CELO

v. Envidia
Num 5:14 espíritu de c, y tuviere c de su mujer
Num 11:29 le respondió: ¿Tienes tú c por mí?
Num 25:11 yo no he consumido en mi c a .. Israel
Deu 32:16 le despertaron a c con los dioses ajenos
Deu 32:21 me movieron a c .. los moveré a c con
1Ki 19:10, 14 sentido un vivo c por Jehová Dios
2Ki 10:16 ven conmigo, y verás mi c por Jehová
2Ki 19:31; Isa 9:7; Isa 37:32 el c de Jehová .. hará esto
Psa 69:9 porque me consumió el c de tu casa
Psa 78:58 le provocaron a c con sus imágenes
Psa 79:5 ¿hasta .. ¿Arderá como fuego tu c?
Psa 119:139 mi c me ha consumido, porque mis
Pro 6:34 porque los c son el furor del hombre, y
Son 8:6 el amor; duros como el sepulcro los c
Isa 59:17 tomó .. y se cubrió de c como de manto
Isa 63:15 ¿dónde está tu c, y tu poder, la
Eze 5:13 sabrán que yo Jehová he hablado en mi c
Eze 8:3 de la imagen del c, la que provoca a c
Joh 2:17 está escrito: El c de tu casa me consume
Act 5:17 secta de los saduceos, se llenaron de c
Act 13:45 viendo los judíos .. se llenaron de c, y
Act 17:5 los judíos que no creían, teniendo c
Rom 10:2 doy testimonio de que tienen c de Dios
Rom 10:19 os provocaré a c con un pueblo que no
Rom 11:11 salvación a los .. para provocarles a c
Rom 11:14 pueda provocar a c a los de mi sangre
1Co 3:3 habiendo entre vosotros c, contiendas
1Co 10:22 ¿o provocaremos a c al Señor? ¿Somos
2Co 7:11 qué temor, qué ardiente afecto, qué c
2Co 9:2 vuestro c ha estimulado a la mayoría
2Co 11:2 porque os celo con c de Dios; pues os
Gal 4:17 tienen c por vosotros, pero no para bien
Phi 3:6 en cuanto a c, perseguidor de la iglesia
Jam 3:14 pero si tenéis c .. en vuestro corazón, no


Celo (heb. qin’âh, qannâ’, etc.; gr. zelos [del verbo z’lóí‡, “celar”]). Actitud humana negativa hacia otro u otros causada por el miedo, la falta de confianza, el resentimiento por sus ventajas, etc. (Pro 6:34; Son 8:6; 1Co 3:3). No se lo debe confundir con el celo divino, mencionado con frecuencia en la Biblia. El celo de Dios es una preocupación por el bienestar de su pueblo; su determinación de que nada surja entre él y ellos que pudiera engañar, minar o destruir (Exo 20:5; Deu 5:9; Jos 24:19). Como es el único Dios verdadero, la salvación sólo se encuentra en él; que el hombre siga a cualquier otro dios es un engaño que lleva a la destrucción y a la muerte. El celo o indignación divinos a menudo se manifiesta en formas que parecen severas, pero que más tarde se ven como la disciplina necesaria para el beneficio final de la gente de dura cerviz. Así­ se dice que Dios está celoso de su derecho a la adoración de los hombres (Exo 20:4-6; 34: 14; Deu 4:23, 24; etc.), celo que los israelitas poní­an con frecuencia en acción (véase Deu 32:21; 1Ki 14:22,23, BJ; Psa 78:58; etc.). Está celoso por causa de la indignidad y el sufrimiento ocasionados a su pueblo (Eze 36:6,7), y por el honor de su nombre que habí­a sido deshonrado por su nación escogida cuando fue llevado en cautiverio (39:25-28). Dios esperaba que la presentación del evangelio a los gentiles despertara en los judí­os el celo y, con ello, que volvieran a él (Rom 0:19;11:11). Pablo expresó un “celo de Dios” acerca de la iglesia de Corinto, que él habí­a “desposado” con Cristo, temiendo que fuera apartada de su divino esposo (2Co 11:2,3). Celosí­a. Palabra que aparece en Pro 7:6 y Jdg 5:28 para traducir el vocablo heb. ‘eshnâb, “ventana” o “respiradero”. En Son 2:9 se utiliza la palabra heb. jªrakkîm, y se refiere a lo mismo. En el resto del AT también se emplean arubbâh y tsebâkâh. Todaví­a no se sabe qué diferencias de aspecto querí­an indicar todos estos términos. Las ventanas en las antiguas casas orientales a menudo estaban protegidas por un enrejado de madera (aspecto que refleja el significado de las palabras originales). Cena. Véanse Banquete; Comida.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n zelus, hebreo qinah, ardor, fervor, pasión. Sentimiento doloroso por el miedo de perder algo amado; en la Escritura, si el marido sentí­a celos por su mujer, fundados o supuestos, debí­a llevarla al sacerdote quien la sometí­a al rito de celos para establecer la verdad, Nm 5, 11-31. Es tal el amor de Yahvéh por su pueblo, que dice que es un Dios celoso, Ex 20, 5; 34, 14; Dt 44, 24; 5, 9; 6, 15; Jos 24, 19; Ez 39, 25. Laira de Dios es denominada c., Dt 29, 29; 1 R 14, 22; 2 R 19, 31; Sb 5, 17; Is 20, 11; So 1, 18; 3, 8; Na 1, 2. Fervor al servicio de Dios, del altar, del Templo; por la Ley, por el Evangelio, Nm 25, 10; 1 R 19, 10; 2 R 10, 16; Esd 7, 23; 1 M 2, 24-26 y 50-58; 2 M 4, 14; Sal 69 (68), 10; 119 (118), 139; Jn 2, 17; Hch 22, 3; Rm 10, 2; 12, 11; 2 Co 9, 2; Ga 1, 14; Ef 6, 15.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

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Es un ardiente deseo de que salga adelante una empresa y de que se asegure el bien de una persona o comunidad. El celo es afectivo, pero evidentemente compromete también la inteligencia para planifica mejor y la voluntad para empeñarse en algo. Religiosamente el celo se ha entendido siempre como una entrega especial e intensa por el triunfo de las cosas que tiene que ver con Dios y con su Reino.

En este sentido tiene una base bí­blica abundante. Unas veces se atribuye el celo a Dios: Ex. 20.4; Ex. 34.14; Jos. 24. 19. Muchas de las referencias aluden al deber de trabajar y actuar por Dios: Deut. 4. 24; 1 Rey. 14.22; Salm. 78.58. En los Profetas el celo de Yaweh y por Yaweh aparece insistentemente: Ez. 39. 25; Rey. 10.16; Is. 48.8; Is. 9.1-6; Joel 2.18; Sof. 3.8.

El celo es un rasgo especialmente necesario e interesante en catequesis. El catequista no puede actuar de forma conveniente sin una dosis elevada de celo; pues, si carece de ella, las dificultades le pueden y el desaliento le aminora la acción. En la medida en que el celo le domine, la superación de todos los obstáculos se hace posible, incluso fácil.

Pero es necesario ver también el celo como un objetivo de educación cristiana. La educación de la fe tiene que conducir a la madurez, es decir a provocar el deseo de comunicar a los demás lo que uno recibe. Es precisamente el celo lo que mueve a todo cristiano bien formado y consciente de sus dones sobrenaturales a compartir con los demás y a buscar el bien ajeno.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La palabra griega dselos viene de una raí­z que significa: estar caliente, entrar en ebullición; traduce bieñ la palabra hebrea qin’ah, cuya raí­z designa el rojo que sale al rostro de un hombre apasionado. Esta pasión, semejante a menudo a la *ira (Dt 29,19), hace pensar en el *fuego (Sof 1,18; Is 26,11). Puede provenir de diversos sentimientos, desde el amor desinteresado hasta la sórdida envidia. Amores, odios, celos (Ecl 9,6), furor, turbación (Eclo 40,4), pasión vehemente (30,24), celo por la ventura del pueblo (2Sal 21,2) o por la honra de Dios (Núm 25,11): todos estos sentimientos pueden invadir el corazón del hombre y conducir a la ira (Prov 27,4) o a una muerte de hombre (Gén 4,5.8; Núm 25,7s). Esta violencia no es de suyo condenable; su valor depende del móvil que la inspira, según sea desinteresado o no. Existen, en efecto, móviles egoí­stas. Hay que reconocer con los sabios que la envidia, como “una caries en los huesos” (Prov 14,30), estraga el corazón del hombre. Surge entre hermanos (Gén 4,5-11; 37,11), entre mujeres (30,1), entre esposos (Prov 6,24; Núm 5), entre pueblos (Gén 26,14; Is 11,13) y hasta entre justo e impí­o (Sal 37,1; 73,3; Prov 3,31; 23,17); desune a la comunidad cristiana con querellas (Rom 13,13), disputas (ICor 3,3; 2Cor 12, 20), con amargura y enredo (Sant 3,14.16). De este cuadro no habrí­a que concluir con el Eclesiastés que todo esfuerzo y toda pasión del hombre provenga de la envidia (Ecl 4,4). Si el celo bien intencionado puede ocultar una real estrechez de espí­ritu (Núm 11,29), existe, no obstante, también una llama de amor muy pura (Cant 8,6) que hay que reconocer sobre todo a través de los aparentes celos de Dios.

1. EL Dios CELOSO. 1. Los celos del Dios único. En la mayor parte de las mitologí­as comparten los dioses los sentimientos de los hombres que los han concebido. Se muestran celosos de la dicha de los humanos, solí­citos por defender sus privilegios; los hombres tratan de aplacarlos otorgándoles a todos parte de la adoración que reclaman. Israel mismo conoció este sincretismo simple (2Re 23,4-14), siendo así­ que debí­a pertenecer perfectamente, como debí­a, a Yahveh (Dt 18,13).

Los celos de Yahveh no tienen nada que ver con las mezquindades humanas. Dios no tiene celos de algún “otro” que pudiera serle igual, pero exige una adoración exclusiva por parte del hombre, al que ha creado a su *imagen; esto, expresado en términos antropomórficos, se traduce en celos para con los “otros dioses”. Los textos más antiguos justifican así­ el primer mandamiento del decálogo : “No te postrarás delante de ningún otro dios, porque Dios se llama el celoso, es un Dios celoso” (Ex 20,5; 34,14; Dt 6,14s). Esta intransigencia, sin analogí­a en las religiones paganas, se refleja en los textos antiguos y recientes; equivale al “fuego devorador” (Dt 4,24); a Dios le hacen celoso los *í­dolos (Sal 78,58; Dt 32,16.21; IRe 14,22), a los que fácilmente se designa como “í­dolos de envidia” (Ez 8,3.5; 2Re 21,7). En definitiva, si ‘Dios es celo-so, es que es *santo y no puede tolerar que se atente contra su honor (los 24,19s).

2. El celo de Yahveh Sabaot. El sentimiento de celos marca el origen de las reacciones divinas en la historia de la alianza: un celo vehemente defiende a los oprimidos y castiga a los malvados. Es curioso observar que los profetas Oseas y Jeremí­as, que presentaron la *alianza bajo los rasgos de los desposorios (*esposo), no conocen la palabra celos; para ellos la *ira expresa el ardor del amor de Dios. En los otros el celo parece ordinariamente ligado a la *santidad de Dios. Así­ Ezequiel muestra a Yahveh solí­cito por “santificar su *nombre” salvando a Israel (Ez 39,25; cf. 36,23-28). También según Isaí­as “el ardor de Yahveh hará esto”, es decir: salvará a Jerusalén asegurando que sobre-vivirá un *resto (Is 37,32; 2Re 19,31) y que un prí­ncipe de la paz vendrá a restaurarlo todo (9,5s). El mismo ardor hace que descargue la cólera divina sobre Israel infiel (Ez 5,13; Dt 32,19) y sobre las *naciones (Ez 36,5s; Is 59,17); o, por el contrario, salva a Israel (Zac 1,14; 8,2) en la imagen del guerrero (Is 42,13) o del hombre conmovido en sus entrañas (Jl 2,18). Si la santidad da origen al celo que anima a Yahveh, su amor apasionado lo pone en acción : “la pasión es violenta como el infierno, sus dardos son una llama divina” (Cant 8,6). Israel puede recurrir a la piedad de Dios e invocar sus entrañas de Padre en nombre de sus celos poderosos (Is 63,15s).

II. EL CELO DE Dios. 1. Los celadores de Yahveh. Yahveh tiene diferentes medios para suscitar en Israel un celo a la imagen del suyo; por ejemplo, excita los celos de su pueblo otorgando su favor a las *naciones (Dt 32,21). Ordinariamente comunica su propio ardor a tal o cual elegido. Finés está así­ “poseí­do de los mismos celos que yo”, dice el Señor, aplacado por tales celos (Núm 25,11); el profeta *Elí­as, a pesar de una real ilusión sobre lo único de su caso, se siente abrasado por el celo divino (lRe 19,14; Eclo 48,2); el salmista, finalmente, puede proclamar: “el celo de tu casa me devora” (Sal 69,10; 119,139). El macabeo Matatí­as sigue conscientemente el ejemplo de los que le precedieron en los caminos del celo de Dios (lMac 2,52,54): sus entrañas se estremecieron ante el honor de Dios ultrajado por los idólatras (2,24-27).

En un arranque contra las prácticas paganas que inducen a componendas idolátricas (2Mac 4,14) los *piadosos se muestran “celosos por el bien” (Eclo 51,18) *buscándolo ardientemente. Otros, a quienes se llamará los zelotes, estiman necesario fomentar la rebelión contra el ocupante pagano (Act 5,35ss) y la violencia contra los que consideran herejes, como Pablo (23,12ss).

2. El celo cristiano. Los seguidores de Jesús van a verse expuestos a los ataques del celo judí­o, que quiere exterminarlos (Act 5,17; 13,45; 17,5); los mismos celos auténticamente religiosos, pero poco ilumina-dos (Rom 10,2), animaban a Saulo cuando perseguí­a a la Iglesia de Dios (F1p 3,6; Gál 1,14; Act 22,3). Los cristianos no pueden dejarse contaminar por este celo, pero su espí­ritu puede sobrevivir en algunos “partidarios celosos de la ley” (Act 21,20).

Jesús, sin embargo, no tení­a nada de zelote. Se niega a justificar la rebelión contra el César (Mt 22. 15-21); cuenta, sí­, entre sus discí­pulos a Simón el Zelote (Mc 3,18; Lc 6,15), pero condena las teacciones de los “hijos del trueno” (3,17; Lc 9,54), aun aceptando que se profesen prontos al martirio (Mt 20,22). Finalmente, en la ocasión de,su arresto se niega a resistir con las armas en la mano (Mt 26,51ss), pues no tiene nada de “bandido”, es decir, de ((je-fe de pandilla” (26,55).

Si Jesús rechaza todo espí­ritu zelote, sin embargo, conserva su pasión para con el reino de los cielos que “sufre violencia” (Mt 11,12) y exige el sacrificio de todo, incluso de la vida (16,24s). Los discí­pulos ven en la expulsión de los vende-dores del templo el gesto del justo, al que su celo ha de conducir a la muerte (Jn 2,17).

Hay, en efecto, un celo cristiano, el que muestra Pablo para con las Iglesias que le están confiadas, como amigo del esposo (2Cor 11,2): la pureza que defiende en ellas es la preservación de toda falsa doctrina, como en el AT se cebaban los celos en la idolatrí­a. Su celo a propósito del pueblo judí­o es un eco del de Yahveh que excitaba los celos de su pueblo otorgando su gracia a las *naciones (Rom 11,11.14; 10,19).

El celo puede manifestarse de diversas maneras, como con ocasión de una colecta (2Cor 9,2); debe consistir siempre en la búsqueda de los dones mejores (ICor 12,31; 14, 1.12.39), pues la salvación adquirida por Cristo ha suscitado un “pueblo celador del bien” (Tit 2,14; cf. 1Pe 3,13).

-> Amor – Ira – Fuego.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

El sustantivo hebreo qinʾâ «celo, ardor» (aparece 43 veces) tiene su equivalente en el griego dsēlos (16 veces en el NT), mientras que el verbo denominativo qānāʾ (= tener qinʾâ) «ser celoso» (34) es equivalente al verbo griego dsēloō (11). Por ser términos equívocos, qinʾâ y dsēlos pueden ser buenos «celo, ardor por» (Sal. 69:9; 2 Co. 7:7) o malos «envidia, celo de» (Nm. 5:14; Hch. 5:17), dependiendo del motivo. Sin embargo, a veces, el celo aun con motivos sinceros es impropio (Ro. 10:2; Fil. 3:6). Pablo, comprendiendo la doble función del término, explica en 2 Co. 11:2: «Porque os celo con celo de Dios».

La calificación «de Dios» atiende al uso de qannāʾ en el AT (Ex. 20:5 y Dt. 5:9; Ex. 34:14; Dt. 4:24; 6:15) y qannôʾ (Jos. 24:19; Nah. 1:2), siempre de Dios, en la conspicua expresión antropomórfica «Dios celoso». Dios es celoso por Israel, como un marido lo es por su esposa, porque por elección y pacto ellos son peculiarmente su propiedad. Él es celoso por su protección y su salvación, pero al mismo tiempo él es un «fuego consumidor» (Dt. 4:24) cuando el mal está en medio de ellos. El celo de Dios es tanto una parte de su carácter santo y recto y de su ser como es su amor.

El NT no habla de Dios como celoso. Más bien, es el Hijo de Dios (Jn. 2:17) y los hijos espirituales de Dios (2 Co. 7:11; 11:2) quienes exhiben este «celo divino» de parte del reino y la santidad de Dios, y así ha de ser hoy en la iglesia.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; KB; RTWB; SHERK.

Dewey M. Beegle

KB Koehler-Baumgartner, Lexicon in Veteris Testamenti Libros

RTWB Richardson’s Theological Word Book

SHERK The New Schaff-Herzog Encyclopaedia of Religious Knowledge

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (102). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Fervor dedicado a fomentar una causa o rendir un servicio. Pero las palabras heb. y gr. correspondientes en la Biblia pueden tener sentido negativo. Así qānā’ (verbo), qin’â (sustantivo), se traducen con frecuencia *“envidia” (como en Gn. 26.14; 37.11; Job 5.2, °bj “cólera”; Sal. 37.1), y ocasionalmente “pasión” (Job 5.2, °vp; Pr. 14.30, rsv), además de “celo” en el sentido positivo (2 S. 21.2).

La frase “el celo de Jehová de los ejércitos” aparece varias veces (2 R. 19.31; Is. 9.7; 37.32; cf. Is. 26.11; 63.15) y significa celosa preocupación por su pueblo y por el bienestar del mismo; la relación de ellos hacia él es como la de la esposa para con su marido, de allí la “ira” de °vp en Is. 59.17 (heb. qin’â, °nbe., “indignación”).

De modo semejante, en el NT los términos gr. zēloō (verbo) y zēlos (sustantivo) pueden tener buen o mal sentido, según el contexto. Así °vrv2 tiene “envidia” (Hch. 7.9), “celos” (Hch. 5.17), y “(ardéis de) envidia” (Stg. 4.2), pero trad., con buen sentido, como “procurad” (1 Co. 12.31), “tienen celo por” (Gá. 4.17), o “solicitud” (2 Co. 7.7). “Celo” tiene, en cambio, significado positivo en 2 Co. 11.2, donde Pablo “cela” (zēloō) a sus convertidos “con celo de Dios” (zēlos), no con el significado del celo humano por la posesión egoísta o la preocupación por la propia reputación, sino el celo que siente el que ama por su amada; y un “celo de Dios” porque se trata de algo que se siente como si lo sintiese Dios por su propio pueblo, que tiene con él una relación como la que se da en el matrimonio (cf. Ex. 20.5; 34.14; Dt. 5.9, etc.).

zēlōtēs, *“zelote”, se aplica al apóstol Simón (Lc. 6.15; Hch. 1.13), llamado en Mt. 10.4 y Mr. 3.18, Simón el cananita, donde ho kananaios puede ser traducción del arm. qan’ān, ‘zelote’. zēlōtēs aparece tamb. en 1 Co. 14.12, donde a los lectores de Pablo que son zelotes o entusiastas por (°vrv2 “anheláis”) las manifestaciones del Espíritu (los “dones espirituales”) se los insta a procurar (zēteō) abundar en la edificación de la iglesia, e. d. a comprender que el propósito de los dones espirituales es comunitario, y no para fines egoístas. En otras partes zēlōtēs se traduce “celosos” (Hch. 21.20; 22.3; Gá. 1.14; Tit. 2.14; 1 P. 3.13).

El verbo spoudazō se trad. “procurar (con diligencia)” (Gá. 2.10; 1 Ts. 2.10; 2 P. 1.10, 15; 3.14, etc.), pero tamb. “solícitos” (Ef. 4.3), “apresurarse” (Tit. 3.12). El adjetivo spoudaios aparece en 2 Co. 8.17, 22 (“solícito”), y el adverbio spoudaiōs en Lc. 7.4; Tit. 3.13 (“con solicitud”), Fil. 2.28 (“con mayor solicitud”); 2 Ti. 1.17 (“solícitamente”). °vrv2 trad. spoudē como “solicitud” (Ro. 12.8; 2 Co. 7.12; 2 Co. 8.7, 16; He. 6.11), ”diligencia” (Ro. 12.11; 2 Co. 8.8; 2 P. 1.5), “prontamente” (Mr. 6.25), “prisa” (Lc. 1.39).

Bibliografía. G. Sauer, “Celo”, °DTMAT, t(t). II, cols. 815–819; H.-C. Hahn, W. Bauder, “Celo”, °DTNT, t(t). I, pp. 245–247; A. Deissler, “El celo y la ira de Yahvé”, Mysterium salutis, 1969, t(t). II, pp. 307ss; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1973, t(t). I, pp. 299–304.

H.-C. Hahn, NIDNTT 3, pp. 1116–1168; A. Stumpf, TDNT 2, pp. 877–888; G. Harder, TDNT 7, pp. 559–568.

N.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(De delos, un derivado de deo “hervir”, “palpitar con calor”), es “un efecto necesario del amor”, siendo “la acción vehemente de quien ama para [asegurar] el objeto de su amor” (vehemens motus amantis in rem amatam, Santo Tomás, Summa Theol. I-II:28:4). Aquí, la nota distintiva es la vehemencia, o intensidad, de la acción a la que impulsa el amor, una intensidad que es proporcional a lo que siente el amor. Así como existen dos clases de amor, el amor concupiscentiae, que es auto-complaciente, y el amor amicitiae, que es altruista, podrían distinguirse dos clases de celo, pero por su uso el término está restringido al celo inducido por el amor amicitiae; efectivamente en su sentido religioso se aplica solamente al celo inspirado por el amor de Dios, el esfuerzo ardiente o las obras emprendidas para promover Su gloria. Aquí de nuevo podemos subdividir de acuerdo a como este celo por Dios se manifieste en obras de devoción dirigidas al cumplimiento del primero o del segundo de los dos grandes Mandamientos. En la Biblia (cf. Sal., lxiii, 10; Num., xxv, 11; Tit., ii, 14, etc.) se utiliza principalmente en la primera de estas aplicaciones; en la frase “celo por las almas” se usa en la segunda, y en este sentido es la más común entre los escritores religiosos. El celo, siendo amor en acción, por lo mismo tiende a remover en cuanto esté en su poder todo lo que sea injurioso u hostil al objeto de su amor; tiene así sus antipatías como también sus atracciones. Más aún, puesto que, si bien en sí mismo pertenece a la voluntad, presupone un ejercicio de juicio en cuanto a los medios apropiados para el logro de su objeto, debemos distinguir además el verdadero y el falso celo, según que el juicio conductor sea sano o insano. Así el celo de San Pablo era celo de principio a fin, pero era celo falso en los días en que perseguía a la Iglesia, y celo verdadero cuando se convirtió en su Apóstol. “Caritas Christi urget nos” son las palabras con las que este Apóstol describió los impulsos dentro de su propio pecho de este celo que contribuyó tan poderosamente a cimentar las bases de la Iglesia Católica. Y es un celo de naturaleza tal que, encendido en los pechos de tantas generaciones de seguidores ardientes de Cristo, en su cooperación con los copiosos dones del Espíritu Santo, ha constituido esa Iglesia en la más grande maravilla de la historia humana. Por ello es el celo de todas aquellas almas devotas el que, a diferencia de la tibieza del Cristiano corriente, ha lanzado a los Apóstoles y misioneros a sus vidas de auto-sacrificio, ha llenado los santuarios con una fuente inagotable de buenos sacerdotes y los claustros con multitudes de fervientes religiosos, que ha organizado, sostenido, y desarrollado una formación tan espléndida de obras de caridad para satisfacer casi cada necesidad concebible de la humanidad doliente.

SAN. FRANCISCO DE SALES, Tratado sobre el Amor de Dios, X, xii-xv; RODRIGUEZ, La Práctica de la Perfección Cristiana, III, tr. 9, chap. x; SAINT-JURE, Sobre el conocimiento y el Amor de Nuestro Señor, xxii, sect. 13; HOUDRY, Bibliotheca Praedicatorum, s.v. Zeal, el cual contiene una completa bibliografía y numerosos extractos relacionados con el tema.

Escrito por SYDNEY F. SMITH

Transcrito por Michael T. Barrett

Dedicado a todos los que son fervorosos por la Fe Católica.

Traducido por Daniel Reyes V.

Fuente: Enciclopedia Católica