HERODES

Herodes (gr. H’rod’s, “vástago de un héroe”, “semejante a un héroe” o “heroico”; nombre muy común entre los griegos y documentado en inscripciones y escritos desde el s V a.C.). Apellido de una familia de gobernantes de 534 Palestina, de la que sólo 3 (los que llevan los números 1, 3 y 6 a continuación) se mencionan como Herodes en el NT. 1. Herodes I (El Grande). Rey de Judea y toda Palestina en la época del nacimiento de Jesús. Fue el 2º hijo de Antipater, un idumeo, y por ello descendiente de los antiguos edomitas; pero era judí­o por nacionalización y profesión religiosa. Los idumeos fueron sometidos por Juan Hircano I en el 125 a.C.;obligados a aceptar la religión judí­a, incluyendo la circuncisión, llegaron a ser judí­os al menos nominalmente. Antipater, designado procurador de Judea por César (47 a.C.), tuvo un hijo: Herodes (nacido c 73 a.C.), criado en la corte del sumo sacerdote y gobernante Hircano II (63-40 a.C.), de quien su padre era consejero polí­tico. Cuando Antipater llegó a ser procurador, indujo a César a nombrar a Herodes estratega (principal magistrado) de Galilea, y a Fasael, otro hijo, estratega de Judea. Poco después, Sexto César, el legado de Siria, nombró a Herodes estratega también de Celesiria. Herodes cambió su afiliación polí­tica después del asesinato de César (44 a.C.), y apoyó al partido que lo llevó a cabo. Como resultado, Herodes fue confirmado en su puesto por G. Casio, procónsul de Siria. Cuando Antonio y Octavio derrotaron a Casio, Herodes logró el favor de Antonio. El y su hermano Fasael fueron entonces nombrados tetrarcas de sus territorios en Palestina, cargos que mantuvieron hasta que los partos conquistaron toda Siria y Palestina (40 a.C.). Hircano II y Fasael fueron al campamento de los partos para negociar la paz, pero éstos los apresaron a traición. Fasael, incapaz de soportar la vergüenza, se suicidó. Herodes huyó a Roma y allí­ fue nombrado rey de Judea, en oposición a Antí­gono, un macabeo que con el apoyo de los partos ocupó el trono. Herodes regresó a Palestina, y con la ayuda de las fuerzas romanas derrotó a Antí­gono y conquistó Jerusalén al año siguiente (37 a.C.). Reveló de inmediato que no mostrarí­a misericordia a ninguno que se opusiera a él. Masacró una cantidad de nobles, entre ellos a 45 dirigentes que habí­an apoyado a Antí­gono, y también mató a todos los miembros del Sanedrí­n, menos uno, por haberse opuesto a sus ambiciones en una ocasión anterior. El Sanedrí­n, bajo Herodes, quedó reducido a tal insignificancia que algunos eruditos se preguntan si realmente existió durante su reinado. El territorio de su reino era inicialmente Judea (incluyendo a Samaria e Idumea); sin embargo, Antonio tomó Jericó y su territorio y lo dio a Cleopatra de Egipto. Después de la batalla de Accio (31 a.C.), donde Octavio venció a Antonio, Herodes cambió nuevamente sus simpatí­as polí­ticas; fue a Rodas, donde estaba Octavio, y logró obtener su favor. Este, que luego fue conocido como Augusto, añadió Jericó, Gadara y Gaza al territorio de Judea después de la muerte de Cleopatra, y más tarde (23 a.C.) los territorios del noreste: Batanea, Traconite y Auraní­tide. Herodes administró su reino sin amenazas serias de afuera, de modo que su gobierno fue un perí­odo de prosperidad. Su vida familiar estuvo llena de tragedias y manchada con la sangre de sus parientes más cercanos, incluyendo 3 de sus propios hijos y una de sus 10 esposas. Sólo se mencionarán aquí­ a los más importantes de sus hijos. El mayor, Antipater, fue engendrado por Doris, su esposa idumea. Su 2ª esposa, Mariamne, era nieta del gobernante-sacerdote Hircano II; con este casamiento Herodes asoció su casa con la de los asmoneos (macabeos), y así­ intentó legalizar su reinado ante los judí­os. Parece que amó a Mariamne con todo su corazón, aunque ella lo odiaba. Mariamne fue la madre de Aristóbulo y Alejandro. Maltace, su esposa samaritana, le dio Arquelao y Herodes Antipas; Cleopatra, una esposa procedente de Jerusalén, a Herodes Felipe (que llegó a ser tetrarca); y otra Mariamne (la hija de Simón de Jerusalén, a quien Herodes nombró sumo sacerdote) le dio un hijo conocido como Herodes Felipe, o Felipe de Roma. Como Herodes no confiaba en sus parientes asmoneos, mató a muchos de ellos. En el 35 a.C. fue asesinado Aristóbulo III, hermano de la 2ª esposa de Herodes (ahogado en un estanque del palacio de Herodes en Jericó), aunque habí­a sido nombrado sumo sacerdote pocos meses antes. En el 30 a.C. hizo matar al anciano Hircano II, el abuelo de su esposa Mariamne, y un año más tarde también a Mariamne, porque sospechaba que ella estaba tramando su muerte. Desde ese tiempo en adelante sus sospechas no le dieron descanso. Al principio habrí­a designado como sus herederos a los hijos de Mariamne: Aristóbulo y Alejandro. Sin embargo, cuando el hermanastro mayor de ellos, Antipater, el hijo de Doris, los acusó de traición, Herodes los apresó y los mató (7 a.C.). Entonces nombró a Antipater como su sucesor, y a Herodes Felipe, hijo de Mariamne II, como el siguiente en la lí­nea sucesoria. Como Antipater tuvo éxito en eliminar a 2 de sus competidores por el trono, acusó a sus hermanastros Arquelao (hijo de Maltace) y Felipe (hijo de Cleopatra) como también a su tí­a 535 Salomé (la hermana de Herodes), de completar contra la vida del rey. Sin embargo, el monarca descubrió que la acusación era falsa, y por ello designó a Antipas como su sucesor, e hizo matar a Antipater sólo unos pocos dí­as antes de morir él mismo. Después de la muerte de Antipater y poco antes de la suya, Herodes cambió otra vez su testamento y designó a Arquelao, Antipas y Felipe como sus herederos al trono. Este último testamento fue aceptado por Augusto. Arquelao, con el tí­tulo de etnarca, recibió Judea (Mat 2:22), Samaria e Idumea; Antipas fue hecho tetrarca de Galilea (Luk 3:1, 19) y de Perea; y Felipe fue nombrado tetrarca de los territorios del noreste (v 1). Herodes Felipe, hijo de Mariamne II, continuó en la vida privada. Por esta razón, su esposa Herodí­as* (que también era su sobrina, por ser hija de su hermano Aristóbulo) lo abandonó y se fue a vivir con Antipas. Véanse Herodes 2, 3, 4 y 5. Herodes fue un gran constructor y fundó varias ciudades magní­ficas, levantadas con el estilo y esplendor helení­sticos. Entre ellas están 2 ciudades nombradas en honor del emperador Augusto: Samaria,* que llamó Sehaste (“Augusta” en griego), y la antigua Torre de. Estrato, sobre la costa, que llamó Cesarea* y que más tarde fue la capital de Herodes; 2 ciudades que llamó por los nombres de miembros de su familia: Antí­patris* (anteriormente Afec, al noreste de Jope), y Fasaelis, en el valle del Jordán; y 2 ciudades que llevaron el nombre de Herodium (gr. Herodeion): una en Transjordania y la otra al sudeste de Belén (para ésta véase el Mapa XV, E-3). Otras ciudades o fortalezas que construyó fueron Maqueronte, al este del Mar Muerto (Mapa XV, E-4); Masada, cerca de su ribera occidental (Mapa XV, F-3); Gabá en Galilea (Mapa XV, C-3); y Esbón (anteriormente Hesbón*) en Perca (Mapa XV, E-4). La ciudad de Jerusalén también recibió su atención. A partir de c 20 a.C. reconstruyó el templo de Zorobabel, que estaba muy arruinado, y comenzó a edificar magní­ficos edificios en el templo y alrededor de él, incluyendo la Fortaleza* Antonia. Estas estructuras no fueron completadas hasta poco antes de iniciada la guerra judeo-romana (66 d.C.; cf Joh 2:20). También construyó un palacio real en Jerusalén, una de cuyas torres todaví­a es visible en la sección inferior de la así­ llamada “Torre de David” en la ciudadela. También construyó un teatro y un anfiteatro. Estas estructuras eran altamente ofensivas a un judí­o ortodoxo, por cuanto en ellas se presentaban escenas de teatro y juegos similares a los de las ciudades helení­sticas. Véase Templo (IV). Aunque Herodes fue helenista* de corazón y práctica, y se rodeó de consejeros helenistas, tuvo la suficiente prudencia de abstenerse de suprimir la religión judí­a o de desafiarla abiertamente, como lo habí­a hecho Antí­oco IV en el siglo anterior. Sin embargo, los judí­os lo odiaban, porque era idumeo y amigo de los romanos, y por causa de su escandalosa vida privada. Les molestaba su extrema crueldad y la imposición del pesado tributo que exigí­a su extensa actividad constructora. La ausencia de una rebelión abierta durante su largo reinado se debió a su lealtad inquebrantable hacia los romanos, a su despiadada supresión de toda oposición ya que hubo paz externa en sus dí­as. Herodes el Grande aparece en el NT en la fecha dada en Luk 1:5, y en el incidente de los “magos del Oriente” que relata Mat 2:1-18 Al saber que un descendiente de David habí­a nacido en Belén de acuerdo con las antiguas profecí­as, el rey dio la orden de matar a todos los niños pequeños de la ciudad. Este acto cruel no está registrado en la historia secular, pero concuerda plenamente con las otras atrocidades que cometió. La última que planificó afortunadamente no se llevó a cabo. Como sabí­a que en el reino habrí­a mucha alegrí­a cuando se supiera su deceso, hizo encerrar a los judí­os más importantes en el estadio de Jericó, y ordenó que se los matara tan pronto como él muriera para que hubiese grandes lamentaciones en el tiempo de su muerte. Sin embargo, su hermana Salomé y su esposo, Alexas (quienes estaban a cargo del cumplimiento de la orden), desbarataron el plan al liberar a los infortunados nobles a la muerte de Herodes, llevando gran regocijo a numerosos hogares judí­os. Herodes murió en el 340 año de su reinado, a la edad de 69 años (en el 4/3 a.C.; muy probablemente en la primavera de 4 a.C.). 252. Reverso de una moneda de Herodes el Grande, rey de Judea (tamaño real). Los objetos representados son un vaso de culto y 2 hojas de palma. 2. (Herodes) Arquelao gr. Arjélaos, “gobernante del pueblo” o “prí­ncipe del pueblo”). Gobernante de Judea y de Samaria durante la niñez de Jesús. Arquelao era hijo de Herodes el Grande y de Maltace. Tanto él, su 536 hermano Antipas como su hermanastro Felipe, el tetrarca (el hijo de Cleopatra de Jerusalén), se educaron en Roma y fueron designados por su padre como sucesores suyos en su testamento final, aceptado por Augusto. El emperador dio Judea, Samaria e Idumea a Arquelao, y le otorgó el tí­tulo de etnarca, que significa “prí­ncipe del pueblo”. Gobernó entre el 4 a.C. y el 6 d.C. Como su padre, amaba el lujo y el poder, y en varias ocasiones demostró su naturaleza cruel. Al suprimir una revuelta durante su 1er año de reinado, sus tropas mataron a 3.000 personas. Es fácil comprender por qué José tuvo miedo de vivir en Judea bajo Arquelao cuando regresó de Egipto con Marí­a y el niño Jesús (Mat 2:22). La elección que hizo Arquelao de los sumos sacerdotes, su vida privada y su crueldad fastidiaron a los judí­os, que se asociaron con los samaritanos para enviar diputados a Roma, los que finalmente persuadieron a Augusto para que lo depusiera. Arquelao fue exiliado a Vienne, sobre el Ródano (en lo que es ahora el sur de Francia), y su territorio quedó bajo la administración de un procurador* romano que sirvió como representante (gobernador*) directo del emperador. 3. Herodes (Antipas*). Gobernante de Galilea y Perea durante el ministerio de Jesús. Llamado “Herodes el tetrarca” en el NT, históricamente se lo conoce como “Herodes Antipas”. Fue hijo de Herodes el Grande y Maltace, su esposa samaritano, y educado en Roma con su hermano Arquelao y su hermanastro Felipe. Designado sucesor al trono en el 2° testamento de su padre, en el 3º, el definitivo, se le dio solamente Galilea y Perea (con el tí­tulo de tetrarca). Marcos se refiere a él por su nominación popular: rey (6:14). Como en los Evangelios se lo llama simplemente Herodes, nombre que también se encuentra en sus monedas, los lectores de la Biblia lo confunden con frecuencia con su padre. Se casó con la hija de Aretas IV, rey de los nabateos (cuya capital, Petra, estaba situada al sur del Mar Muerto). Es posible que este casamiento se contrajera con el propósito de evitar los ataques nabateos a orientales y meridionales de Perea, Mapa XIX, E-13. Durante una visita a Roma, Herodes Antipas se enamoró de Herodí­as, su sobrina, esposa de su hermanastro Herodes Felipe. Esta abandonó a su esposo y se fue a vivir con Antipas. El padre de la abandonada se ofendió gravemente y le declaró la guerra a Antipas, y ocupó parte de sus territorios transjordanos. Juan el Bautista lo reprendió severamente (tal vez en público) por su adulterio y, como resultado, fue encarcelado en Maqueronte, una fortaleza al este del Jordán. Herodí­as odiaba profundamente a Juan por haber interferido en su vida privada, y no descansó hasta que logró su muerte (Mat 14:1-12). Antipas era conocido por su astucia (Jesús lo llamó “zorra”, Luk 13:32), sus ambiciones y su amor al lujo. Sin embargo, viví­a como un judí­o ortodoxo e iba a Jerusalén los dí­as de fiesta (23:7). Durante años fue enemigo de Pilato (v 12), porque no podí­a pasar por alto sus actos antijudí­os. En armoní­a con la aversión judí­a por las imágenes, evitó grabar la suya en sus monedas. Reconstruyó Séforis en Galilea, le añadió sus fortificaciones y la convirtió en su capital. También construyó Tiberias y otras ciudades, y fortaleció las fronteras de sus dominios. El NT menciona a Herodes Antipas como autor de la prisión y ejecución de Juan el Bautista (Mat 14:3-12). Pudo haber hecho planes para arrestar y matar a Jesús de Nazaret, como pretendí­an los fariseos (Luk 13:31), pero esto no es seguro. Consideró que el Señor era el Bautista resucitado (Mar 6:14-16). Cuando finalmente se encontró con él en Jerusalén, mostró interés en Jesús, pero éste se transformó en burla cuando el Señor rehusó responderle (Luk 23:8-12). El acto de Pilato de enviarle a Cristo, en señal de reconocimiento de la autoridad de Herodes sobre Galilea aun estando en Jerusalén, determinó que los enemigos se amistaran. En el 37 d.C., Agripa, el hermano de Herodí­as, fue designado rey sobre los territorios del noreste de Palestina que habí­an pertenecido a Felipe. Herodí­as, insatisfecha porque su esposo sólo tení­a el tí­tulo de tetrarca, lo indujo a ir con ella a Roma y pedir la corona real de manos de Calí­gula. Agripa, sin embargo, envió cartas a Roma acusando a su tí­o Antipas de traición. Como resultado, en vez de ser coronado rey, Herodes fue exiliado en el 39 d.C. a Galia o a España, adonde Herodí­as lo acompañó. Su territorio fue añadido al de su acusador, Agripa. Véase Herodes 4. 4. (Herodes) Felipe (gr. Fí­lippos, “amigo de los caballos”). Tetrarca de los territorios al noreste del Mar de Galilea. Hijo de Herodes el Grande y de Cleopatra de Jerusalén, y educado en Roma con sus hermanastros Arquelao y Antipas, recibió una parte de los dominios de su padre al morir éste. Se le dio el tí­tulo de tetrarca, y se le designó los territorios al noreste de Palestina -incluyendo lturea, Traconite (Luk 3:1), Batanea y Auraní­tide- y gobernó desde el 4 a.C. hasta el 36/34 d.C. Fue el mejor de todos los gobernantes de la familia de Herodes, y los historiadores de 537 LOS ASMONEOS Y LOS HERODES 538 su tiempo no informan nada malo de él. Sus actividades edilicias fueron muchas. Amplió la ciudad de Paneas, situada en las fuentes del Jordán, y la llamó Cesarea. Más tarde se la conoció generalmente como Cesarea de Filipo (Mat 16:13) para distinguirla de la Cesarea de la Palestina occidental. Felipe también convirtió la aldea de Betsaida en una ciudad y la llamó Betsaida Julia, en honor de la hija de Augusto que fue esposa de Tiberio. Hacia el fin de su vida se casó con su sobrina Salomé, hija de Herodí­as (14:11), que tení­a unos 30 años menos que él. Como murió sin hijos, su tetrarquí­a fue anexada a Siria, pero unos 3 años más tarde se le asignó como un reino a Agripa I. 5. (Herodes) Felipe. Hermano de Antipas y 1er, esposo de Herodí­as. Era hijo de Herodes el Grande y de Mariamne II, hija del sumo sacerdote Simón. Felipe no fue un gobernante, sino un ciudadano corriente. Se casó con su sobrina Herodí­as, que después de un tiempo se enamoró de su tí­o Antipas, un hermanastro de su esposo, y se fue a vivir con él llevando consigo a su hija Salomé. Salomé más tarde se casó con su tí­o abuelo, Felipe el tetrarca, y después de la muerte de su esposo se casó con uno de sus primos, Aristóbulo. Herodes Felipe es conocido en los Evangelios sencillamente como Felipe (Mat 14:3; Luk 3:19), pero Josefo lo llama Herodes. El NT concuerda con Josefo en llamarlo hermanastro de Herodes Antipas. Véase Herodes 3. Bib.: FJ-AJ xviii.5.4. 6. Herodes (Agripa I) (gr. Agrí­ppas). Rey de Judea y de toda Palestina; el que persiguió a los apóstoles (Act 12:1). Su nombre romano oficial era Marco Julio Agripa Herodes, pero el NT lo llama sencillamente “rey Herodes”. Nacido en el 10/9 a.C., era hijo de Aristóbulo y Berenice y nieto de Herodes el Grande. Se casó con Cipros, y tuvo 4 hijos: Berenice, Mariamne, Drusila y Agripa (II). De ellos, se mencionan 3 (24:24; 25:13), siendo Mariamne la excepción. Recibió parte de su educación en Roma, y más tarde fue superintendente de los mercados de Tiberias, y también vivió por un tiempo en Damasco. Al regresar a Roma en el 37 d.C., Tiberio lo encarceló por haber sido partidario de Gayo o Calí­gula, hijo de Germánico, quien sólo 6 meses más tarde llegó a ser emperador. Calí­gula de inmediato nombró a su amigo rey de la tetrarquí­a sobre la que habí­a reinado Felipe, el fallecido tí­o de Agripa, y sobre la tetrarquí­a de Lisanias. En el 39 d.C. se le entregó Galilea y Perea, la tetrarquí­a de su tí­o Antipas, a quien habí­a derrocado y cuyo exilio fue precipitado por la acusación de conspirar contra el imperio. Dos años más tarde, el emperador Claudio, con quien Agripa también se habí­a congraciado, le añadió el territorio de Judea y Samaria, que desde el 6 d.C. habí­a sido gobernado por procuradores romanos. Agripa llegó así­ a gobernar un territorio igual al que habí­a tenido su abuelo Herodes el Grande. Ansioso de obtener la buena voluntad de su pueblo, observó estrictamente las reglas religiosas de los judí­os. La ejecución de Santiago, el hermano de Juan, y el encarcelamiento de Pedro (Act 12:1-7) fueron ordenados con este propósito en vista. Con la intención de fortalecer las defensas de Jerusalén, comenzó a construir un muro nuevo al norte de la ciudad, pero abandonó el proyecto por pedido de Claudio. Aunque trató de aparecer como un judí­o ortodoxo, también fue amante y promotor de los juegos atléticos griegos y del teatro. Murió en el 44 d.C. en su capital, Cesarea, después de una breve pero violenta enfermedad de los intestinos que lo acometió mientras aceptaba honores divinos después de un discurso público (Act 12:20-23). Véase Herodes 4. Bib.: FJ-AJ xix.8.2. 7. Herodes (Agripa II). Gobernante del noreste de Palestina; el que escuchó a Pablo. Su nombre romano oficial era Marco Julio Agripa Herodes II. Fue hijo de Agripa I y nació y se educó en Roma. Como sólo tení­a 17 años cuando murió su padre (44 d.C.), el emperador Claudio lo consideró muy joven para asumir el reino. Sin embargo, en el 50 d.C. se lo hizo rey de Calcis, una pequeña porción de la región del Lí­bano que habí­a sido gobernada por su tí­o Herodes desde el 41 hasta el 48 d.C. En el 53 d.C. se le asignaron las antiguas tetrarquí­as de Felipe y de Lisanias en la Palestina nororiental a cambio del reino de Calcis. Nerón añadió grandes porciones de Galilea y de Perea a su territorio. También se le asignó la supervisión del templo de Jerusalén y el derecho de nombrar al sumo sacerdote. Durante su reinado se completó el templo comenzado por su bisabuelo Herodes el Grande (62-64 d.C.). Como su padre, intentó vivir la vida de un judí­o ortodoxo y, cada vez que tení­a oportunidad, señalaba a sus conocidos paganos las grandes ventajas morales del monoteí­smo judí­o frente a las religiones de ellos. Sin embargo, viví­a en incesto con su hermana Berenice, de modo que su vida privada fue un escándalo. Mapa XVI, A-4. Agripa II amplió y hermoseó Cesarea de Filipo, amplió el palacio de Herodes en Jerusalén y patrocinó representaciones teatrales en 539 Berytus (Beirut). En excavaciones recientes realizadas en Beirut se encontró una inscripción en un monumento de piedra que lo menciona a él y a su hermana Berenice; ahora se encuentra en el museo de esa ciudad (fig 253). El NT menciona a Agripa relacionado con la apelación de Pablo a César. Cuenta que después que el procurador Festo asumió el gobierno, Agripa y Berenice hicieron una visita de cortesí­a a Cesarea. Festo aprovecho la oportunidad para presentar a Pablo ante Agripa, a quien consideraba experto en asuntos judí­os, para obtener consejo legal con respecto al informe que debí­a enviar a Roma. Agripa se convenció de la inocencia de Pablo, pero no pudo liberarlo porque ya se habí­a presentado la apelación al emperador (Hech. 25:13-27; 26:32). 253. Una inscripción del rey Herodes Agripa II y de su hermana Berenice. Cuando se desató la guerra judí­a en el 66 d.C., Agripa II fracasó en sus intentos de persuadir a los judí­os a que se abstuvieran de rebelarse contra Roma. En consecuencia, se puso sin reservas del lado de los romanos y fue grandemente honrado por su lealtad. Poco se sabe de su vida privada posterior en Roma, donde murió probablemente c 93 o c 100 d.C. Acerca de las mujeres de la familia herodiana que se mencionan en la Biblia, véanse Berenice; Drusila; Herodí­as. Además, véase el cuadro de la p 1002. Bib.: M. Grant, Herod the Great [Herodes el Grande] (Nueva York, 1971); S. Perowne, The Life and Times of Herod the Great [La vida y los tiempos de Herodes el Grande] (Londres, 1956); S. Sandmel, Herod, Profile of a Tyrant [Herodes, perfil de un tirano] (Filadelfia, 1967); S. Perowne, The Later Herods [Los últimos Herodes] (Londres, 1958).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

nombre de varios prí­ncipes de origen idumeo, que gobernaron Judea, muy dependientes de Roma. 1. H. I el Grande, rey de Judea del 37 al 4 a. C. Nacido en la Idumea judaizada, al sur de Palestina, ca. 73 a. C. Su padre Antí­patro, quien habí­a sido nombrado procurador de Judea por Julio César, lo puso como gobernador de Galilea en el año 47 a. C., cuando apenas H. contaba con veinticinco años de edad. Muerto Julio César, el asmoneo Antí­gono depuso al etnarca Hircano II y se proclamó rey de Judea, en el año 40 a. C. H., por su parte, con el apoyo de Antonio y Cayo Octavio, después Augusto, emperador romano, y a pesar de la resistencia de los supervivientes de la familia asmonea, consiguió que el senado romano lo reconociera como rey de Judea, pero debió sostener una lucha de tres años, con la ayuda romana, con Antí­gono, apoyado por los partos, para conseguir la captura y ejecución de su oponente y hacerse con el poder en el 37 a. C. H. se casó con Mariamne II, una princesa asmonea, tratando de fortalecer su posición polí­tica ante los judí­os; sin embargo, posteriormente hizo que la mataran. Habiendo sido derrotado Marco Antonio, protector de H., en la batalla de Actium, o Accio, en el año 30 a. C., y habiéndose suicidado aquél, el rey de Judea se pasó al lado del vencedor Cayo Octavio, quien lo confirmó en el trono, pensando en actitud pro romana de H. y en que seguirí­a los dictados del imperio; además, le fue entregando más territorios, de suerte que H., quien dependí­a directamente de Roma, extendió sus dominios hasta Judea, Idumea, Samarí­a, Galilea, Perea y la zona del Haurán.

En los inicios de su reinado H. tuvo complicaciones polí­ticas, como la pugna entre las dos sectas judí­as de los fariseos y lo saduceos, la oposición de los restos de los asmoneos, además de que durante su reinado nació el grupo polí­tico de los zelotes, enemigos declarados de Roma, quienes posteriormente realizaron las rebeliones contra los romanos. Pasadas las luchas internas del reino de H., el pueblo disfrutó de paz, los judí­os pudieron continuar con su culto sin ser molestados, a excepción de cuando fue puesta en el Templo el águila imperial de los romanos, ya en los últimos dí­as de vida de H. Hubo progreso y bienestar, como lo hizo Augusto en todo el imperio. H. impulsó la agricultura y el comercio, se dedicó a la construcción de numerosas obras así­ como a la restauración de varias ciudades al estilo helení­stco-romano. Construyó en las ciudades teatros, anfiteatros, circos para juegos; en Jerusalén levantó el palacio real de la fortaleza Antonia. Para defender las fronteras de las incursiones de los árabes, reconstruyó y construyó numerosas fortalezas, que más tarde fueron importantes en la rebelión de los judí­os contra Roma, sobre todo la de Masada, en una montaña del desierto, en la orilla occidental del mar Muerto, al suroriente de Jerusalén, que eran dos palacios fortificados.

Construyó ca. 23 a. C., el Herodión, ciudad y fortaleza al sudeste de Belén. En el año 20 a. C., comenzó la reconstrucción del Templo de Jerusalén, que algunos llaman el tercero, siguiendo el diseño básico del de Salomón, aunque de dimensiones más grandes y más ostentoso, el cual fue destruido en el año 70 de nuestra era, por Tito, del cual se conserva el Muro Occidental Judí­o, llamado Muro de las Lamentaciones. H. reconstruyó la ciudad de Samarí­a y la llamó Sebaste, que en griego significa Augusta, en honor del emperador romano. Fundó, ca. 22 a. C., Cesarea de Palestina, también en homenaje a Augusto, por su tí­tulo de césar, ciudad a la que dotó de anfiteatro, templos, numerosos edificios públicos lujosos, acueducto y alcantarillado, así­ como de un importante puerto con rompeolas, cuyas ruinas se conservan hoy. En esta ciudad, precisamente, se dio la primera conversión de un gentil al cristianismo, la del centurión romano Cornelio, Hch 10.

Siendo H. de la religión judí­a su vida era la de un pagano, estuvo siempre envuelto en escándalos, tuvo diez matrimonios; su vida transcurrió en medio de intrigas palaciegas, polí­ticas y familiares. Fue un mandatario inteligente y hábil, pero muy desconfiado lo que lo llevó a la crueldad hasta con su propia familia, hizo asesinar a los descendientes de la familia asmonea, que podí­an reivindicar el trono, como a su propia segunda mujer Mariamne II, su suegra Alejandra y sus hijos Alejandro y Aristóbulo. Dí­as antes de su muerte, H. hizo matar a su propio primogénito Antipater. Según el evangelio de Mateo, en tiempos de este soberano de Judea, nació Jesús, quien al saberlo por los magos llegados de Oriente, creyendo que su reinado peligraba, mandó matar a todos los niños de Belén de dos años para abajo, pensando con esto eliminar al niño Jesús; sin embargo, el ángel del Señor le avisó en sueños a José de lo que sucederí­a y éste huyó con Marí­a y el niño hacia Egipto, donde permanecieron hasta la muerte de H., en Jericó, Mt 2.

Muerto H. el reino se dividió en tres partes, tetrarquí­as, entre sus hijos H. Antipas, Arquelao y H. Filipo, de acuerdo con el testamento del rey, el cual fue respetado por el emperador romano Augusto. 2. H. Antipas, hijo de H. el Grande y de la samaritana Maltaké, nacido en el año 21 a. C., tetrarca de Galilea y Perea del 21 a. C. al 39 d. C. Su sobrenombre Antipas, en griego, significa retrato del padre. Se casó con la hija de Aretas IV, rey de los nabateos, pero la dejó para convivir con Herodí­as, mujer de su hermano Filipo, hijo de H. el Grande y de la princesa asmonea Mariamne II, distinto éste del Filipo, hijo de H. el Grande y Cleopatra, tetrarca de Iturea y Traconí­tida, mencionado en Lc 3,1. Herodí­as era hija de Aristóbulo, nieta de H. el grande y, por tanto, sobrina de H. Antipas. Como Juan el Bautista le reclamara por esta situación, †œNo te está permitido tener la mujer de tu hermano†, le decí­a, puesto que la tomó estando vivo su hermano y sin que la hubiera repudiado, Herodí­as, aprovechando que H., en su cumpleaños, habí­a quedado fascinado con el baile de Salomé y por esto le habí­a prometido con juramento darle lo que quisiera, Herodí­as hizo que su hija pidiera la cabeza del Bautista, lo que H. llevó a cabo, entregándosela en una bandeja de plata, Mt 14, 3-12; Mc 6, 17-29; Lc 3, 19-20. Por esta unión con Herodí­as, H. terminó en guerra con Aretas IV, quien lo venció en al año 36. H. Antipas, como su padre, fortificó su primera capital, Séforis, y después fundó una nueva, Tiberí­ades, en la orilla occidental del lago del mismo nombre o de Genesaret, en honor del emperador romano Tiberio.

Bajo el reinado de H. Antipas transcurrió la vida pública de Jesús.

Cuando el rey supo de la fama de Jesús pensó que era Juan Bautista resucitado, y temió, Mt 14, 1-2; Mc 6, 14-16; Lc 9, 7-9. Alguna vez unos fariseos le dijeron a Jesús que H. querí­a matarle, el Señor le dio a entender en su respuesta †œa ese zorro†, que su hora aún no habí­a llegado, Lc 13, 31. 33. Ante H. Antipas, quien se encontraba en Jerusalén con motivo de la celebración de la Pascua judí­a, remitió Poncio Pilato a Jesús, cuando lo prendieron, por ser galileo y, por tanto, pertenecer a la jurisdicción de aquél. H. se alegró, pues hací­a tiempo querí­a ver a Jesús, en vista de la fama que de él habí­a llegado a sus oí­dos y de los milagros que habí­a hecho, y esta era la oportunidad de ver uno de sus signos, Lc 9, 9; pero el Señor permaneció en silencio ante las preguntas y la curiosidad del rey, por lo que éste, con su guardia, le puso un vestido real y se mofó de él, y lo devolvió a Pilato. Pilato y H. Antipas se hicieron, entonces, buenos amigos; ninguno de los dos encontró culpa alguna en Jesús para condenarlo a muerte, Lc 23, 6-12 y 15.

En el año 39 a instancias de Herodí­as, viajó a Roma a pedirle a Calí­gula que le diese el tí­tulo de rey. El emperador romano, por el contrario, lo depuso y lo desterró con Herodí­as a Lugdunum, o Lyon, en las Galias.

Como la levadura sirve para fermentar la masa y asimismo, la puede corromper, Jesús les decí­a a sus discí­pulos que se cuidaran de la levadura de los fariseos y de la H., Mc 8, 15. H. 3. H. Agripa I, Marco Julio, el Mayor, nacido en el año 10 a. C., hijo de Aristóbulo y de la asmonea Mariamne, nieto por la madre de H. el Grande, hermano de H., rey de Calcis, 41-48, y de Herodí­as. Siendo joven, vivió en la corte de Tiberio, emperador romano, creció en compañí­a de Cayo César, después el césar Calí­gula, nieto del emperador.

Cuando éste llegó al poder le entregó a Agripa I las tetrarquí­as de H.

Filipo y de Lisanias en el año 37. En el 39, habiendo sido depuesto y desterrado H. Antipas, también recibió la tetrarquí­a de Galilea y Perea.

En el año 41 el emperador romano Claudio lo nombró rey de Judea, con lo que logró reunificar casi todo el territorio del reino que habí­a sido de H. el Grande. H. Agripa I consiguió la simpatí­a de los judí­os, por su devoción, sus contribuciones para el Templo y su apoyo a la cultura judí­a. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con los cristianos, a quienes persiguió, lo cual gustó a los judí­os. En los Hechos de los Apóstoles se habla de la persecución de H. Agripa I a los fieles de la Iglesia de Jerusalén, así­ como del martirio de Santiago, hermano de Juan, por la espada, y del encarcelamiento del apóstol Pedro. El ángel del Señor rescató a Pedro de la prisión, y H. Agripa I, al no encontrarlo, hizo ejecutar a los guardias encargados de la custodia del apóstol, Hch 12, 1-19. H. Agripa I murió en el año 44, cuando arengaba al pueblo, que lo aclamaba: †œÂ¡Es un dios el que habla, no un hombre!†. Dice el texto sagrado que el ángel del Señor le hirió, por no haber dado gloria Dios, y expiró convertido en pasto de gusanos, Hch 12, 20-23. 4. H. Agripa II, Marco Julio, nacido en el año 28, en Palestina, hijo de Agripa I. Se educó en la corte del emperador romano Claudio. Siendo muy joven, su padre, rey de Judea, murió, año 44, por lo que Claudio no permitió que asumiera el poder, y los territorios de Agripa I pasaron a dominio romano. En el año 48, Claudio lo nombró rey de Calcis, como sucesor de su tí­o H., quien habí­a muerto. En el 49, fue nombrado inspector del Templo con derecho a designar a los sumos sacerdotes, y con estas facultades nombró a Anán, hijo de Anás, en el año 62. En el 53, el emperador Claudio, a cambio de Calcis, le concedió las tetrarquí­as de Filipo y Lisanias y la eparquí­a de Varo, Lí­bano del norte. El sucesor de Claudio, Nerón, le entregó a Agripa II parte de las regiones de Galilea y Perea.

En el año 60 Pablo, habiendo sido preso y habiendo apelado ante el César, el procurador romano Porcio Festo le hizo comparecer ante el rey Agripa II y su hermana Berenice, quienes conviví­an escandalosamente, ambos de visita en la ciudad Cesarea. Agripa era un conocedor de la cultura judí­a, como el mismo Pablo lo afirma en Hch 26, 2-3; razón por la cual el procurador le pidió su concepto sobre el caso del Apóstol. Tras el discurso de Pablo, Agripa II le comentó: †œPor poco me convences para hacer de mí­ un cristiano†. Al final, Agripa II dijo al procurador Porcio Festo: †œPodrí­a quedar en libertad este hombre si no hubiera apelado al César†, Hch 25, 13-27; 26. Agripa II se distinguió por la fidelidad a los romanos. Cuando la rebelión de los judí­os contra Roma, año 66 al 73, estuvo al lado de ésta, siendo herido en el sitio de Gamala, por lo que el emperador Vespasiano lo recompensó dándole nuevos territorios; en el 75, además, recibió el tí­tulo de pretor. Murió en el año 93, siendo el último representante de la dinastí­a herodiana, y su territorio pasó a formar parte de la provincia romana de Siria.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

1. Herodes el Grande. Cuando Pompeyo, el gobernador romano, organizó el Oriente en 63 a. de J.C., nombró a Hircano, la segunda persona con ese nombre, para que fuera el sumo sacerdote y gobernante de Galilea, Samaria, Judea y Perea. Antí­pater, un idumeo, era el segundo en mando.

Gabino modificó el arreglo hecho por Pompeyo en el año 57 al reducir la autoridad de Hircano y dividir la etnarquí­a en comunidades autónomas.

Algunos servicios notables en Alejandrí­a en favor de Julio César en el año 48 permitieron restaurar la autoridad de Hircano y el nombramiento (en el año 47) de Antí­pater como procurador de Judea. Antí­pater persuadió al entonces anciano Hircano para que nombrara a Phasael, el hijo mayor de Antí­pater, a la prefectura de Jerusalén, y a Herodes, su segundo hijo, a la gobernación de Galilea.

Cuando Antí­pater fue asesinado en 43 a. de J.C., sus dos hijos le sucedieron en su puesto en la corte de Hircano, un año después del asesinato de Julio César. Los partos penetraron Palestina, expulsaron a Hircano y empujaron a Phasael, también un cautivo, hasta el suicidio. Herodes eludió tanto la acción militar como la traición de los partos. Gracias a su encanto, audacia, perspicacia polí­tica y atinada diplomacia, se ganó el apoyo de Octavio y Antonio.

Dos años de incansable actividad (39-37 a. de J.C.) le permitieron llegar a ser, a la edad de 36 años, señor de su herencia. Era un guerrero despiadado, negociador astuto, un agudo diplomático y un oportunista. Por 34 años gobernó sobre sujetos que lo odiaban.

En el año 30 a. de J.C. Herodes tuvo éxito al retener el favor de Octavio, aunque ese favor habí­a sido compartido con su derrotado rival Antonio. Fue confirmado en su reinado, y por el resto de su vida nunca se apartó de su polí­tica de apoyar al emperador y de cualquier manera promover su honor. La restaurada ciudad de Samaria fue nombrada Sebaste, el equivalente griego para Augusto. Cesarea fue construida para tener un puerto sobre la dificultosa costa abierta de Palestina, proveyendo a Roma con una base en la orilla de una provincia turbulenta y estableciendo un centro de adoración al César en la tierra de los nacionalistas y monoteí­stas judí­os.

Herodes mantuvo una polí­tica helenista, estableciendo juegos en Jerusalén y adornando muchas de las ciudades helenistas en su dominio. Al mismo tiempo buscó reconciliarse con los judí­os quienes odiaban su polí­tica a favor de Roma y del helenismo, y quienes nunca le perdonaron el hecho de tener sangre edomita. Durante la gran hambre del año 25 a. de J.C. en Judea y Samaria, Herodes no escatimó ningún esfuerzo ni gastos privados para importar maí­z de Egipto. En el décimo octavo año de su reinado (20) comenzó a construir el gran templo en Jerusalén, el cual ya llevaba 46 años bajo construcción (Joh 2:20). Estaba casado con Mariamne, heredera de la familia de los asmoneos. Estableció un servicio de nobleza, atrayendo tanto a judí­os como a griegos. Favoreció al partido polí­tico de los herodianos (Mar 3:6; Mar 12:13), cuya polí­tica parece haber sido la de apoyar al rey y una sociedad helenista.

La hermana del rey, Salomé, y su hijo Antí­pater por intermedio de Doris, su primera esposa, parecen haber estado unidos en contra de Mariamne, su esposa favorita. Mariamne fue ejecutada en el año 29 a. de J.C. y sus dos hijos, Alejandro y Aristóbulo, en el año 7 a. de J.C. Antí­pater mismo fue condenado a muerte por Herodes en sus últimos dí­as de reinado. Herodes murió en el año 4 a. de J.C., pero no antes de la muerte de los infantes de Belén (Mat 2:16-18).
2. Arquelao. Herodes dividió el reino. Arquelao, hijo de Maltace, una mujer samaritana, tomó Judea e Idumea; sin duda alguna la mejor parte. Herodes Antipas, de la misma madre, recibió Galilea y Perea; y Felipe, hijo de una judí­a de nombre Cleopatra, tomó Iturea, Traconitis y distritos asociados en el nordeste. Arquelao, quien heredó las imperfecciones de su padre pero no así­ sus habilidades, tomó el tí­tulo de rey y violentamente controló los desórdenes que habí­an brotado en Jerusalén (comparar Mat 2:22-23).

Arquelao fue a Roma para asegurarse que Augusto le confirmara su posición antes que la situación de Palestina pudiera ser presentada de manera extravagante por sus enemigos. Herodes Antipas y un grupo de representantes judí­os se opusieron en persona a la petición de Arquelao. Pero de manera sorprendente, Augusto se inclinó en favor de Arquelao, aunque le negó el tí­tulo real, proveyendo el transfondo para la parábola de las minas (Luk 19:11-27).

3. Herodes Antipas (la palabra es una abreviación de Antí­pater). Ese zorro (Luk 13:32) tiene referencia a su sagacidad, agudeza diplomática y astucia para manejar una situación difí­cil; cualidades que le permitieron retener su posición de tí­tere y subordinado poder real hasta el año 39 d. de J.C.

Felipe, su medio hermano (no el tetrarca de Iturea), era el hijo de una de las mujeres de Herodes I, y cuyo nombre se desconoce. Siendo la hija de Aristóbulo, hijo de Herodes I y Mariamne, Herodí­a era la sobrina de Felipe así­ como también su esposa. Ellos viví­an tranquilamente en Roma y ahí­ fue donde Antipas conoció a Herodí­a.

Herodes regresó a su hogar sólo para encontrarse con una penosa guerra fronteriza en su tierra. Celebró su cumpleaños e hizo que Juan el Bautista fuera ejecutado (Mar 6:14-29) en la fortaleza de Machaerus. Este crimen tan cruelmente concebido fue el punto decisivo y final en la vida de Herodes. Hasta entonces habí­an existido algunas vagas aspiraciones para bien (Mar 6:20). El emperador Calí­gula depuso a Antipas por sospechas de traición; cargos hechos por Herodes Agripa I, sobrino de Herodes.

4. Felipe, tetrarca de Iturea. Salomé, la hija de Herodí­a, la bailarina en la fiesta en Machaerus, se casó con su tí­o Felipe, tetrarca de Iturea, más o menos en el año 30 d. de J.C. Felipe parece haber sido el mejor de los tres hijos que sobrevivieron a Herodes. Embelleció la ciudad de Cesarea de Filipo y se aseguró de continuar apoyando la polí­tica romana, por parte de los Herodes, cambiando el nombre de Betsaida a Julias, en honor de la desafortunada hija de Augusto.

5. Herodes Agripa I. El nieto de Herodes I, hijo de Aristóbulo y hermano de Herodí­a, fue criado en Roma bajo la protección de Drusus, el hijo favorito de Tiberio. El heredó todo el encanto y la sutileza diplomática herodiana. En el año 37 d. de J.C., cuando Calí­gula ascendió al puesto de emperador, a Herodes Agripa se le concedió el reino de Felipe. Galilea y Perea fueron agregados cuando Antipas y Herodí­a fueron exiliados. La palabra maliciosa en Roma habí­a pagado ricos dividendos. Cuando Calí­gula fue asesinado en el año 41, Agripa continuó siendo favorecido por Claudio, quien puso bajo su control toda el área del reino de su abuelo. Pero sobre todo, Agripa llegó a tener todo ese poder con el consentimiento de los judí­os. Agripa murió en el año 44 d. de J.C. (Act 12:20-23).

6. Herodes Agripa II. Agripa dejó un hijo adolescente, a quien Claudio hizo rey de Calcis en el año 48 d. de J.C. En el año 53 los territorios de Felipe el tetrarca y Lisanias fueron agregados a su reino, juntamente con un área en el oeste de Galilea, incluyendo Tiberias. El nombramiento incluí­a el tí­tulo de rey, así­ que en el año 53 Agripa llegó a ser Agripa II, el último en la lí­nea herodiana.

Como invitado de Festo, Agripa II escuchó la defensa de Pablo (Hechos 25).

Siguiendo la costumbre de las monarquí­as orientales, Agripa se casó con su hermana Berenice. Otra de las hermanas fue la esposa de Félix Antonio, el procurador de Judea, a quien Festo habí­a sucedido.

Agripa continuó viviendo en la ciudad y fortaleza de Cesarea lo suficiente como para ver la gran ruina y destrucción de su paí­s durante la gran revolución de 66 al 70. Así­ terminaron los Herodes, una familia asombrosamente capaz, cuya polí­tica prorromana permitió posponer el inevitable choque entre Roma y los judí­os y, en consecuencia, tuvieron una parte inconsciente pero significativa en mantener la paz durante los años formativos de la iglesia cristiana en Palestina.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Nombre de varios gobernantes de Judea y regiones circundantes en los tiempos del Señor Jesús, así­ como en el inicio del ministerio de los apóstoles.

1. Herodes el Grande. Sus padres fueron el idumeo Antí­pater y la nabatea Cipros. En el año 47 a.C. fue nombrado gobernador de †¢Galilea. Su crueldad y ejecuciones de muerte le trajeron a juicio delante del †¢Sanedrí­n en Jerusalén, librándose a duras penas de ser ejecutado. Escapó a Siria, cuyo rey lo hizo gobernador de †¢Samaria. Tras el asesinato de Julio César, se puso del lado de Casio, uno de los asesinos, pero cuando Marco Antonio resultó victorioso fue a verle y se ganó su amistad, posiblemente sobornándolo. Así­ pasó a ser tetrarca de Judea, junto a su hermano †¢Fasael. Una invasión de los partos resultó en la muerte de Fasael y el exilio de H., que al huir dejó su familia en Masada y fue a Roma, ví­a †¢Alejandrí­a, a pedir el trono de Judea. El Senado romano se lo concedió. H. desarrolló una campaña en Galilea, que fue infructuosa, pero luego puso sitio a Jerusalén y tras siete meses de pelea la conquistó con la ayuda de tropas romanas. H. convenció a esas tropas para que no destruyeran la ciudad, pero ordenó la muerte de cuarenta y cinco miembros del Sanedrí­n, que quedó como un cuerpo restringido sólo a los asuntos religiosos, y logró H. el control absoluto del gobierno.

H. asentó su poder con el apoyo de los romanos y supo mantener ese apoyo con los distintos emperadores que se sucedieron. Así­, cuando Octavio ( †¢Augusto César) triunfó sobre Antonio, H. logró su beneplácito a pesar de la amistad que le habí­a unido al rival de éste. Con el patrocinio de Augusto César, se convirtió en uno de los más poderosos reyes del E del imperio, teniendo plena autonomí­a administrativa interna como rey amigo de los romanos, levantando su propio ejército, y ejerciendo total autoridad judicial. El cargo no era hereditario, pero tení­a el derecho de proponer herederos a Roma para su aprobación.

H. fue un guerrero intrépido, un administrador eficiente y un gran diplomático. Mientras la dinastí­a asmonea gobernó siempre respetando a las instituciones judí­as, H. las eliminó. También aplastó con crueldad toda clase de oposición, considerando el reino como una posesión suya. Fue un gran constructor, amante de la cultura griega, llevando sus iniciativas de proyectos a Siria, las islas del mar Egeo y hasta la misma Grecia, donde incluso apoyaba financieramente la celebración de las olimpí­adas. Construyó Sebaste en el sitio de la antigua Samaria. También †¢Cesarea, a la que convirtió en el principal puerto del paí­s. Edificó otras ciudades, y fortalezas como la torre Antonia, en Jerusalén, el Herodión, en Judea, Masada, etcétera.
técnicamente H. era judí­o, al ser nieto de un prosélito, no podí­a ser rey de los judí­os por haber nacido idumeo. Esto hizo, por un lado, que viviera en constante sospecha de conspiraciones, especialmente de la dinastí­a asmonea. Pero, por otro lado, le llevó a tratar de congraciarse con los judí­os, respetando sus costumbres. No puso su imagen en las monedas que acuñó ni trajo estatuas al †¢templo, salvo unas águilas que representaban al Imperio Romano. Y decidió reconstruir éste, realizando una obra que le harí­a famoso, pues sustituyó el anterior con uno de gran magnificencia, ampliando su perí­metro.
vida de H. estuvo caracterizada por muchas conspiraciones y problemas familiares. Tuvo diez esposas y quince hijos e hijas. Las intrigas y conjuras por el trono condujeron a la muerte de varios parientes cercanos, incluyendo a una de sus esposas, a una suegra y tres de sus propios hijos. A su muerte en el año 4 a.C., el reino fue dividido entre sus hijos †¢Arquelao y †¢Herodes Antipas.
de ese ambiente de sospecha en que viví­a, agravado por su incapacidad legal para ser rey de los judí­os, se produce la llegada de los magos a Jerusalén preguntando por †œel rey de los judí­os que ha nacido†. H. trató de indagar el hecho, y al verse burlado por los magos, que †œregresaron a su tierra por otro camino†, ordenó †œmatar a todos los niños menores de dos años que habí­a en Belén†. José y Marí­a, avisados por Dios, ya habí­an huido a Egipto, de donde regresaron a la muerte de H., cuando reinaba su hijo Arquelao (Mat 2:1-23).

2. Herodes Arquelao. Hijo de H. el Grande con la samaritana Maltace. Fue educado en Roma. Poco antes de morir, H. el Grande habí­a ordenado la ejecución de unos sabios judí­os que quisieron quitar del †¢templo el emblema de las águilas romanas. Arquelao tuvo que enfrentar la ira popular por esto, y resultó una rebelión que logró aplastar, pero que le hizo impopular. Cuando fue a Roma a buscar la confirmación de su nombramiento como rey, los judí­os enviaron otra delegación que le contradecí­a. El emperador decidió abolir la monarquí­a y repartir el territorio, dando a Arquelao el tí­tulo de etnarca sobre Judea, Samaria e Idumea, con la promesa de hacerle rey según fuera su comportamiento. El resto del antiguo reino de H. el Grande fue dado a sus hijos Felipe y Antipas, con el mismo tí­tulo de etnarcas.

Arquelao heredó de su padre el gusto por las edificaciones, y levantó palacios e hizo obras de irrigación. Pero desagradó a la población con un matrimonio que estaba prohibido por la ley judí­a. En el año 6 d.C. otra delegación de los judí­os fue a quejarse ante Augusto César. En esta ocasión la decisión del emperador fue en contra de Arquelao, al que se mandó al exilio en Lyon (Francia), y sus propiedades fueron confiscadas. Allí­ murió en el año 16 d.C.
José con Marí­a en Egipto, recibió de un ángel la orden de volver a su tierra, cosa que obedeció. †œPero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de H. su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea† (Mat 2:19-23), es decir, fuera de la jurisdicción de Arquelao.

3. Herodes Antipas. Hermano menor de Arquelao, criado con él también en Roma. En el testamento de su padre sólo le tocaba gobernar sobre Galilea y parte de la Transjordania, quedando sujeto a su hermano Arquelao, pero Antipas apeló ante Augusto Cesar. La decisión de éste fue dividir el reino de Judea. A Antipas le otorgó el tí­tulo de tetrarca (Mat 14:1). Tras la muerte de Augusto y la elevación de †¢Tiberio como emperador, Antipas fundó su nueva capital a la cual llamó †¢Tiberias. Josefo testifica de las buenas relaciones que siempre existieron entre Antipas y el nuevo emperador romano.

Antipas casó con una hija del rey nabateo †¢Aretas, pero luego se enamoró de †¢Herodí­as, que habí­a sido esposa de H. Felipe, su hermano paterno. Juan el Bautista le criticaba el hecho diciéndole: †œNo te es lí­cito tenerla† (Mat 14:2-4). Herodí­as logró el encarcelamiento de Juan. Un dí­a cuando la hija de Herodí­as agradó con su baile a Antipas y éste le ofreció complacerle en lo que pidiera, Herodí­as instruyó a la muchacha para que solicitara la cabeza de †¢Juan el Bautista. Antipas ordenó así­ la muerte del profeta (Mat 14:6-12).
es el H. que se menciona varias veces en los relatos relacionados con el ministerio terrenal del Señor Jesús. Cuando oyó la fama de Cristo, Antipas dijo: †œEste es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos† (Mat 14:2; Mar 6:14). Cuando apresaron al Señor Jesús y le trajeron ante Pilato, al enterarse éste de que Cristo era de Galilea, †œde la jurisdicción de H., le remitió a H., que en aquellos dí­as también estaba en Jerusalén†. Antipas se alegró mucho, porque querí­a ver alguna señal de las que habí­a oí­do decir que Jesús hací­a. Pero el Señor no contestó a sus preguntas, por lo cual †œle menospreció y le escarneció†, y le devolvió a Pilato (Luc 23:6-12).
el año 36 d.C. se desató una guerra porque la esposa de Antipas, al saber que éste se iba a casar con Herodí­as, huyó a tierra de su padre el rey †¢Aretas. Este atacó a Antipas y le derrotó. El emperador Tiberio envió a un general llamado Vitelio en su ayuda. En esos dí­as †¢Poncio Pilato fue relevado de su cargo y Antipas acompañó a Vitelio a Jerusalén para evaluar la situación. Pero en esas circunstancias murió Tiberio.
, Antipas habí­a servido de mediador en la guerra entre los romanos y los partos. Cuando se logró un acuerdo con éstos, Antipas lo informó directamente a Tiberio, pasándo por encima de Vitelio, lo cual le causó su enemistad. Con el acceso de Calí­gula al trono imperial, quien vino a tener el favor de los romanos fue H. †¢Agripa, cuñado de Antipas y amigo del nuevo emperador. Agripa convenció a Calí­gula de que Antipas conspiraba con los partos para volver a hacerle la guerra a Roma. Antipas trató de defenderse en Roma, pero fue condenado al exilio y sus propiedades confiscadas. Sus territorios fueron añadidos a los de su cuñado Agripa. A Herodí­as se le permitió regresar a su tierra, pero prefirió acompañar a Antipas en el exilio.

4. Felipe. Hijo de H. el Grande y, por tanto, medio hermano de Antipas. Fue implicado en una conspiración contra su padre, por lo cual éste le sacó de su testamento, quitándole todo derecho hereditario. Se fue a vivir como ciudadano privado en Cesarea. Su esposa, †¢Herodí­as, se divorció de él para casarse con su medio hermano Antipas Mat 14:3; Mar 6:17; Luc 3:19). No debe confundirse este Felipe con otro hermano suyo, llamado H. Felipe, que fue tetrarca de Iturea (Luc 3:1). La historia secular señala que fue una hija de Felipe y Herodí­as, llamada Salomé, la que danzó para Antipas, casó con H. Felipe, el tetrarca. La multiplicidad de matrimonios endogámicos en esta familia real y el uso de los mismos nombres son causa muchas veces de confusión.

. Herodes Felipe. Nació en el año 4 a.C. Hijo de H. el Grande y, por tanto, hermano de Arquelao y Antipas. Fue tetrarca de Iturea (Luc 3:1). Mostró ser un gobernante hábil y hombre de paz. Casó con Salomé, hija de su otro hermano Felipe con Herodí­as. Fue el primer gobernante judí­o que acuñó monedas con las efigies de Augusto y Tiberio. Fue el constructor de †¢Cesarea de Filipo. Tras su muerte en el 34 d.C. su tetrarquí­a se añadió a la de Agripa.

. Herodes Agripa. Nieto de H. el Grande. Primero fue tetrarca de Galilea, luego llegó a ser rey de Judea, del 41 al 44 d.C. Fue educado en Roma junto con otros prí­ncipes, y se hizo amigo de Druso, hijo del emperador Tiberio. Por una vida de disipación que le llenó de deudas, tuvo que regresar a su tierra. Su cuñado Antipas le dio un cargo en Cesarea. Allí­ volvió a verse en deudas, se peleó con Antipas y se fue a Siria, de donde pasó a Roma de nuevo, y allí­ se hizo amigo de Calí­gula. Un dí­a, estando borracho, dijo que Calí­gula debí­a ser emperador en lugar de Tiberio, por lo cual fue enviado a prisión. Pero cuando murió Tiberio y Calí­gula fue hecho emperador, le libertó, nombrándole en la tetrarquí­a que habí­a dejado vacante la muerte de H. Felipe, pero con el tí­tulo de rey. En el año 39 d.C., al ser exiliado Antipas, se le concedió su tetrarquí­a.

Calí­gula habí­a ordenado el levantamiento de una estatua suya en el †¢templo en Jerusalén, pero Agripa intercedió en favor de los judí­os para que desistiera. Además, Agripa apoyó las aspiraciones de †¢Claudio para emperador, y cuando éste lo logró, fue recompensado con la unión de Samaria y Judea bajo su trono. Así­, Agripa vino a reinar sobre el mismo territorio que su abuelo H. el Grande.
habí­a persiguido a los cristianos, mató a †¢Jacobo y encarceló a Pedro. Cuando éste fue liberado de la cárcel, Agripa ordenó la muerte de los soldados responsables de su custodia (Hch 12:1-19). Agripa simpatizaba con los fariseos y procuraba cumplir con los ritos judí­os. Incluso negó el consentimiento para el matrimonio de una hija suya con un personaje real que se negó a ser circuncidado. Josefo testifica que le gustaba vivir en Jerusalén y guardar las leyes ancestrales.
relato de la muerte de Agripa que aparece en Hch 12:20-23 coincide en lo básico con el relato del historiador judí­o Josefo. éste dice que el evento tuvo lugar en la celebración de unos juegos en honor del emperador en Cesarea. Al entrar Agripa al teatro sus áulicos †œcomenzaron a dirigirse a él como si fuera un dios†, pero levantó la vista y vio un búho posado en una cuerda encima de él y sintió un intenso dolor. Entonces dijo: †œYo, a quien vosotros habéis llamado un dios, estoy ahora bajo sentencia de muerte†, y murió cinco dí­as después.
versión de Lucas explica que después de oí­r un discurso de Agripa †œel pueblo le aclamaba gritando: ¡Voz de Dios y no de hombre!†. Y que †œal momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios, y expiró comido de gusanos† (Hch 12:20-23).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE HIST HOMB HOAT HONT

ver, TEMPLO, HERODIANOS

vet, Nombre de varios soberanos de Palestina y de las regiones circundantes, o de una parte de ellas. En el NT se mencionan tres Herodes y un Herodes Agripa. (a) HERODES EL GRANDE. Segundo hijo del idumeo Antipas (también llamado Antipáter) y de Cipros, princesa de la misma raza (Ant. 14:1, 3; 7, 3). Herodes no era, por tanto, un verdadero judí­o, ni por parte de padre ni de madre. Sin embargo, al ser vencidos los idumeos por Juan Hircano en el año 125 a.C., les fue impuesta la circuncisión y el judaí­smo, por lo que formalmente quedaron asimilados y eran tenidos oficialmente como judí­os. Antipáter habí­a recibido, en el año 47 a.C., el tí­tulo de procurador de Judea (Ant. 14:8, 3 y 5). Dio a su primogénito Fasael el gobierno de Jerusalén y de sus alrededores, dando Galilea a Herodes, que tení­a entonces 25 años (Ant 14:9, 2). Después del asesinato de Antipáter (43 a.C.), Marco Antonio dio a los dos hermanos el tí­tulo de tetrarcas, con la responsabilidad de conducir la polí­tica judí­a (Ant 14:13, 1). Sin embargo, Antí­gono, último rey de la dinastí­a hasmonea, aliado con los partos, guerreó contra ellos. Fasael, caí­do en manos de los partos, prefirió suicidarse antes de ser muerto por ellos (Ant 14:13, 10). Herodes habí­a huido a Roma y, recabando la ayuda de Antonio, consiguió la reconquista de Jerusalén y Herodes llegó a ser el rey de Judea en el año 37 a.C. Herodes, llamado el Grande, tuvo diez esposas, las cuales, con sus hijos, se envolvieron en intrigas, frecuentemente feroces, para asegurarse al menos una parte del poder. Hubo planes, reales o inventados, contra la vida del mismo Herodes, y él, acosado por sus maní­as persecutorias nacidas de su carácter celoso y desconfiado, hizo dar muerte sucesivamente a su esposa Mariamne, a la que habí­a amado con pasión, a los dos hijos que habí­a tenido de ella, Alejandro y Aristóbulo, y después a otro de sus hijos, Antipáter, cinco dí­as antes de su propia muerte (Ant. 15:7, 4; 16:11, 7; 17:3, 2; Guerras 1:29, 2; 1:33, 7). No es sorprendente que Augusto César ridiculizara a este tirano diciendo: “¡Más valdrí­a ser el cerdo de Herodes que su hijo!”. Esta disposición de ánimo explica a la perfección que se pusiera fuera de sí­ ante la pregunta de los magos: “¿Dónde está el rey de los judí­os, que ha nacido?” Su ira celosa le llevó a dar muerte a todos los pequeños de Belén y sus alrededores (Mt. 2:13, 16). Sabiendo que su muerte serí­a ocasión de gran gozo, ordenó que se encerrara en el hipódromo a los principales judí­os, y que se les diera muerte en el momento preciso de su propia muerte, a fin de asegurar al menos en apariencia “un duelo honorable durante sus funerales”. Felizmente, esta monstruosa orden no fue cumplida (Ant. 17:6, 5; Guerras 1:33, 8). Herodes tení­a una pasión por las construcciones gigantescas y ostentosas. Siendo que sus crueldades habí­an echado por tierra su popularidad, trató de recuperar el favor de los judí­os reconstruyendo espléndidamente el antiguo templo (véase TEMPLO). Asimismo, erigió un monumento sobre las tumbas de los antiguos reyes, y contribuyó mucho a embellecer Jerusalén. Hizo lo mismo con Samaria, donde asimismo reconstruyó el templo. (b) HERODES EL TETRARCA, o Herodes Antipas. Hijo de Herodes el Grande y de Maltace, esposa samaritana de Herodes. Así­, era medio samaritano y, casi seguramente, no corrí­a por sus venas ni una gota de sangre judí­a. Se le llamaba Herodes o Antipas (Ant 17:1, 3; 18:5, 1; 6, 2; Guerras 2:9, 1), pero, para distinguirlo de los otros miembros de la familia, se le da generalmente el nombre de Herodes Antipas. Era hermano de padre y madre de Arquelao, y menor que él (Ant. 17:6, 1; Guerras 1:32, 7; 33, 7). Fue criado en Roma al mismo tiempo que Arquelao y que su medio hermano Felipe (Ant. 17:1, 3). Un testamento de Herodes el Grande le legaba a él el reino, pero finalmente el padre cambió las disposiciones: Arquelao recibió el trono (Ant. 17:8, 1), y Herodes Antipas solamente recibió la tetrarquí­a de Galilea y de Perea (Ant. 17:11, 4; Lc. 3:1). Erigió una muralla en torno a Séforis, haciendo de ella su capital; fortificó asimismo la ciudad de Bet-harán en Perea, construyendo un palacio en ella, dándole el nombre de Julia Livia en honor de la esposa de Augusto (Ant. 18:2, 1; Guerras 2:9, 1). Herodes Antipas reconstruyó también Tiberias (Ant. 18:2, 3). Contrajo matrimonio con una hija de Aretas, rey de los árabes nabateos, cuya capital era Petra. Más tarde, residiendo en Roma, en casa de su medio hermano Herodes Felipe, cedió a una pasión inconfesable hacia su cuñada Herodí­as, con la que se unió, repudiando a su legí­tima esposa. Herodí­as vino a ser su genio maligno, que hizo de él su juguete, como reminiscencia de Jezabel y Acab. Aretas, indignado por el insulto hecho a su hija, declaró la guerra a Herodes y lo venció (Ant. 18:5, 1). Herodí­as fue la instigadora del asesinato de Juan el Bautista (Mt. 14:1-12; Ant. 18:5, 2). Nuestro Señor, hablando de este marrullero tetrarca, lo llamó “esta zorra” (Lc. 13:31, 32). Es evidente que Herodes Antipas debí­a tener una cierta influencia sobre sus seguidores, porque Jesús habla de “la levadura de Herodes” (Mr. 8:15). (Véase HERODIANOS.) Cuando empezó a extenderse la fama de Jesús, Herodes, con la conciencia agitada, temí­a que Juan hubiese resucitado (Mt. 14:1, 2). Estando Herodes en Jerusalén en los dí­as de la crucifixión del Señor, Pilato le envió a Jesús. Herodes pensó que verí­a hacer algún milagro, y quedó frustrado. Aquel mismo dí­a, Herodes y Pilato se reconciliaron, pues habí­an estado enemistados (Lc. 23:7-12, 15; Hch. 4:27). La orgullosa Herodí­as llegó a tener una viva envidia de su propio hermano Agripa, que habí­a obtenido la corona real de Judea, en tanto que su marido no era más que tetrarca. Persuadió entonces a Herodes a que acudiera a Roma para reivindicar la corona. Entonces Agripa escribió al emperador Calí­gula, acusando a Herodes de haber concertado una alianza secreta con los partos. Herodes fue entonces desterrado a Lion, en las Galias, el año 39 d.C. (Ant. 18:7). Según Guerras 2:9, 6, murió finalmente en España. (c) El rey AGRIPA I. El historiador Josefo lo llama simplemente Agripa, pero en general se le da este nombre para distinguirlo de Herodes Agripa II, ante quien compareció Pablo. Agripa era hijo de Aristóbulo, hijo de Herodes y Mariamne, nieta de Hircano. Habí­a sido criado en Roma con Druso, hijo de Tiberio, y con Claudio (Ant. 18:6, 1 y 4). La muerte de Druso y la falta de dinero le hicieron volver a Judea (Ant. 18: 6, 2). En el año 37 d.C. volvió a Roma a fin de acusar a Herodes el tetrarca (Ant. 18:5, 3). Después de haber presentado la acusación, Agripa se quedó en la capital del imperio, frecuentando a las personas que más tarde podrí­an serle de alguna utilidad. Se ganó los favores de ciertas altas personalidades, entre ellos los de Cayo, hijo de Germánico, el futuro Calí­gula (Ant. 18:6, 4; Guerras 2:9, 5). Tiberio hizo encadenar a Agripa, porque habí­a osado tomar el partido de Cayo. Seis meses más tarde, Tiberio morí­a y Cayo, coronado emperador, otorgaba a Agripa el tí­tulo de rey con dos tetrarquí­as: la que habí­a sido gobernada por su tí­o Felipe y la de Lisanias (Ant. 18:6, 10). En el año 39 d.C., el emperador, habiendo desterrado a Herodes Antipas, añadió su tetrarquí­a de Galilea al reino de Agripa (Ant. 18:7, 2). Este residió en Roma durante un tiempo y consiguió disuadir al emperador de erigir una estatua en el templo de Jerusalén (Ant. 18:8, 7-8). Después del asesinato de Calí­gula, Agripa, entonces en Roma, medió entre el Senado y el nuevo emperador Claudio, a quien consiguió convencer para que asumiera la dirección del imperio. Como recompensa de sus servicios, Agripa recibió Judea y Samaria; de esta manera, sus dominios alcanzaron la magnitud de los de Herodes el Grande (Ant. 19:3-5; Guerras 1:11, 1-5). Dio comienzo a la construcción de una muralla alrededor del arrabal extramuros al norte de Jerusalén, a fin de unirlo al resto de la ciudad amurallada, pero se le dieron órdenes de que interrumpiera esta empresa (Ant. 19:7, 2). Agripa hizo decapitar a Jacobo, hermano de Juan (Hch. 12:1, 2) y encarcelar a Pedro (Hch. 12:3, 19). Habiendo aceptado, en Cesarea, unos honores debidos sólo a Dios, fue atacado por una enfermedad, de la que murió, lleno de gusanos (Hch. 12:20-23; Ant. 19:8, 2). Muerto en el año 44 d.C., a los 54 años de edad, dejó cuatro hijos. Las Escrituras mencionan a tres de ellos: Agripa, Berenice y Drusila (Guerras 2:11, 6; Hch. 25:13; 24:24). (Ver AGRIPA). (d) HERODES AGRIPA II. Era hijo de Herodes Agripa I, bisnieto de Herodes el Grande, y hermano de dos mujeres de mala reputación, Berenice y Drusila (Guerras 2:11, 6). A la muerte de su padre, en el año 44 d.C., tení­a 17 años, y viví­a en Roma, habiéndose criado en la corte imperial (Ant. 19:9). A causa de su juventud, Claudio fue disuadido de ponerlo en el trono de su padre. Se encomendó el gobierno de Judea a un procurador, y Agripa quedó en Roma. Apoyó con éxito a los embajadores judí­os que reclamaron del emperador la autorización para controlar el cargo de sumo sacerdote (Ant. 20:1, 1). Al morir Herodes rey de Calcis y tí­o de Agripa, alrededor del año 48 d.C., el emperador Claudio dio a Agripa este pequeño reino, situado sobre el flanco occidental del Antilí­bano (Ant. 20:5, 2; Guerras 2:12, 1). Es así­ que Agripa recibió el tí­tulo de rey. Poco después, se le otorgó la tetrarquí­a de Felipe, que comprendí­a la Batanea, Traconí­tide, Gaulaní­tide, la tetrarquí­a de Lisanias y la provincia de Abilene (Ant 20:7,1; Guerras 2:12, 8). Las relaciones incestuosas con su hermana, Berenice, empezaron entonces a ser causa de escándalo (Ant. 20:7, 3). Después que Festo sucediera a Félix como procurador de Judea, Agripa, acompañado de Berenice, se dirigió a Cesarea para visitarlo. Pablo estaba entonces encarcelado. Festo enteró al rey del proceso abierto contra Pablo y, al dí­a siguiente, se permitió al apóstol que hiciera su defensa ante el procurador, el rey, y Berenice. Pablo fue reconocido inocente, pero habí­a ya apelado al César (Hch. 25:13-26:32). Al comenzar los motines que llevaron a la guerra y a la destrucción de Jerusalén, Agripa se esforzó en disuadir a los judí­os de que opusieran resistencia armada al procurador Floro y a los romanos (Guerras 2:16, 2-5; 17:4; 19:3). Cuando se desató la guerra, Agripa combatió al lado de Vespasiano y fue herido en el asedio de Gamala (Guerras 3:9, 7 y 8; 10:10; 4:1, 3). Después de la caí­da de Jerusalén, se retiró a Roma junto con Berenice, donde le fue dado el cargo de pretor. Murió en el año 100 d.C.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Personaje clave en la historia evangélica, por haber reinado en Palestina en la primera época de la vida de Cristo y prolongado su dinastí­a en el tiempo del nacimiento del cristianismo. Su protagonismo judaico fue decisivo. Era hijo de Antí­patro, general idumeo de Juan Hircano, último de los reyes asmoneos, y de una princesa árabe.

Ocupó cargos ya de joven como gobernador de Galilea y Celesiria. Se puso de parte de Pompeyo en las guerras que mantuvo con César.

Al tomar Siria los partos el 40 a. de C. huyó a Roma, donde fue reconocido rey de Judea contra Antí­gono, hijo de Aristóbulo II, que se habí­a puesto a favor de los partos.

El año 38 regresó para luchar contra Antí­gono y el 37 tomó Jerusalén. Después de la derrota de Antonio en Accio, se puso de parte de Octaviano Augusto y desde entonces fue dueño de todas las regiones de Palestina y de su entorno, dominando un reino tan grande como el de Salomón.

Exterminó a toda la casa asmonea, incrementó los tributos, fue prudente y astuto en el trato con los fariseos y sacerdotes (saduceos) del Templo. Se dedicó con magnificencia a construcciones grandiosas. Desarrolló una polí­tica helení­stica en lo ideológico, tiránica en lo económico, convencional en lo religioso.

Para congraciarse con los judí­os, a cuya raza no pertenecí­a, reconstruyó Jerusalén magní­ficamente. Desde el año 20 a. de C., 18 de su reinado, acometió de forma grandiosa la reforma de la explanada y la construcción del templo que Jesús conoció.

Construyó nuevas ciudades (Sebaste, Cesarea, Fasaelis) y fortificó hábilmente las existentes, construyendo fortaleza en Herodión y en Maqueronte.

De las diez mujeres que tuvo y de los múltiples hijos que engendró, varios perecieron, ví­ctimas de su crueldad y susceptibilidad. Los hechos evangélicos en los que intervino (muerte de los niños de Belén) son conformes con su crueldad proverbial.

A su muerte en Jericó, el 4 a de C. su reino se repartió entre tres de sus decendientes, Arquelao, Herodes Antipas y Filipo.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

el Grande. – Nació hacia el año 73 a. de C. Sus padres fueron un idumeo y una princesa árabe. Tuvo diez mujeres. Se ganó el favor del emperador romano, merced a lo cual ostentó en Palestina cargos de suma importancia: fue gobernador de Galilea, estratega de Celesiria, tetrarca, rey de Judea y dueño y señor de Jerusalén. Su reinado fue famoso por las grandiosas construcciones que llevó a cabo; fundó ciudades, a las que dio el nombre del emperador; a otras las embelleció, como Jerusalén, en la que emprendió la reconstrucción del templo, levantó la torre Antonia, el palacio real, el anfiteatro. Ejerció la autoridad con absoluto despotismo, hasta con derramamiento de sangre, de lo que es buena muestra la tragedia realizada en su propia familia (mató a tres hijos suyos) y la matanza de los inocentes (cf. Mt 2,18; Lc 1,5).

Agripa. – Nieto de Herodes el Grande. Nació el año 10-9 a. de C.; fueron sus padres Mariamne 1 y Aristóbulo; fue tetrarca de Filipo y de Abilene; más tarde reinó en Judea y en Samaria; persiguió a los cristianos; hizo morir a espada al apóstol Santiago y encarceló a San Pedro (Act 12,1-3); Pedro huyó de la cárcel y Herodes mandó ajusticiar a los guardias que le custodiaban; murió repentinamente y roí­do de gusanos (Act 12,23). -> histórico.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Nombre de una familia de polí­ticos idumeos —edomitas— que gobernó en Judea. En realidad, eran judí­os nominales, puesto que, según Josefo, el gobernante macabeo Juan Hircano I (c. 125 a. E.C.) habí­a obligado a los idumeos a circuncidarse.
Aparte de la breve referencia bí­blica a los Herodes, la mayor parte de la información acerca de esta dinastí­a se encuentra en los escritos del historiador Josefo. El antepasado de los Herodes fue Antí­patro (Antipas) I, a quien Alejandro Janeo, el rey asmoneo (macabeo), habí­a hecho gobernador de Idumea. El hijo de Antí­patro, llamado también Antí­patro o Antipas, fue el padre de Herodes el Grande. Según Josefo, el historiador Nicolás de Damasco afirmaba que Antí­patro II era del linaje de los judí­os principales que salieron de Babilonia hacia la tierra de Judá. Pero, como dice Josefo, Nicolás hizo esta afirmación solo para agradar a Herodes, quien era edomita tanto por parte de padre como de madre.
Antí­patro II, hombre muy rico, se mezcló en la polí­tica y las intrigas, y tení­a grandes ambiciones para sus hijos. Favoreció a Hircano II —hijo de Alejandro Janeo y Salomé Alejandra— para el puesto de sumo sacerdote judí­o y rey, en contra de Aristóbulo, el hermano de Hircano. No obstante, Antí­patro en realidad actuaba movido por la ambición, y con el tiempo consiguió que Julio César le otorgara la ciudadaní­a romana y la gobernación de Judea. Antí­patro nombró a Fasael, su primogénito, gobernador de Jerusalén, y a Herodes, otro de sus hijos, gobernador de Galilea. Su carrera finalizó cuando un asesino lo envenenó.

1. Herodes el Grande. Segundo hijo de Antí­patro (Antipas) II por medio de su esposa Cipros. La historia corrobora la veracidad del breve apunte que la Biblia da acerca del carácter de este hombre: falto de escrúpulos, astuto, desconfiado, inmoral, cruel y criminal. Poseí­a la habilidad de su padre como diplomático y oportunista. Sin embargo, ha de puntualizarse que fue un hábil organizador y comandante militar. Josefo dice que era un hombre de gran fuerza fí­sica, con destreza para la equitación y para el uso de la jabalina y el arco. (La Guerra de los Judí­os, libro I, cap. XXI, sec. 13.) La construcción quizás fue su faceta positiva más sobresaliente.
Como gobernador de Galilea, se distinguió primero por eliminar de su territorio las bandas de salteadores. Sin embargo, ciertos judí­os envidiosos se unieron a las madres de los salteadores ejecutados y convencieron a Hircano II (entonces el sumo sacerdote) para que convocara a Herodes ante el Sanedrí­n, con la acusación de que se habí­a adelantado a este tribunal haciendo ejecutar a los salteadores después de un proceso sumarí­simo, en vez de someterlos a juicio. Herodes accedió, pero de manera descarada e irrespetuosa compareció con una guardia de corps, aunque como judí­o profeso estaba sujeto al mencionado tribunal. Este insulto al tribunal supremo judí­o hizo que incurriera en la ira de los jueces. Según Josefo, un juez llamado Sameas (Simeón) tuvo el suficiente valor como para ponerse en pie y predecir que si Herodes se libraba del castigo, con el tiempo matarí­a a todos los que estaban sentados para juzgarle. Pero Hircano era un hombre pasivo y de voluntad débil. La presión a la que le sometió Herodes, unida a una carta de Sexto César (un pariente de Julio César que entonces era presidente de Siria) en la que amenazaba a Hircano si no desestimaba los cargos, hizo que este capitulara. (Antigüedades Judí­as, libro XIV, cap. IX, sec. 4.)

Rey de Judea. Herodes sucedió a su padre, y alrededor del año 39 a. E.C. el senado romano lo nombró rey de toda Judea. Sin embargo, no llegó a ser rey de hecho hasta que tres años más tarde tomó Jerusalén y destronó a Antí­gono, hijo de Aristóbulo. Después de esta victoria, tomó medidas para consolidar su posición. Con este fin persuadió a Marco Antonio para que matase a Antí­gono, y luego persiguió y dio muerte a cuarenta y cinco de los miembros principales de su partido. De los principales fariseos, solo perdonó a Sameas y Polio, pues unos años más tarde incluso mandó matar a Juan Hircano II. Al dar muerte de este modo a los que se habí­an sentado para juzgarle, cumplió la predicción de Sameas.
Como astuto polí­tico que era, Herodes creyó que sus mejores intereses yací­an en el apoyo a Roma, pero tuvo que ser muy diplomático y cambiar con frecuencia de bando para mantenerse al paso con la suerte de los gobernantes romanos. Apoyó primero a Julio César, siendo amigo í­ntimo de Sexto, para más tarde ponerse del lado de Casio, el asesino de César. Asimismo, pudo obtener el favor de Marco Antonio, enemigo de Casio y vengador de César, en parte debido a sustanciosos sobornos. Cuando, más adelante, Octavio (César Augusto) derrotó a Antonio en la batalla de Actium, Herodes obtuvo hábilmente el perdón de Augusto por haber apoyado a Antonio, y más tarde conservó su amistad. Debido a su apoyo a Roma, a su liberalidad en el uso del dinero en forma de regalos a los césares, así­ como a su habla melosa, Herodes siempre salí­a airoso cuando los judí­os, otras personas o hasta miembros de su propia casa llevaban a Roma quejas o cargos contra él.
Herodes empezó gobernando Galilea. Después, Casio le hizo gobernador de Celesiria, y posteriormente el senado romano, lo nombró rey de Judea por recomendación de Antonio. El emperador Augusto añadió Samaria, Gadara, Gaza, Jope y, más tarde, las regiones de Traconí­tide, Batanea, Auraní­tide y Perea (una región que estaba al E. del Jordán y que más o menos correspondí­a con Galaad). Idumea también estuvo bajo su dominio.

El templo y otras obras de construcción. La obra de construcción de Herodes más notable, en particular desde el punto de vista bí­blico, fue la costosí­sima reconstrucción del templo de Zorobabel en Jerusalén, que, una vez acabado, Josefo calificó de magní­fico. (Antigüedades Judí­as, libro XV, cap. XI, sec. 3.) Debido a que los judí­os odiaban a Herodes y desconfiaban de él, no le permitieron derribar de antemano el templo que ya existí­a, sino que primero tuvo que reunir los materiales de construcción y colocarlos sobre el terreno antes de que pudiese iniciar la demolición. Según Josefo, el santuario del templo se reedificó en dieciocho meses, mientras que otras construcciones importantes se erigieron en ocho años. (Antigüedades Judí­as, libro XV, cap. XI, sec. 6.) Sin embargo, en el año 30 E.C. los judí­os afirmaron que el templo se habí­a edificado en cuarenta y seis años. Esta declaración se hizo durante una conversación mantenida con Jesucristo, cuando se aproximaba el tiempo de la primera Pascua después de su bautismo. (Jn 2:13-20.) Según Josefo (Antigüedades Judí­as, libro XV, cap. XI, sec. 1), la obra empezó en el año decimoctavo del reinado de Herodes. Si se cuenta tal y como los judí­os consideraban los años reinantes de los reyes, ese año serí­a el 18 ó 17 a. E.C. En realidad, el trabajo continuó en el templo (añadiéndole algunas cosas) hasta seis años antes de su destrucción, en 70 E.C.
Herodes también construyó teatros, anfiteatros, hipódromos, ciudadelas, fortalezas, palacios, jardines, templos en honor a César, acueductos, monumentos e incluso ciudades. A estas les puso su propio nombre, el de sus parientes o el de los emperadores de Roma. Construyó un puerto artificial en Cesarea que rivalizaba con el de Tiro. Según Josefo, sumergieron rocas enormes hasta una profundidad de 20 brazas (36 m.) a fin de hacer una mole de unos 60 m. (Antigüedades Judí­as, libro XV, cap. IX, sec. 6.) Herodes reconstruyó las fortalezas de Antonia y Masada, esta última con gran lujo. Hizo obras de construcción en ciudades tan lejanas como Antioquí­a de Siria y Rodas (en la isla del mismo nombre).
Herodes era un anfitrión que se prodigaba en atenciones y muy generoso a la hora de hacer regalos, en especial a los dignatarios romanos. Una de las principales quejas que tení­an los judí­os contra él era que construyera anfiteatros, como el de Cesarea, y celebrara en ellos juegos griegos y romanos, como carreras de carros, combates de gladiadores, luchas de hombres y fieras y otras festividades paganas. Tení­a tanto interés en mantener los juegos olí­mpicos, que mientras estaba en Grecia camino de Roma, incluso participó en ellos como luchador. Luego donó una gran cantidad de dinero para perpetuar los juegos, como también, sin duda, su propia fama. Como profesaba el judaí­smo, llamaba a los judí­os †œmis paisanos†, y a aquellos que regresaron de Babilonia para construir el templo de Zorobabel, †œmis padres†. No obstante, su modo de vivir era un desmentido absoluto de su pretensión de ser siervo de Jehová Dios.

Problemas en la familia. Casi toda la familia de los Herodes era ambiciosa, desconfiada, muy inmoral y un hervidero de problemas. Los mayores problemas y pesares a los que tuvo que hacer frente Herodes se produjeron dentro de su propia familia. Cipros, su madre, y Salomé, su hermana, agravaban la situación constantemente. El estaba casado con Mariamne I, hija de Alejandro (hijo de Aristóbulo) y nieta de Hircano II. Era Mariamne una mujer de extraordinaria hermosura, a la que Herodes amaba mucho; sin embargo, fue surgiendo un odio entre ella y la madre y la hermana de Herodes. Por su parte, Herodes siempre tení­a envidia y sospechaba que algunos de sus familiares, sobre todo sus hijos, conspiraban contra él. En algunos casos sus recelos estaban justificados. Su ambición de poder y sus sospechas le impulsaron a ordenar el asesinato de su esposa Mariamne, de tres de sus hijos, del hermano y del abuelo de ella (Hircano), de algunos de sus mejores amigos, así­ como de muchas personas más. Empleó la tortura para arrancar confesiones de cualquiera de quien sospechase que tení­a información que pudiera confirmar sus recelos.

Relación con los judí­os. Herodes intentó mantener buenas relaciones con los judí­os reconstruyendo el templo y satisfaciendo sus necesidades en tiempo de hambre. A veces disminuyó los impuestos de algunos de sus súbditos. También consiguió que Augusto garantizara ciertos privilegios a los judí­os en diferentes partes del mundo. De todos modos, pesaron más su tiraní­a y crueldad, por lo que tuvo problemas con el pueblo judí­o durante la mayor parte de su reinado.

Su enfermedad y muerte. Muy posiblemente debido a su vida licenciosa, con el tiempo Herodes contrajo una enfermedad repugnante acompañada de fiebre, y, según Josefo, †œexperimentaba una intolerable picazón en la piel, continuos retortijones intestinales, un edema en los pies semejante al de los hidrópicos; además tení­a una tumefacción en el bajo vientre, una gangrena en los órganos sexuales que engendraba gusanos, asma, sofocación y calambres de todos los miembros†. (La Guerra de los Judí­os, libro I, cap. XXXIII, sec. 5.)
En el transcurso de esta enfermedad mortal mandó asesinar a su hijo, el intrigante Antí­patro. Además, como sabí­a que los judí­os se regocijarí­an al enterarse de su muerte, ordenó que se reuniese en el lugar llamado el hipódromo, en Jericó, a los hombres más ilustres de la nación judí­a, y que los encerrasen allí­. Luego mandó a aquellos que estaban a su lado que cuando muriese, la noticia de su muerte no se hiciese pública hasta que se hubiese ejecutado a estos lí­deres judí­os. De esta manera, según él mismo dijo, de seguro toda familia en Judea llorarí­a en su funeral. Sin embargo, esta orden nunca se cumplió. Salomé, la hermana de Herodes, y Alexas, su esposo, libertaron a estos hombres y los enviaron a sus casas.
Herodes tení­a a su muerte unos setenta años. En su testamento habí­a nombrado sucesor a Antipas, pero poco antes de su muerte añadió un codicilo o hizo un nuevo testamento nombrando a Arquelao en su lugar. El pueblo y el ejército reconocieron a Arquelao como nuevo rey (la Biblia dice que el padre adoptivo de Jesús, José, oyó que †œArquelao reinaba en Judea en vez de su padre Herodes†, Mt 2:22). Pero Antipas no estuvo de acuerdo. Después de una audiencia en Roma, César Augusto favoreció el nombramiento de Arquelao. Sin embargo, le hizo etnarca y dividió el territorio que antes gobernaba Herodes: la mitad para Arquelao, y la otra mitad para Antipas y Filipo, otros dos hijos de Herodes.

Matanza de niños. El relato bí­blico de la matanza de todos los niños varones de dos años de edad para abajo en Belén y sus distritos está en armoní­a con los otros registros históricos que hablan acerca de la iniquidad de Herodes. Este suceso ocurrió poco tiempo antes de su muerte, pues los padres de Jesús se lo llevaron a Egipto para protegerlo, y poco después regresaron y se establecieron en Galilea cuando Herodes ya habí­a muerto. Jehová profetizó estos dos acontecimientos por boca de sus profetas Jeremí­as y Oseas. (Mt 2:1-23; Jer 31:15; Os 11:1.)

Fecha de su muerte. Surge un problema con respecto a cuándo murió Herodes: algunos cronólogos sostienen que murió en el año 5 ó 4 a. E.C. Su cronologí­a se basa, en gran parte, en la historia de Josefo. Al fechar el tiempo en que Roma nombró rey a Herodes, Josefo usa una †œdatación consular†, es decir, coloca el acontecimiento durante la gobernación de ciertos cónsules romanos. De acuerdo con este hecho, se debió nombrar rey a Herodes en el año 40 a. E.C. A Josefo le contradice otro historiador, Apiano, cuyos datos situarí­an el nombramiento en el año 39 a. E.C. Siguiendo el mismo método, Josefo emplaza la toma de Jerusalén por parte de Herodes en el año 37 a. E.C., pero también dice que ocurrió veintisiete años después de que Pompeyo tomó la ciudad (63 a. E.C.), lo que significarí­a que Herodes tomó la ciudad de Jerusalén en el año 36 a. E.C. (Antigüedades Judí­as, libro XIV, cap. XVI, sec. 4.) Ahora bien, Josefo dice que Herodes murió a los treinta y siete años de que los romanos lo nombraran rey y treinta y cuatro años después de que tomó Jerusalén. (Antigüedades Judí­as, libro XVII, cap. VIII, sec. 1.) La fecha de su muerte, según este último cálculo, serí­a, por lo tanto, el año 2, o quizás el año 1 a. E.C.
Es probable que el historiador judí­o Josefo contase los reinados de los reyes de Judea por el método del año de ascensión al trono, como se habí­a hecho con los reyes de la lí­nea de David. Si Roma nombró rey a Herodes en el año 40 a. E.C., su primer año de reinado pudo ir de Nisán de 39 a Nisán de 38 a. E.C. De igual manera, si se cuenta desde su toma de Jerusalén en el año 37 (o 36) a. E.C., su primer año de reinado pudo empezar en Nisán de 36 (o 35) a. E.C. Por lo tanto, si, como dice Josefo, Herodes murió treinta y siete años después de que Roma lo nombrara rey y treinta y cuatro años después de tomar Jerusalén —y si estos años se cuentan en cada caso según el año reinante—, su muerte pudo producirse el año 1 a. E.C. W. E. Filmer argumenta sobre este asunto en The Journal of Theological Studies (edición de H. Chadwick y H. Sparks, Oxford, 1966, vol. 17, pág. 284) y escribe que de la tradición judí­a puede deducirse que la muerte de Herodes ocurrió el 2 de Sebat (el mes de Sebat cae entre los meses de enero y febrero).
Según Josefo, Herodes murió no mucho después de un eclipse de Luna y antes de una Pascua. (Antigüedades Judí­as, libro XVII, cap. VI, sec. 4; cap. IX, sec. 3.) Puesto que hubo un eclipse el 11 de marzo del año 4 a. E.C. (13 de marzo según el calendario juliano), algunos han llegado a la conclusión de que este era el eclipse al que hizo referencia Josefo.
Por otra parte, hubo un eclipse de Luna en el año 1 a. E.C., unos tres meses antes de la Pascua. Además, este eclipse fue total, mientras que el del año 4 a. E.C. fue solo parcial. El eclipse total del año 1 a. E.C. se produjo el 8 de enero (10 de enero, calendario juliano), 18 dí­as antes del 2 de Sebat, el dí­a tradicional de la muerte de Herodes. Otro eclipse (parcial) ocurrió el 27 de diciembre del año 1 a. E.C. (29 de diciembre, calendario juliano). (Véase CRONOLOGíA [Eclipses lunares].)
Otra forma de hacer el cálculo gira en torno a la edad de Herodes cuando murió. De acuerdo con el texto original, Josefo dice que murió alrededor de los setenta años y que recibió su nombramiento como gobernador de Galilea (acontecimiento fechado por lo general en el año 47 a. E.C.) cuando tení­a quince años, aunque los doctos lo han considerado un error, entendiendo que se quiso decir veinticinco años, por lo que corrigen la cifra en algunas ediciones. (Antigüedades Judí­as, libro XVII, cap. VI, sec. 1; libro XIV, cap. IX, sec. 2.) De acuerdo con estos datos, la muerte de Herodes ocurrió en el año 2 o en 1 a. E.C. Sin embargo, debemos tener en cuenta que Josefo es muy poco consecuente al fechar los acontecimientos, y por lo tanto no es la fuente más confiable. Para hallar la información más fidedigna debemos acudir a la Biblia.
Los datos disponibles indican que Herodes probablemente murió en el año 1 a. E.C. El historiador bí­blico Lucas nos dice que Juan empezó a bautizar en el decimoquinto año de Tiberio César. (Lu 3:1-3.) Augusto murió el 17 de agosto del año 14 E.C. El 15 de septiembre el senado romano nombró emperador a Tiberio. Los romanos no usaban el sistema de año de ascensión al trono, por consiguiente, el decimoquinto año transcurrirí­a desde la última parte del año 28 hasta la última de 29 E.C. Juan, que era seis meses mayor que Jesús y empezó su ministerio antes que él —todo parece indicar que en la primavera de aquel año—, fue su precursor y le preparó el camino. (Lu 1:35, 36.) Según indica el registro bí­blico, Jesús nació en el otoño, y cuando se presentó a Juan para bautizarse, tení­a aproximadamente treinta años. (Lu 3:21-23.) Por lo tanto, lo más probable es que se bautizase en el otoño, hacia el mes de octubre de 29 E.C. Si contamos treinta años atrás, llegamos al otoño del año 2 a. E.C. como la fecha del nacimiento humano del Hijo de Dios. (Compárese Lu 3:1, 23 con la profecí­a de Daniel de las †œsetenta semanas†, registrada en Da 9:24-27. Véase SETENTA SEMANAS.)

Los astrólogos que visitaron a Jesús. El apóstol Mateo nos dice que después del nacimiento de Jesús en Belén, †œen los dí­as de Herodes el rey†, unos astrólogos de las partes orientales fueron a Jerusalén diciendo que habí­an visto su estrella cuando estaban en el Oriente. Al instante se despertaron en Herodes temores y sospechas, y averiguó por medio de los principales sacerdotes y escribas que el Cristo tení­a que nacer en Belén. Entonces llamó a los astrólogos y mediante ellos se informó de cuándo apareció la estrella. (Mt 2:1-7.)
Debe notarse que esto fue algún tiempo después del nacimiento de Jesús, puesto que ya no estaba en un pesebre, sino con sus padres en una casa. (Mt 2:11; compárese con Lu 2:4-7.) Como no regresaron los astrólogos, que deberí­an ser portadores de noticias sobre el paradero del muchacho, Herodes ordenó la matanza de todos los niños de dos años de edad para abajo en todo Belén y sus distritos. Entre tanto, los padres de Jesús lo llevaron a Egipto debido a la advertencia de Dios. (Mt 2:12-18.) La muerte de Herodes difí­cilmente pudo haber acontecido antes del año 1 a. E.C., puesto que en ese caso Jesús, que nació alrededor del 1 de octubre del año 2 a. E.C., habrí­a tenido menos de tres meses de edad.
Por otra parte, no era necesario que Jesús tuviera dos años cuando ocurrió la matanza de los niños; podí­a incluso haber tenido menos de un año, puesto que Herodes hizo el cálculo desde el tiempo en que se les apareció la estrella a los astrólogos mientras estaban en el Oriente. (Mt 2:1, 2; 7-9.) Este pudo haber sido un perí­odo de algunos meses, pues si los astrólogos procedí­an del antiguo centro de la astrologí­a, Babilonia o Mesopotamia, como es probable, tuvieron que realizar un viaje muy largo. A los israelitas les tomó cuatro meses hacer ese viaje cuando fueron repatriados de Babilonia en el año 537 a. E.C. Herodes razonó que matando a todos los niños de dos años de edad para abajo, con toda seguridad acabarí­a con aquel que habí­a nacido †œrey de los judí­os†. (Mt 2:2.) El hecho de que Jesús al parecer no permaneció largo tiempo en Egipto indica que Herodes murió poco después de estos sucesos. (Mt 2:19-21.)
Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que la cronologí­a bí­blica, los datos astronómicos y los registros históricos disponibles parecen señalar como fecha de la muerte de Herodes al año 1 a. E.C. o tal vez los comienzos del año 1 E.C.

2. Herodes Antipas. Hijo de Herodes el Grande y Maltace (una samaritana). Fue criado en Roma junto con su hermano Arquelao. En el testamento de Herodes se habí­a nombrado a Antipas para recibir el trono. Sin embargo, al final Herodes cambió el testamento y nombró a Arquelao. Antipas impugnó el testamento delante de César Augusto, quien apoyó el derecho de Arquelao, pero dividió el reino, y dio a Antipas la tetrarquí­a de Galilea y Perea. El término †œtetrarca†, que significa †œgobernante sobre una cuarta parte† de una provincia, se aplicaba a un gobernante de un distrito menor o a un prí­ncipe territorial. No obstante, puede que a nivel popular se le haya llamado rey, como a Arquelao. (Mt 14:9; Mr 6:14, 22, 25-27.)
Antipas se casó con la hija de Aretas, rey de Arabia, cuya capital estaba en Petra. En uno de sus viajes a Roma, Antipas visitó a su hermanastro Filipo, el hijo de Herodes el Grande y Mariamne II (no Filipo el tetrarca). En el transcurso de esta visita se enamoró de Herodí­as, la esposa de Filipo, mujer ávida de poder. Antipas se la llevó a Galilea y se casó con ella; asimismo, se divorció de la hija de Aretas y la envió de regreso a su casa. Esta acción insultante provocó una guerra: Aretas invadió los dominios de Herodes Antipas y le infligió tremendas pérdidas, casi hasta el punto de derrocarlo. A Antipas lo salvó una petición hecha a Roma, que resultó en una orden del emperador para que Aretas detuviese la guerra.
Antipas se granjeó el favor del sucesor de Augusto: Tiberio César. Siendo constructor como su padre, aunque en una escala mucho menor, levantó una ciudad en el lago Genesaret (el mar de Galilea o Tiberí­ades) y la llamó Tiberí­ades, según el nombre del emperador. (Jn 6:1, 23.) A otra ciudad, Julias, la llamó así­ en honor de Julia (más conocida por Livia), la esposa de Augusto. También construyó fortalezas, palacios y teatros.

Mata a Juan el Bautista. Juan el Bautista censuró la relación adulterina de Herodes Antipas con Herodí­as. Podí­a corregir a Antipas acerca de este asunto porque el monarca era judí­o nominal y profesaba seguir la Ley. Antipas encerró a Juan en prisión con el deseo de matarle, pero tení­a miedo del pueblo, ya que creí­a que Juan era profeta. Sin embargo, cuando Antipas celebraba su cumpleaños, la hija de Herodí­as le agradó tanto que juró darle todo lo que solicitase. Herodí­as le dijo a su hija que pidiera la cabeza de Juan. Aunque esto no complací­a a Herodes, cobardemente condescendió para quedar bien delante de los que asistí­an a la celebración y debido a su juramento (aunque bajo la Ley un juramento no le obligaba a realizar un acto ilegal, como el asesinato). (Mt 14:3-12; Mr 6:17-29.)
Tiempo después, Antipas quedó aterrorizado cuando oyó del ministerio de Jesús (de su predicación, de que hací­a curaciones y expulsaba demonios), temiendo que fuese en realidad Juan que habí­a sido levantado de entre los muertos. A partir de entonces tuvo gran interés en ver a Jesús, no para oí­r su predicación, sino debido a que no estaba seguro de su identidad. (Mt 14:1, 2; Mr 6:14-16; Lu 9:7-9.)
En una ocasión, los fariseos le dijeron a Jesús, tal vez mientras cruzaba Perea camino de Jerusalén: †œSal y vete de aquí­, porque Herodes quiere matarte†. Puede que Herodes iniciase este rumor, confiando en que, por temor, Jesús huirí­a de su territorio, pues quizás no se atreviera a alzar su mano de nuevo contra un profeta de Dios. Jesús, en respuesta, y aludiendo al parecer a la astucia de Herodes, le llamó †œesa zorra†. (Lu 13:31-33.)

†œLa levadura de Herodes.† Durante la gobernación de Herodes Antipas, Jesús advirtió a sus seguidores: †œMantengan los ojos abiertos, cuí­dense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes†. (Mr 8:15.) Estas dos sectas, los fariseos y los herodianos, o partidarios de Herodes, se opusieron a Jesucristo y sus enseñanzas, y aunque estaban enemistadas entre sí­, tení­an a Cristo como enemigo común y lo combatí­an conjuntamente. Los herodianos eran más polí­ticos que religiosos; se ha dicho que alegaban seguir la Ley, pero opinaban que era lí­cito que los judí­os reconocieran a un prí­ncipe extranjero (pues los Herodes no eran verdaderos judí­os, sino idumeos). Eran muy nacionalistas y no querí­an ni un gobierno teocrático bajo reyes judí­os ni el gobierno romano, sino la restauración del reino nacional bajo uno de los hijos de Herodes.
Un ejemplo que puso de manifiesto su †œlevadura† nacionalista fue la pregunta capciosa que le hicieron a Jesús junto con los fariseos para entramparlo: †œ¿Es lí­cito pagar la capitación a César, o no? ¿Debemos pagar, o no debemos pagar?†. (Mr 12:13-15.) Jesús los llamó †œhipócritas† y mostró que estaba al tanto de su †œlevadura†, pues su respuesta los desarmó y no pudieron ni acusarle de sedición ni levantar al pueblo contra él. (Mt 22:15-22.)

Se burla de Jesús. Su último dí­a de vida humana, Jesús fue llevado delante de Poncio Pilato, y cuando este supo que era galileo, lo envió a Herodes Antipas —el gobernante de distrito (tetrarca) de Galilea, que entonces estaba en Jerusalén—, ya que Pilato habí­a tenido dificultades con los galileos. (Lu 13:1; 23:1-7.) Cuando Herodes vio a Jesús, se regocijó, no porque estuviese interesado en su bienestar o porque desease hacer un intento sincero por ver si eran verdad o no los cargos que los sacerdotes y los escribas presentaban en contra de él, sino porque querí­a ver a Jesús ejecutar alguna señal. Jesús rehusó hacerlo y permaneció en silencio cuando Herodes le interrogó †œcon muchas palabras†. Sabí­a que su comparecencia delante de Herodes se le habí­a impuesto solo en son de burla. Decepcionado con Jesús, Herodes le desacreditó y se burló de él, vistiéndole con una prenda vistosa, y luego lo envió de regreso a Pilato, que era la autoridad superior en lo que concerní­a a Roma. Posiblemente debido a ciertas acusaciones que Herodes habí­a levantado en contra de Pilato, ambos estaban enemistados, pero este gesto de Pilato le agradó a Herodes y se hicieron amigos. (Lu 23:8-12.)
Tras la liberación de Pedro y Juan, poco después del Pentecostés de 33 E.C., los discí­pulos dijeron en oración a Dios: †œTanto Herodes [Antipas] como Poncio Pilato con hombres de naciones y con pueblos de Israel realmente fueron reunidos en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús […]. Y ahora, Jehová, da atención a sus amenazas, y concede a tus esclavos que sigan hablando tu palabra con todo denuedo†. (Hch 4:23, 27-29.)
En Hechos 13:1 se hace referencia a un cristiano, Manaén, que habí­a sido educado con Herodes el gobernante de distrito. Puesto que este último se crió en Roma con cierto ciudadano, la declaración bí­blica puede indicar que Manaén recibió su educación en dicha ciudad.

Desterrado a la Galia. Cuando Cayo César (Calí­gula) nombró a Agripa I rey de la tetrarquí­a de Filipo, Herodí­as, la esposa de Antipas, se lo reprochó a su esposo, diciéndole que si no recibí­a rango real se debí­a tan solo a su indolencia. Razonó que como ya era un tetrarca, mientras que Agripa no habí­a tenido ningún puesto en absoluto, deberí­a ir a Roma y solicitarle a César la dignidad real. Antipas acabó cediendo a la insistente presión de su esposa. Pero a Calí­gula le irritó la ambiciosa solicitud de Antipas, y haciendo caso de las acusaciones de Agripa, lo desterró a la Galia (a la ciudad de Lyon, Francia). Antipas finalmente murió en España. Aunque Herodí­as podí­a haberse librado del castigo por ser hermana de Agripa, no quiso abandonar a su esposo, quizás debido a su orgullo. A Agripa I se le entregó la tetrarquí­a de Antipas y, después de su exilio, su dinero, así­ como el patrimonio de Herodí­as. De modo que Herodí­as fue responsable de las dos grandes calamidades de Antipas: su virtual derrota ante el rey Aretas y su exilio.

3. Herodes Agripa I. Hijo de Aristóbulo y nieto de Herodes el Grande (que hizo ejecutar a su hijo) y de Mariamne I (nieta del sumo sacerdote Hircano II). Agripa fue el último de los Herodes que llegó a ser rey de toda Palestina, tal como lo habí­a sido su abuelo.

Sus primeros años. Un buen número de artimañas y la ayuda de sus amigos de Roma hicieron de Agripa †œHerodes el rey†. (Hch 12:1.) Se educó en Roma con Druso, el hijo del emperador Tiberio, así­ como con su sobrino, Claudio, y se convirtió en una figura familiar en los cí­rculos importantes de la capital. Era extremadamente temerario y extravagante. Tení­a grandes deudas, debiendo dinero incluso al tesoro romano. Acabó abandonando Roma y huyendo a Idumea. Más tarde, con la ayuda de su hermana Herodí­as y su esposa Cipros (hija del sobrino de Herodes el Grande que estaba casado con una hija de Herodes) halló residencia durante un tiempo en Tiberí­ades. Una disputa entre él y Antipas provocó su marcha. Al final, regresó a Roma y volvió a granjearse el favor de Tiberio César.
Sin embargo, una declaración imprudente colocó a Agripa en una posición difí­cil ante el emperador Tiberio: en un descuido, le expresó a Cayo (Calí­gula), con quien habí­a cultivado cierta amistad, su deseo de que llegase a ser emperador pronto. El sirviente de Agripa lo oyó por casualidad, y sus observaciones llegaron a Tiberio, que le encerró en prisión. Su vida estuvo en peligro durante varios meses, pero Tiberio murió poco tiempo después y Calí­gula llegó a ser emperador. Calí­gula soltó a Agripa, y lo elevó a la posición de rey sobre los territorios en los que habí­a gobernado Filipo, su difunto tí­o.

Favorecido por los emperadores romanos. Herodí­as envidiaba la posición de rey de su hermano, por lo que persuadió a su esposo, Herodes Antipas, que solo era tetrarca, a solicitar la corona al nuevo emperador de Roma, pero Agripa se adelantó a Antipas. Lo acusó ante Cayo (Calí­gula) de haberse aliado con Sejano el conspirador contra Tiberio, y con los partos, acusaciones que Antipas no pudo negar. Fue desterrado y sus territorios de Galilea y Perea se añadieron al reino de Agripa. Josefo dice en un pasaje que Calí­gula dio estos dominios a Agripa, y en otros dos dice que fue Claudio. Es posible que Calí­gula hiciera la promesa y Claudio la cumpliera.
Cuando Calí­gula fue asesinado, según los historiadores en el año 41 E.C., Agripa estaba en Roma y pudo actuar como enlace entre el Senado y su amigo, el nuevo emperador Claudio, quien le mostró su aprecio concediéndole el territorio de Judea y Samaria, así­ como el reino de Lisanias. De esta forma, Agripa llegó a ser gobernante de aproximadamente el mismo territorio que habí­a tenido su abuelo, Herodes el Grande. Entonces solicitó y recibió de Claudio el reino de Calcis para su hermano Herodes. (Este Herodes aparece en la historia solo como rey de Calcis, un pequeño territorio situado en la ladera occidental de las montañas del Antilí­bano.)

Busca el favor de los judí­os; persigue a los cristianos. Agripa buscó el favor de los judí­os alegando devoción al judaí­smo. Calí­gula, que se creí­a un dios, habí­a decidido erigir una estatua de sí­ mismo en el templo de Jerusalén, pero Agripa hábilmente lo persuadió para que no lo hiciera. Más tarde, Agripa empezó a construir un muro al N. de Jerusalén. A Claudio le pareció que se estaba fortificando la ciudad contra un posible futuro ataque romano, de modo que mandó a Agripa que desistiera del empeño. Agripa contradijo su afirmación de ser un adorador de Dios apoyando y fomentando combates de gladiadores y otros espectáculos paganos en el teatro.
Los judí­os aceptaron a Agripa debido a su ascendencia asmonea por la lí­nea familiar de su abuela Mariamne. Mientras defendí­a la causa de los judí­os bajo el yugo romano, persiguió a los cristianos, a quienes los judí­os incrédulos odiaban: †œCon la espada eliminó a Santiago hermano de Juan†. (Hch 12:1, 2.) Arrestó y encarceló a Pedro porque sabí­a que eso agradaba a los judí­os, pero un ángel intervino y liberó al apóstol. Este acontecimiento originó un gran revuelo entre los soldados de Agripa y tuvo como resultado el castigo de los guardas de Pedro. (Hch 12:3-19.)

Ejecutado por el ángel de Dios. La gobernación de Agripa tuvo un final repentino. En Cesarea, en el transcurso de una fiesta en honor a César, Agripa se vistió con un magní­fico ropaje real y pronunció un discurso ante un auditorio de Tiro y Sidón que se habí­a congregado para suplicarle paz. La muchedumbre clamó: †œÂ¡Voz de un dios, y no de un hombre!†. La Biblia registra en estos términos la ejecución inmediata de este hipócrita condenado por Dios: †œAl instante el ángel de Jehová lo hirió, porque no dio la gloria a Dios; y llegó a estar comido de gusanos, y expiró†. (Hch 12:20-23.)
Los cronólogos sitúan la muerte del rey Herodes Agripa I en 44 E.C., a la edad de cincuenta y cuatro años, después de haber reinado durante tres años sobre toda Judea. Quedaron su hijo Agripa II y sus hijas Berenice (Hch 25:13), Drusila —la esposa del gobernador Félix— y Mariamne III. (Hch 24:24.)

4. Herodes Agripa II. Bisnieto de Herodes el Grande. Era hijo de Herodes Agripa I y su esposa Cipros. Según los historiadores, fue el último de los prí­ncipes de la lí­nea herodiana. Agripa tení­a tres hermanas: Berenice, Drusila y Mariamne III. (Hch 25:13; 24:24.) Se educó en la casa imperial de Roma. Su padre murió cuando él tení­a diecisiete años, pero los consejeros del emperador Claudio pensaron que era demasiado joven para asumir la gobernación de sus dominios. Por esta razón, Claudio designó gobernadores sobre estos territorios. Después de permanecer en Roma durante un tiempo, recibió el reino de Calcis tras la muerte de su tí­o Herodes, el anterior rey de este pequeño principado situado en la ladera occidental de la cordillera del Antilí­bano.
Poco tiempo después, Claudio lo nombró rey sobre las tetrarquí­as que habí­an pertenecido a Filipo y Lisanias. (Lu 3:1.) También se le dio la superintendencia del templo de Jerusalén y fue investido con autoridad para nombrar a los sumos sacerdotes judí­os. Posteriormente, sus dominios fueron ensanchados por Nerón, el sucesor de Claudio, quien le concedió Tiberí­ades y Tariquea en Galilea, y Julias en Perea, así­ como sus pueblos dependientes.
Tiempo después, Agripa decidió construir un anexo al palacio que habí­an erigido los reyes asmoneos en Jerusalén. Como desde este anexo podí­a ver lo que sucedí­a en el patio del templo, los judí­os levantaron un muro, de modo que no pudiesen ver nada ni él ni los guardias romanos desde otra posición ventajosa. Esto desagradó tanto a Herodes como a Festo, pero los judí­os apelaron a Nerón, quien permitió que el muro siguiera en pie. Agripa también embelleció Cesarea de Filipo (a la que cambió el nombre a Neronias, en honor a Nerón). Siguiendo el ejemplo de su padre, construyó un teatro en Berito (Fenicia) y luego gastó grandes cantidades de dinero en espectáculos.
Agripa mantení­a una relación incestuosa con su hermana Berenice, que habí­a abandonado a su esposo, el rey de Cilicia. Esta relación inmunda (condenada en la Biblia) con su propia hermana fue un gran escándalo. (Le 18:9, 29; Dt 27:22.)
Cuando llegó a ser evidente que la rebelión de los judí­os contra el yugo romano (66-70 E.C.) solo podí­a acabar en un desastre nacional, Agripa trató de persuadirlos de que emprendiesen un derrotero más moderado. Sus llamadas no sirvieron de ningún provecho: abandonó a los judí­os, se unió al ejército romano y fue herido por una piedra lanzada con una honda durante la batalla.

Defensa de Pablo delante de él. Las Escrituras presentan al rey Herodes Agripa II y a su hermana Berenice en el momento de su visita de cortesí­a al gobernador Festo, hacia el año 58 E.C. (Hch 25:13.) Festo habí­a sucedido al gobernador Félix. Durante la gobernación de este, los judí­os acusaron al apóstol Pablo, pero cuando Félix abandonó el poder, deseando ganarse el favor de los judí­os, dejó a Pablo en cadenas. (Hch 24:27.) Dicho sea de paso, Félix era cuñado de Agripa pues se habí­a casado con su hermana Drusila. (Hch 24:24.) Pablo habí­a apelado a César (Hch 25:8-12), pero el rey Agripa manifestó al gobernador Festo su deseo de oí­r antes lo que Pablo tení­a que decir. (Hch 25:22.) Pablo se alegró de hacer su defensa delante de Agripa, de quien dijo que era †œperito en todas las costumbres así­ como también en las controversias entre los judí­os†. (Hch 26:1-3.) La convincente argumentación de Pablo impulsó a Agripa a decir: †œEn poco tiempo me persuadirí­as a hacerme cristiano†, a lo que Pablo respondió: †œDesearí­a de Dios que, fuera en poco tiempo o en mucho tiempo, no solo tú, sino también todos los que me oyen hoy llegaran a ser tales hombres como lo que yo también soy, a excepción de estas cadenas†. (Hch 26:4-29.) Agripa y Festo coincidieron en que Pablo era inocente, pero que, como habí­a apelado a César, tení­a que ser enviado a Roma para juicio. (Hch 26:30-32.)
Después de la destrucción de Jerusalén, en 70 E.C., Herodes Agripa se trasladó a Roma con su hermana Berenice y allí­ recibió el cargo de pretor. Murió sin hijos alrededor del año 100 E.C.

5. Herodes Filipo. Hijo de Herodes el Grande por medio de Mariamne II (hija del sumo sacerdote Simón). Filipo fue el primer esposo de Herodí­as, que se divorció de él para casarse con Herodes Antipas (hermanastro de Filipo). En la Biblia se le menciona de paso en Mateo 14:3, Marcos 6:17, 18 y Lucas 3:19.
El nombre Herodes Filipo se usa para distinguirlo de Filipo el tetrarca, puesto que, según Josefo, este último también era hijo de Herodes el Grande por medio de otra esposa: Cleopatra de Jerusalén.
Parece ser que Filipo estaba en la lí­nea de sucesión al trono de su padre después de sus hermanastros Antí­patro, Alejandro y Aristóbulo, a quienes Herodes mandó ejecutar. En un testamento previo de Herodes, se le nombró a él después de Antipas, pero en el testamento final se le pasó por alto y el reino llegó a ser de Arquelao. Josefo registra que Herodes eliminó el nombre de Filipo de su testamento debido a que Mariamne II, la madre de Filipo, era consciente del complot de Antí­patro contra Herodes, pero no lo habí­a revelado.
Filipo tení­a una hija por medio de Herodí­as, Salomé, que bailó delante de Herodes Antipas y, aleccionada por su madre, pidió la cabeza de Juan el Bautista. (Mt 14:1-13; Mr 6:17-29.)

6. Filipo el tetrarca. Hijo de Herodes el Grande y de su esposa Cleopatra de Jerusalén. Fue educado en Roma. Se casó con Salomé, la hija de Herodes Filipo y Herodí­as. Cuando murió su padre, César Augusto dividió el reino, y a Filipo le dio la tetrarquí­a de Iturea, Traconí­tide y otros distritos cercanos, así­ como una pensión anual de cien talentos. (Es posible que Iturea fuese añadida más tarde, y por eso Josefo no hace mención de ella.) Gobernó durante más de treinta años. Josefo dice: †œFue un hombre de carácter suave con sus súbditos y de ingenio apacible. Pasaba todo el año en el territorio que le pertenecí­a†. Josefo luego comenta que Filipo transportaba consigo el trono para poder juzgar sin demora las causas que se le presentaran dondequiera que estuviese. Murió en Julias y tuvo un entierro de gran pompa. Como no tuvo hijos, el emperador Tiberio añadió su tetrarquí­a a la provincia de Siria. (Antigüedades Judí­as, libro XVIII, cap. IV, sec. 6.)
El nombre de Filipo se menciona una vez en la Biblia con relación a la fecha del ministerio de Juan el Bautista. (Lu 3:1.) Este texto, junto con la información histórica acerca de los reinados de Augusto y Tiberio, muestra que el ministerio de Juan empezó en el año 29 E.C.

[Diagrama en la página 1129]
(Véase la publicación para ver el texto completo)

GENEALOGíA PARCIAL DE LOS HERODES
(Los nombres propios de varón están con mayúsculas)
ANTíPATRO I
ANTíPATRO II y Cipros (su esposa)
FASAEL
HERODES EL GRANDE (Mt 2:1-22; Lu 1:5)
JOSE
FERORAS
Salomé
ESPOSAS DE HERODES EL GRANDE
Doris
ANTíPATRO
Mariamne I
ALEJANDRO
ARISTí“BULO
HERODES Rey de Calcis
AGRIPA I Rey de Palestina (Hch 12:1-6, 18-23)
AGRIPA II Rey de Calcis; más tarde se le dio el territorio
que antiguamente habí­a sido de Filipo el tetrarca y otras
zonas (Hch 25:13, 22-27; 26:1, 2, 19-32)
Mariamne III
Drusila Esposa de Félix (Hch 24:24)
Berenice (Hch 25:13, 23; 26:30)
Herodí­as Madre de Salomé (Mt 14:3, 4, 6-8)
Salampsio
Cipros
Mariamne II
HERODES FILIPO Primer marido de Herodí­as (Mt 14:3)
Salomé
Cleopatra de Jerusalén
FILIPO Tetrarca de Iturea, Traconí­tide y distritos cercanos
(Lu 3:1)
Maltace
ARQUELAO Rey de Judea; más tarde etnarca (Mt 2:22)
ANTIPAS Tetrarca de Galilea y Perea; conocido popularmente como
†œrey†; segundo marido de Herodí­as (Mt 14:1-12; Mr 6:14-29;
Lu 3:1, 19, 20; 13:31, 32; 23:6-15; Hch 4:27; 13:1)
(Herodes el Grande tuvo otras cinco esposas, y quince hijos en total)

[Fotografí­a en la página 1126]
Ruinas del palacio de varios niveles que Herodes el Grande construyó sobre Masada

[Fotografí­a en la página 1133]
Moneda de cobre con la efigie de Domiciano y, al dorso, el nombre del rey Agripa II

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. Herodes el Grande, rey de los judíos en 40–4 a.C., nacido ca. 73 a.C. Su padre Antípater, judío de origen idumeo, adquirió una posición de gran influencia en Judea después de la conquista romana, y fue designado procurador por Julio César en el 47 a.C. Él, a su vez, designó a su hijo Herodes prefecto militar de Galilea, quien demostró sus condiciones por el vigor con que suprimió el bandolerismo en dicha región; el gobernador romano de Siria quedó tan impresionado por su energía que lo designó prefecto militar de Celesiria. Después del asesinato de César, y la guerra civil que se desencadenó, Herodes disfrutó de la buena voluntad de Antonio. Cuando los partos invadieron Siria y Palestina, y colocaron en el trono de Judea al asmoneo Antígono (40–37 a.C.), el senado romano, aconsejado por Antonio y Octavio, dio a Herodes el título de “rey de los judíos”. Le llevó tres años de luchas lograr hacer efectivo su título, pero cuando lo hizo gobernó Judea por 33 años como leal “amigo y aliado” de Roma.

Hasta el 31 a.C., y a pesar de la buena voluntad de Antonio, la posición de Herodes resultó precaria debido a los ardides de Cleopatra, que esperaba poder reunir a Judea y Celesiria bajo el reino tolemaico. Este peligro desapareció con la batalla de Accio, tras lo cual Herodes fue confirmado en su reino por Octavio (Augusto), el nuevo amo del mundo romano. Otra fuente de ansiedad para Herodes la constituía la familia de los asmoneos, que estaba resentida por haber sido desplazada del trono por una persona a la que consideraba advenediza. Aunque estableció vínculos con dicha familia al casarse con Mariamne, nieta del sumo sacerdote anterior, Hircano II, las sospechas de Herodes lo llevaron a librarse de los asmoneos uno por uno, incluyendo finalmente a su mujer Mariamne (29 a.C.).

Herodes pacificó los territorios en su frontera NE por encargo de Roma, y Augusto los agregó a su reino. Impulsó la política cultural del emperador mediante extravagantes proyectos edilicios, no sólo en su propio reino sino en ciudades extranjeras (p. ej. Atenas). En su propio territorio reedificó Samaria, y la rebautizó con el nombre de Sebaste en honor del emperador (gr. Sebastos = lat. Augustus); reedificó la torre de Estratón en la costa mediterránea, la proveyó de un espléndido puerto artificial, y la denominó Cesarea, también en honor del emperador. En otras partes del territorio fundó otros pueblos y fuertes. En Jerusalén edificó para su propio uso un palacio en el muro occidental; ya había reedificado la fortaleza de Antonia (llamada así por Antonio) al NO de la zona del templo. La mayor de sus empresas edilicias fue la reconstrucción del templo de Jerusalén, comenzada en el 19 a.C.

Nada de lo que Herodes pudiera hacer, ni siquiera la prodigalidad con que encaró la reconstrucción del templo, logró granjearle las simpatías de sus súbditos judíos. Su ascendencia edomita no fue olvidada nunca; el que fuera judío por religión, y reedificara el templo del Dios de Israel en Jerusalén, no le impidió levantar templos a deidades paganas en otras partes. Sobre todo, no le pudieron perdonar el hecho de haber exterminado a la familia de los asmoneos.

Esa acción drástica, en efecto, no sirvió para terminar con sus problemas domésticos. Había fricción entre sus propios parientes femeninos y sus mujeres, y entre los hijos de sus respectivas mujeres. Los dos hijos que tuvo con Mariamne, Alejandro y Aristóbulo, se criaron en Roma y eran sus herederos designados. Su ascendencia asmonea (por la madre) significaba que serían aceptados por el pueblo judío. Pero su posición privilegiada despertó la envidia de sus hermanastros, y especialmente la del hijo mayor de Herodes, Antípater, quien se propuso envenenar la mente de su padre a fin de que cambiara de opinión. Por fin (7 a.C.) fueron acusados de complotar contra su padre y ejecutados. Antípater no sacó partido alguno de estas muertes, porque tres años más tarde él mismo fue víctima de las sospechas de Herodes, y fue ejecutado pocos días antes de la muerte del mismo Herodes (4 a.C.).

La tendencia de Herodes a sospechar se ve claramente en el relato de la visita de los magos y el exterminio de los niños de Belén (Mt. 2); aun cuando dicha historia no aparece en ninguna otra parte, cualquier rumor sobre un rey rival indudablemente habría de despertar sus peores temores. Esta tendencia suya adquirió finalmente proporciones enfermizas, y en consecuencia Herodes es recordado más por sus arrebatos asesinos que por su habilidad administrativa.

En su testamento legó su reino a tres de sus hijos: Judea y Samaria a Arquelao (Mt. 2.22), Galilea y Perea a Antipas, y los territorios del NE a Felipe (Lc. 3.1). Dichos legados fueron ratificados por Augusto.

2. Arquelao (“Herodes el etnarca” en sus monedas). Reinó en Judea “en lugar de Herodes su padre” (Mt. 2.22) del 4 a.C. al 6 d.C., pero sin el título de rey. Era el hijo mayor de Herodes y de su mujer samaritana Maltace, y, de los hijos de Herodes, es el que tiene peor reputación. Ofendió las susceptibilidades religiosas de los judíos al casarse con Glafira, la viuda de su hermanastro Alejandro. Continuó la política edilicia de su padre, pero su gobierno represivo se hizo intolerable; una delegación de la aristocracia de Judea y Samaria viajó por fin a Roma a advertir a Augusto de que, a menos que Arquelao fuese destituido, habría una revolución en gran escala. Por consiguiente, Arquelao fue depuesto y desterrado, y Judea se convirtió en provincia romana, administrada por prefectos designados por el emperador.

3. “Herodes el tetrarca” (Lc. 3.19, etc.), que llevaba el nombre distintivo de Antipas. Era el hijo menor de Herodes y Maltace, y heredó las porciones del reino de su padre correspondientes a Galilea y Perea. En los evangelios ocupa un lugar prominente, principalmente por su participación en el encarcelamiento y la ejecución de Juan el Bautista (Mr. 6.14–28), y por su breve encuentro con Jesús cuando éste le fue enviado por Pilato para ser juzgado (Lc. 23.7ss). El relato dice que Jesús lo describió una vez como “aquella zorra” (Lc. 13.31s). Era el más capaz de los hijos de Herodes, y un gran edificador, como su padre; la ciudad de Tiberias en el lago de Galilea fue edificada por él (22 d.C.), y le dio ese nombre en honor al emperador Tiberio. Se casó con la hija del rey nabateo *Aretas IV, pero se divorció de ella con el fin de casarse con *Herodías, la mujer de su medio hermano Herodes Felipe. Según los evangelios sinópticos, Juan el Bautista atrajo sobre si la ira de Antipas porque denunció su segundo matrimonio como ilegal; dice Josefo (Ant. 18.118) que Antipas temía que la gran multitud de pueblo que seguía a Juan pudiera transformarse en una revuelta. Naturalmente que Aretas se resintió ante el insulto que significaba para su hermana, y aprovechó la oportunidad pocos años después para hacerle guerra a Antipas (36 d.C.). Las fuerzas de Antipas sufrieron una seria derrota, y Josefo dice que mucha gente consideraba que la derrota era la retribución divina por la muerte de Juan el Bautista. En el 39 d.C. Antipas fue denunciado ante el emperador Cayo por su sobrino Agripa (véase 4) como conspirador; fue depuesto de su tetrarquía y terminó sus días en el exilio.

4. “El rey Herodes” (Hch. 12.1), conocido por el nombre de Agripa. Era hijo de Aristóbulo y nieto de Herodes el Grande. Después de la ejecución de su padre en el 7 a.C., se crió en Roma, en íntima asociación con la familia imperial. En el 23 d.C. estaba tan endeudado que tuvo que abandonar Roma. Por un tiempo recibió casa y comida en Tiberias de su tío Antipas, gracias a su hermana Herodías, con la que Antipas se había casado poco antes. Pero se peleó con Antipas y en el 36 d.C. volvió a Roma. Allí ofendió al emperador Tiberio y fue encarcelado, pero al morir Tiberio al año siguiente fue liberado por el nuevo emperador Cayo (Calígula), de quien recibió el título de rey, con territorios al NE de Palestina como reino. Cuando Antipas fue desterrado en el 39 d.C., Galilea y Perea fueron agregadas al reino de Agripa. Cuando Claudio llegó a emperador en el año 41 d.C. aumentó todavía más el reino de Agripa al darle Judea y Samaria, de modo que Agripa gobernaba en un reino aproximadamente igual en extensión al que había tenido su abuelo. Se granjeó la buena voluntad de sus súbditos judíos, quienes veían en él a un descendiente de los asmoneos (a través de su abuela Mariamne) y en consecuencia lo aprobaron. Su ataque contra los apóstoles (Hch. 12.2s) quizá tuvo mejor acogida popular de lo que hubiera ocurrido en épocas anteriores, como consecuencia de la reciente fraternización de estos con los gentiles (Hch. 10.1–11.18). Su muerte repentina, a la edad de 54 años (44 d.C.), se registra por Lucas (Hch. 12.20ss) y Josefo (Ant. 19.343ss), de modo tal que los dos relatos se complementan y se clarifican mutuamente. Dejó un hijo, Agripa (véase 5) y dos hijas: Berenice (nacida en el 28 d.C.), mencionada en Hch. 25.13ss, y Drusila (nacida en 38 d.C.), que vino a ser la tercera esposa del procurador Félix (cf. Hch. 24.24).

5. Agripa, hijo de Herodes Agripa (véase 4), nacido en 27 d.C. Se lo juzgó demasiado joven para suceder a su padre en el reino. Más tarde, sin embargo, recibió de Claudio el título de rey, con territorios al N y al NE de Palestina, que fueron aumentados por Nerón en el año 56 d.C. Cambió el nombre de su capital de Cesarea de Filipo a Neronías, en homenaje a Nerón el emperador. Desde el 48 al 66 d.C. gozó de la prerrogativa de designar a los sumos sacerdotes judíos. Hizo todo lo que pudo para impedir que estallara la guerra judaica contra Roma en el año 66 d.C.; cuando sus esfuerzos resultaron inútiles permaneció leal a Roma, y fue recompensado con un nuevo aumento de su reino. Murió sin hijos alrededor del 100 d.C. Para los lectores del NT es más conocido por su encuentro con Pablo (Hch. 25.13–26.32), a quien acusó, en son de broma, de tratar de hacerlo cristiano (Hch. 26.28).

Bibliografía. J. González-Echegaray, “Herodes”, °EBDM, t(t). III, cols. 1192–1206; E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, 1985, t(t). I, pp. 374–514, 774; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1973, pp. 174–182.

Josefo, Ant. 14–20 pass., GJ 1–2 pass.; A. H. M. Jones, The Herods of Judaea, 1938; S. Perowne, Life and Times of Herod the Great, 1956; id., The Later Herods, 1958; F. O. Busch, The Five Herods, 1958; H. W. Hoehner, Herod Antipas, 1972; A. Schalit, König Herodes, 1968.

F.F.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Griego, Herodes, de Heros)

Herodes fue el nombre de varios gobernantes mencionados en el Nuevo Testamento y en la historia. Era conocido mucho antes de la época de los Herodes bíblicos. (Vea Schürer, “Hist. of the Jewish People”, etc., Div. I, V. I, p. 416, nota.) Los Herodes relacionados con la historia temprana del cristianismo son los siguientes:

Contenido

  • 1 Herodes el Grande
  • 2 Arquelao
  • 3 Antipas
  • 4 Agripa I
  • 5 Agripa II

Herodes el Grande

Herodes, apodado el Grande, llamado por Grätz “el genio malvado de la nación Judía” (Hist. V. II, p. 77), fue hijo de Antípatro, un idumeo (Flavio Josefo, “Guerras”, I, VI, 2). Los idumeos fueron conquistados por Juan Hircano cerca del fin del siglo II a. C., y obligados a vivir como judíos, para ser considerados como tales (F. Josefo, “Antigüedades Judaicas”, XIII, IX, 4). Sin embargo, Antígono llama a Herodes “medio judío” (Cfr. Ibíd., XIV, XV,2, y la nota en Whiston), mientras que los judíos, cuando así convenía a sus intereses, hablaban de Herodes su rey como de “judío por nacimiento” (Ibíd. XX,VIII,7). Antípatro, el padre de Herodes, había colaborado con los romanos en el Oriente, y fue el favor de Roma lo que elevó a la familia herodiana al nivel de preeminencia y poder que llegó a alcanzar. Herodes nació el año 73 a. C., y se le menciona por primera vez como gobernador de Galilea (Ibíd.. XIV, IX, 2). El texto citado dice que tenía 15 años de edad, lo cual en un error evidente. Quizás quería decir 25, pues murió cerca de cuarenta y cinco años después “a los setenta años de edad” (F. Josefo, “Las Guerras de los Judíos” I, XXXIII,1). Su carrera supera con mucho a la de muchos héroes de ficción. Siempre supo congraciarse con los favoritos de la suerte en el cambiante escenario de la historia romana. Los jóvenes Octavio y Antonio lograron, el año 40 a.C., que el Senado romano le diera la corona de Judea, y subió al templo de Júpiter a dar gracias a los dioses de Roma acompañado de esos dos poderosos amigos. Antígono fue degollado el año 37 a.C. y desde ese momento Herodes se convirtió en rey de hecho y no sólo de nombre. Contrajo matrimonio con Mariamne el año 38 a.C. y al entrar de ese modo en alianza matrimonial con los Asmoneos, populares entre los judíos, Herodes reforzó su posesión del trono (Ibíd.. I, XII, 3).

El reino de Herodes se divide naturalmente en tres períodos: 37-25 a.C. son los años de desarrollo; 25-13 a.C., los de esplendor real; 13-4 a.C., los de problemas y tragedias domésticas. Durante el primer período se afirma en el trono haciendo a un lado a sus rivales de la línea asmonea. Asesina a Hircano y a Aristóbulo, abuelo y hermano de Mariamne, respectivamente. A este último lo había nombrado sumo sacerdote, a pesar de tener sólo 17 años. Su único delito fue haber sido muy populares ( F. Josefo, “Antigüedades”, XV,VI,1,III,3). También Mariamne fue ejecutada, en 29 a.C. Y la madre de ésta, Alejandra, en 28 a.C. Debido a su amistad con Antonio, quien había sido vencido por Octaviano en Actium, en 31 a.C., Herodes temía por su vida y viajó a Rodas con un dogal al cuello, como un criminal, para dialogar con el conquistador. Finalmente, César lo confirmó en el trono, ampliando, además, su territorio (F. Josefo, “Guerras”, I, XX).

Herodes y sus hijos eran constructores. Con las riendas del reino en la mano y habiendo tomado venganza de sus enemigos, adornó su territorio con ciudades y templos en honor del emperador y de los dioses. Construyó Samaria y la llamó Sebaste, por el nombre griego de Augusto. También edificó Cesarea con su magnífico puerto. Debido a sus gustos griegos, Herodes erigió teatros, anfiteatros e hipódromos para los juegos que se celebraban en tiempos definidos incluso en Jerusalén (F. Josefo “Antigüedades”, XV, VIII, 1, XVI, V,1; “Guerras”, I,XXI, 1, 5). Si tomamos en cuenta los templos que edificó en honor de los falsos dioses- el de Apolo, por ejemplo, en Rodas (F. Josefo “Antigüedades”, XVI,V,3)- podemos deducir que fue más vanidad que piedad lo que le sugirió la mayor obra de su reino, el Templo de Jerusalén. Este fue comenzado en el año dieciocho de su reinado (Josefo, Ibíd., XV, XI, 1), o sea, alrededor del año 22 a.C. (Grätz, “Gesch. d. Jud.” V. III, 187). El texto de Josefo (“Guerras”, I, XXI, 1) dice que fue en el año quince, pero el historiador cuenta desde la muerte de Antígono, 37 a.C., lo que nos da la fecha mencionada arriba. El discurso que Herodes pronunció para esa ocasión, aunque lleno de piedad, puede ser interpretado a la luz de lo que dijo él mismo a los magos de Oriente: “para ir también yo a adorarle” (Mt 2, 8; “Antigüedades”, XV, XI, 1). Josefo describe el Templo (Ibíd.., XV, XI; Cfr. Edersheim, “The Temple, its ministry and services”, I y II), y el Nuevo Testamento habla de la solidez de su arquitectura (Mt 24, 1; Mc 13,1). Juan (2, 20) menciona que corrieron 46 años desde el inicio de la construcción, pero se requiere jugar con las cifras para hacer concordar ese número con la historia, tanto del segundo templo como del que fue edificado por Herodes.

Los horrores del hogar de Herodes contrastaban fuertemente con el esplendor de su reino. El haberse desposado con diez mujeres (F. Josefo “Guerras”, I, XXVIII, 4- nota en Whiston), de las que tuvo muchos hijos, hizo que el demonio de la discordia provocara frecuentes tragedias familiares. Incluso mandó matar a sus hijos Aristóbulo y Alejandro, 6 a.C., a quienes Antípatro, otro hijo, nacido de Doris, había acusado de conspirar contra la vida de su padre (F. Josefo “Antigüedades”, XVI, XI). Este mismo Antípatro, cuya crueldad lo hacía verdadero hijo de Herodes, y quien había causado la muerte de tantos, fue él mismo acusado y convicto de haber intentado envenenar, y finalmente, matar a su padre (Flavio Josefo “Guerras”, I, XXXIII, 7). La última alegría del rey moribundo se la proporcionó la carta de Roma que lo autorizaba a matar a su hijo. Cinco días después murió, como otro Antíoco sujeto a una maldición. La descripción que hace Josefo- siguiendo a Nicolás de Damasco, su amigo y biógrafo- (“Antigüedades”, XVII, VI, VII, VIII; “Guerras”, I, XXXIII) de su muerte y de las circunstancias que la acompañaron es tan gráfica que sólo puede haber sido hecha por un testigo ocular. En el balneario de Calirroe, al este del Mar Muerto, buscaba el rey reposo de la enfermedad que lo llevaría a la muerte. Cuando se acercaba su fin, dio órdenes de encerrar en el hipódromo de Jericó a los principales personajes del país y matarlos en cuanto él muriera, para que no faltaran lágrimas en su sepelio. No fue obedecida orden tan bárbara. Por el contrario, los judíos celebraron el día de su muerte como uno de fiesta, para celebrar su liberación de esa tiranía. (Grätz, “Gesch. D. Jud.”, III, 195)- “Hist.” (en inglés), II, 117). Arquelao, a quien Herodes había nombrado heredero al descubrirse la perfidia de Antípatro, lo sepultó con gran pompa en Herodión, llamado por algunos Monte Franco, al sureste de Belén, en la tumba que el rey había preparado para si mismo (F. Josefo, “Antigüedades”, XVII, VIII, 2, 3; “Guerras”, I, XXXIII, 8,9). La muerte de Herodes reviste importancia por su relación con el nacimiento de Cristo.

El eclipse mencionado por Josefo (“Antigüedades”, XVII, VI, 4), quien también describe la duración de reinado de Herodes- 37 años a partir del día en que fue designado rey por los romanos, en el año 40 a.C., o 34 años a partir de la muerte de Antígono, 37 a.C. (“Antigüedades judaicas” XVII, VIII, 1)- ubica la muerte de Herodes en la primavera de 750 A.U.C., o 4 a. C. Cristo nació antes de la muerte de Herodes (Mt 2, 1), pero no se sabe claramente con cuántos años de anterioridad. Las posibles fechas están entre el 746 y el 750 A.U.C. (Véase una relación de opiniones y argumentos en Gigot, “Outlines of New Testament History”, 42, 43). Los dones físicos y mentales de Herodes eran muchos. “Era un guerrero tal que no se le podía vencer…la fortuna también le era favorable” (F. Josefo, “Guerras”, I, XXI, 13), pero también “era un hombre de gran violencia para todos por igual, y esclavo de sus pasiones, por encima de cualquier consideración de lo que era bueno” (F. Josefo “Antigüedades judaicas”, XVII, VIII, 1). Sus defectos predominantes eran los celos y la ambición, que lo llevaban a sacrificar aún a quienes le eran más cercanos y queridos: el asesinato y la munificencia eran ambos buenos instrumentos para lograr sus fines. La matanza de los Inocentes cuadra perfectamente con lo que la historia nos narra de él, y la afirmación que hace San Mateo no se considera refutada por el simple silencio de Flavio Josefo. Este sigue a Nicolás de Damasco, para el cual, como personaje de la corte, Herodes era un héroe. Es por ello que Armstrong (en Hastings, “Dict. of Christ and the Gospels”, s. v., “Herod”) con justicia acusa a quienes, como Grätz (Gesch. D. Jud. III, 194- Hist. (inglés), II, 116), por motivos subjetivos consideran que la narración del Evangelista constituye una leyenda posterior. Macrobio, quien escribe al inicio del siglo V, narra que Augusto, enterado de que entre los niños a los que Herodes había ordenado matar estaba su propio hijo, expresó: “Es mejor ser un puerco de Herodes que su hijo” (Saturn. II, 4). En el texto griego se encuentra una bon mot y una relación entre las palabras utilizadas que los etimologistas pueden reconocer incluso en otro idioma. Se hace alusión a la ley judía que prohibía comer carne de puerco y la anécdota contiene elementos extra bíblicos. “cruel como es la matanza, desaparece ante las crueldades de Herodes. Por eso no es de sorprender que la historia no nos hable de ella” [Maas, “Life of Christ” (1897), 38 (nota); el autor hace notar, como otros lo han hecho, que el número de niños no debió haber sido grande].

Arquelao

Arquelao, hijo de Herodes el Grande, fue educado en Roma con su hermano Antipas (F. Josefo “Antigüedades”, XVII, I, 3), y se convirtió en el heredero según el último testamento de su padre (Ibíd.. XVII, VIII, 1). A la muerte de este último Arquelao fue aclamado por el pueblo ante el que pronunció un discurso en el que afirmó que su título y autoridad dependían de la buena voluntad de César (Ibíd.. XVII, VIII, 4). Ya libres de la tiranía de Herodes por la muerte de éste, los judíos solicitaron a César que los pusiera bajo la jurisdicción de los presidentes de Siria. No queriendo, sin embargo, comprometer la voluntad de Herodes, César otorgó a Arquelao la mitad del reino de su padre, con el título de etnarca, y condicionando el título de rey a “su comportamiento virtuoso”. El Nuevo Testamento dice que reinó (Mt 2, 22), y Flavio Josefo (Ibíd. VII, VIII, 2, IX, 2) lo llama rey, por cortesía, pues los romanos jamás lo llamaron así. Su territorio incluía Judea, Samaria e Idumea con las ciudades de Jerusalén, Cesarea, Sebaste y Joppe (Ibíd.. XVII, XI, 2, 4, 5). Pronto suscitó oposición al contraer matrimonio con la esposa de su hermano- un crimen como el de Antipas, posteriormente. Y acusado de crueldad por sus súbditos “incapaces de soportar el uso bárbaro y tiránico que él hacía de ellos”, fue desterrado a Viena, en la Galia, 7 d.C., al décimo año de su gobierno (Ibíd. XVII, XI, XIII, 1, 2). El Nuevo Testamento nos dice que José, temeroso de Arquelao, fue a vivir a Nazaret (Mt 2, 22-23) y algunos intérpretes piensan que en la parábola (Lc 19, 12-27) Nuestro Señor se refiere a Arquelao, a quien los judíos no deseaban como rey, y quien, elevado al poder por César, tomo venganza de sus enemigos. “Ya sea que el Señor haya tenido en mente a Arquelao, o que haya hablado en forma general, ciertamente las circunstancias cuadran perfectamente con su caso” (MacEvilly, “Exp, of the Gospel of Saint Luke”).

Antipas

Antipas fue hijo de Herodes el Grande, a cuya muerte se convirtió en gobernante de Galilea. Contrajo matrimonio con la hija de Aretas, rey de Arabia, pero luego vivió con Herodías, la esposa de su propio hermanastro, Filipo. Esta unión con Herodías es mencionada y criticada por Josefo (Ibíd.. XVIII, V) y por el Nuevo Testamento, y finalmente llevó a Antipas a su ruina. Lo lanzó a una guerra contra Aretas en la que perdió su ejército, calamidad que Josefo señaló como “castigo por lo que hizo en contra del llamado Bautista, a quien Herodes asesinó, a pesar de ser un hombre bueno que amonestaba a los judíos a ejercitar la virtud, a ser justos unos con otros y piadosos ante Dios, y a acercarse al bautismo” (Ibíd.. XVIII, V, 2). El Nuevo Testamento nos explica la razón por la que Herodías quería la cabeza de Juan. Ella estaba casada con Herodes Filipo- distinto del tetrarca del mismo nombre- quien vivía en Roma como ciudadano común, y con el que había tenido una hija, Salomé. Al abandonar a su marido para casarse con Antipas actuó en contra de la ley. Juan amonestó a Antipas por esa unión adúltera y Herodías se vengó (Mt 14, 3-12; Mc 6, 17-29). Josefo no dice que la muerte de Juan haya de ser atribuida al odio de Herodías, sino a los celos que sentía Herodes por la influencia que ejercía Juan sobre el pueblo. El Bautista fue enviado a la torva fortaleza de Maqueronte, en las montañas al este del Mar Muerto, y ejecutado allí (F. Josefo “Antigüedades” XVIII, V, 2). Grätz (Gesch. d. Jud., III, xi, 221 – Hist. (inglés), II, 147), como en otras ocasiones, cree que la descripción evangélica no pasa de ser una leyenda, pero Schürer admite que tanto Josefo como los evangelistas pueden tener razón, ya que no hay contradicción en sus narraciones (Hist. of the Jewish People, etc., Div. I, V, ii, 25). La más famosa de las ciudades construidas por Antipas fue Tiberíades, en la orilla occidental del Mar de Galilea. La llamó así en honor de su amigo, el emperador Tiberio, y la hizo capital del tetrarcado. La ciudad, a su vez, dio su nombre al mar y así ha quedado hasta hoy. Por largo tiempo fue una gran escuela de estudios judíos. Fue ante este Herodes que Jesús compareció y fue injuriado (Lc 23, 7-13). Antipas había ido a Jerusalén para la Pascua, y se le nombra junto a Pilatos como enjuiciador de Cristo (Hech 4, 27). La enemistad que existía entre él y Pilatos nació cuando este último hubo de condenar a muerte a algunos galileos que pertenecían a la jurisdicción de Herodes (Lc 13, 1). Lucas (23, 12) afirma que luego se dio una cierta reconciliación entre ellos. Cuando Herodías se percató de lo bien que le había ido a su hermano Agripa en Roma, de donde volvió convertido en rey, aconsejó a Antipas que visitara a César y obtuviera el título real, ya que hasta entonces no lo era, sino sólo tetrarca de Galilea- aunque a veces el Nuevo Testamento lo llama rey (Mt 14, 9; Mc 6, 14), y lo mismo hace Josefo con Arquelao (“Antigüedades”, XVIII, IV, 3) sin que fuese nunca rey, sino únicamente etnarca. Sin estar de acuerdo con el consejo, Antipas acudió a Roma, y pronto supo por sus mensajeros que Agripa lo había acusado ante Calígula de conspiración contra los romanos. El Emperador lo desterró a Lyón, en la Galia (Francia), en 39 d. C. Herodías lo acompañó (F. Josefo “Antigüedades”, XVIII, VII, 2). Josefo dice (“Guerras”, II, IX, 6); “Herodes murió en España a donde le había seguido su esposa”. No se conoce el año de su muerte. Para reconciliar las dos afirmaciones de Josefo acerca del lugar del exilio y muerte, véase Smith, “Dictionary of the Bible”, s.v. “Herodias” (nota).

Agripa I

Agripa I, también llamado el Grande, era nieto de Herodes el Grande y Mariamne, hijo de Aristóbulo y hermano de Herodías. La historia de su vida y su caprichosa suerte es más fantástica que las novelas. Durante el reinado de Tiberio estaba endeudado y preso en Roma. Pero Cayo, quien llegó al trono en 37 d.C., lo nombró rey de todos los territorios antes gobernados por Filipo y Lisanias, a lo cual se le añadió el tetrarcado de Antipas, cuando éste fue desterrado en 39 d.C. (“Antigüedades”, XVII, VI, VII). Dos años después el emperador Claudio, a quien había ayudado Agripa a alcanzar el trono, le dio también Samaria y Judea (Ibíd.. XIX, IV, 1), de modo que el reino que llegó a poseer fue mayor que el de su abuelo Herodes (Ibíd.. XIX, V, 1). Como todos los otros Herodes, él también fue un constructor, y, según Josefo, fortaleció las murallas de Jerusalén de tal modo que el Emperador se alarmó y le ordenó “abandonar la construcción de las murallas inmediatamente” (Ibíd.. XIX, VII, 2). De sus antecesores asmoneos parece haber heredado su amor y celo por la ley (Ibíd.. XIX, VII, 3). Esta característica, aunada a su deseo de complacer al pueblo (Ibíd.), explica porqué encarceló a Pedro y mandó matar a Santiago (Hech 12, 1-3). Su muerte, descrita en Hech 12, 21-23, lo muestra entregando “su espíritu, comido por los gusanos”. Murió en Cesarea durante un gran festival público, en el que la gente, habiéndolo oído hablar, decía: “es la voz de un dios y no la de un hombre”. Esto lo llenó tanto de orgullo que “un ángel del Señor lo golpeó, ya que no había dado el debido honor a Dios”. Josefo hace básicamente la misma descripción, aunque afirma que un búho se le apareció al rey para anunciarle su muerte, del mismo modo que se había aparecido anteriormente para anunciarle su buena fortuna (Ibíd.. XIX, VIII, 2). Su muerte aconteció en 44 d.C., a sus 44 años de edad y séptimo de su reinado (Ibíd..). Grätz lo considera uno de los mejores Herodes (Gesch. d. Jud., III, xii; Hist. (inglés), II, vii), pero los cristianos no están muy dispuestos a afirmar lo mismo.

Agripa II

Agripa II era hijo de Agripa I. El emperador Claudio quería que Agripa II heredara el reino de su padre el año 44 d.C., a la muerte de este último, pero se le convenció de que un joven de diecisiete años difícilmente podría asumir tales responsabilidades (F. Josefo, “Antigüedades”, XIX, IX). Alrededor del año 50 d.C. fue coronado rey de Calcis (F. Josefo, “Guerras”, II, XII,1) y, posteriormente, gobernante de un territorio mucho más extenso, que incluía las tierras antes regidas por Filipo y Lisanias (Ibíd.. II, XII, 8). También fue rey titular de Judea, en donde, en 20 años designó siete sumos sacerdotes (Grätz, “Gesch. d. Jud.”, III, xiv — “Hist.” (Inglés), II, ix). Cuando los judíos quisieron liberarse del dominio romano en tiempos de Floro, Agripa les mostró lo insensato de las medidas de violencia, y les dio un recuento detallado de los vastos recursos del Imperio Romano (F. Josefo “Guerras”, II, XVI, 4). San Pablo apeló a este rey, a quien el gobernador Festo había turnado su caso (Hech 26). El Apóstol alaba el conocimiento que tenía el rey de “las costumbres y asuntos de los judíos (v. 3). Igualmente, Josefo apela a su juicio y lo considera un hombre muy admirable: thaumasiotatos (Contra Apio, I, ix). No fue, consecuentemente, por pura cortesía que Festo lo invitara a escuchar lo que San Pablo tenía que decir. Su respuesta a la apelación del Apóstol ha sido interpretada de varias maneras. Parece ser que San Pablo no lo convenció del todo, y esta explicación está más en concordancia con el texto que la que afirma que hay cierta ironía en las palabras del rey. La indiferencia que éste manifiesta, sin embargo, es congruente con la “gran pompa” con la que su hermana Berenice había ingresado en el salón de audiencias (Hech 25, 23). Después de la caída de Jerusalén, Agripa II vivió en Roma, donde se dice que murió en el tercer año del reinado de Trajano, 100 d.C. Grätz (Gesch. d. Jud., III, xvii, 410) da el período 71-72 d.C. como fecha de su muerte, basado en una lectura más correcta de un texto griego.

Bibliografía: Muchas historias y estudios especializados arrojan luz sobre la época y la familia herodiana, pero casi todo lo que sabemos de ello nos viene a través de Flavio Josefo. Entre otras, pueden ser consultadas las siguientes obras: SCHÜRER, Gesch. d. Jüd. Volkes im Zeitalter Jesu Christi (Leipzig, 1898-1901), con extensa bibliografía; tr. A Hist. of the Jewish People in the Time of Jesus Christ (Edimburgo, 1897-1898); GRÄTZ, Gesch. d. Jud. (III, 11 vols., Leipzig); tr. Hist. of the Jews, 6 vols. (Jew. Pub. Soc., Phila., 1891-1902), sin notas ni referencias, II; MILMAN, The History of the Jews (3 vols. Nueva York, 1870); e historias por JOST, EWALD, etc.; HASTINGS, A Dict. of Christ and the Gospels (Nueva York, 1907); EDERSHEIM, The Life and Times of Jesus the Messiah, I; FARRAR, The Herods; JOSEPHUS, Ant., Books XIV-XX; IDEM, Bel. Jud., Books I y II.

Fuente: Tierney, John. “Herod.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/07289c.htm

Traducido por Javier Algara Cossío

Fuente: Enciclopedia Católica