JANSENISMO – Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología

JANSENISMO

Movimiento disidente dentro del catolicismo romano (® CATí“LICA, APOSTí“LICA Y ROMANA, IGLESIA). Partidarios de Cornelio Jansenio (1585–1638), eminente teólogo y pensador católico, obispo de Ypres desde 1636 hasta su muerte.
Jansenio, como otros pensadores católicos, negaba la realidad del libre albedrí­o en el hombre, la posibilidad humana de rechazar la gracia y la universalidad de la salvación por medio de la muerte de Jesús. Publicó su obra Augustinus en 1640 y fue condenado por el Santo Oficio.
Este ® “CALVINISMO” católico se extendió por Bélgica, Holanda y Francia en oposición a sus adversarios jesuitas. En Parí­s, los teólogos de Port Royal, entre ellos el filósofo Blas Pascal, defendieron las ideas de Jansenio, pero en 1653 Inocencio X declaró que cinco de sus proposiciones eran heréticas. Finalmente se organizó una iglesia jansenista dirigida por el obispo de Utrecht. Esta iglesia contribuyó a la formación del movimiento de los Viejos Católicos (® VIEJOS CATí“LICOS, IGLESIA DE LOS) del siglo XIX.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

(de Jansenius).

Herejí­a que desfiguró la doctrina de la “gracia” de San Agustí­n, diciendo que el hombre no es libre, que está predestinado. Se opuso al Papa, clamando que los obispos no dependen de él. Herejí­a condenada en 1653, 1656 y 1794.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

El jansenismo es un movimiento multiforme que influyó en la vida de la Iglesia a partir de los años 40 del siglo XVII, con reflejos en la dogmática, en la moral y en la espiritualidad, a lo que hay que añadir interferencias polí­ticas.

1. Evolución histórica.- En la tormentosa discusión sobre la predestinación y el libre albedrí­o, fue el doctor lovaniénse y obispo de Ieper (Ypres) Comelio Jansenio (1585-1638) el que decidió remontarse a los escritos auténticos de san Agustí­n, En su libro Augustinus, que salió dos meses después de su muerte, Jansenio presenta una doctrina en la que afirma que el hombre, después del pecado original, está dominado por la concupiscencia. Todas sus acciones están envenenadas.

Sólo la gracia de Dios le permite realizar obras buenas. Pero esta gracia resulta vencedora sólo con una renuncia total a sí­ mismo y una perfecta conformidad con la voluntad divina.

Pronto se encendió la polémica, iniciada con los jesuitas, desplazándose de los Paí­ses Bajos a Francia. Aquí­ Saint-Cyran (Jean Duvergier de Hauranne, 1581-1643), condiscí­pulo y amigo de Jansenio, se convirtió en el gran apóstol de la espiritualidad jansenista y conquistó para la causa al célebre monasterio cisterciense de Port-Royal.

Por iniciativa de la Sorbona, Roma condenó cinco proposiciones (DS 2001-2007), pero los jansenistas negaron que fueran de Jansenio. Vino a continuación un perí­odo de luchas y tensiones que sólo se aplacaron bago Clemente IX con la “paz clementina” (1669). Después de este primer perí­odo de un jansenismo prevalentemente dogmático y espiritual, comenzó en el siglo XVIII una segunda época con la aparición de Pascasio Ouesnel (16341719) y la condenación de 10 proposiciones suyas en la bula Unigenitus (1713). Hay que distinguir: aj el jansenismo popular o espiritual, con un ascetismo penitencial a ultranza que se extendió también fuera de Francia; bj el jansenismo aristocrático y teorizante, movimiento que, refugiándose en el parlamento galicano, adoptó todas las posiciones del episcopalismo y se relacionó con algunas formas de regalismo. A lo largo del siglo XVIII el jansenismo se mezcló con tendencias politizantes, encontrando su expresión más audaz en el Sí­nodo de Pistova (1786), condenado por la bula Auctorem fidei (1794). Posteriormente sobrevivió en dos formas : la polí­tico-religiosa y la í­ntima de la espiritualidad.

2. Espiritualidad.- El jansenismo no intentaba ser más que un agustinismo coherente, dispuesto a reaccionar contra toda acomodación del humanismo y a recordar al hombre su trascendencia. Las bases de su pensamiento son la sagrada Escritura y . san Agustí­n. Entre los puntos concretos de la espiritualidad jansenista recordemos los siguientes: a) La exaltación de la majestad de Dios y de su trascendencia como dato esencial para plantear correctamente la vida espiritual. B) En contraste con esta realidad se encuentra la condición humana después del pecado original. La predestinación por parte de Dios es absolutamente gratuita, De estos hechos fundamentales surge la exigencia radical para el hombre de conciliar la misericordia de Dios con su justicia, la gracia y la libertad, el temor y el amor, la ley divina y los acontecimientos de la historia. .c) La visión jansenista del mundo y del hombre es fundamentalmente pesimista; de aquí­ se deriva su intransigencia respecto a la naturaleza humana, dominada por instintos y sentimientos peligrosos, y también una “fuga mundi ” tan radical que presenta en ciertos casos manifestaciones realmente aberrantes. D) La relación entre Dios y el hombre a través de la oración resulta bastante difí­cil. El jansenismo insiste mucho en la oración litúrgica, mientras que demuestra cierta indiferencia por la oración personal, especialmente la meditación, que deberí­a estar siempre dominada por sentimientos de temor, de esperanza y de deseo, de arrepentimiento y de dolor por los pecados, y no tanto por los de gozo y de amor. E) No se excluyen la contemplación y la vida mí­stica, pero se las mira con cierta desconfianza o prevención, ya que no se trata de ví­as ordinarias para relacionarse con Dios; por eso no hay .

que facilitarlas, sino más bien desaconsejarlas.

3. Valoración.- Resulta difí­cil hacer un balance espiritual del jansenismo, pero conviene exorcizar un “mito del jansenismo” que ve sólo sus aspectos extremos. Los mismos jansenistas no sabrí­an decir qué es lo que les distingue: no tienen más ambición que la de ser fieles a la más pura tradición católica. 5us adversarios, creando la palabra, los acusaron de “jansenistas “. Al leer los estudios sobre el jansenismo, más que partir de los errores condenados por el Magisterio de la Iglesia, será importante atisbar las intenciones más profundas del pensamiento de los jansenistas y del comportamiento espiritual al que llegaron por coherencia con sus ideas.

La palabra “jansenista”, que tuvo desde sus orí­genes un matiz peyorativo, sirvió hasta el siglo xx para indicar fenómenos o personas contra las que se querí­a poner sobre aviso, independientemente de que tuvieran o no una relación real con Jansenio y sus discí­pulos. Por eso el término evoca un Dios severo, una rigidez sin inteligencia, una religión de terror y una vida sin amor, a veces en abierto contraste con la realidad histórica del jansenismo, que hay que juzgar sin prevenciones y teniendo en cuenta su carácter polivalente.

T Jansen

Bibl.: Jansenismo, en ERC, 1V 676-682: p, M, Abellán, Fisonomí­a moral del primitivo jansenismo, Granada 1942: M, Giovanno, El jansenismo en España. Estudio de las ideas religiosas en la segunda mitad del siglo XVlll Madrid 1972.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

El j. fue un movimiento interno de la Iglesia durante los siglos XVII y XVIII que tuvo lugar en Francia y en los Paí­ses Bajos. Representa una nueva tentativa – rechazada por el magisterio de la Iglesia católica como demasiado unilateral – dentro del esfuerzo con que se constituye toda existencia cristiana consciente. Este esfuerzo se debe a que la antinomia fundamental del cristianismo (el sí­ al mundo como un juicio absoluto sobre él; y viceversa: la salvación como algo que hay que realizar por sí­ mismo y con la propia responsabilidad de una parte, y como un don inmerecido y libre bajo todos los aspectos, de otra parte) no se puede abandonar a una división dualista, ni se puede eliminar en forma monista reduciéndola a uno u otro aspecto, sino que es preciso aprehenderla como unidad en que se concilian ambos aspectos (-> gracia y libertad).

1. La doctrina de Jansenio
El fundador teológico de esta nueva articulación de la conciencia cristiana fue Cornelio Jansenio (Jansen, t 1638), que tras sus estudios en Lovaina y Parí­s fue profesor de teologí­a en Lovaina y desde 1636 obispo de Ypres. Su obra capital Augustinus seu doctrina S. Augustini de humane naturae sanitate, aegritudine, medicina adversus Pelagianos et Massilienses se publicó por vez primera en Lovaina (1640ss).

Temáticamente Jansenio enlaza con las disputas (suscitadas por la reforma protestante y, dentro del campo católico, por el molinismo y el -> bayanismo) en torno a la correcta concepción de la gracia divina y de su relación con la autonomí­a del hombre. Bajo este aspecto, y en oposición tanto a la tradición escolástica como a la concepción humanista del hombre que se configura a sí­ mismo libre y soberanamente en orden a la perfección humana y religiosa, Jansenio vuelve a la teologí­a patrí­stica y en especial a la de Agustí­n (concretamente en su enfrentamiento al pelagianismo), hasta tal punto que sus adeptos pudieron llamarse “amigos de san Agustí­n” y que es posible caracterizar el movimiento jansenista como una forma moderna de agustinismo. Partiendo de ahí­ desarrolla un sistema teológico propio, en el que le sirve de hilo conductor un triple esquema de la historia de la salvación: originariamente, en el estado de “naturaleza pura”, “Adán” era libre y dueño de sí­ mismo, en el sentido de que, con la asistencia de la gracia (que le era debida y en cierto modo estaba a su disposición) indispensable para alcanzar el fin sobrenatural (el adiutorium sine quo non), podí­a decidir de forma personal y libre acerca de su salvación. Pero con el pecado original el hombre perdió su autonomí­a tan completamente, que ya no le fue posible en modo alguno orientarse sobre el valor religioso y moral de su conducta, ni tomar una decisión propia y plenamente responsable de cara al bien; por el contrario, su voluntad quedó sometida a la determinación de la “-> concupiscencia victoriosa”, la fuerza de atracción de lo creado, con lo que en toda su conducta está abandonado al pecado.

Todos los intentos de corrección personal y autónoma, bien en el terreno práctico a través de las virtudes universalmente reconocidas, o bien en el plano teórico del filosofar, sólo pueden ser “espléndidos vicios” al servicio de las malas inclinaciones, una vez que el hombre ha sucumbido tan ampliamente a la libido sentiendi, sciendi, excellendi. Sobre este trasfondo absolutamente negativo de total aniquilación de la libertad, la redención viene presentada ahora, no como restauración de la libertad y como nueva responsabilidad propia, sino como una nueva determinación de la voluntad, movida ahora por el gozo celestial. Tal transformación determinante de la voluntad por medio de la gracia (el auditorium quo) en orden a su salvación, en orden al amor de lo divino en lugar de las cosas creadas, no nos llega en modo alguno a través de un sí­ humano, sino que es eficaz por sí­ misma con una eficacia irresistible. Con una exposición literalista de la antí­tesis entre la “servidumbre del pecado” y la “servidumbre de Cristo”, la libertad de los cristianos es descrita, no como una libertad interior en y frente a la libertad de Dios y de su amor, sino, en el mejor de los casos, como libertad de coacción exterior. Por lo que hace a su salvación, el hombre queda a merced de una elección divina totalmente arbitraria; es concebido como un objeto, no como un sujeto que responde a la voluntad divina. Entre las consecuencias de esta idea -como uno de los lugares teológicos más esenciales y discutidos- está el hecho de que la voluntad salví­fica de Dios y la fuerza salvadora de la muerte de Cristo se restringen por principio a los predestinados efectivamente a la salvación.

El agudo contraste entre la corrupción humana (como extinción total y bajo todos los aspectos de la capacidad de disponer de sí­ mismo en forma responsable) y la redención (como determinación arbitraria del individuo movido por la “concupiscencia victoriosa” de lo divino) sigue siendo una convicción fundamental y decisiva hasta en las formas posteriores del j. francés, más interesadas por el aspecto práctico de la cuestión que por la sistematización teológica.

2. Establecimiento del jansenismo en Francia
Esta opinión dogmática tuvo consecuencias prácticas ante todo y sobre todo en Francia, y concretamente en Port-Royal, un gran monasterio de religiosas cistercienses con dos casas filiales, una en Parí­s y otra en sus alrededores. La reforma del monasterio se llevó a cabo dentro de este espí­ritu bajo la dirección del confesor, el abad de Saint-Cyran, Jean-Ambroise Duvergier de Hauranne, llamado Saint-Cyran (

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica

Cornelius Otto Jansen (1585–1638), Obispo de Ipres, junto con su amigo San Cirano, trataron de combatir el relajamiento moral de los jesuitas haciendo énfasis en la conversión, la necesidad y la irresistibilidad de la gracia; quería la purificación del romanismo bajo líneas agustinianas, pero en contra de los reformadores mantuvo todo el eclesiasticismo de Agustín, aceptando la iglesia Papal como la extensión de la encarnación y que sólo a través de ella la salvación era comunicada. El centro del movimiento vino a estar en Port Royal, un convento cisterciano cerca de París, y después de la muerte de Jansen su líder principal fue Antoin Arnauld. Pascal atacó a los jesuitas con sus Lettres Provinciales (1656), y Pasquier Quesnel promovió una teología bíblica en sus Réflexions Morales (1693). Pero el Papa en 1653 y la Bula de Ugenitus (1713) condenaron cinco puntos que se decían venir de la obra póstuma de Jansen, Augustinus. El jansenismo fue quitado de Francia, y en Holanda produjo lo que se llaman los Antiguos Católicos (véase)

BIBLIOGRAFÍA

N.J. Abercrombie, The Origins of Jansenism.

G.S.M. Walker

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (333). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología