EMANUEL

Isa 7:14; 8:8


Emanuel (heb. ‘Immânû’êl, “Dios [está] con nosotros”; gr. Emmanouel). Hijo-señal predicho por el profeta Isaí­as en conversación con Acaz, rey de Judá (ls. 7:14). Alarmado por una alianza entre Peka (rey de Israel) y Rezí­n (rey de Siria) contra Judá (Isa 7:2, 5, 6), Acaz se volvió hacia Tiglat-pileser III (rey de Asiria) por ayuda (2Ki 16:6-9; 2Ch 28:16; Isa 8:9-12). Previendo un ataque inminente, salió para inspeccionar el suministro de agua para la ciudad. Isaí­as se encontró con él en el camino con el mensaje de que no debí­a temer a Peka ni a Rezí­n, sino confiar en Jehová (ls. 7:4-7; 8:13, 14). En prueba de la liberación prometida, Isaí­as (que significa “Yahweh salva”) predijo el nacimiento de un hijo que se debí­a llamar Emanuel (7:14), como señal y recordativo de la presencia permanente de Dios. Antes que este niño-señal llegara a la edad de la responsabilidad, Peka y Rezí­n caerí­an ante los asirios (8:7, 8, 15). Esta predicción, hecha c 734 a.C., se cumplió literalmente. Tiglat-pileser III tomó Damasco y mató a Rezí­n 2 años más tarde (2Ki 16:9, 10), luego devastó Galaad y Galilea, se llevó numerosos cautivos y tramó el asesinato de Peka (2Ki 15:29, 30; 1Ch 5:26; Isa 8:4). El reino de Israel desapareció 12 años más tarde con la caí­da de Samaria ante los asirios (723/22 a.C.; cf Isa 7:8). Repetidas invasiones asirias durante los siguientes años también devastaron toda la tierra de Judá, con excepción de Jerusalén (2Ki 8:13- 19:34; 2Ch 32:1-20; Isa 36:1-37:20). Sin embargo, Dios estaba con su pueblo para proteger al remanente en Jerusalén en forma milagrosa (2Ki 19:35-37, 2Ch 32:21, 22; Isa 37:21-38). Si Acaz hubiera confiado en Jehová, Judá hubiera evitado esta terrible experiencia, como lo implica el nombre de este niño-señal: “Dios (está) con nosotros”. Pero el persistente rechazo de Acaz de poner su esperanza en Dios en lugar de confiar en la alianza con Asiria, resultó en gran sufrimiento para Judá (8:7, 8, 21, 22). Con ironí­a, el profeta habla de Judá como la tierra de Emanuel -“Dios (está) con nosotros”- comparando lo que realmente ocurrió con lo que podrí­a haber sido (vs. 8, 10). Mateo cita Isa 7:14 y lo aplica a Cristo (Mat 1:23). El nombre Emanuel se originó en una situación histórica real como una promesa de que Dios estarí­a con su pueblo para librarlo de sus enemigos inmediatos. Pero Isaí­as también miraba por inspiración al tiempo cuando Dios enviarí­a a su propio Hijo, el verdadero Emanuel, con ese mismo propósito. Por inspiración, Mateo tomó la profecí­a de Isaí­as y la aplicó a la persona de Jesucristo, que nació de una virgen, y quien, en un sentido supremo, es “Dios con nosotros”.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., †™immanu†™el, Dios con nosotros). El nombre de un niño (Isa 7:14; Isa 8:8; Mat 1:23) cuyo nacimiento fue profetizado por Isaí­as y quien serí­a una señal para Acaz durante la guerra siro-efratea (Isaí­as 7). En ese entonces, 735 a. de J.C., Judá era amenazada por las fuerzas aliadas de Siria e Israel quienes trataban de obligarle para que se aliara con ellos en contra de Asiria, cuyo rey, Tiglat-pileser, intentaba someter bajo su poder a toda el Asia Oriental.

Las palabras de Isaí­as han provocado mucha controversia y han sido interpretadas de diferentes maneras, mayormente a causa de la predicción en términos indefinidos y el hecho de que no hay registro alguno de su cumplimiento en ningún evento contemporáneo.

1. La interpretación cristiana tradicional hace hincapié en el nacimiento virginal de nuestro Emanuel, Jesucristo (Mat 1:22-23). Ver NACIMIENTO
VIRGINAL.
2. Otra explicación es que el evento del nacimiento del niño estaba designado para que sirviera como una señal para Acaz, y nada más. Cuando Judá fuera librada de Siria y Efraí­n, algunas madres jóvenes que hubieran dado a luz a niños varones, espontáneamente les darí­an el nombre de Emanuel; una señal para Acaz sobre la veracidad de las palabras de Isaí­as.
3. Un tercer punto de vista, algo parecido al anterior, es que Isaí­as tení­a en mente un niño en particular, la almah serí­a su propia esposa o una de las esposas de Acaz, o quizá alguien más. Antes de que el niño dejara la infancia, Siria y Efraí­n dejarí­an de existir (Isa 7:16); y más tarde Judá serí­a un paí­s idóneo sólo para la vida pastoral (Isa 7:15).
4. Algunos aplican la profecí­a a algún niño del tiempo de Isaí­as y también a Jesucristo.
5. Quizá el punto de vista más ampliamente sostenido entre los evangélicos es que Isaí­as tení­a en mente al Mesí­as de Israel. Con la venida de Emanuel, la gente reconocerí­a la verdad de las palabras del profeta. El serí­a el salvador de Israel, y el gobierno descansarí­a sobre sus hombros (Isa 9:6).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Dios con nosotros). Nombre que aparece en dos profecí­as de Isaí­as referentes al †¢Mesí­as que habrí­a de venir (Isa 7:14; Isa 8:8). Mateo interpreta el significado del nombre aplicándolo al Señor Jesús (Mat 1:23). La idea de la encarnación de Dios fue un misterio no conocido detalladamente en el AT, pero varias profecí­as como estas la sugirieron.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG HOMB HONT

ver, VIRGEN

vet, (forma griega de un nombre hebreo compuesto de tres términos. Significa “Dios con nosotros”). Nombre aplicado a Cristo por Mateo (Mt. 1:20-23) según la profecí­a de Is. 7:14. Se relaciona con el nacimiento milagroso y la unión en la persona del Salvador de las dos naturalezas, divina y humana. (Véase VIRGEN). Al ser atacado Acaz, rey de Judá, por Rezí­n, rey de Siria y por Peka, rey de Israel, Isaí­as fue enviado a decirle que se aquietara y no temiera. Jehová dijo entonces a Acaz que pidiera una señal, tanto en lo alto como en lo profundo; pero Acaz rehusó pedirla. Por ello el Señor le dio la siguiente señal: “He aquí­ que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno” (Is. 7:14,15). Se ha presentado la cuestión de cómo podí­a ser esto una señal a Acaz, siendo que este suceso no tuvo lugar sino hasta siglos después. El anuncio profético del nacimiento de este niño era la evidencia presente a la fe de que, fueran las que fueran las combinaciones que llevaran a cabo los hombres, el remanente podí­a contar con Dios (cp. Is. 8:9, 10, donde dice: “Dios está con nosotros”). Se deberí­a señalar que hay dos niños proféticos. uno “Sear-jasub” (Is. 7:3), figurativo del remanente (este nombre significa “un remanente retorna”), y Emanuel; así­ la profecí­a prosigue: “porque antes de que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada” (Is. 7:16). En el versí­culo 3 de este capí­tulo se le ordenaba a Isaí­as que, al ir a encontrar a Acaz, llevara consigo a su simbólico hijo Sear-jasub (“un remanente retorna”). Es indudable que el versí­culo 16 se refiere a Sear-jasub; y antes de que este niño hubiera llegado a la madurez, Peka habrí­a sido muerto por Oseas, y Damasco tomada y Rezí­n muerto por el rey de Asiria (2 R. 15:30; 16:9). Puede parecer extraño que no haya interrupción entre el versí­culo 15 y el 16 de Is. 7, ya que el primero se refiere a Emanuel, y el segundo a Sear-jasub; pero estas abruptas transiciones no son raras en las escrituras proféticas. En las profecí­as el futuro está a menudo estrechamente asociado con los acontecimientos presentes. En Is. 8:8 se predice que el ala del rey de Asiria llenarí­a la tierra, la tierra de Emanuel, lo cual tuvo lugar poco después, y constituye una premonición y un tipo de los ataques de los asirios en los dí­as postreros. En el NT tenemos el cumplimiento de la profecí­a anterior. La virgen Marí­a concibió y dio a luz a su Hijo. Su nombre fue Jesús, y también Emanuel, “Dios con nosotros”, mostrando que El era Dios, y vino a ser hombre (Mt. 1:23).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Esta transliteración del hebreo significa «Dios con nosotros». La palabra se encuentra primero en Isaías (Is. 7:14; cf. 8:8, 10); Mateo (1:23) aplica el nombre a Cristo. El nombre implica deidad («Dios») y encarnación («con nosotros»).

Son muchos los puntos de vista que se han sostenido tocante a la profecía de Is. 7:14. Aquí basta un breve resumen.

  1. Interpretaciones no-mesiánicas. Estas tienen en común que todas descartan de plano el elemento predictivo y aplican el nombre a algún niño ya nacido o por nacer de alguna mujer judía. No existe unanimidad de pensamiento en cuanto a quién es el niño o la madre.
  2. Interpretaciones semi-mesiánicas. Éstas aplican la profecía a algún niño del tiempo de Isaías y también a Jesucristo.

III. Interpretaciones mesiánicas. Estos puntos de vista centran la predicción en Jesucristo.

Mateo, estando bajo la inspiración divina, aplica la profecía a Jesús. Las circunstancias del nacimiento («señal» y «virgen») apuntan inequívocamente a Jesucristo.

BIBLIOGRAFÍA

J.G. Machen, The Virgen Birth of Christ, pp. 287–316.

Wick Broomall

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (203). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

(heb. ˓immānû˒ēl, ‘con nosotros está Dios’). Esta voz aparece dos veces en el AT (Is. 7.14; 8.8) y una en el NT (Mt. 1.23). También puede haber sido empleada en Is. 8.10.

Para entender la significación de esta palabra, que en sí misma quiere decir “Dios con nosotros”, debemos tener en cuenta el contexto en que aparece. Siria e Israel habían querido formar una coalición con Judá a fin de oponerse al creciente poder asirio. Judá había vacilado, y Siria e Israel determinaron castigarla. Al enterarse de esto Acaz temió. Isaías fue enviado a decirle que no tenía nada que temer. El poder de sus enemigos estaba a punto de desaparecer y no podían hacerle daño. Isaías incluso le ordenó que pidiera una señal como confirmación del mensaje divino. Acaz rehusó hacerlo. En consecuencia, en respuesta al monarca hipócrita, Isaías anunció que el Señor le daría una señal al pueblo de Judá. En visión el profeta ve una virgen (˓almâ, e. d. una mujer soltera) embarazada y próxima a dar a luz un hijo, que llamará Emanuel.

En toda interpretación de esta profecía hay tres factores que deben tenerse en cuenta.

a. El nacimiento del niño iba a ser una señal. Es cierto que en sí misma una señal no es necesariamente un milagro, pero en este contexto, después de la orden dada a Acaz de que pidiera una señal de lo profundo o de lo alto, se justificaría esperar una señal semejante al retroceso de la sombra en el reloj de sol. Habría algo poco usual en el nacimiento; en el curso ordinario de la naturaleza, un nacimiento no cumple los requisitos de una señal. A este respecto debemos notar que la cuestión se hace aun más difícil por el hecho de que no puede haber una referencia local en la profecía de Ezequías, porque este profeta ya había nacido.

b. La madre del niño no está casada. ¿Por qué utilizó Isaías justamente esta palabra, ˓almâ? A veces se ha dicho que si hubiera deseado referirse a un nacimiento virginal tenía un buen término a su disposición, beṯûlâ. Pero un examen del uso de esta última palabra en el AT muestra que habría resultado muy poco satisfactoria porque es ambigua. El término beṯûlâ puede designar a una virgen, pero en esos casos frecuentemente se agrega la frase explicativa “y ningún hombre la había conocido” (cf. Gn. 24.16). Este término puede designar también a una virgen comprometida para casarse (cf. Dt. 22.23ss). En este último caso se conoce a la virgen como la esposa (˒iššâ) del hombre, y a él como su marido (˒iš). Pero la voz beṯûlâ también puede indicar una mujer casada (Jl. 1.8). Sobre la base de este último pasaje surgió una tradición entre los judíos segun la cual la palabra podía referirse claramente a una mujer casada. En consecuencia, si Isaías hubiera empleado este término no hubiera quedado claro a qué tipo de mujer se refería, si a una virgen o a una mujer casada. Otras voces heb. que podría haber utilizado no resultaban satisfactorias. Si hubiera querido referirse a la madre como a una mujer joven, con toda probabilidad habría empleado el término común na˓a (‘jovencita’). Al utilizar el término ˓almâ, en cambio, Isaías usa la única palabra que nunca se refiere (ni en la Biblia ni en otros escritos del Cercano Oriente) a una mujer no casada. Esta mujer soltera podría haber sido inmoral, caso en que el nacimiento difícilmente podría haberse considerado como una señal. Estamos entonces ante la conclusión de que la madre era una buena mujer, pero que no estaba casada; en otras palabras, el nacimiento era sobrenatural. Es la presencia de la voz ˓almâ, lo que hace difícil, si no imposible, que se aplique el pasaje a algún nacimiento local.

c. Debemos notar la fuerza del término Emanuel. Una lectura natural del pasaje nos llevaría a esperar que se viera la presencia de Dios en el nacimiento del niño. Sin embargo, la mayor parte de los escritores modernos que se ocupan del pasaje se oponen seriamente a esta interpretación, y la rechazan vigorosamente. Se nos dice que la presencia de Dios se encuentra más bien en la liberación de Judá de sus dos enemigos septentrionales. Se convierte la infancia del niño en la medida del tiempo que transcurriría hasta que desaparecieran los dos enemigos. El período sería breve: un niño aprende la diferencia entre el bien y el mal a temprana edad. O sea que, digamos, en dos años, o quizás menos, Judá no tendría nada que temer de Siria e Israel. En esta liberación se manifestaría la presencia de Dios, y, como signo o símbolo de esta liberación, alguna madre llamaría a su hijo Emanuel.

Esta interpretación plantea enormes problemas que no soluciona. ¿Que garantía tendría una madre para llamar a su hijo Emanuel? ¿Cómo podría saber que su propio hijo, y no otro, sería la señal de que dentro de aproximadamente dos años se manifestaría la presencia de Dios en la liberación de Judá de manos de Siria e Israel? Además, ¿cómo podía saber Israel que había nacido un determinado niño en respuesta a la profecía, y que su nacimiento sería la señal prometida? Parecería que, si la profecía se refiere a un nacimiento local, el niño que debía nacer tendría que ser una persona prominente. La persona más prominente, Ezequías, queda descartada, por lo que debemos suponer que es un hijo de Isaías o algún otro hijo de Acaz. Pero esto queda descartado también por el uso del término ˓almâ. Ni la esposa de Isaías ni la de Acaz podían recibir la designación ˓almâ, por la sencilla razón de que eran casadas.

Parecería que lo mejor, en consecuencia, es aplicar el nombre Emanuel al niño Jesús. En su nacimiento ha de encontrarse la presencia de Dios. Dios ha llegado a su pueblo en un niño pequeño, el mismo niño que Isaías llama posteriormente “Dios fuerte” (˒ēl gibbôr). Esta interpretación se ve reforzada por el hecho de que Isaías estaba tratando de disuadir a los hombres de que confiaran en el rey de Asiria. El socorro de la nación no está en Asiria sino en Dios. En este sombrío momento Dios está al lado de su pueblo. Lo encontramos en el nacimiento de un niño.

La infancia del niño divino es la medida del tiempo que transcurrirá hasta que Acaz se libre del temor de sus dos enemigos septentrionales (Is. 7.15–16). Acaz rechaza la señal de Emanuel, y se inclina por el rey de Asiria. Este rey y sus sucesores provocaron la caída de Judá, pero para el remanente queda la promesa de Emanuel, y en Emanuel encontrarían su esperanza y su salvación.

Bibliografía. R. Brown, El nacimiento del Mesías, 1982; R. H. Fuller, Fundamentos de la cristología neotestamentaria, 1979, pp. 30ss; G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1976, t(t). II, pp. 201ss; A. B. Simpson, Cristo en la Biblia, 1949; J. L. Robinson, El libro de Isaías, 1978; G. L. Guffin, El evangelio en Isaías, 1968; L. Alonso Schökel, Profetas, 1980, t(t). I, pp. 143ss.

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Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico