GEBIRA

(-> mujer, Marí­a, madre de Jesús). Mujer fuerte con autoridad. Las funciones del hombre y de la mujer son muy distintas dentro del contexto bí­blico israelita. El hombre es fuerte (es valioso) como guerrero y dominador; la mujer, en cambio, como madre*, pues como simple esposa ella se encuentra a merced del marido que puede expulsarla de casa por ley (cf. Dt 24,1-4); sólo si es madre y se encuentra defendida por sus hijos, ella empieza a importar en la familia. Así­ aparece claro en las tradiciones de la monarquí­a: el varón es rey por sí­ mismo; la mujer, en cambio, no es reina o importante por sí­ misma, ni siquiera como esposa, sino sólo como madre de unos hijos importantes.

(1) La mujer como gebí­ra. Sólo la madre de un hijo rey puede llamarse reina, apareciendo como gebí­ra: grande o poderosa. Ese tí­tulo implicaba dignidad y poderes especiales, como lo muestra el caso de Betsabé, la madre de Salomón (1 Re 2,19; cf. 2 Re ll,lss; 5,21). Por eso, el libro de los Reyes no menciona a las esposas, sino a las madres de los reyes. De esa forma se vincula un patriarcalismo radical con un matriarcado latente. La mujer como esposa pertenece al mundo privado del esposo, de manera que, por sí­ misma, carece de rango oficial. Por el contrario, la mujer en cuanto madre adquiere gran dignidad y aparece como sí­mbolo de la fuente de la vida, ocupando así­ un lugar especial en la casa y en la vida social. Mientras el hijo es menor no tiene autoridad, está bajo la madre, vive en casa de ella (en caso de que el padre tenga varias mujeres). Tan sólo cuando muere el padre, la madre de un hijo importante se vuelve poderosa. En el Antiguo Testamento la esposa del rey en cuanto tal no es reina, ni tiene poder oficial. El poder lo tiene, en cambio, la madre del rey, en cuanto gebí­ra. “Ese tí­tulo llevaba consigo dignidad y poderes especiales. Betsabé era ciertamente gebí­ra bajó Salomón: éste la recibe con gran honor y la sienta a su derecha, 1 Re 2,19. El poder de la reina madre no se basaba únicamente en el crédito que una madre tiene sobre su hijo, como en el caso de Betsabé, sino que iba mucho más lejos. Por abusar de tal poder, Maaká fue privada de su dignidad de reina madre por Asá, 2 Re 15,2.13. Esta dignidad de la reina madre explica que Atalí­a se apoderase tan fácilmente del poder a la muerte de Ocozí­as, 2 Re 11,1 s. Esta posición oficial dentro del reino justifica que el libro de los Reyes mencione el nombre de la madre del rey en la introducción de cada reinado de Judá… Es posible que la dignidad de gebí­ra se confiriese en el momento de la entronización del hijo. Es lo que parece indicar el destino de Jamutal, esposa de Josí­as, que fue reina madre en tiempo de Yoacaz (su hijo), dejó de serlo en tiempo de Yoyaquim y de Yoyakin, y volvió a serlo bajo Sedecí­as, hermano de Yoacaz, 2 Re 23,31.36; 24,8.18. Es posible también que la madre recibiese el tí­tulo de gebí­ra desde el momento en que el hijo era designado para la sucesión, como parece sugerirlo 2 Cr 11,2122. Parece ser que la reina madre conservaba su dignidad aún después de la muerte del hijo. Así­ Maaká, esposa de Roboam, sigue siendo gebí­ra bajo su nieto Asá, después del corto reinado de su hijo Abiyya, 1 Re 15,13. Del mismo texto se deduce que la gebí­ra podí­a ser destituida por el rey: Maaká habí­a favorecido el culto de Ashera” (cf. R. de Vaux, 172-173).

(2) Tres tipos de autoridad. Aplicando las reflexiones anteriores podemos distinguir tres tipos de autoridad, (a) El varón es gibbor, poderoso, por la guerra o por las actividades de violencia y conquista asociadas con ella. Así­ son gibborim los gigantes (sexualmente insaciables, guerreros) que nacen de la unión de ángeles y mujeres, y es gibbor Nimrod, cazador mí­tico del principio, primer soldado de la historia (cf. Gn 6,4; 10,8). De ordinario se asocian poderí­o militar y económico, de forma que el gibbor hayil (el poderoso rico) es el guerrero profesional que puede costearse una armadura o un equipo de guerra. Los gibborim son por antonomasí­a los héroes, los valientes (asociados de un modo especial al ejército de David). En una sociedad que pervive y triunfa en claves de guerra y conquista, los varones son fuertes porque emplean la violencia; por ella se definen, en ella consiguen su fortaleza, se hacen “hombres”, (b) Por el contrario, la mujer es gebira por su maternidad. Ciertamente, en principio, ella puede ser gebira o señora en cuanto esposa del señor o en cuanto mujer libre (dueña de una esclava), como muestran varios textos del Antiguo Testamento: Gn 16,4.8.9; 2 Re 5,3; Is 24,2; Sal 123,2; etc. Pero estrictamente hablando, ella consigue ser gebira en cuanto madre y sobre todo en cuanto madre de un varón que llega a ser importante. Frente al guerrero, que cree volverse persona (gibbor) conquistando o demostrando su poder en la guerra, emerge la mujer madre, que se realiza a sí­ misma y adquiere autoridad (se hace gebira) a través del hijo rey (importante) o de los hijos que ha engendrado; ellos la definen, ellos la defienden, ellos la convierten en Señora, (c) Finalmente, Dios se define como Gibbor en su estado supremo, de tal manera que en el judaismo posterior se le identifica con la Geburah o fuerza originaria. Tanto la potencia del varón (más centrada en guerra y/o sexualidad) como la de la mujer (más centrada en maternidad) están relacionadas con la Geburah fundante de Dios en quien todo se asienta. Es normal que cuando deje de pronunciarse, por reverencia o miedo, el nombre de Yahvé, los israelitas tiendan a sustituirlo por la Geburah (en griego dynamis: cf. Mc 14,62 par).

(3) La Madre de Jesús, Gebira (Marí­a*, Madre de Jesús). Tras la muerte de su hijo, Marí­a, la madre de Jesús, parece vinculada a la comunidad de los hermanos de Jesús, de manera que tanto Mc 3,31-35 como Hch 1,13-14 suponen que ella forma parte del grupo o iglesia dirigida por Santiago y los parientes del Señor en Jerusalén. Es muy posible que haya sido una figura importante para el grupo, como parecen exigirlo las tradiciones de la gebira o Señora-Madre de las tradiciones de Israel. Según lo anterior se entiende el tí­tulo que Isabel da a Marí­a, cuando le llama de forma absoluta “la madre de mi Señor” (he meter ton Kyriou moiv. Lc 1,43). En perspectiva cristiana, ese tí­tulo debe situarse en la lí­nea de aquellos textos en los que Pablo evoca a los familiares de Jesús dándoles el tí­tulo de adelphoi ton Kyriou, es decir, hermanos del Kyrios (cf. Gal 1,19 y 1 Cor 9,8). Este es un tí­tulo jerosolimitano (como evoca por lo menos Gal 1,19), pues en Jerusalén se ha desarrollado una iglesia judeocristiana que interpreta a Jesús como el Kyrios, rey mesiánico, en la lí­nea de la esperanza judí­a. Pablo, tan crí­tico en otros aspectos con la iglesia judeocristiana, acepta este tí­tulo, tomando a Jesús como Kyrios real israelita y reconociendo a sus hermanos como “hermanos del Kyrios”, poseedores de una autoridad especial dentro de la Iglesia. Pues bien, desde el momento en que a Marí­a se le llama meter ton Kyriou se está indicando que ella forma parte del grupo de los hermanos del Señor, como supone la tradición al hablar de la madre y los hermanos de Jesús (cf. Mc 3,31-35 par; 6,3; Jn 2,12; Hch 1,14). Es muy significativo el hecho de que sólo aquí­, en un texto que parece arcaizante (puesto en boca de Isabel, en un lugar lleno de imágenes judí­as), se le ofrezca a Marí­a ese tí­tulo de madre del Kyrios, que después la Iglesia cristiana ha desarrollado de forma teológica, al definir la función de Marí­a como Madre de Dios (meter ton Theou). Es muy posible que en este primer momento Lucas esté evocando un tí­tulo judeocristiano de Marí­a, venerada en la Iglesia primitiva de Jerusalén como madre del rey mesiánico, es decir, del Kyrios, en claves que deben formularse desde el Antiguo Testamento (y desde el contexto judí­o del tiempo). Esto nos obliga a estudiar el sentido y función de la madre del Kyrios, madre del rey o del Señor, en el contexto israelita antiguo. Como hemos dicho, dentro de la cultura israelita antigua, una mujer se vuelve importante al hacerse madre. Como esposa, ella está a merced de su marido y puede ser siempre expulsada de la casa, conforme a una ley de divorcio ratificada por Dt 24,1-4 (aunque rechazada por Jesús en Mc 10,1-12 par). Más aún, la esposa se encuentra de ordinario sometida al poder de su suegra (la madre del marido), que es quien tiene el poder femenino real sobre la casa. Sólo cuando es madre defendida por sus hijos, la esposa comienza a ser importante en la familia. (4) Madre del Kyrios. Aplicación marrana. Las palabras de Isabel en Lc 1,43, reconociendo a Marí­a como madre del Kyrios, nos sitúan dentro de la Iglesia primitiva. Como hemos dicho, la esposa o esposas del rey pertenecen a su mundo privado, no tienen un cargo o tarea oficial sobre el pueblo; por el contrario, su madre representa la autoridad femenina, posee el poder de la maternidad, simboliza el principio de la vida; por eso, ella tiene un lugar especial en la corte. Según eso, la pareja sexual (o de género) más importante no es la que forman esposo y esposa, sino hijo rey y madre. Mientras vive el padre rey, el hijo no tiene autoridad, sino que se encuentra especialmente vinculado a la madre, vive en su casa (no en la casa del rey) y recibe la educación que la madre le ofrece (en el caso normal de que el rey tenga varias mujeres). Tan pronto como muere el padre rey (o uno de sus hijos recibe el tí­tulo oficial de heredero), la madre del nuevo rey sale de la vida privada y se convierte en gebira, primera dama. Los datos anteriores no son suficientes para fundar toda la mariologí­a cristiana, pero son importantes para entender mejor el sentido de la realeza de la madre de Jesús como Madre del Kyrios. Quedan sin resolver muchos problemas: hay un hueco muy grande entre la Gebira o reina madre judí­a de Jerusalén (que parece desaparecer con la caí­da del reino el 587 a.C.) y la figura de Marí­a, madre del rey mesiánico, dentro de la comunidad cristiana. Para rellenar ese hueco tendrí­amos que conocer mejor la función que ha tenido la madre judí­a en tiempos posteriores, sobre todo en la monarquí­a de los asmoneos. De todas formas, al menos como hipótesis, podemos suponer que la madre de Jesús ha sido recibida y honrada en la comunidad judeocristiana de Jerusalén como Gebira mesiánica, madre del rey Mesí­as. El recuerdo y veneración de los hermanos del Kyrios sólo tiene sentido si a su lado, como autoridad genealógica, aparece la madre. Precisamente en esa perspectiva se entiende el saludo de Isabel, dentro de una teologí­a judeocristiana arcaizante como la de este pasaje de Lucas. Lc 1,42 llamaba a Marí­a bendita por el fruto de su vientre; Lc 1,43 la presenta como madre mesiánica. Es claro que, en la lí­nea del viejo reino de Jerusalén, Marí­a puede presentarse como gebira, y realizar (simbolizar) un tipo de autoridad dentro de la Iglesia. Otros datos del Nuevo Testamento (desde Mc 3,2035 hasta Jn 2,1-11) nos permiten suponer que ella ha ejercido una autoridad simbólica importante dentro de la primera comunidad cristiana. En su calidad de madre de Jesús (madre del Señor) ha sido discutida (combatida y aceptada) por los diversos grupos cristianos, en una historia apasionante que, a mi juicio, aún no ha sido suficientemente estudiada.

Cf. R. DE VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1985.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra