MANDATO MISIONERO

Encargo misionero

Con la expresión “mandato” queremos decir el “encargo” misionero que Cristo confió a su Iglesia (Mt 28,19-20; Mc 16,15-18). La expresión tiene sentido de “urgencia”, a partir de una misión que tiene su origen en el amor de Dios, que deriva a toda la humanidad (cfr. Jn 3,16). Toda la Iglesia y todos los cristianos en particular (como llamados a la santidad y al apostolado) quedan responsabilizados respecto a la misión.

Este “mandato” o encargo misionero de Jesús sigue aconteciendo. No es una simple ley, sino un acto de confiar a “los suyos” (Jn 13,1), de modo permanente, el mismo encargo que él recibió del Padre con la fuerza del Espí­ritu (Jn 20,21-23). Cristo, presente en la Iglesia, sigue confiando este encargo y hace posible su realización.

El deber de “hacer discí­pulos a todos los pueblos” (Mt 28,19) resume todos los aspectos de la misión anuncio de la salvación en Cristo, llamada a la fe, entrada en la comunidad eclesial por el bautismo, etc. Equivale, pues, a construir la comunidad-familia “convocada” por Jesús (su Iglesia) (cfr. Mt 16,18).

En el evangelio según Mateo, el “mandato” indica más la construcción de la comunidad eclesial universal. En Marcos se hace hincapié en la “proclamación” o “kerigma”, siempre en relación con la presencia de Cristo resucitado y con la fuerza del Espí­ritu Santo (Mc 16,15-20). Los textos de Lucas (evangelio y Hechos) recalcan el dar testimonio de la resurrección de Jesús (Lc 24,47-48; Hech 1,8.22; 2, 32). En el evangelio de Juan, Jesús confí­a a los apóstoles el mismo mandato que él recibió del Padre para construir la comunión o unidad en los corazones y en toda la comunidad humana (Jn 10,18; 17,18-23; 20,21-23).

Caracterí­sticas

En el mandato misionero se puede observar cuatro caracterí­sticas el universalismo de la misión, la presencia permanente de Cristo resucitado, la fuerza del Espí­ritu Santo para cumplir la misión, la urgencia o necesidad de cumplir la misión encomendada. Esta última da un sentido más preciso a la palabra “mandato”. Cuando Jesús, durante su vida terrena, envió a los Apóstoles y discí­pulos (Mt 10,5ss; Mc 6,7ss; Lc 9,1ss), ya indicó algunas caracterí­sticas del mandato misionero, puesto que se trata de prolongar su misma misión (anuncio, perdón, sanación), con su acompañamiento (Lc 10,1.17) y corriendo su misma suerte pascual. El Espí­ritu Santo, que acompañó siempre la misión de Jesús (Lc 4,1-18), seguirá acompañando y vivificando también la misión prolongada en los apóstoles de todos los tiempos (Mt 10,20).

No se trata de un “mandato” a modo de imposición, ni tampoco de mera obligación jurí­dica, sino que es más bien la comunicación de una urgencia misionera que se irá concretando comunicar la fe (que es don de Dios), anunciar la salvación, implantar la Iglesia… La urgencia es una caracterí­stica del “mandato”, por ser el encargo de una misión que procede del amor fontal del Padre (AG 2) y constituye la naturaleza misma de la Iglesia (AG 1), la cual, “movida por la caridad del Espí­ritu” (AG 5), está llamada a anunciar a Cristo a todos los pueblos (AG 38). Por esto, la Iglesia, “obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espí­ritu Santo, se hace plena y actualmente pre¬sente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe… de manera que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo” (AG 5).

Es un encargo que, por ser prolongación de la misma misión de Cristo, atañe a todo creyente (EN 5, 59-60). Es una urgencia que proviene del hecho de participar en la misma vida de Cristo “La misión, además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros” (RMi 11). La Iglesia cumple el mandato de Cristo, no sólo como deber fundamental de “propagar la fe y la salvación de Cristo” a todos los pueblos, sino también “en virtud de la vida que a sus miembros infunde Cristo” (AG 5).

Urgencias actuales en toda la Iglesia

Sin la presencia de Cristo resucitado, no aparecerí­a tan claro el sentido permanente del mandato “Estaré con vosotros” (Mt 28,20); “ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperando con ellos, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban” (Mc 16,20). Los apóstoles reciben el “enví­o” (“shaliah”) para prolongar no sólo el mensaje de Cristo, sino también su misma persona.

El mandato misionero urge a la Iglesia a cumplir la misión, puesto que le “incumbe el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo, tanto en virtud del mandato expreso… como en virtud de la vida que Cristo infundió en sus miembros” (AG 5). Es la urgencia del “amor fontal o caridad del Padre” (AG 2), la urgencia del “amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espí­ritu Santo” (Rom 5,5) y la urgencia del amor de Cristo “la caridad de Cristo me apremia” (2Cor 5,14). Esa urgencia se presenta en San Pablo como dando sentido a la vida; su única razón de ser es anunciar a Cristo (1Cor 9,16; 1Cor 2,2). La Iglesia “se ve impulsada por el Espí­ritu Santo a poner todos los medios para que se cumpla efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo como principio de salvación para todo el mundo” (LG 17).

La “memoria” del mandato misionero hace que el evangelio acontezca de nuevo señalando unas urgencias actuales hacer conocer los planes salví­ficos de Dios en Cristo a todos los pueblos y en toda situación humana, ser signo eclesial transparente y portador de Cristo, acercarse al hombre concreto para anunciarle la salvación integral en Cristo, insertar los valores evangélicos en los ámbitos geográficos, sociológicos y culturales, para abrirlos a Dios Amor, responder con actitudes evangélicas a un momento de cambios profundos de la sociedad actual, hacer a cada comunidad eclesial verdaderamente responsable y prácticamente solidaria de la misión universal (con aportación de ayuda espiritual, material y vocacional).

Referencias Apóstol, apostolado, Ascensión, caridad pastoral, Iglesia (misionera), evangelización, misión.

Lectura de documentos AG; EN 5,59-60; RMi 11, 23; CEC 849.

Bibliografí­a F. ASENSIO, Horizonte misional a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento (Madrid, C.S.I.C., 1974); I. GOMA’, El evangelio según San Mateo (Madrid, Marova, 1976) II; J. LOEWE, Perfil del apóstol de hoy (Estella, Verbo Divino, 1966); D. SENIOR, C. STRUHLMÜLLER, Biblia y misión, Fudamentos bí­blicos de la misión (Estella, Verbo Divino, 1985) II; A. WOLANIN, La misión de Jesucristo, en Misión para el tercer milenio, curso básico de Misionologí­a (Roma y Bogotá, PUM, 1992) cap. III.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización