JUAN PABLO I

[041](1912-1963)
El Papa breve de la catequesis amable. Su pontificado duró un mes, pero su sonrisa catequí­stica quedó flotando en la Iglesia para siempre. Fue elegido el 26 de Agosto de 1978 y murió en la noche del 28 de Septiembre del mismo año.

1. Vida
Se llamaba Albino Luciani. Nació el 17 de Octubre de 1912, en Forno di Canale (hoy Canale d’Agordo). Era un pueblecito de unos mil habitantes, al norte de Italia, en la diócesis de Belluno. Su familia era muy humilde y cristiana. Fue el primero de cuatro hermanos.

Su padre era un obrero muy honrado y de carácter amable, alejado de la religión so pretexto de sus principios socialistas. Viudo de un primer matrimonio, se casó en segundas nupcias con una mujer muy piadosa que transformó su vida. Educó a sus hijos en la piedad cristiana, junto con su esposa.

La familia emigró a Suiza. Pero regresó a los pocos años, pues el padre entró como obrero en una fábrica de Murano, una isla frente a Venecia, en donde trabajó el vidrio artí­stico. Allí­ el niño pasó sus primeros años.

Entró en el Seminario local de Belluno. Cursó sus estudios y fue ordenado sacerdote el 7 de Julio de 1935. Luego fue a Roma para continuar la Teologí­a en la universidad Gregoriana.

En 1937 regresó a su pueblo. Fue nombrado Coadjutor de la parroquia y luego Vicerrector del Seminario Gregoriano de Belluno. Durante diez años se dedicó a enseñar diversas materias: Teologí­a dogmática, Moral, Derecho y Arte sacro. Amable y competente, se hizo apreciar por los seminaristas que siempre le recordaron como hombre bueno… al mismo tiempo que firme, claro y ordenado.

En 1947 fue nombrado Provicario de la Diócesis de Belluno. Dos años más tarde, organizó el Congreso Eucarí­stico de Belluno. Fue también responsable de la Oficina de Catequesis de la Diócesis. Allí­ es donde gestó su libro: “Catequesis en migajas”.

El año 1954 fue nombrado Vicario general de Belluno. Cuatro años más tarde el Papa Juan XXIII le consagró Obispo en Roma y le confió la Diócesis de Vittorio Veneto, cerca de Venecia. También formó parte de la Comisión para la Doctrina de la Fe, del Episcopado Italiano, granjeándose en todos los ambiente la simpatí­a por su bondad, la suavidad de sus formas y su humildad.

En 1969 Pablo VI le nombró Patriarca de Venecia. En 1973 le elevó a la dignidad de Cardenal, sin que para nada se alterara la sencillez de su vida y la humildad de su persona. ¿Qué es eso de Prí­ncipe de la Iglesia?, solí­a decir. “Yo sigo siendo un seminarista.

Y añadí­a: “Hay obispos de muchos tipos. Algunos asemejan a las águilas que vuelan por las alturas con documentos magisteriales. Otros son jilgueros que cantan las glorias del Señor de modo maravilloso. Otros, en cambio, son simples gorriones, que lo único que saben hacer es piar desde lo alto del árbol de la Iglesia. Yo soy de estos últimos.

De 1973 a 1976 fue Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Tuvo gestos emotivos que le granjearon la admiración de los que le conocí­an de cerca. Por ejemplo, en 1976 ofreció el producto de la venta de dos cruces pectorales que le habí­a regalado Juan XXIII y un anillo que le habí­a obsequiado Pablo VI, con el fin de ayudar a los subnormales. Al entregar el donativo decí­a “Es poca cosa, pero es mucho si nos ayuda a entender que el verdadero tesoro de la Iglesia son los pobres, los desheredados, los pequeños a los que hay que ayudar.

En ese año de 1976 publicó un interesante libro con el tí­tulo de “Illustrissimi”, que recogí­a una serie de cartas ficticias dirigidas a personajes de la Historia o de su fantasí­a.

2. Sentido de catequista
Siempre se sintió un sencillo sacerdote al servicio de los más pobres. Si en algo se distinguí­a era en su amor al Evangelio y en la inquietud que experimentaba ante la rectitud de la doctrina y el deseo de ayudar a todos a cultivar su fe. Sus preferidos fueron los pobres y los niños, a los que se acercaba con naturalidad y con tacto singular.

A pesar de sus formas tan humildes, sentí­a un interés peculiar por los problemas del mundo moderno, la cultura, la técnica, las relaciones internacionales. Seguí­a de carca los acontecimientos y sus juicios eran profundos y certeros. Recomendaba a todos defender la fe como el regalo más hermoso recibido del cielo. Decí­a: “Si tu fe es un montón de buen trigo, vendrá todo un ejército de ratones a tomarlo por asalto. Si es un traje, cien manos tratarán de desgárratelo. Si es una casa, la piqueta querrá derribarla piedra a piedra. Tendrás que defenderte: hoy, de la fe sólo se conserva lo que se defiende”. Eso lo proclamaba cada dí­a, lo mismo a seminaristas que a los niños de las catequesis de su Diócesis.

Elegido ya Papa, decí­a en una ocasión aludiendo a las catequesis semanal de Pablo VI: “Trataré de imitarlo, con la esperanza de poder yo también de alguna manera ayudar a la gente a hacerse mejor. Pero para ser buenos es necesario estar en regla con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos.”

En sus catequesis se trató de la bondad y la humildad, y luego de cada una de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.

3. Un mes como Papa.

Los misterios divinos quisieron que ocupara la cátedra de Pedro sólo un mes, antes de volar al cielo. El cónclave de Agosto de 1978 fue el más numeroso hasta entonces en la Iglesia. En sólo una jornada decidió el nombre del sucesor de Pablo VI. Ningún periodista lo sospechaba, pero así­ fue.

Eligió como nombre el de sus dos predecesores inmediatos: Juan y Pablo, como señal de continuidad en su lí­nea de gobierno eclesial. Su breve pontificado se caracterizó por la tranquilidad en sus pocas intervenciones. Los periodistas le llamaron el “Papa de la sonrisa”, reflejo de lo que sentí­a en el fondo de su espí­ritu: “Yo he sido y soy, y ante todo, un párroco. Recuerda la parábola del Buen Pastor. Pues bien, ese ha sido siempre mi programa…”
Desde su primera aparición en publicó cautivo al mundo entero con su aire de párroco acogedor y cercano. Apenas si tuvo tiempo para alguna acción sonora como Papa, ni para mensajes y homilí­as. El mundo quedó estupefacto al recibir la noticia de su fallecimiento súbito en la noche del 28 de Septiembre de 1978, al mes de su elección como Pontí­fice.

Sin embargo, se le recordarí­a siempre por su anterior interés por los niños, por su amor a la catequesis y por su trabajo cercano y cálido a lo largo de su vida sencilla de pastor de alma

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa