PATIBULO

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Lugar donde se ejecuta a los condenados a muerte. Aunque el término ya resulta macabro por sí­ mismo, también en la forma de ordenar la ejecución de un reo se puede y debe introducir la exigencia de la moralidad. Al margen de la moralidad o radical inmoralidad de la pena de muerte en sí­ misma, el hecho de la ejecución de un ser humano reclama exigencias mí­nimas que nacen de la dignidad del hombre por el hecho de ser tal.

Ni el mayor criminal de la humanidad puede perder su calidad y su dignidad de ser humano si es sentenciado a muerte. La autoridad o el tribunal que se rebaja a practicar el suplicio en el patí­bulo (flagelación previa, crucifixión, lapidación, la inanición, mutilación orgánica, etc.) cometen una ofensa a la naturaleza humana, además de institucionalizar la venganza o la crueldad, sentimientos que con frecuencia afectan más a los dirigentes que a las masas dirigidas.

Sean cuales sean las tradiciones arraigadas en una sociedad, los pueblos se envenenan con salvajes actitudes, si los sistemas de muerte que se practican no responden a la humanidad a la que deben aspirar los hombres civilizados. Por eso electrocución, la horca, el fusilamiento se remplazan en los paí­ses cultos que no han abolido todaví­a la pena de muerte en sus códigos penales por sistemas quí­micos que abrevian o anulan el sufrimiento, aun cuando sus destinatarios sean indignos de sentimientos de compasión por la gravedad o aberración de sus delitos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa