DUELO

v. Endecha
2Sa 14:2 yo te ruego que finjas estar de d
Joe 1:9 los .. ministros de Jehová están de d
Amo 6:7 se acercará el d de los que .. placeres


Duelo (heb. ‘ébel, bekî; gr. pénthos pénthein,”llanto”, “luto”, “ayuno”). Acto y experiencia de tristeza y lamento, especialmente por causa de la muerte de un amigo í­ntimo o un pariente. En los paí­ses orientales el duelo era frecuentemente ostentoso, costoso y mecánico. Las evidencias públicas de que uno eºstaba de duelo incluí­an actos como reemplazar la ropa con piezas hechas de tela áspera (“cilicio”; JI. 1:8), descuidar los hábitos corrientes de higiene (como peinarse, afeitarse, bañarse; 2Sa 9:24), romper el manto y afeitarse la cabeza (Job 1:20), sentarse sobre cilicio y ceniza (Job 16:15; (cf 2Sa 13:31), abstenerse de usar adornos (Exo 33:4), golpearse el pecho (ls. 32:12; Luk 23:48), ayunar (Neh 1:4; Psa 35: 13) y llorar en voz alta (Jl. 1:8, 13). A Aarón se le prohibió hacer duelo por la muerte de sus hijos rebeldes, Nadab y Abiú (Lev 10:6). Con frecuencia, sobre los amigos se uní­an “lloradores” profesionales y sacrilegos (Jer 9:17, 18; Mat 9:23), y Jer 16: 7 implica que se serví­an comidas. De acuerdo con Herodoto, en los paí­ses vecinos de Israel prevalecí­an costumbres similares, por lo que ciertas modalidades de duelo que a veces se practicaba en Israel (Jer 6:6; 41:5; Mic 1:16) probablemente se inspiraron en sus vecinos paganos. Parece haber habido una significación idolátrica en la práctica 339 de afeitarse la cabeza y sajarse la carne, que fue prohibida a los israelitas (Lev 19:27, 28; 21:5; Deu 14:1). Los hebreos lloraron 30 dí­as por Moisés (Deu 34:8) y 7 dí­as por Saúl (1Sa 31:13). Cuando Jacob murió, los egipcios tuvieron duelo por 70 dí­as, y la procesión funeraria lloró 7 dí­as adicionales en Atad, más allá del Jordán (Gen 50:3, 10). El dolor por los pecados es el más noble de los duelos. Los profetas amonestaron repetidas veces a Israel a lamentarse por sus pecados (Jer 4:8; 6:26). Bib.: Herodoto ii.66.85; iv.71; viii.99; ix.24.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n dolium, dolor, aflicción. Los orientales son dados a las grandes demostraciones públicas de d. por los acontecimientos dolorosos, la muerte de un allegado, una situación catastrófica. Por lo general, el duelo por la muerte de un ser querido se manifestaba desgarrando las vestiduras, Gn 37, 29; 2 S 1, 11; 13, 31; Esd 9, 3. Cambiando las ropas corrientes, las galas, por vestidos de luto, Ex 33, 4; 2 S 14, 2; Is 61, 3; Ba 5, 1; Jl 1, 8/10/13; el sayal, el saco, se usaban telas burdas, Dn 9, 3; Mt 11, 21. Otra manera de manifestar el duelo consistí­a en llevar la cabeza cubierta y los pies descalzos, 2 S 15, 30; Is 20, 2; Ez 24, 17. Se rapaba el pelo, Jb 1, 20; Is 22, 12; Jr 16, 6; 48, 37; Am 8, 10; se arrancaban los pelos de la cabeza y de la barba, Esd 9, 3. Se cubrí­a la barba Ez 24, 17.

Se esparcí­a polvo o ceniza en la cabeza Jos 7, 6; 1 M 3, 47. Se arañaban las carnes, Jr 16, 6; 41, 5; esta costumbre fúnebre estaba prohibida por la Ley, pero se practicaba en Israel, por influencia de los pueblos paganos vecinos, Lv 19, 27-28; Dt 14, 1. Se lanzaban gemidos, gritos, lamentos, 1 R 13, 30; se contrataban plañideras, Jr 9, 16; se entonaban elegí­as, endechas, como la de David por la muerte del rey Saúl y de su hijo Jonatán, 2 S 1, 19-27. Durante el d. se ayunaba, 1 S 31, 13; 2 S 1, 12. A los sumos sacerdotes les estaban prohibidas estas manifestaciones externas de d., Lv 10, 6; 21, 10.

Los duelos duraban varios dí­as. Tras la muerte de Jacob en Egipto, se hizo un gran duelo de setenta dí­as, Gn 50, 3; y José lloró a su padre, por espacio de siete dí­as, después de darle sepultura, Gn 50, 10. Los israelitas lloraron la muerte de Aarón durante treinta dí­as, Nm 20, 29; igual tiempo duró el d. de Israel por la muerte de Moisés, Dt 34, 8. Los habitantes de Yabés de Galaad, a quienes Saúl habí­a salvado, enterraron al rey y el duelo se prolongó por siete dí­as, 1 S 31, 13; Israel lloró durante siete dí­as la muerte de Judit, Jdt 16, 24; esta mujer, asimismo, habí­a hecho d. durante toda su viudez, por la muerte de su marido, Jdt 8, 4-6. En Si 22, 12, se lee: †œEl duelo por un muerto dura siete dí­as, por el necio y el impí­o, todos los dí­as de su vida†.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

ver FUNERAL

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Es la expresión de pena y dolor por la muerte de un ser querido, pariente, amigo o dignatario. Cuando murió su esposa, Abraham vino a †¢Hebrón †œa hacer d. por Sara, y a llorarla† (Gen 23:2). Los egipcios hicieron d. por Jacob durante setenta dí­as (Gen 50:3) y luego le endecharon †œcon grande y muy triste lamentación† (Gen 50:10). Entre aquellos pueblos las manifestaciones de dolor en caso de muerte se hací­an de manera abierta y sumamente expresiva. Cuando Rubén vio que su hermano José no aparecí­a †œrasgó sus vestidos† (Gen 37:29). Lo mismo hizo Job cuando supo de la muerte de sus hijos (Job 1:20) y †¢Mardoqueo al enterarse del decreto en contra de los judí­os (Est 4:1). Este gesto de d. es quizás el más caracterí­stico entre los israelitas (2Sa 1:11; 2Sa 13:31; Esd 9:3), aunque le estaba prohibido al sumo sacerdote (Lev 21:10).

Las mujeres tení­an vestiduras especiales que se usaban en señal de duelo (Gen 38:14; 2Sa 14:2). Los hombres podí­an ponerse un vestido de †¢cilicio (2Sa 3:31; Est 4:1), como hizo Jacob, que †œguardó luto por su hijo muchos dí­as† (Gen 37:34). Se acostumbraba lamentar al muerto echándose polvo o ceniza sobre la cabeza (Jos 7:6; Job 2:12; Lam 2:10). El que estaba de d. se abstení­a de adornos, aun de bañarse (2Sa 12:20; 2Sa 19:24). Golpearse el pecho era señal de d. (Nah 2:7). De la misma manera era usual quitarse el turbante (Eze 24:17) y raparse el cabello (Deu 21:12; Isa 22:12; Amo 8:10). Al llorar, los dolientes se hací­an rasguños y se tiraban del pelo (Jer 16:6), pero estaba prohibido hacerse incisiones o heridas que dejaran cicatrices, como acostumbraban los paganos (Lev 19:27-28). Por lo general se presenta al doliente sentado en el suelo, o yaciente (Job 2:13; Jon 3:6). La música y la danza cesaban durante el d. (Lam 5:15), con excepción de la música fúnebre, contratándose a veces personas que la tocaran, especialmente flautistas (Mat 9:23). También se contrataban plañideras profesionales (Jer 9:17; Mar 5:38). La †œlamentación† expresaba en música y verso el d. por una persona o por una tragedia nacional. En la manifestación final del reino de Dios no habrá †œmás llanto, ni clamor, ni dolor† (Apo 21:4).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, COST

vet, Era costumbre de los hebreos, como sigue siéndolo en Oriente, hacer una gran exhibición de duelo. Para expresar su dolor por la muerte de un ser querido, o por una calamidad pública o privada, golpeaban el pecho, se cubrí­an la cabeza, ayunaban, echaban polvo o cenizas sobre sus cabezas, descuidaban su cabello, llevaban vestidos de colores apagados, rasgaban sus vestiduras, se vestí­an de saco, etc. Para Asa y Sedequí­as hubo una gran combustión de perfumes a su muerte, muy probablemente imitando a los paganos (2 Cr. 16:14; Jer. 34 5). Se contrataba a plañideras profesionales (Jer. 9:17, 18 cp. 2 S. 14:2; Am. 5:16). También se presentaban músicos que tocaban músicas fúnebres (Mt. 9:23). Dios no desea que aquellos que han perdido un ser amado carezcan de sentimientos: el mismo Señor Jesús lloró ante la tumba de Lázaro. Pero Dios quiere que haya realidad en todas las cosas. El mismo tiene que exhortar a Su pueblo: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos” (Jl. 2:13).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Los pueblos orientales tení­an por costumbre exteriorizar su desconsuelo con gestos y ademanes ampulosos cuando estaban de duelo, y así­ se refleja en el registro bí­blico. Un libro entero de la Biblia, Lamentaciones, es una expresión de duelo por la suerte de Jerusalén.

Causas del duelo. El arrepentimiento puede dar origen a expresiones de duelo (Ne 9:1, 2; Jon 3:5-9), como también la inminencia de una calamidad (Est 4:3; Jer 6:26; Am 5:16, 17) o condiciones desastrosas ya existentes. (Joe 1:5-14.) Sin lugar a dudas, la muerte era la causa de duelo más común. Cuando un miembro de la familia inmediata morí­a, daba comienzo un perí­odo de duelo (Gé 23:2; 27:41; 37:33-35), si bien la muerte de los padres o de un hijo unigénito eran las ocasiones de mayor desconsuelo. (Sl 35:14; Am 8:10; Zac 12:10.) Cuando morí­a un lí­der nacional, le guardaban perí­odos de duelo que duraban de siete a treinta dí­as. (Nú 20:29; Dt 34:8; 1Sa 31:8, 12, 13.) Los egipcios lloraron la muerte de Jacob, el padre de José, durante setenta dí­as, tras lo cual hubo un perí­odo de siete dí­as de ritos de duelo en Canaán. (Gé 50:3-11.)

Modos de expresar pesar. El duelo se expresaba verbalmente y mediante el llanto, así­ como por una apariencia fí­sica desarreglada, ayuno o abstinencia de cosas normales. El llanto podí­a ir acompañado de plañido o clamor amargo en alta voz (2Sa 1:11, 12; Est 4:1), darse golpes en el pecho (Isa 32:11, 12; Na 2:7; Lu 8:52), rasgar las prendas de vestir (Jue 11:35; 2Re 22:11, 19), echarse cenizas o polvo sobre la cabeza y llevar prendas de saco (2Sa 13:19; 2Re 6:30; Job 2:11, 12), quitarse las sandalias y cubrirse la cabeza o la cara (2Sa 15:30; 19:4), o arrancarse o cortarse el cabello y afeitarse la barba. (Job 1:20; Esd 9:3; Jer 41:5.) Habí­a algunas personas que, siguiendo las prácticas paganas, se hací­an cortaduras en el cuerpo. (Jer 16:6; 47:5.) Además de ayunar, la persona podí­a dejar de frotarse con aceite o no lavar sus prendas de vestir. (2Sa 14:2; 19:24; Da 10:2, 3.) Algunos se sentaban en el suelo o entre cenizas. (2Sa 13:31; Job 2:8; Isa 3:26.)
A veces se componí­an elegí­as como canciones de duelo. (2Sa 1:17-27; 3:33, 34; 2Cr 35:25.) Un tipo particular de canción era el schig·ga·yóhn, término hebreo que aparece en el encabezamiento del Salmo 7 y en Habacuc 3:1. Era una composición a modo de endecha que se cantaba de forma intensa y apasionada, con cambios rápidos de ritmo. Se puede notar que en ambas referencias (Sl 7; Hab 3:2-19) están presentes los siguientes elementos: peligro, manifestaciones intensas de súplica o emoción y, finalmente, expresiones de regocijo en el servicio a Jehová.
En los funerales en ocasiones se hací­a uso de plañideras profesionales, y los músicos tocaban melodí­as tristes (Jer 9:17, 18; Mt 9:23), unas melodí­as que, en el tiempo del ministerio de Jesús, los niños solí­an imitar cuando jugaban en las plazas de mercado. (Mt 11:16, 17.) El caramillo o flauta era el instrumento preferido para expresar lamento. (Jer 48:36; Mt 9:23; véase La Guerra de los Judí­os, libro III, cap. IX, sec. 5.)
Las mujeres tení­an la costumbre de visitar el sepulcro después del entierro para llorar y lamentarse. (Jn 11:31.) Según parece, a veces se serví­a una comida de funeral durante el perí­odo de duelo, y en algunos casos se convertí­a en una fiesta especial. (Os 9:4; Jer 16:5, 7.)

Prohibiciones con respecto al duelo. En determinadas ocasiones Dios dio instrucciones a todo su pueblo, o a algunos de sus miembros, para que no guardaran duelo, como, por ejemplo, en el caso de malhechores que habí­an sido condenados a muerte. (Le 10:1, 2, 6.) Al profeta Ezequiel se le ordenó que no observase duelo, en ninguna de sus manifestaciones, por su esposa fallecida. Esto les habrí­a de servir de modelo a los israelitas que estaban con él en Babilonia, quienes estarí­an tan aturdidos que ni se condolerí­an por la ejecución de juicio divino sobre Jerusalén debido a su infidelidad. (Eze 24:15-24.) Jeremí­as recibió unas instrucciones similares. (Jer 16:5-13.)
Algunas prácticas de duelo estaban prohibidas bajo la ley mosaica, como el hacerse cortaduras en la carne, causarse †œcalvicie sobre [las] frentes† (Le 19:28; Dt 14:1) y apartar algo del diezmo para darlo a los muertos. (Dt 26:12-14.) Los sacerdotes podí­an exteriorizar su duelo por ciertos miembros de su familia inmediata; en cambio, al sumo sacerdote no le estaba permitido. (Le 21:1-6, 10-12.)

Un tiempo para estar de duelo. Eclesiastés 3:1, 4 dice que hay †œtiempo de llorar y tiempo de reí­r; tiempo de plañir y tiempo de dar saltos†. Y dado que la humanidad se halla en una condición moribunda, se dice en la Biblia que el corazón de la persona sabia se halla †œen la casa de duelo† y no en la †œdel banquete†. (Ec 7:2, 4; compárese con Pr 14:13.) En consecuencia, la persona sabia manifiesta su condolencia por el dolor ajeno y busca oportunidades para impartir consuelo, en lugar de desatender al doliente por dar prioridad a su satisfacción personal. Esto, a su vez, le ayuda a tener presente la transitoriedad de la vida y también a mantener una buena predisposición de corazón hacia su Creador.
Las Escrituras dejan constancia de causas válidas de duelo. Aparte del duelo por la muerte de seres queridos (Gé 42:38; 44:31), las prácticas detestables de la religión falsa, que deshonran a Dios, son causa de suspiros y gemidos (Eze 9:4; compárese con 1Co 5:2), como también son motivo justificado de pesar nuestros propios errores. (Sl 38:4, 6-10.) Jehová insta a los que se han apartado de su lado con estas palabras: †œVuelvan a mí­ con todo su corazón, y con ayuno y con lloro y con plañido. Y rasguen su corazón, y no sus prendas de vestir†. (Joe 2:12, 13; compárese con Snt 4:8, 9.) Por todo el texto bí­blico se recalca que no son las manifestaciones externas de duelo las que evidencian verdadero pesar, sino la contrición interior y el dolor de corazón. (Sl 31:9, 10; Pr 14:10; 15:13; Mr 14:72; Jn 16:6.)
El propio Jehová dice de sí­ mismo que †œse sintió herido en el corazón† (Gé 6:6; compárese con Isa 63:9); también su espí­ritu santo puede ser †˜contristado†™. (Ef 4:30.) Teniendo presente que ese espí­ritu induce a los siervos de Dios a producir frutos rectos (Gál 5:22-24), aquellos que no aprecian esta provisión divina y se resisten a su influencia benefactora, obrando en sentido contrario a su dirección, están, de hecho, †˜contristándolo†™. (Compárese con Isa 63:10; 1Te 5:19.)

Punto de vista equilibrado sobre el duelo. En el tiempo de Jesús la gente frecuentemente exteriorizaba el duelo con gran profusión de gestos, ruido y alboroto. (Mr 5:38, 39.) Aunque Jesús †˜gimió en sí­ mismo†™ y lloró en varias ocasiones (Jn 11:33-35, 38; Lu 19:41; Mr 14:33, 34; Heb 5:7), no hay registro de que empleara las otras expresiones más ostentosas ya mencionadas. (Compárese con Lu 23:27, 28.) Sus discí­pulos expresaron desconsuelo y lamento de igual manera. (Mt 9:15; Jn 16:20-22; Hch 8:2; 9:39; 20:37, 38; Flp 2:27.) Pablo expresó †œgran desconsuelo e incesante dolor en [su] corazón† por sus parientes en la carne no creyentes (Ro 9:2, 3), temió que tuviera que lamentarse de los de la congregación de Corinto que habí­an pecado y no se habí­an arrepentido (2Co 12:21) y mencionó †œllorando† a los que se habí­an desviado para andar †œcomo enemigos del madero de tormento del Cristo†. (Flp 3:17-19.) Su preocupación profunda y sincera por la congregación cristiana (2Co 2:1-4) le permitió instruir a otros acerca de la necesidad de mostrar empatí­a y comprensión, †˜llorando con los que lloran†™. (Ro 12:15.)
En vista de que el duelo y el desconsuelo tienen un efecto debilitante (Sl 6:6, 7; Lu 22:45; Hch 21:13; 2Co 2:6, 7), siempre se presenta el pesar cristiano como una expresión de duelo moderada, equilibrada e, incluso, eclipsada por la esperanza y el gozo, cuyo efecto fortalece al apesadumbrado. (Mt 5:4; 1Co 7:29, 30; 2Co 6:10; compárese con Ne 8:9-12.) Ya en su dí­a, el rey David manifestó un punto de vista equilibrado y sensato sobre el duelo. Cuando enfermó el hijo que habí­a sido fruto de su adulterio con Bat-seba, David ayunó y se acostó en la tierra buscando el favor del Dios verdadero para el niño. Pero cuando se enteró de la muerte de este, se levantó, se lavó, se frotó con aceite, se cambió las ropas, oró a Jehová, pidió alimento y empezó a comer. Al explicar su proceder a sus sorprendidos siervos, dijo: †œAhora que ha muerto, ¿para qué estoy ayunando? ¿Puedo yo hacerlo volver de nuevo? Yo estoy yendo a él, pero, en cuanto a él, él no volverá a mí­†. (2Sa 12:16, 19-23.) Más tarde, sin embargo, fue preciso que Joab le hablara francamente para que saliera de su estado de profundo desconsuelo por la muerte de su hijo Absalón. (2Sa 18:33; 19:1-8.)
Aunque †œtoda la creación sigue gimiendo†, los sufrimientos de los cristianos son de poca importancia, comparados con la gloriosa esperanza que tienen ante sí­. (Ro 8:18-22; 1Pe 1:3-7.) Además, la promesa de la resurrección les permite no †˜apesadumbrarse como los que no tienen esperanza†™. (1Te 4:13, 14.)
El duelo y el ayuno de aquel que desobedece la palabra de Jehová no son sinceros ni producen ningún beneficio. (Zac 7:2-7.) Sin embargo, †œla tristeza de manera piadosa obra arrepentimiento para salvación†. Tal tristeza viene como resultado de reconocer que cierto mal proceder es un pecado contra Dios, y mueve a la persona a buscar el perdón de Dios y volverse de su mal proceder. †œPero la tristeza del mundo produce muerte†; es decir, una persona puede estar triste porque su mal ha sido descubierto, con el consiguiente perjuicio personal, pero no tener ningún deseo de conseguir el perdón de Dios. (2Co 7:10, 11.) Por ejemplo, las lágrimas que Esaú derramó egoí­stamente con la esperanza de recobrar los derechos de primogénito que habí­a perdido no tuvieron ningún efecto en Isaac ni en Dios. (Heb 12:16, 17.)

Uso figurado y profético. De modo figurado, hasta a la tierra se la representa de duelo debido a las devastaciones causadas por los ejércitos invasores o por una plaga. (Jer 4:27, 28; Joe 1:10-12; contrástese con Sl 96:11-13.) Por causa de su desolación, la tierra producirí­a mala hierba y tendrí­a una apariencia descuidada y abandonada, como la de la persona que se despreocupa del aspecto que ofrece su cara, cabello y ropa mientras está de duelo. De modo similar, la tierra cuyas cosechas han sido devastadas por una plaga tiene un aspecto lastimoso.
La †œseñal del Hijo del hombre† y la revelación de Cristo van a hacer que todas las tribus de la tierra †˜se golpeen en desconsuelo†™ o †œen lamento†. (Rev 1:7; Mt 24:30.) Se predijo que †œen un solo dí­a† vendrí­an plagas sobre la simbólica †œBabilonia la Grande†: muerte, lamento y hambre, plagas que harí­an que todos los que se han beneficiado de ella lloren y se lamenten. (Rev 18:2, 7-11, 17-19.) En cambio, la Nueva Jerusalén trae sobre la Tierra unas condiciones que hacen que las lágrimas, la muerte, el lamento, el clamor y el dolor pasen para siempre. (Rev 21:2-4.)

Fuente: Diccionario de la Biblia