PASTOR

v. Oveja
Gen 4:2 y Abel fue p .. y Caín fue labrador de la
Gen 13:7 contienda entre los p del .. y los p del
Num 27:17 congregación .. no sea como .. sin p
1Ki 22:17; 2Ch 18:16 ovejas que no tienen p
Psa 23:1 Jehová es mi p; nada me faltará
Psa 80:1 P de Israel, escucha; tú que pastoreas
Isa 40:11 como p apacentará su rebaño; en su
Isa 44:28 es mi p, y cumplirá todo lo que yo
Isa 56:11 los p mismos no saben entender; todos
Jer 2:8 p se rebelaron contra mí, y los profetas
Jer 3:15 y os daré p según mi corazón, que os
Jer 10:21 los p se infatuaron, y no buscaron a
Jer 23:1 ¡ay de los p que destruyen y dispersan
Jer 23:4 y pondré sobre ellas p que las apacienten
Jer 25:34 aullad, p, y clamad; revolcaos en el
Jer 31:10 lo reunirá y guardará, como el p a su
Eze 34:2 profetiza contra los p . y dí a los p
Eze 34:5 y andan errantes por falta de p, y son
Eze 34:23 levantaré sobre ellas a un p, y él las
Eze 37:24 ellos, y todos ellos tendrán un solo p
Amo 1:1 palabras de Amós, que fue uno de los p
Amo 3:12 de la manera que el p libra de la boca
Zec 10:2 pueblo vaya .. sufre porque no tiene p
Zec 11:16 yo levanto .. a un p que no visitará las
Zec 13:7 hiere al p, y serán dispersadas las ovejas
Mat 9:36; Mar 6:34 como ovejas que no tienen p
Mat 26:31; Mar 14:27 heriré al p, y las ovejas del
Luk 2:8 había p en la misma región, que velaban
Joh 10:2 el que entra por la .. el p de las ovejas es
Joh 10:11 yo soy el buen p; el buen p su vida da
Joh 10:12 el asalariado, y que no es el p .. huye
Joh 10:16 y oirán .. y habrá un rebaño, y un p
Eph 4:11 constituyó a .. a otros, p y maestros
Heb 13:7 acordaos de vuestros p, que os hablaron
Heb 13:17 obedeced a vuestros p, y sujetaos a
Heb 13:20 el gran p de las ovejas, por la sangre
1Pe 2:25 habéis vuelto al P y Obispo de vuestras
1Pe 5:4 cuando aparezca el Príncipe de los p


Pastor (heb. rôeh [del verbo râah, “pastar”, “alimentar”, “pastorear”]; nôqêd; gr. poim’n). Alguien que se dedica a cuidar ovejas. La tarea de los pastores es tan antigua como la especie humana. Abel era pastor (Gen 4:4), Abrahán, Isaac, Jacob y Job tení­an o cuidaban ovejas (Gen 12:16; 20:12-14; 30:31-43; Job 1:3), y los hijos de Jacob (Gen 37:12), Moisés (Exo 3:1), David (1Ch 17:7) y Amós (Amo 7:14) también eran pastores. Estaban equipados con un cayado* (Lev 27:32; 1Sa 17:40; Psa 23:4; Mic 7:14), una honda,* un boIso para llevar alimentos y otro para las piedras de su honda (1Sa 17:40). También tení­an una tienda para protegerse de las inclemencias del tiempo (Son 1:8; Isa 38:12). A menudo los pastores eran nómadas o seminómades, porque era necesario trasladarse de un lugar a otro con el fin de encontrar agua y pastos adecuados para los rebaños (Gen 4:20; 13:2-6, 11, 18). Otros eran propietarios y viví­an en las ciudades (Num 32:16, 24). En ese caso, se sacaba a las ovejas de dí­a para que fueran a pastar, y se las traí­a “al redil” por la tarde (cf Joh 10:1-4). Además de buscar agua y pastos para sus rebaños (Psa 23:2), y 904 de proveerles un lugar de refugio, los pastores tení­an que proteger a sus ovejas de los ladrones y de los animales salvajes, como ser lobos, leones y osos (Gen 31:39; 1Sa 17:34, 36; Joh 10:12). También debí­an cuidar a esos indefensos animales del peligro de apartarse del rebaño y perderse (Luk 15:4). Las ovejas llegaban a conocer de tal modo a su pastor, que sólo respondí­an a su llamado (Joh 10:3-5). Se consideraba que el pastor asalariado era responsable del bienestar de las ovejas, pero, de acuerdo con las antiguas leyes de la Mesopotamia, sólo se le pedí­a que rindiera cuenta de las que se le perdieran por negligencia (cf Gen 31:39). Podí­a no tener el valor ni la disposición para defenderlas en momentos de peligro, y no respondí­a por ello (Joh 10:12, 13). El empleo figurado de la palabra “pastor” es común en la Biblia. Se comparaba a la gente que carecí­a de dirigentes adecuados con ovejas sin pastor (Num 27:16, 17; 1Ki 22:17; Eze 34:1-6; Mat 9:36; 26:31; Mar 6:34; etc.). Isaí­as profetizó que Ciro el Grande serí­a el “pastor” de Dios, encargado de liberar de su cautiverio a los judí­os (ls. 44:28). Los profetas Isaí­as, Ezequiel y Zacarí­as reprendieron duramente a los dirigentes de Israel, y los compararon con falsos pastores, insensibles, codiciosos, que conducí­an a la perdición a los que estaban bajo su cuidado, y hasta se aprovechaban de ellos y les daban muerte (Isa 56:11; Eze 34:2-10; Zec 11:3-8). Los autores bí­blicos se refieren al Señor como un Pastor que conduce y cuida de sus “ovejas” con bondad y fidelidad (Psa_23; 80:1; Isa 40:11; Eze 34:11, 12). Jesús se referí­a a sí­ mismo como el Buen Pastor, capaz de dar su vida por sus ovejas (Joh 10:11-15). En Heb 13:20 se lo llama “el gran pastor de las ovejas”. Pedro compara a sus lectores (1Pe 2:25) con ovejas descarriadas que habí­an vuelto a Cristo, el “Pastor”. También le da a Jesús el nombre de “el Prí­ncipe de los pastores”, y como quien, cuando aparezca, recompensará a los subpastores con una inmarcesible corona de gloria (cp 5:1-4). En ocasión de su segunda venida, Cristo separará a los justos de los impí­os así­ como un pastor separa a las ovejas de los cabritos (Mat 25:32). Los cuidadores de ganado mayor aparecen en la Biblia con los nombres heb. rôê miqnêh o ‘anshê miqnêh (donde miqnêh es “ganado”). Se los menciona con menos frecuencia que a los pastores, porque en el Cercano Oriente ese ganado siempre ha sido menos numeroso que los rebaños de ovejas y cabritos. Abrahán, Lot e lsaac tení­an servicios de pastores (Gen 13:7, 8-1 26:20), y José le presentó sus hermanos a Faraón diciéndole que eran “hombres ganaderos” (46:32). El v 34 dice que los egipcios consideraban a los ganaderos como una abominación. Este desprecio por ellos era particularmente virulento con respecto a los pastores de ovejas, que aparecen con frecuencia en las pinturas egipcias como seres miserables, sucios y barbudos, desnudos y medio muertos de hambre, y a menudo deformes y rengos (fig 401). La Biblia también menciona a los pastores de los reyes Saúl y David (1Sa 21:7; 1Ch 27:29), y destaca que el profeta Amós era “boyero”, es decir, pastor de ovejas (Amo 7:14). El NT menciona el gr. bóskí‡n (del verbo bóskí‡n “alimentar”, “pastorear”). En Mat 8:33 estos bóskí‡n cuidaban de los cerdos que pertenecí­an a los gadarenos, y recalca el hecho de que el hijo pródigo tuvo que dedicarse por un tiempo a esa tarea (Luk 15:15, 16). 401. Un enjuto pastor conduce bueyes. Sobre la pared de una tumba encontrada en Meir, Egipto.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ver OFICIOS

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Sacerdote encargado por el Obispo de un Parroquia. Ver “Parroquia”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

El que atiende a un rebaño de ovejas o de cabras. Se practica desde tiempos antiquí­simos, pues †œAbel fue p. de ovejas† (Gen 4:2). Jacob †œapacentaba las … ovejas de Labán† (Gen 30:36). Era éste un oficio muy duro, que exigí­a mucha dedicación. El p. disfrutaba de pocas comodidades, pues tení­a que dirigir su rebaño desde temprano en la mañana, cuando llamaba †œpor nombre† a sus ovejas (Jua 10:3), y las sacaba para guiarlas a los †œdelicados pastos† y a las †œaguas de reposo† (Sal 23:2). Para ello iba †œdelante de ellas† (Jua 10:4). Esta labor duraba todo el dí­a, al final del cual traí­a el rebaño de nuevo a un lugar seguro, el †¢redil, que podí­a consistir en un cerco con palos, piedras o espinas, y se poní­a al rebaño dentro. O se aprovechaba alguna desigualdad del terreno, o una cueva. Contaba sus ovejas una a una, usando para ello su †¢vara y luego tení­a que velar para defenderlas de los posibles ataques de fieras como lobos, leones, leopardos, osos, etcétera. David expuso su experiencia en ese sentido al decirle a Saúl: †œTu siervo era p. de las ovejas de su padre; y cuando vení­a un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, yo salí­a tras él, y lo herí­a…† (1Sa 17:34-35). Los pastores de Belén que recibieron el anuncio angelical sobre el nacimiento del Señor Jesús estaban velando y guardando †œlas vigilias de la noche sobre su rebaño† (Luc 2:8).

Generalmente, el p. se apoyaba en una vara, que le serví­a como defensa en caso de ataque de fieras, y con la cual, usando ligeros toques, orientaba a un animal en una u otra dirección (†œTu vara y tu cayado me infundirán aliento† [Sal 23:4]). Llevaba consigo una bolsa o zurrón, en la cual guardaba algunos alimentos para las largas jornadas de pastoreo. En ese †œsaco pastoril† David puso las †œcinco piedras lisas del arroyo† cuando fue a pelear contra Goliat (1Sa 17:40). Esas piedras, precisamente, eran para usarlas con una †¢honda, que era otro de los implementos usuales en el oficio de p. Habí­a p. que habitaban en pequeños pueblos y salí­an a su trabajo al campo. Otros eran nómadas que viví­an en tiendas, moviéndose constantemente para buscar los mejores pastos. Aquellos que no eran nómadas, sin embargo, se veí­an obligados muchas veces a utilizar ligeras tiendas de campaña (†œ… como tienda de p.† [Isa 38:12]), o improvisadas cabañas, para permanecer cierto tiempo en lugares donde el pasto era bueno. Quizás a este tipo de construcciones se refiere la expresión de Can 1:8 (†œY apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los p.†).
figura del p. es utilizada como metáfora para señalar la función del lí­der de una comunidad. David dice que Dios es su p. (Sal 23:1). También es el †œP. de Israel† (Sal 80:1). Cuando la comunidad está desorientada, que no sabe qué hacer, se dice que está †œcomo ovejas sin p.† (Isa 13:14; Mat 9:36). Los profetas anunciaron que Jehová †œcomo p. apacentará su rebaño, en sus brazos llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas† (Isa 40:11). Los que debí­an guiar al pueblo de Israel son comparados a p. que no cumplieron con su obligación (†œLos sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová?… y los pastores se rebelaron contra mí­† [Jer 2:8]). Dios reprende a los p. que †œdestruyen y dispersan† su rebaño (Jer 23:1). Acusa también a los que dejaron sus ovejas †œpara ser presa de todas las fieras del campo†, a los p. que no †œbuscaron† sus ovejas, sino que †œse apacentaron a sí­ mismos† (Eze 34:1-31). Pero si el pueblo se convierte, Dios promete: †œOs daré p. según mi corazón† (Jer 3:15). Más aun, Dios dice que él se ocupará de sus ovejas (†œYo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor† [Eze 34:15, Eze 34:31]).
Señor Jesús es †œel buen p.; el buen p. su vida da por las ovejas† (Jua 10:11). Es también †œel gran p. de las ovejas† (Heb 13:20), el †œPastor y Obispo† de las almas de los creyentes (1Pe 2:25) y el †œPrí­ncipe de los p.† (1Pe 5:4). Los grupos de creyentes son descritos como un rebaño bajo el cuidado de p. (†œPor tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espí­ritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre† [Hch 20:28]).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, OFIC LEYE TIPO

ver, REDIL, IGLESIA

vet, El que se cuida de un rebaño. Abel tení­a un rebaño de ganado menor (Gn. 4:2). Desde Abraham a Jacob y sus hijos, los patriarcas fueron ganaderos y pastores (Gn. 13:1-6). Jabal, Abraham y los recabitas fueron nómadas; moraban en tiendas y llevaban a sus rebaños y ganados de lugar a lugar para hallar pastos (Gn. 4:20; cfr. 13:2, 3, 18 y 20:1; Jer. 35:6-10). Otros ricos propietarios de ganaderí­as y rebaños residí­an en ciudades, en tanto que sus siervos iban de pasto a pasto con los animales (1 S. 25:2, 3, 7, 15, 16; cfr. Gn. 37:12-17). Habí­a también el pastor sedentario, que salí­a por la mañana con su rebaño, y lo devolví­a por la noche al redil (Jn. 10:1-4). (Véase REDIL.) Con frecuencia, el rebaño era confiado: al hijo (Gn. 37:2; 1 S. 16:11, 19), a la hija (Gn. 29:9; Ex. 2:16, 17) o a un asalariado (Gn. 30:31, 32; Zac. 11:12; Jn. 10:12). El propietario exigí­a del pastor el precio de todo animal desaparecido (Gn. 31:39). La Ley de Moisés libraba al asalariado de esta obligación, si podí­a probar que la pérdida no habí­a sido consecuencia de una negligencia (Ex. 22:10-13). El pastor iba temprano al redil, donde se hallaban varios rebaños, y llamaba a sus ovejas. Estas reconocí­an su voz, y lo seguí­an. Esto último es una realidad en Oriente, así­ como que cada oveja tiene un nombre y que conoce la voz del pastor, y constituye un hermoso tipo de la relación de Jehová con Israel (Sal. 23) y de Cristo con la Iglesia (Jn. 10:2-16). Las ovejas de otros pastores no prestaban atención a su voz (Jn. 10:2-5). El pastor conducí­a el rebaño a los pastos, quedándose allí­ todo el dí­a, y en ocasiones incluso la noche (Gn. 31:40; Cnt. 1:7; Lc. 2:8); los defendí­a de las fieras y contra los merodeadores (1 S. 17:34, 35; Is. 31:4), recogí­a a la perdida (Ez. 34:12; Lc. 15:4). Se cuidaba de las ovejas recién paridas (Is. 40:11) y de las esparcidas (Ez. 34:4, 16; Zac. 11:9). El pastor llevaba un zurrón y un arma defensiva. Si hací­a mal tiempo, se envolví­a en su manto (1 S. 17:40; Jer. 43:12). Su cayado, muy parecido al usado por nuestros pastores en España, le permití­a dirigir el rebaño, reunirlo y defenderlo (Sal. 23:4; Mi. 7:14; Zac. 11:7). Era ayudado por los perros, que no eran demasiado dóciles ni fieles, pero que, al ir detrás del rebaño, señalaban el peligro con sus ladridos (Jb. 30:1). En las Escrituras, Jehová es presentado como pastor de Israel, especialmente de los fieles (Gn. 49:24). Cristo es el “Buen Pastor”. El no ha entrado furtivamente en el redil, sino por la puerta. Sus ovejas responden con confianza al oí­r sus nombres y rehúsan seguir a otros. Al sacrificar Su vida por ellas, les ha demostrado Su amor (Jn. 10:1-18). Todos los que tení­an una posición en la teocracia: profetas, sacerdotes, reyes, eran considerados por el pueblo como pastores subalternos; su infidelidad a Jehová es frecuentemente mencionada (Is. 56:11). En el NT hay el don de los pastores para la iglesia, para alimentar y pastorear las ovejas; los ancianos u obispos son asimismo exhortados a tener cuidado de la grey del Señor, siguiendo el ejemplo de Cristo, el Gran Pastor de las Ovejas, y Señor del rebaño y de los encargados de cuidarlo (cfr. Ef. 4:11; He. 13:7, 17, 20, 24; 1 P. 5:1-4). (Véase IGLESIA.)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Oficio de todo el que se dedica al cuidado de ganado mayor o menos, especialmente de ovejas y cabras en el ambiente mediterráneo.

Oficio abundante en la Palestina del tiempo de Jesús, por las condiciones socioeconómicas de todos los paí­ses del entorno, a Jesús se le denominó en los primeros tiempos sobre todo con el nombre y la figura de Buen Pastor.

Se da la referencia en el Evangelio (Jn. 10. 14), en reminiscencia de múltiples alusiones proféticas (Is. 40.11; Jer. 31. 10; Ez. 34.12; Zac. 13.7).

En el Nuevo Testamento es el trabajo y oficio (junto al de labrador) que más alusiones recibe: 40 veces se habla de la figura del pastor, de las que 16 hacen alusión explí­cita a Jesús en esa función de pastorear a sus ovejas como protector, vigilante o amoroso cuidador. “Yo soy el buen Pastor” (Jn. 10.14). Y sus seguidores le entienden como tal, “el que salió de entre los muertos, gran pastor de las ovejas” (Hebr. 13.20), el “prí­ncipe de los pastores”. (1 Pedr. 5.4)

En los primeros tiempos cristianos la figura del buen pastor caló hondamente entre los seguidores del Evangelio, en el arte, con el emblema del pastor llevando la oveja perdida en los hombres, en las catacumbas, hasta los escritos al estilo de “El Pastor” de Hermas, escritor que vivió hacia el 140 ó 150.

La idea de pastor, aplica a Cristo, generarí­a en la Iglesia a lo largo de los siglos una continua referencia a la tarea del cuidado de los fieles. Desde los primeros tiempos se denominó a los sacerdotes pastores y hasta los usos de los protestantes renunciar al concepto y terminologí­a de sacerdotes para denominar “pastores” a sus animadores religiosos, mientras que los católicos siguen con el término de sacerdotes aunque generaron una abundante literatura “pastoral”, en referencia a las formas prácticas de animar y gobernar a la Iglesia.

También es interesante recordar que la figura del pastor, por motivos religiosos y no sólo bucólicos o naturalistas ha generados muchas creaciones artí­sticas. Se pueden citar como modelos de valores humanos “El pastor ingrato” de Lope de Vega, escrito en 1628, “La oveja perdida”, de Juan de Timoneda, en verso. Y la novela de “Pastores de Belén”, de Lope de Vega, donde mezcla verso y prosa.

En el arte pictórico son innunerables las referencias antiguas y modernas a Jesús como Pastor vivo y a los sucesores de los Apóstoles, como modelos de solicitud y de entrega a las almas.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DJN
 
La importancia de la agricultura y la ganaderí­a en todas las épocas que abarca la literatura bí­blica explica suficientemente que el pastoreo haya sido fuente permanente de inspiración para expresar muchos aspectos de la vida de Israel; entre ellos se cuentan los que tocaban a las relaciones de los distintos dirigentes y, muy especialmente, de Dios con su pueblo: tanto a aquéllos como a éste se les aplica con frecuencia el tí­tulo de “pastor”, mientras que al pueblo se le contempla como “el rebaño”, “las ovejas”, sobre todo de Dios. En el recurso a éstas y otras imágenes del mundo pastoril, llama la atención que, frente a lo que ocurre en los otros pueblos del entorno geográfico y cultural de Israel, nunca se llama “pastor” al “rey” en funciones; sólo de “mi siervo David”, representación del Mesí­as futuro, dice abiertamente el mismo Dios que apacentará y será pastor de sus ovejas, es decir, del pueblo de Israel (Ez 34, 23s). El contexto de esta afirmación es altamente significativo en dos sentidos: en primer lugar porque sigue a una fuerte y larguí­sima crí­tica de Dios a los distintos dirigentes de su pueblo, a quienes se habí­a presentado repetidamente como pastores (Ez 34, 1-8); en segundo lugar, porque, en relación estrechí­sima con esta crí­tica y como consecuencia de ella, Dios promete cuidarse él mismo de sus ovejas, buscarlas, congregarlas, apacentarlas (34, 9-31). En este contexto, el pastoreo del Mesí­as futuro aparece precisamente como expresión concreta de aquel cuidado asumido por el mismo Dios en favor de su pueblo; lo cual significa que el Mesí­as actúa en nombre de Dios, como representante suyo o, al menos, como instrumento eficaz del pastoreo de Dios sobre el pueblo.

Sobre este telón de fondo del uso de la imagen del “pastor” en el AT hay que leer los textos del NT en los que aquélla se hace presente. Muy pocos de entre ellos la usan en referencia a los dirigentes de la comunidad, a quienes sin embargo se les llama explí­citamente “pastores” (Hech 20, 28; Ef 4, 11; 1 Ped 2, 25) y cuya tarea se describe mediante el verbo “pastorear” (Jn 21, 16). En todos estos casos, la función de los pastores se considera en relación estrecha con la que ejerce el que es Pastor y guardián de las almas (1 Ped 2, 25), Pastor supremo (Heb 13, 20; 1 Ped 5, 4), dueño único de las ovejas (Jn 21, 15-19). Mucho más significativos son los textos en que se recurre a la imagen del “pastor” para hablar de Dios o de Jesucristo. A Dios, pastor de las ovejas, se refiere sin duda la parábola de la oveja perdida, que Lucas ha recogido entre las llamadas parábolas de la misericordia (Lc 15, 3-7); conviene señalar, con todo, que en este caso no importa tanto la imagen en sí­ misma cuanto sus contenidos: Dios, a quien no se llama pastor directamente, se comporta con los pecadores como un pastor a quien se le perdiera una de las cien ovejas de su posesión; es decir, deja a las otras 99 en el páramo y va a buscar a la que se habí­a perdido, gozando enormemente y compartiendo su gozo cuando la encuentra; de acuerdo con esta actitud de Dios, Jesús acogí­a a los pecadores y comí­a con ellos (Lc 15, 2). No es extraño que también a Jesús se le aplique la imagen del pastor; los textos correspondientes aparecen tanto en los Sinópticos como en el cuarto Evangelio: en aquéllos, la imagen influye indirectamente en la imagen del Jesús compasivo que congrega al pueblo, al que contempla como “ovejas sin pastor” (Mc 6, 34=9, 36). Con la misma idea de la reunión del pueblo tiene que ver también el segundo texto sinóptico modulado de algún modo sobre la imagen bí­blica del pastor aplicada a Jesús; pero en este caso la congregación del rebaño adquiere una dimensión más universal (“todas las naciones”) y se concreta en un juicio de separación entre las ovejas y las cabras, determinado -el juicio y su resultado de castigo perpetuo o de vida eterna- por el comportamiento respectivo con los hermanos necesitados, a quienes Jesús identifica como sus “humildes hermanos” (Mt 25, 31-46).

El punto culminante del recurso a la imagen del pastor en el NT se alcanza sin duda alguna en el largo pasaje de Jn 10, 1-18 y, más en particular, en la llamada alegorí­a del Buen Pastor (Jn 10, 11-18). En el conjunto del pasaje es fácil distinguir tres momentos, en los que, sin aparente sucesión de continuidad, se van utilizando distintos elementos del pastoreo para presentar otros tantos aspectos de la misión de Jesús y, sobre todo, de su relación con los creyentes: en el primer momento se establece una oposición entre el ladrón, que entra en el redil saltando la verja, y el pastor, que utiliza la puerta de entrada (10, 1-5); en el segundo, Jesús se presenta como “puerta” de las ovejas (10, 7-10); sobre la base de la consideración indirecta de Jesús como propietario y, tangencialmente, como pastor de las ovejas (10, 2), el tercer momento de este conjunto literario inicia con una solemne afirmación del Maestro, que dice de sí­ mismo: “Yo soy el Buen Pastor” (10, 11 a). Esta condición se concreta antes que nada -y aquí­ la oposición toca al mercenario o pastor asalariado y al que lo es libremente (10, 17-18)-en la entrega voluntaria de la propia vida por las ovejas (10, l l b-13.15b); en estrecha relación con esta expresión extrema e inusitada de amor por las ovejas y como presupuesto de la misma, el tí­tulo de Buen Pastor, que Jesús vuelve a aplicarse (10, 14), se funda en el conocimiento recí­proco entre él y sus ovejas y cuyo carácter especial está determinado por el modelo del conocimiento entre Jesús y su Padre (10, 14b-15a). El alcance universal del pastoreo de Jesús que descubrí­amos en el uso de la imagen del pastor en Mt 25 vuelve a hacerse presente en la alegorí­a joánica; frente a lo que ocurrí­a en el texto de Mateo, en el pasaje de Juan dicho alcance sólo se considera en su aspecto positivo: el Buen Pastor que es Jesús reconoce como suyas a otras ovejas que actualmente no forman parte de su rebaño; con su pastoreo y la consiguiente docilidad de tales ovejas a la voz de Jesús, éstas entrarán en el único rebaño que pastoreará él como único pastor (10, 18).

Juan Miguel Dí­az Rodelas

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> ovejas y cabras, nacimiento). La figura del pastor y su rebaño pertenece al mundo cotidiano del antiguo Oriente mediterráneo. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, ella culmina en Jn 10,2-16 (el Buen Pastor) y en Mt 25,31 46 (juicio final), y ha tenido gran influjo en la visión posterior de la Iglesia cristiana que ha concebido a sus ministros como “pastores” e interpretado su acción especí­fica como “pastoral”. Pastor es en oriente (Sumeria, Babilonia, Asirí­a…) el rey, que protege y guí­a sus rebaños de hombres, ayuda a los débiles, protege a los enfermos. Pastor es en el cielo Dios, aquel que cuida del rebaño grande de la humanidad. Esta es una imagen valiosa, pero corre el riesgo de establecer una distancia entre el guí­a-pastor que es el único individuo activo y el resto de los hombres, entendidos como rebaño pasivo.

(1) La imagen del pastor. Desde Abel, que es el primer pastor (Gn 4,2), y desde Yabal, hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crí­an ganado y viven en tiendas (cf. Gn 4,20), y desde los patriarcas, cuidadores de ganados (cf. Gn 13,7; 26,20; 46,32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrí­cola y urbana. De todas formas, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sm 16,13; 17,20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su función de pastor del pueblo (cf. Sal 78,70). Por otra parte, Dios aparece como un pastor que cuida el rebaño de los hombres, especialmente de su pueblo Israel (Is 40,11; 63,11; Jr 30,10; etc.). El Antiguo Testamento sabe que Dios es pastor de Israel: “El Señor es mi pastor, nada me falta, por lugares tranquilos me hace reposar…” (Sal 23,1; cf. Gn 49,24; Jr 31,10; 43,12; Ez 34,5.12; etc.). También los jefes de Israel reciben rasgos de pastor (cf. 2 Sm 7,7; Jr 3,23; Sal 78,72), aunque parece que nunca se les atribuye directamente ese tí­tulo, que será propio del Mesí­as: “Les daré un pastor único que los pastoree: mi siervo David; él les apacentará, él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios y mi siervo David será prí­ncipe en medio de ellos” (Ez 34,23-24; cf. 37,22.24; Jr 3,15; 23,4).

(2) Mt 25,31-46. Pastor mesiánico, las ovejas menores. La certeza de que Dios cuida a las ovejas y la promesa del nuevo pastor “divino” de Ez 34,11-14 forman el punto de partida de una visión teológico-simbólica que llega hasta Mt 25,32, donde el pastor se identifica con las “ovejas” más pequeñas del rebaño. En el fondo está igualmente la imagen apócrifa de 1 Hen 89-90: el camino de Israel, desde el diluvio hasta el Mesí­as, aparece como historia de un rebaño; los miembros del pueblo son ovejas a las que Dios va guiando, superando los peligros, los rechazos y rupturas, hasta el tiempo en que llegue el salvador-mesí­as. Al referirse a Jesús, Hijo de Hombre, en la figura del pastor que separa a su rebaño, Mt 25,32 se encuentra en la lí­nea de ese viejo simbolismo. La tradición del rey-pastor forma parte de la ideologí­a polí­tica de Israel, donde Dios mismo aparece como pastor supremo del pueblo (cf. Sal 23,1; 80,1), conforme a una visión más propia de los reinos de Oriente que de la democracia griega, donde los miembros del pueblo no aparecen ya como rebaño de un pastor, sino como agrupación de hombres libres. Desde esa perspectiva se entienden los textos del Nuevo Testamento donde el Mesí­as to ma rasgos de pastor, especialmente el de Mt 25: “Cuando llegue el Hijo de Hombre en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria y se congregarán delante de él todos los pueblos. Y separará a unos de otros como el pastor separa a las ovejas de las cabras; y pondrá a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Y entonces el rey dirá…” (Mt 25,31-34). La imagen es tradicional, pero el simbolismo de fondo será totalmente nuevo: aquí­ estamos ante un pastor que se identifica con sus ovejas; no manda sobre ellas desde arriba, sino que vive y sufre en ellas. Estamos, evidentemente, en una lí­nea de evangelio, que ha de entenderse desde la parábola de la oveja perdida (cf. Lc 15,4-6; Mt 18,12-14) y desde la gran alegorí­a de Jn 10,1-16, donde las ovejas dejan de ser animales dirigidos por un guí­a superior y se vuelven amigos del pastor.

(3) Pastor misericordioso, buen pastor (Jn 10). Podemos desarrollar las últimas reflexiones. Jesús toma la imagen del pastor y la recrea en lí­nea de evangelio. Así­ dice que se apiada de los hombres porque están “dispersos y perdidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36). En ese contexto se inscribe su acción misericordiosa, que viene a expresarse de manera privilegiada en la parábola del pastor: “¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas y perdiendo una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va hacia la perdida hasta encontrarla? Y encontrándola la pone en sus espaldas con gran gozo y viene hasta su casa y llama a sus amigos y les dice: alegraos conmigo porque he encontrado a mi oveja perdida” (Lc 15,3-6). A Jesús le han acusado de comer con pecadores, perdonando y recibiendo en su mesa a los proscritos de la alianza (publicanos, prostitutas). Jesús se defiende contando esta parábola, en la que Dios (o el pastor mesiánico) viene a mostrar su solidaridad con las ovejas perdidas. En esa lí­nea se sitúa el texto del buen pastor: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor entrega su vida por sus ovejas. El mercenario, el que no es pastor ni tiene a las ovejas como propias, ve venir al lobo y abandona, huyendo, a las ovejas; y así­ viene el lobo y las destroza y las dispersa. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre. Así­ entrego mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil; las debo conducir, para que escuchen mi voz y de esa forma haya un rebaño y un pastor” (Jn 10,11-16). Siguiendo en la lí­nea anterior, el pastor se ha convertido de alguna forma en padre y amigo del rebaño. Esta alegorí­a del Jesús pastor tiene tres rasgos o notas principales, (a) Elemento cristológico. Jesús es el auténtico pastor, aquel que puede conducir hasta la meta a su rebaño. Por eso se distingue de otros malos pastores, mercenarios, que han venido a presentarse como salvadores, siendo en realidad asalariados, que han querido aprovecharse del rebaño. Juan alude aquí­ probablemente, en la lí­nea de 1 Henoc 83-90, a los diversos lí­deres que, en esos últimos años, entre el 50 y el 100 d.C., han manipulado a los judí­os, llevándoles a la perdición, (b) Hay un rasgo eclesiológico. Jesús es verdadero pastor porque conoce a las ovejas (hombres), dialogando con ellas en intimidad de corazón. Sólo así­, sobre una base de conocimiento personal, puede fundarse la comunidad de los salvados como Iglesia donde todos tienen un lugar para vivir en plenitud, (c) Hay, en fin, un rasgo intradivino: la unidad del pastor con las ovejas refleja sobre la tierra el gran misterio del encuentro de Cristo con el Padre, tal como Juan lo ha desarrollado en el Sermón de la Cena (Jn 13-17). De esa forma, llevado hasta el extremo, este signo del pastor nos saca del ámbito animal (pastoral) para situarnos en un plano intensamente personal, de comunicación afectiva. En ese contexto debemos añadir el encargo de Jesús a Pedro, a quien pide que “apaciente sus ovejas” (Jn 21,16-17). En esa lí­nea se dirá que los ministros de la Iglesia son pastores que aman a las ovejas, dialogando con ellas como el Buen Pastor, que es Cristo.

(4) Pastor y Obispo de nuestras almas. Culminando la referencia anterior encontramos las palabras de la primera carta de Pedro: “Andabais errantes como ovejas, pero habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 Pe 2,1825). Cristo aparece como Pastor y Obispo (poiména kai episkopon) de los cristianos porque ha sido rechazado por su pueblo y ha sufrido sin vengarse, como el Siervo de Isaí­as. El mismo Cristo sufriente aparece como Pastor y Obispo de los fieles, más que como Kyrios supremo (Flp 2,11) o Sumo Sacerdote en la lí­nea de Melquisedec (Heb 9,11), en terminologí­a de fuerte carácter simbólico, no jurí­dico, que nos sitúa cerca de la visión eclesial que ofrece Mt 23,812, conforme a la cual nadie puede ser padre, maestro o pastor de los otros, porque todos los creyentes son hermanos.

(5) Adoración de los pastores. En un contexto algo distinto se sitúa la adoración de los pastores (Lc 2,8-21), que forma parte del evangelio* de la infancia de Lucas, pero que completa la visión de los pastores de la Biblia, volviendo a situarnos sobre el campo humilde de los pastores como grupo muchas veces marginado de una sociedad urbana que les necesita y expulsa. Ha nacido Jesús y nadie lo advierte. Es uno más entre los millones de seres que nacen, un niño abandonado por la sociedad, sin una casa donde puedan acogerle. Lc rechazan los grandes de la tierra (que hacen su censo con objetivos de poder), pero el Evangelio sabe que le han recibido los pequeños y perdidos: enfermos y leprosos, cojos y mancos, publí­canos y prostitutas. Pues bien, esa acogida se encuentra simbólicamente anticipada en la adoración de los pastores. “Estaban los pastores en los campos, vigilando en la noche y guardando los rebaños. Y vino sobre ellos el Angel del Señor y la Gloria del Señor les rodeó. Y les dijo el Angel: No tengáis miedo, pues yo os evangelizo una gran alegrí­a, que será para todo el pueblo. Porque os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Y esto os servirá de señal: encontraréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,8-12). Los pastores permanecen en el campo abierto, guardando sus rebaños en las vigilias de la noche (phylakas tés nyktos: Lc 2,8), que son tiempo de silencio abierto a la palabra de Dios que realiza en ellas su más hondo misterio sobre el mundo (cf. Ex 11,1-10; 14,19-25), como ha dicho de forma ejemplar el libro de la Sabidurí­a: “Un silencio sereno lo envolví­a todo y al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa se abalanzó, como paladí­n inexorable desde el trono real de los cielos al paí­s condenado; llevaba la espada afilada de tu orden terminante; se detuvo y lo llenó todo de muerte” (Sab 18,14-16). Pues bien, ahora, en esta noche nueva del nacimiento mesiánico, la Palabra de Dios nace en forma de Niño y quiere revelarse sobre el campo a los pastores de la tierra que observan las vigilias o guardias protectoras de la noche sobre el ganado amenazado por fieras o ladrones. Esa Palabra no viene a matar a los orgullosos egipcios (tema de Sab 18), sino a revelarse a los pastores de rebaños marginados de la sociedad. Pero esta vez, esos pastores descubren algo superior. Han dejado abandonados los pesebres y ahora nace en ellos no un cordero más, sino el mismo salvador. Estos pastores que viven fuera de la ciudad orgullosa, que no reciben a su Mesí­as, guardianes de ganados sobre el campo, vigilando en la noche sus rebaños en guardia defensiva (no guerrera), serán privilegiados de la gran esperanza de Dios. Ellos son los herederos de las promesas de David. La ciudad del rey (Belén) está cerrada, no ha querido recibir a su Mesí­as. Pero hay otra ciudad regia y misteriosa, el verdadero Belén de David y del Mesí­as, en los campos del entorno, en el pesebre abierto en los rediles, en las guardias de la noche, mientras velan los guardianes del rebaño. Ellos, los pastores de la vida libre y trabajosa, israelitas impuros (no pueden cumplir los reglamentos de la ley), despreciados por los fieles rabinos de la tierra, son portadores de la gran esperanza. Cuando llega el momento del rey mesiánico no salen a la escena los reyes del mundo (César Augusto), ni los grandes maestros de Israel con sus sacerdotes o Herodes, sino sólo unos pastores.

(6) Los pastores. Un signo universal. Ellos pueden entenderse en plano israelita, pero en sí­ mismos desbordan ese espacio y pueden (deben) proyectarse sobre un fondo universal. Jesús ha nacido como rey de los pastores, en el campo, donde en otro tiempo pastoreó David sus ovejas, un David que no era todaví­a rey, sino pastor bajo el ancho cielo, signo de todos los pobres del mundo. Así­ aparece el Jesús-Pastor, entre los pastores. Está abandonado o ignorado por los grandes, pero tiene personas que le han recibido y cuidado, como lo muestra el hecho de que está envuelto en unos pañales, que evocan la figura de una madre (de unos padres) que le han recibido, ofreciéndole su cuidado. Los pastores que van a buscarle en la cuna son un reflejo del pasa do de Israel, pueblo de pastores a los que perteneció el mismo David. Pero ahora ellos son como extranjeros, pues se encuentran fuera de la buena sociedad establecida, dirigida por reyes y sacerdotes. Sólo ellos, que viven en libertad y pobreza sobre los campos, pueden escuchar la palabra de Dios que llega, celebrando el nacimiento de su Hijo sobre el mundo. Así­ vienen, encuentran al niño como se lo ha dicho en ángel de Dios y comprenden, convirtiéndose en los primeros evangelistas de la buena nueva (Lc 2,15-20).

Cf. M. FOUCAULT, “Omnes et singulatim”, en La vida de los hombres infames, La Piqueta, Madrid 1990, 264-306; W. JOST, Poimen. Das Bild vom Hirten in der biblischen Ueberliefenmg und Seine christologische Bedeutung, Giessen 1939; X. PIKAZA, Hermanos de Jesils y servidores de los más pequeños. Mt 25,31-46, Sí­gueme, Salamanca 1984; A. J. SIMONIS, Die Hirtenrede im Johannes-Evangelium, Istituto Biblico, Roma 1967.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Vida: Obispo ordenado en Lugo junto con Siagrio en el 433. Fue obispo de Palencia y murió preso en Orleans el 457.

Obras: De él sabemos que escribió un sí­mbolo de la fe cristiana en el que se condena, entre otros, a los priscilianistas. Hoy en dí­a existe un acuerdo casi generalizado en identificar ese sí­mbolo con el Libelo a modo de sí­mbolo — una ampliación del sí­mbolo del primer concilio de Toledo del 400 — que publicó P. Labbe. Ver Prisciliano.

VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrí­stica, Verbo Divino, Madrid, 1992

Fuente: Diccionario de Patrística

Persona que guarda, guí­a y apacienta el ganado. Por lo común se entiende el de ovejas o el de ovejas y cabras. (Gé 30:35, 36; Mt 25:32; véase OVEJA.) La vida pastoril se remonta a Abel, el hijo de Adán. (Gé 4:2.) Aunque en otros lugares se consideraba un trabajo honorable, en el Egipto agrí­cola se miraba a los pastores con desdén. (Gé 46:34.)
El rebaño solí­an atenderlo el dueño, sus hijos (tanto hombres como mujeres) o algún otro pariente. (Gé 29:9; 30:31; 1Sa 16:11.) Los ricos, como Nabal, tení­an siervos que trabajaban de pastores, y puede que hubiera un mayoral que estuviera a cargo de ellos. (1Sa 21:7; 25:7, 14-17.) Al rebaño solí­a irle bien cuando era el dueño o sus familiares quienes pastoreaban los animales. Pero un asalariado no siempre poní­a todo su interés en el rebaño, por lo que a veces este sufrí­a. (Jn 10:12, 13.)
El equipo de un pastor podí­a constar de: una tienda (Isa 38:12), una capa para envolverse (Jer 43:12), una vara y una honda para defenderse, un zurrón para guardar la comida (1Sa 17:40; Sl 23:4) y un cayado largo para guiar el rebaño (Le 27:32; Miq 7:14).
Los pastores nómadas, como Abrahán, moraban en tiendas y se trasladaban de un lugar a otro a fin de hallar pastos para sus rebaños. (Gé 13:2, 3, 18.) Sin embargo, a veces el dueño de los animales permanecí­a en cierto lugar, su hogar o campamento, mientras que sus siervos o familiares viajaban con el rebaño. (Gé 37:12-17; 1Sa 25:2, 3, 7, 15, 16.)

¿Conocen en realidad las ovejas la voz de su pastor?
En ocasiones, los rebaños de varios pastores se encerraban por la noche en el mismo aprisco y se poní­a un portero para vigilarlos. Cuando por la mañana llegaban los pastores, llamaban a su rebaño, y las ovejas respondí­an a su pastor, y solamente a él. El pastor las conducí­a a los pastos yendo delante del rebaño. (Jn 10:1-5.) A partir de sus propias observaciones en Siria y Palestina durante el siglo XIX, W. M. Thomson escribió: †œ[Las ovejas] son tan mansas y están tan entrenadas que siguen a su guardián con la máxima docilidad. Este las conduce desde el aprisco o desde las casas de las aldeas a donde quiere. Como en esta región hay muchos rebaños, cada uno toma un sendero diferente y se encarga de hallar pasto para las ovejas. Por lo tanto, es necesario que se las enseñe a seguir al pastor sin desviarse a los campos de maí­z sin cercar que se extienden tentadores a ambos lados. Si alguna oveja se desví­a, sin duda tendrá problemas. El pastor emite una llamada penetrante de vez en cuando para recordarles su presencia. Ellas conocen su voz y siguen adelante; pero si un extraño las llama, se paran, levantan la cabeza alarmadas y, si se repite, se vuelven y huyen, porque no conocen la voz de un extraño. Esta no es una descripción imaginaria de una parábola; es la pura realidad. He hecho el experimento repetidas veces. El pastor va delante, no solo para señalar el camino, sino para asegurarse de que sea transitable y seguro†. (The Land and the Book, revisión de J. Grande, 1910, pág. 179.)
De igual manera, J. L. Porter en The Giant Cities of Bashan and Syria†™s Holy Places (1868, pág. 45) explica: †œLos pastores sacaron sus rebaños fuera de las puertas de la ciudad mientras nosotros los mirábamos y escuchábamos con mucho interés. Habí­a miles de ovejas y cabras que formaban una masa densa y confusa. Los pastores estaban juntos de pie esperando a que todas salieran. Luego se separaron, y cada uno tomó un camino diferente, emitiendo mientras se iban una llamada aguda y peculiar. Las ovejas la oyeron. Al principio, la masa se agitó y se movió como si una convulsión interna la hubiera sacudido, pero a continuación empezaron a despuntar columnas en la dirección que tomaron los pastores; estas se hicieron cada vez más largas hasta que la masa amorfa se convirtió en largas corrientes vivas que seguí­an a sus guí­as†.
Por la noche el pastor llevaba los animales de regreso al aprisco, se colocaba en la puerta y contaba las ovejas según iban pasando por debajo de su cayado o de sus manos. (Le 27:32; Jer 33:13; véase APRISCO.)

Una vida dura. La vida del pastor no era fácil. Estaba expuesto al calor, al frí­o y a noches en vela. (Gé 31:40; Lu 2:8.) A veces arriesgaba su vida para proteger al rebaño de los depredadores, como leones, lobos y osos, y también de los ladrones. (Gé 31:39; 1Sa 17:34-36; Isa 31:4; Am 3:12; Jn 10:10-12.) El pastor tení­a que evitar que el rebaño se esparciese (1Re 22:17), debí­a buscar a las ovejas perdidas (Lu 15:4), llevar en su seno a los corderos débiles o cansados (Isa 40:11) y cuidar a los enfermos y heridos, vendando los miembros que tuvieran rotos y frotándoles las heridas con aceite de oliva. (Sl 23:5; Eze 34:3, 4; Zac 11:16.) Debí­a tener cuidado cuando pastoreaba a las ovejas que estaban criando. (Gé 33:13.) El pastor abrevaba al rebaño diariamente, por lo general alrededor del mediodí­a. (Gé 29:3, 7, 8.) Si lo abrevaba en pozos, tení­a que llenar de agua los abrevaderos o las zanjas del suelo. (Ex 2:16-19; compárese con Gé 24:20.) En los pozos a veces habí­a encuentros desagradables con otros pastores. (Gé 26:20, 21.)
El pastor tení­a el derecho de participar del producto del rebaño (1Co 9:7), y solí­a cobrar su salario en especie, llevándose animales (Gé 30:28, 31-33; 31:41), aunque a veces también cobraba en dinero. (Zac 11:7, 12.) Es posible que tuviera que responsabilizarse de las pérdidas (Gé 31:39), aunque bajo el pacto de la Ley no se requerí­a ninguna compensación por un animal que hubiese sido despedazado por una fiera. (Ex 22:13.)
Lo que se ha dicho sobre los pastores también puede aplicarse en general a los manaderos. Sin embargo, estos no solo atendí­an ovejas y cabras, sino también ganado vacuno, asnos, camellos y cerdos. (Gé 12:16; 13:7, 8; Mt 8:32, 33.)

Uso figurado e ilustrativo. Jehová es un Pastor que cuida amorosamente a sus ovejas, es decir, a su pueblo. (Sl 23:1-6; 80:1; Jer 31:10; Eze 34:11-16; 1Pe 2:25.) Su Hijo Jesucristo es el †œgran pastor† (Heb 13:20) y el †œpastor principal†, bajo cuya dirección los superintendentes de las congregaciones cristianas pastorean el rebaño de Dios de buena voluntad, con altruismo y con verdaderas ganas. (1Pe 5:2-4.) Jesús se refirió a sí­ mismo como el †œpastor excelente† que realmente siente compasión por las †œovejas†, como demostró al entregar su alma a favor de ellas. (Jn 10:11; véase Mt 9:36.) Pero como se predijo, cuando se hirió al †œpastor excelente†, el rebaño se esparció. (Zac 13:7; Mt 26:31.)
El término †œpastores† a veces se refiere en la Biblia a los gobernantes y caudillos de los israelitas, tanto fieles como infieles. (Isa 63:11; Jer 23:1-4; 50:6; Eze 34:2-10; compárese con Nú 27:16-18; Sl 78:70-72.) De manera similar, también aplicaba a los caudillos de otras naciones. (Jer 25:34-36; 49:19; Na 3:18; compárese con Isa 44:28.) En Jeremí­as 6:3, con la palabra †œpastores† parece hacerse alusión a los comandantes de los ejércitos invasores. En un cuadro profético de la restauración de Israel se menciona a los pastores con sus rebaños (Jer 33:12), mientras que la profecí­a sobre la desolación de Babilonia decí­a que la devastación serí­a tan completa, que †˜no habrí­a pastores que dejaran que sus rebaños se echaran allí­†™. (Isa 13:20.)
En Revelación 12:5, la acción de †˜pastorear†™ a las naciones con una vara de hierro significa su destrucción. (Compárese con Sl 2:9.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

  1. Antiguo Testamento. Israel era un pueblo predominantemente pastoral; por tanto, sus conceptos religiosos fueron coloreados por su vocabulario y hábitos vocacionales comunes en una comunidad pastoral. Esto es particularmente prominente en el uso que el AT hace del término «pastor»; pero lo que se acentúa es el pastor como gobernante. (1) La figura se aplica a Jehová (Is. 40:10). El Pastor de Israel pastorea a su pueblo desde su trono real (Sal. 80:1s.; 95:6s.). El Sal. 23 es una excepción. (2) La figura se aplica a los líderes nacionales de Israel. David es el ejemplo sobresaliente (2 S. 5:2; Sal. 78:70ss.); pero también se menciona a Josué (Nm. 27:16s.), a los jueces (1 Cr. 17:6), y a la nobleza en general (Jer. 2:8; 25:34–36). (3) Ezequiel condena al último grupo por la negligencia que mostraban en su responsabilidad pastoral (34:2–10). (3) La figura se aplica al Mesías. Miqueas fue el primero en usar la metáfora en esta forma (5:2–4), pero es prominente en Ezequiel (34:22–24; 37:24s.).
  2. Nuevo Testamento. La metáfora adquiere prominencia aquí también. (1) Se aplica a Cristo (Mt. 2:6). Jn. 10 explica su significado. El buen pastor guía a sus ovejas (véase), las salva y alimenta (v. 9), les da vida eterna (vv. 10, 28) a través del sacrificio de sí mismo, voluntario y vicario (vv. 11, 15, 18). En Apocalipsis este «gran Pastor de las ovejas» (Heb. 13:20) continúa su ministerio en su vida transcendente (7:17). (2) La figura se aplica a los líderes de la iglesia. Los presbíteros de Efeso «pastoreaban» la iglesia (Hch. 20:28; cf. Ef. 4:11; 1 P. 5:1s.), pero al ejercer la función pastoral los líderes de la iglesia no deben enseñorearse de la manada; y sus motivos deben ser puros (1 P. 5:2s.). ¡Ay!, las iglesias del NT no siempre tuvieron este tipo de pastores dedicados (Hch. 20:29s.; Jud. 12). (3) La figura se aplica a los líderes de los judíos en el tiempo del NT. Los judíos eran la «oveja perdida» (Mt. 15:24) y sin pastor (9:36; Mr. 6:34), porque sus «pastores» eran mercenarios infieles (Jn. 10:10–13), no eran espirituales, pero sí autoritarios (9:22, 34). Sólo el Buen Pastor puede admitir o excluir del rebaño.

James G.S.S. Thomson

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (456). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Véase Ministro, Dones Espirituales.

Fuente: Diccionario de Teología

Los pastores bíblicos pueden ser literales o metafóricos: los que cuidan ovejas; y los pastores, divinos o mortales, que se ocupan de los hombres. A ambos tipos puede aplicárseles alabanza o censura similares. El término heb. para pastor es el participio rō˓eh, el gr. poimēn. El cuidado del prójimo puede ser político o espiritual. Homero y otros escritores seculares frecuentemente llamaron pastores a los reyes y gobernantes (La Ilíada 1. 263; 2. 243, etc.), uso que se refleja, en metáforas más profundas, en Ez. 34.

La responsabilidad del pastor literal era, y sigue siendo, considerable; además, es tan antigua como Abel (Gn. 4.2). Tiene que hallar pastos y agua en tierra seca y pedregosa (Sal. 23.2), proteger a sus ovejas de las condiciones climáticas y de bestias peligrosas (cf. Am. 3.12), y recobrar los animales extraviados (Ez. 34.8; Mt. 18.12, etc,). Cuando sus deberes lo llevaban lejos de los lugares frecuentados por seres humanos, llevaba en una bolsa sus necesidades inmediatas (1 S. 17.40, 49) y una tienda podía servirle de morada (Cnt. 1.8). Utilizaba perros que lo secundaban en su tarea, igual que en la actualidad (Job 30.1). El que los pastores y sus rebaños vivan más sedentariamente en las ciudades es signo de despoblación y desastre debidos al juicio divino (Jer. 6.3; 33.12; Sof. 2.13–15). El pastor a cargo de rebaños estaba obligado a restituir cualquier animal extraviado (Gn. 31.39), a menos que pudiera demostrar claramente que las circunstancias escapaban a su previsión y control (Ex. 22.10–13). Idealmente el pastor debía ser fuerte, devoto y abnegado, como lo fueron muchos de ellos. Pero a veces había rufianes en una profesión honorable (Ex. 2.17, 19), e inevitablemente algunos pastores fallaban en el cumplimiento de sus tareas (Zac. 11, pass.; Nah. 3.18; Is. 56.11, etc.).

Tal es el honor del llamado, que frecuentemente el AT pinta a Dios como el Pastor de Israel (Gn. 49.24; Sal. 23.1; 80.1), tierno en su solicitud (Is. 40.11), pero capaz de desparramar al rebaño en su ira, o volver a juntarlo una vez que lo ha perdonado (Jer. 31.10). A veces la nota predominante es el juicio, cuando los pastores humanos y las ovejas reciben por igual condenación y castigo (Jer. 50.6; 51.23; Zac. 13.7; y la aplicación en los evangelios). Bien pueden temblar estos pastores infieles al tener que comparecer ante el Señor (Jer. 49.19; 50.44). A veces hay una nota de compasión cuando las ovejas han sido abandonadas por aquellos que tenían la responsabilidad de apacentarlas (Nm. 27.17; 1 R. 22.17; Mr. 6.34, etc.). Dos pastores mencionados con especial aprobación son Moisés (Is. 63.11), y, aunque podría parecernos sorprendente, el ejecutor pagano de los propósitos de Dios, Ciro (Is. 44.28). La Escritura destaca la seria responsabilidad que tienen los dirigentes humanos hacia quienes los siguen. Uno de los capítulos más solemnes del AT es la denuncia de los falsos pastores en Ez. 34 (cf. Jer. 23.1–4, y aun más severamente Jer. 25.32–38). Estos han preferido llenar sus estómagos en lugar de ocuparse de sus ovejas; han matado y esparcido por provecho propio a aquellos que se les había confiado; lamentablemente han dejado de cumplir su tarea pastoral específica; por ello Dios volverá a juntar a las ovejas y juzgará a sus pastores. Más aun, va a nombrar a un solo pastor (Ez. 34.23). Esto se interpreta críticamente como la unión de los reinos del N y el S, pero concuerda mucho mejor con el Cristo que se espera.

En el NT la misión de Cristo es la del Pastor, o mejor el Gran Pastor (He. 13.20 y 1 P. 2.25; tamb. 1 P. 5.4). Jn. 10 lo explica en detalle, capítulo que merece compararse con Ez. 34. Los puntos principales que destaca Juan son: la iniquidad de los que se “infiltran dentro del rebaño; el uso de la puerta como la marca del verdadero pastor; la familiaridad de las ovejas con la voz del jefe que les ha sido asignado (en oriente los pastores modernos utilizan justamente los mismos métodos); las enseñanzas sobre la persona de Cristo, a quien se compara con la puerta (los pastores orientales frecuentemente dormían atravesando la “puerta” o abertura en el muro del redil); se lo compara con el buen pastor y se lo contrasta con el asalariado, que huye cuando se presenta el peligro. Juan hace notar también la relación entre Cristo, sus seguidores, y Dios; la reunión de las “otras ovejas” en “un rebaño” (v. 16); y el rechazo de los que no son verdaderas ovejas de Cristo. (cf. Milton, Lycidas, esp. líneas 113–131).

Bibliografía. E. Beyreuther, “Pastor”, °DTNT, t(t). III, pp. 304–308; J. A. Soggin, “Pastar, apacentar, °DTMAT, t(t). II, cols. 995–999; J. B. Bauer, “Pastor”, °DTB, 1967, cols. 775–778; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1978, t(t). IV, pp. 243–247.

E. Beyreuther, en NIDNTT 3 pp. 564–569; F. F. Bruce, “The Shepherd King”, en This is That, 1968, pp. 100–114; J. Jeremias, en TDNT 6, pp. 485–502.

R.A.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Este término denota a un sacerdote que tiene la cura de almas (cura animarum), es decir, que está obligado en virtud de su oficio a promover el bienestar espiritual de los fieles mediante la predicación, la administración de los sacramentos y el ejercicio de ciertas facultades de gobierno externo, por ejemplo, el derecho de supervisión, dar preceptos, imponer correcciones leves —facultades más bien paternales en su naturaleza, y que difieren de las del obispo, que son legislativas, judiciales y coactivas. Un pastor es llamado propiamente un párroco (parochus) cuando ejerce la cura de almas en su propio nombre respecto a un determinado número de súbditos que están obligados a recurrir a él para la recepción de ciertos sacramentos especificados en la ley. En este artículo “párroco” se toma siempre en este sentido estricto.

Los pastores (ya sean párrocos o no) son inamovibles (inamovibiles) o movibles (amovibiles ad nutum). Un pastor inamovible o rector es uno cuyo oficio le da el derecho de perpetuidad en el cargo; es decir, no puede ser removido o transferido excepto por una razón canónica, es decir, un motivo previsto en la ley y, en el caso de un cargo criminal, sólo después del juicio (vea inamovilidad). Un pastor movible o rector es aquel cuyo oficio no le da ese derecho; pero el obispo debe tener alguna causa justa y proporcionada para despedirlo o transferirlo contra su voluntad, y, en caso de que el sacerdote se crea perjudicado en el asunto, podrá recurrir a la Santa Sede, o su representante, cuando exista uno con poder en estos casos. Por otra parte, según algunos canonistas, en caso de cargo criminal, incluso los pastores movibles no pueden ser absolutamente removidos de su cargo sin un juicio (cf. Pierantonelli, “Praxis Fori Ecclesiastici,” tit IV; Smith, “Elementos de Derecho Eclesiástico”, n. 418). Éste, sin duda, es el caso en los Estados Unidos de América ( Decretos de Propaganda, 28 de marzo y 20 de mayo de 1887).

El Concilio de Trento (Ses. XXIV, cap. XIII, de Ref.) muestra que es el propósito de la Iglesia que las diócesis deben, siempre que sea posible, dividirse en parroquias canónicas (vea parroquia) que sean regidas por párrocos inamovibles. En algunos lugares, por lo tanto, cuando la ley tridentina no puede ser completamente realizada, los obispos adoptan medidas en cumplimiento de este requisito tan cerca como las circunstancias lo permitan. Una de esas medidas fue la erección de cuasi-parroquias, distritos con límites definidos, ordenada para los Estados Unidos en 1868 (Segundo Concilio Plenario de Baltimore, n. 124). Otro ejemplo fue la institución de los rectores inamovibles (pastores con el derecho de perpetuidad en el cargo), ordenada para Inglaterra en 1852 (primer Concilio Provincial de Westminster, Decr. XIII), y para los Estados Unidos en 1886 (Tercer Concilio Plenario de Baltimore, n. 33).

La facultad de designar a los pastores normalmente recae en el obispo. Entre los candidatos que posean las cualificaciones necesarias la designación debe recaer en el que esté mejor preparado para el cargo. Por otra parte, de acuerdo con el Concilio de Trento (Sesión XXIV, cap. XVIII, de Ref) los candidatos para el cargo de párroco deben (a excepción de algunos casos) tomar un examen competitivo (concursus). Esta disposición del Concilio de Trento se aplica a veces por leyes particulares en la selección de candidatos para el cargo de rectores inamovibles, como sucede en los Estados Unidos (Tercer Concilio Plenario de Baltimore, tit. II, cap. VI).

En cuanto a las facultades y poderes de los pastores, los de los párrocos son suficientemente definidos en la ley, y por lo tanto son comunes, no delegados. De estas facultades algunas se llaman derechos estrictamente parroquiales, ya que en una parroquia pertenecen exclusivamente al párroco, de modo que sus súbditos no puedan recurrir a otro sacerdote, salvo con su consentimiento o el del obispo. Estos derechos son los siguientes: el derecho de administrar el bautismo, santo viático y la extremaunción en todos los casos en que no hay necesidad urgente; el derecho de administrar la Comunión pascual, de proclamar las amonestaciones del matrimonio y la bendición de los matrimonios. Para el párroco también se reservan la celebración de los funerales (excepto en ciertos casos específicos previstos en la ley), y la impartición de ciertas bendiciones, la principal de las cuales es la bendición de la fuente bautismal. Para los pastores que no son párrocos, la ley les concede el derecho de asistir a los matrimonios igual que a los párrocos.

Los demás derechos por lo general son concedidos por los obispos y se definen en las leyes particulares; como es muy frecuente el caso en los Estados Unidos, Inglaterra y Escocia, en lo que se refiere al bautismo, santo viático, la extremaunción y funerales. Cabe mencionar aquí la costumbre que existe en algunas diócesis de los Estados Unidos, por la cual se les permite a los fieles de un distrito a recibir los sacramentos del pastor de otro distrito si alquilan un banco en su iglesia (Segundo Concilio Plenario de Baltimore, nn. 117, 124, 227, y los estatutos de varios sínodos diocesanos). Los derechos no estrictamente parroquiales son los que pertenecen por ley a los párrocos, pero no exclusivamente. Tales son las facultades de la predicación, la celebración de la Misa, rezada o solemne, confesar, administrar la Sagrada Comunión. Los pastores que no son párrocos reciben estas facultades de su obispo.

Los pastores naturalmente tienen derecho a un salario, el cual es proporcionado por los ingresos del beneficio parroquial, si hay uno; de lo contrario, se toma de los ingresos de la iglesia o de las ofrendas. Las ofrendas que los fieles contribuyan por su propia voluntad, sin especificar el propósito de su donación, pertenecen al pastor. Esta afirmación se basa en la presunción de que estos regalos son para mostrar la gratitud de los fieles hacia los sacerdotes que se pasan la vida en el cuidado de las almas encomendadas a su cargo. Sin embargo, esta presunción cesa siempre que la costumbre o la ley establezcan que al menos cierta parte de estas ofrendas deben pertenecer a la iglesia. Este es generalmente el caso en que las iglesias, que no poseen otras fuentes de ingresos, dependen por completo de las ofrendas. Un ejemplo de tales leyes se halla en el octavo decreto del Segundo Concilio Provincial de Westminster, aprobado por León XIII en la Constitución ” Romanos Pontifices” del 8 de mayo de 1881. En consecuencia, en los países donde está en vigor, las colectas habituales que se recogen en las iglesias pertenecen a cada misión, además de la renta de bancos, y es a partir de estos ingresos que se obtienen ordinariamente los sueldos de los pastores y ayudantes.

Los pastores, además de derechos, tienen también obligaciones. Deben predicar y cuidar de la instrucción religiosa de los fieles, especialmente de los jóvenes, suplir sus necesidades espirituales por la administración de los sacramentos, residir en su parroquia o misión, administrar con diligencia la propiedad confiada a su cuidado, velar por la conducta moral de sus feligreses, y eliminar, en la medida de lo posible, todos los obstáculos para su salvación. Por otra parte, los párrocos deben hacer una profesión de fe y tomar el juramento prescrito por Pío X en su “Motu Proprio”, 1 de septiembre 1910; deben también ofrecer el Santo Sacrificio a favor de su grey los domingos y ciertas fiestas establecidas en la ley. Cuando el número de los fieles confiados a la atención del pastor es tan grande que él solo no puede cumplir todos los deberes que incumben a su cargo, el obispo tiene el derecho de ordenarle que tome los sacerdotes necesarios para que le ayuden. Estos son llamados sacerdotes asistentes o auxiliares, y difieren de los coadjutores que se les dan a los pastores por otras razones determinadas por la ley, y de los administradores que se hacen cargo de una parroquia vacante, o en ausencia de su pastor.

La ley positiva (Concilio de Trento, Ses. XXI, cap. IV, de Ref.), modificada por la costumbre en algunos países, les reserva a los párrocos el derecho de escoger sus ayudantes, una selección, sin embargo, que está sujeta a la aprobación del obispo, y es también del obispo que los ayudantes reciben sus facultades. La cantidad de su salario también será determinada por el obispo, y, en cuanto a su origen, se aplican las mismas reglas que las ya mencionadas respecto a los pastores. En cuanto a su remoción, (a) cuando su nombramiento pertenece por ley al párroco, pueden ser removidos por él o por el obispo, (b) cuando su nominación pertenece al obispo, sólo él los puede remover; en todo caso es necesaria una causa razonable, al menos para la legalidad del acto, y el asistente que crea que ha sido agraviado podrá recurrir a autoridades superiores, como se mencionó anteriormente con respecto a los pastores movibles. Su oficio, sin embargo, no cesa con la muerte del sacerdote o el obispo que los haya designado, a menos que se haya especificado claramente en las cartas de nombramiento. Para la reciente legislación sobre la remoción de los párrocos, vea parroquia, sección II, 2.

Bibliografía: BAART, Legal Formulary (4ta. ed., Nueva York), núms. 86-113; BOUIX, De Parocho (3ra. ed., París, 1889); FERRARIS, Bibliotheca Canonica etc. (Roma, 1885-99); NARDI, Dei Parrochi (Pesaro, 1829-60); SANTI, Pr£lectiones juris canonici (Nueva York, 1905); SCHERER, Handbuch des Kirchenrechts (Graz, 1886), XCII-III; SMITH, Elements of Ecclesiastical Law, I (9na. ed., Nueva York, 1893), núms. 639-70; WERNZ, Jus Decretalium (Rome, 1899), tit. XXXIX; RAYMUNDI ANTONII EPISCOPI, Instructio Pastoralis (5ta. ed., Friburgo, 1902); AICHNER, Compendium juris eccl. (6ta. ed., Brixon, 1887), 426-41; CRONIN, The New Matrimonial Legislation (Roma, 1908).

Fuente: Papi, Hector. “Pastor.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911.
http://www.newadvent.org/cathen/11537b.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc

Fuente: Enciclopedia Católica