JACOB

v. Israel
Gen 25:26-49:33


Jacob (heb. Yaaqôb [del verbo âqab, “tomar del talón”; “ser más listo”, “suplantar”], “tomador del talón”, “el que suplanta [suplantador]”; cun. generalmente Yaqub-El, “Jacob de[l dios] El”; egip. Y’qbir; gr. Lakob). 1. Segundo hijo de Isaac, mellizo de Esaú, padre de los 12 patriarcas y progenitor del pueblo hebreo. Rebeca, la esposa de Isaac, dio a luz a Esaú y Jacob 20 años después de haberse casado con Isaac. Ella no habí­a tenido hijos, e Isaac intercedió por ella ante Dios cuando tení­a unos 60 años de edad (Gen 25:21, 22). Antes del nacimiento de los gemelos, el Señor le dijo a Rebeca que el mayor servirí­a al menor, con lo que indicaba que Jacob habí­a de heredar la primogenitura (v 23). El nombre “Jacob” nos recuerda que nació tomado del talón de Esaú, un incidente que los padres notaron y que más tarde tomaron 598 como un signo de la relación futura de los 2 hermanos (Gen 25:26; 27:36; Hos 12:2, 3). Mientras Esaú se dedicó a la aventurera vida de cazador, en la que se distinguió, Jacob creció como un hombre tranquilo que preferí­a la rutina doméstica y pastoral del campamento (Gen 25:27). Se desarrolló una rivalidad entre los 2 hermanos, porque Isaac favorecí­a a Esaú y Rebeca a Jacob. Isaac parece que nunca estuvo totalmente reconciliado con la idea de que Jacob debí­a llegar a ser su heredero, como lo implicaba la comunicación prenatal de Dios a Rebeca (Gen 25:23), sino que aparentemente prefirió a Esaú, porque admiraba sus rasgos atrevidos, aventureros y masculinos. Rebeca, por otra parte, fue leal a la advertencia prenatal, y sin duda apreciaba la disposición práctica e industriosa de Jacob (v 28). El incidente registrado en Gen 25:29-34 describe gráficamente los caracteres dominantes de Jacob y Esaú, y proporciona una clave que explica por qué Dios rechazó a Esaú como custodio del pacto (cÆ’ Rom 9:10-13). Jacob estaba preparando una comida de lentejas cuando Esaú, débil y desanimado después de una expedición de caza infructí­fera, se acercó y le pidió una porción del potaje. Aferrándose a lo que consideraba una oportunidad para obtener la primogenitura, Jacob exigió codiciosamente que Esaú le vendiera su derecho de primogenitura antes de darle la comida. Esaú, manifestando su falta de sentido de los valores y de estabilidad emocional, renunció a la primogenitura por un plato de lentejas (Heb 12:16). Posiblemente a la edad de 137 años, Isaac le sugirió a Esaú que habí­a llegado el momento para la transferencia formal de la bendición patriarcal a él como primogénito (Gen 27:1-4). El rito se debí­a realizar sobre una comida de venado que Esaú habí­a de traer del campo (vs 3, 4). Sin embargo, por iniciativa de Rebeca, Jacob aceptó disfrazarse de Esaú ante el casi ciego Isaac con el fin de asegurarse la bendición mediante subterfugios, en la creencia errónea de que la promesa prenatal de preeminencia se perderí­a si no hací­a algo (vs 5-29). Vestido con las ropas de Esaú y cubiertas las manos y el cuello con cueros con mucho pelo para parecerse más a Esaú, que era muy velludo, Jacob le llevó al padre una comida rápidamente preparada por Rebeca, y recibió la bendición. La intriga apenas disimulada al comienzo lanzó a Esaú a la desesperación (vs 30-38), la que, sin embargo, poco después se transformó en odio y deseos de venganza (v 41). Rebeca supo de su plan para matar a Jacob, y con el pretexto de encontrar una esposa adecuada para Jacob, hizo los arreglos para que éste saliera temporariamente de Canaán para hallar seguridad en el hogar de su infancia, en Harán (vs 42-46). En camino a los 20 años de exilio, durante los cuales Rebeca murió, Jacob, que ya tení­a 77 años, por primera vez tuvo un encuentro personal con Dios como heredero de los privilegios y las responsabilidades del pacto, y prometio hacer su parte si podí­a regresar a su hogar (Gen 28:10-22). Al llegar a la proximidad de Harán, se encontró con Raquel, la sobrina de su madre, en circunstancias que recuerdan el encuentro del fiel mayordomo de Abrahán con Rebeca, la esposa para su padre, en la misma zona casi 100 años antes (29:1-12; cf 24:10-28). Tal vez ahora Jacob sintió la bendición de Dios sobre su propia misión. Como un mes después de su llegada, hizo los arreglos para casarse con Raquel ofreciendo sus servicios a su padre, Labán, durante 7 años (29:14-20). Al fin de ese perí­odo, Jacob, el astuto engañador, fue engañado, pues le dieron a Lea, la hermana mayor de Raquel, y se le pidió que sirviera 7 años más por Raquel (vs 21-30). Durante los segundos 7 años le nacieron 11 hijos y una hija: Rubén, Simeón, Leví­, Judá, Isacar, Zabulón y Dina, de Lea; Gad y Aser, de Zilpa, la criada de Lea; José, de Raquel; y Dan y Neftalí­ de Bilha, la criada de Raquel (29:31-30:24). Después de 6 años más de servicio, durante los cuales Jacob formó sus propios rebaños de ganado y de ovejas, lo que despertó los celos de Labán y de sus hijos (31:1, 43), y sospechando que tení­an un plan para privarlo de su propiedad, partió silenciosamente hacia su hogar en Canaán (30:25-31:18, 21, 31). Al saber de la huida, Labán y sus hijos siguieron a Jacob y lo al canzaron 7 dí­as más tarde (31:19-25). Advertido por Dios durante su persecución, Labán se limitó a reprender a Jacob (vs 24-35), y los 2 hombres hicieron un pacto de no agresión antes de separarse (vs 36-55). Evidencias de la presencia y la bendición divinas señalaron el viaje de retorno a Canaán: A. Una visión de ángeles en Mahanaim (Gen 32:1, 2), y luego un encuentro con el íngel de Jehová en persona junto al Jacob* (Gen 32:24-30; cf Hos 12:4). Antes de la 2ª evidencia Jacob habí­a enviado una misión de paz para calmar la ira de Esaú, pero éste respondió saliendo con 400 hombres, ostensiblemente para atacarlo (Gen 32:3-8). Esto lo confrontó con la crisis de su vida, más tarde llamada “el tiempo de angustia [de] Jacob” (Jer 30:7). B. En este 2º encuentro personal con el Señor, experimentó una completa conversión 599 y un cambio de corazón (Gen 32:9-30). También se le dio un nombre nuevo -Israel, “Dios contiende” o “Dios gobierna”- en señal de su sumisión bajo la relación del pacto (v 28). Al dí­a siguiente se encontró con Esaú, y un espí­ritu de fraternidad se restableció entre ambos hermanos (Gen 33:1-15). Jacob permaneció por un tiempo en Sucot, al este del Jordán, y más tarde se mudó a la vecindad de Siquem, donde compró una porción de tierra (vs 17-20). Aquí­ sus hijos trataron en forma traicionera a los hombres de la ciudad en el incidente con su hermana Dina, y avergonzaron grandemente a su padre dejándolo muy perplejo (cp 34), de modo que se mudó a Bet-el (35:1-8), donde Dios le confirmó nuevamente su pacto (vs 9-15). Mientras Jacob avanzaba desde Bet-el para encontrarse con su padre en Mamre, cerca de Hebrón (v 27), murió Raquel al dar a luz a Benjamí­n, y Jacob la enterró cerca de Efrata (vs 16-20). Un poco más tarde murió Isaac, y sus 2 hijos lo sepultaron en el cementerio familiar en Hebrón (vs 28, 29; cf 49:31). Por varios años, Jacob permaneció en el sur, donde Abrahán e Isaac habí­an pasado tanto tiempo, sin duda mudándose de un lugar a otro con el fin de encontrar pastos para sus rebaños (37:1). 272. El pozo de Jacob, con la antigua cavidad en la parte superior antes que la cambiaran las remodelaciones modernas. Durante este tiempo, Jacob manifestó la misma parcialidad imprudente en favor de su hijo José (Gen 37:3, 4), como la que su padre Isaac habí­a mostrado hacia Esaú (25:28), con resultados funestos semejantes. La crisis se produjo unos 12 años antes de la muerte de Isaac (cÆ’ 25:26; 37:2; 41:46, 47, 54; 45:6; 47:9), cuando José fue vendido como esclavo a Egipto por sus hermanos mayores (37:23-36). Privado de José durante 22 años (vs 32- 35), a quien pensaba muerto desde entonces, al principio reaccionó con incredulidad cuando le contaron que su hijo no sólo estaba vivo, sino que era el prí­ncipe de la tierra de Egipto (45:25, 26). Por invitación de José, y por causa de la severidad de la sequí­a que entonces azotaba Palestina (vs 9-15), emigró a la tierra de los faraones (45:27, 28; 46:1) a la edad de 130 años (47:9), y pasó los 17 restantes de su vida allí­. A los 147 años llamó a sus 12 hijos para bendecirlos, y murió (cps 48 y 49). José hizo embalsamar a su padre y lo enterró en la cueva de Macpela,* cerca de Hebrón, el cementerio ancestral de la familia (50:1-13; cf 23:3-20; 49:29-33). 2. Descendientes de Jacob; colectivamente, de todas las generaciones (Num 23:21; Isa 2:5; etc.). 3. Padre de José, esposo de Marí­a, de acuerdo con la genealogí­a de Cristo que da Mateo (Mat 1:15, 16). 4. Pozo (heb. bi’r Yaqûb) o manantial profundo, a más o menos 1 km al sur de ‘Askar (uno de los posibles sitios de Sicar) y a unos 3 km al este de Nablus, en la falda oriental del monte Gerizim. Está cerca de la bifurcación de un camino que viene de Jerusalén (una de las cuales conduce a Samaria, y la otra a Tirsa y Bet-seán). El pozo fue cavado por Jacob cuando acampó en la vecindad de Siquem, quizá para obtener agua para su familia, sin entrar en conflicto con el pueblo de Siquem (Joh 4:12; Gen 33:18-20; 37:12). Allí­ tuvo Jesús la memorable conversación con la mujer samaritana (Joh 4:5-26). El pozo actual (fig 272), que sin duda es el mismo, era originalmente mucho más profundo que sus 23 in actuales, ya que la parte inferior se ha llenado de escombros. Su diámetro es de unos 2,25 m; su parte superior está construida con mamposterí­a, mientras que la parte más profunda está excavada en la roca calcárea. La calidad del agua es mucho mejor que la de otros manantiales en el valle. El pozo ahora está dentro de la cripta de una antigua iglesia griega. La iglesia ha estado en proceso de reconstrucción por muchos añHos_600

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hijo de Isaac y Rebeca, nieto de del patriarca Abraham y hermano mellizo de Esaú. J. es el tercer patriarca del pueblo hebreo, tronco de los israelitas. interpretación del nombre: El nombre de J. quiere decir †œDios proteja†, abreviatura de Ya†˜ aqob; sin embargo, tiene una etimologí­a popular, que proviene de dos acontecimientos en la vida del patriarca: que el nombre significa †œel que agarra el talón†, †˜aqueb, por lo que sucedió cuando nacieron Esaú y J.: †œDespués salió su hermano, cuya mano agarraba el talón de Esaú, y se le llamó Jacob†, Gn 25, 26; y que el nombre quiere decir †œsuplantador†, porque J. suplantó, †˜ âqab, a su hermano mayor, con la complicidad de su madre, y su padre le dio la bendición que le correspondí­a a Esaú, Gn 27. ® Israel.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., ya†™aqov, suplantador). Isaac se casó con Rebeca, hermana de su tí­o Labán, cuando tení­a 40 años de edad (Gen 25:20). Como respuesta a su oración a favor de su esposa estéril, Dios permitió que ésta concibiera gemelos (Gen 25:21). Un incidente pre-natal poco común hizo que ella consultara al Señor, quien le reveló que sus hijos serí­an los fundadores de dos grandes naciones (Gen 25:23). La ominosa rivalidad que se inició en el vientre se hizo visible durante el nacimiento de estos niños.

Esaú nació primero; Jacob lo siguió de inmediato con su mano asida al talón de Esaú, y llamaron su nombre Jacob, que significa uno que pone tropiezo o suplantador (Gen 25:25-26). Rebeca favoreció a Jacob (Gen 25:28), mientras que Isaac favoreció a su hijo mayor Esaú. La sagacidad de Jacob se deja ver en la manera que indujo a Esaú para que le vendiera su primogenitura (Gen 25:27-34).

Después de engañar a Esaú para robarle la bendición de Isaac (Génesis 27), y mientras huí­a hacia Harán, Jacob tuvo un sueño. Soñó con una escalera y los ángeles de Dios subí­an y descendí­an por ella (Gen 28:1-22). Dios le prometió a Jacob que él heredarí­a la tierra y que tendrí­a muchos hijos (Gen 28:10-15). A es-te lugar Jacob le puso por nombre Betel, casa de Dios (Gen 28:16-19), prometiendo que diezmarí­a de todo lo que adquiriera (Gen 28:20-22). En Harán Jacob fue a vivir al hogar de su tí­o Labán (Gen 29:1-14), y le sirvió por veinte años por sus hijas Lea y Raquel (Gen 29:1-30).

El conflicto entre Jacob y Esaú tuvo su contraparte en el conflicto entre Lea y Raquel, quienes juntamente con sus siervas (Zilpa y Bilha) le dieron 11 hijos y una hija a Jacob (capí­tulos 29—31). Jacob huyó de Labán llevándose a su familia y todas sus posesiones.

Cuando regresaba a su hogar, Jacob supo que su hermano Esaú vení­a a su encuentro con un considerable grupo de guerreros. Luchó con el ángel del Señor y obtuvo un nuevo nombre: Israel, es decir, prí­ncipe de Dios (Gen 32:24-32). El encuentro con Esaú estuvo lleno de emociones (Gen 33:1-17). Después Jacob viajó a Siquem; este fue el lugar donde Dina fue violada y donde después Simeón y Leví­ mataron a los hombres del lugar y saquearon la ciudad (Gen 34:1-31). Jacob huyó a Betel. Aquí­ nació el décimo segundo hijo de Jacob, Benjamí­n, hijo de mi mano derecha, pero Raquel murió durante el alumbramiento (Gen 35:1-20). Después de una hambruna en Palestina, Jacob se fue a Egipto donde su hijo José se habí­a convertido en el principal gobernador del faraón (capí­tulos 42—46). Aquí­ fue donde Jacob murió tiempo después (cap. 49).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(suplantador).

Hijo de Isaac y Rebeca; mellizo menor de Esaú, a quien le compró la primogenitura por un plato de lentejas: (Gen 25:21-34).

– Obtuvo con engano la bendición de su padre Isaac, Ge.27.

– Huyó a Haran, porque su hermano lo querí­a matar. En el camino tuvo la visión de una escalera, Ge.27-28, con ángeles que subí­an y bajaban, comprendiendo que Dios es un Dios personal, que se comunica con los hombres, ¡es el Dios de Jacob!, que le renovó las promesas de Abraham.

– Sirvió a Labán, que también era un pillo, y se casó con sus hijas, Lea y Raquel, Ge.29.

– Tuvo 12 hijos y una hija, de sus 2 esposas, y de sus 2 criadas, que formaran las 12 Tribus de Israel.

– Huyó de Labán, y luchó con el ángel del Senor en Peniel, que le cambió el nombre por “Israel”: (el que lucha con Dios), aprendiendo que, si bien la bendición es un don gratuito, hay que luchar para conservarla, Ge.32.

– Se reconcilió con Esau, Ge.33.

– Fue a Egipto durante una gran hambre, Ge.42.

– Murió en Egipto, después de bendecir a los hijos, haciendo hincapié en el papel de Judá, ascendiente de Jesucristo, Ge.49.

2- Padre de San José, Mat 1:15-16.

3- El pozo de Jacob es donde Jesús se encontró con la samaritana Jn.4.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(Suplantador, o el que toma el talón).

Patriarca. Hijo de Isaac y Rebeca. Era mellizo con Esaú, quien nació primero. J. salió del vientre de su madre †œtrabada su mano al calcañar de Esaú†. Se distinguió desde joven por ser †œvarón quieto, que habitaba en tiendas†, siendo el preferido de su madre (Gen 25:19-28). †œGuisó J. un potaje† que apeteció Esaú, quien lo comió a cambio de los privilegios de su primogenitura. Llegado el momento de bendecir a sus hijos, Isaac pidió a Esaú que le trajera del campo alguna pieza y le hiciera un guisado como a él le gustaba. J., aconsejado por su madre, se disfrazó y engañó a su anciano padre haciéndose pasar por Esaú y recibió la bendición del primogénito. Cuando Esaú vino y lo supo †œclamó con una muy grande y muy amarga exclamación†. Y aunque recibió otra bendición de su padre, †œaborreció a J. por la bendición con que su padre le habí­a bendecido†, y comentó: †œLlegarán los dí­as del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob†. Rebeca, oyendo esto, sugirió a J. que se fuera a vivir a casa de su hermano Labán y que se casara allí­ (Gen 27:1-46).

Isaac volvió a bendecir a J. cuando salió hacia Padam-aram. En el viaje, se detuvo a dormir en un lugar donde tuvo un sueño de †œuna escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí­ ángeles de Dios que subí­an y descendí­an por ella†. En lo alto de la escalera estaba Jehová, quien le prometió bendecirle y estar con él. En aquel sitio J. hizo un pacto con Dios y realizó una libación sobre la piedra que habí­a utilizado para dormir y le puso el nombre de Bet-el (Gen 28:1-22).

J. fue recibido por Labán y pidió por esposa a Raquel, su hija. Se llegó a un arreglo con Labán de que así­ serí­a, a cambio de que sirviera a Labán por siete años, los cuales cumplió. †œY le parecieron pocos dí­as, porque la amaba†. Pero llegado el dí­a de la boda Labán lo engañó, dándole a su otra hija, Lea. Jacob tuvo que trabajar por otros siete años por el privilegio de tener a Raquel como esposa también. Lea le dio a J. sus cuatro primeros hijos, que fueron †¢Rubén, †¢Simeón, †¢Leví­ y †¢Judá (Gen 29:1-35). Pero Raquel †œno daba hijos a J.†. Lo cual le condujo a pedir a su esposo que se llegara a †¢Bilha, sierva de Raquel, la cual tuvo de J. sus hijos †¢Dan y †¢Neftalí­. Viendo eso, †¢Lea pidió que se hiciese lo mismo con su sierva †¢Zilpa, quien tuvo dos hijos, que fueron llamados †¢Gad y †¢Aser. Más tarde, la misma Lea dio a luz a †¢Isacar y a †¢Zabulón y a una niña que llamó †¢Dina. También Raquel tuvo un hijo entonces, al cual llamó †¢José. J. quiso salir de la casa de Labán, pero éste le pidió que se quedara, diciéndole: †œHe experimentado que Jehová me ha bendecido por tu causa†. Así­, acordaron distintos tipos de salario para J., pero Labán cambiaba lo estipulado porque veí­a que todo lo que J. hací­a era bendecido y siempre pedí­a la parte que antes habí­a dicho que serí­a para J. éste, por su parte, hací­a arreglos para que el ganado creciera de una forma que beneficiara sus intereses. †œY se enriqueció el varón muchí­simo, y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y asnos† (Gen 30:1-43).
los hijos de Labán comenzaron a murmurar, diciendo que la riqueza de J. realmente pertenecí­a a su padre. Dios le dice a J. que regrese a su tierra. Consulta con sus esposas y éstas consienten. Así­ †œJ. engañó a Labán arameo, no haciéndole saber que se iba. Huyó, pues, con todo lo que tení­a†. Cuando Labán lo supo le persiguió y le alcanzó, pero Dios le dijo en sueños que no debí­a hablar descomedidamente a su yerno. Finalmente, Labán hizo un pacto con J. y le dejó ir (Gen 31:1-55).
el encuentro con su hermano Esaú, J. envió delante de él diversos regalos. Antes de ver a Esaú, sin embargo, tuvo la experiencia de luchar con †œun varón hasta que rayaba el alba†. Este varón no se identificó a sí­ mismo, pero bendijo a J. y le dijo que a partir de aquel momento su nombre serí­a Israel †œporque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido†. Jacob interpretó que aquella experiencia habí­a sido, en realidad, con Dios, porque dijo: †œVi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma†. Llamó a aquel lugar †¢Peniel (Gen 32:1-32).
se encontraron J. y Esaú. Este último vení­a con 400 hombres, lo cual produjo cierto miedo en J., pero Esaú †œcorrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron…† J. se instaló primeramente en †¢Sucot y luego †œllegó sano y salvo a la ciudad de †¢Siquem, que está en la tierra de Canaán†, donde †œcompró una parte del campo, donde plantó su tienda, de mano de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien monedas† (Gen 33:1-20).
allí­, tuvo que sufrir la desgracia de ver a su hija Dina deshonrada y a sus hijos Simeón y Leví­ hacer una terrible venganza con los habitantes de Siquem para lavar la afrenta (Gen 34:1-31). Dios le dijo que se trasladara de aquel lugar a Bet-el, donde debí­a hacer †œun altar al Dios que te apareció cuando huí­as de tu hermano Esaú†. Así­ lo hizo. En Bet-el †œmurió Débora, ama de Rebeca†. Dios se reveló a J. de nuevo, reconfirmándole la promesa de que darí­a aquella tierra a su descendencia. Al partir de Bet-el hacia Efrata, en Belén, Raquel tuvo un nuevo parto, pero ella murió. El niño fue llamado Benjamí­n. De allí­ pasaron a †¢Migdal-edar, donde tuvo J. la tristeza de saber que su hijo mayor Rubén habí­a tenido relaciones sexuales †œcon Bilha la concubina de su padre†. Pasaron entonces a Hebrón, donde años después murió Isaac. †œY lo sepultaron Esaú y J. sus hijos† (Gen 35:1-29).

J. amó †œa José más que a todos sus hijos, porque lo habí­a tenido en su vejez†. Esto causó un problema en la familia, que vino a ser aumentado porque José daba cuenta a su padre de la mala fama de sus hermanos y, también, por unos sueños que tení­a aquel joven, según los cuales se daba la apariencia de que él vendrí­a a desarrollar un papel preponderante en la vida de todos ellos. Todo esto condujo a que los hijos de J. tomaran un dí­a a José y lo vendieran como esclavo a unos madianitas que iban a Egipto. Dijeron a J. que habí­an encontrado la ropa destrozada de José, para dar la apariencia de que habí­a sido muerto por alguna fiera. Por providencia de Dios, José llegó a ser el segundo hombre de poder en Egipto y, con el tiempo, salvarí­a a sus hermanos y a J. de una gran hambre que se produjo sobre la tierra. Así­, J. con toda su familia vino a residir en Egipto (Gn. 38 al 47). Allí­ vivió en la tierra de Gosén, hasta el dí­a de su muerte. Pero antes de morir, hizo que José le jurara que le sepultarí­a en Hebrón. Cuando estaba cerca el dí­a de la muerte, J. bendijo a los hijos de José, †¢Manasés y †¢Efraí­n, dando preferencia al último a pesar de ser el menor. Llamó también a sus hijos y los bendijo con palabras que vinieron a significar también una verdadera profecí­a sobre el futuro de la descendencia de éstos. José llevó el cadáver de su padre a †œla cueva del campo de Macpela, la que habí­a comprado Abraham con el mismo campo, para heredad de sepultura, de Efrón el heteo, al oriente de Mamre† (Gn. 48 al 50).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG TIPO ARQU HOMB HOAT

ver, DEBORA, ISRAEL, NUZU

vet, Etimologí­a: “Aquel que toma por el talón; que suplanta.” Hijo de Isaac y de Rebeca, y hermano mellizo de Esaú, alumbrado después de este último y, por ello, considerado como menor (Gn. 25:21-26). Isaac tení­a 60 años al nacimiento de sus hijos (Gn. 25:26). A Jacob le encantaba reposar en las tiendas, siendo de naturaleza apacible (Gn. 25:27). Era el favorito de su madre, en tanto que su padre preferí­a a Esaú (Gn. 25:28). Sin embargo, antes de que ambos nacieran, Dios habí­a dicho “el mayor servirá al menor” (Gn. 25:23), dando así­ Su promesa a Jacob. Un dí­a, viniendo Esaú exhausto y hambriento después de cazar, Jacob, que se habí­a preparado un potaje de color rojo, antes de dárselo a su hermano le hizo jurar que le cederí­a el derecho de primogenitura (Gn. 25:29-34). Así­, Jacob no esperó a la intervención divina, sino que se mostró dispuesto a recurrir a cualquier argucia y fraude para procurárselo por sí­ mismo, no creyendo que Dios al final moverí­a todo conforme a Su voluntad si esperaba en El (cf. Gn. 48:14-20). Siguió un acto fraudulento. Isaac era viejo y casi ciego. Rebeca convenció a Jacob para que se vistiera con ropas de Esaú, y que se cubriera el cuello y las manos con pieles de cabritos, porque Esaú era mucho más velludo que Jacob, para hacerse pasar por su hermano. Así­ obtendrí­a de Isaac, que pensaba que se estaba muriendo, la bendición que correspondí­a al derecho de primogenitura. Cuando Esaú descubrió lo que Jacob habí­a hecho, se lamentó violentamente de haberse dejado arrebatar su derecho por su hermano. Esaú resolvió matar a su hermano cuando su padre muriera (Gn. 27:1-41). Rebeca oyó estas amenazas y, con la esperanza de que la cólera de Esaú se enfriara con la ausencia, hizo partir a Jacob, con el pretexto de ir a buscar una esposa para sí­, a Harán, donde viví­a su familia. Durante el viaje, Jacob tuvo una visión de noche: una escalera comunicaba la tierra con el cielo, con ángeles que bajaban y subí­an, y el Señor le prometió todas las bendiciones del pacto (Gn. 27:42-46; 28:1-22). Jacob moró al menos 20 años en Padán-aram. Al servicio de Labán, trabajó al principio catorce años para que Labán le diera sus dos hijas en matrimonio, Lea y Raquel; después trabajó durante seis años para conseguir ganados. Tuvo once hijos durante su estancia en Harán, seis con Lea: Rubén, Simeón, Leví­, Judá, Isacar y Zabulón, además de una hija, Dina; con Bilha, sierva de Raquel, dos: Dan y Neftalí­; con Zilpa, sierva de Lea, dos: Gad y Aser; y, finalmente, uno con Raquel: José (Gn. 29-30). Este último nació cuando Jacob tení­a 90 o 91 años (cf. Gn. 47:9 y Gn. 41:46, 47, 54; 45:11). Seis años después, viendo que Labán y sus hijos, envidiándole, se habí­an indispuesto con él, Jacob huyó. Mientras guardaba sus rebaños, probablemente a tres dí­as de Harán (Gn. 30:36; 31:22) a orillas del Eufrates, envió a buscar a sus mujeres (Gn. 31:4), cruzó el rí­o, y emprendió la marcha, con su familia y bienes, en dirección a Canaán (Gn. 31:21). Labán se lanzó en persecución de los fugitivos, alcanzándolos en el monte Galaad, indudablemente entre el Yarmuk y el Jaboc, a unos 500 Km. del Eufrates, al cabo de diez dí­as, al menos, de la partida de Jacob, pero muy probablemente más tiempo, debido a que Jacob no podí­a hacer marchar sus rebaños y familia a mucha velocidad. Dios protegió a Jacob advirtiendo a Labán, y los dos clanes enemistados llegaron a la reconciliación y celebraron un pacto. Erigieron un monumento de piedras, y sellaron su pacto con una comida común, estipulando que ninguno de los dos clanes rebasarí­a aquel lugar para atacar al otro (Gn. 31:51). Dios se manifestó a Jacob en un lugar que el peregrino llamó Mahanaim. Y en el vado del Jaboc, un hombre estuvo luchando con Jacob hasta la mañana, y, no pudiendo vencerlo, tocó el encaje de su muslo, descoyuntándolo. Antes de dejarlo, el desconocido bendijo a Jacob con estas palabras: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido”. Jacob dio a este lugar el nombre de Peniel (el rostro de Dios) “Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma” (Gn. 32:22-32 cf. Gn. 33:20; Os. 12:5). Este fue el momento crí­tico de la vida de Jacob. Hasta entonces habí­a confiado en su propia fuerza y estratagemas, aprendió ahora que su energí­a no podí­a prevalecer contra Dios y que deberí­a someterse recurriendo a la oración para obtener la bendición, y no ir más allá. Desde entonces, se hace frecuente alusión a la adoración que Jacob ofrece al Señor. Antes de cruzar el Jordán, Jacob, tanto tiempo desterrado por sus acciones mezquinas con respecto a Esaú, volvió a encontrarse con su hermano, que lo perdonó. Otra vez se separaron, volviendo Esaú al monte Seir, y dirigiéndose Jacob hacia Canaán (Gn. 33:1-18). Jacob plantó sus tiendas en Canaán, en Siquem. Allí­ compró un terreno para establecer su campamento, y allí­ erigió un altar al Señor (Gn. 33:18-20). Es en Siquem que el hijo del rey de la ciudad forzó a Dina, hija de Jacob. Simeón y Leví­, dos de los hijos de Jacob, y hermanos de padre y madre de Dina, ejecutaron una terrible venganza, atacando la ciudad después de haber reducido a la indefensión a sus habitantes mediante un engaño (Gn. 34:13-26). Los otros hermanos se unieron a Leví­ y Simeón en el saqueo de la ciudad. Jacob, que no habí­a tenido arte ni parte en este hecho, temió profundamente sus posibles consecuencias. Buscó a Dios, e hizo desaparecer de su familia todos los í­dolos e impurezas, y el Señor mismo le protegió (Gn. 34:30-35:5). Parece que desde entonces Siquem fue considerada propiedad de Jacob (Gn. 48:22; cf. Gn. 37:12). De allí­, Jacob se dirigió a Bet-el. Débora murió allí­, y allí­ fue sepultada (Gn. 35:6-8); véase DEBORA (a). Dios, que se habí­a aparecido a Jacob en este lugar cuando se dirigí­a a Padán-aram, volvió a aparecérsele en el mismo lugar (Gn. 35:9; 28:10-22). Confirmó el cambio del nombre de Jacob al de Israel, renovando las promesas del pacto hecho con Abraham. Durante el viaje a Hebrón, Raquel dio a luz, cerca de Belén, al duodécimo y último hijo de Jacob, Benjamí­n. Raquel, la esposa a quien tanto habí­a amado Jacob, murió en el parto (Gn. 35:9-20). Finalmente, Jacob se reunió con su padre en Mamre (Gn. 35:27). Isaac murió unos 23 años más tarde. Esaú y Jacob se reunieron para sepultarlo (Gn. 35:28, 29). Parece que Jacob se detuvo en Mamre 33 años, porque llegó a Hebrón 10 años después de su vuelta a Palestina (Gn. 37:14; cf. 37:2), y es evidente que seguí­a allí­ cuando José lo mandó llamar para que fuera a Egipto (Gn. 46:1). Jacob tení­a 130 años cuando se dirigió a Egipto (Gn. 47:9), y vivió todaví­a 17 años. Su primera bendición especial fue para los hijos de José, después bendijo a sus propios hijos, y murió a la edad de 147 años (Gn. 47:28; 48:49). Su cuerpo fue embalsamado y transportado solemnemente a Canaán, siendo sepultado en la cueva de Macpela (Gn. 50:1-14). Jacob cometió faltas notorias, por las cuales fue severamente castigado bajo la mano de Dios, y en su vejez sufrió intensamente por la pérdida de José. Al final de su vida reconoció, al menos de manera tácita, que el comienzo de su carrera habí­a quedado ensuciado por el pecado, y que no habí­a sido í­ntegro delante de Dios; en el momento de morir, hace clara mención de la gracia de Dios (Gn. 47:9; 48:15-16). Jacob mostró, durante su vida y también durante sus últimos dí­as, una fe inquebrantable en el Señor (Gn. 48:21: He. 11:21). Es el ejemplo por excelencia del creyente carnal, con numerosos defectos, que es tratado de una manera plena por la disciplina de Dios, y llevado a una dependencia total de El. También figura como tipo de la predestinación (Ro. 9:11-13), y su nombre entra en la mención de los héroes de la fe (He. 11:21). El Señor mismo no se avergüenza de llamarse el “Dios de Jacob” (Ex. 3:6; 4:5; 2 S. 23:1; Sal. 20:2; Is. 2:3), o “el Fuerte de Jacob” (Sal. 132:2). El Señor Jesucristo afirma explí­citamente el lugar de honor que tendrá Jacob en el Reino (Mt. 8:11). La arqueologí­a ilustra muchos de los rasgos de la vida de los patriarcas, en particular la de Jacob. Según las cartas de Nuzi (véase NUZU), descubiertas entre 1925 y 1941 en el sureste de Ní­nive, era posible transferir a otra persona el derecho de primogenitura; se cita en ellas un caso cuyo pago fue de tres barcos. Por otra parte, en estos documentos se ilustran las relaciones familiares entre Labán y su yerno (Gn. 31:29). En Nuzi se conocí­an terafines parecidos a los que Raquel hurtó a Labán (Gn. 31:34). Se trataba de dioses del hogar, poseí­dos por el cabeza de familia; en el caso de una hija casada, su posesión daba al marido el derecho a la propiedad del suegro (Gordon, “Revue Biblique”, 44, 1935, págs. 35ss). Debido a que Labán tení­a hijos varones, el hurto de los terafines representaba un daño grave. En las Escrituras se da frecuentemente al conjunto de los hebreos, descendientes de Jacob, el nombre de “hijos de Israel” (Ex. 14:16, 29; 15:1, etc.). Los profetas, en sus pasajes poéticos, citan frecuentemente en paralelo los nombres de Jacob e Israel (Dt. 33:10; Is. 43:1, 22; 44:1). Véase ISRAEL.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]
Nombre básico, junto a Abraham e Isaac, de los Patriarcas bí­blicos. El nombre popular “agarrado al talón” (de Esaú) (Gen 25.24-26), reflejaba la rivalidad con su hermano y su victoria sobre él, luego serí­a sustituido por el de Israel (fuerte contra Dios). Tuvo cuatro esposas, doce hijos y una hija (Gen. 24.62).

(Ver Patriarcas 6)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Nombre de uno de los patriarcas, hijo de Isaac y nieto de Abrahán. Su nombre fue cambiado por el de Israel. Tuvo dos mujeres, Lí­a y Raquel. Fue padre de los doce patriarcas que dieron nombre a las doce tribus: Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí­, Manasés, Simeón, Leví­, Isacar, Zabulón, José, Benjamí­n (cf. Gén 25, 19-35, 29). Los evangelios le citan muchas veces (Mt 1, 2; 8, 11; 22, 32; Mc 12, 26; Lc 3, 34; 13, 28; 20, 37; Jn 4, 5-6).

Jacob también se llamaba el padre de José, el esposo de la Virgen Marí­a (Mt 1, 15-16).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> Abrahán, Isaac, Israel, José, patriarcas, Penuel). Según el texto actual de la Biblia, es hijo de Isaac; tiene un gemelo llamado Esaú, que aparece como padre de unas tribus idumeas (árabes) del sur de Palestina y es padre de los doce “patriarcas” (Rubén, Simeón, Leví­, Judá, Dan, Neftalí­, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamí­n) que forman la federación de las tribus de Israel. Las tradiciones del Ciclo de Jacob, unidas a las de José, su hijo, constituyen la parte más extensa del libro del Génesis. Tienen dos partes. La primera forma una bellí­sima “novela” sobre los orí­genes del pueblo israelita, centrada en las relaciones entre Esaú y Jacob, y han sido estructuradas de un modo quiástico, para destacar el retorno de Jacob a la tierra prometida.

(a) Nacimiento y conflicto con Esaú, su gemelo (Gn 29,19-27,40)
(b) Jacob huye de Esaú y recibe la ayuda del ángel de Dios en Betel (Gn 27,41-28,22)
(c) Se establece en Harran, donde crea una familia y se hace rico (Gn 29,130,43)
(b’) Vuelve a Canaán y se encuentra con el ángel de Dios en Penuel (Gn 31,1-32,31)
(a’) Se reconcilia con Esaú y se establece en la tierra de Canaán (Gn 32,4-35,29)

Este es el esquema básico de una “novela” que pone de relieve la providencia de Dios, que va guiando de un modo misterioso los orí­genes del pueblo. En un plano, todo parece natural: forma parte de una trama histórica donde se mezclan y fecundan los diversos ingredientes culturales y sociales que definen y distinguen los orí­genes de un pueblo. Los israelitas no son “hijos directos de Dios”, a través de un tipo de teogonia sagrada, sino que proceden humanamente de un héroe muy humano, frágil y astuto y muy afortunado, en medio de sus grandes dolores. Dios no aparece así­ como “padre” de los israelitas en sentido genealógico, sino que se manifiesta en el fondo de la trama, de un modo velado, como aquel que va guiando la historia de Jacob.

El Jacob de esta historia de los orí­genes del pueblo no es en modo alguno un “santo” en el sentido posterior de la palabra, sino un hábil tramposo. No es tampoco un héroe militar, ni un sacerdote sagrado, ni un legislador social, sino simplemente un patriarca/madre amenazado que va venciendo con astucia todas las dificultades. Ciertamente, Jacob no es “piadoso” en el sentido sagrado del término, no es fundador de ninguna religión, pero cree en Dios y esa fe va marcando su historia, tanto en su huida hacia Mesopotamia, como en su vuelta a Canaán (Betel y Penuel). Así­ podemos afirmar que la historia/novela de Jacob es la historia de las intervenciones de Dios, de un Dios poderoso y oculto, que actúa a través de los acontecimientos, sin presentarse de un modo directo.

Este Dios de Jacob se define de un modo especial en la historia del santuario de Penuel*, donde el patriarca tiene que luchar toda una noche con el mismo Dios para recibir su bendición, pero “quedando cojo” (herido por el mismo Dios). Este héroe “tambaleante” (¡como Edipo, el gran cojo griego!) utiliza todos los medios de su inteligencia y astucia para vencer no sólo a Esaú, sino también con Labán, su pariente, padre de sus dos mujeres (Lí­a y Rebeca). En esa lí­nea podemos compararlo con Ulises, el otro gran héroe de la historia de Occidente. Ulises de Grecia recorre los mares de Occidente, para volver a su isla de Itaca, absolutamente solo, para encontrar allí­ a su esposa y a su hijo. Jacob, en cambio, recorre las tierras de la historia bí­blica, caminando desde Canaán a Mesopotamia, para volver otra vez a Canaán; pero no vuelve solo como Ulises, para que todo siga igual, sino que viene con sus mujeres y sus hijos, para empezar una historia nueva, la historia de Israel (el mismo Jacob es Israel, padre de las doce tribus). Pero en la vida de Jacob hay una segunda travesí­a, que le lleva (esta vez con hambre y con todos sus hijos) desde Canaán hasta Egipto, donde su pueblo quedará “asentado” para volver allí­ esclavo y volver otra vez a Canaán (en el Exodo).

En medio de sus dificultades, como héroe paterno, Jacob va engendrando de varias mujeres a sus doce hijos, que, dejando de lado a las hijas, constituyen los padres y representantes de las doce tribus. De esa forma se va mostrando la habilidad de Jacob y la providencia divina, que se manifiesta de manera oculta pero eficaz en la trama de los acontecimientos. Todo es “natural” en su vida, pero todo viene a presentarse como una experiencia de “lucha con Dios”, de manera que el mismo Jacob recibe el nombre de Israel “por haber combatido contra Dios y haber vencido” (cf. Gn 32,29).

Desde esa perspectiva se entiende la segunda travesí­a de Jacob, que, ya anciano, tiene que bajar a Egipto por causa de una carestí­a que se extiende por toda la tierra de Canaán. Esta segunda travesí­a está vinculada a las tradiciones de José* y en ella se exponen simbólicamente los motivos y sentido de la “bajada” de los israelitas a Egipto (cf. Gn 37-50), temas que están en la base para el comienzo de la historia del éxodo (Ex 1,1-7). Jacob ha recorrido de esa forma el gran arco del “creciente fértil”, todas las tierras importantes de la narración bí­blica, desde Mesopotamia hasta Egipto. Así­ puede aparecer como un compendio de la historia de su pueblo, de las doce tribus de sus hijos. Mirada así­, en conjunto, la historia de Jacob, que los redactores del Pentateuco han construido a partir de diversas tradiciones y fuentes, constituye una de las páginas más importantes de la memoria israelita y de la narrativa bí­blica. Todos los israelitas (judí­os y samaritanos) han visto en Jacob el signo más preciso de su origen y de su sentido.

Cf. L. Alonso Schókel, ¿Dónde está tu hermano? Textos de fraternidad en el libro de Génesis, Verbo Divino, Estella 1990; A. DE Pury, Promesse divine et légende cidturelle dans le cycle de Jacob. Genése. 28 et les traditions patriarcales I-II, EB, Gabalda, Parí­s 1975; M. Oliva, Jacob en Betel: visión y voto. Estudio sobre la fuente E, Monografí­as Bí­blicas, ABE-Verbo Divino, Estella 1975.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(Que Ase el Talón; Suplantador).

1. Hijo de Isaac y Rebeca, y hermano gemelo menor de Esaú. Los padres de Jacob llevaban veinte años casados cuando les nacieron gemelos, sus únicos hijos, en 1858 a. E.C. Isaac tení­a entonces sesenta años. Al igual que en el caso de Abrahán, las oraciones de Isaac para tener prole recibieron respuesta solo después de que su paciencia y su fe en las promesas de Dios habí­an sido completamente probadas. (Gé 25:20, 21, 26; Ro 9:7-10.)
Rebeca estaba angustiada durante el embarazo porque los gemelos †œempezaron a pugnar† dentro de su matriz, lo que, según explicó Jehová, representaba el comienzo de dos naciones que llegarí­an a estar opuestas entre sí­. Además, Jehová declaró que, contrario a la costumbre, el mayor servirí­a al menor. En conformidad con esto, cuando nacieron, Jacob, el segundo, tení­a asido el talón de Esaú; de ahí­ el nombre Jacob, que significa †œQue Ase el Talón†. (Gé 25:22-26.) Así­ Jehová demostró que puede percibir la inclinación genética de los que todaví­a no han nacido, y ejercer su presciencia y su derecho de seleccionar de antemano a los que escoge para sus fines, aunque sin predeterminar en modo alguno el destino final de la persona. (Ro 9:10-12; Os 12:3.)
Esaú, el hijo favorito de su padre, era un cazador de carácter indómito, inquieto y nómada, mientras que a Jacob se le describe como un †œhombre sin culpa [heb. tam], que moraba en tiendas†, alguien que llevaba una vida tranquila de pastor y en quien se podí­an confiar asuntos de carácter doméstico, alguien por quien su madre sentí­a un cariño especial. (Gé 25:27, 28.) Esta palabra hebrea (tam) se usa también en otros lugares para describir a las personas que tienen la aprobación de Dios. Por ejemplo, †œlos hombres sanguinarios odian a cualquiera exento de culpa [heb. tam]†; no obstante, Jehová asegura que †œel futuro de ese hombre será pací­fico†. (Pr 29:10; Sl 37:37.) Job era un hombre que mantení­a su integridad, que †œresultó sin culpa [heb. tam] y recto†. (Job 1:1, 8; 2:3.)

Recibió la primogenitura y la bendición. Abrahán murió en 1843 a. E.C., cuando su nieto Jacob tení­a quince años de edad, de modo que el muchacho tuvo tiempo suficiente de oí­r por boca de su abuelo, así­ como de su padre, acerca del pacto de Dios ratificado por juramento. (Gé 22:15-18.) Jacob se dio cuenta del gran privilegio que significarí­a ser partí­cipe en el cumplimiento de tales promesas divinas. Finalmente, se le presentó la oportunidad de comprarle legalmente a su hermano tanto la primogenitura como todo lo que esta conllevaba. (Dt 21:15-17.) Un dí­a en que Esaú volví­a exhausto del campo percibió el aroma del sabroso guisado que su hermano habí­a cocinado, se acercó y exclamó: †œÂ¡Aprisa, por favor, dame un bocado de lo rojo… lo rojo que está allí­, porque estoy cansado!†. Jacob respondió: †œÂ¡Véndeme, ante todo, tu derecho de primogénito!†. †œEsaú despreció la primogenitura†, por lo que efectuó la venta con toda celeridad, sellándola con un juramento solemne. (Gé 25:29-34; Heb 12:16.) Estas fueron razones suficientes para que Jehová dijera: †œAmé a Jacob, pero odié a Esaú†. (Ro 9:13; Mal 1:2, 3.)

¿Obró bien Jacob al hacerse pasar por Esaú?
Cuando Isaac se hizo viejo y vio próxima su muerte, pidió a Esaú que fuera a cazar una pieza, y le dijo: †œDéjame comer, a fin de que te bendiga mi alma antes que yo muera†. Sin embargo, Rebeca oyó la conversación y rápidamente mandó a Jacob a buscar dos cabritos a fin de preparar un sabroso plato para Isaac, y le dijo a Jacob: †œTienes que llevarlo a tu padre y él tiene que comerlo, a fin de que te bendiga antes de su muerte†. Incluso le puso las pieles de los cabritos en las manos y el cuello para que cuando Isaac palpara a Jacob, pensara que era Esaú. Cuando Jacob le llevó la comida a su padre, este le preguntó: †œ¿Quién eres, hijo mí­o?†, a lo que Jacob contestó: †œSoy Esaú tu primogénito†. Como bien sabí­a Jacob, legalmente tení­a derecho a hacerse pasar por Esaú, el primogénito de Isaac. Isaac palpó a Jacob para ver si era realmente Esaú, y dijo: †œLa voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú†. Por fin, todo salió como se habí­a previsto e Isaac †œlo bendijo†. (Gé 27:1-29.) ¿Habí­an obrado bien Rebeca y Jacob?
No se podí­a dudar que Jacob tení­a derecho a la bendición. Antes del nacimiento de los gemelos, Jehová le habí­a dicho a Rebeca: †œEl mayor servirá al menor†. (Gé 25:23.) Posteriormente, en armoní­a con las inclinaciones que Jehová ya habí­a previsto y que le habí­an llevado a amar a Jacob más que a Esaú, este vendió la primogenitura a Jacob por solo un plato de guisado. (Gé 25:29-34.)
La Biblia no dice si Isaac conocí­a estas indicaciones sobre quién deberí­a recibir la primogenitura. No sabemos por qué Rebeca y Jacob obraron como lo hicieron, aunque ambos eran conscientes de que la bendición le pertenecí­a a Jacob. Este no se hizo pasar por Esaú maliciosamente para apoderarse de algo a lo que no tení­a derecho. La Biblia no condena lo que hicieron Rebeca y Jacob. El resultado fue que Jacob recibió la bendición que le correspondí­a. Isaac mismo debió reconocer que se habí­a cumplido la voluntad de Jehová. Poco después, cuando mandó a Jacob a Harán para que buscara una esposa, volvió a bendecirle y le dijo especí­ficamente: †œDios Todopoderoso […] te dará la bendición de Abrahán†. (Gé 28:3, 4; compárese con Heb 11:20.) De modo que podemos concluir que el resultado final concordaba con el propósito de Dios. La Biblia enseña claramente la lección que debe aprenderse de este relato al advertir que no ha de haber †œningún fornicador ni nadie que no aprecie cosas sagradas, como Esaú, que a cambio de una sola comida vendió regalados sus derechos de primogénito†. (Heb 12:16.)

Jacob se traslada a Padán-aram. (MAPA, vol. 1, pág. 529.) Jacob tení­a setenta y siete años cuando dejó Beer-seba para ir a la tierra de sus antepasados, donde pasó los siguientes veinte años de su vida. (Gé 28:10; 31:38.) Después de viajar unos 100 Km. en dirección NNE., se detuvo en Luz (Betel), en las colinas de Judea, para pasar la noche, y usó por almohada una piedra. En sus sueños vio una escalera, o un tramo de escalera, que llegaba a los cielos y por la que ascendí­an y descendí­an ángeles. En lo alto vio a Jehová, que le confirmó el pacto divino que habí­a hecho con Abrahán e Isaac. (Gé 28:11-13; 1Cr 16:16, 17.)
En este pacto Jehová le prometió a Jacob que lo cuidarí­a, lo guardarí­a y no lo abandonarí­a hasta que la tierra sobre la que estaba acostado llegase a ser suya, y su descendencia fuese tanta como las partí­culas de polvo de la Tierra. Además le dijo: †œPor medio de ti y por medio de tu descendencia todas las familias del suelo ciertamente se bendecirán†. (Gé 28:13-15.) Cuando Jacob se dio verdadera cuenta de la importancia que tení­a lo que habí­a experimentado por la noche, exclamó: †œÂ¡Cuán inspirador de temor es este lugar! Esta no es otra cosa sino la casa de Dios†. Por esa razón cambió el nombre de Luz a Betel, que significa †œCasa de Dios†, y procedió a erigir una columna y a ungirla como testigo de estos acontecimientos trascendentales. En agradecimiento a la promesa de Dios de apoyarle, también hizo el voto de que sin falta le darí­a a Jehová la décima parte de todo lo que recibiese. (Gé 28:16-22.)
Jacob continuó su viaje y por fin se encontró con su prima Raquel en las inmediaciones de Harán. Labán —padre de Raquel y hermano de la madre de Jacob— le invitó a quedarse con ellos. Jacob se enamoró de Raquel y le ofreció a su padre trabajar siete años para él si se la entregaba como esposa. Los años transcurrieron †œcomo unos cuantos dí­as† debido al amor tan profundo que Jacob sentí­a por Raquel. Sin embargo, a Jacob le engañaron el dí­a de la boda: le entregaron a Lea, la hermana mayor de Raquel. Labán le ofreció la siguiente explicación: †œNo se acostumbra […] dar la menor antes de la primogénita†. Después de celebrar esta boda por una semana, Labán también le entregó a Jacob su hija Raquel como esposa con la condición de que trabajara otros siete años en pago por ella. Además, a Lea y a Raquel les dio dos siervas, Zilpá y Bilhá, respectivamente. (Gé 29:1-29; Os 12:12.)
De esta unión Jehová empezó a formar una nación numerosa. Lea le dio a luz a Jacob cuatro hijos seguidos: Rubén, Simeón, Leví­ y Judá. Como Raquel veí­a que seguí­a estéril, le dio a Jacob su esclava Bilhá, con la que tuvo dos hijos: Dan y Neftalí­. Luego Lea quedó estéril, de manera que le dio a Jacob su esclava Zilpá, y de ella recibió dos hijos: Gad y Aser. Lea volvió a dar a luz hijos; primero tuvo a Isacar, luego a Zabulón y después tuvo una hija llamada Dina. Por fin Raquel llegó a estar encinta y dio a luz a José. Por consiguiente, en un perí­odo relativamente corto de siete años, Jacob fue bendecido con muchos hijos. (Gé 29:30–30:24.)

Jacob se hace rico antes de salir de Harán. Una vez finalizado el contrato de catorce años de trabajo a cambio de sus esposas, Jacob estaba ansioso de regresar a su tierra natal. Pero al ver Labán cómo le habí­a bendecido Jehová por causa de Jacob, insistió en que continuase supervisando sus rebaños; incluso le dijo a Jacob que estipulase su propio salario. En esa zona geográfica las ovejas y las cabras suelen ser de un solo color: las ovejas, blancas, y las cabras, negras. Por consiguiente, Jacob pidió que se le diese en calidad de salario solo las ovejas y las cabras que tuviesen colores o marcas anormales: las ovejas de color moreno oscuro y todas las cabras con cualesquier marcas blancas. †œÂ¡Pues, eso es excelente!†, fue la respuesta de Labán. Y para mantener el salario tan bajo como fuese posible, Labán, por sugerencia de Jacob, separó de los rebaños todas las cabras rayadas, moteadas y con manchas de color y toda oveja morena oscura entre los carneros jóvenes, y se las entregó a sus propios hijos para que las cuidasen, e incluso fijó una distancia de tres jornadas entre ellos para evitar cruces entre los dos rebaños. Solo pertenecerí­an a Jacob las que a partir de entonces naciesen con un color anormal. (Gé 30:25-36.)
Jacob empezó cuidando únicamente ovejas de color normal y cabras sin marcas. Sin embargo, trabajó mucho e hizo lo que pensaba que incrementarí­a la cantidad de animales de un color anormal. Tomó varas (ramitas verdes y todaví­a húmedas) de estoraques, almendros y plátanos, y las descortezó, para darles la apariencia de estar rayadas y moteadas. Colocó estas varas en los canales de los abrevaderos de los animales, al parecer con la idea de que si los animales miraban las rayas cuando estaban en celo, la prole que tuviesen serí­a moteada o de un color anormal. También procuró colocar los palos en los abrevaderos solo cuando los que estaban en celo eran los animales más fuertes y robustos. (Gé 30:37-42.)
¿Cuál fue el resultado? Los animales con marcas o color anormal —el salario de Jacob— fueron más numerosos que los de un solo color de tono normal, que habrí­an de pertenecerle a Labán. Como Jacob obtuvo el resultado deseado, es probable que pensara que lo habí­a conseguido con su estratagema de las varas rayadas. Sin duda tení­a el mismo concepto erróneo que tení­an muchas personas: que era posible influir en la prole con ese tipo de recursos. Sin embargo, en un sueño su Creador le explicó la verdadera razón.
Jacob llegó a saber por medio de un sueño que fueron otros factores (en este caso, los genéticos), no las varas, los causantes de su éxito. Aunque Jacob estaba al cuidado de animales de un solo color, la visión le reveló que los machos cabrí­os eran rayados, moteados y manchados. ¿Cómo pudo ocurrir algo así­? Al parecer, aunque tení­an un color uniforme eran hí­bridos, debido a los cruces que se habí­an producido en el rebaño de Labán antes de que Jacob empezara a cobrar su salario. Por consiguiente, según las leyes de la herencia descubiertas por Gregor Mendel en el siglo pasado, algunos de estos animales llevaban en sus genes los factores hereditarios para producir animales manchados y moteados. (Gé 31:10-12.)
Durante los seis años que Jacob trabajó en estas condiciones, Jehová lo bendijo en gran manera y lo hizo prosperar no solo incrementando sus rebaños, sino también la cantidad de siervos, camellos y asnos, a pesar de que Labán seguí­a cambiando el salario que habí­a acordado. Finalmente, el †œDios verdadero de Betel† le mandó a Jacob que regresase a la Tierra Prometida. (Gé 30:43; 31:1-13, 41.)

Regreso a la Tierra Prometida. Temiendo que Labán intentase de nuevo impedir que dejase de servirle, Jacob tomó en secreto a sus esposas, a sus hijos y todo lo que le pertenecí­a, cruzó el rí­o Eufrates y se puso en camino hacia Canaán. Es posible que Jacob estuviese apacentando sus rebaños cerca del Eufrates, como se indica en Génesis 31:4, 21, cuando pensó en este traslado. Para entonces Labán estaba fuera esquilando sus rebaños, y no se le informó de la marcha de Jacob hasta tres dí­as después de su partida. Puede que aún haya transcurrido más tiempo mientras terminaba de esquilar y lo organizaba todo para ir con sus fuerzas en persecución de Jacob. De modo que Jacob dispuso de suficiente tiempo para conducir lentamente a sus rebaños por todo el camino hasta la región montañosa de Galaad antes que Labán le alcanzase. Debió recorrer desde Harán una distancia no inferior a 560 Km.; sin embargo, Labán y sus parientes, en una afanosa persecución a lomos de sus camellos, pudieron recorrerla fácilmente en siete dí­as. (Gé 31:14-23.)
Cuando Labán encontró a los que estaba persiguiendo acampados a unos pocos kilómetros al N. del Jaboq, le exigió a Jacob que le explicara por qué habí­a marchado sin permitir que besase a sus hijos y sus nietos como despedida, y por qué le habí­a robado sus dioses. (Gé 31:24-30.) La respuesta a la primera pregunta era bastante obvia: temí­a que Labán le hubiera impedido partir. En cuanto a la segunda pregunta, Jacob desconocí­a lo sucedido, y la búsqueda que se llevó a cabo no logró revelar que habí­a sido Raquel quien habí­a robado los terafim de la familia y los habí­a escondido en la cesta de la silla de montar de su camello. (Gé 31:31-35.)
La siguiente declaración puede explicar esta acción de Raquel y la preocupación de Labán: †œLa posesión de los dioses domésticos convertí­a a una persona en heredero legí­timo, lo que explica la ansiedad de Labán por recobrar los suyos [del] poder [de] Jacob. [Gé 31:26 y los vss. siguientes.]† (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 197, nota 1.)
Una vez resuelta la disputa pací­ficamente, Jacob erigió una columna de piedra e hizo un montón de piedras, que permaneció allí­ por muchos años como testimonio del pacto de paz que los dos habí­an celebrado con una comida ceremonial. Los nombres que se le dieron a este majano de piedras fueron Galeed (Majano de Testimonio) y La Atalaya. (Gé 31:36-55.)
Jacob estaba ansioso de hacer las paces con su hermano Esaú, a quien no habí­a visto por más de veinte años. Para atenuar cualquier animadversión que su hermano todaví­a pudiera abrigar, Jacob envió delante de él costosos regalos para Esaú: cientos de cabras y ovejas, además de muchos camellos, asnos y ganado. (Gé 32:3-21.) Jacob habí­a huido de Canaán prácticamente sin nada; entonces, debido a la bendición de Jehová, volví­a convertido en un hombre rico.

¿Por qué dejó cojo a Jacob el ángel con el que luchó?
Durante la noche en que la casa de Jacob cruzó el rí­o Jaboq en camino hacia el S. para encontrarse con Esaú, Jacob tuvo la extraordinaria experiencia de luchar con un ángel, y debido a su perseverancia, se le cambió el nombre a Israel, que significa †œContendiente (Perseverante) con Dios; o, Dios Contiende†. (Gé 32:22-28.) A partir de entonces estos dos nombres suelen aparecer juntos en los paralelismos poéticos hebreos. (Sl 14:7; 22:23; 78:5, 21, 71; 105:10, 23.) Durante la lucha el ángel tocó el hueco de la coyuntura del muslo de Jacob y este cojeó por el resto de su vida, lo que tal vez tuvo el propósito de enseñarle humildad, un recordatorio constante para que no se ensalzase demasiado por la prosperidad que Dios le habí­a dado ni por haber forcejeado con un ángel. En conmemoración de estos acontecimientos trascendentales, Jacob llamó al lugar Peniel o Penuel. (Gé 32:25, 30-32.)
Después del encuentro amigable entre los gemelos, Jacob y Esaú, que entonces tení­an noventa y siete años de edad, cada uno se fue por su camino, y al parecer no se encontraron de nuevo hasta que enterraron a su padre Isaac, unos veintitrés años más tarde. Esaú se fue con sus regalos hacia el S., a Seí­r, y Jacob se dirigió hacia el N., cruzando de nuevo el rí­o Jaboq. (Gé 33:1-17; 35:29.)

Los siguientes treinta y tres años como residente forastero. Después que Jacob se separó de Esaú, se estableció en Sucot. Este fue el primer lugar donde permaneció durante cierto tiempo desde que regresó de Padán-aram. Aunque no se dice cuánto tiempo pasó allí­, puede que hayan sido varios años, pues edificó una casa permanente en la que vivir y cabañas o establos cubiertos para su ganado. (Gé 33:17.)
El siguiente traslado de Jacob fue hacia el O., a través del Jordán, a las inmediaciones de Siquem, donde compró una porción de terreno de los hijos de Hamor por †œcien piezas de moneda [heb. qesi·táh]†. (Gé 33:18-20; Jos 24:32.) En la actualidad no se conoce el valor de esa antigua unidad monetaria, la qesi·táh, pero cien piezas —no habí­a monedas en aquel tiempo— probablemente supondrí­a un peso considerable de plata.
En Siquem, Dina, la hija de Jacob, empezó a relacionarse con las cananeas, lo que llevó a que Siquem, el hijo de Hamor —un principal—, la violara. Tras este episodio, los acontecimientos se sucedieron sin que Jacob pudiese controlarlos: sus hijos mataron a todo varón de Siquem, tomaron cautivas a las mujeres y los niños, se apropiaron de las pertenencias y riquezas de la comunidad e hicieron que su padre Jacob fuese un hedor para los habitantes de la tierra. (Gé 34:1-31.)
A continuación, Jacob recibió el mandato divino de partir de Siquem y trasladarse a Betel, y así­ lo hizo. Sin embargo, antes de ir, ordenó a los de su casa que se limpiasen, se cambiasen de ropa y apartasen todos los dioses falsos (probablemente incluyendo los terafim de Labán), así­ como los aretes que tal vez llevaban como amuletos. Jacob enterró todo esto fuera de la vista cerca de Siquem. (Gé 35:1-4.)
Betel, la †œCasa de Dios†, fue de importancia especial para Jacob, pues allí­ Jehová le habí­a transmitido el pacto abrahámico quizás unos treinta años antes. Entonces, después que Jacob edificó un altar a este gran Dios de sus antepasados, Jehová repitió el pacto y confirmó que se le habí­a cambiado el nombre a Israel. A continuación Jacob erigió una columna sobre la que derramó una libación y aceite en conmemoración de estos acontecimientos trascendentales. También durante esta estancia en Betel murió Débora, la nodriza de su madre, y fue enterrada. (Gé 35:5-15.)
Tampoco sabemos cuánto tiempo vivió Jacob en Betel. Después de partir de allí­ y trasladarse hacia el S., y mientras todaví­a estaban a cierta distancia de Belén (Efrata), Raquel empezó a tener dolores de parto, y murió al dar a luz a Benjamí­n, su segundo hijo. Jacob enterró allí­ a su amada Raquel y erigió una columna para señalar su tumba. (Gé 35:16-20.)
Bendecido entonces con doce hijos, de los que saldrí­an doce tribus, Israel siguió viajando más hacia el S. Del siguiente lugar donde acampó se dice que estaba †œa alguna distancia más allá de la torre de Eder†, lo que da a entender que se encontraba entre Belén y Hebrón. Mientras residí­a allí­, Rubén, su hijo mayor, tuvo relaciones sexuales con Bilhá, concubina de su padre y madre de Dan y Neftalí­. Rubén tal vez haya pensado que su padre Jacob era demasiado viejo para tomar alguna medida al respecto, pero sufrió la desaprobación de Jehová, y debido a este acto incestuoso perdió su primogenitura. (Gé 35:21-26; 49:3, 4; Dt 27:20; 1Cr 5:1.)
Posiblemente antes de que José fuese vendido como esclavo y llevado a Egipto, Jacob se trasladó a Hebrón, donde aún viví­a su anciano padre Isaac, aunque no puede precisarse con exactitud la fecha. (Gé 35:27.)
Un dí­a Jacob envió a José, quien entonces tení­a diecisiete años, a ver cómo les iba a sus hermanos, que estaban cuidando los rebaños de su padre. Cuando por fin los localizó en Dotán, a unos 100 Km. al N. de Hebrón, sus hermanos lo prendieron y lo vendieron a una caravana de comerciantes que se dirigí­a a Egipto. Esto sucedió en 1750 a. E.C. Luego hicieron que su padre creyese que una bestia salvaje habí­a matado a José. Jacob se lamentó durante muchos dí­as por la pérdida de su hijo, rehusando ser consolado y diciendo: †œ[¡]En duelo bajaré a donde mi hijo, al Seol!†. (Gé 37:2, 3, 12-36.) La muerte de su padre Isaac, en 1738 a. E.C., tan solo aumentó su dolor. (Gé 35:28, 29.)

El traslado a Egipto. Unos diez años después de la muerte de Isaac, Jacob se vio obligado a enviar a diez de sus hijos a Egipto en busca de cereales como consecuencia de un hambre que afectó una extensa zona. Benjamí­n se quedó con su padre. El administrador de alimentos de Faraón, José, reconoció a sus hermanos y pidió que volviesen a Egipto con Benjamí­n, su hermano más joven. (Gé 41:57; 42:1-20.) Sin embargo, cuando se informó de ello a Jacob, al principio rehusó dejarle ir, pues temí­a que le acaeciese algún daño a este hijo amado de su vejez. Para ese tiempo Benjamí­n tení­a por lo menos veintidós años. (Gé 42:29-38.) No consintió en dejar ir a Benjamí­n hasta que ya consumieron todo el alimento obtenido en Egipto. (Gé 43:1-14; Hch 7:12.)
Una vez reconciliados José y sus hermanos, se invitó a Jacob y a toda su casa, junto con todo su ganado y pertenencias, a trasladarse a la fértil tierra de Gosén, en Egipto, en la zona del delta, ya que aquel hambre tan grande iba a durar otros cinco años. Faraón incluso les dio carruajes para el traslado y provisiones de alimentos. (Gé 45:9-24.) Mientras Jacob iba a Egipto, Jehová le aseguró que este traslado tení­a su bendición y aprobación. (Gé 46:1-4.) Todas las almas pertenecientes a la casa de Jacob, incluidos Manasés, Efraí­n y otros que quizás nacieron en Egipto antes de la muerte de Jacob, fueron setenta en total. (Gé 46:5-27; Ex 1:5; Dt 10:22.) Esta cantidad no incluí­a a Lea, que habí­a muerto en la Tierra Prometida (Gé 49:31), ni a las hijas de Jacob que no se registran por nombre, ni a las esposas de sus hijos. (Gé 46:26; compárese con Gé 37:35.)
Poco después de llegar a Egipto, en 1728 a. E.C., se llevó a Jacob a la corte de Faraón, donde saludó a este gobernante con una bendición. Jacob se identificó como residente forastero (igual que Abrahán e Isaac, porque, del mismo modo que ellos, tampoco habí­a heredado la tierra prometida por Dios). Cuando se le preguntó su edad, Jacob contestó que tení­a ciento treinta años, pero que en comparación con los de sus antepasados, los suyos habí­an sido †œpocos y angustiosos†. (Gé 47:7-10.)
Poco antes de su muerte, Jacob bendijo a sus nietos, los hijos de José, y por dirección divina puso a Efraí­n, el más joven, por delante de Manasés, el mayor. Luego le dijo a José que iba a recibir la porción doble de la herencia que correspondí­a al primogénito: †œTe doy yo una porción saliente de tierra más que a tus hermanos, la cual tomé de la mano de los amorreos mediante mi espada y mediante mi arco†. (Gé 48:1-22; 1Cr 5:1.) Como Jacob habí­a comprado pací­ficamente la tierra cercana a Siquem a los hijos de Hamor (Gé 33:19, 20), al parecer la promesa hecha a José era una expresión de la fe de Jacob, en la que se profetizaba la futura conquista de Canaán a manos de sus descendientes como si ya hubiera sido llevada a cabo por su propia espada y su propio arco. (Véase AMORREO.) José tuvo una porción doble en la tierra conquistada porque las tribus de Efraí­n y Manasés recibieron una herencia cada una.
Antes de morir, Jacob hizo acopio de fuerzas para bendecir a cada uno de sus doce hijos. (Gé 49:1-28.) Demostró fe en el cumplimiento de los propósitos de Dios. (Heb 11:21.) Debido a su fe y a que Jehová le habí­a confirmado especí­ficamente el pacto abrahámico de bendición, las Escrituras suelen referirse a Jehová, no solo como el Dios de Abrahán e Isaac, sino también de Jacob. (Ex 3:6; 1Cr 29:18; Mt 22:32.)
Finalmente, en 1711 a. E.C., Jacob murió a la edad de ciento cuarenta y siete años después de haber residido diecisiete años en Egipto. (Gé 47:27, 28.) Así­ terminó ese perí­odo histórico, desde el nacimiento de Jacob hasta su muerte, que ocupa más de la mitad de las páginas del libro de Génesis (caps. 25–50). En armoní­a con el deseo de Jacob de ser enterrado en la tierra de Canaán, José mandó a los médicos de Egipto embalsamar el cuerpo de su padre en preparación para el viaje. Luego, un gran cortejo fúnebre (acorde con la dignidad de José, el hijo del difunto) salió de Egipto camino de Canaán. Cuando llegó a la región del Jordán, hubo siete dí­as de duelo, después de los cuales los hijos de Jacob enterraron a su padre en la cueva de Macpelá, donde se habí­a enterrado a Abrahán e Isaac. (Gé 49:29-33; 50:1-14.)

2. Los profetas usaron a menudo el nombre †œJacob† en un sentido figurado para referirse a la nación que descendió de este patriarca. (Isa 9:8; 27:9; Jer 10:25; Eze 39:25; Am 6:8; Miq 1:5; Ro 11:26.) En una ocasión Jesús usó el nombre de Jacob en sentido figurado hablando de aquellos que estarí­an †œen el reino de los cielos†. (Mt 8:11.)

3. El padre de José, quien fue esposo de Marí­a, la madre de Jesús. (Mt 1:15, 16.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Desde su nacimiento, Jacob (yaʿăqōḇ, «suplantador», BDB) recurrió a medios clandestinos para adquirir los privilegios del primogénito, que, según el razonamiento humano, significaría también el goce de las relaciones con Jehová, las cuales vinieron por el pacto de Isaac con Jehová (Gn. 27:33). No obstante, Dios realiza de gracia su propósito eterno para impartir su bendición (Gn. 25:23) a pesar de todos los obstáculos y aun hasta el grado de hacer que los pecados de Jacob (que, con todo, fueron castigados) resulte para el bien de este propósito. De esta forma, Jacob es una prueba que el ser escogido para participar de la bendición de Abraham no es resultado de nacionalidad u obras sino de la gracia de Dios (Ro. 9:10–13).

Por la obra gratuita de Dios, Jacob llega a ser un hombre de fe, cuyo nombre es cambiado a Israel (yiśrāʾēl, «Dios persiste», BDB). Por la fe él delineó el futuro de sus hijos como cabeza de las tribus de Israel (Gn. 49:3–27; Heb. 11:21). A Judá, corresponde una mención especial (Gn. 49:10), la que según relatos posteriores vino a ser la tribu de donde vino Cristo (Mt. 1:2–3).

BIBLIOGRAFÍA

Oehler, Old Testament Theology, pp. 54–67, 522; G. Vos, Biblical Theology, pp. 108–114.

Daniel P. Fuller

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (333). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Se justifica que casi la cuarta parte del libro de Génesis se haya dedicado a la biografía de Jacob, padre del pueblo elegido. Hay documentos escritos del 2º milenio a.C. que han provisto gran cantidad de material que corrobora el fondo de las narraciones de Gn. 26–50. Aunque esto en sí no prueba la existencia del patriarca, ni la historicidad de la narración, demuestra que no se trata de composiciones tardías de la época del exilio, llenas de detalles imaginados o anacrónicos. Más bien sugiere que los relatos fueron registrados en forma escrita en fecha muy temprana (* Patriarcal, Era.). No sería lógico centrar en una figura mitológica toda una serie de relatos con detalles cuya finalidad aparente es la de desacreditar al héroe.

I. Fecha

No se puede fijar con exactitud la duración de la vida de Jacob, por la carencia de una explícita relación entre las narraciones bíblicas y los relatos seculares que subsisten (* Cronología del Antigua Testamento). Los indicios de los cuales se dispone en este momento sugieren aproximadamente el ss. XVIII a.C. Esa fecha ubicaría su radicación en la tierra de Gosén, a poca distancia de la corte egipcia, a principios del período de la dominación de los hicsos, con centro en Tanis (* Egipto; * Zoan). Esta fecha, a la vez, permite fijar la vida de *Abraham en los ss. XX y XIX a.C., lo cual concuerda con lo que sugieren las indicaciones bíblicas y arqueológicas.

II. Biografía

Jacob nació con la mano trabada al calcañar (heb. ˓ēqēḇ) de su hermano Esaú (Gn. 25.26), de manera que el nombre que le fue dado significa “se agarra” o, según otra interpretación aceptable, “se agarró” (heb. ya˒aqōḇ). Esto pudo haber sido un intencional juego de palabras basado en un nombre muy común ya˒aqōḇ-il, ‘que Dios proteja’ o ‘Dios ha protegido’. Ciertos documentos cuneiformes y egipcios de este período contienen nombres personales originados en la misma raíz (˒qb), incluso algunos de forma paralela, muy en boga entre la gente perteneciente al grupo semítico occidental (* Amorreos).

Jacob “suplantó” (matiz que proviene de “tomar por el calcañar, alcanzar”, raíz heb. ˒qb) a su hermano, obteniendo primeramente la primogenitura del hijo mayor aprovechándose del hambre de su hermano, y luego engañando a Isaac para que le concediera la bendición que correspondía por costumbre al primogénito. El hijo mayor heredaba normalmente una proporción mayor de los bienes paternos que todos los demás hijos (el doble posteriormente, cf. Dt. 21.16). Además del legado especial parece ser que el heredero estaba destinado a ocupar, desde el punto de vista social y religioso, la posición de jefe de la familia. Probablemente esta posición era simbolizada por la concesión de la bendición paterna y la posesión de los ídolos de la familia. Se puede deducir cómo eran estas costumbres por las escrituras de adopción y los registros legales contemporáneos, como también por lo que registra la Biblia. La breve narración de la manera en que fue vendida la primogenitura de Esaú por una comida no relata cómo se confirmó el intercambio, o si se lo anotó oficialmente. Un documento del ss. XV a.C. registra la venta del patrimonio de un hombre en Asiria. Un documento del mismo medio ambiente demuestra que la promesa oral de un padre a su hijo podía ser defendida ante un tribunal judicial (véase ANET, p: 220). Así es que la bendición de Isaac era irrevocable, como destaca el texto (Gn. 27.33s). De este modo Jacob se convirtió en el portador de la promesa divina, y en heredero de Canaán (cf. Rom. 9.10–13). Esaú recibió la región menos fértil, que se conoció luego como *Edom. Rebeca, la madre, obtuvo el permiso de Isaac para que Jacob pudiera huir de la ira de Esaú a la casa paterna en *Ed (Gn. 28.1ss). Utilizó como excusa la necesidad de que Jacob contrajera enlace con una mujer perteneciente a la misma tribu, evitando así un matrimonio entre miembros de distintas razas y religiones, como había sucedido con Esaú, que se habia casado con una mujer del lugar.

El acontecimiento central de la vida de Jacob ocurrió durante su huida hacia el N. Después de un día de viaje, posiblemente el primero, llegó a la región montañosa cerca de *Bet-el, a unos 100 km de Beerseba. Esto constituye una distancia razonable para que cubra un camello veloz en un día. La primera etapa de la huida habría de finalizar obviamente lo más lejos posible de su casa. No se indica que Jacob tuviera conocimiento de alguna santidad especial relacionada con dicha zona, aunque puede haber tenido conocimiento sobre el lugar donde su abuelo edificó su altar (Gn. 12.8). Mientras dormía le fue concedida la visión de una escalera entre el cielo y la tierra, y del Dios de su familia en lo alto de la misma. La promesa dada a Abraham le fue confirmada a él, y le fue otorgada una promesa de protección divina. Jacob conmemoró su sueño alzando por señal la piedra que había puesto de cabecera, y derramó una libación de aceite sobre ella (Gn. 28.11ss). Estos monumentos sencillos a menudo se erigían en lugares sagrados (* Bet-el). El que acabamos de describir señalaba el lugar donde, para Jacob, Dios manifestó su presencia.

La narración salta luego de Bet-el hasta la región de Harán, en el momento del arribo de Jacob. Como había hecho Eliezer (Gn. 24.11), así también Jacob fue primeramente al pozo en las afueras de la ciudad. Allí se encontró con su prima Raquel, quien lo llevó a Labán, su tío, y este lo aceptó como pariente suyo. Cuando hubo pasado un mes, Jacob convino en trabajar para su tío y, después de siete años, recibir a Raquel por esposa (Gn. 29.1ss). El casamiento fue debidamente celebrado en presencia de testigos, mediante un contrato de casamiento oral o escrito, requisito legal indispensable en Babilonia para otorgar a la mujer estado de esposa,. Labán en realidad entregó como esposa a su hija mayor, Lea, con la excusa de que ese proceder obedecía a una costumbre del país, cosa que, fuera de este caso, no se conoce. Jacob dio su conformidad al arreglo de Labán, y se estableció un nuevo acuerdo que permitía a Jacob casarse con Raquel al cabo de la semana (presumiblemente de festividades). Se le exigieron siete años más de servicios en reemplazo del dinero que el que se casaba debía entregar a su suegro (* Matrimonio).

Durante los veinte años que Jacob permaneció en la casa de Labán le nacieron once hijos varones y una mujer. A Lea le nacieron cuatro hijos varones, mientras que Raquel no dio a luz ningún hijo por ser estéril. Su mortificación fue en parte suavizada cuando entregó a Jacob a su criada Bilha, adoptando a sus dos hijos varones (* Nuzi). Lea hizo lo propio con su criada Zilpa, quien también dio a luz dos hijos varones. El conocimiento de que la adopción podía provocar la concepción en la madre adoptiva quizás haya sugerido este proceder (cf. Sara y Agar, Gn. 16.2). Lea dio a luz dos hijos varones más y una mujer antes que Raquel diera a luz a José. Varios de los nombres dados a los hijos de Jacob aparecen en escritos contemporáneos, aunque no se mencionan los personajes bíblicos conocidos.

Harán era un centro comercial muy importante, a la vez que zona agrícola y pastoril de mucha fertilidad. Es presumible que Labán poseyera una casa en la ciudad donde vivía durante la estación estival de la siega, llevando a sus rebaños a pastorear en las sierras durante el invierno. Como cabeza de lo que evidentemente era una familia bastante rica, habrá tenido autoridad en su propia casa, y también en el consejo de la ciudad. El pedido de Jacob de que se le permitiera regresar a su casa habrá sido hecho, quizás, al final de los catorce años de servicio prestados por sus dos esposas, y después que Raquel tuvo su primer hijo, José. Su habilidad en la atención de los rebaños de Labán y el éxito que había tenido eran tales que su tío no estaba muy dispuesto a dejarlo ir (Gn. 30.25ss). Llegaron a un acuerdo por el cual Jacob seguiría trabajando para Labán, recibiendo a cambio todos los animales de los rebaños y manadas de Labán que tuviesen manchas de color. De este modo Jacob adquiriría un capital con el cual podría mantener a su familia. Labán, faltando nuevamente a su palabra, apartó todos los animales que por derecho pertenecían a Jacob, pero este, siguiendo el consejo recibido mediante un sueño, ingeniosamente transformó el ardid de su suegro en beneficio propio, sin violar ninguna de las condiciones del acuerdo. Su prosperidad despertó la envidia de los hijos de Labán, que estimaban haber sido defraudados de su legítima herencia (Gn. 31.1). Recibiendo instrucciones divinas, Jacob puso a un lado toda renuencia a abandonar Harán sin la conformidad de Labán, y en esto Raquel y Lea lo apoyaron en sus planes porque consideraban que su padre había malgastado la dote que ellas debían haber recibido (* Matrimonio). La huida se llevó a cabo mientras Labán estaba ausente trasquilando ovejas. Una ventaja de dos días de viaje permitió a Jacob y sus manadas llegar hasta Galaad en el N de la Transjordania antes de ser alcanzado por Labán (Gn. 31.22ss). Siete días de perseguimiento por parte de Labán, con un recorrido de unos 670 km, está dentro de las posibilidades de un camello de silla. Labán se quejó de la salida furtiva de Jacob, pero su mayor preocupación consistía en el robo de sus ídolos (* Terafines; * Nuzi). Si la posesión de dichas imágenes realmente señalaba al jefe de la familia, luego la acción de Raquel tenía por finalidad exaltar a Jacob. Pudo apropiárselos recurriendo a un ardid. Jacob, a su vez, recordó a Labán la forma leal en que le había servido, cumpliendo con todos los requisitos corrientes de un buen pastor, y la manera injusta en que se le había recompensado. Se hizo un pacto, y Labán utilizó su posición de autoridad para dictar las condiciones: sus hijas no debían ser maltratadas, ni debía Jacob tomar otra mujer. Se erigió un monumento para conmemorar el convenio y edificaron un majano de piedras. Sirvieron también como puntos de marcación más allá de los cuales ninguna de las dos partes debía pasar; posiblemente se trataba de un reconocimiento de la extensión de los derechos territoriales de Jacob bajo los términos de la promesa. Cada una de las partes invocó a Dios para que fuera testigo y castigara a cualquiera que quebrantara el convenio. Se ofreció un sacrificio, y las dos partes compartieron una comida en señal de buena voluntad.

Jacob siguió viaje a *Mahanaim, donde le salió al encuentro una hueste angelical, y luego envió exploradores para tantear la actitud de Esaú hacia él (Gn. 32.1ss). Al acercarse su hermano, Jacob se cuidó de salvaguardar la mitad de sus posesiones, enviando también a Esaú un valioso obsequio. Después de pedir la bendición divina, y justamente cuando iba a vadear el río Jaboc en *Penuel, se trabó en lucha con un desconocido que pudo vencerlo únicamente descoyuntándole el muslo. Este incidente fue considerado como la redención de Jacob “de todo mal” (Gn. 48.16), indicando su nuevo nombre, Israel, que era capaz de contender con Dios (cf. Os. 12.4), mientras que el haber quedado incapacitado indicaba su subordinación. El recibimiento amistoso de Esaú no libró a Jacob enteramente de sus temores, por lo que, en lugar de seguir tras su hermano dobló en dirección a *Sucot. Desde allí se dirigió a una ciudad en el territorio de Siquem, donde compró una parcela de tierra. La violación de Dina, y la venganza tomada por los hermanos de ella, produjo la hostilidad de los habitantes de la zona hacia él (Gn. 34.1ss). Recibió instrucciones de Dios de trasladarse a Bet-el, presumiblemente fuera de la jurisdicción de Siquem, para adorar. Los diversos símbolos paganos traídos desde Padan-aram fueron enterrados antes de que la familia pudiera seguir viaje. Como había hecho antes, en esta ocasión también Jacob erigió un monumento para conmemorar su comunión con Dios, derramando sobre él una libación. Lo mismo hizo para señalar la tumba de Raquel en la localidad de *Efrata, pero sin libación (Gn. 35.1–20). Después de la muerte de Isaac (Gn. 35.28–29) se asentó en la región de Hebrón, y allí vivió en la misma forma en que había vivido en Harán, dedicado a la ganadería y la agricultura. Cuando sobrevino el hambre y fue invitado a Egipto, primeramente se aseguró de que hacía bien en trasladarse más al S de Beerseba (Gn. 46.1ss).

Antes de su muerte adoptó a los dos hijos de José y les concedió una bendición especial, manifestando preferencia por el menor de los dos (Gn. 48). Las bendiciones de los doce hijos se registran en una composición poética que es un juego de palabras sobre el significado de los nombres (Gn. 49.1–27). Jacob murió, con más de 130 años de edad, y fue sepultado en la tumba de la familia en *Macpela, cerca de Hebrón (Gn. 50.13).

Sus descendientes adoptaron para sí su nombre *Israel (siendo Jacob el nombre paralelo en poesía). Como pueblo elegido tuvieron el privilegio de luchar con Dios.

A.R.M.

III. Referencias en el Nuevo Testamento

Jacob, hijo de Isaac, aparece en las genealogías (Mt. 1.2; Lc. 3.34). Más significativa es su frecuente mención conjunta de Abraham, Isaac, y Jacob, donde Jacob aparece con los otros dos como tipo de los que son eternamente bendecidos (Mt. 8.11; Lc. 13.28). Los sinópticos registran la cita de Jesús tomada de Ex. 3.6: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Mt. 22.32; Mr. 12.26; Lc. 20.37; tamb. Hch. 7.32). Esta sonora fórmula (que adopta la liturgia judía, cf. las “dieciocho bendiciones”) pone énfasis y solemnidad en el carácter de Dios como el que entró en una relación pactada con los patriarcas de antaño y cumple sus promesas. Pedro usa casi la misma fórmula para dar realce a su declaración de lo que Dios ha hecho en Cristo (Hch. 3.13). Esteban menciona a Jacob varias veces (Hch. 7.12, 14–15, 46). La última vez habla del “Dios de Jacob”, dando así a este patriarca importancia central en la historia de la religión. Pablo se refiere a Jacob dos veces, la primera para expresar los propósitos electivos de Dios (eligió a Jacob antes de que hubieran nacido los dos niños, Ro. 9.11–13), y la segunda para simbolizar la nación (Ro. 11.26). Finalmente, este patriarca figura en Hebreos como uno de los héroes de la fe (He. 11.9, 20s). En Mateo se menciona a un Jacob como padre de José en la genealogía de nuestro Señor (Mt. 1.15–16).

Bibliografía. J. Prado, “Jacob”, °EBDM, t(t). IV, cols. 282–290; J. Bright, Historia de Israel, 1970, pp. 100ss; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 1975, t(t). I, pp. 235ss.

L.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Escultura S/N del artistita plástico peruano Vicente López de Romaña JenkinsEl hijo de Isaac y Rebeca, tercer gran patriarca del pueblo elegido, y el ancestro inmediato de las doce tribus de Israel. Los incidentes de su vida se hallan en partes de Génesis, 25,21 – 50,13, los eruditos modernos distinguen los documentos (J, E, P) (vea Abraham). Su nombre—posiblemente una abreviación de Jacob-El (Babilonio: Ya kub-ilu), con el cual compara Israel, Ismael, etc—significa “el suplantador”, y alude a la bien conocida circunstancia de su nacimiento (Gen. 25,25). Sus primeros años estuvieron marcados por variados esfuerzos para obtener los derechos de nacimiento de su hermano Esaú. Su lucha por ello comenzó antes de su nacimiento (25,22-25). Más tarde, él tomó ventaja de la irreflexión y desesperación de Esaú al comprárselos por un plato de lentejas (25,29-33). En virtud de esta compra, y a través de un ardid, finalmente lo obtuvo asegurándose la bendición que Isaac destinaba para Esaú (27,1-37). Entonces ocurrió que, para escapar del furor vengativo de su hermano, y aparentemente también para obtener una esposa del linaje de sus padres, escapó a Jarán, el lugar de residencia de Labán, su tío materno (27,41 – 28,5).

En su camino hacia allá, tuvo en Luza la visión de ángeles ascendiendo y descendiendo por una misteriosa escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo, y de Yahveh renovándole las gloriosas promesas que Él había hecho a Abraham y a Isaac; como consecuencia de esto, él llamó a ese lugar Betel, e hizo la promesa solemne de rendir culto exclusivamente a Yahveh si Él lo acompañaba en su camino y lo devolvía seguro a su hogar (28,11-22). Las relaciones de Jacob con la familia de Labán forman un interesante episodio, los detalles del cual son perfectamente verdaderos en la vida oriental y no necesitan ser expuestos aquí. Además de bendecirlo con once hijos, Dios otorgó a Jacob una gran prosperidad material, de modo que Labán estaba naturalmente deseoso de retenerlo. Pero Jacob, muy hastiado con los frecuentes engaños de Labán, y también mandado por Dios a regresar, partió en secreto, y, aunque alcanzado y amenazado por su indignado suegro, él se las arregló para apaciguarlo y proseguir su propio camino hacia Canaán (caps. 29 – 31). Se las ingenió también—después de una visión de ángeles en Mahanaim, y una noche completa de lucha con Dios en Penuel, en cuya ocasión recibió una nueva bendición y el significativo nombre de Israel—para calmar a su hermano Esaú, quién había venido a enfrentarse con él junto a 400 hombres (32 – 33,16).

Pasando a través de Sukkot, Jacob primero se instaló cerca de Salem, una ciudad de los siquemitas, y allí erigió un altar al Dios de Israel (33,17-20). Se vio obligado a marcharse debido a la gran cantidad de enemigos cananeos—cuya ocasión es incierta—se fue a Betel, donde cumplió el voto que había hecho en su camino a Jarán (34 – 35,15). Continuando más hacia el sur, llegó a Arribando desde el lejano sur, llegó a Efratá, donde sepultó a Raquel, que murió dando a luz a Benjamín, y donde erigió una estela en el sitio de su tumba. De allí, a través de Migdal Éder, llegó a Hebrón, donde se unió a Esaú para el funeral de su padre (35,16-29).

En Hebrón, Jacob vivió tranquilamente a la cabeza de una numerosa familia de pastores, y recibió con pena inconsolable la aparente evidencia de la cruel muerte de José, pasó por la opresión de la hambruna, y aceptando muy renuentemente su separación de Benjamín (37,1-4; 42,35-38; 43,1-14). La noticia de que José estaba vivo y lo invitaba a venir a Egipto revivió al patriarca, quien, pasando a través de Berseba, llegó a Egipto con sus hijos y nietos (45,25 – 49). Ahí le fue dado reunirse nuevamente con José, para disfrutar los honores conferidos a él por el Faraón, y para pasar prósperamente sus últimos días en las tierras de Gosén. Allí, en su lecho de muerte, predijo el futuro de fortunas de los respectivos descendientes de sus hijos, y falleció a la edad de 147 años. (46,29 – 49). De acuerdo a sus últimos deseos, fue sepultado en la tierra de Canaán (1,1-13). A pesar de las variadas dificultades encontradas en el examen de la narrativa bíblica y tratadas en detalle por los comentaristas, es completamente cierto que la historia de Jacob es la de una persona real cuyos hechos reales son registrados con substancial precisión. El carácter de Jacob es una mezcla del bien y del mal, gradualmente escarmentado por la experiencia de una vida larga, y sobre todo el no ser digno de ser usado por Dios con el propósito de mostrar su misericordia hacia el pueblo elegido. Las leyendas talmúdicas acerca de Jacob son la cumbre de la fantasía.

Fuente: Gigot, Francis. “Jacob.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08261a.htm

Traducido por Miguel A. Casas. L H M

Selección de imágenes: José Gálvez Krüger

Fuente: Enciclopedia Católica