JUDEA

v. Israel, Judá
Ezr 5:8 fuimos a la provincia de J, a la casa del
Joh 3:22 Jesús con sus discípulos a la tierra de J
Joh 11:7 dijo a los discípulos: Vamos a J otra vez
Act 1:8 seréis testigos en Jerusalén, en toda J
Gal 1:22 no era conocido de .. a las iglesias de J


Judea (heb. Yehûdâh y Yehûd; gr. Ioudáia, “la alabanza del Señor” [una forma adjetiva del aram. Yehûdâyê’ y Yehûdâh, “(perteneciente a) Judá”, “(la tierra de) Judá”, o “tierra de los judí­os”]). Las 3 referencias a Judea en el AT (Ezr 5:8; 7:14-1 Dan 5:13) se deberí­an leer “Judá”, puesto que el nombre “Judea” es la forma latinizada del gr. Ioudáia (mientras que Judá en griego es Ióudas). I. Región. Judea se refiere primariamente a la región de Palestina al sur de Samaria, ocupada por la antigua Judá; secundariamente, a toda la tierra de los judí­os con sus fronteras variables. En el NT, Judea generalmente significa la región que está al sur de Samaria (cf Mat 2:1, 5; Mar 3:7, 8; Act 9:31; etc.), aunque a veces significa más. Propiamente, la Judea 681 del NT designa la parte al sur de Palestina en contraste con Samaria, Galilea, Perea e Idumea; sin embargo, se piensa que a veces se usaba en un sentido más amplio para la región ocupada por la nación judí­a (por ejemplo, a Herodes, que regí­a toda Palestina, se lo llama “rey de Judea”; Luk 1:5). Este último sentido parece ser el significado en Luk 23:5, pero no en Joh 7:1 Este artí­culo comienza más o menos arbitrariamente en el tiempo de Alejandro Magno, en el perí­odo cuando comenzó la influencia y el dominio griegos, simbolizados por el término Judea, que es el nombre griego del paí­s. Cubre el perí­odo intertestamentario y el del NT. Para los perí­odos anteriores, véase Judá, Tribu/Reino de. 1. Perí­odo intertestamentario. Cuando Alejandro conquistó el paí­s que bordeaba el Mediterráneo oriental, Jerusalén no se resistió; en cambio, de acuerdo con Josefo, el sumo sacerdote lo recibió como un huésped honrado y como un conquistador predicho en la profecí­a. Alejandro otorgó condiciones favorables a los judí­os, y estableció a muchos de ellos en su nueva ciudad de Alejandrí­a. Después de su muerte, Judea fue parte del territorio de sus sucesores, y gobernada primero por los Tolomeos de Egipto; sin embargo, varias veces cambió de manos entre éstos y los Seléucidas de Siria. Mapa XIII, C-3/4. Los judí­os fueron, en general, bien tratados durante los primeros 150 años del dominio helení­stico. Bajo los Tolomeos y los primeros Seléucidas tuvieron una gran autonomí­a. Judea era un “estado-templo” gobernado por el sumo sacerdote; el gobernante helení­stico generalmente quedaba satisfecho mientras se le pagaba regularmente su tributo. Los judí­os estaban en libertad de retener sus propias costumbres y religión, aunque entre las clases superiores habí­a una tendencia creciente a adoptar las costumbres, la vestimenta y el idioma griegos. Sin embargo, cuando Antí­oco IV Epí­fanes intentó helenizar a los judí­os por la fuerza, se produjo una reacción. En el 168 a.C. ordenó que cesaran de adorar a Dios, de observar el sábado, de practicar la circuncisión, y que participaran en los sacrificios paganos de animales inmundos a Zeus y Dionisio. Hizo consagrar el templo de Jerusalén a Zeus, y ordenó que se ofrecieran animales inmundos sobre su altar. Abolió el sábado, como también la lectura de la ley: los libros sagrados fueron destruidos, y los piadosos judí­os leales a la religión de sus padres fueron torturados y muertos. La resistencia finalmente tomó forma en la rebelión de los Macabeos (Matatí­as, sus hijos y sus seguidores). La 1ª acción contra los sirios fue una guerra de guerrillas, pero bajo Judas Macabeo se libraron verdaderas batallas y se lograron extraordinarias victorias. La fortuna de la guerra cambiaba de tanto en tanto, pero al fin Judea surgió de esta lucha como una nación libre. Desde el 143 a.C. se consideró independiente, y desde el 104 a.C. fue un reino soberano que dominaba una buena parte de Palestina e incluyó, por momentos, ldumea (Edom), Samaria, Galilea y regiones de Transjordania y del noreste del Mar de Galilea. En el 63 a.C. Pompeyo tomó Jerusalén, y Judea quedó bajo la dominación romana y fue gobernada como un reino vasallo por los últimos gobernantes macabeos. En el 40 a.C. los romanos designaron un nuevo gobemante local como rey de Judea, a Herodos “el Grande”, de origen idumeo. Mapa XIV. Bib.: FJ-AJ xi.8, 4, 5. 2. Tiempos del Nuevo Testamento. Cuando nació Jesús, poco antes de la muerte de Herodes, el reino de Judea casi tení­a el mismo tamaño que habí­a controlado el rey David. Después de la muerte de Herodes (4 a.C.) el reino se dividió, y Judea con Samaria fueron puestas bajo su hijo Arquelao, que recibió el tí­tulo de etnarca. Cuando Arquelao fue depuesto por mala administración (6 d.C.), dejó de ser gobernada por gobernantes locales y se la colocó bajo la administración provincial romana. Después de haber gozado de autonomí­a local bajo gobernantes persas, helení­sticos y romanos, tuvo gobernantes extranjeros, procuradores romanos que tení­an su sede en Cesarea. Siete procuradores gobernaron Judea y Samaria durante 35 años, lo que crearon una oposición judí­a decidida. Luego estas regiones fueron añadidas al reino de un descendiente de Herodes, Agripa I, que gobernaba Galilea, Perea y el noreste. Fue rey de Judea desde el 41 al 44 d.C. Después de su muerte, Judea y Samaria se convirtieron otra vez en una provincia bajo procuradores. La mayorí­a de los 7 procuradores que gobernaron el paí­s durante los siguientes 22 años fueron hombres despreciables y egoí­stas, cuyos actos necios e indignos de un estadista contribuyeron mucho a provocar la rebelión del 66 d.C. Esta guerra terminó con la destrucción de Jerusalén y del templo (70 d.C.) por Tito, y el fin del estado de Judea y de la nación judí­a como tal. Mapas XV, XVI. Véase Jesucristo I y II. II. Montañas. Cadena montañosa que recorrí­a, de norte a sur, todo el territorio de Judea y cuya elevación más importante correspondí­a 682 al sitio donde estaba asentada la ciudad de Jerusalén (Luk 1:65).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Un término geográfico que aparece por primera vez en la Biblia en Ezr 5:8 (RVR-1960 †œprovincia de Judea†, RVA provincia de Judá), para designar una provincia del imperio persa. Otras menciones de la tierra de Judea aparecen en los libros apócrifos: 1 Esdras (Ezr 1:30) y 1 Macabeos (Ezr 5:45; Ezr 7:10). Dado que la mayorí­a de los desterrados que volvieron del exilio babilónico pertenecí­an a la tribu de Judá, se les llamó judí­os y su tierra fue llamada Judea.

Como parte del imperio persa, Judea era un distrito administrado por un gobernador el cual era generalmente un judí­o (Hageo 1:14; 2:2). Mientras estaba bajo el dominio de Roma, después del destierro de Arquelao, hijo de Herodes, Judea fue incorporada a la provincia romana de Siria; pero sus gobernadores eran procuradores nombrados por el emperador romano. El superior inmediato era el proconsul de Siria quien gobernaba desde Antioquí­a (Luk 3:1). La residencia oficial de los procuradores estaba en Cesarea.

De norte a sur, Judea ocupaba alrededor de 92 km. y aprox. la misma distancia de este a oeste, desde el Mediterráneo al mar Muerto, con Jope en la frontera norte, y la frontera sur quedando a unos km. al sur de Gaza y la porción sureña del mar Muerto. No obstante, los lí­mites exactos nunca fueron bien marcados.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

En los tiempos persas, el término Judea se aplicaba a la región sur de Samaria, correspondiendo aproximadamente al territorio del reinado preexí­lico de Judá, excepto por las ciudades costeras las que fueron excluidas. El nombre Judea era el equivalente griego del arameo Yehud.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

Los persas llamaban Yehud (traducido como J. en Esd 5:8 y 7:14) a parte de los territorios del antiguo reino de Judá (Esd 5:8; Esd 7:14). Los griegos y romanos, posteriormente, lo llamaron J. El NT hereda ese uso, que aparece también en los libros apócrifos de 1 y 2 Macabeos y en los escritos de Josefo. En la época de la narración de los evangelios J. era parte de la provincia de Siria y estaba administrada por procuradores romanos.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, REGI

ver, HISTORIA

sit, a3, 276, 303

vet, (del lat. derivado del gr. “Ioudaia”, del heb. “Y’hûdãh”). Término geográfico que en la Biblia sólo aparece en el NT. Esta región se corresponde aprox. con el territorio del antiguo reino de Judá. Durante el exilio de Arquelao, Judea quedó anexionada a la provincia romana de Siria, y el emperador romano nombraba a los procuradores encargados de gobernarla. El reinado de Herodes Agripa (41 a 44 d.C.) interrumpió, durante un corto lapso de tiempo, la sucesión de los procuradores. Cesarea, a orillas el Mediterráneo, era la sede del procurador de Judea. Inmediatamente por encima de este magistrado estaba el procónsul (una especie de gobernador general) de Siria, que residí­a en Antioquí­a (Lc. 3:1; Ant. 17:13, 5; 18:1, 1). Este era el gobierno del paí­s durante el ministerio terrenal del Señor Jesús. El NT menciona con frecuencia a Judea (Lc. 23:5-7; Jn. 4:3; 7:3; Hch. 1:8). La frontera septentrional de Judea se extendí­a seguramente desde Jope, a orillas del Mediterráneo, hasta un punto del Jordán a unos 16 Km. al norte del mar Muerto. El lí­mite meridional puede seguirse desde el wadi Ghuzzeh, situado a unos 11 Km. al suroeste de Gaza, pasando por Beerseba, y hasta el sur del mar Muerto. La longitud de Judea, de norte a sur, es de alrededor de 88 Km. y su anchura de este a oeste es la misma. (Véase HISTORIA.)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[010]
Tierra de los judí­os; y, en el siglo I, provincia del Reino de Herodes que pasó a ser imperial y gobernada desde Cesarea por un Procurador.

(Ver Judá)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

En el tiempo de la dominación helénica se llamó así­ al territorio ocupado por los judí­os. En realidad es la parte sur de Palestina, correspondiente al reino de Judá, cuya capital era Jerusalén (Mt 3, 5; 4, 25; Mc 1, 5; 3, 7; Lc 6, 17). Parte del reino de Herodes el Grande (Lc 3, 1). En Judea predicó Juan Bautista (Mt 3, 1) y el mismo Jesucristo (Mt 19, 1; Mc 10, 1; Jn 3, 22; 4, 3. 47. 54; 7, 1. 3; 11, 7).

E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(del heb., De [Perteneciente a] Judá).
No se conocen con certeza los lí­mites exactos de esta región de Palestina. Se cree que abarcaba una zona de aproximadamente 80 Km. de E. a O., y 50 Km. de N. a S. Esta región limitaba al N. con Samaria; al S., con Idumea, y al E., con el mar Muerto y el valle del Jordán. Sin embargo, cuando el territorio de Idumea pasó a formar parte de Judea, parece ser que la frontera meridional que iba de E. a O. se extendí­a desde el S. de Gaza hasta Masada.
Cuando en Mateo 19:1 se dice que Jesús partió de Galilea y fue a los †œtérminos de Judea al otro lado del Jordán†, tal vez se indique que Jesús partió de Galilea, cruzó el Jordán y entró en Judea a través de Perea.
Herodes el Grande era el †œrey de Judea† cuando nacieron Juan el Bautista y Jesús. (Lu 1:5.) Para ese tiempo el senado romano ya lo habí­a nombrado rey de Judea. Posteriormente aumentaron sus dominios, y cuando murió, entre esos dominios se contaban Judea, Galilea, Samaria, Idumea, Perea y otras regiones. Arquelao, hijo de Herodes el Grande, heredó la gobernación de Judea, Samaria e Idumea (compárese con Mt 2:22, 23), pero después de su destierro, Judea llegó a estar bajo la administración de gobernadores romanos, que tení­an su residencia oficial en Cesarea. A excepción de un breve reinado de Herodes Agripa I como rey sobre Palestina (Hch 12:1), Judea estuvo bajo la administración de gobernadores hasta la sublevación judí­a de 66 E.C.
Hacia el fin del siglo I a. E.C., en cumplimiento de la profecí­a, nació en Belén de Judea Jesús, el Mesí­as prometido. (Mt 2:3-6; Lu 2:10, 11.) Después de la visita de unos astrólogos orientales, un ángel advirtió en un sueño a José, el padrastro de Jesús, del propósito de Herodes el Grande de acabar con el niño, así­ que José huyó con su familia a Egipto. Después de la muerte de Herodes, José no volvió a Judea, sino que se estableció en Nazaret de Galilea. Hizo esto debido a que Arquelao, hijo de Herodes, gobernaba entonces sobre Judea, y también por causa de la advertencia divina que se le dio en un sueño. (Mt 2:7-23.)
En la primavera del año 29 E.C., cuando Juan el Bautista empezó su obra precursora en relación con la venida del Mesí­as, Judea estaba bajo la jurisdicción del gobernador romano Poncio Pilato. Muchas personas, entre ellas los judeos, oyeron la predicación de Juan en el desierto de Judea y se bautizaron en sí­mbolo de arrepentimiento. (Mt 3:1-6; Lu 3:1-16.) Cuando Jesús comenzó su ministerio, menos de ocho meses después, los habitantes de Judea recibieron otra oportunidad de volverse a Jehová de todo corazón. Llegó un momento en que los discí­pulos de Jesús incluso bautizaban a más personas que Juan el Bautista. (Jn 3:22; 4:1-3.) Cuando Jesús partió hacia Galilea, grandes multitudes de Jerusalén y Judea le siguieron, por lo que pudieron beneficiarse de su ministerio en aquella región. (Mt 4:25; Mr 3:7; Lu 6:17.) Al igual que los galileos, muchos de estos judeos empezaron a interesarse inicialmente por lo que vieron que Jesús hací­a en Jerusalén en el transcurso de la fiesta (la Pascua de 30 E.C.). (Jn 4:45.) Las noticias de los milagros de Jesús en Galilea, como, por ejemplo, la resurrección del hijo único de una viuda en Naí­n, también se esparcieron por toda Judea. (Lu 7:11-17.)
Sin embargo, los lí­deres religiosos de Judea se opusieron intensamente a Jesús. Todo parece indicar que influyeron más sobre los judeos que sobre los galileos. A partir de la Pascua de 31 E.C., Jesús ya no estaba seguro en Judea. (Jn 5:1, 16-18; 7:1.) No obstante, asistí­a a las fiestas en Jerusalén y aprovechaba la oportunidad para predicar. (Jn 7:10-13, 25, 26, 32; 10:22-39.) Probablemente fue desde Judea desde donde Jesús envió a los 70 discí­pulos después de la fiesta de las cabañas, en 32 E.C. (Lu 10:1-24.) Posteriormente, a pesar de los intentos que habí­an hecho por apedrearle, Jesús decidió ir a Judea cuando se enteró de que su amigo Lázaro habí­a muerto. A los lí­deres religiosos la resurrección de Lázaro en Betania les dio una nueva razón para procurar matar a Jesús. Algunos decí­an: †œSi lo dejamos así­, todos pondrán fe en él, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar así­ como nuestra nación†. (Jn 11:5-8, 45-53.)
Aunque los evangelios sinópticos se ocupan principalmente del ministerio de Jesús en Galilea (probablemente debido a la mejor acogida que le dispensaron allí­), Jesús no descuidó Judea. De no haber sido así­, sus enemigos no habrí­an podido declarar ante Pilato: †œAlborota al pueblo enseñando por toda Judea, sí­, comenzando desde Galilea hasta aquí­†. (Lu 23:5.)
Después de la muerte y resurrección de Cristo Jesús, Jerusalén y Judea continuaron recibiendo un testimonio cabal. (Hch 1:8.) En Pentecostés de 33 E.C., habí­a judeos entre los 3.000 que respondieron a la predicación de Pedro y fueron bautizados. Más adelante, la congregación cristiana de Jerusalén continuó disfrutando de aumento (Hch 2), pero no sin oposición. (Hch 4:5-7, 15-17; 5:17, 18, 40; 6:8-12.) Después de apedrear a Esteban, se levantó una persecución tan enconada, que †œtodos salvo los apóstoles fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria†. (Hch 8:1.) Sin embargo, más que ser un obstáculo, el hecho de que se les esparciera resultó en que se difundiese el mensaje cristiano, y al parecer se formaron nuevas congregaciones en Judea y en otras partes. (Hch 8:4; Gál 1:22.) Después de la conversión de Saulo de Tarso, uno de los perseguidores, †œla congregación por toda Judea y Galilea y Samaria entró en un perí­odo de paz, siendo edificada; y como andaba en el temor de Jehová y en el consuelo del espí­ritu santo, siguió multiplicándose†. (Hch 9:31.) Este ex perseguidor, convertido entonces en el apóstol Pablo, predicó en Jerusalén y Judea. (Hch 26:20.) La obra que llevaron a cabo Pablo y otros cristianos resultó en la formación de nuevas congregaciones de cristianos, y los apóstoles y ancianos de la congregación de Jerusalén sirvieron a todas ellas como un cuerpo gobernante. (Hch 15:1-33; Ro 15:30-32.)
Al parecer, una buena parte de los cristianos que viví­an en Judea eran pobres. Por lo tanto, debieron sentirse muy contentos con las medidas voluntarias de socorro que sus hermanos cristianos de otras partes organizaron en su favor. (Hch 11:28-30; Ro 15:25-27; 1Co 16:1-3; 2Co 9:5, 7.) Los fieles cristianos de Judea sufrieron mucha persecución por parte de sus propios compatriotas que no eran creyentes. (1Te 2:14.) Finalmente, en 66 E.C., cuando los ejércitos romanos mandados por Cestio Galo se retiraron de Jerusalén, estos cristianos obedecieron las palabras proféticas de Jesús y dejaron Jerusalén y Judea para irse a las montañas, gracias a lo cual escaparon de la terrible destrucción que azotó Jerusalén en 70 E.C. (Mt 24:15, 16; Mr 13:14; Lu 21:20, 21.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Designación gr. y rom. de la tierra de *Judá. En realidad la palabra es un adjetivo (“judaico”), con (‘tierra’) o jōra (‘país’) implícito. Después de la conquista romana (63 a.C.) aparece tanto en un sentido más amplio, y se refiere a toda la Palestina, incluidas Galilea y Samaria, como en el sentido más restringido, que excluye estas dos regiones. El reino de Judea que le correspondió a Herodes (37–4 a.C.) incluía toda la Palestina y algunos distritos al E del Jordán. La etnarquía de Arquelao (4 a.C.-6 d.C.) comprendía Judea, en el sentido más restringido, y Samaria, y lo mismo vale para la provincia rom. de Judea entre 6 y 41 d.C. Después de la muerte de Herodes Agripa I incluyó también la Galilea en la provincia rom. de Judea en el 44 d.C. (* Israel).

Es probable que el “desierto de Judea” (Mt. 3.1), relacionado con Juan el Bautista, sea idéntico al “desierto de Judá” (Jue. 1.16, etc.), e. d. el desierto que se encuentra al O del mar Muerto.

J.D.D.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Al igual que el adjetivo Ioudaios, el sustantivo Ioudaia procede del arameo Iehûdai (Esd. 4,12). Designa la parte de Palestina adyacente a Jerusalén habitada por la comunidad judía después de su regreso del cautiverio. Sus límites originales pueden ser asignados de la siguiente manera: Bethsàr al sur; Bet Jorón al norte; Emaús al oeste y el río Jordán al este. Los judíos dispersos en otras partes del país no habitan en Judea propiamente dicha. Cuando, en 160 a.C., el general sirio Báquides deseó mantener a Judea en su poder, construyó fuertes en Jericó, Bet Jorón, Betel, Tibná y Tefón (no Bêt-Nettif), y fortificó a Bethsûr y Gézer (1 Mac. 9,50-52). Luego, entre Nehemías (cf. Neh. 3) y los asmoneos las fronteras del país judío sufrieron algunas modificaciones. Sin embargo, los Macabeos, a través de sus conquistas, ampliaron las fronteras; Aferema (Taybeh?), Lidda, Ramathem, (Rentis) (1 Mac. 11,34), Jaffa (1 Mac. 12,33), Mâdabâ, Samaria, Escitópolis (Josefo, “Antiq Jud”, XIII, IX, 1; X,2) fueron anexados uno tras otro al territorio judío. Josefo (Anticl. Jud., XIII, XI, 3) a veces llama Judea al reino macabeo. Por otra parte, sin embargo, el mismo historiador limita a Judea propiamente dicha a límites más correctos. Hacia el norte se extendía sólo hasta Anuath-Borkeos (‘Ainah-Bergït), a menos de dos millas al norte de Lubban; al sur tan lejos como Iardas, en los confines de Arabia, tomando así lo que se llamaba Idumea en tiempos de la dominación siria. El Jordán era su frontera en el este, el Mediterráneo al oeste (Bell. Jud., III, III, 5).

La historia de Judea es a menudo confundida con la de Jerusalén. En un primer momento una provincia (Medina) del imperio persa, fue administrada por un gobernador que residía en Jerusalén y era ayudado por un consejo de ancianos. En el año 332 a.C., Alejandro la anexó al imperio que él estaba construyendo entonces y sus sucesores disputaron largamente sobre la misma. En 320 era de Egipto y en 198 era de Siria. El ascenso judío bajo los Macabeos, que se inició en el año 167, resultó en la independencia de Judea, que duró desde 130 a 63 a.C. En esta última fecha, Pompeyo la hizo tributaria de los romanos. Bajo Herodes, que se convirtió en su rey en el año 37 a.C., el Salvador nació en Belén. Luego de la deposición de Arquelao, el hijo y sucesor de Herodes (6 d.C.) se le confió el gobierno de Judea a los procuradores romanos; uno de ellos, Poncio Pilato, condenó a Cristo a la Cruz, y otros dos, Félix y Porcio Festo, están involucrados en la historia de San Pablo. Desde el año 41 al 44 a.C. fue administrada por Agripa I y regresó a los procuradores hasta el año 66; en el 70 d.C. Judea desapareció como un distrito individual.

La evangelización de Judea comenzó durante la vida terrena de Cristo, quien viajó por la tierra más de una vez y tenía amigos allí. Fue una de las primeras provincias en beneficiarse de la predicación de los Apóstoles. Los judíos habían oído el discurso de San Pedro, cuando él salió de la cámara alta, y “acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.” (Hch. 5,16). Felipe, uno de los más celosos de los primeros siete diáconos, bautiza al eunuco de Etiopía en el camino de Jerusalén a Gaza, en el manantial que surge al pie de Bethsàr. De ahí este predicador se trasladó a Azoto (‘Esdoud), y de Azoto se fue a Cesarea, y predicaba el Evangelio en las ciudades por donde pasaba. Jaffa y Jope, donde San Pedro pronto encontraría discípulos, estaban en el itinerario de San Felipe (Hch. 8,26 ss). El Talmud tal vez provee información sobre la predicación del Evangelio en Judea cuando habla de Santiago de Kafar Sama, quien sanó a los enfermos en el nombre de Jesús. Kafar Sama estaba probablemente en las cercanías de Hebrón (quizás Semouah). San Pablo dice una y otra vez que las Iglesias de Judea habían sido probadas por la pobreza, la disensión y la persecución –Iglesias para las que él era al principio desconocido, pero que después escucharon su voz (1 Tes. 2,14; Gál. 1,22; Hch. 11,29). El cristianismo fue plantado en Judea tan temprano que en el Primer Concilio de Nicea (325) se encontraban obispos de Cesarea, Ascalón, Nicópolis, Jamnia, Eleuterópolis, Maximianópolis (Hebrón?), Lida, Jericó, Asdod, Gaza (Gelzer, “Patrum Nicenorum nomina “, Leipzig, 1898). En las listas posteriores de obispos nos encontramos con nombres que añadir a éstos: Jope, Antedón, Dioclecianópolis, Rafia, etc. (Hierocles, “Synecdemus”, Berlín, 1866). Desde el siglo IV hasta la invasión árabe la vida monástica se elevó a gran altura; baste mencionar las fundaciones de San Eutimio, San Teodosio y San Sabas (cf. Génier, “Vie de S. Euthyme-le-Grand “, París, 1909).

Considerada en la extensión dada por Josefo —es decir, como un gran cuadrado de territorio localizado entre Aqrabeh, Deir Ballàt y el Nahr el Audjeh, en el norte; el Mediterráneo, al oeste; Bersabee y ‘Tell ‘Arad, en el sur; el Mar Muerto y el Jordán, al este— Judea presenta una fisonomía suficientemente variada. En el oeste la antigua Filistea, las llanuras de Sefela, del Darom y de Saron producen sésamo, trigo y sorgo en abundancia, mientras que la naranja, limón, palma y la vid crecen allí libremente (vea artículo Plantas en la Biblia. En esta región llana hay varios lugares importantes: Jaffa (en 1912, 23,000 habitantes), Gaza (en 1912, 16.000 habitantes), Lida y Ramleh. Entre la llanura y el principal grupo de montañas se extiende una franja de terreno montañoso bien cultivado sin ningunos pueblos importantes. La región montañosa de Judea se eleva a una altura de 3,280 pies, y no es muy fértil, excepto cerca de los manantiales. Las cumbres son bastante desnudas, dondequiera que hay tierra en las rocas crecen la higuera, el olivo, la vid y la cebada. De esta región son los principales centros de Jerusalén (entre 80.000 y 100.000 habitantes), Belén (7000 habitantes), Hebrón (9000 habitantes) (1912). La parte oriental de Judea que colinda con el Mar Muerto y el Jordán está salpicada de pequeñas colinas, y poblada por tribus nómadas. El sur, donde el Négueb ofrece un suelo ligero, es adecuado para el cultivo. El agua es escasa en Judea. En las montañas se recoge la lluvia en cisternas, en las llanuras se han excavado pozos profundos. Hay algunos manantiales, pero su producción no es muy considerable; los principales son los de ‘Arroub Umm ed Daraj (Jerusalén), Liftah, Ain-Karim, Kolonieh, Abu Ghosh, Bireh y todo un grupo en las inmediaciones de Hebrón. En los arroyos de la cuenca del Jordán hay agua durante todo el año, lo que no es el caso en los de la vertiente mediterránea. Los vados Farah, Kelt, Audjeh, Fusail, Far’a, por no hablar de los importantes manantiales de Eliseo, Doak, Nuwaïmeh, Feshkha y Engadí, contribuyen con sus aguas al Ghor y al Mar Muerto durante todo el año.

Las vías romanas con las que Judea estaba marcada anteriormente estaban entonces intransitables. Los únicos caminos aptos para vehículos de ruedas eran los de Jerusalén a Jericó, a Hebrón a través de Belén, a San Juan en Montana, a Nablo, a Jaffa y al Monte de los Olivos, todos de reciente construcción. Había también un ferrocarril de vía estrecha desde Jerusalén hasta Jaffa, siendo este último el principal puerto de Judea y Gaza el segundo.

Judea es ante todo un país agrícola. Hay, sin embargo, unas pocas industrias especiales: en Jerusalén, la talla en madera de olivo; en Belén, la talla en nácar, en Gaza, el tejido de pelo de cabra, zapatillas y jabón; en Hebrón, el cuero y botellas de agua, frascos de vidrio y baratijas. El mutessariflik de Jerusalén, que casi corresponde a la antigua Judea, tiene una superficie de 8.484 millas cuadradas, y cuenta (a 1912) con 328 ciudades, pueblos, aldeas y caseríos, con una población total de 350.000, de los cuales 100.000 son no-musulmanes. Para 1912 había unos 27,000 católicos, y sus parroquias eran Jerusalén, Belén, Bet Sahur, Bet-Djalah, Ramala, Taybeh, Bir Zeit, Ramla, Jaffa y Gaza. Aunque no es un “vilayet”, esta provincia es directamente dependiente del ministro del interior en Constantinopla. A 1912 tenía cinco sub-prefecturas: Jaffa, Gaza, Hebrón, Berseba y (desde 1906) Nazaret, encontrándose geográficamente esta última en el “vilayato” de Beirut.

Bibliografía: Survey of Western Palestine, Memoirs, III (Londres, 1883); GUTHE en Realencyklopädie für prot. Theol. und Kirche, IX (Leipzig, 1901); MEYERS, History of the City of Gaza (Nueva York, 1901); ROBINSON, Biblical Researches in Palestine, I (Boston, 1856); DE SAULCY, Voyage autour de la Mer Morte et dans les terres bibliques (París, 1853); GUÉRIN, Judée (3 vols., París, 1868-69); CUINET, Syrie, Liban, Palestine (París, 1896); HÖLSCHER, Die administrative Einteilung des heutigen Syriens in Mitt. des Deutsch. Paläst. Vereins (1907), p. 53.

Fuente: Abel, Félix Marie. “Judea.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. 17 Dec. 2011
http://www.newadvent.org/cathen/08544a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica