MANUSCRITOS DE LA BIBLIA

Las Sagradas Escrituras tuvieron un origen sobrehumano, pero no su escritura y conservación. El profeta Moisés comenzó su compilación bajo inspiración divina en 1513 a. E.C., y el apóstol Juan escribió la parte final más de mil seiscientos años después. En un principio no conformaban un solo libro, pero con el paso del tiempo fue necesario hacer copias de sus diferentes libros. Eso es lo que ocurrió, por ejemplo, después del exilio babilonio, pues no todos los judí­os libertados regresaron a la tierra de Judá. Muchos se establecieron en lugares distantes y fundaron sinagogas a través del vasto territorio por el que se extendió la diáspora judí­a. Los escribas prepararon copias de las Escrituras que se necesitaban en esas sinagogas, donde los judí­os se reuní­an para oí­r la lectura de la Palabra de Dios. (Hch 15:21.) Posteriormente, copistas concienzudos cristianos reprodujeron los escritos inspirados con el fin de que se beneficiasen las congregaciones cristianas, que se iban multiplicando, de modo que se pudiese llevar a cabo un intercambio de dichos escritos y se promoviese su circulación general. (Col 4:16.)
Antes de que se generalizase la imprenta de tipos móviles (a partir del siglo XV E.C.), tanto los escritos bí­blicos originales como las copias se hací­an a mano. Por consiguiente, recibieron el nombre de manuscritos (lat. manu scriptus, †œescrito a mano†). Un manuscrito bí­blico es un documento de las Escrituras, o de parte de estas, escrito a mano, diferenciándose, por tanto, del documento impreso. Los manuscritos bí­blicos se produjeron principalmente en la forma de rollos y códices.

Materiales. Hay manuscritos de las Escrituras en piel, papiro y vitela. Por ejemplo, el célebre Rollo del mar Muerto de Isaí­as es un rollo de piel. El papiro, un tipo de papel hecho de las fibras de una planta acuática del mismo nombre, se usó para los manuscritos bí­blicos en las lenguas originales y para las traducciones de los mismos que se hicieron hasta aproximadamente el siglo IV E.C. En ese tiempo el papiro empezó a ser sustituido por la vitela, un pergamino de alta calidad hecho por lo general de pieles de becerro, cordero o cabra, que mejoraba el uso previo de la piel como material de escritura. Famosos manuscritos, como el Códice Sinaí­tico y el Vaticano núm. 1209, del siglo IV E.C., son de pergamino o vitela.
Un palimpsesto (lat. palimpsestus; gr. pa·lí­m·pse·stos, que significa †œraspado de nuevo†) es un manuscrito del que se ha quitado o raspado el escrito original para poder escribir encima. Un célebre palimpsesto bí­blico es el Códice Ephraemi Syri Rescriptus, del siglo V E.C. Si el escrito anterior del palimpsesto, el que fue raspado, es el importante, los eruditos con frecuencia pueden leer la escritura borrada valiéndose de medios técnicos, como reactivos quí­micos y la fotografí­a. Algunos manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas son leccionarios, es decir, lecturas bí­blicas seleccionadas para los oficios religiosos.

Estilos de escritura. Los manuscritos bí­blicos escritos en griego (tanto las traducciones de las Escrituras Hebreas como las copias de las Escrituras Griegas Cristianas) pueden dividirse o clasificarse en función del estilo de la escritura, que también ayuda a fecharlos. El estilo más antiguo, empleado hasta el siglo IX E.C., es el manuscrito uncial, escrito con letras mayúsculas que no están unidas. Normalmente no hay separación entre palabras ni signos de acentuación y puntuación. El Códice Sinaí­tico es un manuscrito de este tipo. A partir del siglo VI, el estilo de escritura evolucionó, para llegar con el tiempo, en el siglo IX E.C., al manuscrito en cursiva o minúsculas, escrito en letras más pequeñas, muchas de las cuales estaban unidas en un estilo cursivo o trabado. La mayorí­a de los manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas que han llegado hasta nuestros dí­as están en escritura cursiva. Los manuscritos de cursiva predominaron hasta el comienzo de la imprenta.

Los copistas. Que se sepa, en la actualidad no existe ningún manuscrito original o autógrafo de la Biblia. Sin embargo, la Biblia se ha conservado de forma exacta y confiable debido a que los copistas bí­blicos en general aceptaron las Escrituras como inspiradas por Dios y procuraron realizar a la perfección su ardua labor de producir copias manuscritas de la Palabra de Dios.
Los hombres que copiaron las Escrituras Hebreas en los dí­as del ministerio terrestre de Jesucristo y durante los siglos precedentes recibí­an el nombre de †œescribas† (heb. soh·ferí­m). Esdras fue uno de los primeros; en las Escrituras se dice que era un †œcopista hábil†. (Esd 7:6.) Posteriormente, algunos copistas hicieron ciertas alteraciones deliberadas en el texto hebreo, pero sus sucesores, los masoretas, las detectaron y las registraron en la masora o notas marginales del texto hebreo masorético que prepararon.
Los copistas de las Escrituras Griegas Cristianas se esforzaron de igual modo por reproducir fielmente el texto de las Escrituras.

¿Qué seguridad hay de que la Biblia no ha sufrido cambios?
A pesar del cuidado que tuvieron los copistas de los manuscritos bí­blicos, se introdujeron en el texto varios errores. En su mayorí­a son insignificantes y no afectan en nada la integridad general de la Biblia. Ha sido posible detectarlos y corregirlos gracias a una cuidadosa comparación crí­tica de los muchos manuscritos y versiones antiguas existentes. El estudio crí­tico del texto hebreo de la Biblia comenzó a fines del siglo XVIII. Por esa época, Benjamí­n Kennicott publicó en Oxford (1776-1780) las lecturas de más de 600 manuscritos hebreos masoréticos, y el docto italiano Giambernardo de Rossi publicó en Parma entre 1784 y 1798 una comparación de 731 manuscritos. El erudito alemán Baer también preparó textos maestros de las Escrituras Hebreas, y en fechas más recientes ha hecho lo mismo C. D. Ginsburg. En 1906, el hebraí­sta Rudolf Kittel presentó la primera edición de la Biblia Hebraica, resultado del cotejo de muchos manuscritos hebreos del texto masorético. El texto básico que se utilizó fue el de Ben Chayyim. Sin embargo, cuando estuvieron disponibles los textos masoréticos de Ben Asher, más antiguos y mejores, Kittel acometió la empresa de producir una tercera edición totalmente nueva, que terminaron sus ayudantes después de su muerte.
Las ediciones séptima, octava y novena de la Biblia Hebraica (1951-1955) han sido el texto fuente de la traducción al inglés de las Escrituras Hebreas de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, cuya primera edición se publicó entre 1950 y 1960. Una nueva edición del texto hebreo, a saber, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, se presentó en 1977. Esta edición se utilizó para actualizar la información del aparato crí­tico de la Traducción del Nuevo Mundo publicada en 1984.
La primera edición impresa de las Escrituras Griegas Cristianas fue la de la Biblia polí­glota complutense (en griego y latí­n), de 1514-1517. Más tarde, en 1516, el erudito holandés Desiderio Erasmo publicó su primera edición de un texto maestro griego de las Escrituras Griegas Cristianas. Tení­a muchos errores, pero se mejoró el texto en cuatro ediciones sucesivas, publicadas entre 1519 y 1535. Tiempo después, el impresor y editor parisino Roberto Estienne publicó varias ediciones del †œNuevo Testamento† griego, basado principalmente en el texto de Erasmo, pero con correcciones de la Biblia polí­glota complutense (edición de 1522) y de otros quince manuscritos posteriores. La tercera edición del texto griego de Estienne, publicado en 1550, se convirtió en el †œtexto recibido† (llamado textus receptus en latí­n), que se utilizó como base de muchas de las primeras versiones inglesas, como la Versión Autorizada, y que se ha tenido muy en cuenta en algunas versiones españolas, como el Nuevo Testamento de Pablo Besson y en las revisiones de la Versión Valera.
Digno de mención es el texto griego maestro preparado en tiempos más recientes por J. J. Griesbach, que se basa en los trabajos previos de otros eruditos y también en las citas bí­blicas de los escritores primitivos, como Orí­genes. Posteriormente, Griesbach estudió la redacción de varias versiones, como la armenia, la gótica y la de Filoxeno, y también los manuscritos existentes de tres familias o recensiones, la bizantina, la occidental y la alejandrina, con preferencia por esta última. Se publicaron ediciones de su texto griego maestro entre 1774 y 1806, y la edición principal de todo el texto griego vio la luz en 1796-1806. Se usó el texto de Griesbach para la traducción inglesa de Sharpe de 1840, y es el texto griego que aparece en The Emphatic Diaglott, de Benjamí­n Wilson (1864).
Un texto maestro griego de las Escrituras Griegas Cristianas aceptado ampliamente es el que presentaron en 1881 B. F. Westcott y F. J. A. Hort, de la universidad de Cambridge. Era el resultado de veintiocho años de trabajo independiente, aunque compararon notas periódicamente. Al igual que Griesbach, dividieron los manuscritos en familias y se basaron principalmente en lo que denominaron †œtexto neutral†, que incluí­a los famosos manuscritos Sinaí­tico y Vaticano núm. 1209, ambos del siglo IV E.C. Westcott y Hort consideraron prácticamente concluyentes las coincidencias entre estos dos manuscritos, en especial cuando se veí­an refrendadas por otros manuscritos unciales, aunque no se ataron a esta postura. Tomaron en consideración todo elemento de juicio concebible al intentar solucionar las diferencias textuales, y cuando dos lecturas tení­an el mismo peso, lo indicaron en el texto maestro. Para hacer la traducción de las Escrituras Griegas Cristianas al inglés de la Traducción del Nuevo Mundo se usó principalmente el texto de Westcott y Hort. Sin embargo, el Comité de la Traducción del Nuevo Mundo consultó también otros textos griegos reconocidos, entre ellos el de Nestle (1948).
Al comentar sobre la historia del texto de las Escrituras Griegas Cristianas y los resultados de la investigación textual moderna, el profesor Kurt Aland escribió: †œSobre la base de cuarenta años de experiencia y con los resultados que han salido a la luz al hacer […] 1.200 pruebas en el texto de los manuscritos, puede determinarse que el texto del Nuevo Testamento se ha transmitido de forma excelente, mejor que cualquier otro escrito de tiempos antiguos; la posibilidad de que aún se encuentren manuscritos que alteren el texto es absolutamente cero†. (Das Neue Testament—zuverlässig überliefert, Stuttgart, 1986, págs. 27, 28.)
Los manuscritos existentes de las Escrituras Cristianas (en griego y en otros idiomas) tienen variaciones textuales, lo que no debe extrañar en vista de la imperfección humana y las muchas copias que se han hecho de ellos, que han sido obra en especial de copistas no profesionales. Los manuscritos que se derivan de otro común, o de una revisión particular de textos primitivos, o proceden de una cierta región geográfica, suelen tener al menos algunas variaciones en común y por ello se dice que pertenecen a la misma familia o grupo. Basándose en la similitud de las diferencias, los eruditos han clasificado los textos en grupos, o familias, cuyo número ha aumentado con el paso del tiempo, y ahora se habla de los textos alejandrino, occidental, oriental (siriaco y cesareo) y bizantino, representados en varios manuscritos o en diferentes lecturas esparcidas por distintos manuscritos. Pero a pesar de las variaciones de las diferentes familias de manuscritos y de las que hay dentro de cada grupo, las Escrituras nos han llegado esencialmente con el mismo contenido de los escritos inspirados originales. Estas variaciones no tienen ninguna incidencia en las enseñanzas bí­blicas. La crí­tica textual ha detectado y corregido los errores de cierta trascendencia, de modo que actualmente disponemos de un texto auténtico y confiable.
Desde que Westcott y Hort prepararon su texto griego refinado, se han producido varias ediciones crí­ticas de las Escrituras Griegas Cristianas. Cabe destacar The Greek New Testament, del que las Sociedades Bí­blicas Unidas han publicado ya su tercera edición. De idéntica fraseologí­a es la vigésimo sexta edición del llamado texto Nestle-Aland, publicado en Stuttgart (Alemania) en 1979. (Véase ESCRITURAS GRIEGAS CRISTIANAS.)

Manuscritos de las Escrituras Hebreas. En la actualidad hay unos 6.000 manuscritos de todas las Escrituras Hebreas o de parte de ellas en diferentes bibliotecas. La gran mayorí­a de ellos contienen el texto masorético y son del siglo X E.C. o posteriores. Los masoretas (de la segunda mitad del I milenio E.C.) trataron de transmitir el texto hebreo fielmente y no hicieron cambios en él. No obstante, para conservar la pronunciación tradicional del texto consonántico sin vocales, concibieron un sistema de puntos vocálicos y de acentos. Además, en la masora o notas marginales dirigieron la atención a las anomalí­as del texto y anotaron las correcciones que consideraron necesarias. Este texto masorético es el que aparece en las Biblias hebreas impresas de hoy dí­a.
Cuando los manuscritos de las Escrituras Hebreas que se usaban en las sinagogas judí­as se deterioraban, eran reemplazados por copias verificadas, y los viejos manuscritos se depositaban en la geniza (un almacén o depósito de la sinagoga). Finalmente, una vez que la geniza estaba llena, se sacaban los manuscritos y se enterraban con ceremonia. De este modo se llegaron a perder muchos manuscritos antiguos. Sin embargo, el contenido de la geniza de la sinagoga de la antigua ciudad de El Cairo se conservó, probablemente porque la tapiaron y quedó olvidada durante siglos. Después de la reconstrucción de la sinagoga en el año 1890 E.C., se reexaminaron los manuscritos de su geniza y se trasladaron de allí­ a diferentes bibliotecas manuscritos de las Escrituras Hebreas bastante completos y diversos fragmentos (se dice que algunos son del siglo VI E.C.).
Uno de los fragmentos más antiguos que contiene pasajes bí­blicos es el Papiro de Nash, hallado en Egipto y llevado a Cambridge (Inglaterra). Este papiro, que data del siglo I o II a. E.C. y debió formar parte de una colección didáctica, consta tan solo de cuatro fragmentos de 24 lí­neas de un texto premasorético de los Diez Mandamientos, así­ como de algunos versí­culos de los capí­tulos 5 y 6 de Deuteronomio.
Desde 1947 se han hallado muchos rollos bí­blicos y extrabí­blicos en la zona occidental del mar Muerto, llamados comúnmente los Rollos del mar Muerto. Los más importantes son los manuscritos descubiertos dentro de varias cuevas en los alrededores de Wadi Qumrán (Nahal Qumeran). También se les conoce como los textos de Qumrán. Parece ser que en un tiempo pertenecieron a una comunidad religiosa judí­a asentada en los alrededores de Khirbet Qumrán (Horvat Qumeran). El primer descubrimiento lo hizo un beduino que encontró en una cueva a unos 15 Km. al S. de Jericó cierta cantidad de vasijas de barro que contení­an manuscritos antiguos. Entre ellos se encontraba el famoso Rollo de Isaí­as (1QIsa), un rollo de piel bien conservado que contiene todo el libro de Isaí­as excepto algunos pocos pasajes. (GRABADO, vol. 1, pág. 322.) La escritura hebrea premasorética se ha fechado de finales del siglo II a. E.C. Por lo tanto, precede en unos mil años al manuscrito más antiguo que existe del texto masorético. Sin embargo, aunque presenta algunas diferencias en la grafí­a y la construcción gramatical, no se aprecian diferencias doctrinales con relación al texto masorético. Entre los documentos recuperados en la zona de Qumrán hay fragmentos de más de 170 rollos que contienen secciones de todos los libros de las Escrituras Hebreas, con la excepción de Ester; de algunos libros hay más de una copia. Se cree que estos rollos y fragmentos manuscritos datan de entre mediados del siglo III a. E.C. y mediados del siglo I E.C. En ellos se puede apreciar más de un tipo de texto hebreo, como el protomasorético y otro texto que sirve de base para la Versión de los Setenta. En la actualidad estos manuscritos aún están en fase de estudio.
Entre los manuscritos hebreos de vitela más importantes de las Escrituras Hebreas está el Códice Caraí­ta de El Cairo. Este códice de los Profetas contiene además la masora y los puntos vocálicos. En su colofón indica que lo terminó aproximadamente en el año 895 E.C. el renombrado masoreta Moisés ben Aser de Tiberí­ades. Otro manuscrito importante, del año 916 E.C., es el Códice de Petersburgo de los Últimos Profetas. El Códice Sefardita de Alepo, conservado antes en Alepo (Siria) y ahora en Israel, contení­a hasta hace poco tiempo las Escrituras Hebreas completas. Su texto consonántico original fue corregido, puntuado y anotado por Aarón ben Aser, hijo de Moisés ben Aser, alrededor de 930 E.C. El manuscrito hebreo más antiguo fechado de todas las Escrituras Hebreas es el Manuscrito de Leningrado núm. B 19A, que se conserva en la biblioteca pública de Leningrado. Se copió en 1008 E.C. †œde los libros preparados y anotados por el maestro Aarón ben Moisés ben Aser†. Otro manuscrito hebreo sobresaliente es un códice del Pentateuco que se conserva en el Museo Británico (Códice Oriental núm. 4445); contiene el texto de Génesis 39:20 a Deuteronomio 1:33 (excepto Nú 7:46-73 y 9:12–10:18, pasajes que o bien faltan o se han insertado con posterioridad) y data probablemente del siglo X E.C.
Muchos manuscritos de las Escrituras Hebreas de la Biblia se escribieron en griego. Entre los más destacados está uno de la colección de papiros Fuad (número de inventario 266, perteneciente a la Société Egyptienne de Papyrologie, El Cairo), que contiene porciones de Génesis y de la segunda mitad de Deuteronomio según la Versión de los Setenta. Se remonta al siglo I a. E.C., y en varios lugares del texto griego figura el nombre divino escrito en caracteres hebreos cuadriformes. También se han encontrado fragmentos de los capí­tulos 23 a 28 de Deuteronomio en el Papiro Rylands III núm. 458, que data del siglo II a. E.C. y se conserva en Manchester (Inglaterra). Otro manuscrito importante de la Versión de los Setenta contiene fragmentos de Jonás, Miqueas, Habacuc, Sofoní­as y Zacarí­as. En este rollo de vitela, fechado de finales del siglo I E.C., aparece el nombre divino, el Tetragrámaton, en caracteres hebreos antiguos. (Véase apéndice de NM, págs. 1561, 1562.)

Manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas. Las Escrituras Cristianas se escribieron en la koiné griega. Aunque en la actualidad no se tiene conocimiento de que existan manuscritos originales autógrafos, se ha calculado en más de 5.000 las copias manuscritas de las Escrituras Griegas, ya sean completas o fragmentadas.

Manuscritos en papiro. Entre los códices en papiro hallados en Egipto alrededor de 1930, cuya adquisición fue noticia en 1931, habí­a algunos papiros bí­blicos de gran importancia. Algunos de esos códices griegos, del siglo II al IV E.C., contienen porciones de ocho libros de las Escrituras Hebreas (Génesis, Números, Deuteronomio, Isaí­as, Jeremí­as, Ezequiel, Daniel y Ester), y tres contienen porciones de quince libros de las Escrituras Griegas Cristianas. Un coleccionista americano de manuscritos, A. Chester Beatty, compró la mayor parte de esos papiros bí­blicos, y actualmente se conservan en Dublí­n (Irlanda). El resto lo adquirió la universidad de Michigán y otras entidades.
La designación internacional de los papiros bí­blicos es una †œP† seguida de un número en voladita. El Papiro de Chester Beatty núm. 1 (P45) consta de porciones de 30 hojas de un códice que probablemente tení­a en un principio unas 220 hojas. En el P45 hay fragmentos de los cuatro evangelios y del libro de Hechos. El P47, el Papiro de Chester Beatty núm. 3, es una porción de un códice que contiene diez páginas algo dañadas de Revelación. Se cree que estos dos papiros son del siglo III E.C. Digno de mención especial es el P46, el Papiro de Chester Beatty núm. 2, de principios del siglo III E.C. Está compuesto por 86 páginas algo dañadas de un códice que en un principio probablemente tení­a 104. Contiene nueve de las cartas inspiradas de Pablo: Romanos, Hebreos, 1 Corintios, 2 Corintios, Efesios, Gálatas, Filipenses, Colosenses y 1 Tesalonicenses. Es significativo que la carta a los Hebreos esté incluida en este códice antiguo, pues como en esta no se da el nombre del escritor, a menudo se ha cuestionado que fuese obra de Pablo. Por ello, el que esta carta inspirada se incluya en el P46, que tan solo recoge cartas paulinas, indica que para el año 200 E.C. los cristianos primitivos se la atribuí­an a él. Además, el hecho de que la carta a los Efesios también se encuentre en este códice desmiente los argumentos de quienes cuestionan la autorí­a de Pablo.
En la Biblioteca de John Rylands, Manchester (Inglaterra), hay un pequeño fragmento de papiro del evangelio de Juan (algunos versí­culos del capí­tulo 18), catalogado como el Papiro de Rylands núm. 457. Se le conoce internacionalmente como P52. Es el fragmento de manuscrito más antiguo que existe de las Escrituras Griegas Cristianas, ya que se escribió en la primera mitad del siglo segundo, posiblemente alrededor del año 125 E.C., por lo tanto, aproximadamente solo un cuarto de siglo después de la muerte de Juan. El que circulase una copia del evangelio de Juan en Egipto (donde se descubrió el fragmento) en aquel tiempo muestra que las buenas nuevas según Juan debió escribirlas el propio Juan en el siglo I E.C., no un escritor desconocido bien adentrado el siglo II E.C. —después de la muerte de Juan—, como algunos crí­ticos afirmaron en su dí­a.
La aportación más importante a la colección de papiros bí­blicos desde el descubrimiento de los papiros de Chester Beatty fue la adquisición de los papiros de Bodmer, publicados entre 1956 y 1961. Resultan particularmente importantes el núm. 2 (P66) y los núms. 14 y 15 (P75), ambos escritos sobre el año 200 E.C. El Papiro de Bodmer núm. 2 contiene una buena parte del evangelio de Juan y los núms. 14 y 15, incluyen gran parte de Lucas y Juan, y están muy cerca textualmente del Manuscrito Vaticano núm. 1209.

Manuscritos de vitela. Los manuscritos bí­blicos escritos en vitela a veces incluyen porciones de las Escrituras Hebreas y de las Griegas Cristianas, mientras que algunos de ellos son únicamente de las Escrituras Cristianas.
El Códice de Beza, designado por la letra †œD†, es un valioso manuscrito del siglo V E.C. Aunque se ignora el lugar de donde procede, se sabe que se adquirió en Francia en el año 1562. Contiene los evangelios, el libro de Hechos y unos pocos versí­culos más. Se trata de un manuscrito uncial con el texto en griego en las páginas de la izquierda y un texto paralelo en latí­n en las páginas de la derecha. Este códice se conserva en la universidad de Cambridge (Inglaterra), y lo presentó a esa institución Teodoro de Beza en el año 1581.
El Códice Claromontano (D2) también está escrito en griego y latí­n: en griego a la izquierda y en latí­n a la derecha. Contiene las cartas canónicas de Pablo, Hebreos inclusive, y se considera que es del siglo VI. Se dice que lo encontraron en el monasterio de Clermont (Francia) y que lo adquirió Teodoro de Beza, aunque en la actualidad se conserva en la Bibliothèque Nationale de Parí­s.
Entre los manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas en vitela descubiertos más recientemente está el Códice Washingtoniano I, que contiene los evangelios en griego (en el orden †œoccidental† común: Mateo, Juan, Lucas y Marcos). Este códice se adquirió en Egipto en el año 1906 y se conserva en la galerí­a de arte Freer, en Washington, D.C. El sí­mbolo internacional de este códice es †œW†. Se cree que se escribió en el siglo V E.C., excepto una parte de Juan, que debió reemplazarse en el siglo VII por haberse estropeado. El Códice Washingtoniano II, cuyo sí­mbolo es †œI†, también de la colección Freer, contiene porciones de las cartas canónicas de Pablo, entre las que se encuentra la carta a los Hebreos. Se cree que el códice se escribió en el siglo V E.C.

Las Escrituras Hebreas y Griegas Cristianas. Los manuscritos bí­blicos más importantes y completos que hay en griego se escribieron en vitela en letras unciales.

Manuscrito Vaticano núm. 1209. El Manuscrito Vaticano núm. 1209 (Códice Vaticano), designado internacionalmente por el sí­mbolo †œB†, es un códice uncial del siglo IV E.C., escrito posiblemente en Alejandrí­a, y que en un principio contení­a toda la Biblia en griego. Un corrector de fecha posterior repasó las letras, quizás debido a que la escritura original se habí­a ido borrando, pero pasó por alto las letras y palabras que consideró erróneas. Es probable que en un principio este códice tuviese unas 820 páginas, de las que hoy hay 759. La mayor parte del Génesis ha desaparecido, así­ como una parte del libro de los Salmos y Hebreos 9:14 a 13:25, y se han perdido en su totalidad Primera y Segunda a Timoteo, Tito, Filemón y Revelación. Este códice se conserva en la biblioteca del Vaticano, en Roma (Italia), donde está ya desde el siglo XV. Sin embargo, la dirección de la biblioteca dificultó enormemente a los eruditos el acceso al manuscrito, y no publicaron un facsí­mil fotográfico de todo el códice hasta 1889-1890.

El Manuscrito Sinaí­tico. El Manuscrito Sinaí­tico (Códice Sinaí­tico) es también del siglo IV E.C., aunque puede que el Códice Vaticano sea un poco más antiguo. El Manuscrito Sinaí­tico es designado por el sí­mbolo א (´á·lef, la primera letra del alfabeto hebreo). Aunque es probable que en un tiempo contuviese toda la Biblia en griego, parte de las Escrituras Hebreas se ha perdido. Sin embargo, conserva todas las Escrituras Griegas Cristianas. En un principio este códice debí­a tener como mí­nimo 730 hojas, aunque en la actualidad solo quedan unas 393, completas o fragmentarias. Lo descubrió el docto bí­blico Konstantin von Tischendorf (una parte en el año 1844 y otra en 1859) en el monasterio de Santa Catalina, al pie del monte Sinaí­. En Leipzig se conservan 43 hojas de este códice; en el Museo Británico de Londres, otras 347, y en Leningrado se encuentran fragmentos de otras tres de sus hojas. En 1975 se supo del hallazgo de ocho a catorce hojas más en el mismo monasterio.

El Manuscrito Alejandrino. El Manuscrito Alejandrino (Códice Alejandrino), designado por la letra †œA†, es un manuscrito griego uncial que contiene la mayor parte de la Biblia, incluido el libro de Revelación. Es posible que constase originalmente de 820 páginas, de las que se conservan 773. Por lo general se considera que este códice se escribió hacia la primera mitad del siglo V E.C., y también se conserva en el Museo Británico. (GRABADO, vol. 2, pág. 336.)

El Códice Ephraemi Syri Rescriptus. Por lo general también se cree que el Códice Ephraemi Syri Rescriptus (Códice Ephraemi), designado internacionalmente por la letra †œC†, es del siglo V E.C. Es un manuscrito palimpsesto escrito en letras griegas unciales en vitela. El texto griego original se borró y sobre un buen número de páginas se escribieron los discursos de Ephraem Syrus (o el sirio) en griego. Es probable que esto se hiciese durante el siglo XII, cuando habí­a escasez de vitela. Sin embargo, se ha podido descifrar el texto original. Aunque al parecer el Códice †œC† contuvo en un tiempo todas las Escrituras en griego, en la actualidad solo se conservan 209 páginas, de las que 145 son de las Escrituras Griegas Cristianas. De modo que este códice hoy únicamente contiene algunos fragmentos de los libros de las Escrituras Hebreas y porciones de todos los libros de las Escrituras Griegas Cristianas, excepto Segunda a los Tesalonicenses y Segunda de Juan. Se conserva en la Bibliothèque Nationale de Parí­s.

Exactitud del texto bí­blico. El aprecio por la exactitud de la Biblia aumenta notablemente al observar que en comparación solo hay unos pocos manuscritos de las obras de los escritores clásicos, y ninguno es original autógrafo. A pesar de ser solo copias hechas siglos después de la muerte de los autores, los doctos hoy dí­a aceptan tales copias posteriores como prueba suficiente de la autenticidad del texto.
Los manuscritos de las Escrituras Hebreas se prepararon con sumo cuidado. El docto W. H. Green hizo la siguiente observación con respecto al texto de las Escrituras Hebreas: †œSe puede decir con seguridad que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud†. (Archaeology and Bible History, de J. P. Free, 1964, pág. 5.) El difunto escriturario sir Frederic Kenyon reafirmó la exactitud del texto bí­blico en el prólogo de sus siete volúmenes titulados The Chester Beatty Biblical Papyri: †œLa primera y más importante conclusión que se saca del examen de [los papiros] es que confirman la solidez esencial de los textos existentes. No se muestra ninguna variación notable ni fundamental, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. No hay omisiones ni añadiduras importantes de pasajes, ni variaciones que afecten a hechos o doctrinas importantes. Las variaciones del texto afectan a asuntos menores, como el orden de las palabras o las palabras exactas que se usaron, […] pero su importancia fundamental es que al aportar documentación más antigua que la conocida hasta entonces, confirman la integridad de nuestros textos existentes. En este sentido suponen una adquisición histórica† (Londres, 1933, fascí­culo 1, pág. 15).
En lo que atañe a las Escrituras Griegas Cristianas, sir Frederic Kenyon escribió: †œEl intervalo entre las fechas de su composición original y la documentación más temprana existente llega a ser tan pequeño que de hecho es insignificante, y ahora se ha eliminado el último fundamento para dudar que las Escrituras hayan llegado a nosotros sustancialmente tal como se escribieron. Tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento pueden considerarse finalmente probadas†. (The Bible and Archæology, 1940, págs. 288, 289.)
Siglos atrás, Jesucristo, †œel testigo fiel y verdadero† (Rev 3:14), confirmó repetidas veces y con firmeza la autenticidad de las Escrituras Hebreas, como también lo hicieron sus apóstoles. (Lu 24:27, 44; Ro 15:4.) Las versiones o traducciones antiguas de las Escrituras Hebreas constituyen una prueba más de la exactitud con que estos escritos han llegado hasta nuestros dí­as. Los manuscritos y versiones de las Escrituras Griegas Cristianas ofrecen un testimonio irrefutable de la maravillosa conservación y transmisión exacta de esa parte de la Palabra de Dios. Por consiguiente, se nos ha legado un texto bí­blico auténtico, confiable y exacto. Un examen cuidadoso de los manuscritos que se han conservado de las Sagradas Escrituras pone de relieve el testimonio elocuente de su fiel conservación y permanencia, lo que da aún más significado a la declaración inspirada: †œLa hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido†. (Isa 40:8; 1Pe 1:24, 25.)

[Fotografí­a en la página 301]
Manuscrito Sinaí­tico, del siglo IV E.C.; contiene gran parte de la Biblia en griego

Fuente: Diccionario de la Biblia

Los manuscritos, en cuanto opuestos a impresos, son copias del texto original o de una versión ya sea de toda la Biblia o de parte de ella. Después de unas observaciones introductorias sobre los manuscritos en general, hablaremos en detalle de los manuscritos bíblicos hebreos, griegos, latinos, siríacos, armenios y coptos; manuscritos de otras versiones no son lo suficientemente importantes para entrar al alcance de este artículo.

Contenido

  • 1 En General
  • 2 Manuscritos Hebreos
  • 3 Manuscritos Griegos
  • 4 Manuscritos Latinos
  • 5 Manuscritos Siríacos
  • 6 Manuscritos Armenios
  • 7 Manuscritos Coptos
  • 8 Bibliografía

En General

Los manuscritos pueden ser convenientemente divididos entre los manuscritos en papiro y en pergamino.

Manuscritos en Papiro:

En el Imperio Romano de los tres primeros siglos de nuestra era, el papiro era el material de escritura ordinario. Hecho con tiras del corazón de la planta acuática egipcia del mismo nombre, el papiro era muy frágil, quebradizo al aire, se desmenuzaba con el uso, no resistía la fuerza desintegradora de la humedad y muy poco practicable para la forma de libro. Todos los manuscritos en papiros de todas clases se han perdido, excepto los enterrados en terreno extremadamente seco, como el de Alto y Medio Egipto, donde los ignorantes labradores destruyeron injustificadamente y de una vez grandes cantidades de manuscritos en papiro. Los excavadores egipcios evitan ahora esa destrucción y siguen añadiendo a la ya considerable colección de papiros. Es más que probable que los escritores sagrados del Nuevo Testamento o sus escribas usaran tinta y rollos de frágil papiro para sus autographa (2 Cor. 3,3; 2 Juan 12). Estos manuscritos originales probablemente perecieron hacia fines del siglo I o principios del II. No hallamos rastros de ellos ni en los Padres Apostólicos ni en los Padres apologéticos—a no ser que exceptuemos las palabras de Tertuliano “las auténticas cartas de los Apóstoles mismos”, que hoy se descartan por considerarlas retóricas. Una prueba significativa de la pérdida temprana de las copias autógrafas del Nuevo testamento es el hecho de que San Ireneo nunca apela a los escritos originales sino sólo a las antiguas y esmeradas copias (en pasi tois spoudaiois kai archaiois antigraphois), al testimonio de los que vieron a Juan cara a cara (kaimartyrounton auton ekeinon ton katopsin ton Ioannen heorakoton), y a la evidencia interna de la palabra escrita (kai tou logou didaskontos hemas).

Manuscritos en pergamino:

Egipto se adhirió a sus rollos de papiro hasta el siglo VIII y aún más tarde. El pergamino había sido usado antes de los tiempos de Cristo (cf. Plinio, “Historia Naturalis”, XIII, 11), y durante el tiempo de los Apóstoles (2 Tim. 4,13). En el siglo III comenzó a sustituir a los papiros fuera de Egipto; en la primera parte del siglo IV el pergamino y el códice (o forma de libro) venció completamente al papiro y la forma de rollo. Cuando Constantino fundó su capital del Imperio Bizantino, ordenó a Eusebio de Cesarea que mandara a hacer cincuenta manuscritos de la Biblia en pergamino (somatia en diphtherais) para usar en las iglesias de Bizancio (Vita Constant., IV, 36). Los manuscritos bíblicos existentes más antiguos pertenecen al siglo IV, pero en forma fragmentaria.

Palimpsestos:

Algunos sumamente importantes manuscritos en pergamino son palimpsestos (del latín palimpsestum, griego palimpsestos, “raspado de nuevo”)—es decir, habían sido borrados con piedra pómez por segunda vez hacía tiempo y escrito sobre lo borrado. El descubrimiento de los palimpsestos llevó a la imprudente acusación de que los monjes habían producido una destrucción al por mayor de manuscritos bíblicos desde muy antiguo. Se desprende que hubo algunas destrucciones del decreto de un sínodo griego del año 691 d.C. que prohibía el uso de manuscritos palimpsestos, ya fuera de la Biblia o de los Padres, a no ser que estuvieran completamente inservibles (ver Wattenbach, “Das Schriftwessen im Mittelalter”, 1896, p. 299). Y también es suficientemente claro que tal destrucción no fue al por mayor, sino que sólo tuvo que ver con manuscritos gastados o estropeados, por el hecho significativo de que no se ha encontrado aún ninguna obra completa de cualquier clase en ningún palimpsesto. El descifrado de un palimpsesto se puede realizar a veces empapándolo en agua clara; generalmente hablando para recuperar la escritura original. Tales reactivos químicos son una infusión de agallas, la tintura de Gioberti e hidrosulfuro de amonio, los cuales dañan el manuscrito. Wattenbach, una autoridad en el tema dice: “Los expertos experimentadores de nuestro tiempo han destruido mucha más cantidad de preciosos manuscritos, en proporción a la cantidad existente, que los monjes antiguos.”

Manuscritos Hebreos

Época:

a. Texto pre-masorético. El manuscrito hebreo más antiguo es el papiro Nash. Hay cuatro fragmentos que cuando se ponen juntos dan veinticuatro líneas de un texto pre-masoreta de los Diez Mandamientos y el shema (Éxodo 20,2-17; Deuteronomio 5,6-19; 6,4-5). El escrito está sin vocales y paleográficamente parece que no es posterior al siglo II. Este es el más antiguo manuscrito bíblico existente (vea Cook, “Un Papiro Bíblico Pre-Masorético” en “Proced. de la Soc. de Arq. Bib.”, enero 1903). A veces concuerda con la Versión de los Setenta comparada con la Masora. Otro texto pre-masorético es el Pentateuco Samaritano. La recensión samaritana es probablemente anterior al Exilio; ha llegado a nosotros libre de la influencia masorética, está escrita sin vocales y en caracteres samaritanos. El más antiguo manuscrito samaritano existente es el de Nablus, que antes se databa anterior a los manuscritos masoréticos, pero ahora se asigna al siglo XII o XIII d.C. Aquí hay que hacer ahora mención de los manuscritos hebreos no-masoréticos del libro del Eclesiástico. Estos fragmentos, obtenidos de una “genizah” de El Cairo (una caja para los manuscritos gastados o desechados), pertenecen al siglo X u XI de nuestra era. Nos proveen con más de la mitad del Eclesiástico y duplican ciertas partes del libro. Muchos especialistas consideran que los fragmentos de El Cairo prueban que el hebreo fue el idioma original del Eclesiástico (vea “Facsímiles de los Fragmentos recobrados hasta ahora del Libro del Eclesiástico en Hebreo”, Oxford y Cambridge, 1901).

b. Texto Masorético: Todos los otros manuscritos hebreos de la Biblia son masoréticos (Vea Masora) y pertenecen al siglo X o posterior. Algunos de estos manuscritos están datados antes, pero los críticos textuales consideran que esas fechas se deben a un fraude intencional o a una transcripción no-crítica de fechas de manuscritos anteriores. Por ejemplo un códice de los profetas anteriores y posteriores, que ahora está en la sinagoga caraíta de El Cairo, está fechado 895 d.C., pero Neubauer lo asigna al siglo XI o XIII. Califica como una obra del siglo XIII el manuscrito # 12 de Cambridge, datado en 856 d.C. Rechaza como absolutamente imposible la fecha 489 del Pentateuco de San Petersburgo (ver Studia Biblica, III, 22). Probablemente los manuscritos masoréticos más antiguos sean: “Prophetarium Posteriorum Codex Bablyonicus Petropolitanus”, fechado 916 d.C.; La Biblia de San Petersburgo, escrita por Samuel ben Jacob y fechada en 1009 d.C.; el “Códice Oriental 4445” en el Museo Británico, que Ginsburg (Introducción, p. 469) asigna a 820-50 d.C. Los críticos textuales varían mucho en las fechas que asignan a ciertos manuscritos hebreos. De Rossi incluso piensa que sólo unos nueve o diez manuscritos masoréticos son anteriores al siglo XII. (Variæ Lectiones, I, p. XV).

Cantidad:

Kennicott, el primer estudioso crítico del texto masorético, examinó o mandó a examinar unos 16 manuscritos samaritanos, unos 40 textos impresos y 638 manuscritos masoréticos (ver “Dissertatio Generalis in Vetus Testam. Hebraicum”, Oxford, 1780). Los numeró en seis grupos:

  • núms. 1-88, manuscritos de Oxford;
  • núms. 89-144, otros manuscritos de países angloparlantes;
  • núms. 145-254, manuscritos de Europa continental;
  • núms. 255-300, textos impresos y varios manuscritos;
  • núms. 301-694, manuscritos cotejados por Brunsio.

De Rossi (Variæ Lectiones Vet. Test.) retuvo la numeración de Kennicott y añadió una lista de 479 manuscritos, todos de su propiedad privada, de los cuales, desafortunadamente, 17 habían recibido ya numeración por Kennicott. De Rossi añadió más tarde cuatro listas suplementaria de 110, 52, 37 y 76 manuscritos, y llegó a la cifra de 1375 manuscritos masoréticos. Desde entonces nadie ha emprendido un estudio crítico tan colosal de los manuscritos hebreos. Unos pocos de los principales manuscritos se cotejan y comparan más exactamente en las ediciones del texto masorético que fueron hechas por S. Baer, Fr. Delitzsch y Ginsburg. Al vasto número de manuscritos hebreos examinado por Kennicott y De Rossi hay que añadir unos dos mil manuscritos de la Biblioteca Imperial de San Petersburgo que Firkowitsch cotejó en Tschufut-Kale (“Roca de los Judíos”) en la Crimea (ver Strack, “Die biblischen und massoretischen Handschriften zü Tschufut-Kale” en “Zeits. für luth. Theol. und Kirche”, 1875).

Valor:

El estudio crítico de esta rica variedad de cerca de 3400 rollos y códices masoréticos no promete tan importantes resultados como al principio se creyó. Los manuscritos son todos de fechas recientes si se comparan con los códices griegos, latinos y siríacos; todos son singularmente parecidos. En copias hechas para uso privado se hallan unas pocas variantes: las copias hechas para el servicio público de las sinagogas son tan uniformes que no animan al crítico a compararlas. Todos los manuscritos masoréticos nos devuelven a un solo editor—el de la tradición textual que probablemente comenzó en el siglo II y cada vez se hizo más y más minucioso hasta que cada detalle y título del texto quedó casi absolutamente fijado y sagrado. Parece que fue R. Aqiba la cabeza de esta escuela judía del siglo II. Se tomaron medidas sin precedentes para mantener el texto fijado. Los estudiosos contaron las palabras y consonantes de cada libro, la palabra central y las consonantes centrales, las peculiaridades del escrito etc. Hasta cuando tales peculiaridades eran claramente debidas a un error o accidente, fueron perpetuadas e interpretadas por un significado místico. Letras rotas o invertidas, consonantes que eran demasiado pequeñas o grandes, puntos que estaban fuera de lugar—todas estas rarezas fueron transmitidas como intención divina. En el Génesis 2,4 bebram (“cuando fueron creados”), todos los manuscritos tiene una Hê, y los eruditos judíos vieron esta peculiaridad como inspirada y la interpretaron: “En la letra Hê fueron creados” y después se pusieron a averiguar qué quería decir aquello. Esta falta de variantes en los manuscritos masoréticos nos deja sin la esperanza de recuperar el texto hebreo original excepto a través de las versiones. Kittel en su espléndido texto hebreo da tantas variantes como sugiere la versión.

Manuscritos Griegos

En General:

Los manuscritos griegos se dividen en dos clases según el tipo de escritura: uncial y minúscula.

a. Las unciales se usaban entre los siglos IV y X, con letras grandes y desconectadas. Estas letras no eran mayúsculas, sino que tenían una forma característica: epsilon, sigma y omega no se escribían EPSILON, SIGMA, OMEGA, como son esas mayúsculas en las inscripciones; rho, phi, psi, y a veces upsilon se prolongaban sobre o por debajo de la línea. Las palabras no estaban separadas; no se utilizaban acentos ni signos de puntuación; los párrafos se señalaban sólo con una pequeña laguna; las letras eran uniformes y artísticas y sólo se usaban ligaduras para las palabras más comunes—IC (Iesous), KC (Kyrios), XC (Christos), ICL (Israel), PNA (pneuma), DLD (David), ANOC (anthropos), PER (pater), MER (mater), OUC (pater), CER (soter), OUNOC (ouranos). En el siglo VI comenzó la decadencia de la elegante escritura uncial; ciertas letras se torcían y se curvaban. En el siglo VII más letras recibían esas florituras y se introdujeron acentos y pausas, y la escritura se inclinaba hacia la derecha.

b. Minúsculas: Mientras las unciales seguían dominando en manuscritos bíblicos, en otras obras se usaban las minúsculas. Durante el siglo IX se escribieron manuscritos de la Biblia con unciales y con minúsculas. Esta última muestra una forma de escribir tan desarrollada que no deja duda sobre su largo prolongado. Las letras son pequeñas, conectadas y escritas con una mano rápida. Después del siglo X se usaron las minúsculas hasta el siglo XV, en que los manuscritos fueron sustituidos por impresos.

Manuscritos del Antiguo Testamento:

a. Versión de los Setenta (LXX): Hay tres familias de manuscritos de la Versión de los Setenta: los de la Hexapla de Orígenes, los de Hesiquio y los de San Luciano de Antioquía. San Pánfilo de Cesarea, discípulo de Orígenes, conservó en Cesarea los manuscritos de su Hexapla y Tetrapla. Algunos manuscritos existentes (es decir, aleph y Q) aluden en escolios a estas gigantescas obras de Orígenes. En el siglo IV, Panfilio y su discípulo Eusebio de Cesarea reprodujeron la quinta columna de la Hexapla, es decir, del texto de los Setenta de la Hexapla de Orígenes, con todos sus signos críticos. Esta copia es la fuente de la familia de la Hexapla de los manuscritos de los Setenta. Con el curso del tiempo, los escribas fueron suprimiendo los signos críticos en parte o del todo. Pasajes que faltaban en los Setenta pero estaban en el hebreo, y por lo tanto suministrados por Orígenes ya de Aquila o de Teodoción, fueron irremediablemente entremezclados con pasajes de la Versión de los Setenta disponible en ese momento. Casi al mismo tiempo se publicaron otras dos ediciones de los Setenta: la de Hesiquio en Alejandría y la de Luciano en Antioquía. Los manuscritos existentes han descendido de estas tres ediciones, pero de manera que aún no se puede identificar bien. Muy pocos manuscritos se pueden asignar con más que probabilidad a una de las tres familias; los manuscritos de la Hexapla, los de Hesiquio y los de Luciano influyeron unos sobre los otros. La mayoría de los manuscritos existentes de los Setenta contienen, como resultado, variantes de cada una y de ninguna de las grandes familias. Los críticos textuales aún tienen pendiente la tarea de seguir la pista de la influencia de estos tres grandes manuscritos.

  • Papiros: Existen unos dieciséis fragmentos en papiro. Los más importantes son:
    • Oxyrhyncus Papiro 656 (principios del siglo III) que contiene partes del Génesis 14 a 27, en donde faltan la mayoría de los grandes manuscritos en pergamino.
    • Museo Británico Papiro 37, a veces llamado U (siglo VII), que contiene parte de los Salmos (Hebreo) 10 – 33.
    • Un papiro en Leipzig (siglo IV) que contiene los salmos 29-54. Estos dos Salterios nos dan el texto del Alto Egipto.
    • Un papiro en Heidelberg (siglo VII) que contiene Zacarías 4,6 a Malaquías 4,5.
    • Un papiro en Berlín (siglos IV o V) que contiene alrededor de treinta capítulos del Génesis.
  • Pergamino Uncial: Parsons cotejó 13 unciales y 298 manuscritos en minúsculas de los Setenta. Designó a los primeros con números romanos, I-XIII, y los últimos con números arábigos, 14-311 (cf. “V.T. Græcum cum Variis Lectionibus”, Oxford, 1798). Legarde designaba los unciales con mayúsculas romanas y griegas, que es la numeración generalmente aceptada (cf. Swete, “Introducción al Antiguo Testamento en Griego”, Cambridge, 1902, 148).
    • aleph: S, Códice Sinaítico (siglo IV; 43 hojas, en Leipzig, 156 junto al Nuevo Testamento en San Petersburgo) contiene fragmentos del Génesis y Números; 1 Crón. 9,27 – 19,17; Esdras 9,9 hasta el final; Ester; Tobías; Judit; 1 y 4 Macabeos; Isaías; Jeremías.; Lam. 1,1 – 2,20; Joel; Abdías – Malaquías; los libros poéticos, el Nuevo Testamento completo, la Epístola de Bernabé y parte del “Pastor” de Hermas. El texto está mezclado. En Tobías difiere mucho de A y B; su origen es dudoso. Dos correctores (Ca y Cb) son del siglo VII. Ca nos dice al final de Ester que comparó este manuscrito con una copia muy antigua, de la que Pánfilo testificó que había sido tomada y corregida de acuerdo a la Hexapla u Orígenes.
    • A, o Códice Alejandrino (siglo V; en el Museo Británico) contiene la Biblia completa (excepto Salmos 1,20 – 80,11, y lagunas menores) e incluye los libros deuterocanónicos y fragmentos, los Apócrifos 3 y 4 Macabeos y también 1 y 2 Clemente. Su origen es egipcio y puede ser hesiquiano. Difiere mucho de B, especialmente en Jueces. El manuscrito fue escrito por dos escribas y el corrector era aproximadamente de esa misma época.
    • B, o Códice Vaticano (siglo IV, en el Vaticano) contiene la Biblia completa; al Antiguo Testamento le falta el Gén., 1,1 – 46,28; 1 y 2 Macabeos; porciones de 2 Samuel 2; y los salmos, 105 – 137. El Nuevo Testamento carece de Hebreos, 9,14; 1 y 2 Timoteo; Tito y Apocalipsis. Su origen es del Bajo Egipto. Hort piensa que es de la familia del texto usado por Orígenes en su Hexapla.
    • C, o Códice Efrén Rescripto (palimpsesto del siglo V, en la Biblioteca Nacional de París) contiene 64 hojas del Antiguo Testamento; la mayor parte de Eclesiastés; partes del Eclesiástico; Sabiduría; Libro de Proverbios y el Cantar; 145 de las 238 hojas del Nuevo Testamento.
    • D, o Cotton Genesis (siglo V, Museo Británico) contiene fragmentos de Génesis; fue casi destruido por un incendio en 1731 pero había sido estudiado previamente.
    • E, o Códice Bodleiano (siglos IX o X; en la Biblioteca Bodleiana, Oxford) contiene fragmentos del Heptateuco.
    • F, o Códice Ambrosiano (siglo V, en Milán) contiene fragmentos del Heptateuco.
    • G, o Códice Sarraviano (siglo V, 130 hojas, en Leyden; 22 en París, una en San Petersburgo) contiene el Octateuco de la Hexapla (fragmentos) con algunos de los asteriscos y obeliscos de Orígenes.
    • H, o Códice Petropolitano (siglo VI; en la Biblioteca Imperial, San Petersburgo) contiene partes de Números.
    • I, o Códice Bodleiano (siglo IX; Bibl. Bodl., Oxford) contiene los Salmos.
    • K, o Códice Lipsiensis (siglo VII; en Univ. de Leipzig) contiene fragmentos del Heptateuco.
    • L, o Genesis de Viena (siglo VI; en la Librería Imperial, Viena) contiene un Génesis incompleto, escrito con letras de plata sobre pergamino púrpura.
    • M, o Códice Coisliniano (siglo VII; en la Biblioteca Nacional de París) contiene el Heptateucco y Reyes.
    • N-V, o Códice Basiliano-Veneto (siglos VIII o IX, parte en Venecia y parte en el Vaticano) contiene el Génesis, Éxodo, y partes del Levítico, y se usó con B en la edición crítica de los Setenta (Roma, 1587).
    • O, o Códice Dublinense (siglo VI, en el Trinity College, Dublin) contiene fragmentos de Isaías.
    • Q, o Códice Marchaliano (siglo VI, en el Vaticano) contiene los Profetas, completo; es muy importante y se originó en Egipto. El texto es probablemente hesiquiano. En los márgenes hay muchas lecturas de la Hexapla; también muestra muchos signos de la Hexapla.
    • R, o Códice Veronense (siglo VI, en Verona) contiene el Psalterio en griego y latín y el Cantar.
    • T, o Códice Zuricensis, el Psalterio de Zürich (siglo VII) muestra, con R, el texto occidental; letras de plata, iniciales doradas sobre pergamino púrpura.
    • W, o Códice Parisiensis (siglo IX, en la Biblioteca Nacional, París) contiene fragmentos de los Salmos.
    • X, o Códice Vaticano (siglo nueve, en el Vaticano) contiene el Libro de Job.
    • Y, o Códice Tauriensis (siglo nueve, en la Biblioteca Nacional, Turín) contiene los Profetas Menores.
    • Z, o Códice Tischendorf (siglo IX) contiene fragmentos de Reyes; publicado por Tischendorf.
    • Gamma, o Códice Cryptoferrantensis (siglo VIII o IX; en Grottaferrata) contiene fragmentos de los Profetas.
    • Delta, o Códice Bodleiano (siglos IV o V; Oxford, en Bodl. Libr.) contiene un fragmento de Daniel.
    • Theta, o Códice Washington (siglos V o VI, Instituto Smithnsoniano), contiene del Deuteronomio a Josué, encontrado en Egipto, uno de los manuscritos de Freer. Hay además siete Psalterios unciales (dos completos) del siglo IX o X y dieciocho fragmentos poco importantes listados por Swete (op. cit., p. 140).
  • Pergamino en Minúsculas. Se conocen más de 300 pero sin clasificar. Los Setenta de Cambridge intenta cotejar los principales de estos manuscritos y agruparlos con la intención de distinguir las varias recensiones de los Setenta. Más de la mitad de estos manuscritos son Salterios y unos pocos de ellos dan el Antiguo Testamento completo. Al editar la Políglota de Alcalá, el cardenal Cisneros usó los minúsculos 108 y 248 del vaticano.

b. Aquila: (Ver Versiones de la Biblia). Vestigios de los manuscritos de Aquila se encuentran en

  • fragmentos de las terceras columnas de Orígenes, escritos como notas marginales en algunos manuscritos como Q;
  • el palimpsesto de Milán de la Hexapla, una copia muy importante del siglo X encontrada por Mercati en 1896. Contiene alrededor de once salmos, no tiene columna hebrea y usa el espacio de la misma para variantes;
  • el fragmento de Cambridge, siglo VII, descubierto en una genizah de El Cairo. Contiene partes del salmo 21 (ver Taylor, “Palimpsestos de la Genizah del Cairo”, 1900). El nombre Yahveh está escrito en letras antiguas hebreas.
  • Los fragmentos de El Cairo del siglo IV y V; tres palimpsestos (contienen 1 Reyes 20,7 – 17; 2 Reyes 23,11-27) publicados por Burkitt en 1897; y cuatro porciones de salmos (89,17 – 91,10; 95,7 – 96,12; 98,3; 101,16 – 102,13) publicados por Taylor (op. cit.).
  • El fragmento de papiro del siglo IV de Gen., 1,1-5, publicado por Grenfell y Hunt en 1900.

c. Teodoción: (Ver VERSIONES DE LA BIBLIA). El libro de Daniel de Teodoción se halla en los manuscritos de los Setenta mencionados arriba. El Palimpsesto de Milán contiene su texto en parte.

d. Símaco (Ver Versiones de la Biblia). Las fuentes del manuscrito son los palimpsestos de Milán, el fragmento de Cambridge y las notas marginales de la Hexapla, todos los cuales son fuentes manuscritos de Aquila.

Manuscritos del Nuevo Testamento:

a. En General: Según von Soden (“Die Schriften des N.T. in ihrer ältesten erreichbaren Textgestalt”, Berlin, 1902) existen 2328 manuscritos del Nuevo Testamento. Sólo unos 40 contienen enteros o en parte todos los libros del Nuevo Testamento. Hay 1716 copias manuscritas de los Evangelios, 531 de los Hechos, 628 de las Epístolas Paulinas y 219 del Apocalipsis. La numeración comúnmente aceptada de los manuscritos del Nuevo Testamento es la de Wettstein; los unciales se designan por mayúsculas latinas y griegas, y las minúsculas con números arábigos. Estos manuscritos se dividen en los cuatro grupos arriba mencionados: Evangelios, Hechos, Epístolas Paulinas, Apocalipsis. En el caso de las unciales se usa un exponente para designar al grupo al que se refieren. D o Dev es el Códice Bezae, un manuscrito de los Evangelios; D3 o Dpaul es el Códice Claromontano, un manuscrito de las Epístolas Paulinas; E2 o Eact es el Códice Laudiano, un manuscrito de los Hechos.

La nomenclatura es menos clara para las minúsculas, pues cada grupo tiene una serie de números diferentes. Si una minúscula es un manuscrito completo del Nuevo Testamento, se designa por cuatro números diferentes. Uno y el mismo manuscrito en Leicester es Evan. 69, Act 31, Paul 37, Apoc 14. La lista de Wettestein de los manuscritos del Nuevo Testamento fue completada por Birch y Schols; más tarde Scrivener y Gregory continuaron las listas, cada uno con su propia nomenclatura. Von Soden ha introducido una nueva numeración para indicar el contenido del manuscrito y la fecha. Si el contenido tiene algo más que los Evangelios, se marca delta (es decir diatheke, “testamento”); si es sólo el evangelio, eta (i.e., euaggelion, “evangelio”); si lo demás, excepto el evangelio, alpha (es decir, apostolos). B es delta-1; aleph es delta-2; Q es epsilon 4, etc. No se hacen distinciones entre inciales y minúsculas. Los especialistas admiten la lógica y el valor científico de esta nueva numeración aunque las encuentran un poco pesada e impracticable.

b. Papiros: En la colección del Archiduque Rainer, en Viena, hay algunos trozos muy fragmentados de frases del Nuevo Testamento griego, que Wessely, el custodio de la colección, asigna al siglo II. Las excavaciones de Grenfell y Hunt en Oxyrhyncus sacaron a la luz varios fragmentos del Nuevo Testamento que Kenyon, el asistente del conservador de los manuscritos del Museo Británico, asigna a la última parte del siglo III. Sólo un papiro manuscrito del Nuevo Testamento es importante para los críticos textuales: Oxyrhyncus Pap. 657 del siglo III-IV, porque preserva alrededor de un tercio de la Epístola a los Hebreos, una epístola en la que el Códice B (Códice Vaticano) es defectuoso.

c. Pergamino en Unciales: Hay alrededor de 160 pergaminos unciales del Nuevo Testamento; unos 110 contienen los Evangelios o partes de los mismos. Los más importantes de esos unciales son los cuatro grandes códices de la Biblia griega completa alef, A, B. C (ver arriba). El Vaticano (B) es el más antiguo y probablemente el mejor manuscrito del Nuevo Testamento.

  • D. o Códice Bezae (siglos V o VI, en la Biblioteca Universitaria de Cambridge) contiene los Evangelios y Hechos en griego y latín, excepto Hechos 22,29 hasta el final; es un espécimen único de manuscrito griego cuyo texto es occidental, es decir, el del latín antiguo y siríaco antiguo.
  • D3 o Códice Claromoniano (probablemente del siglo VI, en la Biblioteca Nacional de París). Contiene las epístolas paulinas en griego y latín, cada texto independiente del otro. Antes de Hebreos hay una lista de los libros del Nuevo Testamento y el número de líneas (stichoi) de cada uno. Esta lista omite Tesalonicenses, Hebreos y Filipenses; incluye cuatro libros apócrifos y sigue un orden inusual: Mateo, Juan, Marcos, Lucas, Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, 1 y 2 Timoteo, Tito, Colosenses, Filemón, 1 y 2 Pedro, Santiago, 1, 2 y 3 Juan, Judas, Bernabé, Apocalipsis, Hechos, Hermas, Hechos de Pablo, Apocalipsis de Pedro.
  • E, o Códice Basileensis (siglo VIII; en la Biblioteca de la Universidad de Basilea) contiene los Evangelios.
  • E2, o Códice Laudiano (siglo VI; Oxford, en Biblioteca Bodleiana) contiene los Hechos en griego y latín. el primero es como D.
  • E3, o Códice Sangermanensis (siglo IX; en Bibl. Imperial, San Petersburgo) contiene las epístolas paulinas en griego y latín; de la misma familia que D3.
  • F, o Códice Boreeli (siglo IX, en Utrecht), contiene los Evangelios.
  • F3, o Códice Augiensis (siglo IX; en el Trinity College, Cambridge), contiene las Epístolas Paulinas en griego y latín; de la misma familia que D3, E3 y G3.
  • G, o Códice Wolfii A (siglo IX o X; en Cambridge y Londres), contiene los Evangelios.
  • G3, o Códice Boernerianus (siglo IX, en Dresden), contiene las Epístolas Paulinas en griego y latín; texto de tipo D3.
  • H, o Códice Wolfii B (siglo IX o X, en Dresden), contiene las Epístolas de San Pablo en griego y latín; texto del tipo D3.
  • H2, o Códice Mutinensis (siglo IX; en Módena), contiene los Hechos.
  • H3, o Códice Coisliniano (siglo VI; originalmente en el Monte Athos, donde quedan 8 hojas. Otras partes fueron utilizadas para encuadernar manuscritos; 22 hojas llegaron así a Paris; 3 fueron descubiertas en San Petersburgo, Moscú y Kiev; 1 en Turín). Este manuscrito nos da, en gran parte, un texto del siglo IV de Eutalio de Sulca.
  • K, o Códice Cyprius (siglo IX en la Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.
  • K2, o Códice Mosquensis (siglo IX; en la Biblioteca del Santo Sínodo de Muscú), contiene Hechos, las epístolas paulinas y católicas.
  • L, o Códice Regio (siglo VIII; Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.
  • L2, o Códice Angélico (siglo IX, en Roma), contiene Hechos y las Epístolas Católicas y Paulinas.
  • M, o Códice Campiano (siglo IX; Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.
  • M3, o Códice Campiano (siglo IX Biblioteca Nacional, Paris), contiene los Evangelios.
  • N, o Códice Purpúreo, también llamado Petropolitano (siglo VI), contiene los Evangelios en plata sobre pergamino púrpura. Existe casi la mitad del manuscrito: 182 hojas (encontradas en Asia Menor, 1986) están en San Petersburgo, 33 en Patmos, 6 en el Vaticano, 4 en el Museo Británico y 2 en Viena.
  • P, o Códice Guelferbitano A (siglo VI; Wolfenbüttel), contiene fragmentos de los Evangelios.
  • P2, o Códice Porfiriano (siglo IX, en San Petersburgo), contiene Hechos, y las epístolas católicas y paulinas.
  • Q, o Códice Guelferbitano B (siglo V; Wolfenbüttel), contiene fragmentos de los Evangelios.
  • R, o Códice Nitriense (siglo VI en el Museo Británico, Londres), una copia de Lucas en palimpsesto.
  • T, o Códice Borgiano (siglo V, en el Vaticano), fragmentos en griego y sahidico. Uno tiene el doble final de Marcos; otro tiene 17 hojas de Lucas y Juan y un texto parecido a D y Alfa.
  • Z, o Códice Dublinense (siglo VI en el Colegio Trinity, Dublín), palimpsesto que contiene 295 versículos de Mateo; probablemente texto egipcio parecido a alef.
  • Delta, o Códice Sangallensis (siglo IX o X, en Saint-Gall); contiene Evangelios en griego y latín.
  • Lambda, o Códice Rossanensis (siglo VI; en Rossano, Calabria), contiene Mateo y Marcos en letras de plata sobre pergamino púrpura con ilustraciones. N, Sigma, Sigma-b, y Phi son de la misma familia probablemente producidos en Constantinopla de un mismo original.
  • Sigma-b, o Códice Sinopensis (siglo VI; en la Biblioteca Nacional de Paris) consiste de 43 hojas (Mateo 7-24), en letras de oro sobre pergamino púrpura con 5 ilustraciones; fue comprado por un oficial naval francés en Sinope, en 1899 y se llama también Omicron y Hê.
  • Phi, o Códice Beratino (siglo VI; en Berat, Albania), contiene Mateo y Marcos.
  • Beth, o Códice Patirense (siglo V; en el Vaticano) contiene Hechos y las Epístolas Paulinas y Católicas.
  • El Manuscrito Americano de los Evangelios (siglo V) encontrado en Egipto en 1907 no se ha publicado todavía; ni tiene los fragmentos de las epístolas paulinas (siglo VI) que fueron encontradas al mismo tiempo.

d. Pergaminos en Minúsculas: El amplio número de testigos en minúsculas del texto del Nuevo Testamento parecen indicar un rico campo de investigación para la crítica textual, pero este campo no es rico en absoluto. Muchos de esos minúsculos testigos nunca han sido estudiados por completo. El 95 por ciento son testigos del mismo tipo de texto, el textus receptus. Sólo interesan a los críticos textuales los que son peculiares o parientes de uno de los grandes unciales. Entre los Evangelios en minúsculas, según la numeración de Gregorio, el tipo B-alef se ve más o menos en 33; 1, 118, 131, 209; 59, 157, 431, 496, 892. El tipo D es el de 235, 431, 473, 700, 1071; y el “Grupo Ferrar”, 13, 69, 124, 346, 348, 543, 713, 788, 826, 828. Entre los Hechos en minúsculas, 31 y 61 muestran semejanzas a B; 137, 180, 216, 224 a D. 15, 40, 83, 205, 317, 328, 329, 393 se agrupan y se remontan hasta el texto del siglo IV de Eutalio de Sulica. Entre los paulinos, este mismo texto, (es decir, el de H3) se encuentra en 81, 83, 93, 379, 381.

e. Leccionarios: Hay unos 1100 manuscritos de lecturas del Evangelio (Evangelia o Evangeliaria) y 300 manuscritos de lecturas de los Hechos y Epístolas (Praxapostoli). Aunque más de 100 de estos leccionarios son unciales, son del siglo IX o más tarde. Muy pocos de estos libros de las Epístolas y Evangelios han sido examinados críticamente. Tal examen puede servir más tarde para agrupar mejor los minúsculos del Nuevo Testamento y ayudar a localizarlos.

Manuscritos Latinos

Los manuscritos bíblicos son mucho más uniformes en griego que en latín. La paleografía divide el griego en unciales y minúsculas; el latino en unciales, semiunciales, mayúsculas, minúsculas y cursivas, e incluso estas divisiones tienen subdivisiones. Se puede seguir el tiempo, el lugar y hasta el monasterio del manuscrito latino por la forma específica del texto escrito a mano.

Latín Antiguo:

Unos 40 manuscritos nos han preservado un texto anterior a la traducción San Jerónimo y son designados con letras minúsculas. Desafortunadamente no hay dos de estos manuscritos que presenten el mismo texto. Las correcciones introducidas por los escribas y la inevitable influencia de la Vulgata han hecho que sea muy difícil agrupar los manuscritos en latín antiguo. Los críticos textuales concurren en que hay un tipo de texto africano, uno europeo y uno italiano. El texto africano es el mencionado por Tertuliano (c. 150-220) y usado por San Cipriano de Cartago (ca. 200-258), el cual es el más antiguo y crudo en estilo. El texto europeo es menos crudo en estilo y vocabulario y puede ser una traducción completamente nueva. El texto italiano es una versión del europeo y fue revisado por San Jerónimo en partes de la Vulgata. Los manuscritos más importantes en latín antiguo son los del Nuevo Testamento bilingüe: D, D3, E2, E3, F3, G3, Delta.

  • a, o Códice Vercellensis (siglo IV, en Vercelli), contiene los Evangelios.
  • b, o Códice Veronensis (siglo V, en Verona), contiene los Evangelios en un pergamino púrpura. a y b son nuestros testigos principales del texto europeo de los Evangelios.
  • e, o Códice Palatino (siglo V; en Viena, una hoja en Dublín), contiene los Evangelios. Para los Hechos, e es latín de E2; para las epístolas de Pablo, e es latín de E3.
  • f, o Códice Brixiano (siglo VI, en Brescia), contiene los Evangelios en un pergamino púrpura; Wordsworth y White lo consideran el mejor representante existente del texto en latín antiguo que San Jerónimo usó al revisar el Nuevo Testamento.
  • ff2, o Códice Corbeiensis (siglo V, en París), contiene los Evangelios.
  • g, o Códice Gigas (siglo trece, en Estocolmo), una Biblia completa; los Hechos y el Apocalipsis están en latín antiguo y son los mejores ejemplos del tipo europeo.
  • h, o Palimpsesto de Fleury (siglos IV o V, en Turín), contiene Marcos, 7 – 16,8 y Mateo 1 – 15; el más antiguo en latín antiguo, tipo africano, muy cercano al texto usado por San Cipriano.
  • q, o Códice Monacensis (siglos VI o VII, en Munich, contiene los Evangelios; tipo de texto italiano.

Vulgata:

Se estima que existen más de 8000 manuscritos de la Vulgata. La mayoría de ellos son posteriores al siglo XII y tiene poco valor en la reconstrucción del texto. Tischendorf y Berger designan los principales manuscritos por abreviaciones de los nombres: am = Amiatino; fu o fuld = Fuldense. Wordsworth y White, en su edición crítica de los Evangelios y los Hechos (1899-1905), usan mayúsculas latinas para anotar los 40 manuscritos de los que depende su texto. Gregory (Textkritik, II, 634) enumera 2369 manuscritos. La forma más lógicas y útil de agrupar estos manuscritos es genealógica y geográficamente. El trabajo de los críticos del futuro será reconstruir el texto reconstruyendo los varios tipos, español italiano, irlandés, francés etc. Los principales manuscritos de la Vulgata son:

  • A, o Códice Amiatino (siglo VIII, en Florencia), contiene la Biblia completa, texto probablemente italiano, es el mejor manuscrito existente de la Vulgata.
  • C, o Códice Cavensis (siglo IX, en La Cava, cerca de Nápoles), una Biblia completa, la mejor representante del tipo español.
  • Delta, o Códice Dunelmensis (siglos VII u VIII, en la Catedral de Durham, Inglaterra), Evangelios, texto de la familia de A.
  • F, o Códice Fuldense ( 541-546 d.C.; en Fulda, Alemania), un Nuevo Testamento completo: los Evangelios están como el “Diatessaron” de Tatiano. El obispo Víctor de Capua encontró una versión latina antigua de Tatiano y sustituyó la Vulgata por el latín antiguo.
  • G, o Códice Sangermanense (siglo IX; en Paris), contiene la Biblia. En Hechos, Wordsworth lo usa más que cualquier otro manuscrito.
  • H, o Códice Hubertiano (siglo IX, en el Museo Británico, Londres), Una Biblia del tipo de Teodulfo.
  • theta, o Códice Teodulfiano (siglo IX; en Paris); una Biblia del tipo de Teodulfo.
  • K, o Códice Karolinus (siglo IX; en el Museo Británico, Londres). Una Biblia del tipo de Alcuino. Ver V.
  • O, o Códice Oxoniense (siglo VII; en Oxford, en Bodl.), contiene los Evangelios; texto en inglés afectado por influencias irlandeses.
  • O2, o Códice Oxoniensis, o Selden Acts (siglo VIII; en Oxford, en Bodleian), contiene Hechos; tipo irlandés.
  • Q, o Códice Kenanensis, Libro de Kells, (siglo VIII; en el Trinity College, Dublín), contiene los Evangelios; tipo irlandés.
  • S, o Códice Stonyhurstensis (siglo siete; en el Colegio Stonyhurst, Inglaterra), contiene el Evangelio según San Juan; texto como el de A probablemente escrito cerca de Durham.
  • V, o Códice Vallicellianus (siglo IX; en Roma, en Vallicelliana), Biblia del tipo Alcuino. Ver K.
  • Y, o Códice Lindisfarnense (siglo siete; en el Museo Británico, Londres). Evangelios. Indicaciones litúrgicas en el texto muestran que es copia de un manuscrito escrito en Nápoles; texto de la familia A.
  • Z, o Códice Hareianus (siglos VI o VII; en el Museo Británico, Londres) contiene Epístolas y el Apocalipsis.

Manuscritos Siríacos

1. Siríacos Antiguos: Los manuscritos siríacos sinaíticos y curetonianos representan una versión más antigua que el Peshitto y dan testimonio de un texto anterior, uno muy similar a aquel del que D y el latino antiguo dan testimonio

  • El Siríaco Curetoniano (Syr-Cur) fue descubierto en 1842, entre los manuscritos traídos al Museo Británico del Monasterio de Santa María Deipara en el desierto de Nitria en Egipto y fue publicado por Cureton en 1858. Contiene 5 capítulos de Juan, grandes porciones de Mateo y Lucas y Marcos 16,17-20, suficiente para mostrar que los últimos doce versículos estaban en el documento original
  • El Siríaco Sinaítico (Syr-Sin) fue encontrado por las señoras Lewis y Gibson, durante 1892, en el monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí. Este palimpsesto contiene los cuatro Evangelios en gran parte, aunque no completos; es una recensión más antigua de la misma versión Syr-Cur. Ambos se asignan al siglo V y representan la versión siríaca que no puede ser posterior al año 200 d.C.

2. El Diatessaron: Esta armonía de los Evangelios fue escrita por Tatiano, un asirio discípulo de San Justino Mártir, alrededor de 170 d.C. y fue ampliamente utilizada en Siria. Nuestros registros manuscritos son dos versiones árabes, descubiertas una en Roma y la otra en Egipto y publicadas en 1888. Una traducción latina de una edición armenia del comentario de San Efrén al Diatessaron da testimonio de esta temprana versión de los Evangelios. Los especialistas tienden a pensar que la de Tatiano es la primera traducción siríaca de los Evangelios.

3. El Peshitto: El manuscrito más antiguo de esta Vulgata siríaca es un Pentateuco datado el 464 d.C., el cual es el más antiguo manuscrito bíblico, y se halla en el Museo Británico. Hay dos manuscritos del Nuevo Testamento del siglo V. En todos, los manuscritos del Peshitto suman 125 de los Evangelios, 58 de los Hechos y Epístolas Católicas y el 67 de las Epístolas Paulinas.

4. La versión Siríaca Filoxeniadel Nuevo Testamento nos ha llegado solamente en las cuatro Epístolas Católicas menores, que no están incluidas en el Peshitto original y un solo manuscrito del Apocalipsis que está en el Trinity College, Dublin.

5. La versión Heraclea-Siríaca: Esta versión del Nuevo Testamento está representada por unos 35 manuscritos que datan del siglo VII y posterior; son parecidos a la familia de D.

6. La versión Siríaca Palestina: Esta versión del N.T nos ha llegado por leccionarios y otros manuscritos fragmentados descubiertos a finales del siglo XIX; los tres principales son de 1030,1104 y 1118 d.C., respectivamente.

Manuscritos Armenios

Los manuscritos armenios datan de antes del 887 d.C. y son numerosos.

Manuscritos Coptos

1. Sahídicos: El Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento que nos ha llegado completo en un manuscrito en este dialecto del Alto Egipto. Muchos fragmentos aislados han sido recobrados en las recientes excavaciones en Egipto, con los que será posible pronto reconstruir un Nuevo Testamento en sahídico. Los fragmentos más antiguos parecen pertenecer al siglo V. Algunos son bilingües (ver T de los manuscritos del Nuevo Testamento).

2. Bohaíricos: Esta versión en el dialecto del Bajo Egipto está bien representada por manuscritos del mismo tipo que B-alef, La Catena Curzon es el más antiguo manuscrito bohairico existente de los Evangelios; está datado el 889 d.C. y está en la Biblioteca Parham, otros son de los siglos XII y XIII. Ninguno es tan antiguo como los fragmentos sahídicos.

3. Egipcio Medio: Los fragmentos del Egipto Medio en pergamino o papiro se han encontrado en Fayum y cerca de Akhmim y Memphis. El más extenso es un palimpsesto del siglo VI que está en el Museo Británico y tiene Juan 3 y 4.

Bibliografía

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MANUSCRITOS GRIEGOS (NUEVO TESTAMENTO): SCRIVENER, Introducción al Criticismo del Nuevo Testamento (1894); GREGORY, Textkritik des N.T. (1900); Die Griechischen Handschriften des N.T. (1908); HARRIS, Más investigaciones en la historia del grupo Ferrar (1900).

MANUSCRITOS LATINOS: BURKITT, El Latín Antiguo y la Itala (Cambridge, 1896); WORDSWORTH, SANDAY, AND WHITE, Textos Bíblicos en el Latín Antiguo (Oxford, 1883-97); GREGORY, Textkritik des N.T. (1900). WORDSWORTH Y WHITE, Edición de la Vulgata (1889-1905).

MANUSCRITOS SIRIACOS: LEWIS, Los Cuatro Evangelios traducidos del Palimpsesto Sinaítico (1894); WOODS AND GWILLIAM en Studia Biblica, vols. I y III.

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Fuente: Drum, Walter. “Manuscripts of the Bible.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/09627a.htm

Traducido por Pedro Royo. L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica