LAMAISMO

Religión del Tí­bet. El nombre procede del tí­tulo que se daba a los monjes de alto rango. Con el tiempo “lama” se convirtió en el tí­tulo que se aplicaba a los monjes del Tí­bet.
El Dalai Lama es la máxima figura de la religión y hasta la invasión china de 1959 ocupaba la jefatura del gobierno tibetano. El segundo jefe es el Panchen Lama.
El lamaí­smo es una rama del ® BUDISMO que se desarrolló en el Tí­bet, con alguna presencia en Mongolia, Manchuria, Georgia y Rusia. El budismo, establecido en Tí­bet en el siglo VII, tuvo desde el principio un carácter monástico, pero decayó en el siglo X al resurgir la antigua religión animista (® ANIMISMO) del Tí­bet, el “bon”. Con la reintroducción del budismo, llevada a cabo por el misionero Atisa en el siglo XI, se produjo una reforma religiosa que hizo resurgir la disciplina monástica.
El lamaí­smo consiste en gran parte en un sincretismo. Sus crí­ticos entienden que resaltan en ese proceso elementos de ocultismo posbudista y del ® TANTRISMO. Según historiadores de la religión, los lamas se atribuí­an poderes mágicos y los recursos de la telepatí­a, la bilocación, el desplazamiento y la levitación. En la práctica actual se destacan los “molinos de oraciones”. Las escrituras lamaí­stas son conocidas como Vinaya. También disponen de interpretaciones escritas y de derecho canónico. El Dalai Lama afirma ser una encarnación del bodhisattva (ser destinado a la iluminación) Chbenrezi, y el Panchen Lama una encarnación de Amitabha, un buda.
La nación la integran en buena parte los monjes. Entre sus monasterios está el de Drepung, el mayor del mundo. En la ciudad de Lhasa (morada de los dioses), lugar sagrado del lamaí­smo, radica el templo principal o jokang.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

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Es una forma religiosa derivada del budismo, especialmente difundida en el Tibet y en otros paí­ses de Asia Central, como Mongolia.

1. Rasgos básicos
Encierra por el nombre como la idea de ser religión superior a las demás (en tibetano “blama”, indica ‘superior’). En esencia es un budismo mahayana con fuerte sabor teí­sta, y con mezcla de shivaí­smo alterado por supersticiones y ritos chamaní­sticos nativos.

En el 747, el monje budista Padmasambhava, (“nacido en el loto”‘), que vivió entre 717 y 762, viajó desde el norte de la India al Tibet. Estableció un grupo de monjes o lamas
La actividad religiosa de los lamas consistió desde el principio en recitar oraciones y textos sagrados, en forma de himnos recitados al compás de trompetas y tambores. La adoración, que se realiza tres veces al dí­a, se inicia tras el tañir de una pequeña campana y dura lo que pide la devoción de cada contemplativo. Los orantes usan rosarios, ruedas y banderas de rezos, para calcular sus plegarias, acción que es importante. Además veneran reliquias santas, amuletos, talismanes y formulan conjuros mí­sticos que repiten frecuentemente. (Ejemplo, “om mani padme h’um”: oh joya del loto, amén).

2. Organización.

Se da mucha importancia en el lamaismo a la jerarquí­a, no sólo por la capacidad de mando y decisión, cuanto por estar más cerca de la divinidad.
* El mando supremo está en manos de dos lamas:

– El Grande, o Dalai Lama

– y “otro” Lama, Panchen o Bogodo.

Antes de la invasión china de 1950, ambos lamas tení­an la misma autoridad; pero el Dalai Lama tení­a prerrogativas que la hací­an más poderoso en la práctica y más influyente ante los monjes.
* Bajo los dos lamas se hallan los Hutukhtus, o dignatarios espirituales.

* Y en el tercer nivel se hallan los “Hobilghans” o “bodhisattvas”, que dominan las disciplinas éticas y espirituales.

Los tres niveles indicados constituyen el clero más alto y, por lo tanto, el que manda en los monasterios y en la sociedad con sus decisiones y sus influencias. Sus miembros son mirados como reencarnaciones de los santos budistas anteriores y merecen especial respeto.

Existe otro rango religioso inferior, formado por hombres que pudieran demostrar su integridad y honradez en el obrar y competencia teológica. Se mueven con más libertad personal, pero gozan de menos consideración por parte de los seguidores.

Y hay otro clero más bajo todaví­a, que es el que realiza los trabajos en los monasterios y el que es mirado como si fuera más cercano al pueblo fiel.

Está formado por cuatro órdenes: los novicios, los monjes asistentes o compañeros, los religiosos mendicantes que allegan recursos, y los profesores o abades de otros monjes que ayudan a aprender y retener los textos sagrados. Todos hacen voto de celibato y la mayorí­a vive en monasterios.

3. Ritos y fiestas

El lamaismo tiene en lo esencial un culto búdico esencial. Está cargado de otros elementos que le acercan a cierto misticismo esotérico del tantra, devoción que incluye tanto el “yoga” como el “mantra” en diversos niveles.

Con ese culto asegura su influencia y su ascendiente sobre el pueblo sencillo. Y, sobre todo, asegura abundancia de donativos y limosnas que permiten a los monasterios vivir con determinado desahogo material, aunque no con riqueza.

Se da importancia a las fiestas, las cuales congregan a muchos fieles en los templos, santuarios y altares asistidos por los diversos órdenes de monjes.

En ellas se multiplican las decoraciones simbólicas y los gestos. Los fieles llevan al templo leche, mantequilla, té, harina y otras ofrendas similares. Los sacrificios de animales están totalmente prohibidos.

Las fiestas más importantes son:

– la de Año Nuevo, celebrada en febrero, marcando el comienzo de la primavera;

– también se aprecia la festividad de las Flores, situada al comienzo del verano, para conmemorar la reencarnación de Buda;
– y existe la Festividad del Agua, que se celebra en agosto y septiembre, para señalar el comienzo del otoño.

4. Escrituras
Las escrituras lamaí­stas se basan en las fundamentales del budismo. Pero se añaden otras divididas en dos grupos:
– el canon o lista de libros sagrados,
– y el comentario exegético.

El canon se centra en el recuerdo de los consejos y mandatos de Buda y de otros textos de la India y de China.

Contiene más de mil escritos que, en algunas ediciones, llenan más de cien volúmenes de mil páginas cada uno.

El comentario exegético es igualmente voluminoso, pero no posee la autoridad indiscutible del canon.

5. Dalai Lama.

Especial recuerdo reclama la autoridad religiosa máxima del lamaí­smo. Es el lí­der espiritual del budismo tibetano y el antiguo gobernante del paí­s, considerado como reencarnación de Buda.

Cuando muere un Dalai Lama, se cree que su alma entra en la de un recién nacido que, tras ser identificado gracias a pruebas tradicionales, se convierte en el nuevo Dalai Lama.

Sonam Gyatso, gran lama del monasterio Drepung y lí­der de la secta Dgelugspa (Gorros Amarillos), fue el primero en ostentar el tí­tulo de Dalai Lama en 1578. Recibió la confirmación de sus autoridad del jefe mongol Altan Kan. A partir de entonces, el tí­tulo se aplicó con carácter retroactivo a los anteriores lí­deres de la secta.

En 1642, otro jefe mongol, Gushri Kan, designó al quinto Dalai Lama (1617-1682) como gobernador temporal y espiritual del Tibet.

Sus sucesores gobernaron el paí­s, primero como tributarios de los mongoles. Pero desde 1720 hasta 1911 actuaron como vasallos del emperador de China, que respeto por lo general su autonomí­a y sus formas religiosas.

Los comunistas chinos ocuparon el Tí­bet en 1950. Su duro enfrentamiento con Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalai Lama, fue en aumento hasta que, tras una fallida rebelión en 1959, abandonó el paí­s y se refugió en la India.

Desde entonces vive exiliado, aunque viaja con frecuencia reclamando la libertad para su paí­s. En 1989 recibió el Premio Nobel de la Paz por su oposición pací­fica al gobierno chino en Tí­bet. 6. Lamaí­smo y cristianismo El lamaismo merece todo respeto por parte de los cristianos, no por la actitud feudal que reclama en el gobierno de su pequeño paí­s montañoso, sino por sus ideas religiosas que tanto tienen que ver con el monacato de estas regiones.

En los tiempos recientes ha merecido cierta admiración por su resistencia pací­fica ante las opresiones de la dictadura china.

Pero conviene entender su postura en favor de la libertad, su sentido trascendente de la existencia humana, y el amor a su patria oprimida.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa