CONOCER

v. Comprender, Entender, Saber
Gen 27:23 no le conoció, porque sus manos eran
Gen 42:7 mas hizo como que no los conocía, y les
Gen 42:8 conoció a sus hermanos; pero ellos no
Gen 45:1 no quedó nadie con él al darse a conocer
Exo 18:11 conozco que Jehová es más grande que
Exo 33:12 dices: Yo te he conocido por tu nombre
Deu 18:21 dijeres .. ¿cómo conoceremos la palabra
1Ki 8:43 los pueblos de . . conozcan tu nombre
2Ki 5:15 conozco que no hay Dios en .. sino en
2Ki 19:27; Isa 37:28 he conocido tu situación, tu
1Ch 16:8 dad a conocer en los pueblos sus obras
2Ch 6:33 los pueblos de la tierra conozcan tu
Job 21:27 conozco vuestros pensamientos, y las
Job 23:10 mas él conoce mi camino; me probará
Job 36:26 Dios es grande, y .. no le conocemos
Psa 1:6 Jehová conoce el camino de los justos
Psa 9:10 en ti confiarán los que conocen tu nombre
Psa 9:16 Jehová se ha hecho conocer en el juicio
Psa 36:10 extiende tu .. a los que te conocen
Psa 44:21 él conoce los secretos del corazón
Psa 46:10 quietos, y conoced que yo soy Dios
Psa 67:2 que sea conocido en la tierra tu camino
Psa 76:1 Dios es conocido en Judá; en Israel es
Psa 91:14 alto, por cuanto ha conocido mi nombre
Psa 94:11 Jehová conoce los pensamientos de los
Psa 103:14 él conoce nuestra condición .. polvo
Psa 105:1 dad a conocer sus obras en los pueblos
Psa 139:2 tú has conocido mi sentarme y mi
Pro 1:2 para entender .. conocer razones prudentes
Pro 20:11 aun el muchacho es conocido por sus
Pro 29:7 conoce el justo la causa de los pobres
Ecc 9:12 el hombre tampoco conoce su tiempo
Isa 19:21 y Jehová será conocido de Egipto, y los
Isa 33:13 vosotros que .. cerca, conoced mi poder
Isa 45:4 te llamé por .. aunque no me conociste
Isa 49:26 conocerá todo hombre que yo Jehová
Isa 55:5 aquí, llamarás a gente que no conociste
Isa 59:8 no conocieron camino de paz, ni hay
Isa 63:16 nos ignora, e Israel no nos conoce; tú
Isa 66:18 conozco sus obras y sus pensamientos
Jer 1:5 antes que te formase en el .. te conocí
Jer 9:24 en .. conocerme, que yo soy Jehová, que
Jer 24:7 para que me conozcan que yo soy Jehová
Jer 31:34 conoce a Jehová .. todos me conocerán
Hos 6:3 conoceremos, y proseguiremos en conocer
Hos 11:3 brazos; y no conoció que yo le ciudaba
Amo 3:2 vosotros solamente he conocido de todas
Mic 4:12 ellos no conocieron los pensamientos de
Nah 1:7 Jehová .. conoce a los que en él confían
Zec 11:11 conocieron los pobres del rebaño que
Mat 7:16 por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso
Mat 7:23 declararé: Nunca os conocí; apartaos de
Mat 12:33; Luk 6:44 porque por el fruto se conoce
Mat 17:12 que Elías ya vino, y no le conocieron
Mat 25:12 de cierto os digo, que no os conozco
Mat 26:72; Mar 14:68 negó .. No conozco al hombre
Mar 15:10 conocía que por envidia le habían
Luk 2:17 al verlo, dieron a conocer lo que se les
Luk 4:34 te conozco quien eres, el Santo de Dios
Luk 5:22 Jesús .. conociendo los pensamientos de
Luk 12:47 siervo que conociendo la voluntad de su
Joh 1:18 el unigénito Hijo .. le ha dado a conocer
Joh 7:17 conocerá si la doctrina es de Dios, o si
Joh 8:32 conoceréis la verdad, y .. os hará libres
Joh 8:55 no le conocéis; mas yo le conozco, y si
Joh 10:4 ovejas le siguen, porque conocen su voz
Joh 10:14 conozco mis ovejas, y .. me conocen
Joh 10:15 el Padre me conoce .. conozco al Padre
Joh 13:35 conocerán todos que sois mis discípulos
Joh 14:7 si me conocieseis .. mi Padre conoceríais
Joh 14:17 ni le conoce; pero vosotros le conocéis
Joh 15:21 porque no conocen al que me ha enviado
Joh 17:3 que te conozcan a ti, el único Dios .. y a
Joh 17:25 mundo no te ha conocido, mas yo te he c
Joh 17:26 he dado a conocer tu nombre .. daré a c
Act 7:13 José se dio a conocer a sus hermanos
Act 7:18 en Egipto otro rey, que no conocía a José
Act 15:8 y Dios, que conoce los corazones, les dio
Act 17:23 esta inscripción: Al Dios no conocido
Act 19:15 a Jesús conozco, y sé quién es Pablo
Act 26:3 porque tú conoces todas las costumbres
Rom 1:19 porque lo que de Dios se conoce les es
Rom 1:21 habiendo conocido a Dios, no le .. a Dios
Rom 3:17 y no conocieron camino de paz
Rom 7:7 yo no conocí el pecado sino por la ley
Rom 8:29 a los que antes conoció .. los predestinó
Rom 11:2 su pueblo, al cual desde antes conoció
1Co 1:21 el mundo no conoció a Dios mediante
1Co 2:8 ninguno de los .. de este siglo conoció
1Co 2:11 nadie conoció las cosas de Dios, sino el
1Co 3:20 el Señor conoce los pensamientos de los
1Co 13:9 porque en parte conocemos, y en parte
1Co 13:12 conozco en .. conoceré como fui conocido
1Co 15:34 porque algunos no conocen a Dios; para
2Co 5:16 a nadie conocemos según la carne
2Co 5:21 al que no conoció pecado, por nosotros
2Co 12:2 conozco a un hombre en Cristo, que hace
Gal 1:22 no era conocido de vista a las iglesias
Gal 4:8 no conociendo a Dios, servíais a los que
Eph 6:19 dar a conocer con denuedo el misterio
Phi 3:10 a fin de conocerle, y el poder de su
Phi 4:5 vuestra gentileza sea conocida de todos
Phi 4:6 sino sean conocidas vuestras peticiones
Col 2:2 a fin de conocer el misterio de Dios el
Col 4:8 he enviado .. para que conozcan lo que
2Th 1:8 dar retribución a los que no conocieron
2Ti 2:19 conoce el Señor a los que son suyos
Tit 1:16 profesan conocer a Dios, pero con los
Heb 8:11 conoce al Señor .. todos me conocerán
2Pe 2:21 mejor .. no haber conocido el camino de
1Jo 2:3 en esto sabemos que .. le conocemos, si
1Jo 2:20 la unción .. y conocéis todas las cosas
1Jo 3:1 mundo no nos conoce .. no lo conoció a él
1Jo 3:16 en esto hemos conocido el amor, en que
1Jo 3:19 esto conocemos que somos de la verdad
1Jo 4:16 hemos conocido y creído el amor que
Rev 2:24 no han conocido .. las profundidades de


en el lenguaje bí­blico una de las primeras acepciones de este verbo es la de tener relaciones carnales el hombre y la mujer, como se dice en Gn 4, 1, †œConoció el hombre a Eva, su mujer†; y, †œAdán conoció otra vez a su mujer†, Gn 4, 25; igual de uno de sus hijos, Caí­n, Gn 4, 17.

De la mujer virgen se dice que no ha conocido varón Gn 19, 8; 24, 16; Nm 31, 17; Jc 11, 39; 21, 11; Lc 1, 34.

En la Escritura todo conocimiento está relacionado con Dios. Así­ el conocimiento del Señor no tiene medida, es infinito, Sal 147 (146-147), 5; Is 40, 28; Rm 11, 34; conoce las cosas antes de creadas y después de acabadas, Si 23, 20; ésta es la sabidurí­a divina, Pr 8, 22-31; Dios conoce toda la ciencia, Si 42, 18. Yahvéh conoce todos los secretos, lo oculto, Dn 2, 22; los nombres, Ex 33, 12; Sal 91 (90), 14; lo que el hombre piensa, Jb 21, 27; Sal 94 (93), 11; los secretos del corazón, de la ® conciencia, 1 R 8, 39; 2 Cro 6, 30; Sal 44 (43), 21-22; 139 (138), 23; Jr 17, 9-10; los pasos, las sendas, Jb 23, 10; Sal 1, 6; 139 (138), 1-3; la conducta del hombre, Jb 23, 10; Si 15, 19. Por el contrario, el conocimiento humano es limitado, incompleto, Qo 8, 7; 9, 12; 11, 5; Is 55, 8; Mi 4, 12; y vano, Sal 33 (32), 10; Is 19, 12; 29, 14; 44, 25; 1 Co 1, 19-20; 3, 20; Tt 1, 10.

El principio del conocimiento es el temor de Yahvéh Ex 20, 20; Dt 6, 2; Pr 1, 7; 2, 5; 9, 10; 15, 33; Jb 28, 28; Sal 111 (110), 10; Si 1, 14 y 20; 19, 20; 25, 10-11; 40, 25-27.

No hay algo más valioso ni el oro puro, que se pueda comparar con la sabidurí­a, Jb 28, 15-19; Pr 3, 15; 8, 9-11; Dios da el verdadero conocimiento, Sb 7, 15-17; Si 17, 11; Dn 1, 17; el hombre de bebe buscar, sobre todo, el c. de Dios, Sal 46, 10; Is 33, 13; Os 6, 3.

Al Dios único se le puede en sus obras, y no hay, por tanto, excusa para los gentiles que no lo glorificaron, Rm 1, 19-20. Jesucristo es la sabidurí­a, Mt 11, 19; él conoce al Padre, Mt 11, 27; Lc 10, 22; Jn 10, 15; Col 2, 9. Por tanto, sólo a través de Jesucristo conocemos al Padre, Jn 8, 19; 14, 7; a Dios, puesto que la revelación divina hasta su venida se conocí­a por la Ley de Moisés, ahora Jesús es la revelación, Jn 7, 16-24; 17, 3; el conocimiento está en la palabra de Jesús, recibida del Padre que le envió, Jn 3, 11-13; es decir, Jesús es la verdad, Jn 8, 32; y cuando sea glorificado lo atraerá todo hacia sí­, Jn 12, 32; entonces el Espí­ritu de la verdad, el Paráclito, guiará al hombre al conocimiento de la verdad completa, Jn 16, 13. Todo es basura, dice el Apóstol, frente a la sublimidad del conocimiento de Cristo, Flp 3, 8-10; esta sabidurí­a del cristiano no es †œsegún la carne†, sino en Cristo, Ga 4, 4; en cual están los tesoros de la sabidurí­a y la ciencia, Col 2, 3.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

DJN
 
Conocer en la Biblia no es un acto que afecte únicamente a la inteligencia; es más bien un acto de tipo sapiencial y práctico: saber actuar y discernir (Jn 4,1), apreciar y distinguir (Mt 7,16.20; 12,33; Jn 5,42; 10,27), entablar estrecha e í­ntima relación con una persona (Mt 11,27; Jn 10,14), tener relaciones sexuales (Mt 1,25; Lc 1,34). Dios tiene la suprema ciencia del conocimiento (Mt 11,27; Lc 10,22; 16,15; Jn 10,15). La tiene asimismo Jesucristo (Mt 11,27; 12,15; 22,18; Mc 2,28; Lc 5,22; 7,39; 10,22; Jn 1,48; 2,24-25; 5,6; 10,14-15; 17,25; 21,17). En Dios yen Jesucristo el conocimiento que tienen de los hombres incluye con frecuencia el amor a los hombres (1 Cor 8,1.10; 13,2.12; Ef 3,19). Conocer a uno es amarle, no conocerle es rechazarle (Mt 7,23; 25,12; Lc 13,25-27). Los hombres pueden conocer a Dios con la luz natural de la razón y a través de las cosas creadas (Rom 1,19-21). Pero hay un conocimiento profundo de Dios inaccesible al hombre (1 Cor 2,10; Mt 11,27; Jn 1,18). Para adquirirlo se requiere una especial revelación de Dios (Mt 11,25-27; Lc 10,21-22). Sólo Jesucristo puede darnos este conocimiento (Jn 1,18), porque sólo a través de él, Palabra encarnada del Padre, Dios se ha dado a conocer (Jn 13,3; 14,7). Pero este conocimiento de Dios y de Jesucristo, especulativo y práctico al propio tiempo, tiene su origen en la fe (Jn 6,69; 10,30; 17,7) e implica un reconocimiento de Dios como “el único” y de Jesucristo como su enviado (Jn 16,30; 17,7.21-26). Un conocimiento así­ lleva a la vida eterna (Jn 17,3) y es obligada consecuencia de la fe: “Nosotros hemos creí­do y hemos conocido que tú eres el santo de Dios” (Jn 6,69). El conocimiento que ahora tenemos de Dios es limitado e imperfecto. Sólo en la otra vida lo tendremos perfecto, le conoceremos a El como El nos conoce a nosotros (1 Cor 13,12; 1 Jn 3,2).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Conocer a Dios: este primer llamamiento lanzado al corazón del hombre no lo despliega la Biblia en un contexto de ciencia, sino en un contexto de vida. En efecto, para el semita, conocer (yde) desborda el saber humano y expresa una relación existencial. Conocer alguna cosa es tener experiencia concreta de ella; así­ se conoce el sufrimiento (ls 53,3) y el pecado (Sab 3,13), la guerra (Jue 3, 1) y la paz (Is 59,8), el bien y el mal (Gén 2,9.17); es un compromiso real con profundas consecuencias. Conocer a alguien es entrar en relaciones personales con él; estas relaciones pueden adoptar muchas formas y comportar muchos grados, por lo cual conocer es susceptible de toda una gama de significados; la palabra sirve para expresar la solidaridad familiar (Dt 33,9), y también las relaciones conyugales (Gén 4,1; Lc 1,34); se conoce a Dios cuando se está bajo el efecto de su juicio (Ez 12,15); de manera muy distinta se le conoce cuando se entra en su alianza (Jer 31,34) y se es poco a poso introducido en su intimidad.

AT. 1. Iniciación divina. En el conocimiento religioso todo comienza por la iniciativa de Dios. Antes de conocer a Dios es uno conocido por él. Misterio de *elección y de solicitud: Dios conoce a Abraham (Gén 18,19), conoce a su pueblo: ((Sólo a vosotros os he conocido entre todas las familias de la tierra” (Am 3,2). Aun antes de su nacimiento conoce a sus profetas (Jer 1,5) y a todos los que quiere dar a su Hijo (Rom 8,29; ICor 13,12). A los que ha distinguido Dios así­ y los conoce por su nombre (Ex 33,17; cf. Jn 10,3), se des da él mismo a conocer: les revela su *nombre (Ex 3,14), los penetra de su *temor (Ex 20,18ss), pero sobre todo les muestra su ternura librándolos de sus enemigos, dándoles una tierra (Dt 4,32…; 11,2…), dándoles a conocer sus mandamientos, camino de la felicidad (Dt 30,16; Sal 147,19s).

2. Desconocimiento humano. En respuesta deberí­a el pueblo conocer a su Dios, ser de él en el amor ver dadero (Os 4,1; 6,6). Pero desde los comienzos se muestra incapaz de ello (Ex 32,8). “Estos son gente de corazón torcido, que desconocen mis caminos” (Sal 95,10). Desconociendo a Dios, le pone constantemente a prueba (Núm 14,22; Sal 78). Menos razonable que una bestia de carga, “Israel no conoce nada” (Is 1,3; Jer 8,7), se rebela, infringe la alianza (Os 8,1), se prostituye “a dioses que no conocí­a” (Dt 32,17).

Aun cuando se imagina “conocer a Yahveh” (Os 8,2), se hace ilusión, pues se limita a una relación completamente exterior, formalista (Is 29,13s; Jer 7); ahora bien, el auténtico conocimiento de Dios debe penetrar hasta el corazón y traducirse en la vida real (Os 6,6; Is 1,17; Jer 22,16; cf. Mt 7,22s). Los profetas lo repiten hasta la saciedad, pero “la nación no *escucha la voz de Dios y no se deja instruir” (Ter 7,28). Será, pues, castigada “por falta de ciencia” (Is 5,13; Os 4,6).

Dios se dará a conocer de una manera terrible; por los horrores de la ruina y del *exilio. El anuncio de estos *castigos es acentuado por Ezequiel con un estribillo amenazador: “Y sabréis que yo soy Yahveh.” El pueblo, careado consigo mismo y con su Dios en la crudeza del acontecimiento, no puede mantenerse ya en la ilusión: debe reconocer la *santidad de Dios y su propio *pe-cado (Bar 2).

3. Conocimiento y corazón nuevo. Permanece la esperanza de un renuevo maravilloso, en que “el paí­s estará lleno del conocimiento de Dios como las aguas colman el mar” (Is 11,9). Pero ¿cómo puede ser esto? Israel no pretende ya llegar a ellos por sí­ mismo, pues tiene conciencia de tener un “corazón malo” (Jer 7, 24), un “corazón incircunciso” (Lev 26,41), y para conocer verdaderamente a Dios se necesita un *corazón perfecto. El Deuteronomio insiste sobre esta necesidad de transformación interior, que no puede venir sino de Dios. “Hasta hoy no os habí­a dado Yahveh un corazón para conocer” (Dt 29,3), pero después del exilio “circuncidará tu corazón y el corazón de tu posteridad” (Dt 30,6).

La misma promesa es dirigida por Jeremí­as a los exiliados (24,7). Ella constituye lo esencial del anuncio de una nueva *alianza (Jer 31,31-34): una purificación radical, “voy a perdonarles su crimen”, hará posible la docilidad profunda, “pondré mi ley en el fondo de su ser y la escribiré en su corazón”; la pertenencia recí­proca “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”, así­ Asegurada, será fuente de un conocimiento directo y auténtico: “No tendrán ya que enseñarse unos a otros ni exhortarse unos a otros, diciendo: Conoced a Yahveh, sino que todos me conocerán, desde los pequeños a los grandes.”
Ezequiel completa la perspectiva indicando el papel del *espí­ritu de Dios en esta renovación interior: “Yo os daré un corazón nuevo, pondré en vosotros un espí­ritu nuevo… pondré en vosotros mi espí­ritu” (Ez 36,26s); tendrá lugar la resurrección del *pueblo de Dios, (E? 37, 14). Con esto se dará Dios a conocer, no sólo a Israel (Ez 37,13), sino también a las *naciones paganas (Ez 36,23).

También el segundo Isaí­as, describiendo anticipadamente la salvación otorgada, subraya sus repercusiones universales. La *idolatrí­a sufrirá un choque sin precedente (Is 45-46). Con ocasión de un nuevo *éxodo manifestará Dios su dominio sobre la historia y “toda carne sabrá que yo, Yahveh, soy tu salvador” (Is 49,26). A los israelitas dice Dios: “Vosotros sois mis testigos… para que se me conozca” (ls 43,10), y a su siervo: “Yo te haré luz de las gentes” (Is 49,6).

4. La Sabidurí­a de arriba. Otra lí­nea de pensamiento vení­a a parar en perpectivas análogas. Los sabios de Israel buscaban y reuní­an las reglas que aseguran la buena dirección de la vida (Prov) y en ellos se iba arraigando una convicción: Dios solo conoce su secreto (Job 28). ((El ha escudriñado toda la ví­a del cono-cimiento” (Bar 3,37). Así­ pues, “toda *sabidurí­a viene del Señor” (Eclo 1,1). Es cierto que Dios, en su bondad, ha dado ya la fuente de ella a Israel: “es la *ley promulgada por Moisés” (Eclo 24,23s). Sin embargo, este don es exterior (cf. Sab 9,5), por lo cual hay todaví­a que suplicar a Dios que lo perfeccione poniendo en el interior del hombre su “espí­ritu de sabidurí­a” (Sab 7,7; 9). “¿Qué hombre, en efecto, puede conocer el designio de Dios?” (Sab 9,13).

NT. En Jesucristo se da el perfecto conocimiento de Dios, prometido para los tiempos de la nueva alianza. 1. Sinópticos. Jesús era el único capaz de revelar al *Padre (Lc 10,22) y de explicar el misterio del *reino de Dios (Mt 13,11). ,Enseñaba con autoridad (Mt 7,29). Negándose a satisfacer las vanas curiosidades (Act 1,7), no daba una enseñanza teórica, sino que la presentaba como una “buena nueva” y un llamamiento a la *conversión (Mc I,14s). Dios se acerca, hay que discernir los signos de los tiempos (Lc 12,56; 19,42) y estar dispuestos a acogerlo (Mt 25, 10ss). A las palabras añadí­a Jesús los milagros, signos de su misión (p.c., Mt 9,6).

Pero todo esto era sólo una preparación. No sólo sus enemigos (Mc 3,5), sino hasta sus mismos discí­pulos tení­an el espí­ritu cerrado (Mc 6,52; Mt 16,23; Lc 18,34). Sólo cuando se haya derramado la sangre de la nueva alianza (Lc 22,20 p) podrá producirse la plena luz: “entonces les abrió la inteligencia” (Lc 24,45), entonces derramó el Espí­ritu Santo (Act 2,33). Así­ se instauraron los últimos tiempos, tiempos del verdadero conocimiento de Dios.

2. San Juan. Todaví­a más claramente que los sinópticos marca Juan las etapas de esta *revelación. En primer lugar hay que dejarse instruir por el Padre; los que le son dóciles son atraí­dos hacia Jesús (Jn 6,44s). Jesús los reconoce y ellos lo reconocen (10,14), y él los conduce al Padre (14,6). Sin embargo, todo lo que dice y hace es para ellos enigmático (16,25) en ‘tanto no es él elevado sobre la cruz. Sólo esta elevación glorificante lo pone verdaderamente en evidencia (8,28; 12,23.32); sólo ella granjea a los discí­pulos el don del Espí­ritu (7.39; 16,7). Este les descubre todo el alcance de las pa-labras y de las obras de Jesús (14, 26; cf. 2,22; 12,16) y los conduce a la verdad total (16,13). Así­, ‘los discí­pulos conocen a Jesús, y por Jesús al Padre (14,7.20).

Como lo habí­a predicho Isaí­as, una nueva relación se establece con Dios: “El Hijo de Dios ha venido y nos ha dado la inteligencia, a fin de que conozcamos al verdadero” (IJn 5,20; 2.14). La *vida eterna no se define de otra manera: consiste en “conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo” (Jn 17,3), conocimiento directo que hace que, en cierto sentido, los cristianos “no tengan ya necesidad de que se les enseñe” (IJn 2,27; cf. Jer 31,34; Mt 23,8). Pero a este conocimiento lo llama Juan también “*comunión” (IJn 1,3), pues es participación de una misma vida (Jn 14,19s), unión perfecta en la verdad del amor (Jn 17,26; cf. IJn 2,3s; 3,16…).

3. San Pablo. En el mundo griego, ávido de especulaciones filosóficas y religiosas (gnosis), predica Pablo denodadamente la *cruz de Cristo (ICor 1,23). La salvación no se halla en un saber humano, sea el que fuere, sino en la *fe en Cristo crucificado, “fuerza de Dios y sabidurí­a de Dios)) (ICor 1,24). El hombre debe, pues, renunciar a sus pretensiones (ICor 1,29), reconocerse incapaz de penetrar por sí­ mismo los secretos de Dios (ICor 2,14) y someterse al Evangelio (Rom 10,16), que transmite da *locura de la predicación” (ICor 1, 21; Rom 10,14).

La fe en Cristo y el bautismo le dan entonces acceso a un saber muy distinto, “el lucro sobreeminente que es el conocimiento de Cristo Jesús”, saber no teórico, sino vital: “conocerle a él con el *poder de su resurrección y la comunión en sus sufrimientos” (Flp 3,8ss). Así­ se “re-nueva” la inteligencia y viene a ser capaz de “discernir cuál es la *voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom 12,2). De hecho, “para conocer los dones que Dios nos ha hecho” en Cristo, recibimos el Espí­ritu mismo de Dios (ICor 2,11), ese *espí­ritu que “se une a nuestro espí­ritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios… coherederos de Cristo” (Rom 8,16s).

Delante de la “insondable riqueza de Cristo” (Ef 3,8), la admiración de Pablo no hace sino crecer con los años, y así­ desea a los cristianos “la plena inteligencia para penetrar el *misterio de Dios, en el que se hallan escondidos todos los tesoros de la sabidurí­a y del conocimiento” (Col 2,2s). Pero no por eso olvida que “la ciencia hincha” y que “la caridad edifica” (ICor 8,1; 13,2): lo que tiene presente no es una gnosis orgullosa, sino el conocimiento del “*amor de Cristo, que supera todo conocimiento” (Ef 3,19). Desea el momento en que lo que es parcial ceda el puesto a lo que es perfecto, y así­ conozca él como es conocido (ICor 13,12).

Así­, para Pablo como para toda la Biblia, conocer es entrar en una gran corriente de vida y de luz que brotó del corazón de Dios y vuelve a conducir a él.

-> Amor – Corazón – Elección – Gustar – Sabidurí­a – Verdad.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas