LEVITAS

Levitas (heb. Lewîyîm, benê Lêwî; aram. Lewaye’, Q Lewa’ê). Descendientes de Leví­ mediante sus 3 hijos (Gersón, Coat y Merari), quienes fundaron las 3 familias tribales (Gen 46:11; Exo 6:16; Num 3:17; 1Ch 6:16-48). Moisés y Aarón, levitas muy conocidos, pertenecí­an a la familia de Coat (Exo 6:16-26). A la tribu de Leví­ se le confió el cuidado y el servicio del tabernáculo, y más tarde del templo. Se les concedió este privilegio por la posición que asumieron en relación con la apostasí­a de los israelitas en el Sinaí­. en la que todas las tribus se habí­an unido. Cuando Moisés descendió del monte e hizo un llamado a ponerse del lado correcto, voluntariamente los levitas retornaron a su lealtad a Dios mostrando celo por su causa (32:26-29). El resultado fue que Dios escogió esta tribu como sus siervos especiales para realizar los deberes religiosos que hasta entonces correspondí­an a los primogénitos, quienes, de acuerdo con la costumbre patriarcal, habí­an sido considerados los sacerdotes* de cada familia (Num 3:9, 11-13, 40, 41, 45). En el primer censo en el desierto se encontró que habí­a 22.000 levitas (v 39), pero 22.273 primogénitos de las demás tribus (v 43). Los 273 primogénitos que sobrepasaban el número de levitas fueron redimidos con el pago de 5 siclos por cada uno, y así­ fueron liberados del servicio en el tabernáculo (vs 46-51). Como servidores del santuario, los descendientes de Leví­ se dividieron en 2 clases principales para desempeñar funciones diferentes: 1. Los sacerdotes, descendientes de Aarón (Deu 33:8-11; Jos 21:1, 4) que actuaban como mediadores entre Dios y los hombres, realizaban los sacrificios y los servicios en el santuario. 2. El resto de los levitas estaba encargado, durante la peregrinación, del transporte del tabernáculo: levantarlo y cuidarlo mientras estaba en pie, y ayudar a los sacerdotes en el cumplimiento de sus deberes (Num 1:50-53; 3:6-9, 25-27; 4:1-33; 1Sa 6:15; 2Sa 15:24). Cuando los levitas recién habí­an sido designados como ayudantes en el tabernáculo, se decidió que servirí­an desde los 30 años hasta los 50 (Num 4:3). Fue Jehová, por intermedio de Moisés, quien más tarde bajó la edad del inicio a 25 años (8:24); pero se la subió a 30 otra vez antes del tiempo de David (1Ch 23:3-5), aunque en sus dí­as se la rebajó a 20 años (vs 24, 27; probablemente por causa de los servicios más complicados en el futuro templo, que requerirí­an más personal que el grupo desde los 30 años podí­a proveer). La edad de 20 años parece haber continuado durante el tiempo del AT como la edad legal para que los sacerdotes y levitas comenzaran sus labores (2Ch 31:17; Ezr 3:8). Los levitas que oficiaban vestí­an ropas de lino blanco en ocasiones especiales (1Ch 15:27; 2Ch 5:12), pero parece que no en todos los servicios, porque no fue hasta tiempos de Agripa II cuando los levitas recibieron permiso para vestir ropa blanca de lino durante todo su servicio como sacerdotes. En tiempos de David se realizó una gran reorganización del personal eclesiástico, y los levitas fueron divididos en 4 clases: 1. Los ayudantes de los sacerdotes en sus tareas en el santuario. 2. Los cantores y músicos. 3. Los porteros. 4. Los jueces y escribas. Cada una de las primeras 3 clases, y tal vez también la 4ª estaban divididas en 24 grupos que debí­an realizar sus tareas en forma rotativa (1Ch_24-26). Cuando la monarquí­a unida llegó a su fin con la fundación del reino norteño de Israel, la mayorí­a de los levitas se encontraron separados del templo de Jerusalén. Probablemente, un gran número se mudó a Judá, al sur (2Ch 11:13-15); pero, sin duda, muchos permanecieron en sus ciudades, y quizá fueron absorbidos por la gente que los rodeaba. Después del exilio babilónico, sorprende que la cantidad de levitas que regresó fuera muy reducida en comparación con la de sacerdotes que volvieron de Babilonia con Zorobabel. Mientras 4.289 pudieron demostrar su derecho al sacerdocio (Ezr 2:36-39), además de 709 otros que no estuvieron en condición de probarlo (vs 61, 62), sólo se encontraron 341 levitas, cantores y porteros entre la gran compañí­a de los exiliados que retornaron a su tierra (vs 40-42). Y en tiempos de Esdras sólo 38 levitas más pudieron ser inducidos a regresar a Judea después de esfuerzos especiales (Ezr 8:15-19; cÆ’ Eze 44:10-14). Los levitas reanudaron sus tareas eclesiásticas después del exilio (Ezr 3:8-12; 6:16-20); algunos compartieron una apostasí­a ocasional con parte del pueblo (10:23, 24); otros hicieron una doble obra en favor del Señor al ayudar a Esdras en la lectura y explicación de la Ley de Dios (Neh 8:7-13; 9:4, 5). También ayudaron a Nehemí­as a reconstruir parte del muro de la ciudad (3:17). Durante el tiempo de la ausencia de Nehemí­as de Jerusalén, cuando los judí­os dejaron de contribuir con el diezmo, los levitas fueron obligados a descuidar el servicio del templo y a ganarse la vida realizando trabajos agrí­colas. Nehemí­as los trajo de nuevo a Jerusalén y proveyó para su sostén (13:10-13). En el NT rara vez se menciona a los levitas; esto puede indicar que todaví­a eran pocos en número, o no. Cristo incluye a un levita en su parábola del buen samaritano (Luk 10:32), y se menciona que los judí­os de Jerusalén enviaron a algunos de ellos para investigar la obra de Juan el Bautista (Joh 1:19). El registro bí­blico, aunque declara que “muchos de los sacerdotes obedecí­an a la fe” (Act 6:7), menciona sólo a un levita que se hizo cristiano: Bernabé (4:36). Véase Herodes 7; Leví­ 1, 2. Bib.: FJ-AJ xx.9.6. Levitas, Ciudades de los. Las asignadas como residencia para los levitas* en los territorios de las distintas tribus de Israel (Num 35:1-8; Lev 25:32-34). Dado que los levitas se debí­an consagrar al servicio del tabernáculo, y más tarde del templo, no recibieron territorio en Canaán como las demás tribus, sino que viví­an de los diezmos que todos los israelitas debí­an dar de sus ingresos (Num 18:24). Sin embargo, se los ubicó por todo el paí­s en ciudades que les fueron asignadas especialmente a ellos: 13 ciudades para los sacerdotes en los territorios de Judá, Simeón y Benjamí­n, y 35 a los levitas entre las otras tribus (48 ciudades [6 de refugio + 42 para vivir]; Jos 21:4-8; con variantes en 1Ch 6:54-81). Leví­tico, Libro de. Tercer libro del Pentateuco. Es un manual de ceremonias religiosas que consiste mayormente de reglamentos relacionados con el santuario, las funciones sacerdotales y el sistema de sacrificios. Su tí­tulo hebreo proviene de la palabra inicial, Wayyigrâ’ “Y llamó”. El Talmud se refiere al libro con “La ley de los sacerdotes” o “La ley de los sacrificios”. La LXX lo llama Leuitikón [Sacerdocio o servicio] “Leví­tico”, [Perteneciente o que se refiere a los] “Levitas”. La Vulgata dice Leviticus, de donde viene nuestro nombre español. 314. Fragmentos de Leví­tico, de los Rollos del Mar Muerto, provenientes de la Cueva 1. I. Autor. Desde tiempos remotos, judí­os y cristianos han sido unánimes en atribuir el libro a Moisés, cuya autorí­a no habí­a sido discutida hasta la era moderna de la alta crí­tica. Los argumentos que le niegan a Moisés la autorí­a del Pentateuco se basan sólo en conjeturas y presentan tantos problemas que son indignos de la atención seria de los eruditos bí­blicos conservadores. Leví­tico pertenece, tal vez, al perí­odo de unos 30 dí­as inmediatamente posteriores a la erección del tabernáculo junto al monte Sinaí­ (Exo 40:17 cÆ’ Num 1:1). Este perí­odo comprende la dedicación del servicio del santuario y la realización de las instrucciones contenidas en Leví­tico, que sin duda fueron comunicados por Dios a Moisés durante ese tiempo. II. tema. El libro trata principalmente del sacerdocio y del servicio del santuario. No contiene todas las instrucciones que Dios le dio a Israel sobre estos temas (Num 3:1-9:23; 15:1-41; 18:1-19:22; 28:1-30:16), pero constituye el cuerpo fundamental de la revelación y de los reglamentos que tienen que ver con ellos. Dios ordenó los servicios y cultos del santuario para que fueran una lección objetiva del gran plan de salvación y del ministerio de Cristo en favor de los pecadores. Estas ceremonias ilustraban los medios por los que el pecador puede hallar liberación de la culpabilidad del pecado por medio del arrepentimiento. Al fin de cada año, las ceremonias del Dí­a de la Expiación eran un sí­mbolo de la eliminación del pecado del campamento (Lev_16). Fundamental para el sistema de los sacrificios era el concepto de tabernáculo como morada de Dios, y el de la realidad de su presencia 710 en medio de los israelitas. En el centro de las ceremonias del santuario estaba la verdad-sí­mbolo de que la “sangre hará expiación de la persona” (17:11) y que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb 9:22). Esta realidad estaba implí­cita en todos los sacrificios con sangre, que prefiguraban a Cristo como el Cordero de Dios (véase Isa 53:7; Joh 1:29; 1Co 5:7) y reflejaban la naturaleza vicaria de su gran ofrenda en la cruz (ls. 53:4, 5). Explí­cito e implí­cito en todo el sistema de ritos judí­os estaba el concepto de la diferencia entre “común” y “santo”. El pecador era totalmente inmundo y no era digno de acercarse a Dios, pero el Creador bondadosamente habí­a provisto un medio para limpiar toda “impureza”, lo que le permití­a al pecador contrito entrar a la divina presencia y obtener su bendición. Diariamente, los diversos sacrificios ordenados “cubrí­an” el pecado y, por lo tanto, liberaban al pecador de la culpa (Lev 1:1-7:38), y el rito anual del Dí­a de la Expiación* “limpiaba” el santuario de los pecados simbólicamente acumulados durante el año (Lev_16). III. Contenido. Los primeros 7 capí­tulos de Leví­tico detallan los reglamentos básicos con respecto a los diferentes sacrificios. Los cps 8 y 9 tienen que ver con la consagración del tabernáculo y del sacerdocio. El breve interludio histórico del cp 10 cuenta cómo 2 de los hijos de Aarón desobedecieron la instrucción acerca de hacer diferencia entre lo sagrado y lo común, por lo que sufrieron la muerte. Todos los tipos de impureza personal se detallan en los cps 11-15, con los ritos establecidos para la purificación. El cp 16 trata de la purificación del santuario, y el cp 17 de ciertas reglas relacionadas con ella. Leyes morales y civiles ocupan los cps 18-20, y los cps 21-27 se dedican a diversas otras leyes con respecto a los sacerdotes, al sábado, a las fiestas especiales, al santuario y a la adoración, junto con ciertas leyes que protegí­an a las personas y la propiedad (véase CBA 1: 705-723).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

levitas (Ezr 2:1,2,64). Véase Cronologí­a. Parecerí­a que los traductores de la LXX, quienes más tarde fueron seguidos por los demás, tuvieron algunos problemas al traducir e interpretar estas listas de censos registradas en la antigüedad. Es inexplicable que más de 600.000 adultos varones (Num 1:45,46) pudieron tener sólo unos 22.000 primogénitos varones (3:43), y que los otros 580.000 no tuvieron alguno; porque, de por sí­, el aumento de población desde los 70 adultos varones del tiempo de la entrada de Jacob en Egipto (Gen 46:26,27) a más de 600.000 en tiempos del éxodo (en un poco más de 200 años) presupone un tremendo í­ndice de fertilidad. Además, textos como el de Exo 23:29,30 y Deu 7:7,22 señalan que los hijos de Israel eran una nación tan pequeña en tiempos del éxodo que no podrí­an haber llenado la tierra de Palestina, razón por la cual el Señor dijo que no les darí­a toda la tierra a la vez, sino que la ocuparí­an de a poco para que no la poblaran los animales salvajes. Por tanto, se ha sugerido que ciertos términos relacionados con los censos no habrí­an sido bien entendidos y, por ello, mal traducidos. Por ejemplo, la palabra hebrea ‘elef, traducida en las listas de censo como “1.000”, también tiene otros significados: “ganado”, “familia”, “unidad tribal”, “distrito”, “tribu”, “confidente”, “jefe”. Por esto, algunos comentadores han sugerido que en Num 1:45 y 46 se lea: “603 unidades tribales” o “603 unidades militares”, en lugar de “603 mil”. El “edicto” que promulgó “Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado” (Luk 2:1) era, en efecto, una orden de censar, como lo muestra el verbo gr. apográfí‡, “pagar impuestos” (por tanto, literalmente, “registrado” o “enrolado”). El impuesto se basaba en el censo y normalmente seguí­a esa pauta. Unos 226 10 años después del de Luk 2:1 y 2, otro censo romano suscritó una revuelta dirigida por Judas Galileo (Act 5:37).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

miembros de la tribu de Leví­, hijo de Jacob. Los levitas ejercí­an el sacerdocio en el antiguo reino de Judá. Hasta su desaparición en el 586 a. C., los términos sacerdote y levita eran sinónimos. Carecí­an de un territorio común determinado, estando repartidos en ciudades junto con sus correspondientes zonas de pasto. Recibí­an como sustento, de parte de los israelitas, un diezmo del que a su vez tení­an que entregar otro a los sacerdotes, Nm 18. Los l. se dividí­an en sacerdotes, descendientes de Aarón, y subordinados a los sacerdotes. Durante la peregrinación a través del desierto Dios ordenó a Moisés que entre todos los israelitas eligiera a los l. primogénitos porque todo primogénito le pertenecí­a, Nm 3, 12-13.

Los escogidos fueron entregados por Moisés a los sacerdotes ante el sacerdote Aarón, quedando a su servicio. Se encargaron de las obligaciones referentes a él y a la comunidad ante la tienda del Encuentro, prestando el servicio de la morada. Los donados de parte de los israelitas fueron alistados por Aarón y sus hijos para que se encargaran de sus funciones sacerdotales, Nm 3, 5-10. Las funciones concretas de los l. se enumeran en Nm 3-4 y 18 y en 1 Cro 23, 26.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

El nombre dado a los descendientes de Leví­. Varios factores discernibles sin duda influyeron la elección de los descendientes de Leví­ para esta posición privilegiada en la religión de Israel.
( 1 ) La elección de Moisés y Aarón por parte de Dios, los cuales eran descendientes de Cohat, uno de los tres hijos de Leví­ (Exo 2:1-10; Exo 6:14-27; Num 26:59), obviamente confirió a los levitas un honor que las otras tribus aceptaron.
( 2 ) Sin embargo, un evento de importancia trascendental en el monte Sinaí­ (Exo 32:25-29) les dio a los levitas, constituidos como tribu, un lugar de privilegio y de responsabilidad en el plan de Dios. Este evento transformó la maldición de la profecí­a de Jacob (Gen 49:5-7) en la bendición de la profecí­a de Moisés (Deu 33:8-11).
( 3 ) Además, esta elección fue confirmada por un evento muy similar cuando el levita Fineas retuvo la plaga que casi decimó a los israelitas (Num 25:1-13). De esta manera, el registro histórico muestra como la maldición sobre Leví­ el antepasado llegó a ser, por medio de la maravillosa providencia de Dios, una bendición para sus descendientes.

Consideremos ahora algunos de los propósitos facilitados en el plan divino para la elección de los levitas, especialmente en relación con su ministerio en el culto del antiguo pueblo de Dios.
( 1 ) Su elección y nombramiento fueron hechos como recompensa por su fidelidad al Señor en dí­as de deterioro moral (Exo 32:25-29).
( 2 ) La doctrina de sustitución fue bien ilustrada en la selección de esta tribu porque aunque Dios reclamó al primogénito varón de todas las tribus basado en la muerte de los primogénitos de los egipcios (Exo 13:11-16), Dios, en su gracia, permitió que los levitas fueran los sustitutos por sus compañeros miembros de tribu (Num 3:9, Num 3:11-13, Num 3:40, Num 3:45-51; Num 8:14-19).
( 3 ) La selección de una tribu resultarí­a en la simplificación de servicio porque una tribu tal con relaciones de sangre estrechas y con prestigio de antepasados serí­a mucho más fácil de administrar que un destacamento incierto viniendo de varias tribus diferentes.
( 4 ) La ley del diezmo elevó la elección de los levitas porque en un sentido esta tribu era el diezmo de todas las tribus; y a esta tribu se le pagaba el diezmo (Num 18:20-21; Deu 18:1-8; Neh 10:37-39; Heb 7:5, Heb 7:9).
( 5 ) La separación de Israel de las otras naciones fue intensificada aun más por el hecho de la selección de una tribu que era separada de las otras tribus y santificada al Señor (Num 8:5-22).
( 6 ) La vida de un advenedizo sin heredad está bien ilustrada aquí­ por el hecho de que los levitas no tení­an heredad en Israel; el Señor mismo era su heredad (Num 18:20-24; Num 26:62; Deu 10:9; Deu 12:12; Deu 14:27). Sin embargo, se hace muy claro (Exo 19:4-5) que, hablando en términos humanos, el nombramiento de Leví­ como la tribu sacerdotal para que actuara para bien de todos los judí­os fue un expediente que vino por el hecho de que el pueblo entero de Dios no podí­a alcanzar todaví­a el privilegio de ser sacerdotes del Señor. Pero esto fue obtenido para nosotros en la persona de Cristo (comparar 1Pe 2:9).

Se puede discernir una organización con tres enfoques:
( 1 ) Aarón y sus hijos fueron sacerdotes en un sentido estricto como parte de la familia de Cohat.
( 2 ) El escalafón del medio incluyó a todos los otros cohatitas, los cuales tení­an ciertos privilegios al transportar las partes más sagradas del tabernáculo (Num 3:27-32; Num 4:4-15; Num 7:9).
( 3 ) El escalafón más bajo estaba constituido por las familias de Gersón y Merari, las cuales tení­an tareas menores (Num 3:21-26, Num 3:33-37). Sólo el sacerdote tení­a derecho de ministrar en el altar y de entrar en el santuario (Exo 28:1; Exo 29:9; Num 3:10, Num 3:38; Num 4:15, Num 4:19-20; Num 18:1-7; Num 25:10-13). Ciertos levitas, como en el caso particular de Asaf, llegaron a ser músicos y probablemente escribieron algunos de los Salmos (1Ch 6:39, 1Ch 6:43; 1Ch 15:16 ss.; 1Ch 16:4 ss.; 1Ch 25:1-9; Salmo 50, 73-83).

En la interrupción del reino unido muchos levitas del reino del norte pidieron asilo polí­tico y religioso en Judá (2Ch 11:13-16; 2Ch 13:9-12; 2Ch 15:9); pero algunos levitas estaban evidentemente involucrados en la apostasí­a del reino del norte (Eze 44:10-15). Los levitas de este perí­odo todaví­a eran considerados maestros (2Ch 17:8 ss.; 2Ch 19:8; comparar Deu 33:10).

En el perí­odo posexí­lico los levitas no regresaron de Babilonia en la misma proporción que los sacerdotes (Ezr 2:36-42; Neh 7:39-45).

Más tarde, un esfuerzo especial fue necesario para convencerles que retornaran (Ezr 8:15-19). Todaví­a se les consideraba maestros (Ezr 8:15 ss.) y músicos (Ezr 2:40-41; Ezr 3:10 ss.; Neh 7:43-44).

En el NT se encuentran sólo unas pocas referencias a los levitas (Luk 10:32; Joh 1:19; Act 4:36; Heb 7:11). Leví­, por medio de su antepasado Abraham, pagó el diezmo a Melquisedec (Gen 14:17-20), así­ demostrando la superioridad del sacerdocio de Melquisedec (o sea de Cristo) sobre el de Aarón (Heb 7:4-10). Dado que el sacerdocio leví­tico no pudo traer perfección, fue necesario que se levantara otro sacerdote, de una tribu diferente y de un orden diferente (Heb 7:11-17; comparar Gen 49:10; Salmo 110).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

tip, TRIB SACE LEYE

vet, Descendientes de Leví­ hijo de Jacob. Los tres hijos de Leví­, Gersón, Coat y Merari fueron cada uno de ellos la cabeza de un clan (Gn. 46:11; Ex. 6:16; Nm. 3:17; 1 Cr. 6:16-48). Moisés y Aarón, levitas, pertenecí­an a la casa de Amram, de la familia de Coat (Ex. 6:16, 18, 20, 26). (a) Llamamiento de los levitas. Los varones de la tribu de Leví­ tení­an que ocuparse del santuario, pero Aarón y sus hijos fueron separados para la función sacerdotal, de carácter hereditario. El cuidado y transporte del precioso tabernáculo y la preparación de todo lo necesario para el servicio sagrado no podí­an ser encomendados a un solo individuo, ni tan sólo a una familia sola. Eran muchas personas las que debí­an participar en esta honrosa tarea. En la salida de Egipto, cuando los primogénitos de Egipto fueron muertos en la décima plaga, los hebreos tuvieron que poner la sangre en el dintel de las puertas y en los postes en cada casa, a fin de proteger a los primogénitos de los israelitas. Con ello, vinieron a ser propiedad de Jehová y le fueron así­ consagrados (Ex. 13:11-16); sin embargo, en lugar de verse al servicio del santuario, los primogénitos de todas las tribus se vieron sustituidos por los levitas. La razón de este cambio es que ellos fueron los únicos de Israel que se dieron decididamente al servicio de Jehová, mostrando su celo por El, en la ocasión en que el pueblo apóstata se habí­a dado a la adoración del becerro de oro (Ex. 31:26-29; Nm. 3:9, 11-13, 40, 41, 45 ss.; 8:16-18). Habí­a 22.273 primogénitos varones, sin contar los primogénitos de los levitas, cuando se efectuó el censo del Sinaí­ (Nm. 3:43, 46). Los levitas sumaban 22.000 (Nm. 3:39). Sumando las cifras dadas en los versí­culos 22, 28, 34, se obtienen 22.300. Se ha suscitado la cuestión de si se ha dado un error en la transcripción o si se trata de 300 primogénitos levitas que, por las causas de incapacidad prescritas en la ley, no pudieron reemplazar a los de las otras tribus. Los 22.000 levitas serví­an así­ como sustitutos; en cuanto a los 273 primogénitos que no quedaban cubiertos por el número de los levitas sustitutos, fueron rescatados por un precio de cinco siclos de plata por cabeza (vv. 46-51). (b) Deberes de los levitas. Estos eran el transporte del tabernáculo y de sus materiales al levantar el campamento; montar la tienda, tomar cuidado de todos los utensilios, y ayudar a los sacerdotes en sus diversos trabajos (Nm. 1:50-53; 3:6-9, 25-37; 4:1-33; 1 S. 6:15; 2 S. 15:24). Los descendientes de Aarón, siendo a la vez levitas y sacerdotes, llevan con frecuencia el nombre de levitas (Dt. 33:8-10; Jos. 14:3; 21:1, 4; Mal. 3:3). En tanto que altos dignatarios e hijos de Leví­, podí­an, si lo juzgaban necesario, efectuar los servicios leví­ticos que quisieran. (c) Lí­mite de edad. Los levitas empezaban sus funciones a los 30 años (Nm. 4:3; 1 Cr. 23:3-5), a los 25 años (Nm. 8:24) y más tarde a los 20 años (1 Cr. 23:24, 27). Nm. 4 contiene la definición del servicio de los levitas con treinta años, como la de “ministrar en el servicio y tener cargo de obra en el tabernáculo de reunión…, cada uno según su oficio y según su cargo” (vv. 47, 49). El capí­tulo entero precisa las tareas. Es plausible que a los 30 años de edad los levitas fueran considerados aptos para todo género de servicio completo con respecto al santuario, y para el transporte solemne del tabernáculo y de su mobiliario. En una fecha posterior, accedí­an a funciones honorí­ficas, que exigí­an sabidurí­a y discreción (Nm. 4:1-33; 1 Cr. 23:4-5). Pero a los 25 años de edad los levitas ya podí­an empezar un servicio ordinario, que comportaba diversos deberes ordinarios; nunca se dice que los deberes más honrosos fueran llevados a cabo por levitas de menos de 25 años (Nm. 8:24-26; 1 Cr. 23:25-32). David redujo la edad de acceso a las funciones leví­ticas más humildes y las fijó en 20 años, edad en la que los otros israelitas eran aptos para el servicio militar (1 Cr. 23:24, 27). En efecto, siendo que el arca estaba en Jerusalén (vv. 25, 26) y estando fijado el servicio del santuario, era bueno que los jóvenes se iniciaran pronto y de manera útil en el cumplimiento de sus deberes leví­ticos. Desde entonces los levitas accedí­an legalmente a sus posiciones a los 20 años (2 Cr. 31:17; Esd. 3:8). Se iniciaban como ayudantes de los sacerdotes y de los jefes de los levitas (1 Cr. 23:28-31; cfr. 2 Cr. 29:34; 35:11); pero es probable que no fueran considerados como admisibles a las funciones más elevadas (guardianes de las puertas, miembros de la orquesta sagrada, administradores, jueces) antes de la edad de 30 años (1 Cr. 23:3-5). A los 50 años dejaban las funciones regulares, pero quedaban libres de asistir a sus sucesores en el servicio del santuario (Nm. 8:25, 26). (d) Vestimentas y residencia de los levitas, y su división en clases. No les habí­a sido ordenado ningún tipo de vestimenta oficial, pero en las grandes fiestas llevaban un ropaje de lino fino (1 Cr. 15:27; 2 Cr. 5:12). En el siglo I d.C., los levitas asignados al coro sagrado obtuvieron del rey Agripa, con la ratificación del sanedrí­n, el derecho de llevar las vestimentas de lino regularmente, como los sacerdotes (Ant. 20:9, 6). Los levitas no estaban obligados a dar todo su tiempo al santuario ni a morar continuamente en sus proximidades. Cuando el paí­s de Canaán fue dividido, los levitas no recibieron una parte del territorio como las otras tribus. Consagrados enteramente al servicio del santuario, tení­an al mismo Dios como su herencia (Nm. 18:20; Dt. 10:9). Les fueron dadas cuatro ciudades por tribu junto con sus aldeas: 13 para los sacerdotes descendientes de Aarón en los territorios de Judá, Simeón y Benjamí­n (Jos. 21:4), y 35 ciudades de las tribus del norte y del este (Jos. 21:5-7; Nm. 35:1-8). Para su subsistencia, los levitas recibí­an los diezmos debidos a Jehová (Lv. 27:30-33; cfr. Nm. 18:21-24), las primicias de las cosechas (Ex. 23:19; Lv. 2:14; 23:17, etc.), los primogénitos de los rebaños (Ex. 13:12 ss.; Lv. 27:26; Nm. 18:15 ss.), así­ como ciertas porciones de los sacrificios (Nm. 18:26 ss.). La mayor parte del año moraban en sus ciudades respectivas, y subí­an en fechas determinadas a Jerusalén para ejercer sus funciones. David repartió a los levitas en cuatro clases: (A) Los que asistí­an a los sacerdotes en el servicio del santuario. (B) Los jueces y los escribas. (C) Los guardas de las puertas. (D) Los músicos. Cada una de estas clases, a excepción quizá de la segunda, se subdividí­a en 24 secciones (familias) que se turnaban en el servicio (1 Cr. 24-26; cfr. 15:16-24; 2 Cr. 19:8-11; 30:16-17; Esd. 6:18; Neh. 13:5). Cuando tuvo lugar el cisma nacional después de la muerte de Salomón, numerosos levitas y sacerdotes que viví­an en el territorio de Benjamí­n abandonaron el reino del norte, dirigiéndose a Judá y Jerusalén (2 Cr. 11:13-15).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Los pertenecientes a la tribu de Leví­ que ejercí­an en principio funciones sacerdotales. Cuando se centraliza culto en Jerusalén y se declara como único sacerdocio legí­timo el sacerdocio de Jerusalén, los levitas, que viví­an fuera, fueron considerados como sacerdotes de segundo orden, que no podí­an ofrecer el sacrificio; ejercí­an tan sólo funciones anexas al culto, tales como la limpieza del templo, preparación de los vasos sagrados, del sacrificio, etc. (Dt 33,8-11; Lc 10,3, Jn 1,19). —> ; culto.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(De [Pertenecientes a] Leví­).
Los descendientes de Leví­, el tercer hijo de Jacob y Lea. (Gé 29:32-34.) A veces el término aplica a toda la tribu, pero normalmente excluye a la familia sacerdotal de Aarón (Jos 14:3, 4; 21:1-3); por este motivo es común la expresión †œlos sacerdotes y los levitas†. (1Re 8:4; 1Cr 23:2; Esd 1:5; Jn 1:19.) Los deberes sacerdotales estaban limitados a los varones de la familia de Aarón, mientras que los levitas, es decir, el resto de la tribu, eran sus ayudantes. (Nú 3:3, 6-10.) Este servicio empezó con la construcción del tabernáculo, ya que previamente ninguna familia o tribu en particular estaba asignada a ofrecer sacrificios. (Ex 24:5.)

Tomados como rescate por los primogénitos. Jehová escogió a los levitas en lugar de todos los primogénitos de las otras tribus. (Ex 13:1, 2, 11-16; Nú 3:41.) La cantidad total de varones levitas mayores de un mes ascendí­a a 22.000, que se podí­an cambiar por la misma cantidad de varones primogénitos de las otras tribus. El censo que se hizo en el desierto de Sinaí­ reveló que habí­a 22.273 hijos primogénitos en las otras tribus. Por lo tanto, Dios estipuló que se les diera a Aarón y a sus hijos un precio de rescate de cinco siclos (11 dólares [E.U.A.]) por cada uno de los 273 primogénitos que excedí­an el número de los levitas. (Nú 3:39, 43, 46-51.)

Deberes. Los levitas se componí­an de tres familias procedentes de los hijos de Leví­: Guersón (Guersom), Qohat y Merarí­. (Gé 46:11; 1Cr 6:1.) A cada una de ellas se le asignó en el desierto un lugar cerca del tabernáculo: la familia qohatita de Aarón acampó al E., enfrente del tabernáculo; el resto de los qohatitas lo hicieron en el lado S.; los guersonitas, al O., y los meraritas, al N. (Nú 3:23, 29, 35, 38.) El levantar, desmontar y llevar el tabernáculo era trabajo de los levitas. Cuando llegaba el momento de trasladarse, Aarón y sus hijos bajaban la cortina que dividí­a el Santo del Santí­simo y cubrí­an el arca del testimonio, los altares, los otros muebles sagrados y los utensilios. Los qohatitas llevaban estos artí­culos. Los guersonitas transportaban las telas de tienda, las cubiertas, las pantallas y las cuerdas de tienda (seguramente las cuerdas del tabernáculo propiamente dicho). Por su parte, los meraritas se encargaban de los armazones, las columnas, los pedestales con encajaduras y las estacas de la tienda con sus cuerdas (las cuerdas del patio que rodeaba el tabernáculo). (Nú 1:50, 51; 3:25, 26, 30, 31, 36, 37; 4:4-33; 7:5-9.)
Durante el reinado de David, el trabajo de los levitas estuvo muy organizado, pues este rey nombró supervisores, oficiales, jueces, porteros y tesoreros, así­ como un gran número de personas para ayudar a los sacerdotes en el templo, los patios y los comedores, en sus trabajos relacionados con las ofrendas, los sacrificios, la purificación, pesar, medir y las diversas guardias. Los músicos levitas estaban organizados en 24 grupos, al igual que las divisiones sacerdotales, y serví­an por turno. Los deberes se determinaban echando suertes. En el caso de los grupos de porteros, se asignaba cada puerta siguiendo el mismo método. (1Cr 23, 25, 26; 2Cr 35:3-5, 10.)
En los dí­as de Moisés un levita asumí­a plenamente sus responsabilidades a los treinta años, unas responsabilidades que incluí­an llevar el tabernáculo y sus utensilios cada vez que se trasladaba. (Nú 4:46-49.) Algunas tareas podí­an realizarse desde los veinticinco años, pero al parecer no ocurrí­a así­ con el trabajo duro, como el transporte del tabernáculo. (Nú 8:24.) En el tiempo del rey David se redujo la edad a veinte años. La razón que dio David fue que el tabernáculo (que pronto iba a ser reemplazado por el templo) ya no tení­a que moverse. Por otra parte, las asignaciones de servicio obligatorio finalizaban a los cincuenta años. (Nú 8:25, 26; 1Cr 23:24-26; véase EDAD.) Los levitas debí­an estar versados en la Ley, porque a menudo se les pedí­a que la leyeran en público y la enseñaran al pueblo. (1Cr 15:27; 2Cr 5:12; 17:7-9; Ne 8:7-9.)

Manutención. Los levitas se mantení­an principalmente de los diezmos de las otras tribus: se les daba una décima parte de todo lo que producí­a la tierra y del ganado. Ellos, a su vez, daban a los sacerdotes una décima parte de lo que recibí­an. (Nú 18:25-29; 2Cr 31:4-8; Ne 10:38, 39.) Además, aunque estaban exentos del servicio militar, compartí­an parte del botí­n de guerra junto con los sacerdotes. (Nú 1:45-49; 31:25-31; véase DIEZMO.) A los levitas no se les asignó un territorio en Canaán, pues Jehová era la parte que les correspondí­a. (Nú 18:20.) Sin embargo, otras tribus de Israel les dieron un total de 48 ciudades esparcidas por toda la Tierra Prometida. (Nú 35:1-8.)

Apoyaban la adoración verdadera. Los levitas suministraron algunos ejemplos notables de entusiasmo por la adoración verdadera. Esto se hizo patente en el caso del becerro de oro y cuando salieron del territorio de Jeroboán después de la división del reino. (Ex 32:26; 2Cr 11:13, 14.) Asimismo, fueron celosos al apoyar a los reyes Jehosafat, Ezequí­as y Josí­as, así­ como a los gobernadores Zorobabel y Nehemí­as, y al sacerdote-escriba Esdras en sus esfuerzos por restablecer la adoración verdadera en Israel. (2Cr 17:7-9; 29:12-17; 30:21, 22; 34:12, 13; Esd 10:15; Ne 9:4, 5, 38.)
Sin embargo, como tribu no apoyaron al Hijo de Dios en su obra de restauración, aunque algunos de ellos se hicieron cristianos (Hch 4:36, 37), y muchos de los sacerdotes levitas fueron obedientes a la fe. (Hch 6:7.) Con la destrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén en 70 E.C., los registros familiares de los levitas se perdieron o fueron destruidos, lo que puso fin al sistema leví­tico. De todos modos, una †œtribu de Leví­† constituye parte del Israel espiritual. (Rev 7:4, 7.)
Esta tribu también da nombre al libro bí­blico de Leví­tico, que trata especialmente de los levitas y sus tareas.

Fuente: Diccionario de la Biblia

(Con menos frecuencia, hijos de Leví). Los tres hijos de Leví eran Gersón, Coat y Merari; y fueron a Egipto con su padre (Gn. 46:11). Después del éxodo, cuando ocurrió la terrible apostasía del becerro de oro, se mostraron fieles al pacto (Ex. 32:26–29). Cuando Moisés bendice las tribus menciona este acto de obediencia (Dt. 33:8–11). Como recompensa, la profecía de Jacob en cuanto a ellos fue cumplida como una bendición (Gn. 49:7). Fueron «esparcidos entre Israel»; pero no como castigo sino como un honor. Fueron apartados para el servicio del Tabernáculo (Nm. 1:47–53), siendo tomados por Jehová en el lugar de los primogénitos de todas las tribus (Nm. 3:40–51). Cada una de las tres familias tribales tenía sus deberes especiales en relación con el Tabernáculo durante el período de las peregrinaciones por el desierto (Nm. 3:21–27). Pero se honró en forma especial a la familia de Coat, quizá porque era la familia a la que pertenecían Moisés y Aarón; y Aarón fue consagrado sumo sacerdote y sus hijos sacerdotes (Ex. 28:1). Esta eminencia de Aarón y sus hijos causó una seria rebelión contra la autoridad de Moisés; esta rebelión fue severamente castigada (Nm. 16) y la supremacía de Aarón se estableció por su vara que reverdeció (Nm. 17).

En la conquista los levitas no recibieron ninguna herencia tribal sino que se les dio cuarenta y siete ciudades con sus pastizales (Nm. 35:1–8; Jos. 21:1–42). También se les designó un diezmo de la entrada de las tribus (Nm. 18:20–25). Pero dado que el pago de este diezmo dependía de la buena voluntad y la fidelidad del pueblo, la posición del levita era precaria; y Moisés exhorta al pueblo a que cuiden de ellos al igual que de la viuda y el huérfano (Dt. 12:19; 14:27, 29). Con la construcción del templo terminó su obligación de cargar con el tabernáculo y sus utensilios; pero David los usó para instituir el servicio de cánticos para el templo. Dividió a los treinta y ocho mil levitas en cuatro clases, cuatro mil de los cuales serían músicos y cantantes (1 Cr. 23). Su deber era también instruir al pueblo en la ley (Dt. 33:10; 2 Co. 17:7–9; 35:3; Neh. 8:7).

Es significativa la diferencia entre la posición del sacerdote y el levita: mientras 4.289 sacerdotes (diez por ciento del total del número que volvió del exilio) volvieron de la cautividad con Zorobabel, sólo se mencionan setenta y cuatro levitas (Esd. 2:40); y cuando Esdras condujo de regreso un número más pequeño a Jerusalén, sólo logró obtener treinta y ocho levitas.

Los levitas son mencionados rara vez en el NT, pero parecen haber sido una clase importante (Jn. 1:19). Nuestro Señor nos presenta a un levita en la parábola del buen samaritano (Lc. 10:32); y se nos dice que Bernabé era levita (Hch. 4:36). Dada la función didáctica que tenían por la ley, es muy probable que muchos escribas eran también levitas.

BIBLIOGRAFÍA

Oehler, Theology of the Old Testament, pp. 92–93; ISBE («Priests and Levites»). La teoría crítica se plantea ampliamente por el artículo de von Baudissin, «Priests and Levites» en HDB.

Oswald T. Allis

ISBE International Standard Bible Encyclopaedia

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (354). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

(Proviene de Leví, nombre de un patriarca ancestral, generalmente se interpreta como “unido” o “adjunto a”. Vea Génesis 29,34, también Números 18,2.4, texto hebreo).

Fueron los ministros subordinados nombrados en la Legislación de Moisés para el servicio del Tabernáculo y del Templo.

Leví fue el tercer hijo de Jacob y Lía, y hermano carnal de Rubén, Simeón y Judá. Junto con Simeón se vengó de la humillación sufrida por su hermana Dina con la masacre de Siquem y su pueblo (Gén. 34), por cuyo acto de violencia los dos hermanos fueron reprobados tanto en Gén. 34,30, como en la profecía atribuida al patriarca en Gén. 49,5-7.

Dejando de lado toda discusión crítica ligada a este incidente así como a otros hechos relacionados con la historia de la tribu, el siguiente punto a tener en cuenta es la conexión de Leví con el sacerdocio. Según el relato bíblico aceptado, todos los descendientes masculinos del patriarca fueron apartados por Moisés, según mandato divino, para el servicio del Santuario, distinción que pudo haberse debido al celo religioso manifestado por la tribu en ocasión del culto idolátrico al becerro de oro (Éxodo 32,25-29). Como también era la tribu a la que pertenecía Moisés, probablemente era la más confiable para apoyar al legislador en el establecimiento y promoción de sus instituciones religiosas entre el pueblo. El llamado sagrado a los levitas se menciona en diversos pasajes del Pentateuco. Por ejemplo, el autor de los primeros capítulos de Números (P), después de recordar los nombres y funciones sagradas de los hijos de Aarón (Núm. 3; cf. Éx.28,29; Lev. 8,9), nombra a la tribu de Leví completa como aquellos “que debían estar a la vista del sacerdote Aarón para ministrar con él. Y que velen y observen todo lo pertinente al servicio de la multitud delante del tabernáculo del testimonio, y que mantengan las vasijas del tabernáculo, sirviendo en el ministerio del mismo.” Aunque en Núm. 18,23 se describe ampliamente la misión especial de la tribu como mediadora entre el Señor y su pueblo, y aunque el levita mencionado en el interesante y antiquísimo pasaje de Jueces (17 y 18) es representado ejerciendo las funciones del sacerdocio sin cualificación, muchos comentaristas sostienen que en una fecha temprana se hizo una distinción entre los sacerdotes de la familia de Aaron y los simples levitas—distinción que se hizo muy pronunciada en la historia religiosa posterior del Pueblo Escogido. En Núm. 8,5-22 se describen las ceremonias mediante las cuales se consagraba a los simples levitas para el servicio del Señor. Además de la función general de ayudar a los sacerdotes, a los levitas se les encomendaba cargar el Tabernáculo y sus utensilios, vigilar el santuario, etc. Como la mayoría de sus deberes exigía la plena capacidad de un hombre, los levitas no asumían sus funciones antes de los treinta años de edad.

En la distribución de la tierra de Canaán después de la conquista, Josué, actuando según instrucciones recibidas de Moisés, excluyó a la tribu de Leví de tener parte del territorio como las otras tribus. “Pero a la Tribu de Leví no le otorgó posesión alguna porque el Señor Dios de Israel es su posesión” (Jos. 13,33.) Debe notarse que en Gén. 49,5-7 se menciona una razón completamente diferente para esa excepción. En lugar de un territorio específico, los miembros de la tribu de Leví recibieron el permiso para morar dispersos entre las otras tribus, haciéndose una provisión especial para su manutención. Además del diezmo de las cosechas y el ganado y de otras cuotas sacerdotales ya otorgados por Moisés, los levitas ahora recibieron de cada una de las otras tribus, cuatro ciudades con tierras de pastoreo en sus cercanías o cuarenta y ocho en total (Jos. 21). Entre estas se encontraban seis ciudades de refugio, tres a cada lado del Jordán, que fueron separadas para controlar la costumbre bárbara de la venganza de sangre, que todavía existe entre las tribus árabes, en virtud de la cual los parientes de un hombre asesinado consideraban un deber vengarlo matando a su asesino intencional o aún no intencional. Es probable, sin embargo, que estas disposiciones administrativas relativas a los levitas no fueran realizadas a cabalidad hasta algún tiempo después de la conquista, pues, durante el largo período de transición entre la vida errante en el desierto y la civilización completamente organizada de tiempos posteriores, los sacerdotes y levitas parecen haber tenido un modo de existencia más bien precario. Tomando la historia de Miká (Jc. 17) como ilustrativa de la condición del orden Levítico durante dicho período temprano, parecería que los funcionarios sacerdotales estaban inadecuadamente provistos y tenían que deambular para asegurar su sustento.

La elaborada y altamente diferenciada organización del sistema levítico o sacerdotal, descrito con tal abundancia de detalles en los escritos sacerdotales del Antiguo Testamento, fue sin duda el resultado de un largo proceso de desarrollo religioso y ritual que alcanzó su plenitud en el período post-exílico. Así como en otras historias de religiones antiguas, a comienzos de la historia hebrea hay un período en el cual no existía una clase sacerdotal. El jefe de familia o clan realizaba generalmente las funciones sacerdotales sin la necesidad de un santuario especial, y hay abundante evidencia que muestra que durante largo tiempo después de la muerte de Moisés el oficio sacerdotal fue ejercido, no solo ocasionalmente, sino permanentemente por hombres de ascendencia no levítica. La legislación del Deuteronomio insiste en la unidad del santuario y reconoce a los descendientes de Levi como los únicos miembros legítimos del sacerdocio, pero ignora la claramente definida distinción entre los sacerdotes y los simples levitas que aparece en la legislación y escritos posteriores, pues constantemente se alude a toda la clase como los “sacerdotes levitas”. Esta categoría excluye al sacerdote puramente laico que ya no se toleraba, pero si cualquier levita desee abandonar su residencia en cualquier lugar de la tierra y trasladarse a Jerusalén “oficiará en el nombre de Yahveh su Dios, como todos sus hermanos levitas que se encuentran allí en presencia de Yahveh; comerá una porción igual a la de ellos, aparte de lo que obtenga por la venta de sus bienes patrimoniales.” (Deut. 18,6-8). Los escritos post-exílicos describen adecuadamente la detallada organización y tareas del sistema levítico entonces en pleno vigor, así como cierta cantidad de regulaciones relativas al mismo que se le atribuyen al rey David. Por lo tanto, es al período de su reinado que 1 Crón. refiere la introducción del sistema de cursos mediante el cual se dividió en clases todo el cuerpo sacerdotal, que llevaban el nombre de sus respectivos jefes y eran regidos por ellos. Realizaban diversas funciones semana a semana, y sus tareas específicas eran determinadas por sorteo. (cf Lc. 1,5-9). Leemos asimismo, que durante el reinado de David el resto de los levitas, hasta la cantidad de treinta y ocho mil, entre las edades de los treinta años en adelante, recibieron una organización especial (1 Crón. 23 – 26). Los levitas son mencionados únicamente tres veces en el Nuevo Testamento (Lc. 10,32; Juan 1,19, Hch. 4,36) y estas referencias no arrojan ninguna luz en cuanto a su estatus en el tiempo de Cristo.

Bibliografía: LEGENDRE in VIG., Dict. de la Bible, s.v. Lèvi, Tribu de (III); BAUDISSIN in HAST., Dict. of the Bible, s.v. Priests and Levites; GIGOT, Outlines of Jewish History, viii, § 2, etc.

Fuente: Driscoll, James F. “Levites.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/09206a.htm

L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica