PERMANECER, PERMANECIENDO

La palabra griega equivalente a permanecer es menō. Comprenderemos mucho mejor el significado que tiene en los papiros y el NT si la dividimos respecto a lugar, tiempo y condición. En cuanto a lugar, su significado es quedarse como huésped, alojar, residir, mantener una comunión ininterrumpida. En cuanto a tiempo, su sentido es continuar siendo, resistir, sobrevivir. Y respecto a condición, indica que uno permanece tal como uno es (véase Arndt, MM, Grenfell y Hunt, Oxyrhynchus Papyri). Cuando uno se dirige a la LXX se encuentra con que no menos que dieciséis palabras hebreas se usan para el griego menō. Las principales son (1) yāšaḇ; que significa «vivir en, morar, sentarse»; (2) ʿāmad, que significa «ponerse de pie, pararse»; (3) qûm, «levantarse»; y (4) lîn, «alojar, hospedar, morar, pasar la noche, pernoctar». Unos cuantos ejemplos de la LXX serán suficientes: «que la doncella permanezca con nosotros» (Gn. 24:55); «y he aquí, la plaga permanece [esto es, se para o se detiene] ante él» (Lv. 13:5); «Mas el consejo de Jehová permanece [se mantiene firme o perdura] para siempre» (Pr. 19:21). Otros usos del AT son «no ceder en la batalla» o «permanecer por una convicción» (LSJ).

En el NT, el verbo se usa tanto transitiva como intransitivamente. Transitivamente significa, «estar aguardando a, estar en reserva para, resistir, soportar» (cf. Jer. 10:10; Mal. 3:2; Hch. 20:23; Heb. 13:14). En su forma intransitiva, el sentido es el de «continuar en un lugar o estado en el que uno está en ese momento, residir, permanecer, especialmente al enfrentar aflicciones» (cf. Lc. 8:27; Hch. 27:31; Jn. 15:5; 1 Co. 3:14). La palabra aparece en el NT en forma compuesta con nueve preposiciones por lo menos.

Si uno examina una concordancia (MG), se dará cuenta que menō se usa unas ciento dieciocho veces, especialmente por el apóstol Juan, donde encontramos que aparece unas cuarenta veces en su Evangelio y veintiséis veces en las Epístolas. Dado que él es el que más usa la palabra, es necesario que examinemos en qué forma la usa este gran apóstol. Esta palabra es fundamental para la enseñanza en el capítulo quince del Evangelio de Juan. En su camino a Getsemaní, Cristo enseñó a sus discípulos la necesidad imperativa de permanecer en él usando la figura de la vid (véase) y los pámpanos. En cuanto a la vid, la unión orgánica con el tronco para los pámpanos significa vida. Esto nos habla de la unión fundamental que debe existir entre Cristo y los creyentes. En 15:4 se nos entrega un imperativo divino, cuando Jesús dice: «permaneced en mí». Por supuesto que existe una diferencia entre el orden natural y el espiritual. Los pámpanos naturales no ejercitan su propia voluntad para escoger si permanecen o no en la vid. Simplemente, permanecen en la vid o mueren. Pero en el sentido espiritual hay un definido acto de la voluntad de parte de los discípulos. El sentido de urgencia puede verse en la afirmación imperativa del Señor meinate en emoi (=«permaneced en mí»). Esto inmediatamente le muestra a cualquier discípulo que él es responsable. Esta simple afirmación de Jesús es verdadera, que en él hay fructificación pero sin él sólo hay infructuosidad (15:5). Este sentido de dependencia se puede encontrar a lo largo de todo el NT. Cristo había enseñado anteriormente la mutua responsabilidad que es descriptiva de una verdadera y genuina comunión (6:56; 15:4). El Maestro no sólo sustenta la vida, de tal manera que produce fructíferos pámpanos, sino que también es la fuente y origen de la vida (1:3).

El autor habla en Primera de Juan de esta unión vital con Cristo al usar las palabras «estamos en él» (2:5). Esta expresión es similar a la idea que Pablo comunica con en Christō einai. A fines del primer siglo, al retardar tanto la segunda venida, esta relación vital de «permanecer en él» era necesario interpretarla en términos de una larga duración en lugar de hablar de una permanencia por corto tiempo. Así, también, el día de hoy, este permanecer forma los latidos del pulso cristiano.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; E. Godet, Gospel of John, Vol. II, pp. 292–305; R.H. Lightfoot, St. John’s Gospel, pp. 282–285; ICC; J.H. Bernard, Gospel According to St. John, Vol. II, pp. 477–495; A.E. Brooke, Johannine Epistles, pp. 22–40.

Robert V. Unmack

LXX Septuagint

MG Moulton and Geden, Concordance to the Greek Testament

ICC International Critical Commentary

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (469). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología