PERDIZ

1Sa 26:20 quien persigue una p por los montes
Jer 17:11 como la p que cubre lo que no puso


Perdiz (heb. qôrê’, “el que grita”, o “el que llama”; término que se identifica generalmente con la perdiz). Ave que se encuentra en los montes y las colinas de Palestina. En Tierra Santa hay 2 especies de perdices, y la Escritura se referirí­a a ambas. Se cree que la perdiz del desierto es la única especie que existí­a en la región donde David fue perseguido por el rey Saúl, así­ como un cazador persigue a una de ellas en el monte (1Sa 26:20). La perdiz “chukar” es un ave grande y con marcas notables, muy extendida en las colinas de Palestina. Se ha sugerido que la gente del tiempo de Jeremí­as creí­a que ésta se apropiaba de los huevos o los pichones ajenos, y así­ el profeta la compara con el hombre rico que acumula riquezas que no son suyas y es quebrantado en medio de su nefasto trato (Jer 17:11; sin embargo, el texto hebreo es un tanto oscuro). Perdón. Traducción de varias palabras hebreas y griegas que tienen en común la idea de liberar a un ofensor de la culpa y restaurar la relación personal que existí­a ante de la ofensa. Los 2 verbos hebreos más comunes para “perdonar” son nâsâ'(literalmente “levantar [quitar]” la culpa) y sâlaj. También se usa el verbo kâfar, “cubrir”, “ocultar”, que implica la idea de expiar. Los verbos griegos son jarí­zomai (literalmente “dar con gracia” como un favor), “remitir”, “perdonar”; afí­’mi (literalmente “soltar”, “enviar”), “cancelar”, “remitir”, “perdona”; aní­’mi; y afairéí‡. Los sustantivos son: heb. selîjâh y gr. áfesis. El perdón implica siempre una ofensa cometida contra la persona que extiende el perdón, y deberí­a estar precedida por el arrepentimiento del ofensor. Todos los hombres han pecado contra Dios (Rom 3:23) y están condenados a la muerte eterna (6:23), a menos que se arrepientan de sus pecados (Luk 13:3, 5; Act 3:19) y con ello obtengan el perdón (1 Joh 1:9), con lo que se restaura una relación correcta con él (Rom 5:1). Dios no está obligado a perdonar al pecador culpable, pero su carácter bondadoso lo impulsa a hacerlo cada vez que se desea o se pide perdón (Exo 34:6, 7; Lam 3:42). El pedido 918 debe hacerse, sin embargo, con toda sinceridad y con la intención de no aprovecharse de la gracia libremente otorgada. Cuando Dios perdona lo hace completamente y sin reservas, restaura al pecador al mismo estado de favor que antes gozaba, y elimina toda alienación y separación. En las Escrituras se usan diversas expresiones en un esfuerzo por transmitir a las mentes humanas la plenitud del perdón divino. El arroja, por así­ decirlo, los pecados de los hombres a lo profundo del mar (Mic 7:19); los aleja de sí­ y de ellos “cuanto está lejos el oriente del occidente” (Psa 103:12); tras sus espaldas (ls. 38:17); y promete borrarlos y olvidarlos (ls. 43:25; Jer 31:34). El perdón de Dios es perfecto, así­ como Dios es perfecto. El cristiano, dentro de lo que le permiten sus limitaciones finitas, deberí­a imitar la forma perfecta y completa del modo como Dios perdona cuando alguien lo ofende. El espí­ritu de perdón debe acompañar al acto de perdón. Además, puesto que el cristiano ha recibido una medida plena del perdón divino, está bajo la obligación más estricta de perdonar a sus semejantes, cuando se presenta la ocasión de hacerlo, con la misma medida conque él fue perdonado. En realidad, el cristiano que rehúsa perdonar a otros está renunciando al perdón de Dios para sí­ mismo (Mat 6:12-15), y un espí­ritu no perdonador es un pecado horrible ante Dios. El aborrecimiento total con que Dios considera un espí­ritu no perdonador fue ilustrado por Jesús en la parábola del siervo que no perdonó ( 18:23-35). Quien rehusa perdonar no puede, por la misma naturaleza de las cosas, ser perdonado mientras conserve ese espí­ritu no perdonador. Como le explicó Cristo a Pedro, para los cristianos no hay un lí­mite en la extensión del perdón ni número de veces que se haya de perdonar cuando alguien venga a pedirlo (vs 21, 22). El cristiano siempre debe mantener el espí­ritu de perdón, aun antes de tener la oportunidad de perdonar. No sólo será así­, sino que también tomará la iniciativa en hacer todo esfuerzo razonable para ganar a quien lo ofendió y facilitarle la posibilidad de pedir perdón (vs 15-17). Peregrinación por el desierto. Cuando los israelitas salieron de Egipto en ocasión del éxodo,* pasaron por el Mar Rojo, quizá cerca del extremo norte del Golfo de Suez, y luego siguieron hacia el monte Sinaí­, donde recibieron la ley y levantaron el tabernáculo. Allí­ pasaron casi un año, luego de lo cual avanzaron hacia Canaán para ocupar el paí­s (Num 10:11, 12; 13:1-3). Sin embargo, la rebelión en Cades-barnea, después del informe de los 12 espí­as, impulsó a Dios a cambiar el programa, de modo que la nación pasó 38 años más en el desierto (Deu 2:14) hasta que la siguiente generación hubo crecido y Dios le confió la conquista de Canaán. Generalmente se habla de esos 38 años como de “la peregrinación por el desierto”, pero como el 1er año del éxodo y el último año antes de llegar a la tierra prometida también fueron pasados en su mayor parte en el desierto, también se incluirán esos perí­odos en el análisis que presentamos aquí­ (Num 14:26-35; Deu 2:14). La tabla de la p 919 enumera los eventos fechados durante los 40 años de peregrinación. I. Rasgos fí­sicos de la región de la peregrinación. La región por donde peregrinaron los israelitas está en la Pení­nsula del Sinaí­ y en la tierra semiárida entre el Sinaí­ y Palestina. Este territorio, cuya caracterí­sticas fí­sicas son muy variadas, se puede dividir en 4 áreas: 1. La franja arenosa del norte y noroeste, que constituye la faja costera entre Filistea y Egipto, y que se extiende hacia el oeste en dirección al Golfo de Suez; tiene un ancho aproximado de 50 a 65 km. Por esa región pasaba “el camino de la tierra de los filisteos” (Exo 13:17) que usaron los ejércitos del antiguo Egipto para sus campañas contra Palestina y Siria, y que también utilizaban las caravanas y los correos; tal vez Abrahán, José y Jacob transitaron este camino para ir a Egipto. Esta región arenosa, a lo largo de la costa del Mediterráneo, torcí­a hacia el sur antes de llegar al delta del Nilo y formaba una franja de unos 16 km desde el Mediterráneo hasta el Golfo de Suez, orillando la costa oriental del golfo por unos 80 km. Esta era la parte occidental del “desierto de Shur” (15:22), que penetraba en dirección al este en la parte norte de la meseta interior, descripta en el punto 2. Casi no tiene vegetación, pero sí­ dunas ondulantes en la que los ejércitos y las caravanas sólo se pueden mover con dificultad. Mapa V, C-4 a B-5. 2. La gran meseta de piedra calcárea que cubre la mitad norte de la Pení­nsula del Sinaí­ y la parte al norte de ella hasta llegar a la franja de arena descripta en el punto 1. Esta región tiene unos 600 a 760 m de altitud, se inclina hacia el norte y se transforma en una región montañosa en el noreste. Está rodeada en los otros lados por montañas (llamadas Jebel et-T§h) de 1.200 a 1.525 m de altura. La parte central de esta meseta escurre sus aguas hacia el Mar Mediterráneo, principalmente mediante el Wâd§ el-Arîsh, el bí­blico “rí­o [o torrente] de Egipto” (Num 34:5; Jos 15:4; etc.) y sus tributarios, pero también por otros 919 wadis de menor importancia. La región es pedregosa y casi estéril, pero en los wadis se encuentra algo de vegetación, especialmente en la estación lluviosa durante el invierno. Toda la región tiene pocos manantiales de agua, y la poca que se encuentra es salobre, exceptuando algunos pozos y fuentes en la porción oriental que bordea el Wâd§ el-Arabah, y en la zona de Cades-barnea. En la parte norte de esta gran meseta está el “desierto de Shur” (Exo 15:22), por donde pasa el “camino de Shur” entre Beer-seba en Palestina y Egipto (Gen 16:7), Parece que la sección noreste se llamaba “desierto de Sin”, y la porción mayor, al sur, “desierto de Parán”, aunque estos términos no están claramente definidos en el uso bí­blico (Num 10:12; 13:26; 1Sa 25:1). En esta gran meseta pasaron los israelitas la mayor parte de los 38 años, y la recordaron como “aquel grande y terrible desierto” (Deu 1:19). Mapa V, B/C-5/6, B-7. EVENTOS FECHADOS DE LOS CUARENTA Aí‘OS DE PEREGRINACIí“N POR EL DESIERTO 3. La franja de piedra arenisca que cruza la Pení­nsula del Sinaí­ al sur de Jebel et-T§h. Se extiende casi desde el Golfo de Suez (Mar Rojo) hasta el Golfo de Aqaba, y separa la meseta del norte de las montañas graní­ticas del sur. Es montañosa y rica en minerales, y allí­ tení­an los egipcios sus minas de cobre y de turquesas. Las montañas son muy pintorescas y coloridas, pero ásperas, y las estrechas planicies y los wadis entre los cordones montañosos son arenosos. El desierto de Sin y los lugares históricos de Refidim* y Hazerot se encuentran probablemente en esta franja. Mapa V, D-5. 4. Los montañas graní­ticas en el corazón de la Pení­nsula del Sinaí­, a la que pertenece el tradicional monte Sinaí­.* Cumbres de 1.800 a 2.100 m de altura hacen que la región sea de majestuosa grandeza. II. La ruta de los israelitas por el desierto. El cuadro de las pp 920 y 921 enumera 59 (ó 60 si se cuenta 13a) lugares y áreas diferentes, desde Gosén en Egipto hasta la frontera 920 ITINERARIO DE EGIPTO A CANAíN 921 ITINERARIO DE EGIPTO A CANAíN (Cont.) oriental de Palestina, mencionados en el Pentateuco. Los primeros 5 se analizan en el artí­culo sobre el éxodo*. De los restantes 54 (55) sólo unos pocos han sido identificados con certeza razonable o casi absoluta. Los lugares geográficos identificados definitivamente son: Nº 39, Ezión-geber;* Nº 49, el rí­o Arnón;* y Nº 55, Dibón-gad.* Sitios cuya identificación es razonablemente segura son: Nos 20 y 41, Cades-barnea;* Nº 45, Punon;* y Nº 57. Abarim.* Estos lugares, cuya identificación es más o menos segura, permiten seguir a los israelitas en su ruta durante la última parte de su peregrinación por el desierto. Si con los estudiosos conservadores de la Biblia se acepta la ubicación del monte donde se dio la ley en la Pení­nsula del Sinaí­, se puede trazar a grandes rasgos el camino de los hebreos desde Egipto hasta Palestina, aunque la mayorí­a de los sitios de peregrinación por el desierto no puedan ser identificados. Véanse los nombres de los lugares en sus correspondientes artí­culos. 1. Desde Gosén hasta el Sinaí­. Esta parte del viaje duró como 2 meses. Después que los israelitas cruzaron el Mar Rojo, marcharon a lo largo de la arenosa región costera del Golfo de Suez, pasaron por los oasis de Mara y Elim, y luego cruzaron las montañas de arenisca (el desierto de Sin*) hacia Refidim,* hasta que llegaron al monte Sinaí­,* donde acamparon en la planicie er-Râhah y otros valles que rodean el monte donde se dio la ley (Mapa V, D-5/6). 2. Desde el Sinaí­ hasta Cades-barnea. Después de pasar como un año en Sinaí­, los israelitas avanzaron hacia el norte hasta que llegaron a Cades-barnea, desde donde se enviaron espí­as a Canaán y donde el pueblo se rebeló a su regreso. El intento abortado de conquistar Canaán también se hizo desde Cades (Num 13:1-14:45). 3. Los 38 años en la región de Cades-barnea. De los 20 lugares mencionados en el intinerario de los israelitas durante el perí­odo más largo de su peregrinación, no se pueden identificar más que 1 ó 2 con alguna probabilidad. Se los debe buscar mayormente en la planicie calcárea, el desierto de Parán y el Jebel et-T§h. Durante los 38 años que Israel pasó en esta región, murió la mayor parte de los adultos que se rebelaron en Cades-barnea. 4. Desde Cades-barnea hasta el Jordán. Durante el último año de su peregrinación, los israelitas pasaron por varios lugares que son identificables. Aarón murió en el monte Hor, 922 no lejos de la frontera de Edom (Num 33:37-39). Luego de este acontecimiento, los israelitas se desviaron alrededor de Edom, cruzaron el arroyo de Zered* y más tarde el Arnón, y después de pasar por la parte oriental de Moab llegaron al territorio del rey amorreo de Hesbón. Su último campamento antes de entrar en Canaán fue levantado en las planicies de Moab (Mapa I, C-2) cerca del Jordán, no lejos de Jericó (26:3).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n perdix. Ave gallinácea de los faisánidos. Se le cazaba en los tiempos bí­blicos, 1 S 26, 20. Se creí­a que la p. incubaba huevos ajenos cuyos polluelos, ya crecidos, la abandonaban, figura esta con que se caracteriza a quien hace dinero con injusticia, Jr 17, 11. Ben Sirá compara el corazón orgulloso a la p. enjaulada, Si 11, 30.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

ver AVES

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Ave de la familia de los gallináceas, muy perseguida a causa de su deliciosa carne. Tiene la particularidad de que a veces dos hembras usan un mismo nido para poner sus huevos. Una de ellas se adueña del nido y expulsa a la otra, pero su cuerpo es muy pequeño para poder dar el calor necesario a los huevos propios y ajenos, resultando que mueren todos. Por eso se dice en Jer 17:11 : †œComo la p. que cubre lo que no puso, es el que injustamente amontona riquezas†. Nombre cientí­fico: Ammoperdix heyi. †¢Animales de la Biblia.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, FAUN AVES ALIM

vet, (heb. “Kõrê”, “el vocinglero”). Ave silvestre que los cazadores perseguí­an por los montes de Israel (1 S. 26:20). La perdiz enjaulada serví­a de reclamo (Eclo. 11:30). Jeremí­as habla de la perdiz empollando huevos no puestos por ella (Jer. 17:11). Según los exegetas, este pasaje es oscuro y de difí­cil traducción. Se halla en Israel la perdiz del desierto (“Ammoperdrix heyii”). Es la única especie extendida por En-gadi, en el desierto donde estaba David cuando se compara con una perdiz perseguida. Hay otra especie, la “Caccabis chukar”, por las zonas montañosas de Judea y Samaria. Se trata de una variedad de la perdiz griega, “Caccabis saxatilis”, de menor tamaño.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(heb. qo·ré´).
Ave gallinácea de cuerpo robusto más pequeña que el faisán, capaz de correr y zigzaguear con considerable rapidez. Es raro que recurra al vuelo, pues se cansa pronto cuando lo hace. Dos de las variedades de perdices que pueden hallarse en Palestina son la perdiz rupestre (Ammoperdix heyi) y la perdiz chukar (Alectoris graeca). La perdiz rupestre habita en desiertos y laderas rocosas, mientras que la perdiz chukar se halla principalmente en terreno montañoso que tenga escasa vegetación.
El nombre hebreo de esta ave significa †œllamador†. Aunque la perdiz tiene realmente una llamada caracterí­stica, hay quien cree que su nombre hebreo intenta imitar el chirriante †œcrrr-ic† que hace el ave cuando se la ahuyenta.
La perdiz tiene una carne muy sabrosa, y se ha cazado para alimento desde la antigüedad. Solí­an utilizarse palos arrojadizos para abatir al ave una vez se la espantaba de su escondite. Como la perdiz intenta escapar corriendo, escabulléndose entre las rocas y otros obstáculos con el fin de ocultarse en hendiduras, rocas o lugares similares, David, que iba de un escondite a otro intentando escapar de la despiadada persecución del rey Saúl, se asemejó a sí­ mismo a †œuna perdiz sobre las montañas†. (1Sa 26:20; compárese con Lam 3:52.)
Objeto de mucha discusión ha sido el texto de Jeremí­as 17:11, que asemeja al hombre que acumula riquezas injustamente con †œla perdiz que ha reunido [o, posiblemente, incubado] lo que no ha puesto†. Aunque ciertos escritores antiguos dijeron que la perdiz tomaba huevos de los nidos de otras hembras y los incubaba, los naturalistas de la actualidad afirman que ninguna de las aves clasificadas como perdices tiene esa costumbre. Sin embargo, la obra Lexicon in Veteris Testamenti Libros se refiere al zoólogo judí­o Israel Aharoni (1882-1946), escritor de varias obras sobre la vida animal en Palestina, que encontró †œdos puestas de once huevos, cada una de dos diferentes [perdices] hembras en el mismo nido† (de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 851). Por lo tanto, la Encyclopaedia Judaica (1973, vol. 13, col. 156) dice: †œEn ocasiones, dos hembras efectúan su puesta en un mismo nido, en cuyo caso una de ellas acaba por dominar y expulsar a la otra; sin embargo, su cuerpo es demasiado pequeño para empollar tal cantidad de huevos, por lo que con el tiempo los embriones mueren. A esto se refirió el proverbio [en Jeremí­as 17:11] al hablar de alguien que le roba sus posesiones a otra persona sin obtener por ello ninguna ventaja†.
El erudito John Sawyer apoya la siguiente traducción de Jeremí­as 17:11: †œComo la perdiz se echa sobre los huevos y no los empolla, así­ el que obtiene riquezas, pero no con justicia, las abandonará a la mitad de sus dí­as, y a su final será un necio†. Para apoyar esta traducción alternativa, explica que †œlo que se pretende destacar es la proverbial vulnerabilidad del nido de la perdiz, expuesto a toda clase de predadores, comparada con la vulnerabilidad del estúpido, que pone su confianza en simples ganancias†. Prosigue explicando que la veracidad del proverbio registrado en Jeremí­as 17:11 †œno se basa en que la perdiz abandone su puesta, sino en su vulnerabilidad, que se compara con el falso sentido de seguridad del estúpido, que no piensa que será castigado por su codicia delictiva […], ajeno a los peligros que se ciernen sobre él e indefenso ante la calamidad†. (Vetus Testamentum, Leiden, 1978, págs. 324, 328, 329.)

Fuente: Diccionario de la Biblia