HABACUC

Habacuc (heb. Jabaqqûq, “abrazo”; tal vez provenga del ac. habbaququ [un árbol frutal o una planta no definidos], o del ár. 1abaq [“menta acuática”, Mentha aquatica, una planta aromática de jardí­n], o del ár. 1abaqiyaq [“albahaca”, Ocimum basilicum]; algunos relacionan el nombre con el verbo heb. jâbaq, “abrazar”). Profeta de Judá que vivió unos pocos años antes de la cautividad babilónica y autor del libro homónimo. El salmo-oración de Hab_3, con sus instrucciones para el jefe de los cantores del templo (v 19), llevó a algunos a sugerir que Habacuc habrí­a sido uno de los cantores del templo. Habacuc, Libro de. Octavo de los así­ llamados Profetas Menores. I. Autor y Canonicidad. Fue escrito por un profeta cuyo nombre es su tí­tulo. La autenticidad del libro y su derecho a un lugar en el canon sagrado no han sido expuestos seriamente en duda. Un antiguo comentario de Habacuc, encontrado entre los Rollos* del Mar Muerto en Khirbet Qumrân en 1947, contiene el texto hebreo de los 2 primeros capí­tulos del libro, con muchas lagunas, dividido en breves pasajes y acompañados por comentarios. Aunque fue escrito unos 1.000 años antes que el más antiguo manuscrito hebreo previamente disponible, los 2 textos son prácticamente idénticos (tiene variantes menores pero interesantes en los cps 1:12, 14, 17; 2:1, 5, 16), dando una evidencia adicional de la confiabilidad de la transmisión del texto del AT. II. Ambientación. Después de la gran obra de reforma bajo el buen rey Ezequí­as, aproximadamente un siglo antes del tiempo de Habacuc, el reino de Judá cayó una vez más en la apostasí­a. Esto continuó durante los reinados de Manasés y de Amón, y la primera parte del reinado de Josí­as, con sus males concomitantes, que se reflejaron en condiciones sociales y polí­ticas desmoralizadoras. Entonces Josí­as, en su 12º año (2Ch 34:3), “comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén” de la idolatrí­a. Luego, en su año 18º, instituyó una serie de reformas (2Ki 23:1-25) estimulado por el descubrimiento del libro de la ley (2Ki 22:8-13) y bajo la influencia de la profetisa Hulda (v 14), del profeta Jeremí­as (Jer 1:2) y quizá de Nahum, Habacuc y Sofoní­as. Es muy probable que Habacuc presentara su mensaje escrito antes que estas reformas se pusieran en práctica, tal vez durante la última parte del reinado de Manasés (que finalizó en el 642 a.C.), el breve reinado de Amón (642-640 a.C.) o los primeros años de Josí­as (640-609 a.C.). Con un razonable grado de exactitud el libro puede ser fechado c 630 a.C., unos pocos años antes de la caí­da de Asiria y el resurgimiento de Babilonia bajo Nabopolasar y Nabucodonosor, y unos 25 años antes de la primera cautividad babilónico (605 a.C.). III. Tema y Contenido. El gran tema del libro es que Dios todaví­a controla los asuntos de la tierra -aun cuando el pecado y la violencia den la impresión de lo contrario- y la justicia triunfará al fin. La breve profecí­a responde algunas preguntas inquietantes acerca de por qué Dios permite que los pecadores prosperen (sigue más o menos la idea con que Job explica por qué Dios a veces permite que los santos sufran). Habacuc ama a Dios sinceramente y desea ardientemente el triunfo de la justicia, pero no puede comprender cómo Dios permite que la apostasí­a y la opresión sigan sin freno y sin castigo entre su pueblo elegido (Hab 1:1-4). Dios responde a la queja del profeta asegurándole que está por castigar a Judá por sus pecados, y que los caldeos, esa “nación cruel y presurosa”, pronto caminarán “por la anchura de la tierra” como instrumentos de la justicia reparadora (vs 5-11). Sacudido por ese pensamiento, Habacuc pregunta: “¿Tú los enví­as a ellos para castigar?” ¿Cómo puede un Dios justo permitir que “el impí­o” devore al “más justo que él” (vs 12-17)? Con todo fervor e inocencia, Habacuc pide una contestación a lo que le parece una pregunta sin respuesta (2:1). Dios pacientemente le 510 asegura al apresurado profeta la certeza de la invasión babilónico, y luego serenamente lo reprende por su temeridad (vs 2-4). Dios le bosqueja en detalle los pecados de los babilonios al revelarle que conoce muy bien sus malos caminos (vs 5-19). Sin embargo, Dios todaví­a está en el control de los asuntos humanos, y es deber de toda la tierra -incluyendo al profeta Habacuc- callar “delante de él”; nadie debe cuestionar su sabidurí­a y su justicia (v 20). Manso y arrepentido, Habacuc reconoce la sabidurí­a y la justicia de Dios, y formula el humilde pedido de que en “la ira” Dios recuerde “la misericordia” (3:1, 2). El canto-oración del cp 3 es una visión de éxtasis: el profeta prevé la venida de Jehová con juicio para las naciones y salvación para su pueblo escogido. Ante esta perspectiva justa, el profeta se alegra y ofrece alabanzas a Dios. (vs 3-19; véase CBA 4:1069-1071). 245. Una columna del Comentario de Habacuc, uno de los Rollos del Mar Muerto. El nombre de Dios, YHWH, está escrito 2 veces en hebreo arcaico preexí­lico (lineas 7 y 14), fácilmente distinguibles de las otras letras.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., havaq-quq, abrazar). El nombre de un profeta y del octavo libro de los profetas menores (Hab 1:1). De Habacuc no se sabe nada más que lo que menciona el libro que lleva su nombre.

Los eruditos más tradicionales creen que el libro es una unidad, el trabajo de un solo autor, Habacuc, producido en Judá durante el perí­odo de los caldeos. El templo aún está de pie (Hab 2:20) y se predice el surgimiento del poder caldeo (Hab 1:5-6). Aquí­ el argumento descansa sobre la palabra heb. kasdim, que se traduce †œcaldeos†. Algunos eruditos modernos sugieren la palabra kittim, como refiriéndose a los chipriotas, y consideran que se refiere a los griegos macedonios bajo Alejandro Magno. Por tanto, ellos fechan el libro durante este perí­odo mucho más tardí­o. No hay razón para hacer esta enmienda. Kasdim claramente se refiere a los caldeos.

El imperio de los neobabilonios o caldeos se hizo prominente cuando el rey babilonio Nabucodonosor derrotó a los egipcios en la batalla de Carquemis, en 605 a. de J.C., y reestablecieron a Babilonia como el centro del poder mundial.

La profecí­a de Habacuc difí­cilmente pudo haber comenzado antes del año 605 a. de J.C. Jerusalén cayó ante los babilonios en el año 587 a. de J.C. El libro debe colocarse en algún tiempo entre estas fechas, probablemente durante el reinado del rey Joacim de Judá. Algunos fechan el libro un poco más temprano creyendo que los de Judá tení­an conocimiento de los caldeos mucho antes que la batalla en Carquemis, y enfatizan el ataque inesperado al que alude Habacuc (Hab 1:5).

Los primeros dos capí­tulos presentan el oráculo profético, o carga, de Habacuc.

Dos veces el profeta se muestra perplejo y pide iluminación de lo alto; y dos veces recibe respuesta. Primero, él se muestra preocupado por la violencia y el pecado de su pueblo. ¿Por qué no se les castiga? (Hab 1:2-4). La respuesta es que muy pronto Dios enviará a los babilonios (caldeos) para juzgar a Judá (Hab 1:5-11). Esto hace que Habacuc se muestre aun más perplejo: ¿Cómo puede un Dios justo usar a los malvados babilonios para castigar a Judá, quien, aunque ha apostatado, todaví­a es mucho mejor que los babilonios (Hab 1:12-17)? La respuesta de Dios es que los orgullosos conquistadores también serán castigados (Hab 2:2-20). La declaración de que el justo vivirá por su fidelidad (Hab 2:4) llegó a ser un asunto muy importante para los escritores del NT (Rom 1:17; Gal 3:11; Heb 10:38).

Al cap. 3 de Habacuc se le denomina la oración del profeta Habacuc (Hab 3:1). En este lí­rico y conmovedor poema, el profeta describe la revelación divina en términos de una teofaní­a (Hab 3:2-15), pero concluye diciendo que él confiará en Dios sin importar lo que venga (Hab 3:16-19).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(abrazo, luchador).

Profeta que escribió el “Libro de Habacuc” antes de la destrucción del templo, hacia el año 600 a.C. En tres capí­tulos es impresionante cómo Dios enví­a el castigo a Israel a través de un pueblo malo y feroz. Pero este pueblo, los caldeos, serán castigados, y el tercer capitulo contiene las oraciones de Habacuc.

El verso 2:4, “el justo vive de la fe”, lo desarrolla San Pablo magistralmente a la luz del Evangelio en Romanos y Gálatas: (Rom 1:17, Gal 3:11).

Este verso testifica que quien permanece fiel en la prueba, verá el triunfo final del derecho divino: (Gal 2:4).

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Profeta de Israel. Se dan dos significaciones para su nombre. Según algunos, viene del acadio y quiere decir †œuna hierba fragante†. Según otros, tiene en el hebreo el sentido de †œuno que es abrazado†. Lutero lo interpretó en esta última forma, diciendo: †œH. tiene un nombre muy apropiado para su oficio. Porque H. significa uno que alienta, uno que toma a otro y lo acerca a su corazón y sus brazos, como quien mima a un pobre niño que llora, diciéndole que calle….† No se tienen datos de la vida de H., a no ser aquellos que salen de la evidencia interna de su profecí­a. El hecho de que se llame †œprofeta†, indica ya que tení­a una posición de respeto dentro del pueblo. Al final del libro, aparece una inscripción que dice: †œAl jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas…† (Hab 3:19). Esto sugiere la posibilidad de que H. fuera un levita.

Se han tejido muchas leyendas alrededor de la figura de H. Algunos rabinos interpretaban su nombre relacionándolo con las palabras de †¢Eliseo a la sunamita en 2Re 4:16 (†œEl año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo†) y, por lo tanto, pensaban que H. era el niño de aquella mujer. Según †œLa vida de los profetas†, una obra judí­a de alrededor del siglo I d.C., H. pertenecí­a a la tribu de Simeón. En esa obra se narra un suceso maravilloso según el cual el Señor arrebató a H. por los pelos de su cabeza y lo llevó de Israel a Babilonia para darle comida a Daniel, que estaba en el foso de los leones. Este relato aparece, además, en la añadidura apócrifa al libro de Daniel conocida como la historia de †œBel y el Dragón†.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF HOMB HOAT

vet, Nombre de significado incierto: podrí­a significar “abrazar” o designar “una planta de jardí­n” (cfr. el ac. “hambakûkû”). Profeta de Judá. Por su salmo (Hab. 3), y por las instrucciones dadas a su director de coro (Hab. 3:19), se ha llegado a la conclusión de que Habacuc pertenecí­a a la tribu de Leví­; pero este pasaje no constituye demostración de ello de una manera absoluta (cfr. los tí­tulos de los Sal. 3 y 5). Podrí­a ser por esto que el escrito apócrifo de “Bel y el Dragón” lleve el encabezamiento “Habacuc, hijo de Josué, de la tribu de Leví­”.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]

Profeta y libro bí­blico de los llamados Profetas menores. Escrito probablemente a comienzos del siglo VII a. de C. (Ver Profetas 5.2.6)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Libro de la Biblia, que consta de tres capí­tulos; está colocado en el canon entre los doce profetas menores.

No se sabe nada de su autor; ni si quiera su nombre se ha transmitido de forma unánime. El perí­odo en que vivió parece ser que transcurre entre la muerte del rey Josí­as (609) y la victoria de Nabucodonosor sobre Egipto (605). En diversos momentos el profeta contrapone la actitud y el destino del inocente al del culpable, con alusiones a unos sucesos históricos muy concretos, aunque a menudo se nos escapan. Contempla visiones terribles; espera que se van a realizar instantáneamente; dialoga francamente con Dios, no se limita a escuchar la Palabra de Dios y a transmitirla. Constata que el castigo de un grupo opresor supone simplemente su sustitución por otro poder más cruel todaví­a. Pero en la fe comprende que todo grupo opresor acabará siendo castigado por Dios.

El Señor no juzga y condena sólo a un imperio, sino cualquier forma de opresión; Dios dirige la historia, a pesar de todas las apariencias contrarias. El diálogo con Dios, la petición, la objeción, la actitud de fe, la esperanza contra toda esperanza, constituyen el camino justo de interpretación del curso de la historia y de los problemas que ésta plantea.

G. Lorusso

Bibl.: L. Alonso Schokel – J L. Sicre, Profetas, 11, Cristiandad, Madrid, 1980, 10911095; G. T Montagne, Los libros de Sofoní­as, Nahum, Habacuc, Lamentaciones, Abdí­as, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander 1970; J L. Sicre, Profetismo en Israel, Verbo Divino, Estella 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. La persona. II. El tiempo. III. El escrito: 1. El mensaje; 2. Aspectos propios.

I. LA PERSONA. Habacuc (en hebreo, Habaqqúq; en la versión griega, Ambakoúm, que es el nombre de una hortensia) es uno de los doce profetas menores del que no sabemos nada seguro, fuera de lo que se puede deducir de la lectura de su escrito. En el relato deuterocanónico y legendario que encontramos en Dan 14:32-38 (cuando, en Palestina, él se disponí­a a llevar la comida a los segadores, un ángel del Señor lo tomó por los pelos y lo llevó a Babilonia; introducido en la fosa de los leones, le dio al profeta Daniel la comida que habí­a preparado y luego fue devuelto por el ángel a “su sitio”) se nota ciertamente la huella de una antigua tradición a la que se vincula la versión griega de los LXX. Algún autor moderno (S. Mowinckel) ha creí­do que esta tradición da pie para pensar que el profeta era de estirpe leví­tica, perteneciente por tanto a los llamados “profetas cultuales”, observación ésta que corresponde bastante bien al contenido.

II. EL TIEMPO. Para determinar el tiempo de composición es decisivo identificar al “enemigo” de Hab. Algunos autores ven en este “enemigo” a un personaje del propio reino de Judá, entre los años 609-598, que en el año 602, al rebelarse contra Nabucodonosor, originó la invasión del paí­s; otros identifican al “enemigo” con los griegos y fechan el libro en la época de Alejandro Magno; otros, por el contrario, ven en este “enemigo” a los asirios; otros, a los neobabilonios. En definitiva, la fecha más probable de redacción del libro es anterior al año 612, ya que supone la existencia del imperio asirio, cuya capital, Ní­nive, cayó precisamente aquel año. Por otra parte, no se puede negar que los neobabilonios (el “enemigo” que el profeta designa como “los caldeos”) estaban ya en el horizonte, puesto que se habí­a iniciado ya la rebelión de Nabopolasar (625-605), el fundador de la dinastí­a neobabilónica. Entre ambas fechas (625-612) podemos situar entonces la actividad profética de Habacuc, actividad que corresponderí­a aproximadamente a la de / Nahún.

Se puede recordar que entre los manuscritos hebreos de la región de Qumrán se encuentra un comentario a Habacuc de grandí­simo interés tanto para la historia de la comunidad esenia como sobre todo por la documentación que nos ofrece sobre la metodologí­a de la lectura que se hací­a de él en el siglo ua a.C. Así­, por ejemplo, la lectura actualizante que de él hací­an los “monjes” de Qumrán los llevaba a identificar al “enemigo” con los “Kittim”, es decir, con los seléucidas o con los romanos.

III. EL ESCRITO. Por la armoniosa belleza de algunos pasajes, por la nobleza y la originalidad de las imágenes y por la sinceridad del acento, este librito es uno de los más atractivos de la Biblia. El autor ha conseguido expresar la angustia trágica de una nación injustamente oprimida por tiranos orgullosos, que sabe encontrar la paz en la certeza de que, al final, el bien se impondrá sobre el mal, y sabe ver, gracias a su fe en la justicia divina, la victoria del justo oprimido por el impí­o. Pero esta breve profecí­a (tres capí­tulos) constituye además uno de los textos más enigmáticos desde el punto de vista cronológico. A ello se debe la disparidad de sentencias que antes comentábamos.

1. EL MENSAJE. El mensaje de Habacuc consiste en una colección de lamentaciones, de oráculos, de amenazas, más una plegaria bellí­sima; todo ello compuesto probablemente en una atmósfera litúrgica, es decir, relacionada con el templo y con las asambleas populares, de manera que los tres capí­tulos representan otros tantos coloquios del profeta con su Dios. Al principio el profeta se lamenta de que el justo sea oprimido y de que la ley se vea desautorizada (1,1-4). Yhwh responde que suscitará a los caldeos para castigar al enemigo, y el profeta da una admirable descripción de su fuerza y de su í­mpetu (1,5-11). Luego el autor se queja ante Dios por el comportamiento de los tiranos, esperando de él una respuesta (1,12-2,1). Yhwh responde que el hombre que no tenga un ánimo recto perecerá, mientras que el justo vivirá por su fe (2,2-5). En una serie de cinco “¡ ay!” el profeta asegura que las naciones antes oprimidas por el tirano pueden levantar la cabeza, seguras de que éste se verá pronto aplastado y destruido (2,6-20). La oración de 3,1-19 es un salmo que celebra la epifaní­a de Yhwh, el cual†¢ se dispone a aplastar al enemigo, y termina con la confesión de la serena esperanza del poeta-profeta en la intervención divina. Más de cuanto normalmente nos es dado en otros profetas, aquí­ es posible constatar el proceso interior de la experiencia profética (cf también Isa 21:1-10), es decir, la manera con que Habacuc se preparaba a recibirla visión (Isa 2:1-2) y la lucha fí­sica e interior que de allí­ se derivaba (Isa 3:16). Si Habacuc fue verdaderamente un profeta al servicio del culto, se comprenderí­an mejor ciertas caracterí­sticas suyas y también el hecho de que ya en el tí­tulo se le designe como “profeta”, cosa que fuera de aquí­ ocurre solamente en los libros de Ageo y de Zacarí­as. A diferencia de otros, pero de acuerdo con Nahún, Habacuc no hace reproches a su pueblo, sino sólo a los demás.

2. ASPECTOS PROPIOS. Otras observaciones sobre este escrito. En 2,1 el profeta afirma que quiere velar con el oí­do bien atento a la respuesta divina, como un soldado de guardia que vela desde la torre de la ciudad, revelando así­ su carácter de intermediario entre Dios y el pueblo.

En 2,4 se lee uno de los textos que más discusiones ha suscitado entre los teólogos, ya que ha sido muy explotado por el NT a propósito de la doctrina de la justificación por medio de la fe (Rom 1:17; Gál 3:11; Heb 10:38) [/ Justicia; / Pablo III]. El sentido fundamental en el profeta Habacuc es el siguiente: la fidelidad a la palabra y a la voluntad de Dios caracteriza al justo y le garantiza aquí­ abajo la seguridad y la vida; el impí­o no tiene esta fidelidad, y por eso va camino de la ruina. El texto tiene un sentido general; pero en el contexto se refiere a los caldeos, que no tienen “fe” y por eso habrán de perecer, y a la tribu de Judá, que tiene “fe” y en virtud de esa fe podrá vivir.

En las dos últimas lí­neas de 3,2 -que en el texto hebreo suenan: “¡Hazla revivir (tu obra) en nuestro tiempo, en nuestro tiempo dala a conocer y en la ira acuérdate de compadecerte!”-, la versión griega sigue una lectura especial que ha dado origen a la representación del belén. En efecto, en el texto griego se lee: “Te manifestarás en medio de dos animales; cuando estén próximos los años, serás conocido; ‘cuando llegue el tiempo, te manifestarás”. Con este texto se relaciona Isa 1:3 : “Conoce el buey a su señor y el asno el pesebre de su amo”. No se comprende cómo se insinuó la tonalidad mesiánica en la versión griega; la versión de la Vulgata no sigue el texto griego, sino el hebreo.

BIBL.: ALONSO SCHIKEL L.-SICRE DíAZ J.L., Profetas II, Madrid 1980, 1091-1108; BERNINI G., Osea, Michea, Nahum, Abacuc, Ed. Paoline, Roma 19835; DEISSLER A.-DELCOR M., Les petits Prophétes, Parí­s 1964; ELLIGER K., Das Buch der zwdlf kleinen Propheten, G6ttingen 19645; MORALDI L., 1 manoscritti di Qumrán, Utet, Turí­n 1973, 553-569 (sobre el manuscrito esenio); RINALDI G: LIJCIANI F., Iprofeti minori III. Michea, Nahum, Abacuc, Sofonia, Aggeo, Zaccaria, Malachia, Marietti, Turí­n 1969.

L. Moraldi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

(Abrazo Ardiente).
Profeta hebreo de Judá y escritor del libro bí­blico que lleva su nombre. (Hab 1:1; 3:1.) De la nota que se encuentra en la conclusión del libro (†œAl director sobre mis instrumentos de cuerda†) y de la endecha del capí­tulo 3, se ha inferido que Habacuc era un músico levita del templo. Sin embargo, las palabras que siguen a Habacuc 3:19 no lo dicen especí­ficamente, y las endechas también eran interpretadas por otras personas además de los levitas. (2Sa 1:17, 18.) Aunque hay varias tradiciones acerca de Habacuc, son poco confiables, y las Escrituras no proveen ninguna información concerniente al linaje del profeta, su tribu o las circunstancias de su vida o de su muerte. El contenido del libro de Habacuc parece indicar que profetizó a principios del reinado de Jehoiaquim, probablemente antes de que Nabucodonosor derrotase al ejército egipcio en Carquemis en el año 625 a. E.C.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Ha 1-3
Sumario: 1. La persona. II. El tiempo. III. El escrito: 1. El mensaje; 2. Aspectos propios.
1215
1. LA PERSONA.
Habacuc (en hebreo, Haba qqüq; en la versión griega, Ambakoúm, que es el nombre de una hortensia) es uno de los doce profetas menores del que no sabemos nada seguro, fuera de lo que se puede deducir de la lectura de su escrito. En el relato deuterocanónico y legendario que encontramos en Dan 14,32-38 (cuando, en Palestina, él se disponí­a a llevar la comida a los segadores, un ángel del Señor lo tomó por los pelos y lo llevó a Babilonia; introducido en la fosa de los leones, le dio al profeta Daniel la comida que habí­a preparado y luego fue devuelto por el ángel a †œsu sitio†) se nota ciertamente la huella de una antigua tradición a la que se vincula la versión griega de los LXX. Algún autor moderno (5. Mowinckel) ha creí­do que esta tradición da pie para pensar que el profeta era de estirpe leví­tica, perteneciente por tanto a los llamados †œprofetas cultuales†, observación ésta que corresponde bastante bien al contenido.
1216
II. EL TIEMPO.
Para determinar el tiempo de composición es decisivo identificar al †œenemigo† de Ha. Algunos autores ven en este †œenemigo† a un personaje del propio reino de Judá, entre los años 609-598, que en el año 602, al rebelarse contra Nabucodonosor, originó la invasión del paí­s; otros identifican al †œenemigo† con los griegos y fechan el libro en la época de Alejandro Magno; otros, por el contrario, ven en este †œenemigo† a los asirios; otros, a los neobabilonios. En definitiva, la fecha más probable de redacción del libro es anterior al año 612, ya que supone la existencia del imperio asi-rio, cuya capital, Ní­nive, cayó precisamente aquel año. Por otra parte, no se puede negar que los neobabilonios (el †œenemigo† que el profeta designa como †œlos caldeos†™) estaban ya en el horizonte, puesto que se habí­a iniciado ya la rebelión de Nabopola-sar (625-605), el fundador de la dinastí­a neobabilónica. Entre ambas fechas (625-612) podemos situar entonces la actividad profética de Habacuc, actividad que corresponderí­a
aproximadamente a la de / Nahún. Se puede recordar que entre los manuscritos hebreos de la región de Qumrán se encuentra un comentario a Habacuc de grandí­simo interés tanto para la historia de la comunidad esenia como sobre todo por la documentación que nos ofrece sobre la metodologí­a de la lectura que se hací­a de él en el siglo n-i a.C. Así­, por ejemplo, la lectura actualizante que de él hací­an los †œmonjes† de Qumrán los llevaba a identificar al †œenemigo† con los †œKittim†, es decir, con los seléucidas o con los romanos.
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III. EL ESCRITO.
Por la armoniosa belleza de algunos pasajes, por la nobleza y la originalidad de las imágenes y por la sinceridad del acento, este librito es uno de los más atractivos de la Biblia. El autor ha conseguido expresar la angustia trágica de una nación injustamente oprimida por tiranos orgullosos, que sabe encontrar la paz en la certeza de que, al final, el bien se impondrá sobre el mal, y sabe ver, gracias a su fe en la justicia divina, la victoria del justo oprimido por el impí­o. Pero esta breve profecí­a (tres capí­tulos) constituye además uno de los textos más enigmáticos desde el punto de vista cro: nológico. A ello se debe la disparidad de sentencias que antes comentábamos.
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1. El mensaje.
El mensaje de Habacuc consiste en una colección de lamentaciones, de oráculos, de amenazas, más una plegaria bellí­sima; todo ello compuesto probablemente en una atmósfera litúrgica, es decir, relacionada con el templo y con las asambleas populares, de manera que los tres capí­tulos representan otros tantos coloquios del profeta con su Dios. Al principio el profeta se lamenta de que el justo sea oprimido y de que la ley se vea desautorizada (1,1-4). Yhwh responde que suscitará a los caldeos para castigar al enemigo, y el profeta da una admirable descripción de su fuerza y de su í­mpetu (1,5-11). Luego el autor se queja ante Dios por el comportamiento de los tiranos, esperando de él una respuesta (1,12-2,1).†™ Yhwh responde que el hombre que no tenga un ánimo í­ecto perecerá, mientras que eljusto vivirá por su fe (2,2-5). En una serie de cinco †˜iay!† el profeta asegura que las naciones antes oprimidas por el tirano pueden levantar la cabeza, seguras de que éste se verá pronto aplastado y destruido (2,6-20). La oración de 3,1-19 es un salmo que celebra la epifaní­a de Yhwh, el cual se dispone a aplastar al enemigo, y termina con la confesión de la serena esperanza del poeta-profeta en la intervención divina. Más de cuanto; normalmente nos es dado en otros profetas, aquí­ es posible constatar el proceso interior de la experiencia pro-i fética (cf también Is 21,1-10), es decir, la manera con que Habacuc se preparaba a recibir la visión (2,1-2) y la lucha fí­sica e interior que de allí­ se derivaba (3,16). Si Habacuc fue verdaderamente un profeta al servicio del culto, se comprenderí­an mejor ciertas caracterí­sticas suyas y también el hecho de que ya en el tí­tulo se le designe como †˜profeta†™, cosa que fuera de aquí­ ocurre solamente en los libros de Ageo y de Zacarí­as. A diferencia de otros, pero de acuerdo con Nahún, Habacuc no hace reproches a su pueblo, sino sólo a los demás.
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2. Aspectos propios.
Otras observaciones sobre este escrito. En 2,1 el profeta afirma que quiere velar con el oí­do bien atento a la respuesta divina, como un soldado de guardia que vela desde la torre de la ciudad, revelando así­ su carácter de intermediario entre Dios y el pueblo.
En 2,4 se lee uño de los textos que más discusiones ha suscitado entre los teólogos, ya que ha sido muy explotado por el NT a propósito de la doctrina de la justificación por medio de la fe (Rm 1,17; Ga 3,11; Hb 10,38) [/Justicia; 7 Pablo III]. El sentido fundamental en el profeta Habacuc es el siguiente: la fidelidad a la palabra y a la voluntad de Dios caracteriza al justo y le garantiza aquí­ abajo la seguridad y la vida; el impí­o no tiene esta fidelidad, y por eso va camino de la ruina. El texto tiene un sentido general; pero en el contexto se refiere a los caldeos, que no tienen †œfe† y por eso habrán de perecer, y a la tribu de Judá, que tiene †œfe† y en virtud de esa fe podrá vivir.

En las dos últimas lí­neas de 3,2 -que en el texto hebreo suenan: †œHazIa revivir (tu obra) en nuestro tiempo, en nuestro tiempo dala a conocer y en la ira acuérdate de compadecerte!-, la versión griega sigue una lectura especial que ha dado origen a la representación del belén. En efecto, en el texto griego se lee:
†œTe manifestarás en medio de dos animales; cuando estén próximos los años, serás conocido; cuando llegue el tiempo, te manifestarás†. Con este texto se relaciona Is 1,3: †œConoce el buey a su señor y el asno el pesebre de su amo†™. No se comprende cómo se insinuó la tonalidad mesiánica en la versión griega; la versión de la Vul-gata no sigue el texto griego, sino el hebreo.
BIBL.: Alonso Schokel L.-Sicre Dí­az J.L.; Profetas II, Madrid 1980,- 1091-1108; Berni-ni G., Osca,
Michea, Nahum, Abacuc, Ed. Pao-hne, Roma 19833; DeisslerA.-Delcor M., Les petits Prophétes, Parí­s
1964; Elliger K., Das Buch derzwólfkleinen Propheten, Gottingen 19645; Moraldi L., / manoscritu di
Qumran, Utet, Turí­n 1973, 553-569 (sobre el manuscrito esenio); Rinaldi G.-Luciani F., Iprojeliminan III.
Michea, Nahum, Abacuc, Sofoma, Aggeo, Zacearí­a, Malachia, Marietti, Turí­n 1969.
L. Moraldi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

¿QUIEN ERA HABACUC?

Habacuc es una figura vaga, sin parentela ni época indicadas en la profecí­a. Solamente se da su papel como profeta, un intermediario entre Jehovah e Israel. Su nombre es aparentemente hebreo, pero refleja la influencia de Mesopotamia, que gobernó sobre Israel del siglo noveno al sexto a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo En su lenguaje acadio su nombre significa una planta o árbol frutal.
En una posterior tradición judí­a del libro apócrifo †œDaniel, Bel y el Dragón†, Habacuc trae alimento a Daniel en la guarida de los leones. La notación musical y la forma del salmo en Hab. 3 han sugerido que era un levita, que era la tribu asociada con la música (Esd. 3:10; Neh. 12:27). Esto es apoyado por un ms.ms. Manuscrito que identifica a su padre como Jesús, un levita. Otros sugieren que era un funcionario de la corte o profeta del templo. Todas las sugerencias son especulativas, sin ninguna evidencia fuerte para cualquiera de ellas.
Aunque la identidad de Habacuc está en duda, su carácter es claro. Era un seguidor sincero y devoto de Jehovah; no solamente se sometí­a a la voluntad del Señor, sino también se enfrentaba a él cuando pensaba que Dios estaba ignorando sus propias promesas. Como Job, Habacuc no vacila en cuestionar a Dios, en una forma de literatura llamada †œteodicea†. Sin embargo, cuestiona a Dios por diferentes razones. Mientras que Job sos tiene su inocencia preguntando por qué, a la luz de ella es castigado, Habacuc tiene la pregunta opuesta: puesto que los malvados claramente no son inocentes, ¿por qué no son castigados, a pesar de que están tratando injustamente a los justos? Sin pedir alivio para el sufrimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 10; 12, etc.) él pregunta por qué el juicio no se aplica.
El hecho de cuestionar no disminuye la fe de Habacuc en Dios, con el que disfruta de una relación personal (1:12). El es consciente del asombroso poder del Rey y Creador del universo (3:16), pero también conoce su cuidado para con él (3:17, 18). Habacuc el profeta nos enseña que cuestionar a Dios es aceptable; rehusar confiar en Dios es lo que causa la caí­da.

LA SITUACION HISTORICA
No se da ninguna fecha para estas profecí­as, aunque a los eventos a los que se refiere puede fijárseles una fecha. Algunos han sugerido una composición tan tardí­a como el siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, pero la necesidad de modificar el texto de 1:6 para apoyar esta propuesta habla fuertemente en contra de ella. Tal como está, 1:6 anticipa la inminente invasión de los babilonios. La nación que anteriormente regí­a sobre Israel era Asiria, cuya capital, Ní­nive, cayó ante los babilonios en 612 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Ellos consolidaron su posición estableciendo el imperio neobabilónico al derrotar una alianza encabezada por Egipto en Carquemis en Siria en 609 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (Jer. 46:2). Los babilonios finalmente atacaron Jerusalén saqueándola y destruyendo el templo en 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Puesto que el profeta anticipa este evento en el texto, aparentemente estaba escrito, o se habí­a dado el mensaje, antes de entonces. La propia caí­da de Babilonia a manos de Ciro, el rey persa, en 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, también se anticipa. (Ver la gráfica en la pág. 656.)

EL LIBRO Y SU MENSAJE

La profecí­a se divide en dos secciones: un diálogo con Dios (caps. 1 y 2) y un himno de alabanza (cap. 3). El diálogo está formado por dos preguntas de Habacuc a Dios, cada una con su respuesta. La primera tiene que ver con la lentitud de Dios para castigar a los malvados entre su pueblo escogido (1:2–4). ¿Permite él el pecado? Dios responde que los babilonios pronto van a traer condenación sobre los malhechores (1:5–11), una referencia aparente a la destrucción de Jerusalén y su templo en 587 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Sin embargo, esta respuesta no aquieta la per plejidad de Habacuc, puesto que el remedio parece ser peor que la enfermedad. Aunque los malvados de Israel son malos, los babilonios, ferozmente crueles e inhumanos, son todaví­a peores. Seguramente hay una desproporción entre las ma las acciones de Israel y el castigo de Dios (1:12–17). Sin embargo, Dios muestra que este no es el fin. Su pueblo merece castigo, pero Babilonia no está sin culpa, puesto que su barbarie también caerá bajo el juicio de Dios (2:2–20), una referencia a la conquista persa de la zona en 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo
Se traza un agudo contraste entre los babilonios, arrogantes y descarriados y los que dentro de Israel actúan justamente (2:4). Este versí­culo, especialmente la segunda mitad, es indudablemente el más familiar en el libro. Esto no se debe a la familiaridad con Habacuc, sino más bien a que es citado de varias maneras en Hebreos (10:38) y por Pablo (Rom. 1:17; Gál. 3:11). La lucha con la interpretación de este versí­culo llevó a Martí­n Lutero a cuestionar la doctrina reinante de la justificación, que precipitó finalmente la Reforma protestante.
Al ver a Dios como justo, contrario a lo que podrí­a ser el caso a primera vista, en el cap. 3, Habacuc lo alaba por su provisión, sabiendo que puede poner su confianza en él (3:17, 18). El lugar del tercer capí­tulo dentro del libro ha presentado un problema. Tiene su propio encabezado como un salmo y su conclusión (3:1, 19), posiblemente para indicar que en un tiempo tení­a una existencia independiente. El comentario del Qumrán sobre Ha bacuc discute los primeros dos capí­tulos, pero no el tercero, sugiriendo su inclusión posterior. Sin embargo, el argumento no es fuerte, puesto que el capí­tulo está incluido en la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) y en otros textos antiguos. Ya fuera que el profeta haya compuesto el himno o lo haya adaptado de alguna fuente anterior, funciona bellamente en su contexto canónico para expresar la relación de Habacuc con su Dios, y el libro solamente puede ser leí­do y apreciado completamente si queda como está.
En alguna manera el papel de Habacuc y su mensaje es lo opuesto a lo que normalmente se encuentra entre los profetas. En vez de reprobar a Israel en nombre de Dios, él mismo enfrenta a Dios, demandando cuenta de sus acciones, o falta de ellas. El pacto en el Sinaí­ fue entre dos partes, Dios e Israel, y ninguno puede ignorar sus obligaciones. Habacuc le recuerda a Dios de las maldiciones pro metidas si Israel renegara de sus deberes (Deut. 28:15–68), maldiciones que parecen tardarse mucho. El confí­a en que Dios escuchará sus oraciones y actuará poderosamente hacia Israel y Babilonia. El también es consciente de la justicia de Dios que, aun sin respuesta, aunque Dios no bendiga a su pueblo en general, o a Habacuc en particular, él todaví­a es digno de alabanza.

HABACUC PARA HOY

Muchos consideran que cuestionar a Dios es pecaminoso, pero Habacuc y Job muestran que no es así­. Etapas difí­ciles en la vida pueden producir du das honestas y/o perplejidad, y Dios no condena ni a Job ni a Habacuc por expresar esas dudas. Solamente en un diálogo abierto los malentendidos se resuelven y las diferencias se corrigen. Aun hoy es mejor expresar molestia que dejar que se anide, convirtiéndose en amargura. Aunque la respuesta podrí­a no venir inmediatamente (2:1), o podrí­a causar consternación en sí­ misma (1:12–17), Dios no prohí­be el cuestionamiento honesto.
Dios ya conoce el principio del fin (Isa. 46:10). El no actúa en secreto, sino que se revela a los creyentes que cuestionan (Amós 3:7). Es importante dirigirse con el debido respeto al grande y asombroso Dios (Hab. 3:16), pero uno todaví­a puede dirigirse a él. El consuelo espera al que duda, al que cuestiona o al que sufre, porque parte de lo que Dios es tiene que ver con la salvación y la ayuda a los suyos (3:19). Nosotros también, como Haba cuc, esperamos respuestas a nuestras preguntas y necesidades, no solamente porque él cumplió con Habacuc en el primer milenio antes de Cristo (3:3–15), sino que también porque él ya ha cumplido con nuestro propio pasado personal cuando se acerca el tercer milenio después de Cristo, y lo hará de nuevo. Sea que el problema surja de los actos de entidades nacionales, como con Habacuc, o por causa de malas acciones individuales, Dios está allí­.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1 Tí­tulo

1:2—2:20 Diálogo con Dios
1:2-4 Problema: ¿Por qué queda sin castigo la maldad?
1:5-11 Respuesta: El juicio venidero sobre los malvados
1:12-17 Problema: ¿No es el remedio peor que la enfermedad?
2:1 En espera de una respuesta
2:2-20 Respuesta: El juicio viene sobre los malvados

3:1-19 Salmo de petición y alabanza
3:1, 2 Petición por la presencia activa y continuada de Dios
3:3-15 La mano de Dios en la historia
3:16-19 Temblando pero confiando
Comentario

1:1 TITULO
En una de las introducciones proféticas más cortas, Habacuc, conocido en la Biblia solamente aquí­, es un profeta, un vocero de Dios. Dios no se menciona especí­ficamente (cf.cf. Confer (lat.), compare Jon. 1:1; Miq. 1:1; Sof. 1:1; Mal. 1:1), pero una profecí­a en este contexto indica un mensaje profético de Dios (cf. p. ej.p. ej. Por ejemplo Eze. 12:10; Nah. 1:1). Este no es necesariamente un mensaje oral, sino más bien una revelación más general, recibida por el profeta en una visión (cf.cf. Confer (lat.), compare Miq. 1:1).

1:2-2:20 DIALOGO CON DIOS
A diferencia de otros profetas que trajeron mensajes de Dios al pueblo, Habacuc se dirige a Dios en la forma de dos preguntas, a las que Dios responde.

1:2-4 Problema: ¿Por qué queda sin castigo la maldad?

En una forma tradicional de lamento, el profeta pregunta a Dios hasta cuándo debe rogar por su causa antes de que él responda (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 13:1, 2). ¿Es Dios capaz o está dispuesto a librarlo de la violencia opresiva? Habacuc, como Job, no vacila en preguntarle a Dios si su comprensión teológica de él y de su forma de obrar no corresponden con la realidad experimentada.
La desgracia golpea severamente al siervo de Dios en una cadena de sinónimos desagradables. Lo que es particularmente molesto para el escritor no es la desgracia, sino su fuente. Por lo general los enemigos externos, enemigos personales o nacionales, son la fuente de la aflicción, pero aquí­ el pro blema es interno, la iniquidad, elemento sin arrepentimiento dentro del mismo Israel. Aunque algunos proponen a los asirios como los inicuos, ajustándose al contexto histórico de la profecí­a, una alternativa explica la parálisis de la ley que es desenfrenada. Esta influencia reguladora vino al propio pueblo de Dios para ordenar la sociedad (Exo. 18:16, 20; Isa. 2:3), y Asiria no estaba sujeta a su dirección. Ahora en la justicia de Israel, en lugar de ser un sello distintivo de un vivir piadoso (Amós 5:24), está notablemente ausente o, todaví­a más serio, está pervertida.
En el tiempo de Habacuc, como lo es hoy, se pueden encontrar grandes problemas de injusticia entre el pueblo de Dios. En vez de condonar el pecado, o de pedir que sea ignorado, el profeta clama por el castigo, como es requerido por el propio pac to de Dios. Aunque la maldad de los vecinos paganos necesita ser confrontada, el pueblo de Dios hoy, como en el tiempo de Habacuc, es demasiado tolerante de cosas entre ellos mismos que son explí­citamente contrarias a la voluntad de Dios como se revela en las Escrituras y en la creación. Al procurar restaurar al pecador demasiado a menudo condonamos el pecado, o cuando menos procuramos reducir la severidad de sus consecuencias ne gativas. Una falta de confrontación, en lugar de restaurar al malhechor, tácitamente da permiso de continuar en el pecado (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 5). Un hijo de Dios es llamado a oponerse a la injusticia pública, sea colectiva, social o polí­tica, pero la confrontación es en vano si el mal es desenfrenado dentro de la comunidad de creyentes. Aun ahora hay necesidad de profetas que no defiendan el †œpecado seguro†, sino insistan más bien en que el pecado sea erradicado.

1:5-11 Respuesta: El juicio venidero sobre los malvados

El clamor de Habacuc por justicia será contestado pronto, incluso en sus propios dí­as, y la respuesta será aterradora. Tendrá lugar entre las naciones. La LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT), al alterar una letra heb., traduce aquí­ †œburladores; traidores†. La incredulidad del escritor surge de la identificación del instrumento de castigo de Dios como los caldeos. Conocidos por su impulsiva ferocidad, ellos despojarán completamente a todos.
El problema de Habacuc con los caldeos es doble. Son un pueblo arrogante, que no admite dirección de otros ni teme oposición militar. Ellos buscan su propia dignidad, siguiendo su propio derecho. Manejando poderosamente fuerzas ofensivas, sus caballos se comparan a las bestias y aves conocidas por su ferocidad, su voracidad y su rapidez. Estos dos elementos, orgullo y ferocidad, son integrantes de su propia identidad, puesto que ellos adoran su propio poder.

1:12-17 Problema: ¿No es el remedio peor que la enfermedad?

En vez de regocijarse por la respuesta de Dios a su salmo de lamento, Habacuc inicia otro salmo semejante. El pregunta cómo, a la luz de su carácter de santidad y justicia, Dios puede tolerar un castigo que en sí­ mismo parece injusto.
Habacuc comienza desde la creencia fundamental de que Dios no es solamente Santo y eterno, sino también está relacionado con su pueblo Israel por medio del pacto. Esto es evidente por el uso de su nombre personal del pacto, Jehovah (Exo. 6:2–8). El apelativo Dios mí­o muestra no solamente que él es personalmente cercano al escritor, sino también una deidad objetiva que existe aparte de su pueblo. Esto está en completo contraste con los caldeos, cuyo objeto de veneración no existe más allá de sí­ mismos, sino que es más bien su propio poder militar (11). Dios es la Roca inamovible (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 32:18) para Habacuc. Aunque cuestiona la elección de esta nación malvada para castigar y juzgar el propio pueblo de Dios, él no cuestiona que Dios tiene una razón. El está listo a discutir el asunto, confiado en que Dios sí­ busca finalmente preservar para él a su pueblo del pacto.
El problema teológico que enfrenta Habacuc es cómo un Dios que es limpio en todas las cosas y completamente separado del pecado, puede ver el agravio y la perfidia como la practican los caldeos, instrumentos de su castigo (13). Aunque los pecadores en Israel son impí­os (4), en comparación son eclipsados por la mayor perversidad de Babilonia. Al lado de Babilonia el pecaminoso Israel puede ser llamado justo, un término relativo y no absoluto. Se han apartado tanto de las normas esperadas por Dios, que el profeta solamente puede expresar asombro de que él pueda mirar siquiera su mal.
Habacuc no solamente es lo suficientemente audaz para confrontar a Dios respecto a sus acciones, sino hasta para culparlo por deshumanizar a la humanidad (14–17). Dios originalmente creó a la humanidad a su propia imagen (Gén. 1:26; 5:1) y ellos eran la cumbre de su creación. Ahora, metafóricamente, él los degrada a criaturas menores, peces y criaturas subhumanas que se arrastran (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 1:26–28). Si Dios priva a Israel de humani dad, Babilonia no puede ser condenada por tratarlos ahora como objetos de deporte, peces para la red o anzuelo. Ellos hasta adoran las herramientas de su maní­a destructiva puesto que ellas le traen su comida suculenta: la carne de sus cautivos. ¿Pueden continuar desenfrenadas esta blasfemia y crueldad?
Todaví­a es una perversión cuando la gente es deshumanizada, ya sea por placer propio o por ganancia económica. La adoración de lo material, de las ganancias en aumento sin importar el precio en términos de dignidad humana, puede ser hasta más odiosa hoy en dí­a que la barbarie manifiesta de los babilonios.

2:1 En espera de una respuesta
Habacuc se preocupa de que Jehovah debiera responder rápidamente a sus dudas, de modo que toma la posición de guardia como un soldado (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 21:8; Eze. 33:7). La vigilancia que se espera de él, un papel de profeta, tiene dos direcciones: hacia Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:2) y también hacia él mismo. El está interesado inmediatamente con la respuesta de Dios, pero también necesita saber cómo reaccionará él mismo a la nueva revelación de Dios. En vez de temer la ira de Dios hacia uno que duda insolentemente, Habacuc espera pacientemente una respuesta que él sabe que vendrá.

2:2-20 Respuesta: El juicio venidero sobre los malvados

Dios no deja a su profeta en la desesperación; en su justicia, él también hace a Babilonia responsable por sus excesos. El los revela en cinco cantos burlones contra Babilonia.
2:2–5 Una visión escrita. La fe de Habacuc en Dios se justifica cuando Dios responde a su perplejidad. Esto significa que Dios toma en consideración las preguntas honestas. Sin embargo, la revelación no es solamente para el consuelo de Habacuc, sino para todos los que finalmente sufren en manos de Babilonia. Las buenas nuevas de una liberación final deben ser publicadas de tal manera que sean claramente visibles a los que pasen. La frase que se traduce para que corra es oscura, pues puede referirse a que cualquiera que pase pueda leer la noticia aunque pase de prisa y luego pasar la noticia o otros oralmente, o puede referirse a un corredor profesional, o heraldo, cuyo papel es publi car ese informe. En cualquier caso, las noticias se extenderán, aunque el juicio anunciado no sea inmediatamente próximo. De hecho, Dios se moverá en su propio tiempo. Toda la historia está en las manos de Dios, que la mueve inexorablemente hacia el dí­a culminante del Señor. La fe en Dios lo empuja a uno a no irritarse por las tardanzas aparentes, porque son ilusorias. Las promesas de Dios ciertamente vendrán (2 Ped. 3:3–9) en su propio tiem po. Dios liberará a su pueblo, finalmente, mediante un salvador personal, al que posiblemente se refiere una posible interpretación del texto, aunque el entendimiento más común del pasaje es de una liberación más ge neral, sin especificar.
A Habacuc se le pide grabar su mensaje en tablas, el medio común de escritura en Babilonia. Las tablas estaban hechas de barro (que cuando era horneado se volví­a como piedra), de marfil o de madera. Esas tablas serí­an recordatorios duraderos de que la palabra de Dios se cumplirí­a al fin.
La parte de la profecí­a de Habacuc que comprende el mensaje de esperanza no se indica, pero es posible que sea todo este libro en alguna forma. En forma alternativa podrí­a sencillamente referirse al mensaje de los dos siguientes versí­culos, a los cuales el profeta dirige con énfasis la atención.
En el pasaje mejor conocido en Habacuc, el profeta presenta un contraste multiforme entre el justo y el malvado (4, 5). A este último no se le menciona por nombre; simplemente se le menciona como él. La referencia a captura (reúne hacia él, RVARVA Reina-Valera Actualizada) y otras maldades sugiere que Babilonia es la que se contempla. El contraste resalta las acciones y el fin de las dos partes. El arrogante babilonio está envanecido de orgullo. Embriagado por el pillaje de la conquista (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 30:16) y la rapacidad, insaciablemente codicioso, ha abandonado las normas comunes de la decencia y de la integridad moral. La naturaleza habitual de su intoxicación se muestra por la forma heb. del verbo usado en el v. 5.
En contraste con el orgullo falso y perverso está el justo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:4, 13), uno que es recto. Sus hechos se conforman a la voluntad revelada de Dios y son un crédito para él y un modelo para el mundo. La palabra heb. tiene un significado amplio, incluyendo la condición de ser justificado, vindicado ante Dios mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 53:11). El justo en Judá no solamente actuará rectamente; su justicia será reconocida por Dios.
La vida para el recto es dirigida por su fe, en agudo contraste con la codicia que controla al malvado. Esta palabra también tiene un uso muy amplio, desde la confianza en seres humanos (Exo. 19:9) o confiar en Dios y en sus promesas (Gén. 15:6), hasta una confianza que motiva a uno a la obediencia, siendo responsable o fiel en su conducta (2 Rey. 12:15), aun hasta mostrar perseverancia en tiempos de prueba. Los dos últimos usos, los más comunes para esta palabra, se traducen mejor como †œfidelidad†, y hasta †œintegridad†. Estos dos muestran una í­ntima correspondencia entre un compromiso y el verdaderamente llevar a cabo la acción.
El fin de cada parte se contrasta también. La fidelidad traerá vida al justo. Esto no es sencillamente existencia fí­sica, en contraste con los babilonios que pronto caerán. A la palabra se asocia una bendición especial en Deut. 30:19, donde la vida prometida a Israel está asociada con la tierra, que ahora está amenazada por Babilonia. La vida de Israel y la tierra perdurarán, mientras que las de su poderoso enemigo perecerán.
El texto se volvió bien conocido debido a su cita en pasajes teológicamente importantes en el NTNT Nuevo Testamento (Rom. 1:17; Gál. 3:11; Heb. 10:38). El concepto que se encuentra aquí­, respecto a la fe como medio para la justificación, tocó a Martí­n Lutero en lo más profundo de su alma, iniciando así­ la Reforma protestante.
Los matices de significado del NTNT Nuevo Testamento han sido influidos por su uso en la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) más que en el texto heb. Pablo en Rom. 1:17 expresa el resultado de la fe, con el énfasis gr. en el compromiso intelectual, que lleva a la justicia. Este es el primer paso al reino de Dios: la justificación a los ojos de Dios mediante la fe en el evangelio de su Hijo (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 3:22; 5:1). Gál. 3:11 contrasta la obediencia a Dios como un requisito legalista que no puede justificar a nadie de un compromiso fiel a él que resulta en el don inmerecido de la vida. Heb. 10:38 presenta la fuer za del llamamiento a perseverar, viviendo en fiel obediencia a la voluntad de Dios en tiempos de prueba personal. Adopta una posible lectura mesiánica de la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) (†œmi justo†). Otra interpretación de la LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT) habla de la fidelidad de Dios, que pu diera ser también la interpretación del pasaje de Habacuc. El pueblo de Dios es alentado a soportar fielmente la opresión babilónica, porque la vida vendrá, y Dios mismo será fiel para traer a su cum plimiento este mensaje de liberación y esperanza (2:2, 3). Algunos sugieren que el mismo profeta provee un comentario sobre la confianza fiel en el cap. 3, especialmente en los vv. 16–19.
2:6–20 Cinco burlas contra Babilonia. 6–8 Los ayes a menudo caracterizan las endechas fúnebres (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Rey. 13:30), pero aquí­ la forma se usa irónicamente, puesto que un profeta israelita no estarí­a terriblemente preocupado por la inminente caí­da de un enemigo opresor de su pueblo. La fe de Habacuc en Dios es evidente por su creencia de que Dios prevalecerá. El propósito exacto de las profecí­as es incierto. Los babilonios cabrí­an en el contexto literario inmediato y los asirios en el contexto histórico del tiempo en que fueron escritas las profecí­as. Cualquiera de los dos era en su apogeo un poder mundial aparentemente invencible. Asi ria fue derrotada totalmente por Babilonia en 605 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, mientras que Babilonia misma llegó a su fin en 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, derrotada por los persas. El profeta no está solo al levantar estas burlas, sino que se le unen todos aquellos a los cuales los agresores habí­an explotado en el pasado (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 5).
En una parodia de una endecha fúnebre (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 22:18) Habacuc se burla de los caldeos por sus ganancias mal obtenidas. En cuanto al individuo que toma bienes por medio del robo, que malversa las prendas recibidas para garantizar el pago de deudas o que chupa sangre (ya sea literal o metafóricamente en la explotación), el sufrimiento rebotará sobre la cabeza del opresor. En una respuesta de ojo por ojo, el despojador será despojado por sus ví­ctimas anteriores. La malversación de fondos todaví­a es común entre los que están en puestos de confianza. Su exposición y condenación por los tribunales y la prensa muestran que esta clase de conducta no solamente es inaceptable para el Dios santo, sino hasta para las sensibilidades de la humanidad caí­da.
9-11 Este ay se dirige hacia la ganancia nacional mediante injusticia y perversidad. La ganancia en sí­ misma es moralmente neutral, así­ que no es condenada. Estos la adquieren mediante traición, sin em bargo, buscando seguridad de la codicia de otros al colocarse en alto por encima de las amenazas de otros. Ellos sufrirán una muerte vergonzosa. Hasta el material inanimado de construcción de las ciudades capturadas clamará contra los explotadores malvados. La polí­tica nacional, tanto como la conducta individual, deben estar sujetas constantemente a las demandas de la palabra de Dios.
12–14 La crueldad habitual, el derramamiento de sangre y la iniquidad que tení­an el propósito de conseguir posesiones territoriales permanentes no lograrán su meta propuesta. No habrá beneficios du raderos porque se desvanecerán con el humo. Esos que todaví­a están comprometidos en el auto-engrandecimiento nacionalista y en la †œlimpieza étnica† deben recordar el aborrecimiento invariable de Dios por esta conducta (cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 1:13). La búsqueda de territorio adicional o de recursos tales como petróleo u otros minerales estratégicos, sin tomar en cuenta la vida humana o los derechos territoriales, finalmente resultarán inútiles cuando la justicia divina enmiende los errores nacionalistas.
Jeremí­as, contemporáneo de Habacuc, usa las mismas palabras de juicio profético (Jer. 51:58), aunque no es claro cuál de los dos profetas las usó originalmente. El autor primario, y también autor del juicio punitivo, es Jehovah de los Ejércitos mismo, quien, como el guerrero divino, toma la causa de su pueblo (3:8–15).
En medio de la oscuridad de los ayes viene un versí­culo de luz y de esperanza para los que confí­an en Dios en vez de en sus propias adquisiciones perversas. En vez de una profecí­a de derrota atada al tiempo para una nación histórica, esta adaptación libre de Isa. 11:9 pone la esperanza futura en el contexto del fin de los tiempos. El conocimiento de Dios, una relación í­ntima y experimentada con él, bañará toda la tierra. La manifestación ex terna del poder asombroso de Dios, su gloria (Exo. 40:34; Isa. 6:3), será perceptible no solamente para los opresores asirios y babilonios, sino para toda la creación.
15-17 El perverso no solamente se compromete en la perversión, sino que guí­a a otros a hacer lo mismo, proveyendo a su compañero bebida para explotar su embriagada falta de decencia. Uno piensa hoy en los proveedores de pornografí­a, del juego y de las drogas. Ellos no buscan una gratificación personal, sino explotar a otros enredándolos. El extendido poder de la perversión continúa cru zando lí­mites nacionales e internacionales, amenazando no solamente a los individuos sino también a los gobiernos mediante su corrupción. Parece que el juicio divino serí­a el único medio de romper esas cadenas siempre más constrictoras.
El castigo infringido de nuevo está de acuerdo con el mal cometido. En este caso, el embriagador se volverá borracho y licencioso. En esta ocasión la copa es una metáfora de la ira del juicio de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 75:8; Eze. 23:33; Luc. 22:42). La violencia del malvado se ve como marchando más allá de la frontera de Israel hasta el vecino Lí­bano, posiblemente en referencia a la batalla en Carquemis en 605 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Este torbellino no solamente daña a la gente, sino que resulta en la matanza de fieras, que también es condenada. Este es un correctivo necesario para el entendimiento equivocado de que la humanidad es el único interés del Creador. Más bien, toda la creación sufre por causa del pecado, y espera su restauración (Rom. 8:20–22; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 6:5–7).
18–20 Las prácticas de adoración pagana de Babilonia, mencionadas antes (1:16), ahora son pronunciadas con mayor detalle en esta profecí­a. En este pasaje se declara la vanidad de buscar consejo de una muda creación de manos humanas, en el que el tí­pico Ay †¦ está en un lugar diferente al de los ejemplos anteriores. Algunos han sugerido que corresponde al principio de 2:18, pero no hay evidencia de ms.ms. Manuscrito de esto, ni hay evidencia suficiente de que un autor bí­blico estuviera servilmente atado a las normas de esta forma literaria escogida.
En contraste con el í­dolo silencioso, la verdadera revelación puede venir solamente de Jehovah mis mo, en cuya presencia todos deben inclinarse en silencio. Este silencio no es de objetos inanimados sino de adoradores llenos de temor reverencial ante el Dios vivo y verdadero (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 46:10; Isa. 41:1) en vez de ante í­dolos falsos, muertos y que traen muerte. No solamente Israel, sino toda la creación se quedará muda en la presencia de el Unico.
Este versí­culo sirve como transición de las obras pecaminosas de los opresores de Israel a los hechos poderosos de Dios.

3:1-19 SALMO DE PETICION Y ALABANZA

El capí­tulo final es una oración concluyente. Está en la forma de salmo en el que el salmista trae gloria a Dios por su persona (2, 3b, 4) y sus acciones (3a, 5–15). El recuerda los poderosos actos de Dios en el éxodo, la entrega de la ley en Sinaí­ y la conquista de la tierra. Su asombroso poder ante ejércitos poderosos hace que el salmista tiemble de asombro, pero él sabe que este poderoso Dios es amor y cuidará de él. Su terror entonces puede ser seguramente reemplazado por una calma gozosa.
Se han levantado preguntas respecto a la inclusión del salmo, en cuanto a si es una añadidura secundaria (ver la Introducción), pero en su ubicación canónica actual provee una conmovedora conclusión a esta piadosa discusión del profeta de la crisis en su fe con su fiel Dios.

3:1, 2 Petición por la presencia activa y continuada de Dios

Las anotaciones técnicas que abren y cierran el salmo tienen su contraparte en el libro de los Salmos. El tipo de salmo, una oración, encabeza otros salmos de petición o lamento (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 17:1; 86:1). Se ha dicho que Sobre Sigionot es un término oscuro (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 7:1) que aparentemente da alguna información musical. La pieza es para tocarse en instrumentos de cuerda (19; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 4:1; 6:1), bajo los auspicios de algún músico profesional de alguna clase, que aparece en otros 55 encabezados de salmos. Otra notación musical dudosa, Selah, está diseminada por todo el salmo (3, 9, 13).
El conocimiento de la obra de Dios en el pasado de Israel guí­a al profeta a una respuesta doble. El personalmente experimenta un respeto lleno de te mor reverencial ante el poder de Dios, el que sustenta y provee para su creación. También usa este conocimiento de los actos previos de Dios para re querir que sean repetidos en el presente de Israel. En la misma ira que Habacuc ha orado que pase a los pecadores de su dí­a, pide que Dios permita su misericordia calmante (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 34:6; Luc. 1:54).
Tanto la ira como la misericordia son parte de la naturaleza multiforme de Dios. Aun cuando él es ignorado deliberadamente o abiertamente desobedecido, el amor de Dios por su pueblo lo acerca inexorablemente a ellos a pesar de sus acciones hacia él (cf.cf. Confer (lat.), compare Ose. 11:8–11). Esta no es una esperanza de universalismo, de que Dios finalmente perdonará todo lo malo y restaurará a todos a una relación con él. Es una oración de que siempre y cuando los pecado res regresen en verdadero arrepentimiento a su Creador, él los perdonará y restaurará a sí­ mismo. Esta petición por gracia no es única en el ATAT Antiguo Testamento, puesto que el fundamento de ella está puesto en el documento del pacto constitucional para el pueblo de Israel (Deut. 30:1–10). Aquí­ el perdón se provee anticipando la necesidad del pecaminoso Israel. Este versí­culo en Habacuc resume así­ el mensaje, no solamente del libro, sino del mismí­simo evangelio.

3:3-15 La mano de Dios en la historia

Se describe la llegada y la presencia de Dios. Tienen lugar eventos naturales extraordinarios (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:1–5; 1 Rey. 19:11, 12).
3–7 La descripción de la venida de Dios usa términos que recuerdan su aparición en el monte Sinaí­. Una antigua forma para Dios es asociada con él como el Santo, un término que en cualquiera otra parte se relaciona con la tradición del éxodo (Lev. 11:44, 45). El viene de Temán y de los montes de Parán. Estos son dos sitios en el Edom de Transjordania que están asociados con la aparición de Dios en el monte Sinaí­. El viene en esplendor de luz, con rayos brillantes (o †œcuernos†, que en sí­ mis mos simbolizan poder). Este es posiblemente un juego de palabras sobre los dos significados de una palabra heb. Mortandad, también asociada con el éxodo y Sinaí­ (Exo. 5:3; 9:3; 15), lo acompaña. Es presentada en términos recordativos de los asistentes personales de los antiguos dignatarios del Cercano Oriente (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 17:7; 2 Sam. 15:1). Estos temidos fenómenos están bajo la jurisdicción de Dios, sirviéndole y mostrando su asombroso poder.
El poder también es evidente en la convulsión de la naturaleza, como lo habí­a sido en Sinaí­ (Exo. 19:16–10). Las naciones esparcidas tan lejos sentirán la presencia de Dios, como lo harán los montes sempiternos y las antiguas colinas. Su aparente eternidad y permanencia son ilusorias en la presencia de Dios, quien es verdaderamente eterno. La proximidad de Dios es magnificada más allá de la experiencia que Israel habí­a tenido en Sinaí­ hasta su llegada al fin, que tendrá una importancia universal, y no solamente nacional (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 97:4, 5; Joel 3:16; Apo. 16:18).
La sección concluye con una referencia a dos tribus nómadas del sur que también se verán golpeadas por el asombro y el terror ante el poder de Dios que viene.
8–15 Deduciendo de algunas de las mismas referencias como el último pasaje, Dios se describe ahora como el poderoso guerrero divino que se mantiene en oposición a los que oprimen a sus escogidos (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 15:1–18). El enfrenta rí­os y mar (8), como cuando el partimiento del mar Rojo y el Jordán (Exo. 13:17–14:31; Jos. 3:13–17) y en la creación (Job. 26:12, 13; Sal. 29). La descripción mira hacia adelante también, mostrando la soberaní­a continua de Dios sobre la creación (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 11:15; Mat. 14:22–33; Apoc. 21:1).
Las armas de Dios incluyen arco y flechas (9), aunque los adjetivos que describen estas últimas no son claros. Probablemente se refiere a los disparadores de flechas de siete descargas que se mencionan repetidamente en los textos de Canaán. Aquí­ son usados como instrumentos de juicio por Jehovah (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 11; Deut. 32:23; Sal. 7:13).
La presencia del guerrero poderoso también afecta a la naturaleza, al agua que divide la superficie de la tierra (9; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 74:15), así­ como ella misma fue dividida en el mar Rojo (Exo. 14:16, 21). Las poderosas montañas y aun el sol y la luna son afectadas, moviéndose o deteniéndose, en contraste con sus normas acostumbradas (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 10:12–14; 2 Rey. 20:9–11).
La presencia de Dios es relativa en su impacto, dependiendo de la relación que comparten con él aquellos a los que él viene. Los que se oponen a él y a su pueblo experimentarán al guerrero con ira (12) conforme él se mueve por la tierra. Ellos se sorprenderán con su propia derrota cuando avancen esperando la victoria. Los que están en la voluntad de Dios conocerán a este mismo guerrero como el misericordioso Salvador y Libertador. Es te conocimiento es la verdadera respuesta a las dudas de Habacuc (1:12–17).
La metáfora introductora (8) se resume en el v. 15, con el mar pisoteado como en el éxodo (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 14:21–29).

3:16-19 Temblando pero confiando

Ahora el que habla es el profeta que reflexiona sobre sus propias experiencias y sus reacciones hacia la revelación que ha recibido. A la luz de las res puestas de Dios, Habacuc es capaz de expresar poderosamente su fe hacia él.
Las reacciones fí­sicas de Habacuc (16) reflejan el gran temor que experimentó al comprender el poder del Dios creador y guerrero. El no se queda acobardado, sin embargo, sino espera en cer teza tranquila, sabiendo que Dios lo recibirá como lo ha hecho antes (2:1). Esta vez él traerá el juicio prometido sobre los enemigos de Israel. El dí­a y la hora tanto tiempo esperados llegarán.
En los versí­culos finales el escritor llega a comprender que su fe puede ser dejada, en conclusión, en Dios, que guarda su pacto para siempre. Israel recibí­a una gran parte de su subsistencia de la agricultura, pero el salmista ahora comprende que su fuente final de socorro es Jehovah solo, y que él sigue siendo Dios, ya sea que continúe proveyendo esas cosas para su pueblo o no. La seguridad de Ha bacuc no descansa en bendiciones visibles aunque temporales, sino más bien en una relación inconmovible con su Dios del pacto (cf.cf. Confer (lat.), compare Jos. 1:5; Rom. 8:38, 39). En medio de todo este interrogatorio y diálogo, el escritor todaví­a puede llamar a Dios suyo. Todo esto explica en términos prácticos el significado de la fe sostenida en 2:4.
Como resultado de esta fe el Señor poderoso fortalecerá al salmista para perseverar, pero también para saltar gozosamente como un venado por el regocijo de la vida (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 22:34; Sal. 18:33[34]). Esta fuerza todaví­a está disponible para los que hallan que todaví­a pueden tener esta fe en el Dios de Israel y de la iglesia.
David W. Baker

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

(Habakuk) El octavo de los profetas menores, floreció probablemente hacia el final del siglo VII a. C.

Contenido

  • 1 Nombre y Vida Personal
  • 2 Contenido de la Profecía
  • 3 Fecha y Autoría
  • 4 Características Literarias y Textuales
  • 5 Enseñanzas Proféticas

Nombre y Vida Personal

En el texto hebreo (1,1; 3,1), el nombre del profeta presenta una forma doblemente intensiva Hàbhàqqûq, que no se ha preservado ni en la Septuaginta: Ambakoum, o en la Vulgata: Habacuc. Es obvia su semejanza con el hambakûku, asirio, que es el nombre de una planta. No se ha podido comprobar su significado exacto: generalmente se interpreta como “abrazo” y ocasionalmente como “ardiente abrazo”, debido a su forma intensiva. No hay información confiable sobre su lugar de nacimiento, su familia ni sobre su vida. El hecho de que en su libro sea llamado dos veces “el “profeta” (1,1; 3,1) conduce de hecho a deducir que Habacuc ocupaba una posición reconocida como profeta, pero no produce manifiestamente ningún conocimiento definido sobre su persona. Una vez más algunos detalles musicales conectados con el texto hebreo de su oración (cap. 3) pueden sugerir posiblemente que él era un miembro del coro del Templo, y por lo tanto un levita: pero la mayoría de los eruditos consideran esta doble inferencia como cuestionable. Mucho menos cuestionable es la opinión propuesta, que identifica a Habacuc con el profeta judío de ese nombre, que se describe en el fragmento deuterocanónico de Bel y el dragón (Dan. 14,32ss) como milagrosamente llevando una comida a Daniel en el foso del león.

En esta ausencia de tradición auténtica, la leyenda, no sólo judía sino también cristiana, ha estado singularmente ocupada con el profeta Habacuc. Lo ha representado como perteneciente a la tribu de Leví y como el hijo de un cierto Jesús; como el hijo de la mujer sunamita, a quien Eliseo volvió a la vida (cf. 2 Ry. 4,16 ss.); como el centinela puesto por Isaías (cf. Is. 21,6 y Hab. 2,1) para observar la caída de Babilonia. De acuerdo a las “Vidas” de los profetas, una de los cuales es atribuida a San Epifanio, y la otra a Doroteo, Habacuc fue de la tribu de Simeón, y un nativo de Bethsocher, una ciudad al parecer en la tribu de Judá. En las mismas obras se indica que cuando Nabucodonosor vino a sitiar Jerusalén, el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki, en la costa egipcia), de dónde regresó sólo después que los caldeos se habían retirado; entonces vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió allí dos años antes del edicto de restauración de Ciro (538 a.C.). También se mencionan varios lugares como el de su entierro. Hoy día no se puede determinar la cantidad exacta de información positiva que contienen estas leyendas. Las Iglesias Griega y Latina celebran la fiesta del profeta Habacuc el 15 de enero.

Contenido de la Profecía

Aparte de su corto título (1,1) el libro de Habacuc se divide comúnmente en dos partes: la primera (1,2 – 2,20) parece como un diálogo dramático entre Dios y su profeta; la segunda, (cap. 3) es una oda lírica, con las características habituales de un salmo. La primera parte se inicia con un lamento de Habacuc a Dios sobre la prolongada iniquidad de la tierra, y sobre la opresión persistente del impío al justo, de modo que no había ni ley ni justicia en Judá: ¿Cuánto tiempo está destinado el impío a prosperar así? (1,2-4). Yahveh contestó (1,5-11) que pronto ocurrirá un nuevo y sorprendente despliegue de su justicia: ya los caldeos—esa raza veloz, terrible y rapaz—están comenzando a levantarse, y pondrán fin a los males de los cuales se ha quejado el profeta. Entonces Habacuc discute con Yahveh, el eterno y riguroso Gobernante del mundo, sobre las crueldades a las cuales Él permite que los caldeos se entreguen (1,12-17), y espera confiadamente una respuesta a su plegaria (2,1). La respuesta de Dios (2,2-4) es en forma de un corto oráculo (v. 4), el cual el profeta está obligado a escribir en una tablilla para que todos puedan leerlo, y que predice la última condena del caldeo invasor. Satisfecho con este mensaje, Habacuc pronuncia una canción burlesca, compuesta triunfantemente de cinco “imprecaciones” que él pone con viveza dramática en los labios de las naciones que los caldeos han conquistado y desolado (2,5-20).

La segunda parte del libro (cap. 3) lleva el título: “una oración de Habacuc, el profeta, en el tono de las lamentaciones.” Estrictamente hablando, solamente el segundo verso de este capítulo tiene la forma de una oración. Los versículos siguientes (3-16) describen una teofanía (manifestación divina) en que Yahveh aparece con el único propósito de la salvación de su pueblo y la ruina de sus enemigos. La oda concluye con la declaración de que aunque las bendiciones de la naturaleza deben fallar en el día de la penuria, el cantante se regocijará en Yahveh (17-19). Al final del capítulo 3 se añade la declaración: “Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda”.

Fecha y Autoría

Debido principalmente a la falta de evidencia externa confiable, ha habido en el pasado, y hay incluso ahora, una gran diversidad de opiniones respecto a la fecha en que se debe situar la profecía de Habacuc. Los rabinos antiguos, cuya opinión aparece en la crónica judía titulada Seder olam Rabbah, y que es aceptada todavía por muchos eruditos católicos (Kaulen, Zschokke, Knabenbauer, Schenz, Cornely, etc.), sitúan la composición del libro en los últimos años del reinado de Manasés. Clemente de Alejandría dice que “Habacuc todavía profetizaba en la época de Sedecías” (599-588 a.C.), y San Jerónimo atribuye la profecía a la época del exilio babilónico. Algunos eruditos modernos (los protestantes Delitzsch y Keil; entre los católicos Danko, Rheinke, Holzammer, y prácticamente también Vigouroux, lo colocan bajo Josías (641-610 a.C.). Otros lo atribuyen a la época de Joaquín (610-599 a.C.), ambos antes de la victoria de Nabucodonosor en Carchemish en 605 a.C. (Católicos: Schegg, Haneberg; Protestantes: Schrader, S. Davidson, König, Strack, Driver, etc.); mientras que otros, mayormente los racionalistas empedernidos, lo atribuyen al tiempo después que los caldeos arruinaron la Ciudad Santa. Como puede esperarse, estas varias opiniones no gozan de la misma cantidad de probabilidad, cuando son comparadas con el contenido real del libro de Habacuc. De todas ellas, la que adoptó San Jerónimo, y que es ahora propuesta por muchos racionalistas, es decididamente la menos probable: atribuir el libro al Exilio, como hace esa opinión, es, por un lado, admitir para el texto de Habacuc un fondo histórico del cual no hay ninguna referencia real en la profecía, y, por el otro, ignorar las claras referencias del profeta a acontecimientos conectados con el período antes del cautiverio de Babilonia (cf. 1,2-4.6, etc.). Todas las demás opiniones tienen sus respectivos grados de probabilidad, de modo que no es nada fácil elegir entre ellas. Sin embargo, parece que la opinión que adscribe el libro al 605-600 a.C. “está en mejor armonía con las circunstancias históricas bajo las cuales los caldeos son presentados en la profecía de Habacuc, es decir, como un tormento inminente para Judá, como los opresores que todos saben han comenzado ya la herencia de sus precursores” (Van Hoonacker).

Durante el siglo XIX, se hicieron objeciones a menudo contra la autenticidad de ciertas partes del libro de Habacuc. En la primera parte de la obra, las objeciones se han dirigido especialmente contra 1,5-11. Pero, sin importar cuán formidables puedan parecer a primera vista, las dificultades resultan ser realmente débiles, con una inspección más cercana; y de hecho, la gran mayoría de críticos las mira como no decisivas. Los argumentos esgrimidos contra la autenticidad del capítulo 2,9-20, son aun de menor peso. Solamente en referencia al capítulo 3, que forma la segunda parte del libro, puede haber una seria controversia en cuanto a la autoría de Habacuc. Muchos críticos tratan el capítulo entero como un poema último e independiente, sin alusiones a las circunstancias del tiempo de Habacuc, y aún llevando en su encabezamiento litúrgico y direcciones musicales (v. 3, 9, 13, 19) señales claras de la colección de cánticos sagrados de donde fueron tomadas. De acuerdo a ellos, fue añadido al libro de Habacuc porque había sido atribuido ya a él en el título, igual que ciertos Salmos son adscritos en la Septuaginta y en la Vulgata a algunos profetas. Otros, de hecho en un número más pequeño, pero también con mayor probabilidad, consideran sólo la última parte del capítulo 3,17-19 como una adición posterior al trabajo de Habacuc: en referencia a esta última parte, parece verdad el decir que no tiene ninguna alusión definida a las circunstancias del tiempo de Habacuc. Consideradas todas las cosas, parece que no puede ser contestada con certeza la pregunta sobre si el capítulo 3 es una parte original de la profecía de Habacuc, o un poema independiente añadido en fecha posterior: se sabe muy poco en forma positiva respecto a las verdaderas circunstancias en medio de las cuales Habacuc compuso su obra, para hacer sentir a uno confiado que esta porción debe o no debe ser adscrita al mismo autor que el resto del libro.

Características Literarias y Textuales

En la composición de su libro, Habacuc despliega un poder literario que se ha admirado a menudo. Su dicción es rica y clásica, y sus imágenes son llamativas y apropiadas. El diálogo entre Dios y él es altamente retórico, y exhibe en mayor alcance del que se supone comúnmente, el paralelismo de pensamiento y de expresión, que es la característica distintiva de la poesía hebrea. El Mashal o la canción burlesca de cinco “imprecaciones” que sigue al diálogo, se coloca con un efecto dramático poderoso en los labios de las naciones a quienes los caldeos han oprimido cruelmente. La oda lírica que concluye el libro, compara favorablemente respecto a imágenes y ritmo con la mejor producción de la poesía hebrea. Estas bellezas literarias nos permiten comprender que Habacuc era un escritor del más alto orden. También nos hacen lamentar que el texto original de su profecía no nos haya llegado en toda su perfección primitiva. De hecho, los intérpretes recientes del libro han notado y señalado las numerosas alteraciones, especialmente en la línea de las adiciones, que se han deslizado al texto hebreo de la profecía de Habacuc, y lo hacen ocasionalmente muy obscuro. Solamente un número justo de esas alteraciones pueden ser corregidas por un estudio cercano del contexto; por una comparación cuidadosa del texto con las versiones antiguas, especialmente la Septuaginta; por una aplicación de las reglas del paralelismo hebreo, etc. En los otros lugares, la lectura primitiva ha desaparecido y no puede ser recuperada, excepto conjeturalmente, por los medios que provee el criticismo hoy día.

Enseñanzas Proféticas

La mayoría de las verdades religiosas y morales que se pueden notar en esta corta profecía no son peculiares a ella. Ellas forman parte del mensaje común que se les encargó a los antiguos profetas que transmitieran al pueblo elegido de Dios. Como los otros profetas, Habacuc es el adalid del monoteísmo ético. Para él, como para ellos, solamente Yahveh es el Dios vivo (2,18-20); Él es el eterno y santo (1,12), el sumo Gobernante del universo (1,6.17; 2,5 ss.; 3,2-16), cuya Palabra no puede fallar en lograr su efecto (2,3), y cuya gloria será reconocida por todas las naciones (2,14). A sus ojos, como a los de los otros profetas, Israel es el pueblo escogido por Dios cuya perversidad Él debe visitar con una señal de castigo (1,2-4). El pueblo especial, a quienes Habacuc tenía la propia misión de anunciar a sus contemporáneos como los instrumentos del juicio de Yahveh, eran los caldeos, que derrocarán todo, incluso Judá y Jerusalén, en su victoriosa marcha (1,6 ss.). Ciertamente, en ese tiempo ésta fue una increíble predicción (1,5), porque ¿acaso no era Judá el reino de Dios y los caldeos un poder terrenal caracterizado por su presuntuoso orgullo y tiranía? ¿No era por lo tanto Judá la “justa” para ser salvada, y los caldeos verdaderos “impíos” para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se encuentra en el dístico (2,4) que contiene la enseñanza central y distintiva del libro. Su forma profética anuncia un principio de una importación más amplia que las circunstancias reales en medio de las cual le fue revelado al profeta, una ley general, como podríamos decir, la Providencia de Dios en el gobierno del mundo: el pecador lleva dentro de sí los gérmenes de su propia destrucción; el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto, que Habacuc aplica el oráculo no solamente a los caldeos de su tiempo que están amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino también a todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán asimismo reducidas a la nada (2,5-13), y declara solemnemente que “la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar” (2,15). Es debido a este contenido mesiánico verdadero, que la segunda parte del oráculo de Habacuc (2,4b) repetidamente se trata en los escritos del Nuevo Testamento (Rm. 1,17; Gl. 3,11; Hb. 10,38) como que se verifica en la condición interna de los creyentes de la Nueva Ley.

Bibliografía: COMENTARIOS: CATÓLICOS:—SHEGG (2da ed., Ratisbona, 1862); RHEINKE (Brixen, 1870); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); NO CATÓLICOS:—DELITZSCH (Leipzig, 1843); VON ORELLI (Eng. tr. Edimburgo, 1893); KLEINERT (Leipzig, 1893); WELLHAUSEN (3ra ed., Berlín, 1898); DAVIDSON (Cambridge, 1899); MARTI (Br de Freiburg im, 1904); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1904); DUHM (Tübingen, 1906); Van Hoonacker (París, 1908).

Fuente: Gigot, Francis. “Habacuc (Habakkuk).” The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910.

http://www.newadvent.org/cathen/07097a.htm

Traducido por Catherine Agnello V. L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica