INMORTALIDAD CONDICIONAL

Este concepto fue sugerido en un principio por Amobio y condenado en el Concilio de Letrán en 1513, aunque hoy ha cobrado mucha actualidad. La inmortalidad es un don divino otorgado únicamente a los creyentes; los impíos, en cambio, serán aniquilados. Los que apoyan esta enseñanza argumentan que la Biblia no sustenta el punto de vista griego de la inmortalidad, que la muerte como penalidad por el pecado lleva la idea de destrucción, y que el castigo eterno se refiere a su finalidad antes que a su duración. Tratan de mantener la armonía con la Escritura apoyando la doctrina de que entre todos los que se levanten en el juicio final estarán los incrédulos quienes caerán bajo la condenación de la segunda muerte. De esta manera, ellos tratan de evitar lo que se piensa es el elemento más repugnante en la doctrina del castigo eterno sin hacer concesiones a un universalismo dudoso. Desde un punto de vista bíblico, sin embargo, no le hacen justicia a pasajes tales como Is. 66:24 (cf. Mr. 9:44, 46, 48); Mt. 22:13 y 25:46; Jn. 3:36; Hch. 1:25 y Ap. 20:10. A la vez que lo eternal no debe ser interpretado meramente en términos de duración temporal, su sentido seguramente va más allá de la idea de terminación. Finalmente, cuando la Biblia habla de la terminación de la muerte y el infierno (Ap. 20:14), es difícil pensar de una extinción total del ser para excluirlo de la presencia divina (2 Ts. 1:9) y por lo tanto de la vida real (cf. S.D.F. Salmond, The Christian Doctrine of Immortality).

Véase también el artículo Aniquilacionismo.

William Kelly

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (320). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología