CONFIANZA

v. Fe, Seguridad
2Ki 18:19; Isa 36:4 c es esta en que te apoyas?
Job 8:14 será cortada, y su c es tela de araña
Job 11:18 tendrás c, porque hay esperanza
Job 18:14 su c será arrancada de su tienda, y al
Job 31:35 mi c es que el Omnipotente testificará
Psa 40:4 el hombre que puso en Jehová su c
Psa 78:7 a fin de que pongan en Dios su c, y no se
Pro 3:26 Jehová será tu c, y él preservará tu pie
Pro 14:26 en el temor de Jehová está la fuerte c
Pro 22:19 para que tu c sea en Jehová, te las
Pro 25:19 como diente roto y .. es la c en el
Isa 30:15 en quietud y en c será vuestra fortaleza
Jer 17:7 bendito el varón .. cuya c es Jehová
2Co 3:4 tal c tenemos mediante Cristo para con
2Co 7:16 de que en todo tengo c en vosotros
Eph 3:12 en quien tenemos .. acceso con c por
2Th 3:4 tenemos c respecto a vosotros en el
1Ti 3:13 ganan .. mucha c en la fe que es en
Heb 3:6, 14 si retenemos firme hasta el fin la c
Heb 10:35 no perdáis, pues, vuestra c, que tiene
1Jo 2:28 que cuando se manifieste, tengamos c
1Jo 4:17 para que tengamos c en el día del juicio
1Jo 5:14 y esta es la c que tenemos en él, que si


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Virtud que mueve a acoger y creer a una persona en sus acciones o en sus palabras. La confianza es cualidad moral que puede desarrollarse en doble sentido: activo y pasivo.

Inspira confianza el que, por su autoridad, su bondad, su testimonialidad de vida, se hace acreedor a que sus palabras sean aceptadas y su vida imitada, respetada o acogida.

Demuestra o da confianza el que manifiesta hacia otro esa disposición. La confianza es un valor educativo imprescindible también en el doble sentido activo y pasivo. Un educador o un catequista que no inspira confianza a los educandos y a sus padres apenas si podrá realizar su labor: no se creerán sus enseñanzas, se huirá de su presencia, resultará desconcertante o acaso contraproducente en sus actos docentes o catequí­sticos.

Y, por otra parte, un educador o catequista “desconfiado”, que no confí­a en sus alumnos y catequizandos tendrá su tarea menguada por la susceptibilidad, por la zozobra y la inibición.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. esperanza)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

El hombre debe tener fe en Dios, creer en él, tener confianza en él, fiarse de él (Mt 27,43). Puede también tener confianza en otros hombres o en ciertas cosas (Lc 11,22; 18,9); pero hay hombres en los que no se puede confiar (Jn 2,24). Puede, por fin, tener confianza en sí­ mismo, porque está seguro de conseguir lo que pretende (Mt 9,2.22) o porque ha apartado de sí­ toda duda y todo temor (Mt 14,27; Jn 16,33). -> .

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

El hombre, que tiene que habérselas con la vida y con sus peligros, necesita apoyos con que poder contar (heb. hatah), refugios donde acogerse (hasah); para perseverar en medio de las pruebas y esperar llegar a la meta hay que tener confianza. Pero ¿en quién habrá que confiar?

1. Confianza y fe en Dios. Desde los principios se plantea el problema, y Dios revela la respuesta; al prohibir al hombre el fruto del árbol de la ciencia, lo invita a fiarse de él solo para discernir el bien del mal (Gén 2,17). Creer en la palabra divina es escoger entre dos sabidurí­as, fiarse de la de Dios y renunciar a poner la confianza en el propio sentir (Prov 3,5); es también fiarse de la omnipotencia del Creador, porque todo es obra suya en el cielo como en la tierra (Gén 1,1; Sal 115, 3.15); el hombre no tiene, pues, nada que temer de las criaturas, teniendo más bien la misión de dominarlas (Gén 1,28).

Pero el hombre y la mujer, que prefirieron fiarse de una criatura, aprenden por experiencia que eso es fiarse de la mentira (Gén 3,4ss; Jn 8,44; Ap 12,9); ambos gustan los frutos de su vana confianza; tienen miedo de Dios y vergüenza el uno frente al otro; la fecundidad’ de la mujer y de la tierra se vuelven dolorosas; en fin, pasarán por la experiencia de la muerte (Gén 3,7.10. 16-19).

A pesar del ejemplo de Abraham, que confió hasta el sacrificio (Gén 22,8-14; Heb 11,17) porque estaba seguro de que ((Dios proveerá)), el pueblo de Israel no se fí­a del todo-poderoso que lo ha liberado y de su amor que lo ha escogido gratuitamente como hijo (Dt 32,6.10ss); privado de todo apoyo creado en me-dio del desierto (Ex 16,3), añora su servidumbre y murmura. A lo largo de su historia no quiere fiarse de su Dios (Is 30,15) y prefiere a í­dolos, cuya (impostura” (Jer 13,25) y cuya “nada” (Is 59,4; cf. Sal 115,8) denuncian los profetas. También los sabios afirman que es vano apoyarse en la riqueza (Prov 11,28; Sal 49, 7s), en la violencia (Sal 62,11), en los prí­ncipes (Sal 118,8s; 146,3); insensato es el hombre que se fí­a de su propio parecer (Prov 28,26). En una palabra, (maldito el hombre que se fí­a del hombre… Dichoso el que se fí­a de Yahveh” (Jer 17,5.7). Jesús acaba de revelar la exigencia de esta máxima: recuerda la necesidad de la elección inicial que desecha a todo señor, fuera de aquel cuyo poder, sabidurí­a y amor paterno merecen una confianza absoluta (Mt 6,24-34); lejos de confiar en nuestra propia justicia (Lc 18,9.14), hay que buscar la del reino (Mt 5,20; 6,33), que viene de solo Dios y sólo es accesible a la fe (Flp 3,4-9).

2. Confianza y oración humilde. La confianza en Dios, que radica en esta fe, es tanto más inquebrantable cuanto es más humilde. En efecto, para tener confianza no se trata de desconocer la acción en el mundo, de los malos poderes que pretenden dominarlo (Mt 4,8s; IJn 5,19), y menos aún de olvidar que uno es pecador. Se trata de reconocer la omnipotencia y la misericordia del Creador, que quiere salvar a todos los hombres (ITim 2,4) y hacerlos sus hijos adoptivos en Jesucristo (Ef 1,3ss).

Ya Judit predicaba una confianza incondicional, de la que daba un ejemplo inolvidable (Jdt 8,11-17; 13, 19); es que invocaba a su Dios, a la vez como el salvador de aquellos cuya situación es desesperada y como el Dios de los humildes (9,11); la confianza y la humildad son, en efecto, inseparables. Se expresan en la oración de los pobres que, como Susana, sin defensa y en peligro mortal, tienen el corazón seguro en Dios (Dan 13,35). “Del fondo del abismo)) (Sal 130,1) brotan, pues, las llama-das confiadas de los salmos: ((El Señor piensa en mí­, pobre y desgraciado” (Sal 40,18): “en tu amor confí­o” (13,6); “al que confí­a en Yahveh, le ciñe la gracia” (32,10); “dichoso el que se refugia en él)) (2,12). El salmo 131 es la pura ex-presión de esta humilde confianza, a la que Jesús va a dar su perfeccionamiento.

Invita, en efecto, a sus discí­pulos a abrirse como niños al don de Dios (Mc 10,15); la oración al Padre celestial está entonces segura de obtener todo (Lc 11,9-13 p); por ella obtiene el pecador la justificación y la salvación (Lc 7,50; 18,13s): por ella recobra el hombre su poder sobre la creación (Mc 11,22ss; cf. Sab 16,24). Sin embargo, los hijos de Dios deben contar con que los impí­os hagan mofa de ellos y los persigan precisamente por razón de confianza filial; Jesús mismo pasó por esta experiencia (Mt 27,43; cf. Sab 2,18) en el momento en que, consumandosu sacrificio, expiraba en un grito de confianza (Lc 23,46).

3. Confianza y gozosa seguridad. Por este acto de amor confiado reportaba Jesús la victoria sobre todos los poderes del mal y atraí­a a todos los hombres a sí­ (Jn 12,31s; 16, 33). No sólo suscitaba su confianza, sino que fundaba su seguridad. En efecto, el discí­pulo confiado se con-vierte en testigo fiel; apoyando su fidelidad en la de Dios, confí­a que la gracia acabará su obra (Act 20,32; 2Tes 3,3s; Flp 1,6; ICor 1,7ss). Esta confianza que afirma el Apóstol aun en las horas de crisis (Gál 5,10), le da una seguridad indefectible para anunciar con toda libertad (parresí­a) la palabra de Dios (ITes 2,2; Act 28,31). Si ya los primeros discí­pulos habí­an dado testimonio con tanta seguridad, es que su confianza habí­a obtenido esa gracia por la oración (Act 4,24-31).

Esta confianza inquebrantable, condición de la fidelidad (Heb 3,14), da a los testigos de Cristo una seguridad gozosa y valiente (3,6); saben que tienen acceso al trono de la gracia (4,16), cuya ví­a se les abre por la sangre de Jesús (10,19); sus arrestos no tienen nada que temer (13,6); nada los separará del amor de Dios (Rom 8,38s) que, después de haber-los justificado, les ha sido comunicado y los hace valientes y constantes en la prueba (Rom 5,1-5), de modo que todo, lo saben muy bien, contribuye a su bien (Rom 8,28).

La confianza, que es condición de la fidelidad, es de rechazo confirmada por ésta. Porque el amor, del que es prueba la fidelidad perseverante (Jn 15,10), da a la confianza su plenitud. Sólo los que permanecen en el amor tendrán plena seguridad el dí­a del juicio y del advenimiento de Cristo, pues el amor perfecto des-tierra el temor (IJn 2,28; 4,16ss). Desde ahora saben que Dios escucha y despacha su oración y que su tristeza presente se cambiará en gozo, un gozo que nadie les podrá quitar, pues es el gozo del Hijo de Dios (Jn 16,20ss; 17,13).

-> Niño – Esperanza – Fidelidad – Orgullo – Fe – Vergüenza – Humildad.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

La palabra confianza en el AT es en principalmente la traducción de la palabra bāṭaḥ y sus derivados. En el NT nuestra traducción corresponde a los términos griegos parrhēsia, que significa ánimo, energía, estímulo, audacia, fuerza (Hch. 28:31; Heb. 3:6; 10:35; 1 Jn. 2:28; 3:21; 5:14), y peizō, con su derivado pepoizēsis, que significa depender de, confiar en, poner la confianza en (2 Co. 1:15; 2:3; 8:22:, 10:2; Gá. 5:10; Ef. 3:12; Fil. 1:25; 3:3, 4; 2 Ts. 3:4; Flm. 21). Frecuentemente se usa la palabra para señalar la confianza en los hombres (2 Co. 1:15). Su uso más notable está en conexión con el acceso confiado que tiene el creyente hacia Dios debido a la fe en Cristo (Ef. 3:12).

  1. Lewis Johnson, Jr.

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (117). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología