MAR

v. Lago, Tierra
Gen 1:10 llamó Dios a .. las aguas llamó M
Exo 13:18 rodease por el camino .. del M Rojo
14:21


Mar (heb. yâm “mar”, “lago”; gr. thálassa “mar”, y lí­mn’, “lago”). Término que se usa para describir: 1. Las grandes masas de agua para distinguirlas de la tierra seca (Gen 1:22; Psa 72:8). 2. Las masas especí­ficas de agua: a. Mar Mediterráneo, llamado en la Biblia el “Mar Grande” (Num 34:6; Jos 9:1) o “mar occidental” (Deu 11:24). b. Mar Muerto, llamado en la Biblia el “mar salado” o “mar oriental” (Num 34:3; Jl. 2:20; Deu 3:17). c. Mar Rojo (Exo 10:19); d. Mar de Galilea, también llamado Mar de Tiberias y Mar de Cincret (Mat 4:18; Joh 6:1; Num 34:11); etc. 3. Los rí­os grandes o importantes: a. Nilo (ls. 19:5; cf Nah 3:8); b. Eufrates (Jer 51:36, 63). 4. El “mar de fundición” (véase Bronce, Mar de). 747 5. En las profecí­as simbólicas, la gente y las multitudes (Rev 17:15; cf Dan 7:2-7, 17). En este Diccionario se mencionan los siguientes mares (véase bajo los nombres las explicaciones correspondientes; agréguese “Mar”): Adriático (agréguese “Mar de/del/de los”), Arabá, Cineret, Egipto, Galilea y Tiberias. A continuación de esta entrada véanse los siguientes: Grande, Muerto y Rojo. Mar de los Filisteos. Véase Mar Grande. Mar Grande. Ahora conocido como Mar Mediterráneo (Num 34:6; Jos 1:4; 15:12); también era llamado “mar occidental” (Deu 11:24; Jl. 2:20; Zec 14:8), “mar de los filisteos” (Exo 23:31) o simplemente “el mar” (Num 13:29; Act 10:6), ya que era el principal para los hebreos. Se encuentra entre Europa, el Asia occidental y el norte de Africa, y tiene unos 3.700 km de largo y una anchura de 160 a 960 km. Durante gran parte del tiempo del AT este mar era la ví­a principal de los fenicios, que tení­an conexiones con todas las regiones del mundo Mediterráneo. Los hebreos, que viví­an en un paí­s desprovisto de puertos naturales, no fueron un pueblo marino. Obtení­an los productos extranjeros por medio de los fenicios, como muchas otras naciones de entonces. Mapas VI, A-1, etc.; XIX, D-5, etc. En tiempos de Jesús, sin embargo, Palestina estaba en comunicación directa con el resto del mundo antiguo. Tení­a instalaciones de puertos artificiales en Cesarea y Tolemaida, y el Mediterráneo habí­a llegado a ser virtualmente un lago romano, puesto que serví­a al doble propósito de conectar todas las partes del dilatado imperio y proveer a la capital con los elementos esenciales de alimentos y otros productos de las provincias. Por causa de las terribles tempestades del noreste que a menudo barrí­an el mar durante el invierno, y por el gran temor de los marinos antiguos a las partes poco profundas cerca de las costas del Africa, así­ como a los estrechos de Mesina entre Sicilia e Italia y al cabo Malia en el extremo sur de Grecia, el tráfico marí­timo se detení­a prácticamente durante esos meses. Véase Sirte. Mar Mediterráneo. Véase Mar Grande. Mar Muerto. Nombre moderno del mayor lago de Palestina. En la Biblia se lo llama “Mar Salado” (Gen 14:3; Num 34:3, 12; Deu 3:17; Jos 3:16; 12:3; etc.), “mar del Arabá” o “mar de la llanura” (Deu 3:17; Jos 3:16; etc.), y “mar oriental” (Eze 47:18; Jl. 2:20; etc.). El Mar Muerto es el cuerpo de agua más bajo del mundo, pues su nivel, no recalculado desde 1837, está a unos 396 m b.n.m. El lago recibe un promedio diario de unas 6,5 millones de toneladas de agua del rí­o Jordán y otros tributarios. Sin embargo, la evaporación es tan grande que el nivel del lago permanece más bien constante, elevándose sólo de 3 a 4,5 m sobre su nivel normal después de una temporada de fuertes lluvias. La entrada de agua es levemente mayor que la evaporación, con lo que su nivel sube lentamente, de modo que el lago es ahora considerablemente mayor que hace 2.000 años (fig 393). Como el Mar Muerto no tiene salida, retiene todos los minerales que ingresan a él, y por lo tanto es tan salado que un ser humano o un animal no pueden hundirse (fig 335); por ello recibe el nombre de “Mar Salado” (Gen 14:3; etc.). Los escritores griegos lo llamaron Lago Asfaltites porque, ocasionalmente, en el sector sur surgen a la superficie y llegan a la orilla algunos bloques de asfalto. Y también en el s II d.C. comenzaron a nombrarlo Mar Muerto, un nombre apropiado, aunque no totalmente literal. Prácticamente nada vive en sus aguas saladas, excepto unos pocos peces cerca de la desembocadura de los arroyos que fluyen hacia él. Desde el s XI d.C. los árabes lo llaman Ba1r Lût “Lago de Lot”, en memoria de Lot, que una vez vivió allí­. Véase Sodoma. El Mar Muerto tiene aproximadamente unos 75 km de largo por unos 9 a 16 km de ancho, y una superficie de unos 945 km2. Josefo está equivocado, entonces, al afirmar que su tamaño era de 580 x 150 estadios, lo que serí­a unos 106 x 18.5 km. En realidad, tení­a una superficie menor en tiempos de Josefo que ahora. La mayor profundidad medida es de 405 m, en el sector norte. La profundidad disminuye hacia el sur, y es de 200 m un poco al norte de el-Lis~n, “la lengua”, la pení­nsula plana que se proyecta desde el este. En el estrecho que hay entre el-Lis~n y la orilla occidental, la profundidad es de sólo 5 m, y al sur de ese punto varí­a de 1 a 6 m. Contiene un 28% de sales, comparado con el agua de los océanos, que tiene entre el 4 y el 6% de sales. Esta situación es provocada por los depósitos naturales de sal en la orilla sudoeste (fig 478) y por la ausencia de una salida. Más o menos la mitad de las sales es sal común de mesa (cloruro de sodio). Otras sales que se encuentran en cantidades apreciables son el cloruro de magnesio (que le da al agua su gusto desagradable) y el cloruro de calcio (que lo hace sentir aceitoso). La orilla occidental está formada por los grandes barrancos montañosos del desierto de Judá. Los pocos lugares habitados que existieron 748 en la región -como el de la comunidad esenia de Qumrán, donde se escribieron los Rollos del Mar Muerto; o Masada, el último foco de resistencia judí­a en la guerra judeo-romana antes de caer ante Tito- no estaban directamente en la orilla, sino en cercanas planicies elevadas. De la misma manera, la meseta oriental se levanta abruptamente a partir de la orilla del agua, pero los arroyos han cortado profundos cañones en la meseta y han provisto pequeños lugares donde hay tierra cultivable y donde hubo aldeas en tiempos antiguos (fig 396). Mapa II, C/D-3. 335. Flotando en el Mar Muerto. Bib.: FJ-GJ iv.8.4. Mar Muerto, Rollos del. Véase Rollos del Mar Muerto. Mar Occidental. Véase Mar Grande. Mar Oriental. Véase Mar Muerto.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

en el caos primitivo, antes de la creación, el abismo era el océano sobre el cual flotaba la tierra, que se creí­a estaba poblado en sus profundidades de monstruos, como el leviatán, el dragón o la serpiente huidiza, al cual venció Yahvéh antes de la creación, sí­mbolo de las potencias enemigas de Dios. En la historia de la creación, el m. es término empleado para significar todas lasaguas a diferencia de lo seco, la tierra, Gn 1, 10. Se aplica el término, también, a extensiones de agua, salada o dulce.

Geográficamente la Biblia conoce el mar Muerto o m. de la Sal ; el m. de Galilea o el lago de Genesaret; el m. de los Filisteos, m. Grande de Occidente o el Mediterráneo; y el m. de Suf a través del cual, según la tradición, los israelitas huyeron de Egipto.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

1. El océano (Gen 1:10; Psa 8:8; Psa 24:2).
2. Casi cualquier porción de agua, dulce o salada (Exo 13:18; Exo 14:2; Num 34:11; Deu 3:17; Mat 4:18; Act 10:6).
3. Aun los rí­os pueden ser llamados mares: el Nilo (Isa 18:2; Isa 19:5) y el Eufrates (Isa 21:1).
4. Se llama así­ a las pilas o fuentes del templo de Salomón (ver FUENTE DE BRONCE). Los antiguos hebreos no eran gente de mar. El mar en la Biblia llega a ser un sí­mbolo de inquietud o ansiedad, inestabilidad y pecado (Isa 57:20; Jer 49:23; Jam 1:6; Jud 1:13; Rev 13:1).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Se aplica en la Biblia al Océano, a rí­os, como el Nilo o el Eufrátes: (Isa 18:2, Isa 21:1), a la gran vasija que construyeron en el Templo de Salomon para lavar los sacrificios y las manos llamado, “mar de bronce”: (2Re 25:13).

Mar de vidrio: Frente al Trono de Dios: (Rev 4:6, Rev 15:2), simbolizando muchedumbre de gentes.

Mar Adriático: Entre Italia y Macedonia, Hec 27:27.

Mar de Galilea o Mar Cineret: (Num. 34.

11), o Mar de Tiberias, o Lago de Genesaret, o Mar de Tiberí­ades Jua 6:1, Jua 21:1. Se llama así­ porque está en GaIilea, en la llanura de Tiberias, junto a la ciudad de Tiberí­ades. y de “Cineret” por tener la forma de lira. Tiene 21 kms. largo y 12 de ancho, con agua dulce y muchos peces. Como está entre montanas, se forman tempestades violentas con frecuencia. Fue testigo de gran parte del ministerio de Jesucristo.

Mar Grande: Es el Mar Mediterráneo, Num 34:6. En la Biblia se llama también “el mar”, “mar de los filisteos”, “mar occidental” y “el gran mar”: (Num 13:29, Exo 23:31, Deu 11:24, Jos 1:4).

Mar Muerto: Se llama también Mar Salado, Mar Oriental, Mar de Arabia,: (Eze 47:18, Gen 14:3, J12Cr 2:20, 2Re 14:25). Mide 75 kms largo y 16 de ancho. Está a 400 m. por debajo det nivel del mar, y su parte más profunda es de 400 m. de hondo. No tiene salida, por lo que su concentración de sal es 4 veces superior a la del Océano, haciendo imposible cualquier clase de vida. Ver “Manuscritos del Mar Muerto”.

Mar Rojo: Golfo oceánico de 2.200 klm. desde el Océano índico hasta e: Golfo de Suez. “Tiene 2 brazos: El Golfo de Suez y el Golfo de Aquabah o Elaní­tico. Por donde pasó Moisés es el “Mar de las Algas”, una extensión del Mar Rojo cerca de Gosen: (Exo 13:17).

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

El término hebreo yam se utilizaba para señalar el O y al mar Mediterráneo, que queda al O de Israel. †¢Mar Grande. Cuando un rí­o es muy ancho y caudaloso, también se le llama m., como es el caso del †¢Nilo (†œ¿Eres tú mejor que Tebas, que estaba asentada junto al Nilo, rodeada de aguas, cuyo baluarte era el m., y aguas por muro?† [Nah 3:8]). El éufrates es llamado m. en Jer 51:36 (†œHe aquí­ yo juzgo tu causa y haré tu venganza; y secaré su mar, y haré que su corriente quede seca†). Salomón aumentó las dimensiones de la †œfuente de bronce† que habí­a en el †¢tabernáculo (Exo 30:18-20) y construyó otra fuente que llamó †œm. de bronce† (1Re 7:23-25).

Dios es el creador del m. (†œ… y a la reunión de las aguas llamó Mares† [Gen 1:9-10]) y puso sus lí­mites (Sal 104:6-9). Se toma el cruce del mar Rojo como demostración del control de Dios sobre las aguas, evidencia de su gran poder (†œ¿No eres tú el que secó el m., las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del m. para que pasaran los redimidos?† [Isa 51:10]). Sin embargo, los israelitas veí­an el m. con temor y no fueron grandes marineros.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, MARA

ver, ADRIíTICO, BRONCE, MEDITERRíNEO, SODOMA, GOMORRA

vet, (a) Vasta extensión de agua, que contrasta con la tierra seca (Gn. 1:10; Sal. 8:9; Ap. 7:1-3; 21:1). (b) Una parte de esta vasta extensión (Gn. 49:13; Hch. 10:6); también reciben este nombre grandes masas de agua lacustres (Nm. 34:11, 12; Mt. 4:18). Los principales mares que los israelitas conocieron fueron el Mediterráneo, el mar Rojo, el mar Muerto y el mar de Galilea (lago de Genesaret). Son diversos los nombres bí­blicos que se refieren al Mediterráneo: el mar grande, el mar de los filisteos, el mar occidental (Zac. 14:8, véase MEDITERRíNEO). El mar Muerto se llama también: mar Salado, mar oriental, mar del Arabá o de la llanura (véase MAR MUERTO más adelante). El mar de Galilea se llamaba asimismo: mar de Cineret, y mar o lago de Tiberias (véase MAR DE GALILEA más adelante (i)). (c) El sistema de canales de irrigación derivados de grandes cursos de agua, como el sistema del valle del Eufrates (Jer. 51:36, 42), y del Nilo (Nah. 3:5).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

El cielo, la tierra y el mar son las tres regiones del universo (Act 4,24; 14,15). La Biblia llama al mar Mediterráneo “el mar Grande” (Núm 34,6), “el mar de los Filisteos”, puesto que los filisteos ocupaban la llanura colindante con él (Ex 33,31); “el mar Occidental”, porque de hecho estaba en el Occidente (Dt 11,24). Mar es también el mar Muerto (Ex 47,18; Dt 3,17), el mar Rojo (Ex 10,19; Jue 11,16); incluso el rí­o Nilo es un mar (Is 19,5) y el rí­o Eufrates (Is 27,1; Jer 51,36). El mar es el lugar donde habitan los lugares demoní­acos (Mt 8,32; Ap 7,2; 13,1). Jesucristo camina sobre el mar, pero Pedro, por falta de fe, se hunde (Mt 8,24-27; 14,25-27; Mc 4,37-41; 6,47-50; Lc 8,23-25; Jn 6,17-20).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

A diferencia de sus vecinos fenicios, los israelitas no fueron un pueblo de navegantes, sino de agricultores de montaña y estepa. Sin embargo, ellos entraron pronto en contacto con el mar, como lo indican dos de sus relatos más antiguos y significativos: el texto de la creación (Gn 1), que se centra en la separación de las aguas superiores e inferiores, en la división de los mares y la tierra firme; y el canto del paso por el mar Rojo en el éxodo (Ex 14-15). En los relatos de los evangelios resulta central el mar de Galilea, en cuyo entorno realiza Jesús su acción misionera. El mar recibe un sentido simbólico especial en los textos del Apocalipsis, donde empieza apareciendo como un elemento esencial de la creación de Dios y como espacio necesario para la vida de los hombres (Ap 5,13; 7,1-2; 12,2; 20,13): lógicamente, los diversos momentos del juicio de la destrucción del Ap se van reflejando en la muerte del mar (8,8-9; 16,3). El Ap distingue, además, varios tipos de mares. (1) El mar de los comerciantes y marinos, que se han enriquecido de manera injusta con la Prostituta (Ap 18,17.21). (2) El mar de la Bestia, potencia maléfica, signo caótico de perversión (12,18; 13,1), que desaparecerá cuando llegue el nuevo cielo y nueva tierra (21,1). (3) El mar cristalino de la gloria que forma parte del salón de Dios en el cielo, apareciendo como base del Trono de Dios donde cantan los vencedores de la Bestia (4,5; 15,2).

Cf. AA.W., La Biblia i el Mediterrani I-II, Montserrat, Barcelona 1996.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

SUMARIO: Camino histórico del Apostolado del Mar: 1. Primeras disposiciones y normas canónicas. 2. Pí­o Xll:: Primera regulación general del Apostolado del Mar.. 3.- El Concilio Vaticano II y la legislación postconciliar. 4. Motu Proprio †¢Stella Maris- y consideraciones finales. 5. Nuestras primeras raí­ces. – La Iglesia y el mundo del mar hoy: 1. El mundo de la pesca. 2. El mundo de la marina mercante. 3. La familia. El hombre de mar. 4. Planteamiento y respuesta del Apostolado del Mar.

“La Obra del Apostolado del Mar, es la organización que promueve la acción pastoral especí­fica dirigida a las gentes del mar y está orientada a sostener el esfuerzo de los fieles llamados a dar testimonio en ese ambiente con su vida cristiana.” (Motu Proprio “Stella Maris” Tí­tulo 1).

Este Motu Proprio del Papa Juan Pablo II fue promulgado el 31.1.1997 y constituye el último gran documento emanado de la Santa Sede hasta el término del siglo XX.

Camino histórico del Apostolado del Mar
1. Primeras disposiciones y normas canónicas
La actual organización formal del Apostolado del Mar (AM) fue fundada el año 1920 en la ciudad escocesa de Glasgow por un grupo de laicos católicos encabezados por Petar F. Anson.

Dos años después, el obispo de la diócesis, que estaba vivamente interesado en los objetivos del grupo, obtuvo la bendición y aprobación del Papa Pí­o XI, quien dijo entonces estas históricas palabras: “1 marittimi apostoli dei marittimi”.

Los orí­genes del AM radican en las asociaciones que surgieron años antes por iniciativa de laicos y sacerdotes; en un principio para acompañar con la oración a los que trabajaban en la mar, después también con el fin de promover entre ellos la formación religiosa y espiritual, a semejanza de los grupos análogos ya existentes en los ámbitos protestantes.

El objetivo preferente de estas asociaciones fue unificar, impulsar y apoyar el apostolado de los marinos en sus propios ambientes a través de los centros católicos llamados clubs “Stella Maris”, creados en los principales puertos marí­timos.

Antes del “Apostolatus Maris” hay que destacar instituciones de pastoral marí­tima tales como la “Societas Apostolatus Catholici” y la “St. Raphaelverein” de Alemania.

La evolución de la personalidad jurí­dica del AM tiene sus antecedentes en la regulación de algunos asuntos relacionados con la administración de los sacramentos en situaciones peculiares, durante los viajes marí­timos, ya desde 1869 y hasta seis disposiciones en la primera década de este siglo.

La iniciativa apostólica surgida en Glasgow se extendió a otros paí­ses y se apresuraron a afiliarse varios clubes de marinos. En el espacio de 10 años se implantó el AM en Barcelona con el P. Brugada y en Bilbao con D. Trinidad Garcí­a bajo el nombre de Patronato del Apostolado del Mar.

En 1928 fue establecido un Consejo Conjunto del AM y la Sociedad de San Vicente de Paúl y la dirección pasó a Londres. En 1931 se celebró el primer encuentro internacional de sacerdotes y laicos en Londres, del que nació el “Apostolatus Maris Internationale Concilium” (AMIC). Durante la II Guerra Mundial la sede central volvió a Glasgow. Pero desde aquí­ se pedí­a el traslado de la dirección a Roma con el fin de conseguir los criterios que garantizaran la continuidad y una mejor coordinación de la labor apostólica. Al mismo tiempo se solicitaba la formalización del status jurí­dico. La respuesta de la Santa Sede fue inicialmente limitada sólo a Italia; allí­ se instituyó la Consulta General del “Apostolatus Maris”, sometida a la alta dirección de la Sgda. Congregación Consistorial y desde la cual se asesoraba a los Ordinarios en su tarea de dirigir este trabajo.

2. Pí­o Xll: Primera regulación general del Apostolado del Mar
El 1.VI11.1952 se promulga la Constitución Apostólica Exsul Familia, documento ya clásico por su decisiva importancia en la historia de la pastoral que llamamos de la movilidad: prófugos, emigrantes, navegantes, etc. Las exigencias pastorales ocasionadas por la segunda guerra mundial exigieron estructuras flexibles que llevaran a una necesaria organización y coordinación supradiocesana. La Exsul Familia constituyó el primer documento de gran solemnidad formal que afrontaba de modo global y sistemático, especialmente desde el punto de vista canónico, la pastoral de los emigrantes y navegantes. Entre otras obras de apostolado se nombraba al “Opus Apostolatus Maris”. Hay que destacar aquí­ que por medio de este documento la Iglesia asumió algunas iniciativas apostólicas de los fieles, otorgándoles la cobertura legal y organización adecuada, con el fin de mejorar la eficacia del apostolado especializado. La Iglesia asumí­a la responsabilidad y la alta dirección de los esfuerzos de carácter privado. Así­, dentro de la Sgda. Congregación Consistorial se creó un comité especial para dirigir la pastoral marí­tima y luego, en 1953, el Secretariado General Internacional “ad moderandum Opus Apostolatus Maris”.

A esto siguió la promulgación en 1954 de las Normae et facultates por parte de la misma Congregación para los sacerdotes dedicados a la pastoral marí­tima.

Las continuas gestiones con el fin de obtener el reconocimiento internacional del Apostolado, conseguir el arreglo de su posición jurí­dica en la Iglesia y la determinación clara de competencias, un estatuto peculiar acorde con las caracterí­sticas de la Obra que permitiera la armonización de las ideas fundacionales de la asociación con las exigencias prácticas de la realización de su labor pastoral, lograron finalmente la legalización formal de su actividad. El 21.X1.1957 se aprobaron y promulgaron las Legas “Operis Apostolatus Maris”, lo cual fue considerado con satisfacción como el término del proceso jurí­dico del AM.

3. El Concilio Vaticano II y la legislación postconciliar
La concepción eminentemente pastoral del Concilio y la profundización en la misión propia de la Iglesia incidieron en una mayor sensibilidad a la hora de discernir las necesidades de los fieles, conforme a las condiciones en que se desenvuelve su vida en cada lugar y tiempo histórico. Se destaca el aspecto ministerial de los pastores de la Iglesia. La autoridad en la Iglesia es un auténtico servicio respecto a los fieles, los cuales tienen derecho “de recibir con abundancia de los sagrados Pastores los auxilios de los bienes de la Iglesia, en particular de la Palabra de Dios y los sacramentos.” En este contexto de enseñanza conciliar, la especialización pastoral se muestra como una exigencia que fluye de la misma misión de la Iglesia entendida en su sentido más radical y pleno, correspondiendo al derecho de los fieles a ser atendidos según sus necesidades propias y especí­ficas, en conformidad con la llamada universal a la santidad solemnemente proclamada en el Concilio.

El decreto “Christus Dominus” insta a los obispos a manifestar su preocupación especial en esta materia; así­ lo hace también de manera genérica el Nuevo Código de Derecho Canónico en el canon 383.

Vuelve a tratar este tema el Motu Proprio de Pablo VI Pastorales migratorum (1969) con la Instrucción de la Sgda. Congregación de los Obispos Nemo est del mismo año.

A partir del Motu Proprio Apostolicae Caritatis deI 19.111.1970 el Secretariado de la Obra del Apostolado del Mar pasó a depender de la Pontificia Comisión para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, constituida en el seno de la Congregación para los Obispos. El Decreto Apostolatus Maris dictado por la nueva Comisión el 24.IX.1977 señaló que se habí­a procedido a examinar de nuevo toda la materia (pastoral y legislativa) “ad mentem novissimi Oecumenici Concilii”. El deber principal de ofrecer la asistencia pastoral a todos los marí­timos y navegantes correspondí­a al ordinario del lugar en cuyo territorio residí­an aquellos, aunque fuera por un tiempo limitado (art.6). Los capellanes recibí­an el nombramiento del ordinario del lugar y no de la Santa Sede como antes.

La mentalidad propiciada por el Concilio abrí­a paso a soluciones flexibles y ágiles, constituyendo la respuesta de la Iglesia a la movilidad humana, según las palabras de Paulo VI:

“A la movilidad del mundo moderno debe corresponder la movilidad pastoral de la Iglesia”.

En 1978 la Comisión Pontificia para las Migraciones y el Turismo dirige una Carta a las Conferencias Episcopales sobre la “Iglesia y la Movilidad Humana” en la que se recogen reflexiones e instrucciones especí­ficas sobre el AM. En el art. 6 se lee: El Ordinario del lugar tiene el derecho y el deber de ofrecer con celo solí­cito la asistencia pastoral a todos los marinos que, aunque sea por un tiempo limitado, viven en el ámbito de su jurisdicción.

A partir de la Constitución Apostólica Pastor Bonus del 28.VI.1988 la citada pasó a llamarse el actual Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Este Consejo pasó a convertirse en Dicasterio autónomo y dejó de depender de la Congregación de los Obispos.

4. Motu Proprio “Stella Maris” y consideraciones finales
El cambio de clima que se puede observar a través del recorrido histórico del AM está también en las bases del último Motu Proprio del Papa Juan Pablo II Stella Maris, promulgado el 31.1.1997, que ha actualizado las normas emanadas por la Sede Apostólica a lo largo de este siglo, para salir al encuentro de las exigencias de la peculiar asistencia religiosa que necesitan los hombres de mar y sus familias.

En este documento se designa por primera vez a todo el amplio grupo humano del mar de la siguiente manera:

– Navegantes. Los que se encuentran en barcos mercantes o de pesca, y los que, por cualquier motivo, han emprendido un viaje por mar.

– Hombres de mar. a) Los navegantes. b) Los que, por razón de oficio, se encuentran de ordinario en un barco. c) Los que trabajan en las plataformas petrolí­feras. d) Los jubilados que proceden de los oficios citados en los números anteriores. e) Los alumnos de los institutos naúticos. f) Los que trabajan en los puertos.

– Gentes del mar. a) Los navegantes y los hombres de mar. b) El cónyuge, los hijos menores de edad y todas las personas que habitan en la misma casa de un hombre de mar, aunque ya no sea un navegante (por ejemplo, un jubilado). c) Los que colaboran de forma estable con la Obra del Apostolado del Mar.

La gente de mar forma un pueblo determinado, el “populus maris”, cuyo concepto se ha ido perfilando a lo largo de los años. Lo que une esta gente son los valores y su patrimonio propio, con tradiciones peculiares, mentalidad, cultura y problemas especí­ficos. Todos estos factores piden un trato pastoral peculiar y adecuado.

La naturaleza del apostolado especializado del mundo marí­timo no se reduce a satisfacer las exigencias básicas de la asistencia espiritual, ofreciendo unos “mí­nimos”, sino que ha de orientarse hacia el desarrollo integral de la persona humana, “conseguir la madurez de la persona humana y al mismo tiempo conocer y vivir el misterio de la salvación” (canon 217).

El caso del Apostolado del Mar demuestra claramente que el fenómeno asociativo y las iniciativas de origen privado o carismático, por muy ardiente que sea el fervor apostólico que las acompañe y por mucha eficacia, históricamente demostrada, que tengan en la vida eclesial, son insuficientes para abarcar las labores apostólicas que reclama la naturaleza misma del apostolado especializado, con mayor motivo si su amplitud requiere una actuación a escala mundial. La Iglesia, acogiendo estas iniciativas, que superan los fines y posibilidades de las estructuras asociativas, les ofrece una organización jerárquica para que puedan prestar su servicio con mayor eficacia.

La legislación en la Iglesia tiene un rasgo destacado y es el de la llamada universal a la santidad. Pues es aquí­ donde se centran, hacia ella se orientan, y en ella encuentran su justificación y razón última todas las leyes de la Iglesia. Es la llamada divina a participar activamente, según la propia condición, en la misión redentora de Jesucristo. Toda la actividad pastoral de la Iglesia está dirigida a hacer posible la realización plena de la vocación cristiana. De esta manera el objetivo primordial de la Obra del Apostolado Marí­timo (“Apostolatus Maritimi Opera”) es el apoyo al compromiso de los fieles llamados a dar testimonio de su vida cristiana en el ambiente marí­timo (Art. 1 del Motu Proprio Stella Maris).

5. Nuestras primeras raí­ces
Muchos siglos antes de que el nombre “Stella Maris” estuviera asociado en todo el mundo marí­timo al de los centros católicos de marinos, la Iglesia designó así­ a la Virgen Marí­a en el canto litúrgico con antí­fonas como “Alma Redemptoris Matar” e himnos como “Ave, maris stella”. Si hay un nombre mariano popular en nuestro litoral (y fuera del mismo) es, sin duda, el de Marí­a del Carmen. Este nombre (Carmen – Carmelo) nos lleva hasta Palestina, al monte Carmelo, que (lodo un sí­mbolo!) se adentra en el mar y allí­ hasta el gran profeta Elí­as.

Las primeras frases del Motu Proprio “Stella Maris” nos recuerdan la estrecha relación de Jesús con los pescadores Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Con ellos salió a la mar, utilizó sus barcas para ir a la otra orilla del lago Tiberí­ades, les acompaño y ayudó en sus afanes, calmó la tempestad y les anunció, además, que serí­an con el tiempo “pescadores de hombres”.

Si los apóstoles citados representan el mundo de la pesca bien podemos decir que S. Pablo, el apóstol de los Gentiles, representa el mundo de la navegación mercante por los muchos viajes que realizó en barco. Baste recordar la II Corintios (v. 25): “tres veces naufragué; un dí­a y una noche pasé en el mar…”
La Iglesia sigue el ejemplo del Maestro y quiere estar cerca de este mundo de la mar. El pueblo cristiano marinero honra la memoria de santos como San Telmo (Beato Pedro González) del que recuerdan su ejemplo y milagros y al que veneran como a su patrón. Nuestras cofradí­as de pescadores, algunas de ellas muy antiguas, se inspiraron en valores cristianos.

El papel histórico del mar en la propagación de la fe es evidentemente fundamental.

Toda nuestra costa está llena de iglesias y santuarios dedicados a la Virgen y es en ellos donde grandes navegantes nuestros quisieron que se celebraran misas en sufragio de sus almas.

La Iglesia y el mundo del mar hoy
El Apostolado del Mar tiene el reto de evangelizar un mundo marí­timo de enorme, compleja y grave problemática. La actividad del AM se desarrolla especialmente en dos campos: la Pesca y la Marina Mercante. La marina de guerra tiene su propia pastoral y la marina de recreo no entra tampoco dentro de la actividad ordinaria del AM.

1. El mundo de la pesca
Este mundo de la pesca ha sufrido en los últimos 50 años unas dramáticas convulsiones sin parangón en la historia. De una pesca en gran parte artesanal se ha pasado a una pesca industrial de amplí­sima capacidad tecnológica, cuya ambición y falta de control ha originado una temible crisis global de los recursos pesqueros.

En este tiempo los paí­ses ribereños se han creí­do amenazados por la pesca de otros paí­ses y se han adueñado por ello de una extensa zona marí­tima (200 millas de zona económica exclusiva) sobre la que ejercen un riguroso control.

Paí­ses como el nuestro se enfrentan a la paradoja de tener una gran capacidad pesquera y de no poder acceder a los caladeros tradicionales que la mantení­an. La flota de altura no es hoy ni la tercera parte de lo que era hace veinte años.

La crisis mundial de los caladeros de pesca, muchos de ellos ya agotados, reclama urgentemente un cambio radical de actitud. El pescador-cazador debe dar pa-so al pescador-agricultor. Ya no se puede pescar todo lo que se quiera y pueda, sino lo que permita la renovación y conservación de los recursos pesqueros, que, respetándolos como a un ser vivo, servirán para alimentar un mundo cada vez más necesitado de comida y, más aún, de una justa distribución de la misma.

En nuestro mundo de la pesca tenemos una problemática humana digna de mención. La legislación pesquera es a menudo inadecuada o inefectiva.

El trabajo se prolonga sin control y sin la retribución debida. El riesgo y el cansancio laboral son causa de un elevado número de accidentes y muertes en la mar. La asistencia sanitaria es muy deficiente. El pescador alega con pasión que el pescado vale más que una vida humana.

La convivencia a bordo es en algunos barcos difí­cil: se realiza en espacios reducidos, no pensados para largas campañas de pesca, con meses sin ver tierra, con camarotes insalubres, unas relaciones laborales ásperas, con el recuerdo constante del propio hogar, del que no se tienen noticias. Todo ello puede llevar por acumulación a desequilibrios psicológicos, a la soledad moral, a actitudes claustrofóbicas y agresivas.

Estas situaciones varí­an según barcos y circunstancias, pero hay una gran base real que pesa sobre los pescadores hasta el punto de que la gran mayorí­a de ellos ni quiere ni permite que sus hijos sigan sus pasos.

2. El mundo de la marina mercante
Los paí­ses industrializados utilizan “banderas de conveniencia”, es decir, de paí­ses extraños con poca carga fiscal y menor control laboral. Estos barcos (“piratas”, en la jerga marinera) permiten contratar marineros más baratos y manejables, mezclar diferentes nacionalidades y culturas dentro del mismo barco, incumplir normas internacionales de seguridad, etc. Todo ello ha hecho cambiar el panorama humano del mar. Hoy en dí­a la inmensa mayorí­a de los marinos lo son de paí­ses del Tercer Mundo. Muchos de estos barcos son viejos e inseguros y causan un desproporcionado número de tragedias humanas. Los gigantescos petroleros actuales, muchos de ellos con estas banderas de conveniencia pueden originar catástrofes naturales de enorme impacto ecológico, como las famosas “mareas negras”.

Nuestra flota mercante ha bajado enormemente estos años y con ella el número de los profesionales de la mar. Todo ello ha incidido, asimismo, de manera muy negativa en la industria naval.

En este mundo de la mercante se da el caso peculiar de los grandes buques trasatlánticos que han pasado de ser buques de pasajeros (de “pasaje” trasatlántico) a buques de crucero turí­stico. Esta industria es, actualmente, muy floreciente y mira con optimismo el futuro. Sin embargo, debajo de las relucientes cubiertas de pasajeros hay todo un mundo abigarrado de tripulantes del tercer mundo en condiciones laborales muy penosas, aislados entre sí­ y cuya situación, muy poco romántica, pasa desapercibida totalmente a los ojos de la sociedad “turí­stica”.

Muchas de las situaciones señaladas arriba para la pesca se dan también en la mercante. La permanencia en la mar hace imposible la participación del marino en los órganos decisorios de la vida comunitaria (ayuntamiento, parroquia, asociaciones, etc..) lo cual le lleva a una actitud indiferente respecto a la sociedad, sabedor que se piensa y se decide sin él. El marino está “de paso” en tierra y no se integra ni se compromete en acciones responsables y duraderas que no puede asumir.

3. La familia. El hombre de mar
La relación con la familia adolece también de falta de integración, debido a las largas ausencias y cortas estancias en el hogar del marido y padre, con todo lo que ello supone de negativo para la vida matrimonial: falta de relación conyugal, soledad, infidelidad…

En lo que atañe a la relación con los hijos, el marino se encara con el dilema de ser el “ogro” que viene a castigar (“ya verás cuando venga tu padre…”) o el “padrazo” que todo lo consiente (“no voy a amargarme los pocos dí­as que estoy en casa”). Las esposas (“viudas de vivos” al tener que asumir el doble papel de madre y padre en la ausencia de éste último, pueden terminar por anular o inhibir en gran medida la acción paterna cuando éste vuelve a casa. El marino, hecho ya a una vida tan distinta como es la de un barco, puede encontrarse como un extraño en su propia casa, lo que trae consigo problemas que a veces pueden ser muy graves.

La personalidad del hombre de mar queda indeleblemente marcada por su vida en la mar, que le da un profundo sentido de identidad de clase. Los marinos clasifican corrientemente a las personas en dos clases fundamentales: “los de la mar” y “los de tierra”. No toleran fácilmente las complicadas reglas de éstos últimos. Su lenguaje, en la mar sobre todo, es directo y rotundo. Lo mismo que es su valoración de las personas. Hay pocos entre ellos que sean frí­os de carácter, pero sí­ muchos que son impulsivos, emocionales y generosos. (¿No era así­ S. Pedro?).

4. Planteamiento y respuesta del Apostolado del Mar
La difí­cil situación del mundo marí­timo ha tenido un reflejo en la propia marcha del AM. La transición socio-polí­tica y eclesial que hemos padecido tras el Concilio ha herido al AM con un largo perí­odo de tensión interna, radicalismo social y de sensación de ir a la deriva.

Sin embargo, en nuestra memoria quedan encomiables servicios que recibieron los marinos. En tiempos nada fáciles ocupó primeros puestos en el campo social a través de sus hombres y publicaciones; luchó, como nadie, apoyado en equipos de esposas de marinos, por hacer verdad el lema “menos dí­as de mar y más de hogar”. Agentes del AM fueron los creadores del “Sindicato Libre de la Marina Mercante”. A destacar igualmente la presencia cristiana a bordo de los marinos militantes de la JMC (Juventud Marí­tima Cristiana) y la labor realizada por el AM en puertos lejanos donde recalaban nuestros pesqueros de gran altura, sobre todo los 30 años (1961-1990) de presencia continua en Terranova, especialmente en la diminuta isla de St. Pierre et Miquelon. Sin olvidar la numerosa presencia, hoy añorada, de los capellanes que, en número cercano a los 20, embarcaron en pesqueros y mercantes de todo tipo.

Actualmente el AM es un movimiento que, dentro de su debilidad, va creciendo. Escasean personas, capellanes o laicos, comprometidas y liberadas. Falta no poca sensibilización en muchas diócesis costeras, que apenas han secundado los deseos y mandatos explí­citos de la Iglesia. Demasiadas parroquias costeras, que incluyen en su seno a familias marineras, llevan una pastoral que ignora al marino, que en sus cortas estancias en tierra frecuenta poco o nada la iglesia.

La presencia más conocida del AM en todas partes es, sin duda, la de los bien conocidos clubes “Stella Maris”. Su labor tiene varias facetas: asistencia social y laboral (ésta última muy bien organizada en Barcelona), actividades culturales varias: servicio de biblioteca, juegos de mesa, deportes, excursiones, etc.

Mención especial merece el servicio del teléfono. El ansia de todo marino por hablar de manera privada con los suyos, que están lejos, es algo que hay que vivirlo para poder apreciarlo. Recuerdo en los años que estuve en Terranova que bastaba la entrada de una pareja de bacaladeros (unos 50 hombres) para que el gasto del teléfono pasara de las cien mil pesetas en un solo dí­a.

Pero no se puede poner en cifras la acogida humana y fraterna de los “Stella Maris” que se dispensa a todo marino, sin distinción alguna.

La asistencia especí­ficamente religiosa se realiza de diversa forma: las visitas a los barcos en puerto, distribución de material religioso, celebraciones litúrgicas a bordo y en el Stella, que se convierte en la parroquia misionera del puerto y el “corazón” humano del mismo.

El Apostolado del Mar cuenta desde hace una docena de años con un magní­fico “Proyecto Evangelizador del Apostolado del Mar”, editado por la Comisión Episcopal de Migraciones, que constituye un documento excepcional de referencia de nuestro AM.

No hay duda (la misma experiencia ya nos lo ha demostrado) de que siempre tenemos que volver a las raí­ces sólidas de la fe para que no perdamos el rumbo y andemos al garete, desvirtuando nuestro proyecto evangelizador por una descafeinada organización humanitaria o en un dañino radicalismo socio-polí­tico.

Sí­, podemos decir como los apóstoles que “hemos estado bregando toda la noche”, nos hemos afanado desplegando una gran actividad, pero “no hemos pescado nada”, no salimos de este marasmo pagano, apenas vemos resultados raquí­ticos. Y es que fallamos en la segunda parte de las palabras de Simón (Lucas, 10, 5: “pero, en tu palabra, echaré las redes”), cambiando de lado: “echad la red a la derecha de la barca (a estribor, dirí­amos, porque trabajaban por el lado izquierdo, por babor) y encontraréis” (Juan, 21, 6).

José Beobide

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios “MC”, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización

Masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie de la Tierra; generalmente significa masa de agua salada más pequeña que un océano, aunque a veces puede referirse a un lago. El agua cubre más de un 70% de la superficie terrestre.

Jehová, su Creador y el que lo domina. La Biblia llama a Jehová repetidas veces Creador de los mares, que fueron separados de la tierra seca en el tercer dí­a creativo. (Gé 1:9, 10, 13; Ne 9:6; Hch 4:24; 14:15; Rev 14:7.) También menciona que El tiene poder sobre el mar y lo controla. (Job 26:12; Sl 65:7; 89:9; Jer 31:35.) Cuando su Hijo estuvo en la Tierra, Dios le dio autoridad para dominar el mar. (Mt 8:23-27; Mr 4:36-41; Jn 6:17-20.) El control que Dios tiene de los mares se demuestra por la manera como las costas y las mareas hacen que el mar se mantenga dentro de sus lí­mites establecidos como si hubiese unas puertas que le sirviesen de barricada. (Job 38:8-11; Sl 33:7; Pr 8:29; Jer 5:22; véase ARENA.) Tanto este hecho como el papel que el mar desempeña en el ciclo del agua de la Tierra (Ec 1:7; Am 5:8) lo convierten en un ejemplo de las obras maravillosas de Jehová. (Sl 104:24, 25.) Hablando de manera poética, hasta los mares toman parte en alabar a su Creador. (Sl 96:11; 98:7.)

Los mares de la zona de Israel. El mar más importante de la zona de Israel era el mar Mediterráneo, también llamado †œmar Grande†, †œmar occidental† o simplemente †œel Mar†. (Jos 1:4; Dt 11:24; Nú 34:5.) Otros eran el mar Rojo o mar de Egipto (Ex 10:19; Isa 11:15); el mar Muerto, también llamado mar Salado, mar del Arabá o †œmar oriental† (Dt 3:17; Eze 47:18), y el mar de Galilea, mar de Kinéret o mar de Tiberí­ades. (Mt 4:18; Nú 34:11; Jn 6:1; véanse GALILEA, MAR DE; MAR GRANDE; MAR ROJO; MAR SALADO.) Para determinar la masa de agua en particular a la que se alude en cierta referencia bí­blica con la expresión †œel mar†, hay que remitirse al contexto. (Ex 14:2 [compárese con 13:18]; Mr 2:13 [compárese con el vs. 1].) A veces el término hebreo para †œmar† también se aplica a rí­os. (Jer 51:36 [hablando del Eufrates]; Isa 19:5 [el Nilo].)

El abismo. Según el Greek and English Lexicon to the New Testament (de Parkhurst, Londres, 1845, pág. 2), la palabra griega á·bys·sos, que significa †œmuy o sumamente profundo† y que a menudo se traduce †œabismo†, en algunas ocasiones se refiere al mar, o se le compara a él, debido a su gran profundidad, a veces casi insondable. (Ro 10:6, 7; compárese con Dt 30:12, 13.) En Revelación 11:7 se habla de manera simbólica de la †œbestia salvaje que asciende del abismo†, mientras que en Revelación 13:1 se dice que asciende del †œmar†. (Véase ABISMO.)

Origen de la vida marina. El relato de Génesis informa que la vida marina y las criaturas voladoras constituyeron la primera vida animal de la Tierra. Lee así­: †œY pasó Dios a decir: †˜Enjambren las aguas un enjambre de almas vivientes, y vuelen criaturas voladoras por encima de la tierra sobre la faz de la expansión de los cielos†™. Y Dios procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente que se mueve, los cuales las aguas enjambraron según sus géneros, y toda criatura voladora alada según su género. Y llegó a ver Dios que era bueno. Con eso los bendijo Dios, y dijo: †˜Sean fructí­feros y háganse muchos y llenen las aguas en las cuencas de los mares, y háganse muchas las criaturas voladoras en la tierra†™. Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un dí­a quinto†. (Gé 1:20-23.)
Cuando Dios dijo †œenjambren las aguas†, no estaba dejando la formación de la vida a los mares, para que estos dieran lugar a una forma de vida primigenia de la que evolucionaran todos los animales. El relato también dice que †œDios procedió a crear [criaturas marinas] […] según sus géneros†. En la creación de los animales terrestres durante el †˜sexto dí­a†™, Dios dijo: †œProduzca la tierra almas vivientes según sus géneros†. Dios no mandó al mar que produjera organismos vivos para la tierra, o que estos organismos evolucionaran del mar, sino que †œprocedió a hacer† cada género especialmente para el hábitat que tení­a que ocupar. (Gé 1:24, 25.)

Uso ilustrativo. Mientras que la Tierra Prometida habrí­a de abarcar †œdesde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos [el mar Mediterráneo] y desde el desierto hasta el Rí­o [Eufrates]†, el dominio del rey mesiánico se extenderí­a †œde mar a mar y desde el Rí­o hasta los cabos de la tierra†, lo que parece referirse al entero orbe. (Ex 23:31; Zac 9:9, 10; compárese con Da 2:34, 35, 44, 45.) Mateo y Juan aplican a Jesucristo la profecí­a de Zacarí­as en la que se cita del Salmo 72:8. (Mt 21:4-9; Jn 12:12-16.)

Ejércitos que inundan. Jeremí­as comparó el sonido de los que atacaron Babilonia con †œel mar que está bullicioso†. (Jer 50:42.) Por consiguiente, cuando predijo que †œel mar† subirí­a sobre Babilonia, debió referirse a la inundación de tropas de ataque bajo los medos y los persas. (Jer 51:42; compárese con Da 9:26.)

Masas alejadas de Dios. Isaí­as asemejó a las personas inicuas de la Tierra, las masas alejadas de Dios, al †œmar que está siendo agitado, cuando no puede calmarse, cuyas aguas siguen arrojando alga marina y fango†. (Isa 57:20.) En Revelación 17:1, 15 se dice que las †œaguas† sobre las que †œestá sentada† Babilonia la Grande significan †œpueblos y muchedumbres y naciones y lenguas†. Isaí­as también profetizó en cuanto a la †œmujer† de Dios, Sión, diciendo: †œPorque a ti se dirigirá la riqueza del mar; los recursos mismos de las naciones vendrán a ti†. (Isa 59:20; 60:1, 5.) Estas palabras parecen significar que muchas personas de las multitudes de la Tierra se volverí­an hacia la †œmujer† simbólica de Dios.
Daniel describió cuatro †œbestias† que salieron †œdel mar† y reveló que simbolizaban reyes o reinos polí­ticos. (Da 7:2, 3, 17, 23.) De manera similar, Juan habló de una †œbestia salvaje que ascendí­a del mar†, es decir, de la extensa parte de la humanidad que está separada de Dios; el que mencione, en lenguaje simbólico, unas diademas y un trono indica que esta bestia que sale del †œmar† también simboliza una organización polí­tica. (Rev 13:1, 2.) Juan también vio en visión el tiempo en que habrí­a †œun nuevo cielo y una nueva tierra†, y el †œmar†, es decir, las masas turbulentas de personas alejadas de Dios, ya no serí­an más. (Rev 21:1.)

Personas sin fe. El discí­pulo Santiago compara a la persona sin fe y que tiene dudas cuando ora a Dios a †œuna ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra†. No reconoce ni aprecia la maravillosa generosidad y bondad de Jehová. †œNo vaya a figurarse ese hombre que recibirá cosa alguna de Jehová; es un hombre indeciso, inconstante en todos sus caminos†, dice Santiago. (Snt 1:5-8.)

Hombres inmorales. Judas, hermano de Santiago, advierte a sus compañeros cristianos del gran peligro al que se enfrentarí­an por causa de los hombres inicuos que se infiltrarí­an en la congregación con el propósito de introducir corrupción moral. Les llama †œolas bravas del mar, que lanzan como espuma sus propias causas de vergüenza†. (Jud 4-13.) Judas posiblemente pensaba en una expresión anterior de Isaí­as (57:20), y puede que estuviera describiendo de manera figurada la indiferencia temeraria y apasionada de tales personas hacia las leyes de Dios y su proceder degradado y lascivo al precipitarse contra las barreras morales constituidas por Dios. La nota del Commentary de Cook sobre Judas 13 explica: †œArrojan a la vista pública el fango y la suciedad de sus excesos […]. Sí­, estos hombres lanzan como espuma sus propias acciones vergonzosas, y las arrojan para que todos las vean y culpen así­ a la Iglesia de las maldades de estos cristianos profesos†. Otro comentarista dice: †œLo que ellos imparten es tan insustancial y carente de valor como la espuma de las olas del océano, y no es sino una proclamación de su propia vergüenza†. (Barnes†™ Notes on the New Testament, 1974; compárese con la descripción que Pedro hace de tales hombres en 2Pe 2:10-22.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

yam (µy: , 3220), “mar; océano”. Este vocablo tiene cognados en arameo, acádico, ugarí­tico, fenicio y etiópico. Se encuentra unas 390 veces en todos los perí­odos del hebreo bí­blico. El término se refiere a masas de agua a diferencia de las masas de tierra (continentes e islas) y de la extensión del cielo: “Porque en seis dí­as hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Exo 20:11). Cuando se usa en este sentido, yam significa “océano”. Este es su significado en Gen 1:10, la primera vez que aparece; se puede escribir tanto en singular como nombre colectivo o en plural, como en este caso: “A la parte seca llamó Dios “Tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó”Mares”” (rv 95). Yam puede aplicarse a “mares” sean estos de aguas dulces o saladas. El Mar Grande es el Mediterráneo: “Vuestro territorio será desde el desierto y el Lí­bano hasta el gran rí­o, el rí­o Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el mar Grande, donde se pone el sol” (Jos 1:4 rva). También se le llama mar de los filisteos (Exo 23:31) o “mar occidental” (Deu 11:24 rvr; “la mar postrera” rv). El Mar Muerto se llama Mar Salado (Gen 14:3), el Arabá (Deu 3:17 rvr; “mar del llano” rv) y mar oriental (Eze 47:18). Esto indica que yam puede referirse a agua salada en el interior de una masa terrestre. También puede señalar un lago o “mar” de agua dulce como el Mar de Galilea: “La frontera †¦ descenderá y se extenderá sobre el costado oriental del mar Quinéret” (Num 34:11 rva). El vocablo se usa a veces con la acepción de oeste o hacia el oeste, es decir, en dirección al Mar Grande: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente” (Gen 13:14). En Gen 12:8 (rva) yam quiere decir “del lado oeste”: “Después se trasladó a la región montañosa al oriente de Betel y extendió allí­ su tienda, entre Betel al oeste y Hai al este”. Además de orientación, el vocablo se puede usar en términos de ubicación: “Dio la vuelta hacia el lado occidental” (Eze 42:19 rva). Exodo 10.19 (rva) usa yam como calificativo de “viento”: “Jehová hizo soplar un fortí­simo viento del occidente que llevó la langosta y la arrojó al mar Rojo”. Yam se usa también para designar la fuente de bronce que estaba precisamente frente al Lugar Santí­simo: “Los caldeos hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban en la casa del Señor, y las basas y el mar de bronce que estaban en la casa del Señor, y llevaron el bronce a Babilonia” (2Ki 25:13 lba). También se llamaba “mar de metal fundido” (1Ki 7:23 lba) o simplemente el “mar” (Jer 27:19). Yam se usa para los grandes rí­os como el Nilo: “Y las aguas del mar faltarán, y el rí­o se agotará y secará” (Isa 19:5). Esta declaración se encuentra en medio de una profecí­a sobre Egipto. Por tanto, “el rí­o” es el Nilo; y puesto que el término “rí­o” se encuentra en paralelismo directo con “mar”, este vocablo también se refiere al Nilo. En Eze 32:2 (rva) se usa yam para las afluentes del delta del Nilo: “Tú eres como el monstruo de los mares; irrumpes en tus rí­os, agitas las aguas con tus pies y enlodas sus corrientes [yam]”. El mismo término se usa en relación con el rí­o Eufrates (Jer 51:36). En algunos casos la palabra yam puede referirse al dios cananeo Yamm: “Por sí­ solo extiende los cielos y camina sobre las ondas del mar”(Job 9:8 rva). Si esta declaración se puede entender como una referencia a Yamm, se traducirí­a: “Y pisotea las espaldas de Yamm”. No obstante, el paralelismo entre “cielos” y “mar” nos lleva a concluir que aquí­, al menos, se está hablando literalmente del “mar”. Hay más posibilidades de encontrar a Yamm en Psa 89:9-10, donde se califica al vocablo como enemigo de Dios, así­ como a la diosa Rahab: “Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando sus olas se levantan, tú las sosiegas. Tú quebrantaste a Rahab como a un cadáver; con el brazo de tu poder esparciste a tus enemigos” (rva). Nótese particularmente Job 7:12 (rva): “¿Acaso soy yo el mar [yam] o el monstruo marino, para que me pongas bajo guardia?” (cf. Job 26:12; Psa 74:13).

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

1. thalassa (qavlassa, 2281), se usa: (a) principalmente en sentido literal, p.ej., el Mar Rojo (Act 7:36; 1Co 10:1; Heb 11:29); el mar de Galilea o de Tiberias (Mat 4:18; 15.29; Mc 6.48,49, donde los actos de Cristo constituyeron testimonio de su deidad; Joh 6:1; 21.1); en general (p.ej., Luk 17:2; Act 4:24; Rom 9:27; Rev 16:3; 18.17; 20.8,13; 21.1); en combinación con el Nº 2 (Mat 18:6); (b) metafóricamente, de los hombres impí­os descritos en Jud_13 (cf. Isa 57:20); (c) simbólicamente, en la visión apocalí­ptica de “un mar de vidrio, semejante al cristal” (Rev 4:6), emblemático de la pureza y santidad inmutables de todo lo que pertenece a la autoridad y a los tratos judiciales de Dios; en 15.2, lo mismo, “mezclado con fuego” y, en pie “sobre el mar de vidrio”, aquellos que habí­an alcanzado la victoria sobre la bestia (cf. cap. 13); de la condición agitada y desatada de las naciones (Rev 13:1; véase 17.1,15); en 13.1, no es “me paré”, referido a Juan (RV, RVR, Besson), sino “y se paró” (RVR77, LBA; VM: “y estaba de pie”), referido al Dragón; de hecho, la NVI traduce más libremente: “Y el dragón se puso de pie sobre la orilla del mar”; de en medio de este estado surge la bestia, simbólica del último poder gentil, dominando las naciones federadas del mundo romano (véase Dn, caps. 2; 7, etc.). Nota: Para el cambio de “el mar” en Deu 30:13 a “el abismo” en Rom 10:7, véase ABISMO. 2. pelagos (pevlago”, 3989), el mar profundo, lo profundo. Se traduce “lo profundo” en Mat 18:6, y se usa del mar de Cilicia en Act 27:5: Véase PROFUNDO.¶ Pelagos significa “la gran expansión de mar abierto”, y thalassa, “el mar en contraste con tierra firme” (Trench, Synonyms,¶xiii). Notas adicionales: (1) Para bathos, traducido “mar adentro” en Luk 5:4, véase PROFUNDIDAD; (2) buthos, profundidad, se usa en el NT solo en su sentido natural, del mar (2Co 11:25); véase ALTO, B, Nota;¶ (3) enalios, “en el mar”, lit.: de pertenecer a la mar salada (de jals, sal), aparece en Jam 3:7 “de seres del mar”;¶ (4) kuma, propiamente “olas”, se traduce “con la violencia del mar”, lit.: “con la violencia de las olas”; cf. VM. Véanse OLA, ONDA.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Los israelitas, a diferencia de los griegos y de los fenicios, no eran un pueblo de marinos. Las empresas marí­timas de Salomón (lRe 9,26) y de Josafat (22,49) no tuvieron continuidad. Fue necesaria la experiencia de la *dispersión para que las “islas” entraran en el horizonte geográfico de Israel (Is 41,1: 49,1) y para que los judí­os se acostumbraran a los largos viajes marí­timos (Jon 1,3). En la época del NT era ya cosa hecha (Mt 23,15), y Pablo, judí­o de la dispersión, hallaba muy natural surcar el Mediterráneo para anunciar el Evangelio. Sin embargo, ya en la época más remota, figura el mar en los textos bí­blicos con una significación religiosa determinada.

1. Del monstruo mí­tico a la criatura de Dios. Todo hombre experimenta ante el mar la sensación de un poder formidable, imposible de domar, terrible cuando se desencadena, amenazador para los marinos (Sal 107.23-30) como para las poblaciones ribereñas a las que amenaza siempre con anegar (cf. Gén 7,11s; 9,11.15). A este mar, a este océano cósmico que circunda al continente lo personificaba la mitologí­a mesopotámica bajo la forma de una *bestia monstruosa; con el nombre de Tiamat, este dragón representaba a los poderes caóticos y devastadores a los que Marduk, el dios del orden, debí­a reducir a la impotencia para organizar el cosmos. La mitologí­a de Ugarit oponí­a asimismo a Yam, el dios-mar, a Baal, en una lucha por la soberaní­a del mundo divino.

En la Biblia, por el contrario, el mar queda reducido al rango de mera criatura. En el relato clásico de la *creación divide Yahveh en dos las aguas del abismo (Tehom) como hací­a Marduk con el cuerpo de Tiamat (Gén I,6s). Pero la imagen está completamente desmitizada, pues ya no hay lucha entre el Dios todopoderoso y el caos acuoso de los orí­genes. Yahveh, al organizar el mundo, impuso a las aguas de una vez para siempre un lí­mite que ya no franquearán sin orden suya (Gén 1,9s; Sal 104,6-9; Prov 8,27ss). Los libros de sabidurí­a se complacen en describir este o:den del mundo, en el que ocupa su lugar el mar, utilizando para ello los datos de una ciencia elemental: la tierra reposa sobre las aguas de un abismo inferior (Sal 24,2), que se elevan a través de la misma para alimentar las fuentes (Gén 7,11; 8,2; Job 38,16; Dt 33,13) y que comunican con las del océano. Así­ se sitúa al mar en su puesto entre las criaturas y se le invita, con todas las demás, a celebrar a su creador (Sal 69,35; Dan 3,78).

2. El simbolismo religioso del mar. En esta perspectiva doctrinal muy firme pueden los autores sagrados volver sin ningún peligro a las viejas imágenes mí­ticas despojadas ya de su veneno. El mar de bronce (lRe 7,23ss) introduce quizás en el culto del templo el simbolismo cósmico del océano primordial, si es cierto que tal mar es su representación. Pero la Biblia utiliza más bien otra categorí­a de sí­mbolos. Las aguas de la sima marina le proporcionan la imagen más elocuente de un peligro mortal (Sal 69,3), pues su fondo se considera vecino al seol (Jon 2,6s). Finalmente, un aire de fuerza maligna, desordenada, orgullosa, sigue cerniéndose en torno al mar y ocasionalmente es representado por la figura de bestias mitológicas. Entonces simboliza los poderes’ adversos, a los que Yahveh debe vencer para hacer que triunfe su designio.

Esta imaginerí­a épica conocí­a tres aplicaciones. En primer lugar, la actividad creadora de Dios se evoca a veces poéticamente bajo los rasgosde un combate primordial (Is 51,9; Job 7,12; 38,8-11; cf. *bestias). Más a menudo el sí­mbolo es historicizado. Así­ la experiencia histórica del Exodo, en que Yahveh secó el mar Rojo para abrir un camino a su pueblo (Ex 14-15; Sal 77,17.20; 114,43.5) aparece como una victoria divina sobre el dragón del gran abismo (Is 51,10); igualmente el rugido de las naciones paganas rebeladas contra Dios se asimila al rumor de los mares (Is 5,30; 17,12). Finalmente, ea los apocalipsis tardí­os las potencias satánicas con que Dios se enfrentará en un último combate vuelven a asumir rasgos análogos a los de la Tiamat babilónica : son bestias que suben del gran abismo (Dan 7,2-7). Pero el creador, cuya *realeza cósmica supo desde los orí­genes domar la soberbia del mar (Sal 65,8; 89,10; 93,3s), posee también el dominio de la historia, en la que todas las fuerzas del desorden se agitan en vano. 3. Cristo y el mar. El simbolismo religioso del mar no se ha perdido en el NT. Esto se percibe incluso en los Evangelios. El mar sigue siendo el lugar demoní­aco adonde van a precipitarse los puercos hechizados (Mc 5,13 p). El mar, desencadenado, sigue atemorizando a los hombres; pero Jesús manifiesta frente a él la potencia divina que triunfa de los elementos: se dirige a los suyos caminando sobre el mar (Mc 6,49s; Jn 6,19s), o .también lo calma con una palabra que lo exorciza: “¡Calla! ¡Enmudece!” (Mc 4,39s), y los discí­pulos reconocen en este signo que hay en él un poder sobrehumano (4,41).

Finalmente, el Apocalipsis no se contenta con poner en relación con el mar a los poderes malignos con que Cristo señor debe enfrentarse en el transcurso de la historia (Ap 13,1; 17,1). Describiendo la nueva creación, en la que se ejercerá su realeza con plenitud, evoca un dí­a extraordinario en el que “ya no habrá mar” (21, 1). El mar desaparecerá, pues, en cuanto abismo satánico y fuerza de desorden. Pero allá en lo alto subsistirá ese mar de cristal (4,6) que se extiende hasta perderse de vista delante del trono divino, sí­mbolo de una paz luminosa en un universo renovado.

-> Anticristo – Bautismo – Bestia – Creación – Agua – Exodo – Soberbia.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

(heb. yām; gr. thalassa y pelagos; este último término, que significa “mar abierto”, solamente aparece una vez, Hch. 27.5).

El mar que predomina en el AT es, naturalmente, el Mediterráneo. Más aun, la voz yām quiere decir, también, “oeste”, “hacia el oeste”, o sea “rumbo al mar”, por la posición geográfica del Mediterráneo en relación con Palestina. Se llama al Mediterráneo “el gran mar” (Jos. 1.4), “el mar occidental” (Dt. 11.24), y “el mar de los filisteos” (Ex. 23.31).

Otros mares que menciona el AT son el mar Rojo, lit. “mar de las cañas” (Ex. 13.18); el mar Muerto, lit. “mar de sal” (°vrv2 “Mar Salado”; Gn. 14.3); el mar de Galilea, lit. “mar de kinnereṯ” (Nm. 34.11). También se emplea la voz yām para los ríos particularmente anchos, como el Éufrates (Jer. 51.35s) y el Nilo (Nah. 3.8). Se la usa para el gran recipiente en el atrio del templo (1 R. 7.23).

Como sería de esperar, la voz neotestamentaria thalassa se aplica a los mismos mares mencionados por el AT.

Los hebreos mostraron poco interés o entusiasmo por el mar. Probablemente su miedo al océano se originó en la antigua creencia semítica de que la profundidad personificaba el poder que luchaba contra la deidad. Pero para Israel el Señor era el creador de los mares (Gn. 1.9s), y por lo tanto el que lo controlaba (Sal. 104.7–9; Hch. 4.24). Él lo obliga a actuar para bien del hombre (Gn. 49.25; Dt. 33.13) y a alabar a Dios (Sal. 148.7). En el lenguaje figurado de Isaías (17.12) y Jeremías (6.23), el mar está completamente sujeto a Dios. Muchas de las manifestaciones del poder milagroso del Señor estuvieron relacionadas con el mar (Ex. 14–15; Sal. 77.16; Jon. 1–2). Así, también, cuando Cristo caminó sobre el mar y calmó la tormenta (Mt. 14.25–33); cf. G. Bornkamm, “The Stilling of the Storm in Matthew”, en G. Bornkamm, G. Barth y H. J. Held, Tradition and Interpretation in Matthew, 1963, pp. 52ss). El triunfo final de Dios verá la desaparición del mar en el mundo venidero (Ap. 21.1)

Bibliografía. C. Westermann, “Océano”, °DTMAT, t(t). II, cols. 1286–1292; O. Bocher, “Agua”, °DTNT, t(t). I, pp. 67–73; G. Camps, “Mar”, °EBDM, t(t). IV, cols. 1274–1276; W. Kornfeld, “Mar”, °DTB, 1967, cols. 614–616; L. Arnaldich, El origen del mundo y del hombre según la Biblia, 1958, pp. 40–92.

J.G.S.S.T.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico