PACTO

v. Alianza, Arca, Convenio
Gen 9:9 yo establezco mi p con vosotros, y con
Gen 15:18 aquel día hizo Jehová un p con Abram
Gen 17:2 mi p entre mi y ti, y te multiplicaré
Gen 21:27 Abraham .. Abimelec .. hicieron .. p
Gen 26:28 haya .. juramento .. haremos p contigo
Gen 31:44 ven, pues, ahora, y hagamos p tú y yo
Exo 2:24 se acordó de su p con Abraham, Isaac y
Exo 6:4 también estableci mi p con ellos, de darles
Exo 19:5 si .. guardareis mi p, vosotros seréis
Exo 24:8 la sangre del p que Jehová ha hecho
Exo 31:16 por sus generaciones por p perpetuo
Exo 34:10 yo hago p delante de todo tu pueblo
Lev 26:9 os haré .. y afirmaré mi p con vosotros
Num 18:19 p de sal .. delante de Jehová para ti
Num 25:12 aquí yo establezco mi p de paz con él
Deu 4:23 no os olvidéis del p de Jehová .. Dios
Deu 5:2 Jehová .. Dios hizo p con nosotros en
Deu 9:15 con las tablas del p en mis dos manos
Deu 29:1 las palabras del p que Jehová mandó a
Jos 24:25 entonces Josué hizo p con el pueblo
Jdg 2:1 no invalidaré jamás mi p con vosotros
Jdg 2:2 no hagáis p con los moradores de esta
1Sa 18:3 hicieron p Jonatán y David .. le amaba
1Sa 20:16 hizo Jonatán p con la casa de David
1Sa 23:18 ambos hicieron p delante de Jehová
2Sa 3:12 envió Abner .. a David .. haz p conmigo
2Sa 5:3 el rey David hizo p con ellos en Hebrón
2Sa 23:5 embargo, él ha hecho conmigo p perpetuo
1Ki 8:23 que guardas el p y la misericordia a tus
1Ki 15:19 rompe tu p con Baasa rey de Israel
1Ki 19:10, 14 los hijos de Israel han dejado tu p
2Ki 11:17 Joiada hizo p entre Jehová y el rey
2Ki 23:3 hizo p delante de Jehová, de que irían
1Ch 16:15 hace memoria de su p perpetuamente
1Ch 16:17 confirmó .. a Israel por p sempiterno
2Ch 34:31 hizo .. p de caminar en pos de Jehová
Ezr 10:3 ahora .. hagamos p con nuestro Dios
Neh 9:8 hiciste p con él para darle la tierra del
Job 5:23 con las piedras del campo tendrás tu p
Job 31:1 hice p con mis ojos; ¿cómo, pues, había
Psa 50:5 los que hicieron conmigo p con sacrificios
Psa 89:3 hice p con mi escogido; muré a David
Psa 89:34 no olvidaré mi p, ni mudaré lo que ha
Psa 105:8; 111:5


Pacto (heb. berîth, “pacto”, “convenio”, “acuerdo”; gr. diathek’, “testamento”, “decreto”, “convenio”, “acuerdo”, “pacto”). Término que se usa en las Escrituras para los convenios entre hombre y hombre, y entre uno o más hombres y Dios. Hablando en general, “pacto” generalmente aparece en este último sentido. Los pactos antiguos eran de 2 clases: los que se hací­an entre iguales, y los que involucraban a un señor y un vasallo. En un pacto entre iguales habí­a un acuerdo mutuo acerca de las condiciones, los privilegios y las responsabilidades (Gen 21:32; 26:28; etc.). En un pacto entre un señor y un vasallo, un conquistador y los conquistados, entre un superior y un inferior, el señor o el conquistador especificaba las condiciones, los privilegios y las responsabilidades que competí­an a ambos pactantes, y el vasallo o la nación subyugada se sometí­a a las condiciones que les eran impuestas (2Sa 3:21; 5:3; etc.). Un acuerdo semejante a éstos fue el que propuso Senaquerib a Ezequí­as (Isa 36:16, 17). Sin embargo, a través de las Escrituras el término “pacto” describe más comúnmente la relación formal que existí­a entre Dios, por una parte, e Israel como el pueblo escogido, por otra. Obviamente, éste no era un pacto entre iguales, sino entre el Dios infinito y el hombre finito. El Señor mismo determinó las provisiones del pacto, las dio a conocer a su pueblo y les dio la posibilidad de aceptarlo o rechazarlo. Una vez ratificado, sin embargo, se consideraba que era obligatorio tanto para Dios como para su pueblo. En suma, abarcaba todo lo necesario para que el plan de salvación fuera totalmente efectivo. Por su parte, Dios prometí­a bendecir a su pueblo, darle en posesión la tierra de Canaán, revelarle su voluntad para ellos, enviarles el Mesí­as y emplearlos como un instrumento escogido para convertir al mundo. Por su parte, el pueblo debí­a rendir obediencia implí­cita y cooperar con todos los requerimientos de Dios. En una forma preliminar, este pacto fue hecho con Adán, en ocasión de la caí­da (Gen 3:15), y más tarde con Noé (9:12, 15, 16). Pero llegó a ser plenamente efectivo por primera vez para Abrahán y su descendencia ( 1 2:1-3; 15:18; 17:1-7; etc.). Fue ratificado formalmente en el Sinaí­, cuando Israel como nación prometió cumplir las demandas divinas y aceptó las promesas (Exo 19:5-8; 24:3-8). Después de siglos de infidelidad a su compromiso de cooperar con Dios, fue liberado del pacto y se le dejó ir en cautividad como señal de que sus provisiones ya no estaban en vigencia (Jer 11:1-16; Eze_16; Heb 8:9; etc.). Al volver del cautiverio, Dios prometió hacer “un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jer 31:31-34). Al rechazar y crucificar a Cristo, el pueblo judí­o renunció al pacto y fue rechazado como pueblo escogido de Dios (Mat 21:43). Al mismo tiempo. Dios transfirió los privilegios y las responsabilidades de la relación del pacto a su nuevo pueblo escogido: la iglesia cristiana (Mat 21:43; Gá. 3:29; Heb 8:8-11; 1Pe 2:9, 10). El autor de Hebreos se refiere al pacto con el antiguo Israel como el “primer” pacto, o “antiguo” pacto, y al que hizo con los cristianos como el “segundo” o “nuevo” pacto (8:7, 13). Esencialmente, las provisiones, condiciones y objetivos de los 2 pactos son idénticos. La principal diferencia es que el “antiguo” fue hecho con Israel como nación, mientras que el “nuevo” se hace con los creyentes en Cristo en forma individual. Este también es llamado el “eterno” (Gen 17:13; Heb 13:20). Se puso en operación en el Edén cuando el hombre pecó, pero no fue ratificado hasta que la sangre de Cristo fue derramada en la cruz (Heb 13:20). El “antiguo” fue ratificado en el Sinaí­ (Exo 24:3-8); fue, en realidad, una disposición temporaria para permitir que quienes estaban ligados por sus provisiones pudieran entrar en los privilegios y las responsabilidades del pacto “nuevo” o “eterno”. Bib.: Para los pactos antiguos véase G. E. Mendenhall, BA 17 (1954):26-46, 49-76; CBA 1:1117; 4:662, 663.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Esta palabra traduce el nombre hebreo berith. La raí­z verbal significa ya sea encadenar o comer con, lo que significarí­a obligación mutua; o asignar (1Sa 17:8) que significarí­a una disposición bondadosa. Comparemos éste con el †œpacto de soberaní­a† hitita, en el cual un vasallo juraba fidelidad a su rey en gratitud por favores recibidos.

En el AT, berith identifica tres diferentes tipos de relaciones legales:
( 1 ) Un pacto bilateral entre personas que voluntariamente aceptaban los términos del convenio (de amistad, 1Sa 18:3-4; matrimonio, Mal 2:14; o alianza polí­tica, Jos 9:15; Oba 1:7). Sin embargo, Dios nunca entra en tal pacto de igualdad con los hombres.
( 2 ) Una disposición unilateral impuesta por una persona superior (Eze 17:13-14). Dios el Señor ordena un berith que el hombre, el siervo, debe obedecer (Jos 23:16). En el pacto original de obras (Hos 6:7), Dios puso a Adán a prueba, otorgándole vida, si probaba ser fiel (Gen 2:17). La humanidad falló; pero Cristo, el último Adán (1Co 15:45), sí­ cumplió toda justicia (Mat 3:15; Gal 4:4), ganando así­ la restauración para todos los suyos.
( 3 ) La obligación autoimpuesta por Dios para la reconciliación de los pecadores consigo mismo (Deu 7:6-8; Psa 89:3-4).

El pacto entonces constituye el corazón de toda la revelación especial de Dios; cuando se formuló por escrito, el Libro del Pacto se convirtió en la fuente objetiva de la esperanza religiosa del hombre (Exo 24:7). La Escritura consiste del AT y el NT. Porque si bien no puede haber sino un solo testamento, correspondiente a la muerte de uno, Cristo (mi sangre del pacto, de acuerdo con Mat 26:28), la revelación se organiza bajo el testamento más antiguo, con los sí­mbolos que anticipan la venida de Cristo (Jeremí­as 31—32; 2Co 3:14). El testamento más nuevo es conmemorativo de su redención cumplida (Jer 31:31; 2Co 3:6).

Ruinas del Foro de Augusto en Roma, inaugurado en 2 a. de J.C.

Las revelaciones de Dios en su pacto muestran progresión histórica (nótese el plural pactos, Rom 9:4):
( 1 ) el edénico (Gen 3:15), la más antigua promesa de redención de Dios, aunque al costo de la herida del talón de la simiente de la mujer;
( 2 ) el noéico (Gen 9:9) para la preservación de la simiente;
( 3 ) el abrahámico (Gen 15:18), otorgando bendición a través de la familia de Abram;
( 4 ) el sinaí­tico (Exo 19:5-6), designando a Israel como el pueblo escogido de Dios;
( 5 ) el leví­tico (Num 25:12-13), haciendo la reconciliación a través de la expiación sacerdotal;
( 6 ) el daví­dico (2Sa 23:5), con la salvación mesiánica prometida a través de la dinastí­a de David;
( 7 ) el presente nuevo pacto en Cristo que es interno, reconciliador, directo y con expiación consumada (Jer 31:33-34; Heb 8:6-13); y
( 8 ) el futuro pacto de paz, cuando nuestra salvación interior alcanzará a abrazar la naturaleza exterior (Eze 34:25), cuando la comunión espiritual directa será cara a cara (Eze 20:35; Eze 37:27), y cuando el perdón divino conquistará la meta de la paz entre las naciones (Eze 34:28). (Una †œdispensación† puede definirse como un perí­odo de pacto durante el cual la fe en Cristo se manifiesta por una forma distinta de obediencia ceremonial.)
Pacto De Sal.

Era un pacto de obligación permanente y perpetuo. Cuando se hací­an pactos, eran usualmente confirmados con comidas sacrificiales, y la sal siempre estuvo presente (Num 18:19).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Acuerdo mutuo entre dos personas, con compromisos, deberes, obligaciones y derechos. y con claúsulas de castigo si no se cumple.

Ver “Alianza”

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

tip, COST

vet, (heb. “berit”, gr. “diatheke”; estos términos son comúnmente traducidos como “pacto”, aunque también en algunas ocasiones por: “alianza” o “testamento”). Hay dos clases de ellos contemplados en las Escrituras: (a) el pacto de un hombre con su igual, o de nación con nación, en la que los términos del pacto, o alianza, son mutuamente considerados y consentidos, o bien impuestos. A continuación, es ratificado mediante juramento, o por alguna prenda, ante testigos. Es a este tipo de pacto al que se alude en Gá. 3:15: un pacto entre hombres, si está confirmado, no puede ser posteriormente manipulado mediante adiciones, ni abrogado. Cuando Abraham compró el campo del heteo Efrón en Macpela, pagó el dinero “en presencia de los hijos de Het” como testigos, y así­ quedó firmemente en su poder (Gn. 23:16). En el pacto llevado a cabo entre Jacob y Labán, hicieron ambos un montón de piedras como testimonio del pacto, y “comieron allí­ sobre aquel majano” (Gn. 31:46). Cuando los gabaonitas engañaron a Josué y a los prí­ncipes de Israel, “los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová, y… lo juraron” (Jos. 9:14, 15). Comer juntos era y sigue siendo considerado en Oriente como un pacto por el que los comensales se obligan mutuamente. El “pacto de sal” mencionado en 2 Cr. 13:5 sigue estando en uso en Oriente; comer sal juntamente es el sello de un pacto. (b) Los pactos hechos por Dios son de un orden diferente. Los pactos que El propone son propuestos soberanamente a los hombres. Dios hizo un pacto con Noé por el que no volverí­a a destruir el mundo con un diluvio; como prenda de este pacto, El puso su arco en las nubes (Gn. 9:8-17). Este pacto tení­a la forma de promesa incondicional. Este mismo carácter tení­a también el pacto de Dios con Abraham, primero con respecto a su posteridad natural (Gn. 15:4-6), y después con respecto a su simiente, Cristo (Gn. 22:15-18). También le dio el “pacto de la circuncisión” (Gn. 17:10-14; Hch. 7:8), señal de la justicia de la fe (cfr. Ro. 4:11). Por otra parte, el pacto con los hijos de Israel en el Sinaí­, era condicional. Dios afirmó a Israel que El serí­a el Dios de ellos bajo la condición de que ellos observaran Sus leyes (Dt. 14:13, 23). Este pacto, del que el sábado iba a ser la señal (Ex. 31:16), fue celebrado en Oreb (Dt. 5:2; 29:1) y renovado después con la generación siguiente en los campos de Moab (Dt. 29:1). En caso de que fueran desobedientes, recibirí­an maldición (Dt. 27; 28). Hay también otro pacto que Dios hizo con los levitas (Mal. 2:4, 8), y especialmente con Finees, para darle a él y a sus descendientes un sacerdocio perpetuo (Nm. 25:12, 13). En el pacto de Jehová con David se promete un trono eterno a su posteridad (Sal. 89:20-30, 34-38; cfr. 2 S. 7:1- 29 y 1 Cr. 17:1-27; 2 Cr. 7:18; Jer. 33:21). Los profetas anuncian un nuevo pacto de regeneración, que contrasta con el del Sinaí­. Este nuevo pacto tiene carácter nacional para Israel (Jer. 31:31-34; He. 8:8-11), aunque también está destinado a todas las naciones (Mt. 28:19, 20; Hch. 10:44-47). Su dispensador es el Espí­ritu Santo (Jn. 7:39; Hch. 2:32, 33; 2 Co. 3:6-9) y se entra en él por medio de la fe (Gá. 4:21-31). Cristo es el Mediador de este nuevo pacto (He. 8:6-13; 9:1; 10:15- 17; 12:24). Es posible que fuera preferible llamar al Antiguo y Nuevo Testamento el Antiguo y Nuevo Pacto, respectivamente. Las dos tablas de piedra en las que se grabaron los Diez Mandamientos, leyes fundamentales del pacto entre Dios e Israel, fueron llamadas “tablas del pacto” (Dt. 9:11), y el arca que contení­a estas tablas recibió el nombre de “arca del pacto” (Nm. 10:33). El libro del pacto, posiblemente introducido por los Diez Mandamientos, se componí­a de las ordenanzas de Ex. 20:22-23:33. Moisés las consignó en un libro; los israelitas las aceptaron formalmente, y el pacto entre Jehová y Su pueblo quedó ratificado (Ex. 24:3-8). (Véase TEOCRACIA.) La expresión “libro del pacto” vino a expresar más tarde el “libro de la ley” (2 R. 22:8, 11; 23:2), el cual comprendí­a Deuteronomio (Dt. 31:9, 26; 2 R. 14:6; cfr. Dt. 24:16). Con respecto al pacto con Abraham, el apóstol Pablo argumenta, en la Epí­stola a los Gálatas, que la promesa hecha por Dios, “el pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa” (Gá. 3:16, 17). Así­, Israel no será restaurado en base al pacto mosaico, violado por ellos, pero sí­ lo será en base a la promesa de Dios a Abraham (cfr. Ro. 11:29 y su contexto). En cuanto a los creyentes procedentes de la gentilidad, siendo que la promesa habí­a sido dada a través de Cristo, el apóstol puede añadir: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gá. 3:29). La relación entre la Iglesia y el Nuevo Pacto requiere una atención más especial. El Nuevo Pacto es un pacto incondicional que Dios prometió hacer con las casas de Judá y de Israel: El pondrá sus leyes en sus mentes y las escribirá en sus corazones; El será el Dios de ellos, y perdonará la maldad de ellos, y no se acordará más de sus pecados (Jer. 31:31-34 ss.). El fundamento para esto fue establecido en la Cruz. En la institución de la Cena del Señor, El habló de Su sangre como “la sangre del nuevo pacto” (Mt. 26:28; 1 Co. 11:25). El es “el Mediador del nuevo pacto” (He 9:15; 12:24). Así­, es evidente que la concertación del nuevo pacto con Judá e Israel es aún futura. El principio del nuevo pacto, esto es, el de la gracia soberana, ya está actualmente en vigor, y Dios actúa en conformidad con esta gracia soberana al establecer las condiciones en base a las cuales El mora en medio de Su pueblo, siendo el Señor Jesús el Mediador, por medio de quien se obtiene toda bendición.

ver, entre otros, los pasajes de Ro. 1:1-10 y de 2 Co. 3, donde Pablo se refiere a sí­ mismo y a aquellos con él como “ministros competentes de un nuevo pacto”, no de la letra que mata, sino del espí­ritu, que vivifica (2 Co. 3:6).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

DicEc
 
“Pacto” (covenanting) es un término usado en ecumenismo para designar un estado que no llega a la plena unión orgánica entre dos o más Iglesias. Cada Iglesia mantiene durante algún tiempo sus propias estructuras, culto y ministerio, pero compartiendo las “cosas sagradas” (communicatio in sacris): fe, bautismo, eucaristí­a, ministerio y misión. Después del encuentro de Fe y constitución celebrado en Nottingham (Inglaterra) en 1964, las Iglesias galesas iniciaron el camino hacia un pacto que se hizo realidad en 1975, sobre la base de un séptuplo “reconocimiento”: una misma fe, una misma llamada de Dios, el reconocimiento de ser una misma Iglesia de Jesucristo, un bautismo y una pertenencia comunes, los ministerios ordenados, los modelos de culto y de vida sacramental que son dones de Cristo, y el mismo interés por el gobierno de la Iglesia. Forman parte de este pacto de Gales las Iglesias anglicana, presbiteriana, metodista y reformada unida.

Una iniciativa similar fracasó en Inglaterra cuando el sí­nodo de la Iglesia de Inglaterra no alcanzó por un estrecho margen la necesaria mayorí­a de dos tercios de la “House of Clergy”. El problema estaba en parte en los ministerios no episcopales, y en parte también en el miedo a hacer fracasar el diálogo de ARCIC, que por entonces parecí­a muy prometedor (>Anglicanismo y ecumenismo).

También en otros paí­ses se ha tratado de establecer este tipo de pactos, sobre todo en Estados Unidos. Aunque puede haber factores no teológicos que militen en contra en la constitución de estos pactos, es necesaria una coincidencia sustancial en materia de fe y ministerio para que un pacto tenga posibilidades de éxito.

Los matrimonios intereclesiales (>Matrimonios mixtos) son un laboratorio vivo en el que estos distintos pactos pueden ponerse a prueba en el dolor de la desunión y con la alegrí­a de la unidad lograda.

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología

(-> alianza, violencia, pena de muerte, tierra). Resulta muy difí­cil separar el sentido de pacto y alianza (pues en el fondo hay un mismo término, berit en hebreo, diathéké en griego). Pero hemos querido hacerlo para distinguir mejor algunos matices. Con el término alianza hemos evocado algunos rasgos especí­ficos de la identidad de Israel, recreada por el cristianismo a través de la eucaristí­a*. Con el término pacto aludimos a otros rasgos importantes y contrapuestos de la historia israelita: la posibilidad de un compromiso de conquista violenta de la tierra y la exigencia de un rechazo de los pactos militares con los imperios del entorno. Esos dos aspectos del tema marcan las dos posibilidades opuestas de la historia israelita.

(1) Lí­nea de violencia. Pacto de conquista de la tierra. Varios textos antiguos, internamente emparentados (Ex 23,20-33; 34,10-16; Dt 7 y 20; Je 2,1-5), presentan la conquista de la tierra de Canaán por parte de los israelitas dentro de un contexto de pacto guerrero en el que se incluyen dos cláusulas correlativas: Dios ofrece su ayuda a los invasores israelitas y les asegura que podrán ser dueños de todo Palestina; los israelitas se comprometen a obedecer los mandatos de Dios, matando a los pueblos conquistados, “para que no os contaminen con su idolatrí­a”, como indican los textos que siguen. La inclusión o identidad israelita exige, por tanto, una fuerte exclusión: (a) “Voy a hacer contigo un pacto… Cumple lo que hoy te mando y yo arrojaré de ante tu faz al amorreo, cananeo, hitita, fereceo, jeveo y jebuseo. No hagas alianza con los habitantes del paí­s donde vas a entrar, porque serí­a un lazo para ti. Derribarás sus altares, destrozarás sus estelas, talarás sus árboles sagrados… No hagas alianza con los habitantes del paí­s, porque se prostituyen con sus dioses y cuando les ofrezcan sacrificios te invitarán a comer de las ví­ctimas. Ni (tomes) a sus hijas por mujeres para tus hijos, pues cuando sus hijas se prostituyen con sus dioses, prostituirán a tus hijos con sus dioses” (Ex 34,10-16). El pueblo de Dios se considera, por ley sagrada, dueño de la tierra que piensa que Dios le ha concedido y por lo tanto puede arrojar o destruir a sus antiguos habitantes, para que no le contaminen con su idolatrí­a. Se trata de una persecución social y religiosa (derribarás sus altares, destrozarás sus estelas, talarás sus árboles sagrados…) por la que se pretende que los pueblos de Canaán queden sin base sacral, sin posibilidad de ejercer su culto. Esa persecución se traduce en una prohibición de todo contacto humano: no hagas pacto con ellos ni recibas sus hijas por mujeres… Derrotados en la guerra y privados del más elemental de los derechos de la vida, los pueblos cananeos se convierten en cautivos y ví­ctimas, sin más delito que haber nacido y vivido desde antiguo en esa tierra que Yahvé “concedió” a los israelitas, (b) “.He aquí­ que enví­o un ángel ante ti, para que te defienda en el camino y te haga entrar en el lugar que te he dispuesto. Acátale, escucha su voz, no le resistas, pues no perdonará tu rebelión… Si escuchas su voz y haces cuanto yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y oprimiré a quienes te opriman. Mi ángel irá delante de ti y te introducirá en la tierra del amorreo, del hitita y pereceo, del cananeo, jeveo y jebuseo a quienes yo exterminaré. No adores entonces a sus dioses ni les sirvas, no fabriques lugares de culto como los suyos. Al contrario, destruirás y derribarás sus piedras sagradas… Los habitantes del paí­s los pondré en tus manos y tú los echarás de tu presencia. No harás alianza con ellos ni con sus dioses y no les dejarás habitar en tu paí­s, no sea que te arrastren a pecar contra mí­, adorando a sus dioses, que serán para ti una trampa” (Ex 23,20-23). El texto es semejante al anterior, pero añade algunos datos: Yahvé se manifiesta por su ángel* y aniquila a los antiguos dueños de la tierra, pues la guerra de conquista es guerra santa y los enemigos de Yahvé carecen en su tierra de derecho a la existencia. Yahvé, el antiguo Dios de libertad, que saca a los hombres (hebreos) de la esclavitud y miseria de Egipto, aparece ahora como Señor guerrero que lucha para establecer y sostener a sus fieles en la nueva tierra, haciendo así­ que mueran sus antiguos habitantes, (c) “Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra… y expulse a tu llegada a pueblos más grandes que tú -el hitita, girgasita…-, cuando el Señor, tu Dios, los entregue en tu poder y tú los venzas, los consagrarás sin remisión al exterminio. No pactarás con ellos ni les tendrás piedad… Demolerás sus altares, destruirás sus estelas… quemarás sus imágenes. Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras el pueblo de su propiedad, entre todos los pueblos de la tierra” (Dt 7,1-6; cf. 7,1726). En este contexto se introduce la palabra herrem* (exterminio, anatema sagrado). Los viejos pueblos de Canaán aparecen como enemigos de Yahvé y son por tanto indignos de existir sobre una tierra donde debe habitar el pueblo santo, cerca de Dios, sin poder mancharse con las costumbres religiosas de los otros pueblos. El descubrimiento de la propia identidad ha suscitado una reacción correlativa de rechazo por la que se niega el derecho de la vida a quienes no tienen otra “culpa” que haber nacido diferentes. La misma fe conduce en esta lí­nea a la violencia.

(2) Condena de los pactos militares. La misma alianza israelita (berit inclusivo) exige la exclusión de los pactos militares, no por razón de una violencia superior (como en el caso anterior), sino para superar la violencia que esos pactos implican. Las circunstancias anteriores han cambiado de manera drástica, tras varios siglos de presencia de Israel en Palestina. Con realismo polí­tico, incapaces de garantizar su defensa, los reinos de Israel y de Judá firmaron diversos pactos con los imperios del entorno (Asirí­a, Egipto, Babilonia…), pero los profetas los rechazaron como contrarios al Dios israelita, pidiendo al pueblo que renunciara a la defensa armada de la tierra (cf. Os 5,12-14; 7,812; 8,8-10; Is 30,1-5; 31,1-3; Jr 2,18.3637; Ez 16,26-29; 23,1-27). Los profetas no condenaron esos pactos y alianzas por miedo a que el culto se contaminase en sentido sacral o porque implicaban una invocación de los dioses paganos, sino porque iban directamente, en sí­ mismos, contra el primer mandamiento (“no tendrás otros dioses frente a mí­”: Ex 20,3), es decir, porque al pactar con los imperios se estaba suponiendo de hecho que ellos eran “dios”, pues ocupaban el lugar de lo divino. A través de esos pactos, los imperios vení­an a elevarse de hecho como dioses que suplantaban a Yahvé, como lo habí­a suplantado antes Baal*. Esos pactos atribuyen a las armas lo que sólo pertenece a Dios (la capacidad de sostener, pacificar y culminar la vida hu mana) y expresan la idolatrí­a de la polí­tica centrada en la divinización de un Imperio al que los pueblos deben fidelidad y sometimiento (cf. Dn 2-3). En contra de eso, la fe yahvista exige el desarme militar y el rechazo del imperialismo sagrado. La salvación del hombre está en la fe de Dios y/o en los preceptos de su alianza. La misma fe se vuelve así­ principio de utopí­a* y de transformación social, fuente de reconciliación por la que se proyecta para el fin (plenitud) de los tiempos el ideal del paraí­so (cf. Gn 1-2). Esta es quizá la mayor aportación de Israel a la experiencia y tarea de la no violencia activa.

Cf. N. Lohfink, Das Hanptgebot, AnBib, 20, Roma 1963; J. L. SICRE, Los dioses olvidados. Poder y riqueza en los profetas preexüicos, Cristiandad, Madrid 1979.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Acuerdo entre dos o más personas para emprender cierta acción o abstenerse de llevarla a cabo; convenio; contrato. La palabra hebrea berí­th, de etimologí­a incierta, aparece unas 280 veces en las Escrituras Hebreas, y más de 80 de esos casos se dan en el Pentateuco de Moisés. Las tablillas cuneiformes encontradas en Qatna en 1927 (antigua ciudad cananea al SE. de Hamat) permiten comprobar que el significado primario del término hebreo es †œpacto†, comparable al del vocablo legal moderno de †œcontrato†. †œEl contenido de dos de las [quince] tablillas es sencillo. La tablilla A contiene una lista de nombres […]. La tablilla B, una lista de ví­veres […]. Por lo tanto, la lista A es un compromiso por el que las personas mencionadas […] acuerdan ponerse al servicio de otra o cumplir con determinadas obligaciones. La lista B, de la mano del mismo escriba, explicita la naturaleza del compromiso: los que suscriben el acuerdo recibirán a cambio de sus servicios una cantidad especí­fica de ví­veres. […] El concepto israelita de berit, †˜pacto†™, fue un tema central en la teologí­a yavista. Aquí­ aparece escrito este término por primera vez en un documento extrabí­blico de tiempos antiguos, no posterior al primer tercio del siglo XIV a. C.† (Bulletin of the American Schools of Oriental Research, febrero de 1951, pág. 22.)
Algunas versiones de las Escrituras Griegas Cristianas traducen el término di·a·the·ke por †œpacto; alianza; testamento† (testamentum, Vg). Sin embargo, la Cyclopædia de M†™Clintock y Strong (1891) comenta en el artí­culo †œPacto† que †œno parece haber necesidad de introducir una nueva palabra [aparte de †œpacto†] que transmita una idea nueva. Dado que la Sept[uaginta] tradujo de manera consecuente [berí­th] —término que nunca significa última voluntad o testamento, sino siempre pacto o acuerdo— por [di·a·the·ke] en todo el A.T., puede suponerse que cuando los escritores neotestamentarios adoptaron ese término, intentaron comunicar a sus lectores (la mayorí­a de ellos familiarizados con el A.T. en griego) la misma idea. Además, en la mayorí­a de las ocasiones, el N.T. se refiere al mismo concepto denominado pacto (berí­th) en el A.T. (véanse 2Cor. III, 14; Heb. VII, IX; Rev. XI, 19); si bien en el mismo contexto, la misma palabra y objeto se ha traducido del griego al [español, en la mayorí­a de las Biblias,] algunas veces †˜pacto†™ [o †˜alianza†™] y otras †˜testamento†™ (Heb. VII, 22; VIII, 8-13; IX, 15)†. (Véase también NM, apéndice 7E, pág. 1585.)
El escritor de la carta a los Hebreos emplea repetidas veces el término di·a·the·ke (Heb 7:22; 8:6, 8, 9, 10; 9:4, 15, 16, 17, 20) refiriéndose innegablemente a un pacto en el sentido hebreo antiguo, y hasta cita de Jeremí­as 31:31-34 y hace mención del †œarca del pacto†. En los versí­culos supracitados de Jeremí­as, la Septuaginta traduce la antigua voz hebrea berí­th (pacto) por di·a·the·ke. Además, en Hebreos 9:20 se cita de Exodo 24:6-8, donde sin lugar a dudas se habla de un pacto.

Aplicación de la palabra. Los pactos siempre incluí­an a dos o más partes. Podí­an ser unilaterales (en los que solo una de las partes tení­a la responsabilidad de cumplir los términos) o bilaterales (en los que ambas partes tení­an términos que cumplir). Además de los pactos en los que Dios es una de las partes, la Biblia registra la formulación de pactos entre hombres, tribus, naciones o grupos de personas. Quebrantar un pacto era un pecado grave. (Eze 17:11-20; Ro 1:31, 32.)
El término †œpacto† se aplicaba a un decreto invariable, como el concerniente al pan de la proposición (Le 24:8) o a la creación de Dios gobernada por sus leyes, tales como la inalterable sucesión del dí­a y la noche. (Jer 33:20.) También se usa figurativamente, como en la expresión †˜pacto con la Muerte†™. (Isa 28:18.) Asimismo, Jehová habla de un pacto en relación con las bestias salvajes. (Os 2:18.) Al convenio matrimonial se le llama pacto. (Mal 2:14.) La expresión †œdueños (amos) de un pacto† tiene el sentido de †œconfederados†, como en Génesis 14:13.
En realidad, cualquier promesa de Jehová es un pacto, pues su realización es segura, y se puede confiar plenamente en su cumplimiento. (Heb 6:18.) Un pacto está en vigor mientras sus términos estén vigentes y la obligación de cumplirlo descanse en una o ambas partes. Los resultados o las bendiciones que se derivan del pacto pueden continuar, incluso, eternamente.

Métodos de ratificar un pacto. A menudo se invocaba a Dios como testigo. (Gé 31:50; 1Sa 20:8; Eze 17:13, 19.) Se hací­a un juramento. (Gé 31:53; 2Re 11:4; Sl 110:4; Heb 7:21.) Los hombres a veces disponí­an una señal o testimonio fí­sico, como un regalo (Gé 21:30), una columna o majano (Gé 31:44-54) o el darle nombre a un lugar (Gé 21:31). En una ocasión Jehová se sirvió del arco iris. (Gé 9:12-16.) Un método era matar y cortar en trozos determinados animales, y luego cada uno de los que hací­an el pacto pasaba entre los pedazos. Debido a esta costumbre se acuñó la locución hebrea †˜cortar un pacto†™. (Gé 15:9-11, 17, 18, nota; Jer 34:18, nota, 19.) A veces una alianza iba acompañada de una fiesta. (Gé 26:28, 30.) En ciertas ocasiones se podí­a participar de una comida de comunión, como se hizo cuando se inauguró el pacto de la Ley. (Abd 7; Ex 24:5, 11.) El pactante de más entidad podí­a regalar al otro armas o alguna pieza de su indumentaria. (1Sa 18:3, 4.) En algunas naciones paganas las partes pactantes acostumbraban a beber cada uno sangre del otro, bien sola o mezclada con vino (en violación de la prohibición divina dada a toda persona en Génesis 9:4 y al pueblo de Israel bajo la Ley), y pronunciar las más duras maldiciones sobre el que se atreviese a quebrantar el pacto.
La Biblia emplea la expresión †œpacto de sal† para indicar la permanencia e inmutabilidad de un pacto. (Nú 18:19; 2Cr 13:5; Le 2:13.) Entre los pueblos antiguos, comer sal juntos era una señal de amistad, e indicaba fidelidad y lealtad duraderas. Comer sal con los sacrificios de comunión simbolizaba lealtad perdurable.

Documentos escritos. †œEl dedo de Dios† escribió sobre piedra los Diez Mandamientos (Ex 31:18; 32:16); se dice que Jeremí­as redactó una escritura, la selló y tomó testigos (Jer 32:9-15); también se han hallado tablillas de arcilla de pueblos antiguos que recogen los términos de contratos convenidos en su dí­a. Estas solí­an introducirse en sobres de arcilla que luego se cerraban.

La promesa edénica. Como se registra en Génesis 3:15, Jehová Dios declaró proféticamente su propósito en el jardí­n de Edén en presencia de Adán, Eva y la †œserpiente†.
Con respecto a la identidad de los que estaban incluidos en esta promesa y profecí­a, la visión dada al apóstol Juan de Revelación 12:9 nos informa que la †œserpiente† es Satanás el Diablo. La †œdescendencia† de la †œmujer†, durante tanto tiempo esperada por los hombres justos, se identifica con la †œdescendencia† de Abrahán: Jesucristo. (Gál 3:16; Mt 1:1.) La serpiente tení­a que magullar en el talón a la †œdescendencia†. Jesucristo fue muerto; sin embargo, esta herida no fue permanente, ya que Dios lo levantó de la muerte. Pero la †œdescendencia†, a su vez, tiene que magullar la cabeza de la serpiente, derrotándola permanentemente.
¿Quién es la †œmujer† que interviene en este pacto? No puede ser Eva, pues ella se hizo enemiga de Dios. Para poder derrotar, †˜reducir a la nada†™, a la criatura celestial Satanás el Diablo, la †œdescendencia† de la mujer también tendrí­a que ser celestial, no humana. (Heb 2:14.) Aunque Jesús era Hijo de Dios, nació como hombre, pero cuando se bautizó, Dios lo reconoció como Su Hijo al enviar espí­ritu santo sobre él, y así­ Jesús se convirtió en el Hijo de Dios engendrado por espí­ritu. (Mt 3:13-17; Jn 3:3-5.) Más tarde, cuando se le resucitó, fue †œhecho vivo en el espí­ritu†. (1Pe 3:18.) Entonces, ¿quién fue la †œmadre†, no ya del niño Jesús, sino del Hijo de Dios engendrado por espí­ritu? El apóstol Pablo explicó que tanto Abrahán como Sara, Isaac, Agar e Ismael configuraron un drama simbólico, en el que Isaac representó a todos aquellos cuya esperanza es celestial, entre quienes estaba el propio apóstol Pablo. De hecho, Pablo dijo que la †œmadre† de todos estos es †œla Jerusalén de arriba†. Jesucristo los llamó sus †œhermanos†, con lo que dio a entender que eran hijos de una misma madre. (Heb 2:11.) Sobre esta base se puede identificar a la †œmujer† de Génesis 3:15 con †œla Jerusalén de arriba†. (Gál 4:21-29.)
Los términos de la promesa implican que habrí­a un lapso de tiempo, durante el cual la †œserpiente† producirí­a una †œdescendencia† y surgirí­a una enemistad entre las dos †˜descendencias†™. Ya han pasado unos seis mil años desde la declaración de la promesa. Justamente antes del reinado milenario de Cristo, se arrojará a la †œserpiente† al abismo de inactividad, y después del fin de los mil años, se la aniquilará para siempre. (Rev 20:1-3, 7-10; Ro 16:20.)

Pacto con Noé. Jehová Dios hizo un pacto con Noé —quien representaba a su familia— en relación con el propósito de Jehová de salvaguardar la vida humana y animal y destruir el mundo inicuo de aquel dí­a. (Gé 6:17-21; 2Pe 3:6.) Noé tuvo sus hijos cuando ya era mayor de quinientos años. (Gé 5:32.) Cuando Dios reveló su propósito a Noé, sus hijos eran adultos y se habí­an casado. Noé, por su parte, tení­a que construir el arca e introducir en ella a su esposa, hijos y nueras, así­ como a los animales y también alimento. De esta forma, Jehová conservarí­a sobre la tierra alguna carne tanto de hombres como de animales. El que Noé cumpliese obedientemente los términos del pacto resultó en que Jehová conservase la vida humana y animal. El pacto se cumplió por completo en el año 2369 a. E.C., después del Diluvio, cuando tanto el hombre como los animales pudieron vivir otra vez sobre el suelo y reproducir su especie. (Gé 8:15-17.)

Pacto del arco iris. El pacto del arco iris se hizo entre Jehová Dios y toda carne —representada por Noé y su familia, así­ como por la especie animal— en las montañas de Ararat en 2369 a. E.C. Jehová declaró que nunca más volverí­a a aniquilar a toda carne por medio de un diluvio. El arco iris se dio entonces como señal del pacto, que durará mientras la humanidad viva sobre la tierra, es decir, eternamente. (Gé 9:8-17; Sl 37:29.)

Pacto con Abrahán. Al parecer, el pacto con Abrahán entró en vigor cuando Abrán (Abrahán) cruzó el Eufrates en camino a la tierra de Canaán. Cuatrocientos treinta años después, se hizo el pacto de la Ley. (Gál 3:17.) Cuando Abrahán viví­a en Mesopotamia, en Ur de los caldeos, Jehová le dijo que viajase al paí­s que le habí­a de mostrar. (Hch 7:2, 3; Gé 11:31; 12:1-3.) Exodo 12:40, 41 (LXX) dice que Israel salió de su esclavitud en Egipto al final de cuatrocientos treinta años de residir en aquel paí­s y en la tierra de Canaán, †œen este mismo dí­a†. El dí­a en el que se les liberó fue el 14 de Nisán de 1513 a. E.C., el dí­a de la Pascua. (Ex 12:2, 6, 7.) Este hecho indicarí­a que Abrahán cruzó el Eufrates en camino a Canaán el 14 de Nisán del año 1943 a. E.C.; entonces empezó a regir el pacto abrahámico. Dios se le apareció de nuevo a Abrahán una vez que este viajó hasta Siquem, en Canaán, y le dio más detalles sobre la promesa, diciendo: †œA tu descendencia voy a dar esta tierra†, relacionando, por lo tanto, este pacto con la promesa de Edén, y revelando que la †œdescendencia† tendrí­a un desarrollo humano, es decir, que vendrí­a a través de una lí­nea de descendencia humana. (Gé 12:4-7.) Como se registra en Génesis 13:14-17; 15:18; 17:2-8, 19; y 22:15-18, Jehová revelarí­a más tarde detalles adicionales.
Las promesas del pacto pasaron a la estirpe de Abrahán por medio de Isaac (Gé 26:2-4) y de Jacob. (Gé 28:13-15; 35:11, 12.) El apóstol Pablo dice que Cristo (el principal) y aquellos que están en unión con él son la verdadera †œdescendencia†. (Gál 3:16, 28, 29.)
Dios reveló el propósito y las consecuencias del pacto abrahámico, pues dijo que la descendencia prometida vendrí­a por medio de Abrahán, que esta descendencia poseerí­a la puerta de sus enemigos, que la descendencia de Abrahán por medio de Isaac serí­a muy numerosa e incontable para el hombre de aquel tiempo, que el nombre de Abrahán serí­a engrandecido, que la descendencia poseerí­a la Tierra Prometida y que todas las familias de la Tierra se bendecirí­an por medio de la descendencia. (Véanse los textos de Génesis citados anteriormente.) El cumplimiento literal de estos detalles tipificó el cumplimiento mucho mayor por medio de Cristo. Pablo añade más información en cuanto a la naturaleza simbólica y profética de los términos de este pacto cuando dice que Abrahán, Sara, Isaac, Agar e Ismael representaron un drama simbólico. (Gál 4:21-31.)
El pacto abrahámico es †œun pacto hasta tiempo indefinido†. Sus términos exigen que se extienda hasta que se haya consumado la destrucción de todos los enemigos de Dios y la bendición de las familias de la tierra. (Gé 17:7; 1Co 15:23-26.)
Cuando Pablo comentó acerca del pacto abrahámico y el de la Ley, hizo referencia al principio que dice: †œNo hay mediador cuando se trata de una sola persona†, y añadió que †œDios es uno solo†. (Gál 3:20; véase MEDIADOR.) El pacto que Jehová hizo con Abrahán fue unilateral. Fue más bien una promesa, pues Jehová no le impuso condiciones de cumplimiento obligatorio que él tuviese que satisfacer a cambio de la realización de la promesa. (Gál 3:18.) Por consiguiente, no se requerí­a un mediador. No obstante, el pacto de la Ley fue bilateral. Las partes integrantes fueron Jehová y la nación de Israel, y Moisés intervino como mediador. Los israelitas convinieron en los términos del pacto e hicieron una promesa sagrada de obedecer la Ley. (Ex 24:3-8.) Este pacto no invalidó el pacto abrahámico. (Gál 3:17, 19.)

Pacto de la circuncisión. El pacto de la circuncisión se hizo en el año 1919 a. E.C., cuando Abrahán tení­a noventa y nueve años de edad. Jehová lo hizo con Abrahán y su descendencia natural. Todos los varones de la casa, entre ellos los esclavos, tení­an la obligación de circuncidarse; todo el que se negara a hacerlo serí­a cortado de su pueblo. (Gé 17:9-14.) Más tarde, Dios declaró que el residente forastero que deseara comer la Pascua (y de este modo unirse a Israel como adorador de Jehová) debí­a circuncidar a los varones de su casa. (Ex 12:48, 49.) La circuncisión fue un sello de la justicia que Abrahán tuvo por fe mientras estaba en su estado incircunciso y fue una señal fí­sica de la relación de pacto con Jehová de los descendientes de Abrahán a través de Jacob. (Ro 4:11, 12.) Dios reconoció la circuncisión hasta el fin del pacto de la Ley, en el año 33 E.C. (Ro 2:25-28; 1Co 7:19; Hch 15.) Aunque la circuncisión fí­sica se realizaba bajo la Ley, Jehová mostró repetidas veces que a él le interesaba más su significado simbólico, pues aconsejó a Israel que †˜circuncidase el prepucio de sus corazones†™. (Dt 10:16; Le 26:41; Jer 9:26; Hch 7:51.)

Pacto de la Ley. El pacto de la Ley entre Jehová y la nación del Israel natural se celebró el tercer mes después de salir de Egipto, en el año 1513 a. E.C. (Ex 19:1.) Fue un pacto nacional: aquel que nací­a israelita natural estaba bajo el pacto de la Ley por nacimiento y de este modo se encontraba en esta relación especial con Jehová. La Ley estaba dispuesta de forma ordenada, como un código, con sus estatutos agrupados. Se transmitió a través de ángeles por mano de un mediador, Moisés, y se puso en vigor en el monte Sinaí­ por medio del sacrificio de animales (en sustitución del mediador, Moisés). (Gál 3:19; Heb 2:2; 9:16-20.) En aquel entonces Moisés roció la mitad de la sangre de los animales sacrificados sobre el altar, luego leyó el libro del pacto al pueblo, el cual estuvo de acuerdo en obedecer, y por último roció la sangre sobre el libro y sobre el pueblo. (Ex 24:3-8.) La ley contemplaba un sacerdocio de la familia de Aarón, qohatita de la tribu de Leví­. (Nú 3:1-3, 10.) El sumo sacerdocio pasó de Aarón a sus descendientes, primero a Eleazar, luego a Finehás y así­ sucesivamente. (Nú 20:25-28; Jos 24:33; Jue 20:27, 28.)
Los términos del pacto de la Ley estipulaban que si los israelitas guardaban el pacto, serí­an un pueblo para el nombre de Jehová, un reino de sacerdotes y una nación santa, y tendrí­an su bendición (Ex 19:5, 6; Dt 28:1-14), en tanto que si violaban el pacto, serí­an malditos. (Dt 28:15-68.) Los propósitos del pacto eran: poner de manifiesto las transgresiones (Gál 3:19), conducir a los judí­os a Cristo (Gál 3:24), servir de sombra de las buenas cosas por venir (Heb 10:1; Col 2:17), salvaguardar a los judí­os de la religión falsa, pagana, y preservar la adoración verdadera de Jehová, así­ como proteger la lí­nea de la descendencia prometida. Junto con el pacto abrahámico (Gál 3:17-19), el pacto de la Ley organizó a la nación-descendencia natural de Abrahán por medio de Isaac y Jacob.
El pacto de la Ley también extendió sus beneficios a otros que no eran del Israel natural, puesto que podí­an hacerse prosélitos, circuncidarse y así­ recibir muchos de los beneficios de la Ley. (Ex 12:48, 49.)

¿En qué sentido se quedó †œanticuado† el pacto de la Ley?
Sin embargo, el pacto de la Ley quedó †œanticuado† en cierto sentido cuando Dios anunció por medio del profeta Jeremí­as que harí­a un nuevo pacto. (Jer 31:31-34; Heb 8:13.) En 33 E.C. el pacto de la Ley quedó invalidado sobre la base de la muerte en sacrificio de Cristo en un madero de tormento (Col 2:14) y lo sustituyó el nuevo pacto. (Heb 7:12; 9:15; Hch 2:1-4.)

Pacto con la tribu de Leví­. Jehová hizo un pacto con la tribu de Leví­: tení­a que ponerse aparte a toda la tribu para la organización del servicio del tabernáculo, que comprendí­a el sacerdocio. Esto sucedió en el desierto de Sinaí­ en el año 1512 a. E.C. (Ex 40:2, 12-16; Mal 2:4.) Aarón y sus hijos, de la familia de Qohat, serí­an los sacerdotes, mientras que las restantes familias levitas se encargarí­an de otros deberes, como erigir la tienda o desmontarla, y algunos más. (Nú 3:6-13; cap. 4.) Posteriormente, también sirvieron en el templo. (1Cr 23.) La ceremonia de instalación del sacerdocio se celebró durante los dí­as 1 al 7 de Nisán de 1512 a. E.C., y ellos comenzaron a oficiar a partir del dí­a 8 de Nisán. (Le 8, 9.) A los levitas no se les dio una herencia en la tierra, pero las otras tribus debí­an pagarles el diezmo, y tení­an ciudades enclavadas en todo el territorio donde morar. (Nú 18:23, 24; Jos 21:41.) Debido al celo por la devoción exclusiva a Jehová que manifestó Finehás, Dios hizo con él un pacto de paz, un pacto para un sacerdocio por tiempo indefinido tanto para él como para su prole. (Nú 25:10-13.) El pacto del sacerdocio leví­tico continuó vigente hasta que finalizó el pacto de la Ley. (Heb 7:12.)

Pacto con Israel en Moab. Poco antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida, en el año 1473 a. E.C., Jehová hizo un pacto con el Israel natural en Moab (Dt 29:1; 1:3), donde Moisés repitió y explicó una gran parte de la Ley. El propósito de aquel pacto era fomentar la lealtad a Jehová, así­ como hacer ajustes y enunciar ciertas leyes necesarias para los israelitas, pues iban a abandonar una vida nómada para establecerse en la tierra. (Dt 5:1, 2, 32, 33; 6:1; compárese Le 17:3-5 con Dt 12:15, 21.) Este pacto terminó cuando se abolió el pacto de la Ley, pues era parte integrante de esta.

Pacto con el rey David. El pacto con David se hizo en algún momento de su reinado en Jerusalén (1070-1038 a. E.C.). Las dos partes del pacto fueron Jehová y David, como representante de su familia. (2Sa 7:11-16.) Los términos eran que un hijo de la lí­nea de David poseerí­a el trono para siempre y que este hijo edificarí­a una casa para el nombre de Jehová. El propósito de Dios con este pacto era dotar a los judí­os de una dinastí­a real y darle a Jesús, como heredero de David, el derecho legal al trono de este, †œel trono de Jehovᆝ (1Cr 29:23; Lu 1:32), así­ como identificar a Jesús como el Mesí­as. (Eze 21:25-27; Mt 1:6-16; Lu 3:23-31.) Este pacto no trataba nada referente al sacerdocio; el sacerdocio leví­tico serví­a conjuntamente con los reyes de la lí­nea de David; pero bajo la Ley, el sacerdocio y la gobernación estaban estrictamente separados. Puesto que Jehová reconoce esta gobernación y actúa a través de ella para siempre, el pacto tiene duración eterna. (Isa 9:7; 2Pe 1:11.)

Pacto para un sacerdocio a la manera de Melquisedec. Se habla de este pacto en el Salmo 110:4, y el escritor del libro bí­blico de Hebreos lo aplica a Cristo en Hebreos 7:1-3, 15-17. Es un pacto que Jehová hace únicamente con Jesucristo. Parece que Jesús se refirió a este pacto cuando hizo el pacto para un Reino con sus seguidores. (Lu 22:29.) Por el juramento de Jehová, Jesucristo, Su hijo celestial, serí­a sacerdote a la manera de Melquisedec. Melquisedec era rey y sacerdote de Dios en la Tierra; Jesucristo no habí­a de ocupar ambos puestos —rey y sumo sacerdote— en la Tierra, sino en el cielo. Después de su ascensión al cielo, se le instaló en su puesto permanentemente. (Heb 6:20; 7:26, 28; 8:1.) El pacto está en vigor eternamente, puesto que Jesús actuará bajo la dirección de Jehová como rey y sumo sacerdote para siempre. (Heb 7:3.)

Nuevo pacto. En el siglo VII a. E.C., Jehová profetizó mediante el profeta Jeremí­as que habrí­a un nuevo pacto, y dijo que no serí­a como el pacto de la Ley, que Israel habí­a quebrantado. (Jer 31:31-34.) La noche antes de morir, el 14 de Nisán del año 33 E.C., cuando Jesucristo instituyó la celebración de la Cena del Señor, anunció el nuevo pacto, que serí­a validado por su sacrificio. (Lu 22:20.) El dí­a quincuagésimo desde su resurrección, diez dí­as después de ascender a su Padre, derramó sobre sus discí­pulos reunidos en un aposento superior de Jerusalén el espí­ritu santo que habí­a recibido de Jehová. (Hch 2:1-4, 17, 33; 2Co 3:6, 8, 9; Heb 2:3, 4.)
Las partes del nuevo pacto son, por una parte, Jehová, y, por otra, el †œIsrael de Dios†, es decir, los ungidos por espí­ritu en unión con Cristo, que forman su congregación o cuerpo. (Heb 8:10; 12:22-24; Gál 6:15, 16; 3:26-28; Ro 2:28, 29.) El nuevo pacto se pone en vigor mediante la sangre derramada de Jesucristo, el sacrificio de su vida humana, cuyo valor presentó ante Jehová después de ascender al cielo. (Mt 26:28.) Cuando Dios escoge a una persona para la llamada celestial (Heb 3:1), lo introduce en su pacto sobre la base del sacrificio de Cristo. (Sl 50:5; Heb 9:14, 15, 26.) Jesucristo es el mediador del nuevo pacto (Heb 8:6; 9:15) y el principal de la descendencia de Abrahán. (Gál 3:16.) Como Jesús es el mediador del nuevo pacto, ayuda a los que se encuentran en dicho pacto a convertirse en parte de la verdadera descendencia de Abrahán (Heb 2:16; Gál 3:29) al serles perdonados sus pecados. Jehová los declara justos. (Ro 5:1, 2; 8:33; Heb 10:16, 17.)
Estos hermanos de Cristo, ungidos y engendrados por espí­ritu, llegan a ser sacerdotes bajo el Sumo Sacerdote, y constituyen †œun sacerdocio real†. (1Pe 2:9; Rev 5:9, 10; 20:6.) Efectúan un trabajo sacerdotal, un †œservicio público† (Flp 2:17), y se les llama †œministros de un nuevo pacto†. (2Co 3:6.) Estos llamados deben seguir los pasos de Cristo con sumo cuidado y atención, fielmente, hasta que terminen sus vidas en la muerte. Luego Jehová los constituirá un reino de sacerdotes, haciéndolos partí­cipes de la naturaleza divina, y los recompensará con inmortalidad e incorrupción como coherederos en los cielos con Cristo. (1Pe 2:21; Ro 6:3, 4; 1Co 15:53; 1Pe 1:4; 2Pe 1:4.) El propósito del pacto es sacar un pueblo para el nombre de Jehová como parte de la †œdescendencia† de Abrahán. (Hch 15:14.) Este pueblo forma la †œnovia† de Cristo, el cuerpo de personas a las que introduce en un pacto para el Reino con el fin de que reinen con él. (Jn 3:29; 2Co 11:2; Rev 21:9; Lu 22:29; Rev 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) El propósito del nuevo pacto exige que este continúe en vigor hasta que todos los del †œIsrael de Dios† sean resucitados a inmortalidad en los cielos.

Pacto de Jesús con sus seguidores. En la noche del 14 de Nisán de 33 E.C., después de celebrar la Cena del Señor, Jesús hizo este pacto con sus once apóstoles fieles y les prometió que se sentarí­an sobre tronos. (Lu 22:28-30; compárese con 2Ti 2:12.) Posteriormente mostró que esta promesa se extenderí­a a todos los †˜vencedores†™ ungidos por espí­ritu. (Rev 3:21; véase también Rev 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) En el dí­a del Pentecostés inauguró este pacto con ellos ungiendo con espí­ritu santo a aquellos discí­pulos presentes en el aposento de arriba en Jerusalén. (Hch 2:1-4, 33.) Aquellos que se adhiriesen a él a través de pruebas y sufriesen su misma clase de muerte (Flp 3:10; Col 1:24), reinarí­an con él y compartirí­an su gobernación real. Este pacto entre Jesucristo y sus reyes asociados está en vigor eternamente. (Rev 22:5.)

Otros pactos. a) Josué y los principales de Israel pactan con los habitantes de la ciudad de Gabaón a fin de permitirles seguir con vida. A pesar de que los cananeos habí­an sido maldecidos y los israelitas tení­an que destruirlos, se consideraba que un pacto imponí­a una obligación tan ineludible que se permitió a los gabaonitas permanecer vivos; la maldición se satisfizo haciéndolos leñadores y aguadores para la asamblea de Israel. (Jos 9:15, 16, 23-27.) b) Josué hace un pacto con Israel para servir a Jehová. (Jos 24:25, 26.) c) El pacto de los hombres de mayor edad de Galaad con Jefté en Mizpá para nombrarlo cabeza sobre los habitantes de Galaad si Jehová le daba la victoria sobre los ammonitas. (Jue 11:8-11.) d) El pacto entre Jonatán y David. (1Sa 18:3; 23:18.) e) Jehoiadá, el sacerdote, con los jefes de la guardia de corps caria y de los corredores. (2Re 11:4; 2Cr 23:1-3.) f) Israel pacta con Jehová para despedir a las esposas extranjeras. (Esd 10:3.) g) Jehová da a su siervo como pacto del pueblo o para el pueblo. (Isa 42:6; 49:8.) h) David hace un pacto en Hebrón con todos los ancianos de Israel. (1Cr 11:3.) i) Un pacto del pueblo, durante el reinado de Asá, para buscar a Jehová con todo el corazón y toda el alma. (2Cr 15:12.) j) Josí­as hace un pacto con Jehová para guardar sus mandamientos de acuerdo con la Ley. (2Cr 34:31.) k) Los †œfanfarrones† que gobernaban Jerusalén creyeron equivocadamente que por haber hecho un †œpacto con la Muerte† estaban seguros. (Isa 28:14, 15, 18.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

diatheke (diaqhvkh, 1242), significa primariamente otorgamiento de propiedad mediante un testamento o por otros medios. En su utilización en la LXX, es traducción de un término hebreo que significa pacto o acuerdo, de un verbo que significa cortar o dividir, en alusión a una costumbre sacrificial relacionada con la celebración de un pacto (p.ej., Gen 15:10 “partió”; Jer 34:18,19: “dividiendo”). En contraste al término castellano “pacto”, que significa una mutua obligación de dos o más partes, comprometiéndose cada una de las partes a cumplir sus obligaciones, diatheke no implica por sí­ mismo la idea de obligación mutua, sino que mayormente significa una obligación asumida por una sola persona. Por ejemplo, en Gl 3.17 se utiliza como una alternativa a “promesa” (vv. 16, 17 y 18). Dios impuso a Abraham el rito de la circuncisión, pero su promesa a Abraham, que recibe en este pasaje el nombre de pacto, no estaba condicionado a la observancia de la circuncisión, aunque hubiera una pena sobre su inobservancia. “Los usos de esta palabra en el NT pueden ser analizados de la siguiente manera: (a) una promesa o compromiso, humano o divino (Gl 3.15); (b) una promesa o compromiso de parte de Dios (Luk 1:72; Act 3:25; Rom 9:4; 11.27; Gl 3.17; Eph 2:12; Heb 7:22; 8.6, 8,10; 10.16); (c) un pacto, un compromiso mutuo, entre Dios e Israel, véase Deu_29 y 30 (descrito como un “mandamiento”; Heb 7:18, cf. v. 22; Heb 8:9; 9.20); (d) por metonimia, el registro del pacto (2Co 3:14; RV: “testamento”; Heb 9:4; cf. Rev 11:19; RV: “testamento”); (f) la base, establecida por la muerte de Cristo, sobre la que se consigue la salvación de los hombres (Mat 26:28; Mc 14.24; Luk 22:20; 1Co 11:25; 2Co 3:6; Heb 10:29; RV: “testamento”; 12.24; RV: “testamento”; 13.20; RV: “testamento”). “Este pacto recibe el nombre de “nuevo” (Heb 9:15), el “segundo” (8.7), el “mejor” (7.22). En Heb 9:16,17, la traducción es muy discutida. No parece haber suficientes razones para apartarse, en estos versí­culos, de la palabra que se usa en los otros pasajes. El término castellano “Testamento” se toma de los tí­tulos prefijados a las versiones latinas” (de Notes on Galatians, por Hogg y Vine, p. 144). Véase TESTAMENTO.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La palabra que se usa en el AT es bәrîṯ; el NT, por su parte, usa diazēkē. Básicamente denota un acuerdo o convenio entre dos partes que se comprometen mutuamente a respetar lo estipulado. Teológicamente (usado para las relaciones entre Dios y el hombre) denota una gracia y fidelidad de Dios para beneficio y bendición del hombre, y específicamente de los hombres que por fe reciben las promesas y se obligan a sí mismos a las responsabilidades que este compromiso encierra.

  1. El pacto en el AT. Uniformemente se usa la palabra bәrîṯ para expresar este concepto. El significado original de esta palabra probablemente era «encadenar» u «obligar», derivado de la raíz bārāh, «atar». Esta raíz no aparece como verbo en el hebreo, pero sí ocurre en el acadio como barû, «atar», y aparece como un sustantivo en el acadio birîtu, que significa «lazo» o «cadena». Así, un bәrîṯ significaba originalmente una relación entre dos partes, donde cada una se comprometía a realizar cierto servicio u obligación para el otro. Sin embargo, ciertos estudiosos prefieren derivar este nombre del verbo bārāh «comer», según aparece en 2 S. 13:6; 12:17, etc., y, así, interpretan éste como «una comida», en relación a la comida sacrificial con que las partes contractuales ratificaban su acuerdo delante de la deidad que se había invocado como protector y garante del pacto. Así lo entienden E. Meyer, B. Luther, L. Koehler. Aun otros como E. Koening y H. Zimmern, deducen de bārāh «percibir» o «determinar», por lo tanto bәrîṯ conllevaría la idea básica de «visión». Pero ninguna de estas explicaciones se ajustaría tanto, o sería la apropiada al carácter básico del pacto, como la idea de un «lazo» preferida por la mayoría de los eruditos, incluyendo a G. Quell en TWNT.

Una característica de bәrîṯ en el AT es su carácter de atadura inalterable y permanente. Las partes de un pacto se obligaban a sí mismas a cumplir bajo la penalidad de una retribución divina si intentaban evitar su compromiso. Por lo general, aunque no necesariamente, la promesa de cada uno era respaldada por una especie de consideración legal o quid pro quo. Pero cuando una de las partes del acuerdo era superior a la otra en poder o autoridad, la situación era un tanto diferente, el gobernante u hombre de autoridad, al promulgar el bәrîṯ podría simplemente anunciar su decreto gubernamental o constitución que él pensaba era lo mejor para los que estaban bajo su autoridad, y éstos por su parte expresaban su aceptación y conformidad con lo que ése había ordenado. Sin lugar a dudas, esto era verdad incluso en este tipo de pacto en el que el gobernante se comprometía a sí mismo a gobernar en el interés de su pueblo y por su protección contra los enemigos.

Pero en el caso de la promulgación de un pacto por Dios con su pueblo escogido, este aspecto unilateral del compromiso era más evidente ya que las partes se ubicaban en diferentes niveles. En este caso, el pacto constituía un anuncio divino de la santa voluntad de Dios para extender los beneficios de su gracia inmerecida a hombres que la recibían por fe y quienes, entrando en una relación personal con Dios, se comprometían con él con lazos de obligación absoluta. La fórmula característica de esta relación, se encuentra en: «me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios» (cf. Jer. 11:4; 24:7; 30:22; 32:38; Ez. 11:20; 14:11; 36:28; 37:23; Zac. 8:8). Esto significa que Dios se da a ellos sin reservas y que éstos a su vez se entregan a sí mismos a Dios y le pertenecen. Así, ellos son su «especial tesoro» (sәḡullāh; Ex. 19:5; Dt. 7:6; 14:2; 26:18; Sal. 135:4; Mal. 3:17). Dios declara que por «amor» (ḥeseḏ, término que se asocia a menudo con bәrîṯ) los ha adoptado como sus hijos (cf. Dt. 7:9; 1 R. 8:23; Dn. 9:4; compárese también 1 S. 20:8 donde Jonatán es exhortado a ejercitar ḥeseḏ cuando hace pacto con David). Esto presenta un marcado contraste con las motivaciones atribuidas por los semitas paganos a sus dioses a quienes se describe en una relación de pacto con sus adoradores con el propósito de obtener servicios y bienes de sus altares, más o menos como los señores feudales de la sociedad humana, quienes vivían del trabajo de sus vasallos.

Un elemento muy importante en la relación de pacto de Dios con Israel yace en el aspecto dual de ser condicional e incondicional a la vez. ¿Debemos tomar sus promesas solemnes que tomaban la forma de un voto (cf. Dt. 7:8) como posibles de no llevarse a cabo en el caso de un fracaso del hombre que se había comprometido ante Dios? ¿O existía la posibilidad de que el pacto y sus promesas estuvieran seguras de cumplirse a pesar de la infidelidad del hombre? La respuesta a esta debatida pregunta parece ser: (a) que las promesas hechas por Jehová en el pacto de gracia representan decretos que se cumplirán cuando las condiciones sean apropiadas; (b) que el beneficio personal—y especialmente el beneficio espiritual y eterno—de la promesa divina será efectivo únicamente en aquellos individuos del pacto del pueblo de Dios que manifiesten una fe verdadera y viviente (demostrada por una piedad de vida). De esta manera, el primer aspecto es bosquejado por la forma inicial del pacto con Abram en Gn. 12:13; no hay dudas que Dios seguramente hará de Abram una gran nación, y que engrandecerá su nombre, y que bendecirá a todas las naciones de la tierra a través de él y de su posteridad (cf. Gá. 3:8). Esto está establecido como plan de Dios desde el mismo comienzo; nada lo frustrará. Por otra parte, los descendientes individuales de Abraham recibirán los beneficios personales únicamente en la medida que ellos manifiesten la fe y obediencia de Abraham; ejemplo de ello tenemos en Ex. 19:5 («Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa»). En otras palabras, Dios desarrollará su plan de redención en la historia para lograr esto, y garantizará que nadie participe en sus beneficios eternos del pacto en caso de que viole las demandas de santidad. Ningún hijo del pacto que presente delante de él un corazón incrédulo será incluido en sus bendiciones.

La característica de triunfo permanente del pacto de gracia es visualizado por los profetas en la forma del «nuevo pacto». En el pasaje clásico de este tema (Jer. 31:31–37), la primera fase del pacto (establecida en Sinaí) se señala como temporal y provisional a causa de las violaciones de los israelitas como nación e individuos, y por su fracaso de llegar a conocer a Dios como Señor y Salvador personal. Pero vendrá el tiempo, dice Jehová, cuando él pondrá su santa ley en sus corazones, de manera que sus inclinaciones y deseos estén de acuerdo con sus normas. Más aun, él desarrollará sobre ellos un sentido de paternidad que tendrán un conocimiento y amor personal hacia él donde no se requerirá una enseñanza humana artificial. Se agrega además que la realización de este propósito redentor es tan seguro como la existencia continua del sol, la luna y las estrellas, o incluso como la base misma de los cielos.

  1. El pacto en el NT. El término para pacto usado en el NT es diazēkē, palabra que aparece con frecuencia en la LXX por bәrîṯ. Ya que la palabra griega ordinaria para «contrato» o «convenio» (sunzēkē) implicaba igualdad en las partes que convenían en el acuerdo, los judíos que hablaban griego preferían diazēkē (que proviene de diatizemai «disponer de lo que a uno le pertenece»), en el sentido de una «disposición unilateral». En el griego secular, esta palabra generalmente significaba «voluntad» o «testamento»; pero incluso autores clásicos como Aristófanes (Las Aves 439) la usaban como pacto, donde una de las partes tenía una evidente superioridad sobre la otra y podía disponer sus propias normas. El término bíblico diazēkē significaba (en un sentido mas específico que bәrîṯ) un acuerdo hecho por una de las partes con toda autoridad, que la otra podía aceptar o rechazar pero no alterar. Johannes Behm (en TWNT II, p. 137) lo define como: «El decreto (Verfuegung) de Dios, el desarrollo poderoso de la soberana voluntad de Dios en la historia en la que él constituye la relación de la autoridad de las ordenanzas divinas (institución), las cuales introducen un correspondiente orden de sucesos» Hay únicamente un pasaje en el que el significado secular más usado aparece junto con la idea del pacto: Heb. 9:15–17. Una analogía se deduce del hecho de que un testador debe morir antes que pueda cumplirse su voluntad; así también, en la confirmación del pacto mosaico había un sacrificio cruento de un animal, que representaba la expiación de Cristo, y era la sangre de esa víctima la que se rociaba sobre las personas y sobre el documento del pacto mismo. Pero incluso aquí, la noción predominante de diazēkē es «pacto» antes que «testamento».

BIBLIOGRAFÍA

  1. Behm en TWNT, II, pp. 127–137; G. Berry en ISBE, pp. 727–729; A.B. Davidson, The Theology of the OT; W. Eichrodt, Theologie des AT; D. Estes in ISBE, p. 729; G.E. Mendenhall, Law and Covenant in Israel and the Ancient Near East; G. Oehler, Theology of the OT, pp. 175ss.; G. Quell en TWNT, II, pp. 107–127; W. Oesterley and T.H. Robinson, Hebrew Religion, pp. 156–159; G. Vos, Biblical Theology.

G.L. Archer Jr.

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

LXX Septuagint

ISBE International Standard Bible Encyclopaedia

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (443). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología