba los milagros y maravillas, †œpero a pesar de que habí­a hecho tantas señales delante de ellos, no creí­an en él† (Jua 12:37). Esta incredulidad es también un insulto al †¢Espí­ritu Santo.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

ver, ESPíRITU SANTO

vet, La blasfemia tiene en la Sagrada Escritura un sentido más amplio que en el lenguaje común. Incluí­a la calumnia, y abarca cualquier palabra o acto ofensivo a la majestad divina, como profanar lugares santos, alterar los ritos, violar conscientemente la ley, tomar el nombre de Dios en vano, etc. Para evitar todo lo más posible esto último, llegó a omitirse la pronunciación misma del nombre sagrado de Jehová sustituyéndolo con “Adonai” (“Señor”). En el Nuevo Testamento, blasfemia significa la usurpación por el hombre de las prerrogativas divinas. Los enemigos de Jesús lo acusaron de blasfemia (Mt. 19:26; Jn. 10:36), porque no reconocí­an su deidad. Los evangelistas consideran blasfemia toda injuria a Cristo. La blasfemia más grave, que no admite perdón, es la que va contra el Espí­ritu Santo (Mt. 3:28). Esta blasfemia particular en contra del Espí­ritu Santo fue atribuir la acción del Señor de echar fuera demonios a poder satánico, frente a la evidencia innegable de Su poder divino. Este pecado no iba a ser perdonado ni en este siglo, ni en el venidero. El contexto da evidencia de que “el pecado imperdonable” se refiere a esta forma particular de blasfemia (Mt. 12:24-32; cp. Mr. 3:22-30). Los judí­os expresaban violentamente su indignación ante la blasfemia (Mt. 26:65; Hch. 7:51). La blasfemia era castigada con la muerte (Lv. 24:6; 1 R. 21:10; Hch. 6:13). (Véase también ESPíRITU SANTO).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Ofensa de palabra o de obra proferida o realizada contra Dios o sus Santos, contra los signos religiosos o las personas o realidades consagradas a la divinidad. En la Escritura se condena con frecuencia esta ofensa divina.

56 veces aparece en el Nuevo Testamento el término blas-femia (blapto, herir y femy, decir), significando “mala palabra”, opuesta a bendecir (decir bien).

Por eso el término se incorpora al vocabulario cristiano como ofensa o injuria dirigida a Dios o las realidades divinas. (Ver Dios)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. Dios, nombre de Dios, pecado, sagrado)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Blasfemar es menospreciar, injuriar y maldecir el nombre santo de Dios (Lc 24,11-16; Ex 22,27). En teorí­a es el pecado más grave, castigado en el A. T. con la pena capital (Lev 24,16). Pero la blasfemia no es sólo esto; abarca otras muchas cosas; v. gr., menospreciar a una persona sagrada y profanar las cosas santas (Act 6,11; Rom 2,24), atribuirse el poder divino para perdonar los pecados (Mt 9,3; Mc 2,7; Lc 5,21) y hacerse igual a Dios (Jn 5,19; 10,33-36). Por estas últimas razones, y por declararse Hijo de Dios, con prerrogativas divinas, Jesús fue considerado como blasfemo (Mt 26,64-66; Mc 14,62-64). Pero como, de hecho, Jesús es Dios, las palabras despectivas contra El en la cruz son verdaderas blasfemias (Mt 27,39; Mc 15,29); por eso también, el que niega a Jesucristo, blasfema contra Dios (Act 26,11). Hay una blasfemia especial, la cometida contra el Espí­ritu Santo, que consiste en atribuir al diablo la expulsión de los demonios.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

En la acepción tradicional, el término blasfemia indica el dicho o el término injurioso o irreverente -generalmente trivial- referido a Dios o a las personas o realidades sagradas, que por consiguiente suena como una ofensa para el sentimiento religioso difundido en determinados ambientes o en determinadas épocas. La palabra se deriva del latí­n eclesiástico tardí­o, que empleaba a su vez el término griego blasphemí­a (= injuria).

La reflexión actual se muestra más sensible a la ofensa hecha contra el sentimiento religioso de los creyentes (no sólo cristianos) que a la ofensa hecha a la divinidad, ya que somos conscientes de que el Ser divino de Dios no puede verse afectado por manifestaciones de este género, a no ser en cuanto que son manifestaciones de pobreza espiritual y cultural humana y por tanto de sufrimiento. Se sabe además que en muchos casos el que blasfema, a pesar de demostrar su falta de madurez y de cultura, no está movido por la intención deliberada y primaria de ultrajar al propio Dios o a la propia religión. La costumbre de referirse de manera injuriosa o trivial a la divinidad es analizada también como instrumentos antropológico-culturales que conducen a adquisiciones importantes en cuestión de mentalidad religiosa. Esto no quita que la blasfemia constituya de todas formas un hecho existencialmente lamentable, tanto por parte de los creyentes como de los no creyentes.

Al mismo tiempo se va difundiendo hoy la idea de un posible contenido blasfemo – en sentido más amplio, pero quizás mucho más grave- de otras realidades o afirmaciones u opresiones (hechas a veces “en honor de Dios”, más o menos de buena fe) que ultrajan a Dios y a la fe cristiana o al hecho religioso, a los ojos de creyentes y de no creyentes. L. Sebastiani Bibl.: F. Roberti, Blasfemia, en DTM, 143 144.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

El término griego bla·sfe·mí­Â·a significa básicamente habla injuriosa, difamatoria o insultante, dirigida tanto a Dios como a los hombres. (Compárese con Rev 16:11; Mt 27:39.) No obstante, la acepción principal de la palabra española blasfemia es habla irreverente o injuriosa contra Dios o las cosas sagradas. En consecuencia, es la antí­tesis del habla reverente que se debe a la Persona Divina. (Véase HABLA INJURIOSA.)
Del nombre dado al adversario original de Dios, Di·á·bo·los (que significa †œDiablo† o †œCalumniador†), se desprende que él fue el primer culpable de blasfemia contra Dios. Lo que le dijo a Eva, aunque de manera velada y sutil, dio la imagen de un Creador mentiroso. (Gé 3:1-5.) De modo que Satanás fue el primer instigador de la blasfemia y lo ha seguido siendo hasta la actualidad. (Jn 8:44-49.)
La †˜invocación del nombre de Jehovᆙ que dio comienzo en el tiempo de Enós, antes del Diluvio, no debió ser recta o propia, pues mucho antes Abel debió haberse dirigido a Dios usando su nombre divino. (Gé 4:26; Heb 11:4.) Si esta invocación del nombre de Dios significaba, como algunos estudiosos piensan, una mala utilización del nombre de Jehová y una aplicación impropia de ese nombre a seres humanos o a objetos idolátricos, podrí­a considerarse blasfemia. (Véase ENí“S.)
Al fiel Job le preocupaba que sus hijos pudieran haber †œmaldecido a Dios en su corazón† con pensamientos pecaminosos, y cuando él mismo estuvo bajo adversidad, †œno pecó, ni atribuyó nada impropio a Dios†, a pesar de los intentos blasfemos del Adversario de que †˜maldijera a Dios en su misma cara†™. (Job 1:5, 11, 20-22; 2:5-10.) Voluntaria o involuntariamente, los tres compañeros de Job representaron mal a Dios y †˜lo pronunciaron inicuo†™, a la vez que insinuaron que Job habí­a hablado y actuado de modo blasfemo. (Job 15:6, 25; 32:3; 42:7, 8.)

La blasfemia en el pacto de la Ley. Los tres primeros mandamientos de las †œDiez Palabras† o Decálogo inciden en la incomparable posición de Jehová Dios como Soberano Universal y en su derecho exclusivo de ser adorado, al tiempo que advierten: †œNo debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna, porque Jehová no dejará sin castigo al que tome su nombre de manera indigna†. (Ex 34:28; 20:1-7.) Se condenaba invocar el mal sobre Dios y maldecir a un principal. (Ex 22:28.) El primer caso de blasfemia que se registra posterior a este mandamiento tiene como protagonista a un hombre de madre israelita y padre egipcio que †œempezó a injuriar el Nombre y a invocar el mal contra él†, mientras luchaba con un israelita. Jehová decretó que se apedreara al ofensor, y así­ estableció el castigo que merecerí­a cualquier futuro †œinjuriador del nombre de Jehovᆝ, fuese israelita nativo o residente forastero. (Le 24:10-16.)
Poco tiempo después, la gran mayorí­a de los israelitas murmuraron contra Jehová con falta de respeto. Como resultado, se les condenó a vagar por el desierto durante cuarenta años, y a todos los que tení­an veinte años de edad o más se les sentenció a morir en el desierto. (Nú 14:1-4, 11, 23, 29; Dt 1:27, 28, 34-39.) Su actitud blasfema hasta los llevó a hablar de lapidar a los siervos fieles de Dios. (Nú 14:10.) Aunque el habla abusiva de Coré, Datán y Abiram se dirigí­a sobre todo contra Moisés y Aarón, los representantes de Dios, antes de la ejecución de esos hombres y sus familias ante sus respectivas tiendas, Moisés dijo a los observadores: †œSabrán ustedes que estos hombres han tratado a Jehová irrespetuosamente†, pues habí­an desdeñado el nombramiento teocrático. (Nú 16:1-3, 30-35.)
Aun cuando no hubiera ninguna expresión verbal contra Dios, las acciones contra las leyes de Su pacto podí­an equivaler a †œhablar injuriosamente de Jehovᆝ o blasfemar contra él. Así­, aunque se trataba con misericordia al violador involuntario de la ley de Dios, la persona que cometí­a ofensas deliberadas y voluntarias, ya fuera israelita o residente forastero, tení­a que ser muerto por haber hablado abusivamente de Jehová y haber despreciado su palabra y mandamiento. (Nú 15:27-31; compárese con Dt 31:20; Ne 9:18, 26.)
Otros actos de blasfemia registrados en las Escrituras Hebreas fueron los de los hijos de Elí­ (1Sa 3:12, 13) y el del oficial asirio pagano Rabsaqué. (2Re 19:4-6, 22, 23.) A Nabot se le condenó por blasfemia y se le ajustició basándose en el testimonio de testigos falsos. (1Re 21:10-13.) Más tarde, Dios condenó a los falsos profetas que prometí­an paz a quienes no respetaban a Jehová. (Jer 23:16, 17.) Jehová aseveró que los que le causaban oprobio tendrí­an su pago debido †œen su propio seno†. (Isa 65:6, 7; compárese con Sl 10:13; Isa 8:20-22.) El proceder apóstata de Israel causó oprobio al nombre de Dios entre las naciones. (Isa 52:4, 5; Eze 36:20, 21.)
Con el tiempo, la enseñanza rabí­nica preconizó el punto de vista erróneo de que Leví­tico 24:10-23 prohibí­a por blasfema la misma pronunciación del nombre Jehová. La tradición talmúdica también prescribió que cuando los jueces religiosos oyeran en testimonio palabras blasfemas pronunciadas supuestamente por el acusado, tení­an que rasgarse las vestiduras siguiendo el ejemplo de 2 Reyes 18:37; 19:1-4. (The Jewish Encyclopedia, 1976, vol. 3, pág. 237; compárese con Mt 26:65.)

†œBlasfemia† en las Escrituras Griegas. El apóstol Pablo mostró el significado básico de bla·sfe·mí­Â·a cuando usó en Romanos 2:24 el verbo griego de la misma raí­z, bla·sfe·mé·o, citando de Isaí­as 52:5 y Ezequiel 36:20, 21 (referido anteriormente).
Blasfemar también supone reclamar los atributos o prerrogativas de Dios o atribuirlos a otra persona o cosa. (Compárese con Hch 12:21, 22.) Los lí­deres religiosos judí­os acusaron a Cristo Jesús de blasfemia porque dijo a ciertas personas que se les perdonaban sus pecados (Mt 9:2, 3; Mr 2:5-7; Lu 5:20, 21), e intentaron apedrearlo por blasfemia porque decí­a de sí­ mismo que era el Hijo de Dios. (Jn 10:33-36.) Cuando Jesús se refirió ante el Sanedrí­n al propósito de Dios respecto a él y a la gloriosa posición que se le otorgarí­a, el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y le acusó de blasfemia, juzgándole merecedor de muerte. (Mt 26:63-66; Mr 14:61-64.) Como los lí­deres religiosos judí­os no tení­an autoridad de los romanos para ejecutar la sentencia de muerte, con astucia cambiaron la acusación de blasfemia por la de sedición cuando llevaron a Jesús ante Pilato. (Jn 18:29–19:16.)
Ya que Jesús es el Hijo de Dios y su representante directo, es lógico pensar que se considere blasfemia lo que se diga contra él. (Lu 22:65.) De la misma manera, como el espí­ritu santo o fuerza activa emana de Dios y está relacionado í­ntimamente con Su Persona, Jesús pudo hablar de †œblasfemia contra el espí­ritu†, también conocida como pecado imperdonable. (Mt 12:31; Mr 3:28, 29; Lu 12:10.) La blasfemia se origina en el corazón (Mt 15:19; Mr 7:21, 22), de modo que la condición de corazón, manifiesta en la voluntariedad implicada, tiene que estar relacionada con la blasfemia contra el espí­ritu. El incidente que llevó a Jesús a decir que tal pecado era imperdonable muestra que dicho pecado consistí­a en oponerse a la acción del espí­ritu de Dios. Esta oposición no se debí­a a engaño, debilidad humana o imperfección, sino que era consciente y deliberada. Los fariseos vieron con claridad que el espí­ritu de Dios actuaba en Jesús para hacer el bien, pero por razones egoí­stas atribuyeron este poder a Beelzebub, Satanás el Diablo, lo que supuso una blasfemia contra el espí­ritu santo de Dios. (Mt 12:22-32; compárese con Heb 6:4-6; 10:26, 27.)
Al igual que Jesús, Esteban sufrió martirio acusado de blasfemia. (Hch 6:11-13; 7:56-58.) Antes de ser cristiano, Pablo habí­a sido blasfemo y habí­a intentado forzar a los cristianos a hacer †œuna retractación† (literalmente, †œblasfemar†). No obstante, cuando llegó a ser discí­pulo, sufrió en su carne las contradicciones blasfemas de los judí­os, y es posible que en Efeso algunos llegasen a calificar su enseñanza de blasfema contra la diosa pagana írtemis. (Hch 13:45; 19:37; 26:11; 1Ti 1:13.) Al expulsar a Himeneo y a Alejandro, Pablo los entregó †œa Satanás para [enseñarlos] por disciplina a no blasfemar†. (1Ti 1:20; compárese con 2Ti 2:16-18.) Santiago mostró que los ricos, como clase, eran propensos a †œ[blasfemar] contra el nombre excelente† por el que se llamaba a los discí­pulos. (Snt 2:6, 7; compárese con Jn 17:6; Hch 15:14.) En los †œúltimos dí­as† abundarí­an los blasfemos (2Ti 3:1, 2), como también se predice en el libro de Revelación tanto de manera explí­cita como simbólica. (Rev 13:1-6; 16:9-11, 21; 17:3.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Significa hablar mal de alguien. El griego blasfēmeō generalmente se traduce en la RV60 por «blasfemar», pero también «injuriar», «calumniar», «vituperar», «difamar», «hablar mal», etc. Son cinco las raíces hebreas que se traducen por «blasfemar»: nāqaḇ, «blasfemar»; gāḏēp̄, «injuriar»; ḥārap̄, «reprochar»; nāʾaṣ, «menospreciar despreciar»; y bāraḵ, que significa, o bien «bendecir», o sino «maldecir» (así también como en otras lenguas semíticas). Esta última palabra se usa para el incidente de Nabot (1 R. 21:10–13).

La ley sobre la blasfemia de Lv. 24:11–16 ordenaba la muerte para el hombre de Israel que «maldijese» (qālal) o «blasfemase» (nāqaḇ) el nombre del Señor. No es del todo seguro que ésta sea una interpretación directa del tercer mandamiento. El mandamiento es tomado por muchos como refiriéndose, principalmente al menos, como el no cumplimiento de los juramentos legítimos que se toman en nombre de Dios. Es probable que la pena de muerte se adjudicaba no por pronunciar descuidadamente el nombre de Dios como en los juramentos modernos (por mala que sea esta práctica), sino por maldecir deliberadamente a Dios negando su deidad y sus atributos. Siendo Israel una teocracia, debe recordarse que normalmente infligía penas civiles por ofensas religiosas. En la era cristiana, donde se obtiene la separación de la iglesia y el estado, la blasfemia contra Dios es grave ofensa como siempre, pero el castigo que la iglesia da es sólo la censura espiritual. El juicio último está en las manos de Dios.

Más adelante, los judíos corrompieron las leyes contra la blasfemia y los juramentos, y adoptaron la idea de que el nombre de Dios era demasiado sagrado para ser pronunciado jamás. En lugar de pronunciar el nombre de Jehová (por esto es que ahora es incierta su pronunciación correcta), lo sustituyeron por la palabra ʾāḏôn, «Amo». Se puede ver en el NT que los judíos evitaban el nombre de la Deidad (véase Mr. 14:61–62, y probablemente la frase «reino de los cielos» que Mateo usa en lugar de reino de Dios). Esta tendencia también se encuentra en la literatura del Mar Muerto.

En el NT la palabra española «blasfemar» se usa principalmente para las ofensas en contra de la deidad. Cristo fue repetidamente acusado de blasfemia por aquellos que rechazaban reconocer su divinidad y éste fue el argumento final en su juicio frente al Sanedrín (Mr. 14:64). La acusación había sido hecha con frecuencia anteriormente (Mr. 2:7; Jn. 10:33).

El pasaje más discutido se refiere a la enseñanza del pecado imperdonable (Mt. 12:24–32; Mr. 3:22–30; Lc. 11:15–20; 12:10). Debe observarse que en Mateo y especialmente en Marcos, el pecado imperdonable de los fariseos se asocia con la acusación que hacían de que Cristo era un agente de Satanás. Esto evidentemente nos da la clave para reconocer la naturaleza del pecado o la blasfemia contra el Espíritu Santo. En este caso era una declaración perversa decir que las obras de Cristo eran del diablo, cuando podía verse claramente que eran de Dios. Por pura conveniencia, los fariseos ahogaron su consciencia y negaron la evidencia al atacar a Jesús. Pecaron contra la luz en la forma más determinada. La similitud con Nm. 15:30 también es generalmente citada. El alma que peca por ignorancia debe traer una ofrenda por el pecado, pero el alma que peca presuntuosamente (literalmente, con la mano en alto) «insulta» (gāḏep̄) al Señor y será cortada. Pecar seriamente contra un conocimiento claro de la verdad es evidentemente una blasfemia contra el Espíritu Santo (note aquí la igualdad de Dios y el Espíritu Santo), y por su naturaleza, este pecado hace que el perdón sea algo imposible, porque la única luz posible es deliberadamente apagada. La idea de un pecado imperdonable no es poco común en el NT (véase 1 Jn. 5:16; 2 Ti. 3:8; Jud. 13; Heb. 6:4–8; y 10:26–31).

Mucho se discute si el pasaje de Hebreos 6 afirma que los cristianos podrían pecar o blasfemar contra el Espíritu Santo. Sea como fuere, debemos de observar que este pasaje no permite que la experiencia pueda volver a repetirse. Una vez que el pecado ha sido cometido, ya no hay esperanza. Por lo tanto, no puede referirse a los altibajos de la vida cristiana. Mucho menos hará referencia a que un individuo pueda estar oscilando entre un estado de gracia y uno de pecado mortal, tal como los católicos afirman. Aquellos que sostienen la doctrina de la seguridad del creyente afirman que Heb. 6:9 indica que los versículos precedentes son sólo una advertencia para los cristianos, no una experiencia real. Otros afirman que el v. 5 se refiere a una profesión externa. En forma parecida, Stibbs afirma que la referencia puede ser a un caso hipotético en el pasaje de Heb. 10:26 (New Bible Commentary, IVCF, Chicago, 1955, in loco).

Las consciencias afligidas deben ser reconfortadas en este respecto. A menudo se dice que los que se preocupan por el pecado imperdonable no lo han cometido. En el tiempo de Jesús, no eran los grandes pecadores de la calle los que eran imperdonables. Más bien eran los clérigos que tenían una incredulidad jactanciosa (Jn. 7:48).

BIBLIOGRAFÍA

D.W. Amran en JewEnc; MSt; J.W. Melody en CE; J. Massie en HDB.

  1. Laird Harris

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MSt McClintock and Strong, Cyclopaedia of Biblical, Theological and Ecclesiastical Literature

CE Catholic Encyclopaedia

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (87). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

I. En el Antiguo Testamento

El significado básico de la palabra aquí es un acto de descaro en el cual el hombre agravia el honor de Dios. El verdadero objeto del verbo es el nombre de Dios, el que se maldice y denigra en lugar de honrarlo. (cf. la frase común bíblica y rabínica, “Bendito tú, oh Jehová”). La pena por la afrenta de la blasfemia es la muerte por apedreamiento (Lv. 24.10–23; 1 R. 21.9ss; Hch. 6.11 ; 7.58).

En la primera referencia es un israelita mestizo quien comete este pecado; y, hablando en general, son los paganos los que pronuncian blasfemias (2 R. 19.6, 22 = Is. 37.6, 23; Sal. 44.16; 74.10, 18; Is. 52.5), algunas veces incitados por el mal ejemplo y los deslices morales del pueblo de Dios (2 S. 12.14). Se sigue de esto, también, que cuando el pueblo de Dios cae en la idolatría se considera que ha cometido la misma blasfemia que los paganos (Is. 65.7; Ez. 20.27). El nombre de Yahvéh, que Israel tiene el peculiar destino de honrar (véase G. F. Moore, Judaism, 2, 1927–30, pp. 103) es profanado por su pueblo infiel y desobediente.

II. En el Nuevo Testamento

Aquí hay una ampliación del significado. Se blasfema también a Dios en la persona de sus representantes. Así, la palabra se utiliza con respecto a Moisés (Hch. 6.11); Pablo (Ro. 3.8; 1 Co. 4.12; 10.30) ; y especialmente al Señor Jesús, en su ministerio de perdón (Mr. 2.7 y citas par.), en su *juicio (Mr. 14.61–64), y en el Calvario (Mt. 27.39; Lc. 23.39). Por el hecho de que estos representantes personifican la verdad de Dios mismo (y en forma especialísima nuestro Señor) una palabra insultante dirigida a ellos y sus enseñanzas en realidad está dirigida contra el Dios en cuyo nombre hablan (así Mt. 10.40; Lc. 10.16). Saulo de Tarso arremetió violentamente contra los primeros seguidores de Jesús, y procuró obligarlos a blasfemar, e. d. a maldecir el nombre del Salvador (Hch. 26.11), y de esa manera renunciar a su voto de bautismo por el que confesaban que “Jesús es Señor” (cf. 1 Co. 12.3; Stg. 2.7). Sin embargo, este celo mal orientado no era simplemente contra la iglesia, sino contra el Señor mismo (1 Ti. 1.13; cf. Hch. 9.4).

Este término se utiliza, también, en un sentido más suave, con respecto al lenguaje infamatorio dirigido a los hombres (p. ej. Mr. 3.28; 7.22; Ef. 4.31, Col. 3.8; Tit. 3.2). Aquí la mejor traducción es “difamación, injuria”. Estos versículos condenan un vicio muy común, pero la advertencia puede estar fundada en un contexto tanto teológico como ético si tenemos en cuenta el pasaje de Stg. 3.9. Los hombres no han de ser objeto de maldiciones porque en ellos, como hombres, está grabada la imagen “formal” de Dios, y la persona humana es, en algún sentido, representante de Dios en la tierra (cf. Gn. 9.6).

Hay dos textos difíciles. 2 P. 2.10–11 habla de blasfemia contra “las potestades superiores”, a las que los ángeles no se atreven a vilipendiar. Estas son, probablemente, potestades angelicales malignas contra quienes los falsos maestros pretendían dirigir sus insultos (cf. Jud. 8). La blasfemia contra el Espíritu Santo (Mt. 12.32; Mr. 3.29) lleva consigo el espantoso pronunciamiento de que el que comete este pecado es “reo de juicio eterno” (“culpable de un pecado eterno”, °ba), que no puede ser perdonado. Este versículo es una advertencia solemne contra el rechazo persistente y deliberado del llamado del Espíritu a la salvación en Cristo. La falta de respuesta del hombre conduce inevitablemente a un estado de insensibilidad moral a la confusión de los valores morales, lo cual hace que se abrace el mal como si fuera el bien (“Mal, sé tú mi bien”; cf. Is. 5.18–20, °nbe; Jn. 3.19). El ejemplo de esta actitud es el de los fariseos, que atribuían a Satanás las obras misericordiosas de Jesús. En semejante estado de ánimo no es posible el arrepentimiento del corazón endurecido, pues el reconocimiento del pecado ya no es posible, y la oferta divina de misericordia es en efecto perentoriamente rechazada. El estar en esta peligrosa condición equivale a separarse de la fuente del perdón. Hebert agrega una nota pastoral provechosa: “A las personas que se sienten atormentadas en su alma por el temor de haber cometido el pecado contra el Espíritu Santo, se les debería decir, en la mayoría de los casos, que su misma preocupación es prueba de que no han cometido dicho pecado” (TWBR, pp. 32).

Bibliografía. HDB, 1, pp. 109; H. W. Beyer, TDNT 1, pp. 621–625; H. Währisch, C. Brown, W. Mundle en NIDNTT 3, pp. 340–847.

R.P.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico