LEPRA

Lev 13:2 en la piel de su cuerpo como llaga de l
Lev 14:34 pusiere yo plaga de l en alguna casa
Deu 24:8 en cuanto a la plaga de la l, ten cuidado
2Ki 5:3 si rogase mi señor .. lo sanaría de su l
2Ki 5:27 la l de Naamán se te pegará a ti y a tu
2Ch 26:20 he aquí la l estaba en su frente; y le
Mat 8:3; Mar 1:42 al instante su l desapareció
Luk 5:12 se presentó un hombre lleno de l, el cual


Lepra (heb. tsâra’ath; gr. lépra). Enfermedad infecciosa crónica del hombre, también llamada enfermedad de Hansen, que prevalece en ciertas partes del mundo y afecta hoy a unos 20 millones de personas. Aunque ha sido reconocida por más de 2.000 años, recién en 1871 Gerhard Hansen descubrió que es producida por el Microbacterium leprae; todaví­a no se conoce bien la enfermedad. Los sí­ntomas enumerados en Lev_13 incluyen hinchazón, llaga y/o mancha blanca (v 2); en términos médicos modernos, esto serí­a una pápula, una úlcera y una mancha sin pigmentación. Los diversos sí­ntomas descriptos en Lev_13 dan a entender que el término lepra se usaba evidentemente en un sentido más general que hoy. Algunos han sugerido que Lev_13 abarca 7 enfermedades diferentes bajo el vocablo “lepra”. Ciertos sí­ntomas se parecerí­an a condiciones que incluyen infecciones micóticas (hongos) psoriasis o vitiligo en vez de lepra, aunque ciertamente está incluida. La lepra de la ropa (Lev 13:47-59) y de las casas (Lev 14:34-48), que aparecen como franjas rojo verdosas, probablemente eran una forma de mildiú o de hongos, que las convertí­an en insalubres. Los principios de atención de las enfermedades infecciosas de la piel, por su sencillez y eficacia (como están descriptas en Lev_13), no han sido superados desde que Moisés los dio: 1. Inspección visual de la piel para el diagnóstico. 2. Criterios definidos de evaluación: nivel de la piel, pelo, pigmento e integridad de la superficie. 3. Perí­odo de cuarentena y nuevos exámenes seriados; dar tiempo al desarrollo de las caracterí­sticas de la enfermedad. 4. Precauciones sanitarias: lavarse, quemar, aislamiento. 5. Cubrirse la boca para minimizar la difusión de las gotitas de saliva. 6. Notificación obligatoria y una inspección de las enfermedades infecciosas por una autoridad central. La clasificación de la lepra depende de la diversidad de respuestas del cuerpo al mismo agente. Estas forman un espectro que refleja el estado del poder entre las defensas del cuerpo y el ataque de las bacterias. Tres segmentos de este espectro son clasificados como lepra lepromatosa en un extremo, y lepra tuberculoide en el otro, con una franja en el medio. Una cuarta clasificación se llama lepra indeterminada, en la que ninguna de las caracterí­sticas definitorias se ha desarrollado aún. La lepra lepromatosa está en un extremo del espectro donde el Cuerpo tiene poca resistencia aparente contra las bacterias: la tuberculoide está en el otro extremo, donde es evidente 707 una resistencia muy fuerte del cuerpo. 313. Leprosos al costado de un camino en Palestina. Hay 3 caracterí­sticas de la lepra que la separan de otras enfermedades: 1. Perí­odo de incubación, excepcionalmente largo: de 2 a 20 años. con un promedio de 2 a 3 años. Esto se debe a la larga vida de cada generación de bacterias que en promedio es de 3 semanas (comparado con minutos para muchas otras bacterias). 2. Esto oscurece el método de dispersión de la enfermedad por causa del largo perí­odo de silencio entre el contagio y la eclosión de la infección. Hoy se cree que la lepra se difunde primariamente por infección, ví­a gotitas en el aire. 3. Su caracterí­stica más notable es lo anestésico, la pérdida de la sensibilidad. El resultado es la destrucción de las manos, la cara y los pies por desgaste y atrición. Esto da lugar a una creencia incorrecta de que las partes se caen y que la enfermedad no es curable. La infección bacteriana puede ser detenida; con las medicinas y la terapia modernas, los terribles resultados arriba mencionados no son inevitables y no se necesita aislamiento en una leproserí­a. Una vez desarrollada la falta de sensibilidad, ésta no se recupera. Si bien la infección se puede curar, las cicatrices derivadas de la pérdida de sensibilidad permanecen toda la vida. Leproso. Véase Lepra.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ver ENFERMEDADES

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(castigo de Dios).

En el Antiguo Testamento, el leproso debí­a ser expulsado, sólo el sacerdote podí­a declarar a uno leproso: (Lev 13:1-59, Lev 14:1-32, Job 2:8).

– Moisés: (lepra temporal), Exo 4:6-7.

– Mirian, Num 12:10-15.

– Naamán, 2 R.S.

– Azarí­as, 2Re 15:5; y Job.

En el Nuevo Testamento: Mar 1:40, Mat 8:2, Luc 17:12 : (los 10 leprosos), Lc-Luc 7:22 Mar 14:3 : (en casa de Simón el leproso).

Jesus dió a sus discí­pulos el poder de sanar la lepra: Mat 10:8, Mar 16:18.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Cuando en la Biblia se utiliza esta palabra, tanto en hebreo (zara†™at) como en griego (lepra), la referencia no se limita a la llamada enfermedad de Hansen. Abarca una serie de dolencias de la piel, algunas contagiosas, otras no. En algunos casos se trata de afecciones transitorias, como el ejemplo de †¢Marí­a, la hermana de Moisés (Num 12:10-15). Habí­a algunos tipos de padecimiento que no impedí­an que el afectado viviera una vida normal entre sus congéneres. †¢Naamán era †œgeneral del ejército del rey de Siria† (2Re 5:1).

Incluso fenómenos en objetos materiales, que no eran los seres humanos, podí­an ser catalogados como l., como era el caso de filtraciones, precipitados minerales o desperfectos en las paredes de las viviendas (†œ… si pusiere yo plaga de l. en alguna casa…† [Lev 14:34]), o deterioro de alguna ropa causada posiblemente por hongos (†œCuando en un vestido hubiere plaga de l….† [Lev 13:47-49]).
las personas afectadas con la enfermedad de Hansen tení­an que ser separadas de la comunidad. En los capí­tulos 13 y 14 de Leví­tico se dan las instrucciones sobre el particular. El sacerdote examinaba al individuo con el propósito de verificar el grado de penetración cutánea que se hubiera efectuado. Si sólo afectaba la parte exterior de la epidermis y no producí­a cambios patológicos en el pelo del área, se consideraba que †œera erupción† (Lev 13:6). Pero si el mal habí­a penetrado, le declaraba †¢inmundo. Se estableció también un procedimiento para examinar a aquellos en los cuales se hubiera presentado una evolución positiva y pareciera haber curación.
medidas que se tomaban con los leprosos eran de carácter precautorio y no con el propósito de humillar al afectado por la enfermedad. Tení­a que andar †œembozado† y pregonando: †œInmundo! ¡inmundo!† (Lev 13:45). Tení­a que hacer conocida su condición, pues así­ cumplí­a con su responsabilidad social, evitando contagiar a otras personas. Aun el rey Uzí­as, desde que enfermó de l., tuvo que vivir †œen casa separada† (2Re 15:5). El Señor Jesús sanó a varios leprosos (Luc 17:11-19). A uno de ellos incluso le tocó (Mar 1:41), cosa que ningún israelita hubiera hecho jamás.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

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Enfermedad bacteriana producida por el Mycobacterium leprae, o bacilo de Hansen, que tiene un perí­odo de incubación de varios años, entre 2 y 5, y que produce un deterioro muscular y nervioso por necrosis.

Es la enfermedad maldita de tiempos antiguos que aparece execrada en la Escritura (Lev. 13. 2 y ss; Deut. 17. 8 y ss; Num. 12. 10 y ss.) También aparece 13 veces en el Nuevo Testamento, sólo en los tres sinópticos, como signo de la enfermedad temida: Mt. 8.3; Mt. 10.8; Mt. 11.5; Lc. 4. 27; Mc. 1. 40.

Y en la ascética cristiana es la enfermedad contagiosa que frecuentemente se comparó con el pecado.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La lepra es la enfermedad por antonomasia de cuantas están reseñadas en la Biblia. Abarcaba diversas afecciones de la piel. Según la ley, la lepra era una impureza contagiosa y llevaba consigo la expulsión de la comunidad. El sacerdote diagnosticaba la enfermedad y dictaminaba eventualmente la curación, con el fin de que el enfermo, ya curado, pudiera reintegrarse a la vida común. Jesús, al curar a los leprosos, terminó para siempre con la separación legal de lo puro y lo impuro (Lev 13-14; Mt 8,2. 3; 10,8; 11,5; 26,6; Mc 1,40. 42; 14,3; Lc 4,27; 5,12. 13; 7,22; 17,12). > enfermedades; curación
E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Enfermedad designada con el término hebreo tsa·rá·`ath y la palabra griega lé·pra. Al que padece esta enfermedad se le llama leproso.
La †œlepra† mencionada en las Escrituras no se limita a la enfermedad que actualmente se conoce por ese nombre, pues aquella no solo podí­a afectar a los humanos, sino también a las vestiduras y las casas. (Le 14:55.) A la lepra de la actualidad se la llama también enfermedad de Hansen, debido a que fue el doctor Gerhard A. Hansen quien descubrió el agente que causa esta enfermedad. Sin embargo, aunque tsa·rá·`ath aplica a otras enfermedades además de la lepra o enfermedad de Hansen, no hay duda de que esta existí­a en tiempos bí­blicos en el Oriente Medio.

Variedades y efectos. La enfermedad de Hansen, que es poco contagiosa, se manifiesta según tres variedades básicas: 1) lepra nodular, que resulta en el engrosamiento de la piel y en que se formen bultos, primero en la piel de la cara y después en la de otras partes del cuerpo. También produce efectos degenerativos en las membranas mucosas de la nariz y la garganta. Se la conoce como lepra tuberculosa o negra. 2) Lepra anestésica, también llamada lepra blanca. No es tan grave como la anterior y afecta básicamente a los nervios periféricos. Se puede manifestar en que la piel siente dolor al tacto, aunque a veces también resulta en entumecimiento. 3) Lepra mixta, un tipo de lepra en el que se combinan los sí­ntomas de las dos que se acaban de describir.
Según avanza la lepra, las hinchazones que aparecieron inicialmente supuran pus, puede caerse el pelo de la cabeza, así­ como el de las cejas, y es posible que las uñas se aflojen, debiliten y caigan también. Posteriormente, los dedos, la nariz y los ojos van consumiéndose con lentitud. En los casos más graves, sobreviene la muerte. La †œlepra† bí­blica era una enfermedad grave, pues al referirse a ella Aarón dijo que la carne estaba †œmedio consumida†. (Nú 12:12.)
Esta descripción ayuda a entender mejor las referencias bí­blicas a esta enfermedad espantosa, así­ como las horribles consecuencias del acto de soberbia que cometió Uzí­as al intentar indebidamente ofrecer incienso en el templo de Jehová. (2Re 15:5; 2Cr 26:16-23.)

Diagnóstico. En la ley mosaica Jehová dio a Israel información con la que el sacerdote podí­a diagnosticar la lepra y distinguir entre ella y otras afecciones menos serias de la piel. En Leví­tico 13:1-46 se puede ver que la lepra podí­a empezar con una erupción, una costra, una mancha, un divieso o una cicatriz causada por una quemadura. A veces los sí­ntomas eran muy claros: en la zona afectada el pelo se volví­a blanco y se veí­a que la enfermedad era más profunda que la piel. Por ejemplo: una erupción blanca en la piel que en parte quedaba en carne viva y volví­a el pelo blanco era señal de lepra, y se declaraba inmundo a quien la tuviera. Sin embargo, en otros casos la enfermedad no era más profunda que la piel y se imponí­a un perí­odo de cuarentena, con la posterior inspección del sacerdote, quien determinaba lo que al fin debí­a hacerse.
Se sabí­a que la lepra podí­a alcanzar una etapa en la que no era contagiosa. Cuando se extendí­a por todo el cuerpo, de modo que este se volví­a blanco, y no habí­a rastros de carne viva, era un indicio de que la enfermedad habí­a terminado y solo quedaban las señales de sus estragos. En ese caso, el sacerdote podí­a declarar limpia a la ví­ctima, pues la enfermedad no suponí­a ya ningún peligro para nadie. (Le 13:12-17.)
Si el leproso se curaba, habí­a unas disposiciones para purificarse ceremonialmente, una de las cuales era que el sacerdote ofreciese un sacrificio a su favor. (Le 14:1-32.) Pero cuando el sacerdote declaraba inmundo al leproso que no se habí­a curado, este debí­a rasgarse las vestiduras y dejarse la cabeza desaseada, taparse el bigote o el labio superior y clamar †œÂ¡Inmundo, inmundo!†. También se decretaba que tení­a que morar aislado fuera del campamento (Le 13:43-46), con el fin de que no contaminase a †˜aquellos en medio de quienes Jehová estaba residiendo†™. (Nú 5:1-4.) Parece ser que en los tiempos bí­blicos los leprosos se asociaban unos con otros o viví­an en grupos, lo que facilitaba la ayuda mutua. (2Re 7:3-5; Lu 17:12.)

En las prendas de vestir y en las casas. La lepra también podí­a afectar las prendas de lana o lino, así­ como un artí­culo de cuero. La plaga podí­a desaparecer una vez lavado el artí­culo, después de lo cual se poní­a en cuarentena. Pero cuando esta plaga de color verde amarillento o rojizo persistí­a, era lepra maligna y habí­a que quemar el artí­culo. (Le 13:47-59.) Si aparecí­an manchas verde amarillentas o rojizas en el muro de una casa, el sacerdote decretaba una cuarentena. Tal vez fuese necesario arrancar las piedras afectadas, raspar el interior de la casa y deshacerse de las piedras y del mortero raspado en un lugar inmundo fuera de la ciudad. Si la plaga volví­a, se declaraba inmunda la casa, se demolí­a y se tiraban los materiales en un lugar inmundo. Cuando se pronunciaba limpia una casa, debí­a purificarse según una disposición de la Ley. (Le 14:33-57.) Se ha dicho que la lepra que afectaba las prendas de vestir y las casas era un tipo de moho, pero no puede asegurarse.

Como señal. Una de las señales que Moisés pudo realizar por el poder de Dios para probar a los israelitas que Jehová le habí­a enviado estuvo relacionada con la lepra. Como se le habí­a mandado, Moisés metió su mano en el pliegue superior de su prenda de vestir y cuando la sacó, †œ[¡]su mano estaba herida de lepra como la nieve!†. Cuando la volvió a introducir en el pliegue superior de su prenda de vestir y la sacó, quedó limpia †œcomo el resto de su carne†. (Ex 4:6, 7.) Dios hirió a Mí­riam de una †œlepra tan blanca como la nieve† debido a que habló contra Moisés. Este rogó a Dios para que la sanase, y fue sanada, pero tuvo que estar en cuarentena fuera del campamento por siete dí­as. (Nú 12:1, 2, 9-15.)

En el tiempo de Eliseo. El sirio Naamán era un †œhombre valiente y poderoso, aunque leproso [o: herido con una enfermedad de la piel]†. (2Re 5:1, nota.) Su orgullo casi impidió su curación, pero finalmente hizo lo que Eliseo le mandó: se zambulló en el Jordán siete veces y †œsu carne se volvió como la carne de un muchachito, y quedó limpio†. (2Re 5:14.) Como consecuencia, llegó a ser adorador de Jehová. Sin embargo, Guehazí­ —el servidor de Eliseo—, movido por la codicia, consiguió un regalo de Naamán en el nombre del profeta, dejándole en mal lugar y aprovechándose de la bondad inmerecida de Dios en beneficio propio. Por esta mala acción, Dios hirió a Guehazí­, haciendo que se convirtiera en un †œleproso, blanco como la nieve†. (2Re 5:20-27.)
El que hubiese cuatro leprosos israelitas fuera de las puertas de Samaria mientras Eliseo estaba dentro de la ciudad muestra que en tiempos del mencionado profeta habí­a leprosos en Israel. (2Re 7:3.) También es cierto que habí­a una falta de fe general entre los israelitas con relación a este hombre del Dios verdadero, como la hubo con respecto a Jesús en el territorio donde este se crió. Por esta razón, Cristo dijo: †œTambién, habí­a muchos leprosos en Israel en tiempo de Eliseo el profeta; sin embargo, ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el hombre de Siria†. (Lu 4:27.)

Sanados por Jesús y sus discí­pulos. Durante su ministerio en Galilea, Jesús sanó a un leproso que, según la narración de Lucas, era †œun varón lleno de lepra†. Jesús le ordenó que no se lo dijese a nadie, y añadió: †œMas vete y muéstrate al sacerdote, y haz una ofrenda relacionada con tu limpieza, así­ como prescribió Moisés, para testimonio a ellos†. (Lu 5:12-16; Mt 8:2-4; Mr 1:40-45.)
Cuando Cristo envió a los doce apóstoles, entre otras cosas les dijo: †œLimpien leprosos†. (Mt 10:8.) Después, pasando por Samaria y Galilea, Jesús curó a diez leprosos en cierta aldea. Solo uno de ellos, un samaritano, †œvolvió atrás, glorificando a Dios en alta voz†, y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias por lo que habí­a hecho a su favor. (Lu 17:11-19.) En Betania, en casa de Simón el leproso, a quien posiblemente habí­a curado, Marí­a ungió a Cristo con costoso aceite perfumado poco antes de su muerte. (Mt 26:6-13; Mr 14:3-9; Jn 12:1-8.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Con la lepra propiamente dicha (negas’, palabra que significa en primer lugar “llaga, golpe”) reúne la Biblia bajo diferentes nombres diversas afecciones cutáneas particularmente contagiosas e incluso el moho de los vestidos y de las paredes (Lev 13, 47…; 14,33…).

1. La lepra, impureza y castigo divino. Para la ley es la lepra una impureza contagiosa; así­ el.leproso es excluido de la comunidad hasta su curación y su *purificación ritual, que exige un sacrificio por el *pecado (Lev 13-14). Esta lepra es la “plaga” por excelencia con que Dios hiere (naga’) a los pecadores. A Israel se le amenaza con ella (Dt 28, 27.35). Los egipcios son ví­ctimas de la misma (Ex 9,9ss), así­ como Miriam (Núm 12,10-15) y Ozí­as (2Par 26,19-23). Es,, pues, en principio signo del pecado. Sin embargo, si el siervo doliente es herido (nagua’); Vulg. leprosum) por Dios de modo que las gentes se apartan de él como de un leproso, es que, aunque inocente, carga con los pecados de los hombres, que serán sanados por sus llagas (Is 53,3-12).

2. La curación de los leprosos. Puede ser natural, pero puede también producirse por milagro, como la de Naamán en las aguas del Jordán (2Re 5), signo de la benevolencia divina y del poder profético. Cuando Jesús cura a los leprosos (Mt 8,1-4 p; Le 17,11-19), triunfa de la llaga por excelencia ; cura de ella a los hombres, cuyas *enfermedades toma sobre sí­ (Mt 8,17). Purificando a los leprosos y reintegrándolos a la comunidad, cancela con un gesto milagroso la separación entre puro e impuro. Si todaví­a prescribe las ofrendas legales, lo hace a tí­tulo de testimonio: de esta manera los sacerdotes comprobarán su respeto a la ley al mismo tiempo que su poder milagroso. Junto con otras curaciones, la de los leprosos es, por tanto, un signo de que él es sin duda “el que ha de venir” (Mt 11,5 p). Así­ los doce, enviados por él en misión, reciben la orden y el poder de mostrar con este signo que el reino de Dios está presente (Mt 10,8).

-> Enfermedad, curación – Pecado – Puro.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

La lepra, o mas propiamente lepra tuberculosa, a diferencia de otras enfermedades de la piel comúnmente designadas por la palabra Griega lepra (psoriasis, etc), es una enfermedad infecciosa crónica causada por el bacillus leprae, caracterizada por la formación de crecimientos de la piel, membranas mucosas, nervios periféricos, huesos, y vísceras internas, produciendo varias deformidades y mutilaciones del cuerpo humano,

Contenido

  • 1 Historia de la Enfermedad
  • 2 Patología
  • 3 Lepra en la Biblia
  • 4 Lepra en la Edad Media

Historia de la Enfermedad

La lepra no fue rara en la India, tan lejos como en el siglo XV antes de Cristo (Ctesias, Pers., xli; Herodian, I, i, 38), y en Japón durante el siglo X antes de Cristo. De su origen en estas regiones poco es lo que se conoce, pero Egipto siempre ha sido estimado como el lugar desde donde la enfermedad alcanzo el mundo Occidental. Es bien conocido en el país, evidenciado por documentos del siglo XVI antes de Cristo (Papiro de Eber); antiguos escritos atribuyen la infección a las aguas del Nilo (Lucretius, “De Nat. Rer.”, VI, 1112) y de la insalubre dieta de la gente (Galen). Varias causas ayudaron a diseminar la enfermedad mas allá de Egipto. Primero entre las causas, Manetho pone a los hebreos, que de acuerdo con el, eran una masa de leprosos, de los cuales los Egipcios se los desembarazaron de su territorio (“Hist. Græc. Fragm.”, ed. Didot, II, pp. 578-81). Aunque es un romance, no hay duda que al Éxodo, la contaminación había afectado a los Hebreos. Desde los marinos egipcios fenicios que trajeron la lepra a Siria y los países con los cuales ellos han tenido relaciones comerciales, de allí el nombre de “enfermedad Fenicia” dada por Hipócrates, esto parece haber nacido por el hecho que se encontraron rastros a lo largo de la costa oeste de Grecia (Ionian) alrededor del siglo XVIII antes de Cristo (Hesiodo, remarcado por Eustaquio en “Comentarios de la Odisea.”, pagina 1746), y en Persia hacia el siglo V antes de Cristo (Herodoto). La dispersión de los judíos luego de la Restauración (siglo quinto) y de las campañas de la armada Romana (Plinio, “Histo. Nat.”, XXXVI) son sostenidos como los responsables de la propagación de la enfermedad en Europa Occidental: así en las colonias de Romanos en España, Galia y Bretaña rápidamente fueron infectados.

En los tiempos Cristianos los cánones de los primeros concilios (Ancyra, 314), las regulaciones de los Papas (por ejemplo la famosa carta de Gregorio II a San Bonifacio), la ley promulgada por el Rey Lombardo Rotar (siglo séptimo), por Pepin y Carlomagno (siglo octavo), el levantamiento de las casas de leprosos en Verdun, Metz, Masstricht (siglo séptimo), San Gall (siglo octavo), y Canterbury (1096) dan testimonio de la existencia de la enfermedad en Europa Occidental durante la Edad Media. La invasión de los árabes y, luego en las Cruzadas se agravo grandemente el flagelo, que no respetaba ninguna etapa de la vida y atacaba aun a las familias reales. Los leprosos estaban sujetos a las mas astringentes regulaciones. Ellos estaban excluidos de la Iglesia por una Misa funeral y una inhumación simbólica.( Martène, “De Rit. ant.,” III, x). En cada comunidad importante de los asilos, la mayoría dedicados a San Lázaro y atendidos por religiosos, fueron levantados por las infortunadas victimas.

Mateo Paris (1197 – 1259) apenas estimo el numero de casas de leprosos en Europa en 19.000, Francia solo tenia cerca de 2000, e Inglaterra mas de cien. Estos leprosos como no estaban confinados dentro de asilos tenían que vestir un atuendo especial, y acarrear “un palmoteador de madera para dar aviso a los que se acercaban. Ellos tenían prohibido entrar a las posadas, iglesias, molinos, o panaderías, para tocar personas sanas o comer con ellos, de lavarse en riachos, o caminar en estrechos senderos “ (Creighton).(ver debajo: IV. Lepra en la Edad Media.)

Respondiendo a estrictas legislaciones, los leprosos gradualmente desaparecieron, al extremo que en el siglo XVII se convirtieron en una rara excepción, salvo en algunas escasas localidades. Al mismo tiempo se comenzó a diseminar en las colonias de América y en la isla de Oceanía. “Esta es endémica en África del Norte y Oriental, Madagascar, Arabia, Persia, India, China y Japón, Rusia, Noruega y Suecia, Italia, Grecia, Francia, España, en las islas de los Océanos Indico y Pacifico. Es prevalente en América Central y del Sur, México, en las Indias Occidentales, las islas de Filipinas y Hawai, Australia y Nueva Zelanda. Fue encontrado además en Brunswick, Canadá. En los Estados Unidos de Norteamérica, la mayoría de los casos ocurrieron en Luisiana y California, mientras que desde otros Estados casos de leprosos, son ocasionalmente reportados, notablemente desde Nueva Cork, Ohio Pensilvania, Minessota, Missouri, las Carolinas y Texas. La lepra en Luisiana hizo pie desde 1758, cuando fue introducida por los Acadians” (Dyer). De acuerdo a las estadísticas provistas por delegados a la segunda conferencia internacional de lepra (en Bergen, Noruega, Setiembre, 1909), estos eran aproximadamente 200.000 casos de la enfermedad a través del mundo: India, como lo puso de manifiesto, ocupaba el primer lugar con 97.340 casos; los Estados Unidos de Norteamérica contribuyeron con 146 casos, y la zona del Canal de Panamá con el mínimo de 7 casos.

Patología

Como se origino la lepra es desconocido: mala nutrición, mala higiene, condiciones constitucionales (tuberculosis, alcoholismo, probablemente hereditaria, etc.) parece favorecer su producción y propagación. La enfermedad es inmediatamente causada por la infección del bacillus leprœ, un pequeño bacilo en bastón de 0.003 mm a 0.007 de largo y 0,0005 mm de diámetro, recto o ligeramente curvo, con extremidades puntiagudas, redondeados, o en grupos, usualmente encontrados en cadenas cortas o cuentas. Este bacilo descubierto en 1868 por Hansen, ha sido descrito desde 1880 por varios especialistas, particularmente por Byron, quien tuvo éxito en cultivar en agar – agar (musgo de Ceylon). Esta presente en todos los tejidos leprosos y en las secreciones (excepto la orina; Köbner afirma haberlo tenido en la sangre), y ha sido repetidamente observado en la tierra de los sepulcros de leprosos (Brit. Lepr. Comision de Indias). Esta registrado un solo caso, – aunque es dudoso- de lepra comunicada por inoculación artificial. Así tanto como fue contagiosa de persona a persona, esta fue por años una cuestión muy discutida entre los especialistas; aunque la demostración científica de contagiosidad es imposible – el modo de contagio aun permanece , así como también el periodo de incubación del bacilo- hasta ahora son irrecusables pruebas practicas de contagio, así como el efecto de aislamiento en la diseminación de la enfermedad, y casos de personas sanas contrayendo la enfermedad cuando eran expuestos (Padre Damián y Boglioli, enfermeras y asistentes), aun accidentalmente , como en momentos de estudios médicos quienes sufren cortes mientras realizan estudios post mortem en leprosos. En la conferencia internacional de Bergen, estas evidencias fueron profundamente convincentes para lograr la declaración que la enfermedad se declarara contagiosa.

El periodo de incubación se “estima de unas pocas semanas hasta entre veinte y cuarenta años” (Dyer). Como la mayoría de las infecciones, la lepra tiene una etapa preliminar, incierta en su carácter: se presenta con perdida de apetito, dispepsia, y nausea, neuralgia, dolores reumáticos y articulares, fiebre intermitente o irregular, inexplicable laxitud y ansiedad. Estos síntomas premonitorios, los cuales pueden durar meses, son seguidos por erupciones periódicas. Manchones primero rojizos, luego marrones con un borde blanco, aparecen y desaparecen en varias partes del cuerpo; tarde o temprano aparecen pequeños tumores, que además no son específicamente leprosos, rellenos de una sustancia amarillenta que rápidamente vira a un matiz oscuro, apareciendo a veces en las articulaciones, pero mas suavizados en las articulaciones de los dedos y en la punta del pie. Estos tumores, además, no son específicamente leprosos; al final ellos pueden dejar maculas permanentes, pálidas o marrones, o nódulos. Luego la enfermedad, , manifestada por formaciones específicamente leprosas, diverge en diferentes variedades, de acuerdo a su afección sobre la piel y membranas mucosas (lepra cutánea), o los nervios (anæsthetic), o ambas (mixta o completa); cada una de estas variedades, además, confluye frecuentemente en otras, y algunas veces es dificultoso separar las líneas de casos.

La lepra cutánea puede ser macular o tubercular. La primer variedad esta caracterizada por maculas oscuras (L. maculosa nigra), o blanquecinas (L. m. alba), usualmente formados en el lugar de los viejos manchones; la erupción, al principio solo intermitentemente, para finalmente dentro de una ulcera contumaz, con destrucción constante del tejido; la ulceración usualmente comienza en las articulaciones de los dedos y punta del pie, las cuales van tomando articulación por articulación , dejando muñones curados (L. mutilans); algunas veces este precedido por, y manifestado con anestesia ordinariamente, la cual, comienza en las extremidades, se extiende a las piernas, dejándolas insensibles al calor y frió, dolor, y aun al tacto. En el tipo tubercular, nudosidades, de tejido leproso, las cuales alcanzar el tamaño de una nuez, son formados fuera de los manchones. Ellos pueden ocurrir en cualquier parte del organismo, pero usualmente afectan la cara (frente, parpados, nariz, labios, mejillas y orejas), engrosando todas las formas y dándoles una apariencia leonina (leontiasis, satyriasis). La lepra tubercular se desarrolla rápidamente, y, cuando ataca las extremidades, en un proceso destructivo tiene el mismo efecto de ulceración, mutilación, y deformidad que ha sido mencionado encima.

Apenas diferente de las precedentes en el periodo de invasión es el curso anestésico de la lepra, diferente del periodo precedente de invasión es el curso de lepra anestésica, un de los síntomas característicos de los cuales es la anestesia del dedo pequeño, la cual puede ocurrir aun antes de que aparezcan las lesiones. La ulcera, primero se localiza usualmente en un dedo, ataca uno a uno los otros dedos, luego la otra mano; en algunos casos el pie es afectado al mismo tiempo, en otros la ulceración sigue hasta las manos. Dolor neurálgico acompaña la invasión, y el engrosamiento de ciertos nervios puede observarse; parálisis motora gradual invade la cara, las manos y los pies. De este modo, los músculos de la cara se vuelven contracturados y distorsionados por la atrofia; ectropion de los parpados inferiores previene al paciente de lastimar sus ojos; los labios se vuelven fláccidos y el inferior se cae. El sentido del tacto y el control muscular, se pierden, las manos son incapaces de asir, y la contracción de los músculos del antebrazo producen la mano en garra. En las extremidades inferiores, se producen efectos análogos, resultando primero en una marcha arrastrando los pies y finalmente en una completa incapacidad de movimiento. Luego la piel se encoge, el pelo, los dientes, y las uñas se caen, y el proceso de necrosis puede extenderse a la perdida total de una mano o un pie. La variedad mixta de lepra es la combinación y el completo desarrollo de los dos tipos descriptos. En todos los casos un aroma peculiar ofensivo, que trae a la memoria el de las morgues, mezclado con el olor de las plumas de ganso- los autores de la Edad Media comparan esto con el de la cabra macho- que es emitido por los Leprosos , y transforma a ellos en objetos de repulsión y a todo aquello que este cerca de ellos. Sumado a la tortura de una inagotable sed en las ultimas etapas de la enfermedad, y, como el paciente usualmente preserva su mente sin afección hasta el final, la completa postración resultante de este completo desamparo y la vista de un lento e implacable proceso de descomposición de su cuerpo, y es fácil de entender como correctamente , en el libro de Job(xviii,13), la lepra es llamada “el primogénito de la muerte”.

El curso promedio de la lepra es cerca de ocho años, el tipo mixto es de mas rápida conclusión. “La muerte es la primera conclusión ordinaria de cada caso, el cual puede comenzar (en 38% de los casos) por los agotadores efectos de la enfermedad, de la casi necesaria septicemia, o de alguna intercurrencia de la enfermedad, como la nefritis (en el 22,5% de los casos); de la enfermedad pulmonar, incluyendo la tisis (en el 17% de los casos), diarrea (en el 10% de los casos), anemia (en el 5% de los casos) fiebre remitente (en el 5% de los casos), peritonitis (en el 2,5% de los casos)”. (Dyer).

Tanto como la lepra ha frustrado todos los esfuerzos de la ciencia medica: casi cualquier método concebible de tratamiento ha sido intentado, aun sin apreciables resultados. Ocasionalmente el tratamiento ha sido seguido por largos periodos de remisión de la enfermedad (quince a veinte años) lo que podría asociarse a pensar que la cura esta completa; aun, especialistas continúan manteniendo que en estas circunstancias la virulencia del bacilo es, a través de causas desconocidas, meramente suspendida, y pueden romper las defensas otra vez. Esta siendo admitido que la enfermedad es contagiosa y prevenible, por lo que parece que no existen dudas que deben ser provistos medios de protección publica. Para responder a este propósito, varios países (Noruega y Suecia en particular) han creado legislación que ordena el aislamiento de los leprosos. En algunos otros países los Gobiernos refuerzan, y, mas o menos generosamente, subsidian establecimientos privados. De todos los estados de la Unión, Luisiana es el único que ha tomado pasos definitivos: parcialmente sostienen a las casas de leprosos en Carville, lugar donde setenta pacientes son alojados bajo el cuidado de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul (Emmitsbour). Algunos no neciamente, piensan que si las autoridades federales no estiman correcto interferir, los estados individuales, especialmente aquellos como, California que están expuestos al constante peligro de la infección, deben tomar los medios de prevenir la diseminación de la enfermedad.

Lepra en la Biblia

El bosquejo precedente de la patología de la lepra, puede servir para ilustrar algunos de varios pasajes de la Biblia cuando la enfermedad es mencionada. Desde la época de la estadía de la gente de Dios en el desierto bajo los tiempos de Cristo, la lepra parece haber sido prevalerte en Palestina: no solo fue en algunos particulares casos (Num., xii, 10; IV Kings, v, 27; Is., liii, 4) mirando por encima del castigo Divino, pero de todos los tiempos los Hebreos pensaban que era contagiosa y hereditaria (II Kings, iii, 29); por esto fue considerada como causa de deshonra, que involucraba la exclusión de la comunidad. De estas ideas proceden las actas de regulación de Lev., xiii, xiv, concernientes al diagnostico de la enfermedad y la restauración de la vida social y religiosa, de aquellos que fueron curados. Todas la decisiones en esta materia correspondían al párroco, ante quien se debía presentar personalmente aquellos que fueran sospechosos de lepra y aquellos que reclamaban que estaban curados. Si, en el primer examen, los signos- nódulos coloreados, las ampollas, las maculas brillantes (xiii,2), la decoloración del pelo (3) – fueran manifiestos, el aislamiento era indicado nuevamente; si alguno de estos signos, eran deficientes, una cuarentena de siete días era ordenada, al termino de la cual una nueva inspección tomaba lugar; si luego los síntomas parecían mantenerse se les indicaba otra semana de cuarentena. La aparición de “carne viva” en conexión con manchas blanquecinas fue considerado como un signo claro de infección (10)

Formaciones blancas cubriendo totalmente el cuerpo, no eran signos de lepra, al menos que aparezca “carne viva” (ulceraciones) acompañándolas; en este ultimo caso, el paciente era aislado como sospechoso, y si las ulceras, las cuales podrían ser solo pústulas temporarias, podrían curar, el tenia que aparecer nuevamente delante del párroco, quien podía declararlo sano (12-17). Un nódulo blanco o rojizo afectando la cicatriz de una ulcera o de una quemadura podían ser consideradas como signo dudoso de lepra, y condenar al paciente a siete días de cuarentena, luego de lo cual, de acuerdo a si los signos aparecían mejor o no, el podría ser declarado sano o no (18-28). Otro caso sospechoso, para ser reexaminado luego de unas semanas de reclusión, si la lepra le quita el cuero cabelludo, en la cual, no propiamente lepra, pero si tiña podía ser reconocida. En todos los casos de reconocimiento de la infección de lepra, el paciente tenia que “tener sus ropas colgada de la cuerda, su cabeza descubierta, su boca cubierta con una tela” y se le ordenaba pegar gritos diciendo que estaba infectado y enfermo. Tanto como dura la enfermedad, el tenia que “vivir solo sin el campamento” (o la ciudad). Como la presencia de lepra, la recuperación era objeto de sentencia del párroco, y el reestablecimiento en la comunidad era solemnemente hecho de acuerdo a un elaborado ritual dado en Lev.; xiv.

En conexión propia con la lepra, el Leviticus habla además de la “vestimenta de la lepra” (xiii, 47 – 59) y “ la casa de la lepra”(xiv, 34 – 53). Estos tipos de lepra, probablemente asociada a formaciones fungosas, no tenían nada que ver con la lepra propiamente dicha, la cual es específicamente una enfermedad humana.

CHARLES L. SOUVAY.

Lepra en la Edad Media

Como consecuencia de la diseminación de la lepra en Europa, la legislación prevista contra la diseminación de la enfermedad (la cual fue considerada contagiosa) y las regulaciones concernientes al casamiento de personas leprosas, así como su segregación y detención en instituciones – las cuales eran mas filantrópicas y de caridad que medicas – tomando parte del carácter de hospicios o asilos de ancianos – que gradualmente entraron en operación. Los investigadores históricos de Virchow concernientes a casas de leprosos (leprosarios) han establecido el hecho que estas instituciones existían en Francia tan temprano como en el siglo siete en Verdun, Metz, Mastricht,, etc., y que la lepra podría aun haber sido diseminada. En el siglo ocho, San Othmar en Alemania y San Nicolas de Corbis en Francia, fundaron casas para leprosos, y algunos de estos existían en Italia. (ver Virchow en “Archivo de Anatomía Patológica”, XVIII – XX, Leipzig, 1860.) El establecimiento de leyes contra el casamiento de leprosos, y proveyendo para su segregación, eran hechos y reforzados tan temprano como en el siglo séptimo por Rothar Rey de los Lombardos, y por Pepin (757) y Carlomagno (789) para el Imperio de los Francos. La temprana cuenta del hallazgo de casas de leprosos en Alemania, se da en los siglos ocho y nueve; en Irlanda
(Inisfallen), 869; Inglaterra, 950; España, 1007 (Málaga) y 1008 (Valencia); Escocia, 1170 (Aldnestun); los Países Bajos, 1147 (Ghent).

El hallazgo de estas casas no tuvo lugar hasta que la enfermedad se había diseminado considerablemente y se habían convertido en una amenaza de la salud publica. Se ha dicho que es la mas prevalente en el tiempo de las Cruzadas, asumiendo proporciones epidémicas en algunas localidades: en Francia solamente, al tiempo de la muerte de Luis IX se computo que fueron cerca de doscientas de estas casas, y en toda la Cristiandad no menos de diecinueve mil (Manual de Patología Geográfica e Histórica”), tr. Creighton, Londres, 1885, p.7, nota Cf. Raymund) “Historia de la Elefantiasis”, Lausanne, 1767, p. 106) Mézeray (Historia de Francia, II, 168) dice: “Il y avait ni ville ni bourgade, que ne fust obligée de bâtir un hôpital pour les (lepreux) retirer”. Para Italia tenemos la Declaración de Muratori (Antiq. Ital. Med. Ævi, III, 53), “Vix ulla civitas quæ non aliquem locum leprosis destinatum haberet.”

Esto es, además, buena razón para dudar de la seguridad de las figuras anteriores (19.000) como se estimo por nuestros informantes medievales. Excepto, “esto podria ser un error”, escribe Hirsch (op. Cit., p. 7), “para inferir de la multiplicación de las casas de leprosos, que esto fue un incremento de casos correspondientes, o tomo el numero de los primeros como la medida de la extensión en la cual la lepra fue prevalente, o concluir, como algunos han hecho, que la coincidencia de la Cruzadas implica alguna conexión intrínseca entre las dos cosas; o que el aumento del numero de casos fue asociado a la importación de la lepra a Europa desde el Este. En el juicio de estos temas no debemos dejar fuera de la vista el hecho que la noción de “lepra” fue muy comprehensiva en la Edad Media, no solo ente los laicos, sino además entre los médicos; que la sífilis fue frecuentemente incluida dentro de ella, así como también una variedad de enfermedades crónicas de la piel, y que el diagnostico con una visión de segregación de los leprosos no era hecho por los practicantes de medicina, sino mayoritariamente por los laicos.”

Simpson, en su admirable ensayo sobre las casas de leprosos de Bretaña (Edin. Med. and Surg. Journal, 1841-42),, escribió: “He tenido que referirme a la especial Orden de Caballeros que se habían establecido en etapas tempranas para el cuidado y administración de los leprosos. Conocemos que los Caballeros de San Lázaro separados de la Orden General de los Caballeros Hospitallers, cerca del final del siglo once o el comienzo del siglo doce (Index. Monast., p. 28). Ellos fueron los primeros designados: Caballeros de San Lázaro y de Santa Maria de Jerusalén. San Luis trajo doce de los Caballeros de San Lázaro a Francia y les comisiono a ellos la administración de los Lazarios (u hospitales de leprosos) del Reino. La primera noticia de haber obtenido un asidero en Gran Bretaña es en el reino de Esteban (1135 – 54) en Burton Lazars (Leicestershire). Encontré en hospitales de Tilton, de los Santos Inocentes en Lincoln, de San Giles (Londres), cercano a Norfolk, y varios otros anexados a Burton Lazar como células conteniendo ‘fratres leprosos de Sancto Lazaro de Jerusalem’. Estos [Burton’s] privilegios y posesiones fueron confirmados por Enrique II, el rey Juan y Enrique VI. Esto fue finalmente disuelto por Enrique VIII (ver Lazarus, St. Orden de.)

Como ya ha sido dicho, estas instrucciones fueron principalmente orientadas a casas de aislamiento del infectado, y no mas que hospicios para el tratamiento curativo de la enfermedad, la cual fue considerada luego, como ahora, una enfermedad incurable. Fueron fundados y donados como establecimientos religiosos, y como fueron generalmente puestos bajo el control y manejo de alguna abadía o monasterio por una Bula Papal, la cual designaba cada casa de leprosos para ser provista con su propio cementerio de iglesia, capilla, y sacerdote – “cum cimuterio ecclesiam construere et propriis gaudere presbyteris” (Semler, “Hist. Eccles. Select.”). las casas inglesas y escocesas fueron bajo control total de una tutor, canónigo, oficial del monasterio, y, en algunos casos – como en el hospital de San Lorenzo, Canterbury, el cual tenia leprosos de ambos sexos – por una mujer superior del monasterio. Los oficiales eclesiásticos de los hospitales y de los internados de leprosos estaban comprometidos bajo las regulaciones puestas en tierra en los estatutos de las instituciones, las cuales tenían que observar estrictamente, especialmente las de ofrecer sus plegarias por el reposo de las almas de los fundadores y de sus familias. Los siguientes extractos de las regulaciones de los hospitales de leprosos en Illeford (Essex), en 1346, por Baldock, Obispo de Londres, ilustran el punto: “Nosotros además ordenamos que el leproso no omita la atención de su iglesia, el escuchar el servicio divino a menos que este impedido por alguna enfermedad previa del cuerpo, y ellos deben preservar silencio y escuchar las plegarias matinales y la misa si son capaces de hacerlo; y mientras ellos estén absortos en devoción y plegaria, tanto como se los permita le enfermedad. Recomendamos además y ordenamos que como esto fue ordenado y dicho por siempre en los hospitales, cada hermano leproso debe cada día decir como deber por la mañana, un Padre Nuestro y un Ave Maria trece veces y para las otras horas del día…respectivamente un Padre Nuestro y un Ave Maria siete veces, etc… Si un hermano leproso secretamente{oculto} falla en la realización de estos artículos, deben consultar al párroco de dicho hospital en el tribunal de penitencia” (Dugdale, “Monasticon Anglicanum”, II, 390).

Hubo generalmente un capellán debajo del párroco y en algunas ocasiones una capilla libre anexada con los canónigos residentes. El hospital de San Giles (Norwich), por ejemplo, tenia un párroco y ocho canónigos (actuando como capellanes), dos administrativos, siete coreutas, y dos hermanas (Monast., Index, 55).

Mateo Paris dejo una copia de los votos tomados por los hermanos de los hospitales de leprosos de San Julián y San Albano antes de su admisión: “Yo, hermano B., prometo y, tomando mi juramento corpóreo por tocar los mas sagrados Evangelios, afirmo ante Dios y todos los Santos en esta Iglesia la cual es construida en honor de San Julián (el Confesor), en la presencia de Dominus R. el archidiácono, que todos los días de mi vida yo estaré subordinado y obediente a las ordenes del Señor Abad de San Albano por lo pronto y de su archidiácono, resistiéndome en nada, al menos que estas cosas sean ordenadas en militancia contra el Divino placer: Nunca robare, o daré un falso testimonio contra cualquiera de mis hermanos, ni infringiré el voto de castidad ni fallare en mi servicio por apropiarme de nada o dejar cualquier cosa por deseo de otros, a menos que la dispensación beneficie a mis hermanos. Yo haré en mi estudio correctamente para evitar todo tipo de usura como cosa monstruosa y odiada por Dios. Yo nunca estaré beneficiando ni instigando en palabra o pensamiento, directa o indirectamente en cualquier plan por el cual alguno podría ser nominado Tutor o Diacono de los leprosos de San Julián, excepto la persona nominada por el Señor Abad de San Albano. Yo estaré contento, sin antagonismos ni quejas, con la comida y la bebida y otras cosas dadas y permitidas a mi por el Maestro; de acuerdo al uso y costumbre de la casa. Yo no transgrediré los limites impuestos a mi, sin licencia especial de mis superiores, y con su consentimiento y voluntad; y si yo probara una ofensa contra alguno de los artículos citados arriba, es mi deseo que el Señor Abad o su sustituto puedan castigarme acorde la naturaleza y el monto de la ofensa, que sea lo mejor para el, y aun mostrarme en el reparto como un apostata de la congregación de los hermanos sin esperanza de remisión, excepto a través de especial gracia del Señor Abad. “ Es interesante comparar con el pasaje de la usura en esta formula de compromiso de Mézeray (Hist. De Francia), que durante el siglo doce dos muy crueles diablos (deux maux très cruels) reinaron en Francia, a saber, lepra y usura, uno de los cuales, el agrega, infecta el cuerpo mientras que el otro arruina las familias.

La Iglesia de este modo, desde un remoto periodo ha tomado una parte activa en promover el bienestar y el cuidado de los leprosos, ambos espiritual y temporalmente. La orden de San Lázaro fue el resultado de su practica simpatía por los pobres sufrientes durante las largas centurias cuando la pestilencia fue endémica en Europa. Aun en nuestros propios días encontramos el mismo espíritu Apostólico viviente. El piadoso Padre Damien, el mártir de Molokai, cuya vida de sacrificio por el mejoramiento de los leprosos de las islas Sándwich esta aun fresco en la memoria publica, y sus colaboradores y seguidores en este campo de trabajo misionero han fuertemente manifestado en tiempos recientes el mismo espíritu apostólico con el cual actuaron los seguidores de San Lázaro en el siglo doce y dos centurias subsiguientes.

Bennet, Enfermedades de la Biblia (Londres, 1887); DYER, Lepra (Nueva York, 1897); HANSEN AND LOOFT, Lepra en sus aspectos clinicos y patologicos (Londres, 1895); Reporte de la Comison de Lepra de la India (Londres, 1893), THIN, Lepra (Londres, 1891); BARTHOLINUS, De morbis biblicis (Copenhagen 1671); PRUNER, Die Krankheiten des Orients (Erlangen, 1847); TRUSEN, Die Sitten, Gebräuche und Krankheiten der alten Hebräer (Breslau, 1833); LELOIR, Traité pratique et théorique de la lèpre (Paris, 1886); SAUTON, La Léprose (Paris, 1901). Vea los trabajos de MÉZERAY, MURATORI, VIRCHOW, y SEMLER, y el ensayo de SIMPSON in Edinb. Med. and Surg. Journal (1841-42), todos marcados en este articulo.

J. F. DONOVAN.
Transcrito por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
Traducido por Juan Ramón Cifre.

  • Histopatología de la lepra [1]
  • Identificación de la bacteria de la lepra. [2]

Fuente: Enciclopedia Católica