EPISTOLA

Epí­stola (gr. epistole, “carta”). Término usado para designar a las cartas de Pablo (Rom 16:22; Col 4:16; cf 2Pe 3:1) y otros escritos (Act 15:30; 23:33). Hoy el término “epí­stolas” se usa para cualquiera de los 21 libros desde Romanos hasta Judas, inclusive. La mayorí­a fueron dirigidas a una iglesia o a los cristianos en general (1Co 1:2; Gá. 1:2; 1Pe 1:1, 2Pe 1:1; etc.); unas pocas a personas (Tit. 1:1, 4; 2 Joh_1; etc.). Tení­an el propósito de resolver problemas que surgí­an en las iglesias, como los males morales o la herejí­a (1 Co.; Gá.), de aclarar algunas doctrinas (He.) o de dar instrucciones (1, 2 Ti.; Tit.). La mayorí­a de ellas sigue la costumbre de la época: un epí­grafe que lleva el nombre del escritor y de la iglesia o de las personas a quienes se dirige la epí­stola; además, la mayorí­a termina con un saludo. Parece que las epí­stolas de Pablo las escribió por lo general un amanuense o escriba (Rom 16:22). Sin embargo, el apóstol aparentemente preferí­a ponerle su propia firma (2Th 3:17; cÆ’ 1Co 16:21). Lo hací­a así­ quizá con el fin de demostrar que las cartas eran suyas, y para desalentar las falsificaciones, que habrí­a ocurrido en un caso (por lo menos habí­a circulado una carta con su nombre; véase 2 Ts 2:2). Tal vez Gálatas y Filemón fueron escritas por él en su totalidad (Gá. 6:11; FLam_19); a tres de ellas (1 y 2 Ti. y Tit.) se las conoce como Epí­stolas Pastorales. No todas las epí­stolas de Pablo se incluyeron en el canon (1Co 5:9), pero todas revelan el sentido de autoridad que tení­a Pablo. Escribió a los corintios: “si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del señor” (1Co 14:37). Todo aquel que desprecia las instrucciones que él da -escribió a los tesalonicenses- “no desecha a hombre, sino a Dios” (1Th 4:8); creí­a que tení­a el Espí­ritu de Dios (1Co 7:40). No era sólo un apóstol escogido y ordenado por el Cristo resucitado (Act 9:15; 22:15; 26:16-18; Rom 1:1; 1Co 9:1, 2), sino también un profeta que habí­a recibido muchas visiones y revelaciones del Señor (Act 13:1; 2Co 12:1-9). Era consciente de haber sido elegido como un canal de la revelación (Rom 16:25-27). El “misterio de Cristo”, el propósito divino logrado por la venida de Jesucristo a la tierra, es el “misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como a sido ahora revelado a los santos apóstoles y profetas por el Espí­ritu” (Eph 3:5, BJ). Pronto Pablo llegó a ser conocido en el mundo mediterráneo como escritor de cartas. En algunas de sus epí­stolas revela una preocupación con respecto a la recepción y uso público de sus cartas. Con un lenguaje solemne y lleno de urgencia clama los tesalonicenses “os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos” (1Th 5:27). En su Epí­stola a los Colosenses da instrucciones con respecto a compartir 2 de sus cartas: “cuando esta carta haya sido leí­da entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de 382 los Laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (Col 4:16). Como señala Goodspeed: “Esto, naturalmente, habrá inducido a la conservación de esas cartas entre los tesoros de ambas iglesias”. También debe notarse que pocas cartas fueron dirigidas a un cí­rculo mayor que una sola congregación. Gálatas se dirigió “a las iglesias de Galacia”. 2 Corintios se dirigió no sólo a la iglesia de Corinto sino “a todos los santos que están en toda Acaya” (1:1). Muchos consideran que Efesios es una circular dirigida a varias iglesias. Evidencias en favor de esta idea se encuentran en la omisión de la frase en EÆ’eso, “los que están en Efeso”, en algunos manuscritos antiguos e importantes; la ausencia de saludos personales en la carta, aunque Pablo habí­a trabajado 3 años en Efeso; y en el hecho de que la carta no trata ningún problema eclesiástico especí­fico. Siete (Stg.; 1 y 2 P.; 1, 2 y 3 Jn.; Jud.) son llamadas Epí­stolas Católicas (universales). A diferencia de las de Pablo, las que tienen nombres de personas identifican al autor de la epí­stola, no a las iglesias o personas a quienes van dirigidas. Véanse los nombres de las diversas epí­stolas.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(gr., epistole, carta, epí­stola).

Correspondencia escrita, personal u oficial. El AT abunda con evidencia de cartas escritas, hallándose entre las más conocidas la carta de David a Joab sobre Urí­as (2Sa 11:14-15), la carta de Jezabel sobre Nabot (1Ki 21:8-9) y la carta de Senaquerib a Ezequí­as (2Ki 19:14); en el NT también abundan las cartas (Act 9:2; Rom 16:1 ss.; 1Co 7:1).

Sin embargo, el término es casi técnico, refiriéndose particularmente a las 21 epí­stolas del NT, escritas por 5 (posiblemente 6) escritores. Pablo escribió 13 (o 14, si Hebreos fue escrita por él); Juan, 3; Pedro, 2; Santiago, 1; y Judas, 1.

Según la costumbre de la época, generalmente comenzaban con el nombre o tí­tulo del escritor y el del destinatario o los destinatarios; después seguí­an palabras de saludo, el mensaje de la epí­stola y al final el autor generalmente daba su nombre. La práctica de Pablo era emplear un secretario para escribir lo que dictaba. Siete epí­stolas reciben el nombre de Generales, porque fueron escritas para la iglesia en general.

Se ve la influencia de las epí­stolas del NT en la literatura del cristianismo en los escritos del siglo siguiente, que fueron mayormente epistolares en forma. De hecho, hubo herejes que escribieron epí­stolas en nombre de los apóstoles. No todas las epí­stolas de los apóstoles han sobrevivido (1Co 5:9; Col 4:6).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(carta).

Este término suele reservarse a las cartas que escribieron los Apóstoles, incluí­das en la Biblia. Son 21: Epí­stolas Paulinas: (14).

1- Epí­stolas teológicas o soterológicas, que hablan directamente del mensaje de salvación: (“sotero”=salvación).

Romanos
Corintios, 1 y 2.

Gálatas.

2- Epí­stolas Cristológicas, o de la Cautividad, que tratan de la figura de Cristo, y fueron escritas desde la cárce: Efesios.

Colosenses.

Filipenses.

3- Epí­stolas Escatológicas, que tratan del fin de los tiempos: Las 2 a los Tesalonicenses.

4- Epí­stolas Pastorales o Eclesiales: Escritas a Pastores, y que tratan de temas pastorales, organización y cuidado de la Iglesia: Timoteo 1 y 2.

Tito.

5- Apologética: Epí­stola a los Hebreos, que según S. Jerónimo fue escrita también por Pablo, aunque otros eruditos lo dudan.

Epí­stolas Católicas o Universales: Fueron dirigidas a toda la Iglesia, en contraposición de las de Pablo, que iban dirigidas a una comunidad o a un pastor de la Iglesia: Santiago.

San Pedro 1 y 2.

San Juan 1, 2 y 3.

(la 2 y 3 no son universales).

San Judas.

Ver cada Epí­stola por orden alfabético.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Es una carta de una persona a otra, o de un grupo a otro, ya sea con fines oficiales o particulares. Es cierto que en la antigüedad, especialmente entre los griegos, se tomó la costumbre de escribir determinados tratados, generalmente filosóficos y siempre con fines didácticos, en forma de carta, lo cual dio nacimiento a un estilo que se llamó epistolar, pero las cartas que aparecen en la Biblia no tienen ese particular estilo. Son, más bien, comunicaciones que surgieron como consecuencia de necesidades muy concretas en las iglesias o alrededor del ministerio de los apóstoles. Algunas de ellas, sin embargo, bien que podrí­an caber dentro de la definición, puesto que son verdaderos tratados, como es el caso de Gálatas, Efesios y Primera de Juan. Otras, aunque exponiendo verdades, hacen algunas referencias a personas y lugares.

Pablo escribió muchas cartas, algunas de las cuales no han llegado hasta nosotros. Se tiene conocimiento, por lo menos, de que habí­an otras dos e. a los Corintios (1Co 5:9; 2Co 7:8) y otra a Laodicea (Col 4:16). El hecho de que Pedro, en su segunda carta, mencione las e. de Pablo y diga que algunos las malinterpretaban †œcomo también las otras Escrituras†, es una señal de que la iglesia primitiva consideraba esta correspondencia como Palabra de Dios (2Pe 3:15-16).
el AT existen varios ejemplos de cartas, como la que envió David a †¢Joab ordenando la muerte de †¢Urí­as (2Sa 11:14-15); las que envió †¢Jezabel para la muerte de †¢Nabot (1Re 21:8-10); la que mandó †¢Ezequí­as pidiendo al pueblo que viniera a celebrar la Pascua (2Cr 30:6-9); las que escribió †¢Senaquerib blasfemando contra Jehová cuando sitiaba a Jerusalén (2Cr 32:17); las que enviaron los que se oponí­an a los judí­os en tiempos de Esdras (Esd 4:6-9), etcétera.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

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Carta que se dirige, por regla general, a una comunidad o grupo determinado de destinatarios. Etimológicamente alude a mensaje o documento que se enví­a (Epi-stole, enví­o sobre) y se recibe o se responde.

Las cartas enviadas a personas y familiares se extendieron en el mundo griego y romano. Además del uso pragmático para cubrir distancias, se transformó también en un género literario que se extendí­a para divulgar ideas de todo tipo: polí­ticas, de ciencia, literatura, derecho, incluso de politica y de religión. Así­ las usaban el griego Epicuro (Carta a Meneceo), Cicerón, César y Séneca (Epí­stolas a Lucilo)

Este género pasó a ser frecuente en determinados autores cristianos sobre todo del siglo IV y V. Son interesantes las Cartas de S. Agustí­n, las de S. Jerónimo y las que se conservaron de los grandes teólogos patrí­sticos. Las usaban con verdadera maestrí­a literaria y las empleaban como medio de difundir y fundamentar la doctrina cristiana en las comunidades que las recibí­an.

En el Renacimiento europeo, los humanistas (Vives, Erasmo, Tomás Moro, etc.) las tomaron como género preferido para exponer sus ideas e intercambiar sus ocurrencias o comunicaciones.

En el lenguaje cristiano, el término Epí­stola se aplicó durante siglos con preferencia a las Cartas que quedaron entre las escritas por los Apóstoles a las comunidades que habí­an evangelizado o a las que deseaban alentar en la doctrina. Por eso eran preferentemente instructivas y profundamente sistemáticas.

De las muchas que seguramente circularon en las comunidades, la tradición nos conservó 14 atribuidas a San Pablo y 7 atribuidas a otros Apóstoles (Santiago, Juan, Pedro y Judas). Todas ellas emplean (salvo la de los Hebreos, que es más sermón que carta) el modo romano de escribir: saludo ampuloso y encomiástico a la persona o a la comunidad a quien se dirige, cuerpo del asunto o doctrina, avisos, referencias personales y saludos en la despedida afectuosa.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

epistole (ejpistolhv, 1992), primariamente un mensaje (de epistelo, enviar a), y por ello una carta, epí­stola. Se usa en forma singular (p.ej., Act 15:30); en forma plural (p.ej., Act 9:2; 2Co 10:10). “Epí­stola es un término menos común para carta. Una carta permite más libertad al que la escribe, tanto en temática como en expresión, que un tratado formal. Una carta es por lo general algo ocasional; esto es, se escribe como consecuencia de una circunstancia que demanda ser tratada con celeridad. El estilo de una carta depende mayormente de la ocasión que la demanda” (de Notes on Thessalonians, por Hogg y Vine, p. 5). “Se tiene que hacer una amplia distinción entre carta y epí­stola. Lo primero es esencialmente un producto espontáneo dominado totalmente por la imagen del lector, sus simpatí­as e intereses; instintivamente también en la propia alma del escritor. Se trata virtualmente de la mitad de un diálogo imaginario, en el que las respuestas suprimidas de la otra parte dan forma al fluir de lo que se escribe; lo segundo (la epí­stola) tiene un alcance general, dirigiéndose a todo aquel a quien le pueda interesar; es como un discurso público y pretende la publicación” (J. V. Bartlet, en Hastings†™ Bible Dictionary). En 2Pe 3:16, el apóstol Pedro incluye las Epí­stolas de Pablo como parte de las Escrituras inspiradas por Dios.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La palabra viene directamente de la palabra griega epistolē. Es la palabra común para carta (véase) y se usa a menudo en Hechos y en las Epístolas paulinas, y dos veces en 2 Pedro.

Debemos hacer una distinción entre carta y epístola. Una carta la escribe una persona para otra o dirigida a un grupo, en tanto que la epístola tiene la forma de una carta, pero con la intención de que circule. Si establecemos esta distinción, llamaremos a las «epístolas» del NT cartas. Todos los libros llamados epístolas y todas las epístolas mencionadas en el NT son cartas en el amplio sentido de la palabra. Por lo general, sabemos los nombres de las personas que las escribieron y las personas o grupos a los que fueron dirigidas. Se escribieron para satisfacer necesidades específicas y con propósitos definidos.

Para interpretar una epístola o carta, por lo tanto, debemos en lo posible, tratar de descubrir todo lo que podamos acerca del autor, la persona o personas a quienes se les escribió, lugar, fecha y todos los datos acerca de las condiciones tanto del autor como de los receptores. Después que hayamos descubierto el mensaje que el autor tenía en mente para sus lectores originales, podremos aplicar este mensaje a nuestras propias necesidades, en la medida que estas necesidades sean similares a las de los lectores originales.

Es costumbre dividir las epístolas del NT en paulinas y católicas (universales) o generales, aunque estas divisiones no son del todo exactas. Las epístolas son muy importantes porque nos dan una información de primera mano de lo que era la vida y pensamiento de la iglesia cristiana primitiva.

Samuel A. Cartledge

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (213). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

El gr. epistolē y el lat. epistula representan una carta de cualquier naturaleza: originalmente una simple comunicación escrita entre personas separadas unas de otras, ya fuese personal y privada u oficial. En este sentido las epístolas forman parte de la herencia de todos los pueblos instruidos. El AT ofrece ejemplos (2 S. 11; 1 R. 21; 2 R. 5; 10; 20; 2 Cr. 30; 32; Esd. 4–5; 7; Neh. 2; 6; Est. 1; 3; 8–9; Is. 37; 39; Jer. 29), como también los papiros griegos de Egipto (cf. todas las grandes colecciones publicadas de papiros, pass., y especialmente la correspondencia de Zenon). Una carta de esta naturaleza fue descripta por Demetrio, Typoi epistolikoi (s. I a.C.), como una conversación escrita, mientras que Demetrio, Sobre el estilo 3. 223ss, cita a Artemón, el que reunió en la antigüedad las cartas de Aristóteles, quien la describe como la mitad de un diálogo.

Pero las colecciones más antiguas de cartas griegas generalmente consideradas como genuinas, al menos en parte, las de Isócrates y Platón, ya muestran una tendencia a utilizar las cartas, o el estilo epistolar, con fines más extensos que las comunicasiones privadas u oficiales; de manera que entre las cartas de Isócrates (368–338 a.C.) algunas son discursos, o introduciones a discursos, y la séptima carta de Platón (ca. 354 a.C.) trátase de una refutación de conceptos populares errados acerca de su filosofia y su conducta. En ambos casos las cartas se dirigen a lectores que no son precisamente los destinatarios de las mismas, resultando así una especie de publicación. Compárense aquí las cartas de los lectores al “Señor director” en los periódicos modernos. A pesar de que a menudo se ha sugerido, y a veces incluso dicho, que tales cartas no tienen ni la extensión ni el contenido de verdaderas cartas, sino que son más bien “escritos a los que se les han agregado ‘saludos’” (Demetrio, Sobre el estilo, loc. Cit.), se siguió utilizando la forma epistolar para las publicaciones filosóficas, científicas, y literarias (p. ej. Epicuro, Epístolas, y las tres cartas literarias de Dionisio de Halicarnaso). La teoría y la práctica epistolares llegaron a ser tratadas por los maestros de la retórica (p. ej. Demetrio, Sobre el estilo; id., Typoi epistolikoi), y la preparación de cartas imitando a hombres famosos formaba parte de los ejercicios de prosōpopoeia en las escuelas de retórica. En las épocas helenística y romana el aumento de las colecciones de cartas ficticias puede atribuirse a tales ejercicios, como también al afán de las grandes bibliotecas de comprar obras adicionales, especialmente de hombres famosos.

G. A. Deissmann, frente a la sencillez de la mayoría de las cartas en los papiros, estableció una marcada distinción entre “cartas genuinas”, a las que consideraba personales, directas, temporarias, y no literarias, y “epístolas”, a las que consideraba impersonales, literarias, y de carácter permanente, y dirigidas a un público lector. Percibiendo que existía una innegable similitud entre ciertos elementos en las epístolas del NT y los papiros, clasificó como cartas la mayoría de las epístolas de Pablo y 2 y 3 Juan; como epístolas Hebreos, Santiago, 1 y 2 Pedro, Judas, y Apocalipsis; y 1 Juan como una diatribē (LAE³, cap(s). 3, pp. 148–251). Pero la distinción no puede ser mantenida tan estrictamente, pues algo puede ser “literario” en diferentes grados, y hay diversas clases y tamaños de “público”, y diversos tipos de publicaciones.

De las cartas paulinas a las iglesias, Corintios, Gálatas, Filipenses, y Tesalonicenses contienen mayor cantidad de elementos personales; Romanos menos cantidad, y Efesios y Colosenses la menor cantidad de todas. Gálatas y Efesios están compuestas sobre la base de un plan retórico, y todas contienen una buena cantidad de elementos retóricos. En las epístolas pastorales las referencias personales son bastante numerosas, y los elementos retóricos relativamente pocos. Filemón, correctamente considerada por Deissmann como la carta más personal del NT y comparada con el papiro 417 del Museo Británico, fue escrita, sin embargo, con suma habilidad. Contiene, además, elementos retóricos que llaman la atención, especialmente cuando se la compara con Isócrates, Ep. 8, y Demetrio, Typoi epistolikoi 12. Hebreos es la producción literaria más artística del NT, pues está compuesta de principio a fin sobre el modelo de proem, thesis, diēgēsis, apodeixis, epilogue, elaborado por los retóricos griegos, y está escrita en una prosa rítmica y periódica. En Santiago, 1 y 2 Pedro, y Judas hay muy pocas referencias personales; todas son literarias, especialmente 1 Pedro; 2 Pedro y Judas son claramente retóricas. 2 y 3 Juan aparecen como comunicaciones privadas, mientras que 1 Juan, tal como la hemos recibido, no tiene forma de carta en absoluto. Es así como la mayoría de las epístolas del NT evidencian mayor o menor afinidad con la predicación; algunas pueden ser clasificadas como sermones enviados a las iglesias, mientras que en otras los elementos epistolares les dan forma más literaria.

Bibliografía. H. Zimmermann, “Formas y géneros literarios en el Nuevo Testamento”, Introducción a los métodos de la exégesis bíblica, 1974, pp. 299–335; Iniciación a la lectura del Nuevo Testamento (varios autores), 1979; E. F. Harrison, Introducción al Nuevo Testamento, 1980, 472 pp.; A. Robert, A. Feuillet, Introducción a la Biblia, 1967, t(t). II, 810 pp.; A. Wikenhauser, J. Schmidt, Introducción al Nuevo Testamento, 1978, 976 pp.

LAE, pp. 146ss; R. Hercher, Epistolographi Graeci, 1872; J. Sykutris, Epistolographie, en RE, sup. 5, pp. 185–220; V. Weichert (eds.), Demetrii et Libanii qui feruntur Typoi Epistolikoi et Epistolimaioi Characteres (Teubner), 1910; O. Roller, Das Formular der Paulinischen Briefe, 1933; M. Dibelius, A Fresh Approach to the New Testament and Early Christian Literature, trad. ing. 1936, pp. 137–171, 185–189, 194–197, 205–213, 226–234.

J.H.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico