CORINTIOS

epí­stolas a los. Siendo la ciudad de ® Corinto un puerto en el que, además de ser un centro de la cultura griega y del paganismo, confluí­an diversas corrientes del pensamiento filosófico y religioso en la época del apóstol Pablo, la llegada de la doctrina cristiana fue causa de discusiones que ocasionaron problemas entre los neófitos de esta Iglesia.

Estas circunstancias hicieron que el Apóstol escribiera las cartas a los Corintios, de la cuales la primera, cuya fecha se desconoce, y se tiene noticia, precisamente, por 1 Co 5, 9-13, se perdió. La epí­stola que conocemos como 1 Corintios, fue escrita en Efeso, donde permaneció San Pablo dos años, del 52 al 54, durante su tercer viaje apostólico, Hch 19, 1. La epí­stola redactada en la Pascua del año 54, 1 Co 5, 7-13, obedece a los informes recibidos de los de la casa de Cloe, sobre divisiones en la comunidad, pues sus miembros estaban tomando partido por ciertos nombres, formando grupos, 1 Co 1, 11-16; y problemas planteados al Apóstol por una delegación corintia, 1 Co 16, 17; que, seguramente, le habí­a llevado la carta mencionada en 1 Co 7, 1. Sobre las disensiones entre los corintios en razón de los maestros alrededor de los cuales tomaron partido los fieles, San Pablo les recuerda que Jesucristo es el único, lo mismo que su doctrina, que sólo en la cruz está la salvación y la verdadera sabidurí­a, y no en la vanidad del conocimiento mundano, 1 Co 1, 10. Como Corinto era una ciudad pagana, hedonista y relajada, muchas de sus costumbres se imitaron en la comunidad cristiana, hasta el punto que el apóstol Pablo, en una reprimenda fuerte, considera que ni siquiera entre los gentiles se llega a caer en tales inmoralidades, para, por último, pedirles a los corintios, como en Dt 13, 6, †œÂ¡Arrojad de entre vosotros al malvado!, 1 Co 5. En el capí­tulo 6, sobre la solución de los problemas ante los tribunales paganos, el Apóstol recomienda que se arreglen amistosamente, como corresponde a cristianos, pues cómo se recurre a aquellos que tiene a la Iglesia por nada.

Del capí­tulo 7 al 14 da solución a varios problemas planteados por la comunidad corintia sobre el matrimonio, la virginidad y el celibato; acerca del consumo de carnes de animales sacrificados a los í­dolos, dice que el cristiano es libre, pero debe privar la caridad ante los escrupulosos y evitar el escándalo; sobre el orden en las asambleas y la discreción, en cuanto al ornato personal, como deben participar en ellas las mujeres; acerca de cómo celebrar la Cena del Señor inspirada en la caridad y no en el egoí­smo; y de los carismas y su jerarquí­a, sobre los cuales está la caridad. En el capí­tulo 15, Pablo discurre acerca de la resurrección de Cristo, y, por tanto, de los hombres, hecho histórico demostrado con varios testimonios, que le da el sentido a la doctrina cristiana.

La segunda epí­stola a los Corintios para algunos, contiene varias cartas, por los tonos diferentes que se observan a través de su lectura. Después de la primera carta, en la Iglesia de Corinto se presentó un problema, que provocó la visita del apóstol Pablo, breve y de carácter enojoso, 2 Co 1, 23; 2, 1; 13, 1; cuando prometió volver con más tranquilidad, 2 Co 1, 15 16. Luego vino el incidente en el que se cuestionó la autoridad del Apóstol, en la persona de su representante, y la visita anunciada no se llevó a cabo, sino que Pablo redactó, †œcon muchas lágrimas†, otra carta severa a la Iglesia de Corinto, 2 Co 2, 4. Sin embargo Pablo pide en su escrito que se tenga caridad para con quien ocasionó este asunto enojoso, 2 Co 2, 5-11; 7, 12. No se conocen los dos personajes a que alude Pablo, ni el ofensor ni el ofendido. La epí­stola produjo efectos benéficos entre los fieles corintios, sobre lo cual Tito informó al Apóstol, estando éste en Macedonia, tras salir de Efeso, 2 Co 7. Es que en Corinto, surgieron algunos opositores de Pablo, que se presentaban como israelitas, ministros de Cristo, de justicia, que se recomiendan a sí­ mismos, ante lo cual se ve en la necesidad de hacer su propia apologí­a, y contra quienes el Apóstol arremete llamándolos irónicamente †œsuperapóstoles†, 2 Co 11, 5; 12, 11; para luego desenmascararlos como †œfalsos apóstoles, trabajadores engañosos† 2 Co 11, 13; y les dice: †œEl que se glorí­e, glorí­ese en el Señor†, 2 Co 10, 17. En el capí­tulo 8, Pablo habla de la organización de la colecta en Corinto, para los hermanos de la Iglesia de Jerusalén en necesidad, como reciprocidad con la Iglesia madre, pues de ella les llegaron a los corintios los bienes espirituales del mensaje de Cristo, y como prenda de unidad entre las iglesias fundadas por el Apóstol. Corinto, antigua ciudad griega, localizada en el istmo de C., al suroeste de la actual C., ciudad ésta fundada en 1858, después de haber sido destruida por un terremoto. Los dorios la conquistaron antes del año 1000 a. C. Por sus dos puertos, Lequeo, en el golfo de C., y Cencreas, en el golfo Sarónico, ca. 650 a. C., la ciudad habí­a adquirido gran importancia comercial y cruce de diferentes culturas. Posteriormente, Atenas, debido a su auge comercial y naval, se volvió rival de C., y esta ciudad en alianza con Esparta se enfrentó a aquélla en la guerra del Peloponeso, entre el 431 y el 404 a. C. Tras la victoria sobre Atenas, C. se alió con ésta contra Esparta en la Guerra Corintia, del 395 al 386 a. C.En el año 338 a. C., C. fue tomada por Filipo II, rey de Macedonia.En el 224 a. C., hizo parte prominente de la Liga Aquea. En el año 146 a. C., Roma absorbió la Liga Aquea, y C. fue destruida. Julio César levantó de nuevo la ciudad, ca. 44 a. C., que fue erigida como capital de la provincia romana de Acaya. Los griegos celebraban en la antigüedad cuatro competencias deportivas, los juegos pí­ticos, los nemeos, los olí­mpicos y los í­stmicos, estos últimos en la ciudad de C.

En C. trabajó Pablo con los cristianos Aquila y Prisca en la fabricación de tiendas, y los sábados discutí­a en la sinagoga con judí­os y griegos, Hch 18, 2-4; evangelizó aquí­ por espacio de dieciocho meses, habiendo establecido una comunidad de fieles cristianos, inicialmente con gente humilde de C., 1 Co 1, 26-28; a fin de difundir la fe en Cristo por toda la provincia de Acaya, 2 Co 1, 1; 9, 2. En tiempos del Apóstol, C. era una de las ciudades clave del Imperio romano, puente entre Oriente y Occidente, punto de atracción para viajeros, comerciantes, mercaderes del Mediterráneo. A esta comunidad cristiana, el apóstol Pablo dirigió varias epí­stolas, de las cuales conocemos dos, denominadas a los ® Corintios.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Dos cartas escritas por Pablo a la Iglesia de Corinto.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Comunidad cristiana a la que dirige Pablo dos cartas y otra, al menos, perdida pero citada (1 Cor. 5.9). Se hallaba situada la ciudad en el itsmo de Corinto y en el siglo I era centro o capital de la provincia romana de Acaya, desde que los romanos habí­an rechazado Atenas y habí­an preferido este puerto comercial de localización privilegiada y de fácil comunicación con Roma.

Julio César la mandó reconstruir y organizar el año 44 a C. como colonia para sus veteranos. Se edificó sobre las ruinas de la antigua acrópolis destruida por los romanos el 146. Tení­a dos puertos, al Este el de Cáncreas y al Oeste el de Lequeo. Su población era numerosa (unos 30.000 habitantes, la mitad esclavos) con varias zonas o barrios.

Como puerto comercial privilegiado y activo, la población era cosmopolita, el vicio abundaba entre los marineros y soldadesca, el dinero fluí­a con facilidad, los ricos tení­an fama de despilfarradores y en el templo de Afrodita se practicaba la prostitución sagrada con profusión (Estrabón habla de mil mujeres dedicadas a ella). El mérito de los adeptos a la nueva fe era grande en este contexto.

Para leer y entender las dos cartas de Pablo dirigidas a los cristianos de Corinto hay que tener en cuenta estas caracterí­sticas. Por eso, hablar en aquel contexto de cruz (1 Cor. 1 y 2), de sabidurí­a (1 Cor 3), de humildad (1 Cor. 5), de castidad (1 Cor. 5 y 6), era una audacia.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa