MISIONOLOGIA

El tratado teológico sobre la misión “ad gentes”

Se llama “misionologí­a” al tratado teológico sobre la misión, pero en la perspectiva de la evangelización o misión “ad gentes”. De hecho, todo tratado teológico, por estar basado en el misterio de Cristo, hace alguna referencia a la misión y redención universal de Cristo. Y también es una realidad permanente la acción misionera de la Iglesia desde sus inicios. Pero el estudio sistemático de la misión es reciente (final del siglo XIX y principios del siglo XX).

La ciencia misionológica ha evolucionado, a veces incluso formando diversidad de escuelas, a partir del objetivo principal que se quiera plantear como preferente el anuncio de la salvación en Cristo (llamando a la conversión y a la fe) o la implantación de la Iglesia. Actualmente los acentos recaen o en una dimensión más cristológico-eclesial (con derivaciones antropológicas y culturales) o también en una dimensión más trinitaria y pneumatológica. De hecho, en los contenidos neotestamentarios aparecen todos estos aspectos. La teologí­a misionera está llamada a armonizarlos.

El estudio de la misionologí­a se encuadra en el conjunto de los tratados teológicos, evitando doblajes innecesarios. Habrá que ir a beber en los tratados teológicos clásicos (Dios creador, Trinidad, cristologí­a, eclesiologí­a, gracia, sacramentos…), puesto que la misión tiene dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, antropológica, etc. A partir de estos principios más dogmáticos, se ha de pasar al campo metodológico (pastoral misionera) y vivencial (espiritualidad misionera).

La distribución actual del tratado de misionologí­a

Hoy se admite por parte de los teólogos, que se puede elaborar un tratado autónomo de teologí­a misionera. Ello no dispensa de presentar la función (“kerigmática”, evangelizadora) en cada uno de los tratados fundamentales de la teologí­a. La misionologí­a propiamente dicha presta atención a cuestiones que merecen tratarse con más amplitud y con una sí­ntesis armónica el origen de la misión, la transmisión por Cristo a la Iglesia, la implantación de la Iglesia, la acción evangelizadora, los evangelizadores (vocaciones, formación, espiritualidad), las situaciones actuales (misiografí­a), la historia de la evangelización, el derecho misional, la religiones no cristianas (fenomenologí­a y filosofí­a de la religión), el significado de la cultura y diversidad de culturas, los responsables y ví­as operativas de la misión (pastoral), cooperación y animación misionera, el estilo de vida o espiritualidad de los evangelizadores, etc. Algunas ciencias auxiliares ayudarán a encuadrar la perspectiva de la misión, como es el caso de las ciencias etnológicas y antropológicas.

Estas cuestiones misionológicas pueden encuadrarse en tres grandes niveles teológico-dogmático (la naturaleza de la misión, su fundamento bí­blico y sus dimensiones), teológico-pastoral (la acción misionera con todas sus implicaciones históricas y sociológicas) y teológico-espiritual (la vocación y las actitudes del apóstol). La formación misionera, también en este plano teológico, será una gran ayuda para suscitar la responsabilidad misionera personal y comunitaria, así­ como para la animación misionera de la comunidad eclesial.

Referencias Animación misionera, evangelización, formación misionera, misión, misión “ad gentes”, teologí­a.

Lectura de documentos AG 25-26; EN; RMi 83.

Bibliografí­a AA.VV. Dizionario di Missiologia (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1993); AA.VV., Misión para el tercer milenio, curso básico de Misionologí­a (Roma y Bogotá, PUM, 1992); AA.VV., La misionologí­a hoy (Madrid y Estella, OMP y Verbo Divino, 1987); AA.VV., Following Christ in Mission. A Foundational Course in Missiology (Bombay, Paulines, 1995); D.J. BOSCH, Transforming Mission. Paradigm Chifts in Theology of Mission (New York 1993); A.L. CASTRO, Gusto por la misión, Manual de Misionologí­a (Bogotá. CELAM, 1994); J. ESQUERDA BIFET, Teologí­a de la evangelización ( BAC, Madrid, 1995); K. MÜLLER, Teologí­a de la misión (Estella, Verbo Divino, 1988); A. SANTOS HERNANDEZ, Teologí­a sistemática de la misión (Estella, Verbo Divino, 1991); H. RZEPKOWSKI, Diccionario de Misionologí­a (Estella, EDV, 1997); A. SEUMOIS, Teologia missionaria (Bologna, Dehoniane, 1993); A. WOLANIN, Teologia della missione (Casale Monferrato, PIEMME, 1989).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

1. El Vaticano II exige a los misioneros una formación especial en m. además de los conocimientos generales de teologí­a. El misionero “ha de conocer la doctrina y las disposiciones de la Iglesia sobre la actividad misionera; debe saber qué caminos recorrieron los mensajeros del evangelio en el curso de los siglos; tienen que conocer la situación actual de las misiones y los métodos considerados hoy como más eficaces” (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad gentes, n.° 26). Con ello el concilio ha dado una descripción de la m., que como ciencia aparece relativamente tarde en la teologí­a católica. En el campo protestante aparece en el siglo xix; pasa por su fundador Gustav Warneck (cf. Evangelische Missionslehre, Gotha 21897 hasta 1903). En el campo católico Robert Streit OMI comenzó sus estudios misionológicos en 1902; con su bibliografí­a misional cientí­fica en la Bibliotheca Missionum (Mr-Aachen-Fr 1916ss) pertenece a los fundadores del movimiento de la m. cientí­fica en Alemania. En sus trabajos pudo apoyarse el auténtico iniciador de la m. católica: Joseph Schmidlin, que desde 1914 tuvo la primera cátedra de m. católica en la universidad de Münster. El fundó la Zeitschriftfür Missionswissenschaft (Mr 1911ss; desde 1950 ZMR) y en 1911 el Internationale Institut für Missionswissenschaft. Sus obras principales son: Katholische Missionsgeschichte (Steyl 1925) y Katholische Missionslehre im Grundriss (Mr 1919, 21923).

Desde 1932 hay en Roma institutos de m. en la Gregoriana, en la SC Prop. y en muchos colegios de órdenes religiosas. Tales institutos existen también desde 1944 en Friburgo y España, y desde 1948 en Ottawa y Nimega. Además hay cátedras de m. en Munich, Wurzburgo, Viena, Wáshington, Lovaina, Parí­s y Lyón. En los Paí­ses Bajos, bajo la dirección del cardenal B.J. Alfrink, una comisión elaboró un programa para la configuración misionera de la teologí­a (cf. Het Missiewerk, La Haya 1950-62). La m. posee extraordinarios instrumentos de trabajo en la Bibliotheca Missionum y sobre todo en la Bibliografia missionaria (R 1935ss; hasta 1961, 24 cuadernos), completada por Rommerskirchen.

El Vaticano II ve la tarea de los institutos cientí­ficos de m. sobre todo en la formación de personas competentes para cometidos especiales, las cuales prestan una ayuda a los misioneros con sus conocimientos técnicos (Ad gentes, n.° 26); y exige ante todo una fraternal y magnánima colaboración de todos los institutos cientí­ficos que estudian la m. o materias útiles para las misiones (ibid., n° 34).

Según el Decreto la misión es una tarea de la Iglesia entera y no un cometido especial de las instituciones correspondientes, de las órdenes misioneras y de los misioneros. Aquí­, lo mismo que en Lumen gentium, la Iglesia es entendida dinámicamente, como sacramento de la salvación para todos los hombres, y la tarea de la misión es vista más allá del egoí­smo particular de las Iglesias parciales. De acuerdo con esta concepción de la misión como tarea de la Iglesia entera, también la m. ha de ser entendida, no como una ciencia especial, sino como un cometido de toda la teologí­a.

2. Como ciencia de la tarea misionera de la Iglesia, la m. considera la -a misión bajo diversos aspectos. Dada la complejidad de las actuales ciencias teológicas, no puede dudarse de su legitimidad como ciencia especial, que a su vez se divide en diversos campos particulares; pero aquí­, lo mismo que en las otras disciplinas parciales de la teologí­a, no ha de perderse la visión del conjunto.

a) Como teorí­a de la misión la m. elabora las bases dogmáticas para la acción misional entre los no cristianos, es decir, esclarece el concepto, los presupuestos, las causas, los fines y los sujetos de la misión. Los resultados de este trabajo exigen una nueva fundamentación de la teologí­a de la misión, una nueva reflexión sobre la actividad misionera de la Iglesia mirando a la importancia de las -> religiones no cristianas dentro de la historia de la salvación, así­ como al movimiento ecuménico (en -> ecumenismo, A) dentro de la cristiandad y a la aparición de una coexistencia en la dimensión ideológica y religiosa. Esta tarea, sin duda la más difí­cil, está insinuada en el capí­tulo primero del Decreto sobre las misiones, del Vaticano ii (nº 2-9). La teologí­a de las misiones allí­ desarrollada se funda en la concepción de la Iglesia como sacramento de la salvación para todos los hombres. Ya no se habla de la incorporación de los paganos a la Iglesia, sino de la inserción de la Iglesia en los pueblos y grupos no cristianos (ibid., n° 6, 10). En la Iglesia debe hacerse visible la universal voluntad salví­fica de Dios. Y sobre todo hay que dar razón de por qué este signo visible, la “Iglesia”, también para el mundo actual y en el mundo actual es necesario para la salvación.

b) Como historia de las misiones la m. es una parte especial de la historia de la -> Iglesia, y en cuanto tal tiene el cometido de exponer – sin tendencias apologéticas – la continuidad de la acción misionera de la Iglesia. A este respecto la exposición de los éxitos y fracasos, así­ como la demostración de cómo sus medios y métodos dependen de los hechos externos de las diversas épocas, pueden hacer patente la esencia de la Iglesia como “peregrina”. Para ello, junto a investigaciones particulares, habrí­a que sacar fruto del material reunido por R. Streit ysus seguidores a fin de elaborar una historia de la Iglesia presentándola como historia de las misiones.

c) Como ciencia sobre el actual estado del apostolado misional, la m. incluye entre otras cosas la estadí­stica y la geografí­a. Las estadí­sticas dan información sobre el número de habitantes y su distribución entre las diversas religiones, sobre los grupos eclesiásticos y el número de católicos, sobre las instituciones eclesiásticas, sobre la cuantí­a del apoyo material por parte de la Iglesia universal, etc. Con su ayuda puede determinarse el progreso o el retroceso de las misiones durante un cierto perí­odo de tiempo. La estadí­stica y la geografí­a misionales muestran las condiciones en que se desarrolla la actividad misionera dentro de los diversos paí­ses. Vista así­, la estadí­stica es una indispensable ciencia auxiliar para la actividad misionera de la Iglesia, pues las cifras reflejan el espí­ritu vivo de la Iglesia. El conocimiento de la situación misional es, lo mismo que la teorí­a y la historia de las misiones, el presupuesto necesario para aquella parte de la m. que sirve inmediatamente a la actividad misionera, o sea, para aquella ciencia que intenta responder directamente a la pregunta por el método de la misión.

d) En la m. práctica hay que incluir el derecho misional, que se ocupa de las leyes y disposiciones relativas a las misiones. Pertenecen a este ámbito las cuestiones de derecho canónico acerca de la potestad, la función y la organización central y territorial, así­ como las cuestiones relativas al derecho internacional y al de cada paí­s, y sobre todo el importantí­simo campo del método misionero (pastoral misional). Este aborda muchas cuestiones del apostolado misional, p. ej., el problema de dónde han de ponerse los acentos en la actividad misionera (así­, ¿en el aspecto caritativo o en el escolar y educativo?) por lo que se refiere al progreso social, económico y cultural de los paises subdesarrollados, que plantea grandes y difí­ciles tareas a la Iglesia. Aquí­ también hay que tener en cuenta la susceptibilidad de estos paí­ses, que a veces ven una nueva forma de -” colonialismo no sólo en las ayudas estatales, sino con frecuencia también en iniciativas eclesiales como son Misereor y Adveniat.

Es fundamental para el método misional el principio de la -> acomodación a las estructuras mentales, al sentimiento vital, a las concepciones religiosas y filosóficas de las respectivas culturas. En la capacidad de acomodarse a las situaciones constantemente nuevas se muestra la verdadera catolicidad de la Iglesia, que no puede oprimir las culturas existentes e imponer estructuras ajenas a los pueblos, sino que ha de ayudar a conservar y renovar en Cristo los valores naturales de los usos y tradiciones de todos los pueblos. El principio de la acomodación tiene una larga historia en la Iglesia católica; y su conocimiento puede ayudar a que en el futuro se eviten errores cometidos en el pasado. Hoy, cuando la Iglesia se dispone a ser Iglesia mundial en el verdadero sentido y comienza a desprenderse de las tradiciones del occidente europeo, el principio de la acomodación goza de enorme actualidad. Por eso la m. ha de estudiar también la historia de la cultura y de la religión, la sociologí­a y psicologí­a de la religión, etc., por lo menos en cuanto el material elaborado para una exposición objetiva de las culturas y religiones es necesario para esclarecer la situación actual de la Iglesia y de sus tareas.

3. La importancia de la m. se deduce de su esencia y de su cometido con relación a la situación de la Iglesia en el mundo de hoy. La “implantación de la Iglesia” en aquellos dos tercios de la humanidad que todaví­a no son cristianos o dejaron de serlo, en infinitos matices de incredulidad, exige sabidurí­a y experiencia, de modo que no sólo debe impartirse la mejor formación a los misioneros, sino que todos los teólogos han de instruirse en m. (Benedicto xv). Esta es indispensable para las grandes decisiones de la Iglesia que se refieren a la estrategia misional. Con ese fin han de realizarse investigaciones exactas para cada región, las cuales darán a conocer las condiciones del apostolado misionero en los distintos territorios. El conocimiento de las dificultades en la historia de las misiones ofrece la posibilidad de que, observando con exactitud la evolución actual, se sitúen debidamente los centros de gravedad y se elaboren planes de acción. La complejidad de las tareas y la multiplicidad de posibilidades exigen un constante estudio de las culturas y de los cambios en ellas, a fin de que la acción de la Iglesia pueda desarrollarse en consonancia con las tareas del tiempo. También es cometido importantí­simo de la m. el despertar la inteligencia de todos los creyentes para la tarea misionera de la Iglesia entera, tal como lo han exigido Pí­o xii (“La Iglesia entera para el mundo entero”) y el Vaticano II.

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Edward L. Murphy

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica