CIRO

2Ch 36:22; Ezr 1:1 despertó el espíritu de C
Ezr 5:13 año primero de C .. rey C dio orden
Isa 44:28 dice de C: Es mi pastor, y cumplirá
Isa 45:1 dice Jehová a su ungido, a C, al cual
Dan 1:21 y continuó Daniel hasta el .. del rey C


Ciro (heb. y aram. Kôresh, “sol”; persa antiguo Kurush; bab. Kurash). Rey y fundador del Imperio Persa. Hijo de Cambises I, llegó a ser rey de Anshan en el 558 a.C., y gobernó sobre tribus persas como un prí­ncipe vasallo de los medos. Los historiadores griegos dicen que su madre fue Mandane, hija de Astiages, rey de Media. Después de c 559 a.C. unificó varias tribus persas en una nación, y entre el 553 y el 550 a.C. derrotó a su abuelo Astiages y tomó el Imperio Medo con su capital, Ecbatana. Unos pocos años más tarde (547 a.C.) derrotó a Creso, rey de Lidia, y conquistó Sardis, su capital “inexpugnable”. Se convirtió así­ en el gobernante de toda el Asia Menor, además de Irán (Persia) y los territorios al norte de la Mesopotamia que ya poseí­a. Como ahora era el gobemante más poderoso de la tierra, un choque con el debilitado Imperio Caldeo de Nabonido era inevitable. En el 539 a.C. las fuerzas de Ciro cruzaron el “muro de Media” construido por Nabucodonosor, derrotaron a los babilonios en la batalla de Opis sobre el Tigris y después capturaron Sippar y Babilonia; esta última cayó sin una batalla verdadera. Belsasar, que habí­a gobernado Babilonia como corregente, fue asesinado. Su padre, Nabonido, huyó, pero más tarde se entregó a Ciro y fue enviado al exilio. Al destruir el Imperio Babilónico y al permitir que los exiliados judí­os regresaran a su tierra natal y reconstruye tan su templo en Jerusalén (2Ch 36:22,23; Ezr 1:1-11; 6:2-5), Ciro cumplió las profecí­as de lsaí­as (44:28-45:4). 129. Tumba de Ciro en Pasargada. Los judí­os no fueron los únicos beneficiados con los favores de Ciro. En largas inscripciones cuneiformes que hay en el famoso Cilindro de Ciro (ahora en el Museo Británico), sabemos que permitió regresar a su tierra a varias otras naciones exiliadas por los babilonios, y a reconstruir santuarios devastados. También devolvió a sus templos los objetos de culto, tales como estatuas de las divinidades, en la misma forma en que devolvió a los judí­os los vasos sagrados que Nabucodonosor habí­a llevado a Babilonia del templo de Jerusalén. Cuando murió en una campaña contra algunas tribus del Irán oriental, en el 530 a.C., el mundo perdió a uno de sus monarcas más 234 grandes. No sólo habí­a sido un gran guerrero, sino también un sabio organizador y un gobernante prudente y amplio. Su imperio, que se extendió desde el Mar Egeo en el oeste hasta la India en el este, y desde los montes Cáucasos en el norte hasta el borde de Egipto en el sur, fue el mayor imperio que alguna vez vio la tierra. Su hijo Cambises, que lo sucedió en el trono, añadió Egipto a su imperio; algo que tal vez Ciro mismo habí­a planificado. Véase Mapa XII. Bib.: A. T. Olmstead, History of the Persian Empire [Historia del Imperio Persa] (Chicago, 1943), pp 34-58; R. Ghirshman, Iran (Penguin Books, 1954), pp 128-136; ANET 315, 316.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

El hijo de Cambises, rey de Anzán. Con el ascenso de Ciro principió el renombrado Imperio Persa, que iba a continuar hasta la llegada de Alejandro Magno. Nabonido fue el último soberano gobernante del Imperio Neobabilónico, porque en las tierras montañosas de Irán otro reino estaba forjando su propio programa de conquista. Cuando los medos y su rey, Astiages, fueron vencidos por Ciro, el reino de Persia comenzó a asumir proporciones amenazantes. Ciro mismo anunció su genealogí­a: †œYo, Ciro, rey de multitudes, el gran rey, rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad… hijo de Cambises, el rey, rey de Anzán; el nieto de Ciro… el bisnieto de Teispes… rey de Anzán…† En esta misma inscripción, Ciro procede a relatar cómo la ciudad de Babilonia le abrió sus puertas sin resistencia, confirmando el relato bí­blico registrado en Daniel 5 cuando Darí­o, actuando como vicerregente de Ciro, tomó la ciudad de Babilonia en nombre de Ciro el Grande. El Imperio Neobabilónico no estaba en condiciones de resistir el avance de Ciro y cayó fácilmente en manos de los persas. El AT fija el marco de referencia en contraste con el escenario de la fiesta impí­a de Belsasar (Dan 5:1-30).

Ciro entró a Babilonia el 29 de octubre del 539 a. de J.C. y se presentó a sí­ mismo en el papel de liberador del pueblo. Permitió que las imágenes de los dioses fueran transportadas de vuelta a sus ciudades de origen e instituyó una polí­tica amable para repatriar a los pueblos cautivos. Sus normas de moderación naturalmente se extendieron a los hebreos, a quienes estimuló para volver a Judea a reconstruir su templo (2Ch 36:22-23; Ezr 1:1-6). Isaí­as se refiere a Ciro como su (eso es, del Señor) ungido (Isa 45:1).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Véase PERSIA.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

Rey de Persia (559-529 a.C.) que llegó a formar un gran imperio. Heredero legí­timo de la dinastí­a de un modesto reino en lo que hoy es Irán, se alió con †¢Nabonido, rey de Babilonia para conquistar a los medos. Luego venció a Creso, rey de †¢Lidia, famoso en la historia por sus riquezas, se apoderó finalmente de todas las colonias griegas de la costa de Anatolia y dominó en el Oriente Medio. Se distinguió por una polí­tica de tolerancia religiosa hacia los pueblos vencidos.

C. emitió el famoso edicto que lleva su nombre que permití­a el retorno a Jerusalén de los judí­os que estaban en Babilonia. Esto fue posible porque †œJehová despertó el espí­ritu de C.† para ello y para que se edificara †œcasa en Jerusalén, que está en Judᆝ (2Cr 36:22-23; Esd 1:1). Dios dice de Ciro: †œEs mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero† (Isa 44:28). Le llama †œsu ungido† y proclama que hará grandes cosas a través de él, pero aclarando: †œaunque no me conociste† (Isa 45:1, Isa 45:5), lo que es una muestra más de la acción soberana de Dios en la historia. Daniel †œprosperó durante el reinado de Darí­o y durante el reinado de C. el persa† (Dan 6:28).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, REYE BIOG ARQU HOMB HOAT

ver, DANIEL, DARíO, PERSIA

vet, = “sol, trono”. Rey de Elam, fue el fundador del Imperio Persa. Al tomar Babilonia, quedó establecido el segundo gran imperio gentil de Daniel. Ya mucho antes de su nacimiento hallamos una profecí­a referente a él (Is. 44:28; 45:1). Al acabar los 70 años del cautiverio, como lo habí­a profetizado Jeremí­as (Jer. 25:12; 29:10), Dios movió el espí­ritu de Ciro, y se decretó la reconstrucción de la casa de Jehová Dios de Israel, dándose permiso a los cautivos para que volvieran a Jerusalén. También fueron devueltos los vasos sagrados que habí­an sido llevados de Jerusalén a Babilonia. Este fue llamado el primer año de Ciro, cuando empezó a reinar en solitario sobre Babilonia (Esd. 1:1-11; 2 Cr. 36:22, 23). Esto serí­a alrededor del año 536 a.C., habiendo empezado los 70 años de la cautividad de Judá el 606 a.C. Ciro murió en batalla en el año 530 a.C., y su tumba existe en Pasargada, en el moderno Irán. Véanse, DANIEL, DARíO EL MEDO, PERSIA.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Fundador del Imperio persa y conquistador de Babilonia. Ha pasado a la historia como †œCiro el Grande†, distinguiéndose así­ de su abuelo Ciro I.
Según un documento cuneiforme conocido como el Cilindro de Ciro, después de conquistar el Imperio babilonio, este rey dijo: †œSoy Ciro, rey del mundo, gran soberano, monarca legí­timo, rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad, rey de los cuatro bordes (de la tierra), hijo de Cambises (ka-am-bu-zi-ia), gran soberano, rey de Anšan, nieto de Ciro [I], […] descendiente de Teispes […], de una familia (que) siempre (poseyó) realeza†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 244, 245.) En este registro Ciro aparece como descendiente real de los reyes de Anshan (Anšan), ciudad o región de ubicación incierta. Algunos la sitúan en las montañas que se encuentran al norte de Elam, pero por lo general se cree que estaba situada al E. Los reyes pertenecientes a este linaje reciben el nombre de aqueménidas, por Aquemenes, el padre de Teispes.
La primera parte de la historia de Ciro II es algo oscura, ya que se depende en buena medida de los relatos un tanto fantásticos de Heródoto (historiador griego del siglo V a. E.C.) y Jenofonte (otro escritor griego de más o menos medio siglo después). Sin embargo, los dos historiadores presentan a Ciro como el hijo del gobernante persa Cambises por su esposa Mandane, hija de Astiages, el rey de los medos. (Historia, de Heródoto, I, 107; Ciropedia, de Jenofonte, I, II, 1.) Ctesias, otro historiador griego del mismo perí­odo, niega esta relación consanguí­nea de Ciro con los medos, pero afirma en cambio que llegó a ser yerno de Astiages al casarse con su hija Amytis.
Ciro sucedió a su padre Cambises I en el trono de Anshan, que estaba sometido al rey medo Astiages. Diodoro (siglo I a. E.C.) sitúa el comienzo del reinado de Ciro en el primer año de la LV Olimpiada, es decir, 560-559 a. E.C. Heródoto relata que Ciro se rebeló contra la autoridad meda, y, debido a la deserción de las tropas de Astiages, consiguió una victoria fácil y capturó Ecbátana, la capital de los medos. De acuerdo con la Crónica de Nabonido, el rey Ishtumegu (Astiages) †œconvocó sus tropas y marchó contra Ciro, rey de Anshan, con el fin de en[frentarse a él en batalla]. El ejército de Ishtumegu [Astiages] se rebeló contra él y [le] lle[varon] en cadenas a Ciro†. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 305.) Ciro consiguió la lealtad de los medos, después de lo cual medos y persas lucharon unidos bajo su mando. Con el fin de controlar el sector occidental del Imperio medo, en los años siguientes Ciro avanzó hasta el rí­o Halys (Asia Menor), lí­mite oriental del Imperio lidio.
Seguidamente derrotó al opulento rey Creso de Lidia y capturó Sardis. Luego subyugó las ciudades jónicas y anexionó todo el Asia Menor al Imperio persa. De esta forma, en tan solo unos cuantos años llegó a ser el rival más importante de Babilonia y su rey Nabonido.

Conquista de Babilonia. Ciro por fin se preparó para una confrontación con la poderosa Babilonia, y es en particular a partir de este momento cuando desempeña un papel importante en el cumplimiento de la profecí­a bí­blica. En las palabras proféticas inspiradas registradas por Isaí­as concerniente a la restauración de Jerusalén y su templo se hizo mención de este gobernante persa como aquel que Jehová Dios habí­a designado para derrocar a Babilonia y liberar a los judí­os exiliados. (Isa 44:26–45:7.) Aunque esta profecí­a se registró más de un siglo y medio antes de que Ciro subiera al poder, y pese a que la desolación de Judá evidentemente tuvo lugar antes de que siquiera hubiera nacido, Jehová declaró que Ciro actuarí­a como su †œpastor† a favor del pueblo judí­o. (Isa 44:28; compárese con Ro 4:17.) En virtud de este nombramiento por anticipado, se llamó a Ciro el †œungido† de Jehová (una forma de la palabra hebrea ma·schí­Â·aj, mesí­as, y de la palabra griega kjri·stós, cristo). (Isa 45:1.) El que Dios †˜le llamara por su nombre†™ (Isa 45:4) con tanta antelación no quiere decir que le diera a Ciro su nombre cuando nació, sino, más bien, que sabí­a de antemano que un hombre llamado así­ se levantarí­a y que El le llamarí­a, no de manera anónima, sino directa y especí­ficamente, por nombre.
Así­, sin que él mismo lo supiera, ya que con bastante probabilidad era un seguidor pagano del zoroastrismo, de manera figurada Jehová Dios habí­a estado †˜asiendo su diestra†™ para dirigirle o fortalecerle, ciñéndole y preparando y allanando el camino para que llevase a cabo el propósito divino: la conquista de Babilonia. (Isa 45:1, 2, 5.) Al ser Aquel que †œdeclara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho†, el Dios Todopoderoso habí­a conformado las circunstancias para realizar por completo su propósito. Habí­a llamado a Ciro †œdesde el naciente†, desde Persia (al E. de Babilonia), donde se construyó su capital favorita, Pasargada, y Ciro habrí­a de ser como un †œave de rapiña†, abalanzándose velozmente sobre Babilonia. (Isa 46:10, 11.) Es de destacar que, según The Encyclopædia Britannica (1910, vol. 10, pág. 454), †œlos persas llevaban un águila fijada en la punta de una lanza, y el Sol, como su divinidad, también estaba representado en sus estandartes, que […] custodiaban con gran celo los más valientes del ejército†.

¿Cómo desvió las aguas del Eufrates?
Las profecí­as de la Biblia relativas a la predicha conquista de Babilonia por Ciro anunciaron que se secarí­an sus rí­os, se dejarí­an abiertas sus puertas, habrí­a una invasión repentina de la ciudad y los soldados babilonios no ofrecerí­an resistencia. (Isa 44:27; 45:1, 2; Jer 50:35-38; 51:30-32.) Heródoto habla de un foso ancho y profundo que rodeaba Babilonia y dice que habí­a numerosas puertas de bronce (o cobre) en los muros a lo largo del rí­o Eufrates, que dividí­a la ciudad en dos partes. Según este historiador (I, 191), cuando Ciro puso sitio a la ciudad, †œpor medio de un canal dirigió el rí­o hacia el lago [el lago artificial que supuestamente habí­a construido antes la reina Nitocris], que a la sazón era una ciénaga, logrando que el cauce primitivo se hiciera vadeable al descender el nivel del rí­o. Cuando este fenómeno tuvo lugar, los persas que habí­an sido apostados a tal efecto penetraron en Babilonia por el cauce del rí­o Eufrates, que habí­a bajado de nivel hasta llegarle a un hombre como a medio muslo más o menos. Ahora bien, si los babilonios hubieran sabido de antemano lo que Ciro pretendí­a hacer o se hubiesen percatado de ello, hubiesen dejado entrar a los persas en la ciudad y hubieran podido causarles una terrible mortandad, pues, con cerrar todas las poternas que llevan al rí­o y subirse ellos a los contramuros levantados a lo largo de las márgenes del mismo, los hubieran cogido como en un buitrón. Pero el caso es que los persas se les presentaron de improviso. Y, debido a la gran extensión de la ciudad, según cuentan los que en ella habitan, cuando ya habí­an sido tomados los arrabales de la misma, los babilonios que viví­an en los barrios del centro no sabí­an que aquellos habí­an caí­do, sino que (como se daba la coincidencia de que estaban celebrando una fiesta) en aquel momento se hallaban bailando y se encontraban en pleno jolgorio, hasta que al fin se enteraron —y perfectamente— de lo que ocurrí­a. [Compárese con Da 5:1-4, 30; Jer 50:24; 51:31, 32.] Así­ fue tomada, entonces, Babilonia por primera vez†.
Aunque el relato de Jenofonte difiere en algunos detalles, contiene los mismos elementos básicos que el de Heródoto. Jenofonte dice que para Ciro era casi imposible tomar por asalto los poderosos muros de Babilonia, y entonces pasa a contar cómo puso sitio a la ciudad, desviando las aguas del Eufrates en canales. Mientras la ciudad celebraba una fiesta, envió sus fuerzas por el lecho del rí­o, pasando los muros de la ciudad. Las tropas, bajo el mando de Gobrias y Gadatas, sorprendieron a los guardas desprevenidos y consiguieron entrar a través de las mismas puertas del palacio. En una sola noche †œla ciudad habí­a sido tomada y el rey muerto†, y los soldados babilonios que ocupaban las diversas ciudadelas se rindieron a la mañana siguiente. (Ciropedia, VII, V, 33; compárese con Jer 51:30.)
El historiador judí­o Josefo registra el relato que escribió el sacerdote Beroso (siglo III a. E.C.) sobre la conquista de Ciro, como sigue: †œEn el año decimoséptimo de su reinado [de Nabonido o Nabonedo], Ciro el Persa lo atacó con un gran ejército; y luego de haberse apoderado de todo el Asia, invadió la misma Babilonia. Nabonedo le salió al encuentro, pero fue vencido; entonces con unos pocos buscó salvarse, encerrándose en la ciudad de Borsipo [un suburbio de Babilonia]. Ciro, una vez que se hubo apoderado de Babilonia, dispuso que se destruyeran las defensas exteriores de la ciudad, al ver que la ciudad era insegura de capturar por ser difí­cil su asedio. De ahí­ se dirigió a Borsipo, para atacar a Nabonedo, el cual, viendo que no podí­a soportar el asedio, se rindió. Ciro se portó humanamente con él, le entregó la Carmania para vivir allí­, pero lo hizo salir de Babilonia. En cuanto a Nabonedo, habiendo pasado el resto de su vida en esta región, falleció†. (Contra Apión, libro I, sec. 20.) Este relato difiere de los demás sobre todo en lo que concierne a la actuación de Nabonido y la actitud de Ciro para con él. Sin embargo, está en armoní­a con el registro bí­blico, que muestra que Belsasar, no Nabonido, fue el rey asesinado aquella noche. (Véase BELSASAR.)
Aunque las tablillas cuneiformes que han hallado los arqueólogos no dan detalles precisos en cuanto a cómo se produjo la conquista de Babilonia, sí­ confirman su caí­da súbita a manos de Ciro. Según la Crónica de Nabonido, en el mes de Tisri (septiembre-octubre) del que resultó ser el último año del reinado de este monarca (539 a. E.C.), Ciro atacó las fuerzas babilonias en Opis y las derrotó. La inscripción continúa: †œEl dí­a 14 Sippar fue tomada sin combate. Nabonid huyó. El dí­a 16, Gobrias (ugbaru), gobernador de Gutium, y el ejército de Ciro entraron en Babilonia sin combate. Después Nabonid fue apresado en Babilonia, a la que volvió […]. En el mes de Arahšamnu [Marhesván (octubre-noviembre)], el dí­a 3, Ciro entró en Babilonia†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, pág. 241.) Gracias a esta inscripción se puede fijar la fecha de la caí­da de Babilonia en el 16 de Tisri de 539 a. E.C., con la entrada de Ciro diecisiete dí­as después, el 3 de Marhesván.

Empieza la dominación mundial aria. Con esta victoria Ciro puso fin a la dominación de los gobernantes semitas sobre Mesopotamia y el Oriente Medio, y fundó la primera potencia mundial de origen ario. El Cilindro de Ciro, documento cuneiforme de tono muy religioso que los historiadores creen que se escribió para ser divulgado en Babilonia, presenta a Ciro atribuyendo su victoria a Marduk, el dios principal de Babilonia, con las siguientes palabras: †œExaminó y miró (a través de) todos los paí­ses, buscando un gobernante recto dispuesto a llevarle (a saber, a Marduk) (en la procesión anual). (Entonces) pronunció el nombre de Ciro (ku-ra-aš), rey de Anšan, declaróle (lit.: pronunció [su] nombre) para que fuese el gobernante de todo el mundo. […] Marduk, el gran señor, un protector de su pueblo/adoradores, observó con placer sus buenas obras (a saber, las de Ciro) y su espí­ritu (lit.: corazón) recto (y, por consiguiente), le hizo marchar contra su ciudad de Babilonia (Ká.dingir.ra). Hizo que emprendiera el camino de Babilonia (DIN.TIRki), yendo a su lado como un verdadero amigo. Sus tropas desplegadas —cuyo número, como el del agua de un rí­o, no puede indicarse—, anduvieron, sin utilizar las armas. Sin dar una batalla, le hizo entrar en su ciudad de Babilonia (Å u.an.na), evitando a Babilonia (Ká.dingir.raki) toda calamidad†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, pág. 244.)

¿Por qué el Cilindro de Ciro explica la caí­da de Babilonia de manera distinta a como lo hace la Biblia?
A pesar de esta interpretación pagana de los acontecimientos, la Biblia muestra que cuando Ciro proclamó el decreto que autorizaba a los judí­os exiliados a volver a Jerusalén y reconstruir el templo, reconoció: †œTodos los reinos de la tierra me los ha dado Jehová el Dios de los cielos, y él mismo me ha comisionado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judᆝ. (Esd 1:1, 2.) Por supuesto, esto no significa que Ciro llegó a ser un converso judí­o, sino simplemente que conocí­a los hechos bí­blicos con respecto a su victoria. En vista de la elevada posición administrativa en la que se colocó a Daniel, tanto antes como después de la caí­da de Babilonia (Da 5:29; 6:1-3, 28), serí­a muy raro que Ciro no estuviera informado de las profecí­as que habí­an registrado y pronunciado los profetas de Jehová, entre las que se contaba la de Isaí­as que mencionaba su nombre. En lo que respecta al Cilindro de Ciro, citado antes, se reconoce que otras personas además del rey pudieron haber participado en la preparación de este documento cuneiforme. El libro Arqueologí­a bí­blica (de G. Ernest Wright, 1975, pág. 293) habla del †œrey o la oficina que redactó la proclama† (compárese el caso similar de Darí­o en Da 6:6-9), mientras que el Dr. Emil G. Kraeling (Rand McNally Bible Atlas, 1966, pág. 328) llama al Cilindro de Ciro †œun documento propagandí­stico elaborado por los sacerdotes babilonios†. En efecto, puede que se haya redactado bajo la influencia del clero babilonio (véase Ancient Near Eastern Texts, nota 1 al pie de la página 315), que así­ tratarí­a de explicar el fracaso total de Marduk (también conocido como Bel) y los demás dioses babilonios en salvar la ciudad, llegando incluso al extremo de atribuir a Marduk las cosas que habí­a hecho Jehová. (Compárese con Isa 46:1, 2; 47:11-15.)

El decreto de Ciro para el regreso de los exiliados. Al decretar el fin del exilio judí­o, Ciro cumplió su comisión como †˜pastor ungido†™ de Jehová para Israel. (2Cr 36:22, 23; Esd 1:1-4.) La proclamación se hizo †œen el primer año de Ciro el rey de Persia†, lo que quiere decir en su primer año como gobernante de la recién conquistada Babilonia. El registro bí­blico de Daniel 9:1 se refiere al †œprimer año de Darí­o†, que pudo transcurrir entre la caí­da de Babilonia y †œel primer año de Ciro† sobre esta ciudad. En tal caso, el escritor posiblemente consideró que el primer año de Ciro empezó en la última parte del año 538 a. E.C. No obstante, aun pensando que Darí­o fuese un virrey sobre Babilonia que hubiera gobernado a la vez que Ciro, la costumbre babilonia hubiera sido considerar el primer año reinante de Ciro desde Nisán de 538 hasta Nisán de 537 a. E.C.
Según el registro bí­blico, el decreto de Ciro de libertar a los judí­os para regresar a Jerusalén probablemente se promulgó a finales de 538 o a principios de 537 a. E.C. Esto permitirí­a suficiente tiempo para que los exiliados judí­os preparasen su salida de Babilonia, emprendieran el largo y difí­cil viaje a Judá y Jerusalén (un viaje que pudo durar unos cuatro meses, según Esd 7:9) y se establecieran †œen sus ciudades†, en Judá, para el †œséptimo mes† (Tisri) de 537 a. E.C. (Esd 3:1, 6.) Este suceso señaló el final de los setenta años de desolación de Judá profetizados, que habí­an comenzado en el mismo mes de Tisri de 607 a. E.C. (2Re 25:22-26; 2Cr 36:20, 21.)
La cooperación de Ciro con los judí­os contrastaba de forma notable con el trato que estos habí­an recibido de los gobernantes paganos anteriores. Les devolvió los utensilios sagrados del templo que se habí­a llevado Nabucodonosor II a Babilonia, les otorgó permiso real para importar maderas de cedro del Lí­bano y autorizó el desembolso de fondos de la casa del rey para cubrir los gastos de construcción. (Esd 1:7-11; 3:7; 6:3-5.) Según el Cilindro de Ciro (GRABADO, vol. 2, pág. 332), el gobernante persa siguió en lí­neas generales una polí­tica humanitaria y tolerante para con los pueblos conquistados. De acuerdo con esta inscripción, dijo lo siguiente: †œDevolví­ a (estas) ciudades sagradas, del otro lado del Tigris, cuyos santuarios habí­an sido ruinas largo tiempo, las imágenes que (solí­an) vivir en ellas y establecí­ para ellas santuarios permanentes. (También) reuní­ todos sus habitantes (antiguos) y (les) devolví­ sus solares†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, págs. 245, 246.)
Aparte de la proclamación real registrada en Esdras 1:1-4, en la Biblia se habla de otro documento de Ciro, un †œmemorándum†, que se archivó en la casa de los registros de Ecbátana, en Media, y que se descubrió allí­ durante el reinado de Darí­o el persa. (Esd 5:13-17; 6:1-5.) Con respecto a este segundo documento, el profesor G. Ernest Wright dice: †œLleva el tí­tulo explí­cito de dikrona, un término oficial arameo para designar un memorial en que se consignaba una decisión oral del monarca y que poní­a en marcha una acción administrativa. No estaba destinado a la publicación, sino para que lo tuviera a la vista el funcionario correspondiente, después de lo cual era depositado en los archivos oficiales†. (Arqueologí­a bí­blica, pág. 293.)

Muerte e importancia profética. Se cree que Ciro murió en una batalla en 530 a. E.C., aunque los detalles al respecto son algo oscuros. Antes de su muerte, su hijo Cambises II llegó a ser corregente con él, y le sucedió en el trono persa como único gobernante cuando Ciro murió.
Las profecí­as sobre la súbita caí­da de Babilonia la Grande registradas en el libro de Revelación recuerdan la descripción de la conquista de Ciro de la ciudad literal de Babilonia. (Compárese Rev 16:12; 18:7, 8 con Isa 44:27, 28; 47:8, 9.) Sin embargo, el rey que comanda las poderosas fuerzas militares a las que se hace referencia inmediatamente después del relato de la caí­da de la Babilonia simbólica no es ningún rey terrestre, sino la celestial †œPalabra de Dios†, el verdadero Pastor ungido de Jehová: Jesucristo. (Rev 19:1-3, 11-16.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb./ arm. kôreš; elam./ persa ant. kūruš; bab. kuraš). Rey persa de la dinastía de los Aqueménidas. Es posible que Ciro haya sido un primitivo nombre dinástico. Ciro I fue contemporáneo de Asurbanipal de Asiria, ca. 668 a.C., y por lo tanto posiblemente conocido por Isaías, quien previó la restauración del templo de Jerusalén por medio de esta nueva potencia que libertaría a los judíos del exilio (Is. 44.28). Ciro sería el “mesías”-libertador enviado por Dios, e instrumento de los planes divinos (Is. 45.1).

Ciro II (el Grande), nieto de Ciro I, llegó al trono ca. 559 a.C. En 549 venció a Astiajes, padre de su madre y rey de Media, su señor, fundando el imperio persa (aqueménida). Tomó para sí los títulos de “rey de los medos” y “rey de Elam” (A. K. Grayson, Babylonian Historical-Literary Texts, 1975, pp. 31). Venció a Creso, y su reino de Lidia, y en 547 marchó triunfalmente por Asiria. Pocos años más tarde ya estaba amenazando a Babilonia, pero no fue sino hasta el 16 de octubre de 539 cuando los persas al mando de Gobrias, entraron en la ciudad de Babilonia después de haber desviado el río, lo cual les permitió penetrar en la ciudad por el lecho seco realizando un ataque sorpresivo (Crónica bab., ANET, pp. 366; DOTT, pp. 82; Herodoto, 1.189–191; cf. Dn. 5.30). Diecisiete días más tarde Ciro en persona entró en la ciudad entre aclamaciones de júbilo.

Las inscripciones que dejó el propio Ciro confirman lo mencionado en el AT en cuanto a lo benéfico de su gobierno. En su primer año de gobierno promulgó un decreto por el cual “reunió a todos los habitantes (que eran exiliados) y los repatrió”, y por el mismo decreto restituyó las deidades a sus templos reconstruidos (véase Cilindro de Ciro, ANET, pp. 316; DOTT, pp. 92–94; Esd. 6.1ss). A los judíos, que no tenían imágenes, se les permitió restaurar su templo con sus muebles y accesorios (Esd. 6.3). Durante los primeros tres años del gobierno de Ciro en Babilonia Daniel prosperó (Dn. 1.21; 6.28; 10.1), pero luego, según a Josefo (Ant. 10. 249), fue trasladado a Media o más probablemente a Susa, la capital persa (Dn. 8.2). Para la teoría de que Ciro pudo también haber sido llamado “Darío de Media”, véase * Darío. En Babilonia Ciro fue sucedido en 530 a.C. por su hijo Cambises (II) quien también había ocupado el lugar de corregente por un tiempo.

Bibliografía. J. Bright, La historia de Israel, 1966, pp. 367–391; C.F. Pfeiffer, “Persia”, °DBA, pp. 520–522.

Acta Iranica, 1st Series, 1974, 1–3.

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico