SALOMON

Nace, 2Sa 12:24; ungido rey, 1Ki 1:32-40; afirma su reino, 1Ki 2:12-46; se casa con la hija de Faraón, 1Ki 3:1; pide sabiduría, 1Ki 3:5-15; juzga sabiamente, 1Ki 3:16-28; su pacto con Hiram, 1Ki 5:1-18; construye el templo, 1Ki 6:1-38; 7:13-51


Salomón (heb. Shelômôh, “pací­fico [apacible]” o “paz”; aparece en heb. en la manija de un jarrón antiguo; moab. Shlmn; ac. Shalamânu; ár. Suleimân; gr. Solomon). Hijo de David y Betsabé (2 S 12:24; 1Ch 3:5), y 3º y último rey del reino unido de Israel. Reinó desde c 971-c 931 a.C. En un pasaje se lo llama Jedidí­as,* “amado de Jehová” (2Sa 12:25). Posiblemente éste era su nombre personal, y Salomón su nombre oficial; o al revés. I. Ascensión al trono. Salomón llegó a ser rey poco antes que su padre muriera, y le debió su corona a la vigilancia y la atención del profeta Natán. Al enterarse de que Adoní­as, el hermano mayor de Salomón, apoyado por Joab, iba a ser proclamado rey, el profeta influyó sobre David por medio de Betsabé para que actuara prestamente. En respuesta a esto, Salomón -apoyado por Sadoc el sacerdote, Benaí­a, un militar de alta jerarquí­a, y la guardia personal de David- prestamente fue proclamado rey. Esta rápida intervención le puso fin inmediatamente a la conspiración de Adoní­as (1Ki 1:5-40). Después del fallecimiento de David, Salomón aplicó la pena de muerte a sus más violentos opositores. A los menos violentos los obligó a renunciar a sus cargos, los exilió o los puso bajo vigilancia (cp 2). Por ese tiempo se casó con una princesa egipcia (3:1), probablemente la hija de uno de los últimos faraones de la 21ª dinastí­a. En una visita que hizo a Gabaón, donde se encontraba el tabernáculo del Señor en ese momento, tuvo un sueño en el cual Dios le pidió que le dijera cuáles eran sus deseos, y le prometió que se los concederí­a. Como respuesta pidió sabidurí­a, lo que agradó tanto a Dios que le prometió riquezas y honores, además de lo que habí­a solicitado (1Ki 3:4-15; 2Ch 1:3-13). Su sabidurí­a se vio sometida a prueba cuando se le pidió que arbitrara en un pleito entre 2 mujeres acerca de la posesión de un bebé (1Ki 3:16-28). La sentencia pronunciada en este caso llegó a ser proverbial, e hizo tal impresión entre los hombres que fue motivo de expresiones artí­sticas en el mundo antiguo (fig 443). II. Reinado. Las relaciones de Salomón con los otros paí­ses durante los 40 años de su reinado fueron generalmente buenas. Por medio de su casamiento con la princesa egipcia pudo posesionarse de la ciudad de Gezer que permanecí­a en manos cananeas hasta ese momento (1Ki 9:16). Libró sólo una batalla contra Hamat de Soba para asegurarse sus posesiones septentrionales (2Ch 8:3). Hizo un tratado comercial con Fenicia (1Ki 5:1-12). Aparentemente también tuvo buenas relaciones con otras naciones vecinas, como ser Amón, Moab, Edom y las ciudades-estados heteas del norte de Siria, paí­ses desde los cuales traí­a mujeres para su harén (11:1; 14:21). Incluso se relacionó con la lejana Sabá del sur de Arabia (10:1-13). En el desierto edificó la ciudad de tránsito, Tadmor* (2Ch 8:4), y llevó adelante una floreciente relación comercial con muchas naciones circundantes: compró caballos en Cilicia e importó carros de Egipto, que luego exportaba para los prí­ncipes de las regiones septentrionales (1Ki 10:28, 29, BJ, DHH). También organizó divisiones de carros como parte de su ejército, y construyó ciudades 1039 fuertes entre las cuales figuran especialmente Hazor, Meguido y Gezer (1Ki 9:15-19; 10:26). Las excavaciones practicadas en Meguido han permitido descubrir grandes establos que podrí­an corresponder a la época de Salomón o de Acab (fig 210), y una gran puerta del tiempo de Salomón (fig 496) que corresponde tanto en tamaño como en diseño a las puertas del templo que describe Ezequiel. Otros pórticos de idéntico estilo han sido excavados en el nivel de Salomón en Hazor (fig 495) y en Gezer. 443. Pintura mural, procedente de Pompeya, donde se describe el juicio de Salomón. Las exploraciones llevadas a cabo por Nelson Glueck en Edom han permitido descubrir las minas de cobre que explotaba Salomón. Las excavaciones dirigidas por Glueck en Ezión-geber y en el Golfo de Aqaba demostraron que se trataba de una ciudad que era a la vez un depósito y un puerto, desde el cual partí­an los barcos de Salomón (tripulados parcialmente por fenicios) con rumbo a Ofir (probablemente Somalí­a en el Africa oriental) para traer oro. Sus “naves de Tarsis” traí­an monos, marfil, pavos reales, etc. (1Ki 9:26-28; 10:11, 22). Véase Tarsis 2. Salomón dividió Israel en 12 provincias administrativas, que no correspondí­an totalmente con los lí­mites de las tribus. Las administraba un eficaz cuerpo de funcionarios, algunos de los cuales estaban relacionados con el rey mediante ví­nculos matrimoniales (1Ki 4:1-19). Para llevar a cabo sus numerosas construcciones, Salomón recurrió a un sistema de trabajos forzados que con el tiempo se volvió muy impopular (5:13-16; 9:15, 20, 23). Además de sus trabajadores, Salomón reclutó una gran cantidad de israelitas para su infanterí­a, sus carros de guerra y su caballerí­a (1Ki 9:22). Bib.: FJ-AJ viii.7.2. III. Actividad edilicia en Jerusalén. Por muchos años la atención de Salomón se concentró en el embellecimiento de su capital. Su padre, David, a quien no se le habí­a permitido edificar el templo, habí­a reunido muchí­simo material de construcción para ese edificio (1Ch 29:28, cf 17:4), y habí­a comprado un terreno ubicado al norte de “la Ciudad de David”, el antiguo monte Moriah. Las actividades edilicias de Salomón en Jerusalén duraron 20 arcos: 7 de ellos se dedicaron a la construcción del magní­fico templo que le produjo gran fama (1Ki 6:37, 38), y 13 en levantar el palacio (7:1). Los arquitectos de Salomón y algunos de sus constructores eran de Tiro. Los fenicios también le proporcionaron materiales para la construcción y para los muebles (5:1-18; 7:13, 14). Se construyeron nuevos muros para rodear la ciudad que habí­a crecido mucho (9:15), aunque no se sabe si la Jerusalén de Salomón incluí­a alguna parte de la ciudad que más tarde se extendió al occidente del valle del Tiropeón, o si su ciudad estaba confinada a las 2 colinas orientales: la sudoriental, en la cual se encontraba la Ciudad de David, a la que también se le daba el nombre de Sión; y la nororiental, o Colina del Templo. También llevó a cabo construcciones en Milo (9:15, 24; 11:27), que probablemente era una fortaleza especial, mencionada ya en tiempos de David (2Sa 5:9), ubicada en el costado septentrional de la antigua Ciudad de David (fig 278). IV. Fracaso. Salomón, como monarca 1040 oriental, amaba el lujo, y desgraciadamente puso en práctica muchos de los procedimientos de los déspotas del Oriente. Uno de sus errores más notables fue tomar como esposas a muchas mujeres extranjeras. Esto lo arrastró a la deslealtad a Dios, que dio como resultado la fractura de su reino inmediatamente después de su muerte. Para satisfacer a esas mujeres construyó santuarios paganos en los que de vez en cuando él mismo fue a adorar (1Ki 11:1-13). Otro error de Salomón consistió en aplicar al pueblo pesados impuestos por perí­odos prolongados. Su programa de trabajos forzados fue especialmente impopular y se convirtió en la causa más visible de la división del reino (12:4-16). Uno de sus enemigos fue Hadad, de Edom, quien huyó a Egipto después de la victoria de David sobre los idumeos pero regresó a su tierra en la época de Salomón (1Ki 11:14-22, 25b). Otro adversario fue Rezón, un jefe arameo de una banda de delincuentes, que se adueñó de Damasco* y fundó una dinastí­a; éste le produjo más problemas que Hadad (vs 23-25). El más peligroso de sus opositores internos fue Jeroboam, un efraimita, jefe de un grupo de constructores empleados en el proyecto de edificación de Milo, en Jerusalén. A causa de la apostasí­a de Salomón, Dios le prometió la mayor parte del reino. Infatuado con esto, cometió un error grave, como resultado del cual aquel procuró matarlo. Pero Jeroboam huyó a Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Salomón, después de lo cual regresó para convertirse en el vocero de los insatisfechos trabajadores del reino y en rey de las tribus del norte (vs 26-40; 12:2, 3). V. Vida religiosa y Actividad literaria. Salomón comenzó como un gobernante profundamente espiritual, quien por sobre todo deseaba tener de la sabidurí­a suficiente como para servir a Dios y atender los intereses de su nación (1Ki 3:3-9). Su oración y los consejos que le dio al pueblo en ocasión de la dedicación del templo ponen de manifiesto que estaba muy cerca del Señor (8:22-61). Pero la riqueza y el lujo, y muy especialmente sus muchas mujeres, lo corrompieron de tal manera que finalmente llegó a ser idólatra (11:38). En la última etapa de su vida lamentó haber cometido tantas locuras, como lo revelan las declaraciones que formuló en Eclesiastés (Ecc 1:1, 12-17; 2:1-11). Se lo conoció especialmente por su extraordinaria sabidurí­a, cuya fama trascendió los lí­mites de la nación (1Ki 4:29-34) y que superaba, incluso, la de los egipcios (v 30), de quienes se ha logrado conservar mucha de su literatura sapiencial. Los 2 libros que lo presentan como autor: Proverbios y Cantar de los Cantares, más Eclesiastés -que aunque no lleva su nombre, por tradición se le atribuye, porque el cp 1:1 dice que su autor es “hijo de David, rey en Jerusalén”-, han preservado para todos los tiempos algunas de sus sabias declaraciones y algo de su inspirada filosofí­a. Como algunos de sus proverbios manifiestan un estrecho paralelismo con las “Instrucciones (egipcias) de Amen-em-Opet”, esto ha servido de argumento para afirmar que el autor de Proverbios los copió de esa fuente. Pero dado que Salomón vivió en el s X a.C., mientras que Amen-em-Opet es del s VIII al VI a.C. (por lo menos 200 años después), hecha totalmente por tierra esa idea. De allí­ que sea más posible que Proverbios de Salomón llegara a Egipto, fuera corregido y vuelto a redactar por Amen-em-Opet para que tuviera la forma que presenta ahora en la versión egipcia. Bib.: ANET 421-425.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

rey de Israel, 970-931 a. C. Hijo y sucesor del rey David, su padre, y de Betsabé, nacido en Jerusalén, 2 S 5, 14. Cuando S. nació el profeta Natán lo llamó Yedidí­as, del hebreo Yediyah, que significa †œamado de Yahvéh†, 2 S 12, 24; palabra que, según los exegetas, implica el perdón al pecado de David con Betsabé, y la escogencia de S. como rey, por encima de sus hermanos con mejores tí­tulos hereditarios; aunque por esta época no estaba legalmente reglamentada la sucesión al trono y, más bien, se esperaba la palabra del rey para elegir sucesor. Siendo ya entrado en años el rey David, se sucedió una serie de hechos, de intrigas, pleitos y divisiones en la corte y entre los hijos del monarca por la sucesión en el poder. Uno de los hijos del rey habido con Jagguit y hermano medio mayor de S., Adoní­as, pretendió ser rey de Israel y para esto se preparó con carros, caballos y una escolta de cincuenta hombres, pues se decí­a †œyo he de ser rey†, 1 R 1, 5- 7. Adoní­as formó partido con Joab, sobrino y jefe del ejército de David, así­ como con el sacerdote Abiatar, 1 R 1, 7, en sus pretensiones de reinar.

Por otra parte se formó el grupo de los partidarios de S., el sacerdote Sadoq, Benaí­as, hijo de Yehoyadá, el profeta Natán y Betsabé, la madre de S. El profeta Natán hizo entrar donde David a Betsabé, para intrigar a favor de S., y el rey, enterado de los movimientos de Adoní­as, dijo a su mujer: †œTe juré por Yahvéh, Dios de Israel: Tu hijo S. reinará después de mí­ y se sentará sobre mi trono en mi lugar. ¡Pues así­ he de cumplirlo hoy mismo!†. Inmediatamente, el rey ordenó al sacerdote Sadoq, a Benaí­as y al profeta Natán, que llevaran a S. a Guijón, lo ungieran y lo proclamaran rey de Israel, 1 R 1, 11-40. Así­, S. asumió el poder, estando aún vivo su padre David, y perdonó a su hermano Adoní­as la vida, quien se habí­a refugiado en el santuario agarrado de los cuernos del altar, 1 R 1, 41-53.

Sin embargo Adoní­as pidió como mujer a la sunamita Abisag, última mujer que acompañó a David en sus últimos dí­as, lo cual fue considerado por S. como otro intento de tomar el trono, por lo que fue condenado a muerte, 1 R 2, 13-25. Abiatar, el sacerdote, fue destituido y confinado en Anatot, ciudad leví­tica cercana a Jerusalén, y fue sustituido por Sadoq.

Joab también fue muerto, y en su lugar fue nombrado Benaí­as al frente del ejército, 1 R 2, 26-35.

Bajo el gobierno de S. el reino de Israel logró extender sus territorio a su máxima extensión, vivió una época de prosperidad, de gran riqueza y de esplendor literario. Reestructuró administrativamente el reino dividiéndolo en doce distritos, y al frente de cada uno puso un gobernador, 1 R 4. El reino fue ampliado desde el rí­o Eufrates hasta el paí­s de los filisteos, y hasta los lí­mites de Egipto, 1 R 5, 1. Organizó el ejército con carros de guerra y caballos e igualmente fortificó muchas ciudades para la defensa del territorio, 1 R 9, 16-19; 10, 26-29; 2 Cro 8, 1-6. S. estableció numerosas alianzas con otros pueblos, como la que celebró con Jiram, rey de Tiro. Estableció un intercambio de mercancí­as, S. le enviaba alimentos, e Jiram le suministró las maderas, los metales preciosos así­ como los artesanos para la construcción del Templo y de su palacio, 1 R 5, 15-32; 7, 13-14. S. mantuvo relaciones comerciales con muchos pueblos, controlaba las rutas caravaneras y tuvo gran actividad naviera, las flotas marinas de los aliados S. e Hiram llevaban acabo constantes expediciones de intercambio comercial, 1 R 9, 26-28; 10, 22; 2 Cro 8, 17-18. Uno de los renglones más importantes de la actividad comercial del reino de Israel era el de los metales, sobre todo la minerí­a del cobre y del hierro, con minas cerca del mar Rojo. S. dominaba el comercio con Arabia, como se puede ver en la visita que la reina de Sabá le hizo, la cual sin duda se efectuó por razones diplomáticas y comerciales, 1 R 10, 1-13; 2 Cro 9, 1-12.

Esta apertura comercial el trato con diferentes culturas y la prosperidad del reino de Israel fueron el terreno abonado para una intensa actividad literaria en el reinado de S., el cual, igualmente, fue considerado un gran pensador y sabio, que incluso superó la sabidurí­a de Oriente y de Egipto; dice el texto sagrado que pronunció tres mil parábolas y proverbios, compuso más de mil cánticos, además de sus conocimientos botánicos y de zoologí­a; †œvení­an de todos los pueblos para oí­r la sabidurí­a de Salomón†, 1 R 5, 9-14. Al rey S. se le han atribuido varios textos, obras sapienciales, como el Cantar de los cantares, Eclesiastés o Qohélet, Sabidurí­a de Salomón y los posteriores Salmos de S. y Odas de S.

Sin embargo a pesar de la gran sabidurí­a del rey S., se le critican en las Sagradas Escrituras algunas faltas. Por una parte, llevó una vida de lujos, al estilo de las cortes paganas de la época. Tuvo un verdadero harén, en el cual se encontraban mujeres de diferentes paí­ses: se casó con la hija del faraón, 1 R 3, 1; 7, 8; 9, 16 y 24; tal vez se trate del rey egipcio Psusenas II, de la dinastí­a XXI. Se dice que tuvo setecientas mujeres con el rango de princesas, además de trescientas concubinas, 1 R 11, 1-3. Esto de tener mujeres extranjeras estaba prohibido por la Ley. Dichas mujeres hicieron caer al rey en la idolatrí­a, hasta el punto de que adoró a Astarté, diosa de los sidonios, a Milkom, dios nacional de los ammonitas, y a Camós, dios de Moab, a los cuales les levantó altares, 1 R 11, 4-13. Por otra parte, S. sometió al pueblo a cargas impositivas onerosas, a la leva, todo lo cual fue la causa para que a su muerte el reino se dividiera, tal como lo manifestó el pueblo en la asamblea de Siquem, donde se fracturó la unidad de Israel, 1 R 12, 4. En el N. T., siendo hijo de David, aparece en la genealogí­a de Jesús como su antepasado, Mt 1, 6-7. Hablando Jesús sobre la Divina Providencia, dice que Dios ve hasta por los pajarillos, y que S. en su grandeza no se vistió como una de estas avecillas, Mt 6, 29. Igualmente, hace Jesús referencia a la sabidurí­a del rey S., hasta donde fue la reina de Sabá desde los confines del mundo; pero los Judí­os que tienen ante sí­ a Jesús, alguien más que S., no se convierten, por lo que la soberana se levantará en el juicio final y los condenará, Mt 12, 42.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., shelomoh, pací­fico). El tercer y último rey de la Israel unida.

Construyó el reino a su más grande extensión geográfica y prosperidad material. Aunque un hombre muy inteligente, Salomón en sus últimos años perdió su discernimiento espiritual y debido a ventajas polí­ticas y vida voluptuosa sucumbió a la apostasí­a. Sus polí­ticas de opresión y lujo llevaron al reino al borde de la disolución, y cuando su hijo Roboam llegó al trono la división del reino se hizo efectiva. Salomón era el segundo hijo de David con Betsabé, la ex esposa de Urí­as el heteo. Cuando él nació, el Señor le amó, así­ que el niño fue llamado también Yedidí­as (2Sa 12:24-25). Cuando se acercaba la muerte de David, él le dio a Salomón consejos prácticos en relación con la fidelidad a Dios, la construcción del templo y la estabilidad de la dinastí­a. Salomón tuvo que lidiar severamente con Adoní­as y sus seguidores cuando ellos continuaron con su complot en contra de él. Adoní­as y Joab fueron matados, y Abiatar, el sacerdote, fue expulsado del sacerdocio. David le habí­a dicho también a Salomón que matara a Simei, quien habí­a maldecido a David en el tiempo de la revuelta de Absalón; esto fue hecho por Salomón después que Simei violó la libertad condicional que Salomón habí­a ordenado.

Salomón, entonces, comenzó una serie de alianzas matrimoniales que sirvieron por consiguiente para su ruina. Al inicio del reinado de Salomón, él amó al Señor. El Señor se le apareció en un sueño y le dijo que pidiese lo que él deseaba. Salomón escogió por sobre todo lo demás entendimiento y discernimiento. Dios se agradó con esta elección, le concedió su petición, y también le dio riquezas y honor. Con impuestos y con el servicio militar obligatorio, Israel comenzó a ver algunos de los males de la monarquí­a en contra de lo cual Samuel les habí­a advertido (1Sa 8:11 ss.), aunque durante el reino de Salomón Judá e Israel eran muchos, como la arena que está junto al mar en multitud, comiendo, bebiendo y alegrándose (1Ki 4:20). El reino se extendí­a desde el Eufrates en el norte hasta el borde de Egipto en el sudoeste.

Salomón era un hombre sabio y entendido; se afirma que su sabidurí­a era mayor que la de los sabios del Oriente y de Egipto. Un experto en botánica y zoologí­a, él fue también un escritor, a quien se le acreditó con 3.000 proverbios y 1.000 canciones (1Ki 4:32 y nombrado como el autor de dos salmos (tí­tulos, Salmo 72, 127) y de los libros de Proverbios (Pro 1:1), Ecc 1:1, Ecc 1:12), y el Cantar de los Cantares (Cantar de los Son 1:1). Su fama fue esparcida, y personas vinieron desde lejos a escucharle.

El hizo alianza con Hiram, rey de Tiro, quien habí­a sido un amigo de David. El hizo un contrato con Hiram para el abastecimiento de madera de cedro y ciprés e hizo arreglos para que los constructores fenicios complementaran a los trabajadores israelitas reclutados con obligatoriedad para este servicio. La construcción del templo se inició en el cuarto año de Salomón, el cual era el año 480 después del éxodo de Egipto (1Ki 6:1). David habí­a querido construir el templo, mas el Señor le reservó ese privilegio a Salomón (2Sa 7:13; 1Ch 17:4-6, 1Ch 17:12; 1Ch 22:6-11; 1Ch 28:6); no obstante, Salomón obtuvo el plano completo de la estructura de su padre (1Ch 28:11-19). David también habí­a acumulado mucho material de construcción, especialmente metales preciosos y otras mercancí­as costosas, y habí­a tomado ofrendas voluntarias para la construcción del templo (1Ki 7:51; 1Ch 22:2-5; 1Ch 29:1-19). El templo fue finalizado en siete años, y el palacio de Salomón estuvo en construcción durante 13 años. El altar, el mar de fundición, y toda clase de utensilios e instrumentos usados en el servicio del templo eran la responsabilidad de un artesano, Hiram de Tiro (1Ki 7:14; comparar 2Ch 2:13-14). Mucho del cobre usado para estos propósitos probablemente provinieron de minas trabajadas por los israelitas.

Salomón tení­a 1.400 carros y 12.000 jinetes (2Ch 1:14); tuvo también 4.000 establos para caballos (2Ch 9:25). Construyó ciudades para sus carros y caballerí­a. En Meguido se encontraron establos para por lo menos 450 caballos. Establos similares fueron excavados en Gezer, Taanac, Tel El-Hesi y Tel el-Far†™ah. Ofir era una fuente de oro, madera de sándalo y piedras preciosas. Las naves de Salomón también fueron a Tarsis con la flota fenicia y trajeron toda clase de cosas exóticas. Inmensa riqueza de este modo vino a Salomón por comercio, minerí­a, tributo (1Ki 4:21), y obsequios de los visitantes (1Ki 10:25). Entre los más distinguidos de estos visitantes estuvo la reina de Saba.

Las mujeres eran una seria debilidad de Salomón, y él hizo muchas alianzas polí­ticas a través de matrimonios (1Ki 11:1-4). Dios le habí­a advertido que tales matrimonios conducirí­an a la apostasí­a. El harén de Salomón contení­a una colección de alrededor de 700 esposas y 300 concubinas. El construyó lugares de adoración para los falsos dioses para satisfacer a sus esposas paganas. El Señor se airó con el fracaso de Salomón de guardar sus mandamientos explí­citos y le anunció a él la escisión en el reino que habrí­a de ocurrir en el reinado de su hijo.

El reinado de Salomón habí­a sido bastante pací­fico, mas la desgracia se estaba tramando. Hadad el edomita, quien era un niño habí­a sobrevivido a una incursión de David y habí­a escapado hacia Egipto, ahora regresó para acosarle.

En Siria, Rezón fue hecho rey en Damasco y se convirtió en enemigo de Israel.

En Israel un joven capaz, Jeroboam el hijo de Nabat, fue informado por el profeta Ají­as que él se convertirí­a en el regente de diez tribus de Israel.

Salomón trató de matar a Jeroboam, mas éste se refugió en Egipto hasta la muerte de Salomón. Un gran soberano temporal, que poseí­a toda ventaja natural, rico de modo casi inconcebible en esplendor material, conocimiento y experiencia, Salomón fue no obstante una decepción. Aunque él empezó sumamente bien, la tragedia de su apostasí­a gradual tuvo resultados más desastrosos que el escándalo infame de su padre, quien sinceramente se arrepintió y fue un hombre conforme al propio corazón del Señor.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(pací­fico).

Hijo de David y Betsabé, fue el tercero y último rey de Israel unida, ungido por David anciano, 2Sa 12:24, 1Cr 3:5, 1 R.1.

– Pidió a Dios la sabidurí­a y comprensión, y Dios se la dio, 1Re 3:5-28, 1Re 3:10.

1-10, 2Cr 1:3-12.

– Construyó el Templo y su palacio, con la ayuda de Hiram, rey de Tiro, 1 R.5-8, 2 Cr.2-7.

– Instituyó el trabajo obligatorio, para hacer estas construcciones, 1Re 5:1317, 1Re 9:19-21.

– Tuvo una fortuna fabulosa, 1Re 10:11.

– Escribió los Proverbios, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés, los Salmos 72 y 127, y el Libro de Sabidurí­a.

– Se casó con una hija del Faraón: (1Re 3:1). tuvo muchas esposas paganas que le incitaron a adorar a dioses paganos: (?700 mujeres y 300 concubinas!) que torcieron su corazón: (1 R.11). y, a pesar de su sabidurí­a y riqueza, murió como un fracasado: (1 R.11).

– A su muerte, se dividió Israe: E1 Sur: (Judá) aceptó a su hijo Roboán; pero las 10 tribus del Norte se sublevaron y eligieron a Jeroboán, antiguo superintendente de las construcciones de Salomón: (este reino del Norte, es Israel; el del Sur, Judá).

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Rey de Israel, heredero de David, nacido de su unión con †¢Betsabé. El profeta †¢Natán le puso por nombre †¢Jedidí­as, que significa †œamado del Señor† (2Sa 12:25). David habí­a prometido a Betsabé que su hijo le sucederí­a en el trono, pero †¢Adoní­as, que tení­a precedencia por su edad, intentó coronarse rey antes de la muerte de su padre, en combinación con †¢Joab y †¢Abiatar. Betsabé, alertada por Natán, avisó a David, quien ordenó que se ungiera como rey a S. El acto tuvo lugar en †¢Gihón, de donde trajeron luego a S. montado en la mula del rey y con el apoyo de Natán, †¢Benaí­a, el sacerdote †¢Sadoc y otros siervos de David, que clamaban †œÂ¡Viva el rey!† Cuando Adoní­as lo supo fue y se refugió en el †¢tabernáculo, aferrándose a †œlos cuernos del altar†. S. le perdonó la vida (1Re 1:1-53).

Sin embargo, después que David murió, Adoní­as intentó que se le diera por mujer a Abisag sunamita, la hermosa joven que calentaba con su cuerpo al viejo David y que era virgen. Salomón interpretó esto como otro intento de asumir autoridad real y ordenó la muerte de Adoní­as. También expulsó a Abiatar del oficio sacerdotal y le exiló a sus posesiones en †¢Anatot. Cuando Joab lo supo, fue y se refugió también en el †¢tabernáculo, pero S. dio orden de matarlo. †¢Simei, que habí­a sido enemigo de David, recibió instrucciones de S. de no abandonar la ciudad de Jerusalén, pero no cumplió con ellas y también fue condenado a muerte por el rey (1Re 2:1-46).

S. tuvo una visión, según la cual Dios le dijo que pidiera lo que quisiera. El joven rey pidió †œcorazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo†. A Dios le gustó que no pidiera †œmuchos dí­as … [ni] riquezas … [ni] la vida de tus enemigos†, por lo cual le prometió que le darí­a la sabidurí­a solicitada y le añadirí­a también riquezas y gloria. La sabidurí­a de S. se hizo proverbial. Es famosa la historia de su juicio cuando dos mujeres se presentaron ante él disputando sobre dos niños, uno de los cuales habí­a muerto y cada una decí­a ser la madre del que viví­a. El rey ordenó que se cortara en dos al niño vivo. Cuando una de las mujeres dijo que no, que preferí­a que la otra se lo llevara, S. reconoció que esa era la verdadera madre y le entregó el muchacho (1Re 3:1-28). El rey se interesó por muchas disciplinas (†œ… compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco. También disertó sobre los árboles…. sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces† [1Re 4:32-33]).

S. quedó confirmado en su reino, que abarcaba desde el éufrates hasta la frontera con Egipto, pero excluí­a †¢Filistea y †¢Fenicia. El dominio sobre Siria y la Transjordania significaba el control de las principales rutas comerciales de la región (la †œVí­a Maris†, que pasaba por tierra de los filisteos y el †œCamino Real† por Transjordania), lo cual le traerí­a indiscutibles ventajas económicas. Muchos reyes quedaron como vasallos de Israel y le traí­an †œcada año sus presentes: alhajas de oro y de plata, vestidos, armas, especias aromáticas, caballos y mulos† (1Re 10:25). Hizo alianza con los fenicios, cuyo rey †¢Hiram habí­a sido amigo de David, y también con los egipcios, casándose con una hija del Faraón. De manera que tení­a prácticamente el control del comercio entre los paí­ses del N de Israel y los que quedaban al E y al S. (†œY traí­an de Egipto caballos y lienzos a S., porque la compañí­a de los mercaderes del rey compraba caballos y lienzos…. y así­ los adquirí­an por mano de ellos todos los reyes de los heteos, y de Siria† [1Re 10:28-29]). La alianza con Hiram le permitió comenzar empresas de navegación. Su flota navegaba hacia el océano índico †œuna vez cada tres años†, y traí­a †œoro, plata, marfil, monos y pavos reales† (1Re 10:22; 2Cr 9:21). Atraí­da por la fama de S., y quizás porque las expediciones marí­timas del rey afectaban al comercio de su paí­s, vino la reina de Sabá a visitarle †œcon un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en gran abundancia, y piedras preciosas† (1Re 10:1-2). Ha sido muy firme la leyenda de que esta reina tuvo un hijo con el rey S. ( †¢Sabá, Reina de).
ún Josefo, Hiram el rey de Tiro habí­a logrado grandes construcciones en Fenicia. La alianza con S., además de las expediciones marí­timas, incluí­a intercambio de productos agrí­colas de Israel por madera del Lí­bano. S. contrató expertos constructores fenicios para sus grandes proyectos de construcción, incluyendo el famoso †¢templo (1Re 5:10-12). Algunos eruditos piensan que esos proyectos resultaron al cabo demasiado ambiciosos y que la balanza de pagos de Israel tuvo un saldo negativo en relación con los fenicios, por lo cual S. tuvo que entregar ciertas ciudades a Hiram (1Re 9:10-13). De todos modos, es evidente que las construcciones de S. representaron una gran carga para el pueblo. †œS. decretó leva en todo Israel† (1Re 5:13-15), lo cual de seguro no era del agrado de todos. Y los impuestos que pagaba la gente eran altos, como se demostró a su muerte, cuando se pidió a †¢Roboam, su heredero, que los redujera (1Re 12:1-5).
siempre alianzas con los pueblos vecinos, S. tomó mujeres entre ellos, moabitas, amonitas, edomitas, sidonias y heteas, además de su matrimonio con la hija de Faraón (que posiblemente fuera Sianum, de la XXI dinastí­a). Esta alianza con Egipto duró hasta la ascensión de †¢Sisac al trono de ese paí­s. Aunque S. trató de evitar guerras con sus vecinos, hubo rebeliones durante su reinado, especialmente las encabezadas por †¢Hadad, †œedomita de sangre real†, en el S (1Re 11:14-22) y †¢Rezón, personaje proveniente de †¢Soba, que se hizo †œcapitán de una compañí­a†, y se convirtió en †œadversario de Israel† en el N, asentándose en Siria (1Re 11:23-25).
prosperidad, sin embargo, fue constante. S. reforzó la administración del reino que habí­a comenzado su padre David y levantó fortificaciones por todo Israel. La división del territorio en distritos seguí­a, más o menos, las lí­neas correspondientes a las jurisdicciones de las diferentes tribus. Cada distrito tení­a que proveer durante un mes para las necesidades de la corte del rey. Debe anotarse que al parecer la tribu de Judá gozaba de una posición especial, no teniendo las mismas cargas que las demás tribus, lo cual tendrí­a su impacto en los problemas que luego vinieron en tiempos de Roboam. Es posible también que los celos de las demás tribus se levantaran a causa de la imposición de Jerusalén como centro único de adoración, pues habí­a en las tribus del N muchos otros lugares considerados sagrados, como †¢Siquem, †¢Bet-el, †¢Dan y †¢Penuel. El disgusto de esas tribus fue capitalizado por †¢Jeroboam, que era un siervo de S. con la responsabilidad de cargas impuestas a ellas.
Biblia anota con toda claridad que el gran rey S., a pesar de su inmensa sabidurí­a, permitió que sus muchas mujeres (†œ… setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas† [1Re 11:3]) inclinaran su corazón a la idolatrí­a. †œSiguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, í­dolo abominable de los amonitas…. edificó … un lugar alto a Quemos, í­dolo abominable de Moab … y a Moloc, í­dolo abominable de los hijos de Amón† (1Re 11:5-8). Esto es presentado como la verdadera causa por la cual más tarde, bajo el reinado de Roboam su hijo, el reino se dividió (1Re 11:11-13).
el NT el Señor Jesús menciona la visita de †œla reina del Sur†, y dice que ésta condenará a los judí­os, †œporque ella vino de los confines de la tierra para oí­r la sabidurí­a de S.†, mientras que él, que es mayor que Salomón, no recibí­a atención alguna (Mat 12:42). Dijo también que los creyentes no debí­an afanarse †œpor el vestido†, sino considerar †œlos lirios del campo†, puesto que †œni aun S. con toda su gloria se vistió así­ como uno de ellos†. Y si Dios viste así­ a †œla hierba del campo … ¿no hará mucho más a vosotros…?† (Mat 6:28-30).
costumbre de pseudoepigrafiar obras literarias condujo a que se atribuyeran a S. diversos trabajos. Así­, no es seguro que el libro de †¢Proverbios fuera escrito por este rey. Tampoco hay seguridad absoluta de que fuera el autor del †¢Cantar de los Cantares ni del †¢Eclesiastés. Otras obras atribuidas a S. son el Libro de la Sabidurí­a, las Odas de S., los Salmos de S., el Testamento de S., etcétera.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, ARQU BIOG REYE HOMB HOAT

ver, PROVERBIOS, ECLESIASTES, CANTAR DE LOS CANTARES, ROBOAM, EGIPTO, HICSOS, ASIRIA, BABILONIA, HITITAS, Pí“RTICO

vet, = “pací­fico”. Hijo de David con Betsabé (2 S. 12:24; 1 Cr. 3:5; Ant. 7:14, 2); nacido en Jerusalén. David, advertido que bajo su sucesor habrí­a un reinado de paz, le dio el nombre de Salomón, “pací­fico” (1 Cr. 22:9). El profeta Natán le dio el nombre de Jedidí­as, “amado de Jehová” (2 S. 12:25). Cuando David envejeció y se debilitó, Adoní­as, uno de sus hijos nacidos en Hebrón, y probablemente el mayor después de la muerte de Amón y de Absalón, intentó usurpar el trono. El profeta Natán, ayudado por el sumo sacerdote Sadoc y por Benaí­a, el jefe de la guardia, y con el apoyo de la guardia personal de David, desarticularon esta conspiración, y Salomón fue proclamado rey (1 R. 1:5-40), poco después de lo cual murió David. Salomón inició su reinado alrededor del año 970 a. C. Tendrí­a entonces unos 20 años. Obedeciendo las últimas recomendaciones de su padre, depuso a Abiatar del sumo sacerdocio, e hizo ejecutar a Simei por desobedecer la orden de permanecer en Jerusalén. Ante una nueva pretensión de Adoní­as, Salomón lo hizo ejecutar, lo mismo que a Joab, también implicado en este asunto (1 R. 2:1-46). Salomón contrajo matrimonio con la hija del rey de Egipto, y la llevó a Jerusalén (1 R. 3:1). Después que el Señor hubiera abandonado Silo, el culto no habí­a sido restaurado. El Tabernáculo se hallaba en Gabaón, y el arca del pacto en Jerusalén. Menospreciando la orden de la Ley, el pueblo habí­a erigido altares en los lugares altos. Salomón acudió a Gabaón para ofrecer sacrificios. Aquella noche, el Señor se le apareció en sueños y le preguntó qué era lo que él deseaba. Salomón imploró la gracia de la sabidurí­a y de la inteligencia, a fin de poder administrar justicia. En aquella época la administración de la justicia incumbí­a al rey. Dios dio respuesta a esta oración. Poco después, Salomón emitió un juicio que se ha hecho célebre porque con ello descubrió quién era la verdadera madre de un recién nacido reclamado vehementemente por dos mujeres como propio (1 R. 3:2-28; 2 Cr. 1:3-12). Unos veinte años después, durante una nueva aparición, Dios prometió a Salomón, de forma condicional, conservar el trono para su dinastí­a, y le hizo solemnes advertencias (1 R. 9:1-10; 2 Cr. 7:12-22). David habí­a sometido a las naciones vecinas. Según los textos, Salomón sólo emprendió una campaña bélica, contra Hamat. La posesión de esta ciudad le permitió mantener la paz en el noreste de sus estados. Hadad, prí­ncipe edomita, y Rezón, de Damasco, se opusieron a Salomón. Este fortificó la ciudad de Hazor, sobre el alto Jordán, y edificó una fortaleza en el Lí­bano para pacificar a Damasco; también logró mantener seguro el camino que llevaba a Ezión-geber atravesando Edom. El rey Salomón mantuvo relaciones amistosas con numerosos soberanos; organizó su reino, y protegió las artes. David habí­a amasado una gran cantidad de materiales con vistas a la construcción del Templo. Salomón construyó el edificio en siete años. Hiram, rey de Tiro, le consiguió materiales y artesanos (1 R. 5:6). Salomón llevó a cabo una solemne dedicación del Templo (1 R. 7:13-8:66; 2 Cr. 2-7). Después se hizo edificar un palacio, cuya construcción duró trece años (1 R. 7:1-12). Fortificó numerosas ciudades y construyó otras en diversos puntos del paí­s (1 R. 9:17-19; 2 Cr. 8:4-6). Salomón administró sus estados con mucha sabidurí­a. Se rodeó de funcionarios competentes, con el nieto del sumo sacerdote como jefe de ellos (1 R. 4:2-6). Mantuvo un ejército poderoso; dividió el reino en doce distritos. Independientemente de los antiguos lí­mites de las tribus, lo que facilitó su administración (1 R. 4:7-19). El soberano se cuidó asimismo del mantenimiento del culto a Jehová, pronunciando la oración de dedicación del Templo e invocando la bendición divina sobre el pueblo. La expansión comercial enriqueció al reino (1 R. 10:14-29; 2 Cr. 9:13-27). Vení­an mercancí­as de Ofir y de la India, de donde las traí­an los siervos de Salomón (1 R. 10:22, 23; 2 Cr. 9:10-22). El rey hizo construir ciudades de almacenamiento, entre otras Palmira, en el desierto, a mitad de camino entre Damasco y el Eufrates. Salomón se interesó por las letras y por las ciencias, y “disertó sobre los árboles, desde el cedro del Lí­bano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces” (1 R. 4:33). Además, recogió y compuso numerosos proverbios (véase PROVERBIOS). Los Sal. 72 y 127 le son atribuidos en el encabezamiento (véanse también ECLESIASTES y CANTAR DE LOS CANTARES). La magnificencia de su corte, de su mesa, del lujo del que se rodeaba en sus desplazamientos, se correspondí­a con sus ingresos e importancia polí­tica (1 R. 10:4, 5, 21). Acudí­an muchos de lejos para oí­r sus dichos llenos de sabidurí­a (1 R. 4:34; 10:23-25). La misma reina de Sabá acudió a Jerusalén para plantear al rey difí­ciles cuestiones (1 R. 10:1-13). Pero Salomón no fue obediente a las instrucciones divinas. Tuvo un harén de algo más de mil mujeres. Muchas de ellas eran princesas, entregadas al rey de Israel como prendas de pactos polí­ticos. Salomón se dejó persuadir por estas extranjeras idólatras para erigir santuarios a sus dioses (1 R. 11:1-8). El Señor castigó la apostasí­a del soberano no dejando a su dinastí­a más que una pequeña fracción del reino (1 R. 11:9-13). El profeta Ahí­as, de Silo, anunció a Jeroboam, funcionario de Salomón, que Dios le darí­a diez tribus (1 R. 11:28-29), pero no las obtendrí­a antes de la accesión de Roboam. Salomón pecó también por su lujo y ostentación, que costeó imponiendo pesadas cargas fiscales sobre sus súbditos. Estas exacciones quebrantaron la confianza de los israelitas en su rey y vinieron a ser posteriormente causa de rebeliones (véase ROBOAM). Salomón reinó 40 años, muriendo alrededor del año 931 a.C. Los acontecimientos de este periodo fueron consignados en las siguientes obras: Libro de los hechos de Salomón, Libro del profeta Natán, Profecí­a de Ahí­as silonita y Profecí­a del vidente Iddo (1 R. 11:41-43; 2 Cr. 9:29-31) Arqueologí­a Los descubrimientos arqueológicos muestran una estrecha concordancia y arrojan buena luz sobre una multitud de detalles referentes a los textos bí­blicos acerca de Salomón, en tanto que las teorí­as meramente especulativas del pasado, sin ninguna base en evidencias independientes, sino basadas en una serie de “a prioris” de “evolución histórica”, tení­an una fuerte tendencia a restar crédito a la descripción del poder y de la gloria de este rey que aparecen en 1 R. 3 a 11 (cfr. además Mt. 6:29; 12:42; Lc. 11:31). Entre otros aspectos tocados por los descubrimientos arqueológicos se pueden considerar: (a) El reino de Salomón. Frente a las posturas que afirmaban que los reinos de David y Salomón se limitaban estrictamente a Palestina, debido a que no hubiera podido existir un reino con las extensas fronteras que se le afirman ante los poderes mundiales de Egipto, Asiria y Babilonia, se puede constatar que estos imperios no ejercí­an poder en aquella época. (A) Egipto se habí­a sacudido hací­a poco del dominio de los hicsos, y se estaba recuperando (véanse EGIPTO, a, Historia, HICSOS y, para más detalle, las correspondientes Bibliografí­as). Asiria estuvo carente de un caudillaje capaz entre Tiglat-pileser I (muerto alrededor del año 1076 a.C.) y la accesión de Assurbanipal II (alrededor del año 880 a.C.). Babilonia vegetaba entonces, y el imperio hitita habí­a sido aplastado por Asiria en el año 1110 a.C., habiendo quedado sólo algunas ciudades libres. (Véanse ASIRIA, BABILONIA, HITITAS.) (b) La gran prosperidad de Salomón habí­a sido también puesta en tela de juicio. Sin embargo, se reconoce en la actualidad que en la época de Salomón se daban todas las condiciones comerciales y polí­ticas necesarias para ello. Se ha podido constatar por medios arqueológicos que en la época de Salomón habí­a un intenso tráfico de caravanas entre el sur de Arabia y Mesopotamia. De esta manera, Salomón, que dominaba el estratégico enlace palestinense, y sin ningún poder que le pudiera disputar el dominio, pudo ejercer un monopolio sobre las caravanas que circulaban por esta ví­a de comunicación. Con el control de las rutas que canalizaban el comercio entre los diversos puntos del mundo antiguo, el soberano israelita no podí­a dejar de tener abundantes ingresos en base a los impuestos sobre “los mercaderes, y lo de la contratación de las especias, y lo de todos los reyes de Arabia, y de los principales de la tierra”, con la gran cantidad de productos que atravesaban sus territorios (1 R. 10:15). (c) Las minas de cobre descubrieron el puerto de Ezión-geber y una gran fundición de cobre. Nelson Glueck afirma de ello que Salomón fue “el primero en hacer de la industria minera del Wadi Arabah una empresa verdaderamente nacional” (“The Other Side of the Jordan”, 1951, p. 98). (d) Las fortificaciones, los caballos y los carros. Además de mantener un activo intercambio comercial con las naciones vecinas (1 R. 10:28-29), Salomón invirtió grandes recursos en el mantenimiento de un ejército poderoso (1 R. 4:26). Ciudades militares importantes fueron Hazor, Meguido y Gezer, que estaban provistas de las necesarias instalaciones logí­sticas para resistir y detener potentes ataques, así­ como para almacenar provisiones y acantonar tropas de caballerí­a (cfr. “The Sad Case of Tell Gezer”, en Biblical Archaeological Review, jul./ago. 1983, PP, 30-42; también “How Water Tunnels Worked”, Bib. Arch. Rev., mar./abr., PP. 9-29, y “Five Ways to defend an Ancient City”, Bib. Arch. Rev., mar./abr. 1983, PP. 73-76). (e) La visita de la reina de Sabá (1 R. 10:1-13) ha sido considerada por algunos crí­ticos como una mera ficción. Se mantiene que no existe ninguna prueba de la existencia personal de la reina. No obstante, Velikovsky (“Ages in Chaos”, Doubleday, 1952) demuestra, sin dejar lugar a ninguna duda: (A) que la ausencia de identificación se debe a un desfase en la cronologí­a convencional de Egipto de 600 años, debido a unas identificaciones erróneas en el inicio de la egiptologí­a; (B) señala Velikovsky que Josefo (Ant. 8:6, 5) afirma que esta mujer era “reina de Egipto y Etiopí­a”; (C) en base a la cronologí­a revisada, llevando a una estrecha correspondencia los relatos de los monumentos y la Biblia, la reina Hatsepsut fue contemporánea de Salomón; (D) Hatsepsut afirma en sus crónicas que visitó la tierra “de Punt”; (E) Punt se hallaba, según las inscripciones egipcias, al este de Egipto, y allí­ habí­a un rí­o que corrí­a hacia el sur (evidentemente el Jordán); además, “Punt” recibe también el nombre de “tierra de Dios”. Estas y muchas otras razones, basadas en el estudio de los hallazgos arqueológicos de Egipto referentes a la reina Hatsepsut y a su viaje a la tierra de Punt, y una cuidada consideración de la estructura cronológica de la historia de Egipto, llevan a la identificación de “la reina de Sabá” con “la reina de Egipto y Etiopí­a” mencionada por Josefo, no otra que la célebre Hatsepsut. En la ya citada obra de Velikovsky se da una copiosa documentación y un tratamiento exhaustivo de todo este tema.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]

Nombre del hijo de David, tenido como consolación de Betsabé, la mujer de Urí­as el hitita, asesinado vilmente por David. Después que murió el hijo concebido del adulterio, David consoló a su nueva esposa con otro hijo, al que llamó Yeddiyá, aunque luego fe denominado Salomón (tal vez de Salem, que significarí­a dichoso).

Su padre le prefirió para el reino a su hijo mayor Adoní­as, después de una conjura entre Salomé, su madre, el profeta Natán y el sacerdote Sadoc. Reinó entre el 970 y el 930, después de haber matado a Adoní­as y a Joab, que podrí­an haberse hecho sus adversarios.

Fue el rey más glorioso de Israel. En la Biblia quedó así­, por la resonancia de las fuentes sacerdotales, pues no en vano fue el constructor del Templo y el organizador del bienestar y del poderí­o de Israel. Tuvo múltiples esposas en su harén, entre ellas la hija del Rey de Egipto, su preferida. Y se le ensalzó como singularmente sabio, por lo que se le atribuyeron algunos libros sapienciales como el Eclesiastés, los Proverbios y el libro de la Sabidurí­a.

Las fuentes profanas le consideran un hábil estratega, propenso a los pactos comerciales con sus vecinos fenicios de Tiró y Sidón y con los demás reinos vecinos. Explotó a su pueblo con elevados tributos que fueron causa de la desmembración del reino cuando el falleció y su hijo se negó a suavizar la tributación a las tribus del Norte.

La Biblia atribuyó luego el castigo de la división del Reino a la idolatrí­a del rey, la cual debe ser interpretada como tolerancia con los cultos de los paí­ses vecinos con los cuales estableció pactos de fronteras y de comercio. A pesar de ello, la figura de Salomón quedó en Israel durante un milenio como el emblema de la grandeza, de la paz y de la prosperidad.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Hijo del rey David y de Betsabé. Se describe su nacimiento (2 Sam 12). Fue ungido rey (1 Re 1,32-40). Afirmó su reinado (1 Re 2,12-46), que se extendió del año 970 al 931 a. de C. Al subir al trono supo pedir a Dios sabiamente (1 Re 5,15-16). Construyó el templo de Jerusalén (1 Re 6,1-18) y su propia casa (1 Re 7,1-22). Celebró grandes fiestas en la dedicación del templo (1 Re 8). Dios hizo un pacto con él (1 Re 9, 1-9). Recibió la visita de la famosa reina de Saba (1 Re 11,41-43). Fue, al fin, un apóstata (1 Re 11); la tradición le atribuye el libro de los Proverbios (Prov 1,1) y el de la Sabidurí­a (Sab 1,1). Figura entre los ascendientes de Jesús (Mt 1,7-16). Salomón fue un sabio, pero en Jesucristo hay mucho más que Salomón (Mt 12,42; Lc 11,31).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> David, templo). Hijo de David y rey sobre el conjunto de Israel entre el 960 y 920 a.C. (cf. 1 Re 1-11; 2 Cr 1-10). En su nombramiento no influyen ya los representantes de las tribus, sino una intriga palaciega, apoyada por los cereteos y peleteos, mercenarios de su padre (cf. 1 Re 1,38), que seguirán siendo decisivos en el nuevo reinado. Introduce una nueva organización polí­tica sobre el conjunto de Israel: deja a un lado la vieja estructura (federación*) de las tribus e introduce en su lugar una administración racionalizada con criterios territoriales y militares (cf. 1 Re 4). Antiguos israelitas y nuevos cananeos conquistados se convierten así­ en súbditos de un mismo rey, obligados a pagar tributos para las construcciones y empresas monárquicas, censados para un servicio militar profesionalizado. Lógicamente, se vuelven necesarias las bases militares, con ciudades y cuarteles para los carros y la caballerí­a (1 Re 9,19). De esa forma, el ejército se convierte en institución unificada, al servicio del imperio. La Biblia le recuerda como constructor del templo y como sabio pervertido.

(1) Constructor del templo e idólatra. Salomón está vinculado a la construcción y dedicación de templo de Jerusalén, entendido como santuario real y nacional, de manera que pone las tradiciones religiosas de las tribus al servicio de su ideologí­a y polí­tica monárquica. Parece que David habí­a querido construir ya un templo a Yahvé en Jerusalén, pero encontró la oposición de las tribus, reacias a unir el yahvismo con el culto cananeo-jebusita de Jerusalén y con la ideologí­a del Estado unificado (cf. 2 Sm 7). Salomón superó (o ignoró) esos recelos, construyendo un Estado imperial, centrado en un templo donde, además del yahvismo (representado por el Arca), influye la ideologí­a jebusita de la montaña sagrada de Sión. Esto tendrá consecuencias esenciales para la historia y religión posterior del yahvismo. Además, la polí­tica de pactos con los reinos y Estados vecinos, dirigida a crear una estabilidad polí­tica en la zona, hizo que Salomón se casara con muchas mujeres, representantes de esos reinos vecinos, a las que dejó cultivar sus religiones nacionales en el entorno de Jerusalén; por eso, la tradición yahvista le vio como pecador, corrompido por mujeres (1 Re 11). (2) Sabio. Se le recuerda también como un sabio, no sólo por sus relaciones con la reina de Sabá* (1 Re 10) y por su prudencia como gobernante (1 Re 3,1628), sino por la amplitud de sus conocimientos: “Dios dio a Salomón sabidurí­a y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabidurí­a de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabidurí­a de los egipcios. Aun fue más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraí­ta, y que Hernán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de alrededor. Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco. También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Lí­bano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces. Y para oí­r la sabidurí­a de Salomón vení­an de todos los pueblos y de todos los reinos de la tierra, adonde habí­a llegado la fama de su sabidurí­a” (1 Re 5,9-14). Por eso, la tradición bí­blica le atribuye la composición de una parte considerable de los escritos sapienciales* (cf. Prov 1,1; Qoh 1,1; Cant 1,1; Sab).

(3) Jesús, más sabio que Salomón. El documento Q* ha recogido una tradición antigua en la que Jesús aparece, al mismo tiempo, como profeta y sabio: “La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oí­r la sabidurí­a de Salomón, y he aquí­ alguien más grande que Salomón. Los hombres de Ní­nive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí­ alguien más grande que Jonás” (Q Lc 11,31-32; cf. Mt 12,41-42). Los ninivitas escucharon a Jonás* profeta, convirtiéndose y haciendo penitencia; a Jesús en cambio no le escuchan los judí­os de su tiempo. La reina del Sur o Sabá escuchó a Salomón, el sabio (cf. 1 Re 10,1-13); los judí­os, en cambio, no han aceptado la sabidurí­a de Jesús, que es el verdadero Salomón.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(de una raí­z que significa: †œpaz†).
Hijo del rey David, del linaje de Judá. Rey de Israel desde 1037 hasta 998 a. E.C. Después de referir la muerte del hijo que le habí­a nacido a David como fruto de sus relaciones ilí­citas con Bat-seba, el registro bí­blico añade: †œY David empezó a consolar a Bat-seba su esposa. Además, fue a ella y se acostó con ella. Andando el tiempo ella dio a luz un hijo, y llegó a llamársele por nombre Salomón. Y Jehová mismo sí­ lo amó. De modo que él envió por medio de Natán el profeta y lo llamó por nombre Jedidí­as, por causa de Jehovᆝ. (2Sa 12:24, 25.) Salomón tuvo después tres hermanos carnales, hijos de David y Bat-seba: Simeá, Sobab y Natán. (1Cr 3:5.)

La promesa de Jehová a David. Antes del nacimiento de Salomón, Jehová le habí­a asegurado a David que le nacerí­a un hijo, llamado Salomón, que edificarí­a una casa para Su nombre. Al parecer, el nombre Jedidí­as (que significa †œAmado de Jah†) le indicarí­a a David que entonces Jehová habí­a bendecido su matrimonio con Bat-seba, y que por ello aprobaba el fruto de ese matrimonio. No obstante, al niño no se le conoció comúnmente por este nombre. El nombre Salomón (de una raí­z que significa †œpaz†) sin duda guardaba relación con el pacto que Jehová habí­a hecho con David, según el cual, este no realizarí­a el deseo de su corazón de edificar la casa para Jehová, ya que era un hombre que habí­a derramado mucha sangre en la guerra. (1Cr 22:6-10.) Eso no significaba que las guerras de David fuesen incorrectas. Lo que sucedí­a era que tanto la naturaleza como el objetivo del reino tí­pico de Jehová eran esencialmente pací­ficos; sus guerras cumplí­an el propósito de eliminar la iniquidad y a los que se oponí­an a la soberaní­a de Jehová, extender el dominio de Israel hasta los lí­mites que Dios habí­a trazado y establecer la justicia y la paz. Las guerras de David lograron estos objetivos para Israel. El reinado de Salomón fue esencialmente pací­fico.

Adoní­as intenta usurpar el trono. Salomón vuelve a aparecer en el registro bí­blico después de su nacimiento cuando David ya era anciano. En armoní­a con la promesa de Jehová, David habí­a jurado a Bat-seba que Salomón le sucederí­a en el trono, hecho que conocí­a el profeta Natán. (1Re 1:11-13, 17.) No se dice si Adoní­as, el hermano de padre de Salomón, conocí­a este juramento o la intención de David. Sea como fuere, intentó conseguir el trono de una manera similar a la que utilizó Absalón. Confiaba que tendrí­a éxito, quizás debido a la debilidad del rey y porque tení­a el apoyo de Joab, el jefe del ejército, y de Abiatar, el sacerdote. No obstante, fue una traición, pues trató de usurpar el trono mientras David todaví­a estaba vivo y sin tener la aprobación de él o de Jehová. Además, manifestó su actitud solapada al preparar un sacrificio en En-roguel, donde tení­a la intención de ser proclamado rey, sacrificio al que invitó únicamente a los otros hijos del rey y a los hombres de Judá, los siervos del rey, pero no a Salomón, ni a Natán el profeta, ni a Sadoc el sacerdote, ni a los hombres poderosos que habí­an luchado al lado de David, ni tampoco a Benaya, bajo cuyo acaudillamiento estaban. Este hecho indica que Adoní­as veí­a a Salomón como un rival que obstaculizaba sus ambiciones. (1Re 1:5-10.)

Entronización de Salomón. El profeta Natán, siempre fiel a Jehová y a David, estaba al tanto de lo que sucedí­a. Primero envió a Bat-seba con instrucciones para informar al rey del complot, y después entró él mismo, preguntándole a David si habí­a autorizado que Adoní­as fuese proclamado rey. David actuó rápidamente y de manera decisiva, haciendo llamar al sacerdote Sadoc y a Natán para llevar a Salomón a Guihón bajo la protección de Benaya y sus hombres. Ellos tení­an que poner a Salomón sobre la propia mula del rey, lo que denotaba un gran honor para el que cabalgaba, y en este caso indicarí­a que él era sucesor de la gobernación real. (Compárese con Est 6:8, 9.) Las instrucciones de David se siguieron y Salomón fue ungido y proclamado rey. (1Re 1:11-40.)
Cuando se oyó el sonido de la música en Guihón, no muy lejos de allí­, y que el pueblo gritaba: †œÂ¡Viva el rey Salomón!†, Adoní­as y sus cómplices en la conspiración huyeron llenos de pánico y confusión. Por su negativa a manchar su ascenso al trono ejecutando venganza, Salomón dio una vislumbre de la paz que caracterizarí­a a su gobernación. Si los asuntos hubieran sido a la inversa, es muy probable que Salomón hubiese perdido la vida. Pero él envió a buscar a Adoní­as en el santuario, donde habí­a huido en busca de asilo, y lo hizo llevar frente a él. Salomón le informó que seguirí­a viviendo a menos que hallase algo malo en él, y después lo mandó a su casa. (1Re 1:41-53.)

La exhortación de David a Salomón. Antes de morir, David exhortó solemnemente a Salomón con las siguientes palabras: †œTienes que guardar la obligación para con Jehová tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos y sus decisiones judiciales y sus testimonios†. Después le dio instrucciones con respecto a Joab y Simeí­, para que no les dejase †˜bajar en paz al Seol†™; y también le dijo que mostrase bondad a los hijos de Barzilai el galaadita. (1Re 2:1-9.) Probablemente, antes le habí­a dado instrucciones con respecto a edificar el templo, transmitiéndole el proyecto arquitectónico †œque habí­a llegado a estar con él por inspiración†. (1Cr 28:11, 12, 19.) David mandó a los prí­ncipes de Israel allí­ presentes que ayudaran a Salomón su hijo y que participaran en edificar el santuario de Jehová. En esta ocasión el pueblo volvió a ungir a Salomón por rey y a Sadoc por sacerdote. (1Cr 22:6-19; cap. 28; 29:1-22.) La bendición de Dios sobre Salomón se observa desde los mismos comienzos de su reinado, cuando empezó a sentarse sobre †œel trono de Jehová como rey en lugar de David su padre, y a hacerlo con éxito†, adquiriendo fuerza en su gobernación real. (1Cr 29:23; 2Cr 1:1.)

La solicitud sediciosa de Adoní­as. No transcurrió mucho tiempo antes de que Salomón tuviese que actuar para cumplir las instrucciones de David con respecto a Joab. Esto se debió a la acción de Adoní­as, quien todaví­a manifestaba ambición a pesar de la misericordia que le habí­a mostrado Salomón. Adoní­as abordó a la madre de Salomón con las palabras: †œTú misma bien sabes que la gobernación real habí­a de llegar a ser mí­a, y era hacia mí­ hacia quien todo Israel habí­a fijado su rostro para que yo llegara a ser rey; pero la gobernación real dio vuelta y llegó a ser de mi hermano, porque de parte de Jehová llegó a ser suya†. Adoní­as reconoció que Jehová estaba detrás de la entronización de Salomón; sin embargo, la solicitud que hizo después de estas palabras fue otra tentativa astuta de usurpar la gobernación real. Le pidió a Bat-seba: †œPor favor, di a Salomón el rey […] que me dé a Abisag la sunamita por esposa†. Debió pensar que tení­a suficientes partidarios, además del apoyo de Joab y Abiatar, de manera que si tomaba a Abisag, considerada concubina de David —aunque no tuvo relaciones con ella—, podí­a empezar un levantamiento que podrí­a derrotar a Salomón. La costumbre era que las esposas y concubinas de un rey pasasen a ser propiedad de su sucesor, por lo que se consideraba que tomarlas equivalí­a a reclamar el trono. (Compárese con 2Sa 16:21, 22.) Cuando Bat-seba, que no habí­a discernido la doble intención de Adoní­as, transmitió su solicitud a Salomón, este inmediatamente lo interpretó como un intento de conseguir la gobernación real y envió en seguida a Benaya para que diese muerte a Adoní­as. (1Re 2:13-25.)

Se depone a Abiatar y se ejecuta a Joab. A continuación Salomón dio atención a los que habí­an conspirado junto con Adoní­as. Destituyó a Abiatar de ser sacerdote en cumplimiento de la palabra de Jehová pronunciada contra la casa de Elí­ (1Sa 2:30-36), pero no lo mató, porque habí­a llevado el Arca delante de David y habí­a sufrido aflicción con él. Sadoc reemplazó a Abiatar. Mientras tanto, cuando Joab se enteró de la acción de Salomón, huyó y se asió de los cuernos del altar, pero Benaya le dio muerte allí­ mismo por orden de Salomón. (1Re 2:26-35.)

Ejecución de Simeí­. Salomón hizo jurar a Simeí­ que se someterí­a a ciertas restricciones por haber invocado el mal contra su padre David. Unos tres años después Simeí­ violó tales restricciones, por lo que Salomón hizo que le dieran muerte. Así­ se llevó a cabo completamente el mandato que David dio a Salomón. (1Re 2:36-46.)

La sabia solicitud de Salomón. Al principio del reinado de Salomón, el pueblo hací­a sacrificios en muchos †œlugares altos†, porque no habí­a ninguna casa de Jehová, aunque el tabernáculo estaba en Gabaón y el arca del pacto en una tienda en Sión. Jehová habí­a dicho que su nombre estarí­a sobre Jerusalén, pero por lo visto toleró esta situación hasta la construcción del templo. (1Re 3:2, 3.) Salomón ofreció mil holocaustos en Gabaón, conocido como †œel gran lugar alto†. Allí­ Jehová se le apareció en un sueño, y le dijo: †œSolicita lo que debo darte†. En lugar de pedir riquezas, gloria y victoria, solicitó un corazón sabio, entendido y obediente con el fin de poder juzgar a Israel. Su humilde solicitud agradó a Jehová, por lo que no solo le dio lo que habí­a pedido, sino también riquezas y gloria, †œde modo que no resultará haber habido entre los reyes ninguno como tú, todos tus dí­as†. Además, Jehová añadió esta admonición: †œY si andas en mis caminos, guardando mis disposiciones reglamentarias y mis mandamientos, tal como anduvo David tu padre, también ciertamente alargaré tus dí­as†. (1Re 3:4-14.)
Poco después, cuando dos prostitutas presentaron un problema difí­cil relacionado con quién era la madre de un niño, Salomón demostró que Dios verdaderamente le habí­a dotado con sabidurí­a para juzgar. Esto fortaleció en gran manera la autoridad de Salomón a los ojos del pueblo. (1Re 3:16-28.)

Programas de edificación. (GRABADOS, vol. 1, págs. 748, 750, 751.) En el cuarto año de su reinado, el segundo mes del año (el mes Ziv [abril-mayo]) 1034 a. E.C., Salomón empezó a edificar la casa de Jehová en el monte Moria. (1Re 6:1.) La construcción del templo fue silenciosa, pues las piedras fueron cortadas a la medida antes de llevarlas al lugar, de manera que no se oyó ningún sonido de martillos ni hachas ni de cualquier otra herramienta de hierro. (1Re 6:7.) El rey Hiram de Tiro cooperó suministrando madera de cedro y de enebro a cambio de trigo y aceite. (1Re 5:10-12; 2Cr 2:11-16.) También proveyó trabajadores, entre los que estaba un experto artesano llamado Hiram, el hijo de un tirio y una hebrea. (1Re 7:13, 14.) Salomón reclutó para trabajo forzado a 30.000 hombres, y los enviaba al Lí­bano en turnos de 10.000 al mes. Cada grupo volví­a a sus hogares por perí­odos de dos meses. Aparte de estos, habí­a 70.000 cargadores y 80.000 cortadores. Los componentes de estos dos últimos grupos no eran israelitas. (1Re 5:13-18; 2Cr 2:17, 18.)

Inauguración del templo. Esta tremenda obra de construcción ocupó siete años y medio, y se concluyó el octavo mes, Bul, del año 1027 a. E.C. (1Re 6:37, 38.) Parece ser que después tomó cierto tiempo llevar los utensilios y tener todo en orden, pues fue en el séptimo mes, Etanim, al tiempo de la fiesta de las cabañas, cuando Salomón llevó a cabo la santificación y la inauguración del templo. (1Re 8:2; 2Cr 7:8-10.) Por lo tanto, la inauguración tuvo que haberse celebrado en el séptimo mes del año 1026 a. E.C., once meses después de terminar la edificación, y no un mes antes (en 1027 a. E.C.), como algunos han pensado.
Otro punto de vista es que el templo se inauguró en el vigesimocuarto año de Salomón (1014 a. E.C.), después de haber construido también su propia casa y algunos edificios para uso oficial, todo lo cual le habrí­a tomado trece años más, es decir, unos veinte años en conjunto para todas las obras de edificación. Esta explicación cuenta con el respaldo de la Septuaginta griega, en la que se interpolan ciertas palabras en 1 Reyes 8:1 (3 Reyes 8:1, LXX, edición de Bagster) que no se encuentran en el texto masorético. Estas dicen: †œY sucedió que al cabo de veinte años, cuando Salomón habí­a terminado de edificar la casa del Señor y su propia casa, el rey Salomón congregó en Sión a todos los ancianos de Israel, para traer en el mes de Etanim el arca del pacto del Señor desde la ciudad de David, es decir, Sión†. Sin embargo, una comparación del relato de Reyes con el de Crónicas muestra que esta conclusión es incorrecta.
En los capí­tulos 6 al 8 de 1 Reyes se habla de la edificación del templo y su finalización. Seguidamente se hace referencia al programa de construcción de edificios gubernamentales que Salomón llevó a cabo durante trece años y por último, después de volver a pormenorizar la construcción del templo y la introducción en él de †œlas cosas santificadas por David su padre†, se pasa a narrar la inauguración. Esto parece indicar que la alusión al programa de construcción de edificios gubernamentales (1Re 7:1-8) es una inserción parentética que tuvo como propósito completar la explicación sobre todas las obras de edificación. Por otra parte, el relato de 2 Crónicas 5:1-3 parece indicar más concretamente que la inauguración tuvo lugar tan pronto como se terminó el templo y su mobiliario, pues dice: †œPor fin toda la obra que Salomón tení­a que hacer para la casa de Jehová quedó completa, y Salomón empezó a introducir las cosas santificadas por David su padre; y la plata y el oro y todos los utensilios los puso en los tesoros de la casa del Dios verdadero. Fue entonces cuando Salomón procedió a congregar en Jerusalén a los ancianos de Israel y a todos los cabezas de las tribus†. Después de explicar que los sacerdotes llevaron el arca del pacto de la Ciudad de David al monte del templo y la instalaron en él, el relato narra la inauguración. (2Cr 5:4-14; caps. 6, 7.)
Hay quienes han cuestionado esta explicación —que el templo se inauguró el año después de acabarse su construcción— debido a que 1 Reyes 9:1-9 indica que Jehová se apareció a Salomón después que †œla casa del rey† habí­a sido edificada y le dijo que habí­a oí­do su oración. (Compárese con 2Cr 7:11-22.) Esto ocurrió en su vigesimocuarto año, después de haber terminado los veinte años que duraron las edificaciones. ¿Pero acaso tardó Dios doce años en contestar la oración que Salomón hizo con motivo de la inauguración del templo? No, pues en la inauguración, una vez que Salomón terminó su oración, †œel fuego mismo bajó de los cielos y procedió a consumir la ofrenda quemada y los sacrificios, y la gloria misma de Jehová llenó la casa†. Esta fue una poderosa demostración del poder de Jehová para escuchar la oración y responder a ella por medio de una acción, y así­ lo reconoció el pueblo. (2Cr 7:1-3.) El hecho de que Dios se manifestara a Salomón doce años después solo indica que no habí­a olvidado su oración y que entonces la contestaba verbalmente, como una garantí­a de su respuesta. En esta segunda ocasión, Dios además aconsejó a Salomón que permaneciese fiel como su padre David.

La oración de Salomón. En la oración que Salomón hizo con motivo de la inauguración del templo, se refirió a Jehová como el Dios que está por encima de todo cuanto existe, un Dios bondadoso y leal, que cumple lo que promete. Salomón reconoció que aunque el templo era como una casa para Jehová, ni siquiera †œel cielo, sí­, el cielo de los cielos† podí­a contener su grandeza. El es el Oidor de las oraciones y Aquel que las contesta, Dios de justicia, que recompensa al justo y da su merecido al inicuo, pero perdona al pecador que se arrepiente y vuelve a El. No es un dios panteí­sta, pero controla las fuerzas naturales, la vida animal y hasta las naciones de la Tierra. Tampoco es una simple deidad nacional hebrea, sino el Dios de todo aquel que lo busque con sinceridad. Salomón también expresó en su oración el deseo de que el nombre de Jehová se engrandeciese por toda la Tierra, y manifestó su propio amor a la rectitud y la justicia; a Israel, el pueblo de Dios, y a todo extranjero que tuviese interés en buscar a Jehová. (1Re 8:22-53; 2Cr 6:12-42.)
En la inauguración del templo oficiaron todos los sacerdotes; en esa ocasión no fue necesario atenerse a las divisiones que David habí­a organizado. (2Cr 5:11.) La necesidad de que todos interviniesen puede verse en el hecho de que, además de las numerosas ofrendas de grano, también se presentaron como ofrendas quemadas y sacrificios de comunión 22.000 cabezas de ganado y 120.000 ovejas durante los siete dí­as que duró ese perí­odo festivo, que concluyó con una asamblea solemne al octavo dí­a. Fue tan abundante la cantidad de sacrificios, que el gran altar de cobre resultó pequeño; Salomón tuvo que santificar una parte del patio del templo para poder atender la gran afluencia de ofrendas. (1Re 8:63, 64; 2Cr 7:5, 7.)
Después Salomón asignó a las divisiones sacerdotales sus respectivos servicios y colocó a los levitas a cargo de sus puestos y deberes, tal como habí­a dispuesto David. El nuevo templo serí­a el lugar donde todos los israelitas se reunirí­an para celebrar sus fiestas periódicas y ofrecer sus sacrificios a Jehová.

Edificios gubernamentales. Durante los trece años que siguieron a la finalización del templo, Salomón edificó un nuevo palacio real en el monte Moria, justo al S. del templo, de manera que estaba cerca del patio exterior de este, pero en un nivel más bajo. Cerca de este palacio, edificó el Pórtico del Trono, el Pórtico de las Columnas y la Casa del Bosque del Lí­bano. Todo este conjunto de edificios estaba en un terreno que iba descendiendo entre la cima de la colina del templo y la estribación de la ciudad de David. También edificó una casa para su esposa egipcia, ya que a ella no se le permitió †œmorar en la casa de David el rey de Israel†, pues, como dijo Salomón, †œlos lugares a los que ha venido el arca de Jehová son cosa santa†. (1Re 7:1-8; 3:1; 9:24; 11:1; 2Cr 8:11.)

Edificación a escala nacional. Terminados sus proyectos gubernamentales de edificación, Salomón emprendió un programa de construcción a escala nacional. Utilizó para trabajos forzados a los descendientes de los cananeos que Israel no habí­a dado por entero a la destrucción en su conquista de Canaán, pero no redujo a ningún israelita a esta condición de esclavitud. (1Re 9:20-22; 2Cr 8:7-10.) Edificó y fortificó Guézer (que el Faraón habí­a tomado a los cananeos y habí­a regalado a su hija, la esposa de Salomón), Bet-horón Alta y Baja, Baalat y Tamar, además de construir ciudades de almacenamiento, ciudades para los carros y ciudades para los hombres de a caballo. Todo el reino, incluido el territorio situado al E. del Jordán, se benefició de sus obras de construcción. Después fortificó el Montí­culo que David habí­a edificado. †œ[Cerró] la brecha de la Ciudad de David.† (1Re 11:27.) Estas palabras posiblemente quieran decir que edificó o extendió †œel muro de Jerusalén todo en derredor†. (1Re 3:1.) Fortificó en gran manera Hazor y Meguidó; los arqueólogos han descubierto porciones de muros fuertes y puertas fortificadas que, según creen, son los restos de las obras de Salomón en estas ciudades hoy en ruinas. (1Re 9:15-19; 2Cr 8:1-6.)

Sus riquezas y gloria. Salomón fomentó mucho el comercio. Su flota, en cooperación con la de Hiram, le llevó grandes cantidades de oro de Ofir, así­ como maderas de algum y piedras preciosas. (1Re 9:26-28; 10:11; 2Cr 8:17, 18; 9:10, 11.) Los caballos y los carros se importaban de Egipto, y comerciantes de todo el mundo conocido en aquel tiempo llevaban sus mercancí­as en grandes cantidades. El ingreso anual de oro durante el reinado de Salomón alcanzó los 666 talentos (c. de 256.643.000 dólares [E.U.A.]), aparte de plata y oro y otros artí­culos que llevaban los mercaderes. (1Re 10:14, 15; 2Cr 9:13, 14.) Además, †œtodos los reyes de la tierra† le llevaban anualmente regalos de sus paí­ses: artí­culos de oro y plata, aceite balsámico, armas, caballos, mulas y otras riquezas. (1Re 10:24, 25, 28, 29; 2Cr 9:23-28.) Las naves de Tarsis importaban hasta monos y pavos reales. (1Re 10:22; 2Cr 9:21.) Salomón llegó a tener 4.000 cuadras y carros (1Re 10:26 menciona 1.400 carros) y 12.000 corceles (o, tal vez, jinetes). (2Cr 9:25.)
No habí­a ningún rey en toda la Tierra que poseyera las riquezas de Salomón. (1Re 10:23; 2Cr 9:22.) El acceso a su trono superaba en magnificencia al de cualquier otro reino. El trono mismo era de marfil revestido de oro puro. Tení­a un dosel redondo detrás de él; habí­a seis escalones que llevaban al trono, con seis leones a cada lado, y dos leones de pie al lado de los brazos del trono. (1Re 10:18-20; 2Cr 9:17-19.) Todos los vasos para beber eran de oro; se dice especí­ficamente que †œno habí­a nada de plata; en los dí­as de Salomón esta se consideraba como absolutamente nada†. (2Cr 9:20.) En la casa de Salomón y en el templo habí­a arpas e instrumentos de cuerda de madera de algum como nunca se habí­an visto antes en Judá. (1Re 10:12; 2Cr 9:11.)

Los suministros de alimento de su casa. El alimento diario para la casa real de Salomón ascendí­a a †œtreinta medidas de coro [6.600 l.] de flor de harina y sesenta medidas de coro [13.200 l.] de harina, diez reses vacunas gordas y veinte reses vacunas de pasto y cien ovejas, además de algunos ciervos y gacelas y corzos y cuclillos engordados†. (1Re 4:22, 23.) Doce comisarios suministraban un mes cada uno el abastecimiento de alimentos. Cada uno tení­a la supervisión de una porción del paí­s, pero las divisiones resultantes nada tení­an que ver con los lí­mites tribales, sino con las zonas agrí­colas. Entre las provisiones de alimento estaba el forraje para los muchos caballos de Salomón. (1Re 4:1-19, 27, 28.)

La reina de Seba visita a Salomón. Uno de los visitantes extranjeros más distinguidos que acudieron a contemplar la gloria y las riquezas de Salomón fue la reina de Seba. La fama de Salomón habí­a llegado a †œtoda la gente de la tierra†, de manera que ella hizo el viaje desde su lejano dominio para †œprobarlo con preguntas de las que causan perplejidad†. Le habló †œtodo lo que se hallaba junto a su corazón†, y, a su vez, †œno hubo asunto escondido al rey que él no le declarara†. (1Re 10:1-3, 24; 2Cr 9:1, 2.)
Además, después que la reina observó el esplendor del templo y de la casa de Salomón, cómo se serví­a la mesa, el ataví­o de sus mozos y los holocaustos que se ofrecí­an con regularidad en el templo, †œresultó que no hubo más espí­ritu en ella†, y exclamó: †œÂ¡Mira!, no se me habí­a referido ni la mitad. Has superado en sabidurí­a y prosperidad las cosas oí­das a las que escuch醝. Entonces procedió a pronunciar felices a los siervos que serví­an a un rey así­. Todo esto la indujo a dar alabanza y a bendecir a Jehová Dios, que habí­a expresado su amor a Israel nombrando a Salomón como rey para rendir decisión judicial y justicia. (1Re 10:4-9; 2Cr 9:3-8.)
Luego le entregó a Salomón el magní­fico regalo de 120 talentos de oro (46.242.000 dólares [E.U.A.]), muchí­simas piedras preciosas y aceite balsámico en una cantidad extraordinariamente grande. Salomón, a su vez, le dio a la reina todo lo que ella le pidió, además de un generoso regalo, que posiblemente superó lo que ella le habí­a llevado. (1Re 10:10, 13; 2Cr 9:9, 12.)

La prosperidad de su gobernación. Jehová bendijo a Salomón con sabidurí­a, gloria y riquezas mientras él permaneció firme a favor de la adoración verdadera, y la nación de Israel disfrutó de igual manera del favor divino. Dios se habí­a valido de David para someter a los enemigos de Israel y establecer el reino firmemente hasta sus lí­mites máximos. El relato informa: †œEn cuanto a Salomón, resultó ser gobernante sobre todos los reinos desde el Rí­o [Eufrates] hasta la tierra de los filisteos y hasta el lí­mite de Egipto. Estuvieron llevándole regalos y sirviendo a Salomón todos los dí­as de su vida†. (1Re 4:21.) Durante el reinado de Salomón hubo paz, y †œJudá e Israel eran muchos, como los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comí­an y bebí­an y se regocijaban†. †œJudá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los dí­as de Salomón.† (1Re 4:20, 25; MAPA, vol. 1, pág. 748.)

La sabidurí­a de Salomón. †œY Dios continuó dando a Salomón sabidurí­a y entendimiento en medida sumamente grande, y una anchura de corazón, como la arena que está sobre la orilla del mar. Y la sabidurí­a de Salomón era más vasta que la sabidurí­a de todos los orientales y que toda la sabidurí­a de Egipto.† Luego se menciona a otros hombres de sabidurí­a extraordinaria: Etán el ezrahí­ta (al parecer, un cantor del tiempo de David y el escritor del Salmo 89) y otros tres hombres sabios de Israel. Salomón fue más sabio que estos; de hecho, †œsu fama llegó a estar en todas las naciones todo en derredor. Y podí­a hablar tres mil proverbios, y sus canciones llegaron a ser mil cinco†. El alcance de su conocimiento abarcaba las plantas y los animales de la Tierra, y sus proverbios, junto con sus escritos en los libros de Eclesiastés y El Cantar de los Cantares, revelan que tení­a un profundo conocimiento de la naturaleza humana. (1Re 4:29-34.) En Eclesiastés se observa que meditó mucho con el fin de hallar †œlas palabras deleitables y la escritura de palabras correctas de verdad†. (Ec 12:10.) Experimentó muchas cosas, estuvo entre los de condición humilde y los importantes observando con mucha atención su vida, su trabajo, sus esperanzas y objetivos, así­ como las vicisitudes de la humanidad. Salomón ensalzó el conocimiento de Dios y Su ley, y destacó sobre todo que †˜el temor de Jehová es el principio del conocimiento y la sabidurí­a†™, y que la obligación del hombre es †˜temer al Dios verdadero y guardar sus mandamientos†™. (Pr 1:7; 9:10; Ec 12:13; véase ECLESIASTES, LIBRO DE.)

Se aparta de la justicia. Salomón prosperó mientras permaneció fiel a la adoración de Jehová. Debió escribir sus proverbios, así­ como los libros de Eclesiastés y de El Cantar de los Cantares, y al menos uno de los Salmos (Sl 127), durante el perí­odo en que sirvió fielmente a Dios. Sin embargo, Salomón empezó a descuidar la ley de Dios. El registro bí­blico dice a este respecto: †œY el rey Salomón mismo amó a muchas esposas extranjeras junto con la hija de Faraón, a moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias e hititas, de las naciones de las que Jehová habí­a dicho a los hijos de Israel: †˜Ustedes no deben meterse entre ellas, y ellas mismas no deben meterse entre ustedes; verdaderamente inclinarán el corazón de ustedes a seguir a los dioses de ellas†™. A ellas se adhirió Salomón para amarlas. Y llegó a tener setecientas esposas, princesas, y trescientas concubinas; y poco a poco sus esposas le inclinaron el corazón. Y al tiempo en que envejeció Salomón aconteció que sus esposas mismas habí­an inclinado el corazón de él a seguir a otros dioses; y su corazón no resultó completo para con Jehová su Dios como el corazón de David su padre. Y Salomón empezó a ir tras Astoret, la diosa de los sidonios, y tras Milcom, la cosa repugnante de los ammonitas. Y Salomón empezó a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová, y no siguió de lleno a Jehová como David su padre. Fue entonces cuando Salomón procedió a edificar un lugar alto a Kemós, la cosa repugnante de Moab, en la montaña que estaba enfrente de Jerusalén, y a Mólek, la cosa repugnante de los hijos de Ammón. Y así­ hizo para todas sus esposas extranjeras que hací­an humo de sacrificio y ofrecí­an sacrificios a sus dioses†. (1Re 11:1-8.)
Aunque este alejamiento ocurrió †œal tiempo en que envejeció Salomón†, no hay razón para concluir que se debió a senilidad, pues Salomón era relativamente joven cuando ascendió al trono y su reinado duró cuarenta años. (1Cr 29:1; 2Cr 9:30.) El relato no dice que Salomón abandonó por completo la adoración y ofrenda de sacrificios en el templo. Al parecer, intentó practicar una especie de unión de fes con el fin de agradar a sus esposas extranjeras. Por esto †œJehová llegó a estar enojado con Salomón, porque su corazón se habí­a inclinado a alejarse de Jehová el Dios de Israel, el que se le habí­a aparecido dos veces†. Jehová le informó a Salomón que como consecuencia le arrancarí­a parte del reino, pero no en sus dí­as, por respeto a David y por causa de Jerusalén, sino en los dí­as de su hijo, a quien solo dejarí­a una tribu (aparte de la de Judá). Esa tribu resultó ser la de Benjamí­n. (1Re 11:9-13.)

Resistidores de Salomón. Desde entonces en adelante, Jehová levantó resistidores contra Salomón, principalmente Jeroboán, de la tribu de Efraí­n, quien finalmente consiguió que diez tribus abandonaran su lealtad al trono en el tiempo de Rehoboam y estableció el reino septentrional, que llegó a llamarse Israel. Cuando Jeroboán era joven, habí­a sido colocado por Salomón sobre todo el servicio obligatorio de la casa de José debido a su diligencia. También dieron problemas a Salomón Hadad el edomita y Rezón, un enemigo de David que llegó a ser rey de Siria. (1Re 11:14-40; 12:12-15.)
El que el rey Salomón se alejara de Dios tuvo un mal efecto en la gobernación, que se volvió opresiva, sin duda debido a la presión económica ocasionada por el alto coste de su gobierno, que debió aumentar hasta un grado extremo. También habí­a descontento entre los reclutados para trabajo forzado y, sin duda, también entre sus superintendentes israelitas. Como Salomón se habí­a apartado de seguir a Dios con corazón completo, ya no recibirí­a más la bendición y la prosperidad de Jehová, ni la continua sabidurí­a para gobernar con justicia y derecho, así­ como para resolver los problemas que surgieran. Como él mismo habí­a dicho, †œcuando los justos llegan a ser muchos, el pueblo se regocija; pero cuando alguien inicuo gobierna, el pueblo suspira†. (Pr 29:2.)
Lo que ocurrió poco después de la muerte de Salomón, cuando Rehoboam gobernó sobre Judá, hace patente que esa fue la situación que se produjo. Por medio del profeta Ahí­ya, Dios habí­a enviado un mensaje a Jeroboán en el que le decí­a que le darí­a diez tribus, y que si guardaba Sus estatutos, le edificarí­a una casa duradera, tal como le habí­a hecho a David. Después de esto Salomón intentó matar a Jeroboán, pero este huyó a Egipto, donde a la sazón gobernaba un sucesor del padre de la esposa egipcia de Salomón. Jeroboán permaneció allí­ hasta la muerte de Salomón. Luego representó al pueblo en una queja contra Rehoboam y finalmente encabezó una rebelión. (1Re 11:26-40; 12:12-20.)
Aunque Salomón habí­a †˜inclinado su corazón en dirección a alejarse de Jehovᆙ, †œyació Salomón con sus antepasados, y fue enterrado en la Ciudad de David su padre†. (1Re 11:43; 2Cr 9:31.)

Jesús, el heredero legal de Salomón. Mateo traza la descendencia de Salomón hasta José, el padre adoptivo de Jesús, con lo que demostró que Jesús tení­a el derecho legal al trono de David por ascendencia real. (Mt 1:7, 16.) Lucas, por otra parte, traza el linaje de Jesús hasta Helí­ (al parecer, padre de Marí­a) a través de la descendencia de Natán, uno de los hijos de David y Bat-seba y, por lo tanto, hermano de padre y madre de Salomón. (Lu 3:23, 31.) Ambas lí­neas convergen en Zorobabel y Sealtiel y después se ramifican de nuevo en dos. (Mt 1:13; Lu 3:27.) Marí­a, la madre de Jesús, era descendiente de Natán, y José, su padre adoptivo, de Salomón, por lo que concurrí­an en Jesús tanto el linaje legal de David como el natural, lo que le hací­a heredero de pleno derecho al trono. (Véase GENEALOGíA DE JESUCRISTO.)

La necesidad de guardar el corazón. Mientras Salomón mantuvo un †œcorazón obediente†, cosa en la que se interesó al principio, tuvo el favor de Jehová y prosperó. Pero la desastrosa parte final de su vida demuestra que el conocimiento, la gran habilidad o el poder, las riquezas y la fama no son las cosas más importantes, y que el apartarse de Jehová significa abandonar la sabidurí­a. El propio consejo de Salomón resultó ser cierto: †œMás que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida†. (1Re 3:9; Pr 4:23.) Su caso ilustra lo traicionero y desesperado que es el corazón del hombre pecaminoso; pero aún más, muestra que los mejores corazones pueden ser seducidos si no se mantienen bajo constante vigilancia. El amar lo que Jehová ama y odiar lo que odia, el buscar constantemente su guí­a y hacer lo que le agrada es una protección segura. (Jer 17:9; Pr 8:13; Heb 1:9; Jn 8:29.)

Profecí­as mesiánicas. Hay muchas similitudes entre el reinado de Salomón y el del gran Rey Jesucristo, como se profetizó en las Escrituras. La gobernación de Salomón, mientras fue obediente a Jehová, es en muchos aspectos un modelo en pequeña escala del reino mesiánico. Jesucristo, †œalgo más que Salomón†, vino como un hombre de paz y llevó a cabo una obra de edificación espiritual, relacionada especialmente con el restablecimiento de la adoración verdadera entre sus seguidores ungidos en conexión con el gran templo espiritual de Jehová. (Mt 12:42; 2Co 6:16; Jn 14:27; 16:33; Ro 14:17; Snt 3:18.) Salomón era del linaje de David, al igual que Jesús. El nombre Salomón (de una raí­z que significa †œpaz†) evoca al glorificado Jesucristo, el †œPrí­ncipe de Paz†. (Isa 9:6.) Su nombre Jedidí­as (que significa †œAmado de Jah†) armoniza con la propia declaración de Dios sobre su Hijo con ocasión de su bautismo: †œEste es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado†. (Mt 3:17.)
El Salmo 72 es una oración expresada a favor de la gobernación de Salomón: †œLleven las montañas paz al pueblo […]. En sus dí­as el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea. Y tendrá súbditos de mar a mar [al parecer el Mediterráneo y el mar Rojo; Ex 23:31] y desde el Rí­o [Eufrates] hasta los cabos de la tierra†. (Sl 72:3-8.)
F. C. Cook dice sobre el Salmo 72:7 (†œhasta que la luna ya no sea†) en su Commentary: †œEste pasaje es importante para mostrar que la idea de un Rey cuyo reinado durarí­a hasta el fin del tiempo estaba claramente presente en la mente del salmista. Determina el carácter mesiánico de toda la composición poética†. Además, hace la siguiente observación sobre el versí­culo 8: †œEl reino tení­a que ser universal, extenderse hasta los cabos de la Tierra. La extensión del reino israelita bajo David y Salomón fue suficiente para alentar esta esperanza, de modo que el salmista pudo considerarla una garantí­a de que se realizarí­a; no obstante, tomada en conexión con los versí­culos precedentes, esta declaración es de estricto carácter mesiánico†.
En una profecí­a que por lo general es aceptada como mesiánica, el profeta Miqueas empleó la terminologí­a que se utilizó para describir las condiciones durante el reinado de Salomón: †œJudá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, […] todos los dí­as de Salomón†. (1Re 4:25; Miq 4:4.) La profecí­a de Zacarí­as (Zac 9:9, 10) cita del Salmo 72:8, y Mateo aplica dicha profecí­a a Jesucristo. (Mt 21:4, 5.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Tercer rey de Israel (ca. 971–931 a.C.), hijo de David y Betsabé (2 S. 12.24); también llamado Jedidías (‘amado de Jehová’) por Natán el profeta (2 S. 12.25). Salomón (šelōmōh, probablemente “pacífico”) no aparece en la narración bíblica hasta los últimos días de David (1 R. 1.10ss) a pesar del hecho de que nació (en Jerusalén; 2 S. 5.14) a principios del reinado de su padre.

I. Su ascensión al poder

El camino que Salomón debió recorrer para llegar al trono no fue en manera alguna fácil. La oposición de Absalón fue continuada por el mayor de los hijos sobrevivientes de David, Adonías (2 S. 3.4), quien hizo un intento de apropiarse del trono cuando aun vivía su padre (1 R. 1.5ss). Con el apoyo de Joab, el general depuesto por David, quien había dado muerte a Absalón (2 S. 18.14–15), y el influyente sacerdote Abiatar, Adonías reunió mucha gente en apoyo de su causa, y llegó a organizar una fiesta de coronación en la localidad de Rogel. Pero Salomón tampoco se había quedado sin aliados. Benaía, hijo de Joiada, tenía su mirada puesta en la perspectiva al generalato; Sadoc ambicionaba una posición sacerdotal prominente. El que hablaba en nombre de ellos era Natán el profeta, confidente de David y Betsabé (1 R. 1.11ss). Luego que Natán y Betsabé recordaron a David su promesa no cumplida respecto a Salomón, el rey dio instrucciones para la ascensión de Salomón al trono, y las selló con un juramento (1 R. 2.28ss).

Las nuevas de la coronación de Salomón, para la cual ofreció su protección la histórica guardia real de cereteos y peleteos, tuvieron la virtud de anular los festejos de Adonías (1 R. 1.41ss) pero no así sus estratagemas para controlar el reino. Suplicó a Betsabé que influyese ante Salomón para entregarle a Abisag, la criada de David (1 R. 13–4), como esposa (1 R. 2.13ss). Salomón, aparentemente temiendo que ese casamiento pudiera ser usado como palanca para destronarlo, se negó a acceder al pedido. Adonías pagó con su vida su atrevimiento al hacer semejante propuesta (1 R. 2.25); cuando Abiatar el sacerdote fue echado de su cargo (1 R. 2.26–27) y Joab, como venganza, fue ejecutado frente al altar (1 R. 2.28ss), Salomón pudo reinar sin ningún rival. El papel prominente que desempeñó la reina madre en toda esta intriga es digno de nota. Parece ser que Betsabé señaló la senda para sucesivas reinas madres en Judá,. pues el autor de Reyes registra con toda fidelidad los nombres de las madres de cada uno de los reyes (p. ej. 1 R. 15.2, 10, etc.). La manera arbitraria en que fue elegido Salomón presagiaba males para el futuro, pues los ancianos de Judá y de Israel, de cuya buena voluntad dependía la verdadera armonía nacional, quedaron excluidos cuando se tomó esta decisión.

II. El sabio por excelencia

Salomón fue el primer gobernante dinástico de Israel. Saúl y David, como los jueces, fueron elegidos porque Dios les había concedido una especial medida de poder: fueron gobernantes carismáticos. Aunque Salomón ocupó el poder sin gozar del curisma divino, lo recibió cuando tuvo la visión de Gabaón, ocasión en la que el Señor le pidió que escogiera lo que quisiera (1 R. 3.5ss). Dándose cuenta de la enormidad de su tarea, Salomón eligió “un corazón entendido” (v. 9). El relato de la disputa entre las dos rameras respecto al niño (1 R. 3.16ss) se ha convertido en demostración clásica de la sabiduría de Salomón como monarca.

Sobrepasando a los reyes contemporáneos de Egipto, Arabia, Canaán y Edom en sabiduría (1 R. 4.29ss), Salomón se convirtió en mecenas de la literatura sapiencial de Israel. En ningún otro período de la monarquía prevaleció la combinación de contactos internacionales, riqueza, y ausencia de guerras necesaria para proporcionar el clima indispensable para la producción literaria. Salomón fue el orientador de este movimiento, y por su parte recolectó y escribió miles de proverbios y canciones (1 R. 4.32). La afirmación de que habló de árboles, bestias, etc. (1 R. 4.33), probablemente se refiera al hecho de que hacía mención de plantas y animales en sus proverbios más bien que a estudios de botánica y zoología, aunque también es cierto que se requeriría capacidad de observación para estar en condiciones de referirse a ellos en la composición de sus dichos (cf. Pr. 30.24–31).

Dos extensas colecciones en Proverbios (10.1–22.16; 25.1–29.27) se atribuyen a él, y la colección entera lleva su nombre como principal contribuyente (1.1). Cantares y Eclesiastés han sido tradicionalmente atribuidos a él, aun cuando en este último no se mencione su nombre. A pesar de que la composición final de estos libros parece datar de una fecha muy posterior al ss. X a.C., es posible que ambos contengan acertadas descripciones de la gloria y la sabiduría de Salomón. Dos salmos (72, salmo real; 127, salmo sapiencial) completan la lista de escritos canónicos que se le atribuyen. La relación de personalidad corporativa (la idea de que los miembros de un clan están tan relacionados entre sí que cuando un miembro actúa, los demás pueden considerarse como integrados en la misma acción) con los problemas de la paternidad literaria no es muy clara: es posible que algunos de los escritos salomónicos sean productos de hombres sabios que sintieron tan fuertemente su parentesco con su padre intelectual que le atribuyeron sus propias obras.

Ningún héroe de la antigüedad (con la posible excepción de Alejandro Magno) ha sido tan ampliamente renombrado en la literatura popular. Existen miles de referencias en cuentos judaicos, arábigos y etíopes a la habilidad intelectual y los poderes mágicos de Salomón. (Para las colecciones de relatos posbíblicos acerca de Salomón, véase G. Salzberger, Die Salomo-Sage, 1907, y St J. Seymour, Tales of King Solomon, 1924.)

III. El gobernante férreo

La tarea de Salomón consistía en mantener y controlar el territorio que le había legado David. Además, debía lograr una transición lo más suave posible entre la confederación de tribus que había caracterizado la vida política anterior a David y el fuerte gobierno central que tan sólo podía garantizar la existencia del imperio de Israel.

Las fronteras tradicionales de cada tribu fueron remplazadas por distritos administrativos: doce en Israel (1 R. 4.7ss) y posiblemente uno en Judá; cf. el problemático 4.19 en °nbe. (Véase J. Bright, A History of Israel, 1960, pp. 200 [en cast. La historia de Israel, 1985], para la teoría de que Jos. 15.20–62 contiene la lista de los doce distritos de Judá.) Cada uno de estos distritos, sujetos a impuestos, tenía la obligación de proporcionar provisiones para la corte durante un mes por año (1 R. 4.7), lo cual parecería tarea onerosa según la lista de 1 R. 4.22–23 (* Comida, I. d (iii).

Además de esto, Salomón comenzó a reclutar obreros de entre los israelitas, medida poco aceptable para un pueblo que amaba la libertad. Existe una aparente contradicción entre 1 R. 5.13ss y 9.22, pues en la primera cita se dice que Salomón utilizó 30.000 israelitas en trabajos forzados, mientras que en la segunda se afirma que los israelitas ocupaban puestos en el ejército pero no eran esclavos. Es posible que 1 R. 5.13ss se refiera a sucesos posteriores al resumen que se ofrece en 9.15ss. Cuando la mano de obra de los cananeos resultó insuficiente para las enormes construcciones emprendidas por Salomón se vio obligado a utilizar obreros israelitas. Además, podría haber alguna diferencia de orden técnico entre trabajos forzados (mas en 5.13) y el trabajo más permanente de los esclavos (mas ˓ôḇēḏ en 9.21). La falta de popularidad de la política de Salomón se deja entrever por el asesinato de Adoniram, superintendente de las cuadrillas (1 R. 4.6; 5.14; 12.18) y el pedido de reparación por las penurias sufridas, a negación de lo cual por Roboam llevó a la secesión del reino del N (1 R. 12.4ss).

Con toda probabilidad se engendraron resentimientos también por la promesa dada por Salomón a Hiram de veinte ciudades de Galilea a cambio de ayuda financiera (1 R. 9.10ss). El hecho de que Hiram posiblemente devolviera estas ciudades más tarde (como pareciera indicar 2 Cr. 8.1–2) no habría eliminado totalmente el resentimiento. Salomón había llevado a cabo obras monumentales, incluso la construcción del *templo, pero a un costo exhorbitante: la buena voluntad y la lealtad de su pueblo.

IV. El emprendedor comerciante

El punto fuerte de Salomón era el comercio. Conociendo perfectamente la significación del control estratégico de Israel sobre el puente terrestre entre Egipto y Asia, se propuso explotar al máximo su posición, ejerciendo su dominio sobre las principales rutas de caravanas con dirección N-S. Sus alianzas con Hiram de Tiro pusieron a su disposición las flotas que le permitieron monopolizar también las rutas marítimas.

Ezion-geber (* Elat), su centro manufacturero puerto de mar sobre el golfo de Ácaba, constituía la principal base de sus actividades comerciales. Desde este punto su flota, tripulada por fenicios (los israelitas aparentemente tenían poco conocimiento y afición por el mar), naveyaban hasta *Ofir llevando cobre fundido. La frase “naves de *Tarsis” probablemente debería traducirse “naves de refinería”, e. d. naves equipadas para transportar minerales fundidos. A cambio, estos barcos volvían con preciosas cargas: oro, plata, madera dura, joyas, marfil y distintas variedades de monos (1 R. 9.26–28; 10.11–12, 22; “pavos reales” en el vv. 22 probablemente debería traducirse “mandriles”, como en rsvmg).

Es posible que la visita de la reina de *Sabá (1 R. 10.1–13) haya tenido finalidad comercial. El control que Salomón ejercía sobre las rutas comerciales y sus empresas marítimas hacia el S significaban una seria amenaza financiera para los sabeos, cuya posición estratégica en el SO de Arabia les daba el control del comercio de incienso y especias. El viaje de la reina tuvo éxito, pero es probable que tuviera que compartir con Salomón sus utilidades, como lo tuvieron que hacer otros monarcas árabes (10.13–15).

La extraordinaria habilidad comercial de Salomón le permitió también aprovecharse de la situación de Israel cuando se convirtió en agente exclusivo a través del cual los hititas y los arameos tuvieron que negociar a fin de adquirir caballos de Kue (Cilicia) o carros de Egipto (1 R. 10.28–29). Estas empresas y otras más hicieron que la plata abundara tanto como las piedras, y los cedros tanto como los sicómoros en Jerusalén, donde el rey vivía en espiendidez oriental, en marcado contraste con la rústica simplicidad de Saúl en Gabaa. Aunque indudablemente el nivel de vida en Israel había mejorado, los habitantes en general no se habían beneficiado en forma uniforme. La tendencia a la centralización de la riqueza, que provocó la censura de los profetas del ss. VIII, comenzó durante el reinado de oro de Salomón.

V. El emperador pacífico

Salomón, que había heredado un gran imperio de su padre, aparentemente no llevó a cabo campañas militares de gran envergadura. Su responsabdidad consistía en conservar las extensas fronteras de Israel y aprovechar su posición preponderante durante el vacío de poder creado por el eclipsamiento temporario de Egipto y Asia. Los dos pilares sobre los cuales se apoyó la política exterior de Salomón fueron las alianzas amistosas, selladas a veces por casamientos, y el mantenimiento de un poderoso ejército.

Entre sus esposas Salomón contaba con la hija de Faraón, logro casi sin precedentes entre los antiguos monarcas orientales. En consideración a su alto rango, Salomón hizo construir para ella un ala especial en su palacio (1 R. 3.1; 7.8). Esta alianza resultó de mucho provecho para Salomón, porque Faraón (probablemente uno de los últimos de la impotente dinastía 21º) le obsequió la ciudad fronteriza de Gezer en calidad de dote (1 R. 9.16; véase J. Bright, op. cit., pp. 191, n. 63, donde se opina que “Gerar” es mejor interpretación que “Gezer”). En vista de los numerosos matrimonios de Salomón con extranjeras (1 R. 11.1–3), no sorprende el hecho de que tradiciones árabes, judaicas, y especialmente etíopes describan sus relaciones amorosas con la reina de *Sabá, quien, según los etíopes, le dio un hijo que se llamó Menelik I, tradicional fundador de la casa real etíope.

Salomón sacó el máximo provecho de su alianza con Hiram (ca. 969–936 a.C.) de Tiro (1 R. 5.1–12). Los fenicios, quienes en esta época alcanzaban el apogeo de sus dominios coloniales, proveyeron sus conocimientos arquitectónicos y muchos de los materiales, especialmente las finas maderas del Líbano, para el templo y los palacios de Salomón; diseñaron sus barcos y proveyeron las tripulaciones para los mismos; proporcionaron mercados para las cosechas palestinas de trigo y aceite de oliva. En una ocasión, por lo menos, Hiram acudió en ayuda de Salomón con un importante préstamo (1 R. 9.11).

La espina dorsal de su defensa militar la constituyó un círculo de ciudades situadas estratégicamente cerca de las fronteras de Israel guarnecidas por compañías de carros (1 R. 9.15–19). Su milicia incluía 4.000 establos para caballos (evidentemente 40.000 en 1 R. 4.26 es un error de transcripción; cf. 2 Cr. 9.25), 1.400 carros, y 12.000 jinetes (1 R. 10.26). En años recientes en varias ciudades se han encontrado restos salomónicos, p. ej. *Hazor, *Gezer y especialmente *Meguido, donde un palacio ceremonial y un muro de casamata evidencian tanto la capacidad de Salomón como arquitecto, como la influencia de la arquitectura fenicia en sus obras. Véase Y. Yadin, “Megiddo” y “Hazor” en IDBS , 1976.

La era de paz de Salomón fue ensombrecida por dos incidentes que se han registrado, siendo ambos interpretados por el autor de Reyes como juicios divinos (1 R. 11.14ss, 23ss). Hadad, príncipe edomita, quien se refugió en la corte de Egipto durante la matanza de los varones de Edom por Joab, volvió a su patria y aparentemente comenzó a hostigar el flanco S de Israel (1 R. 11.14–22, 25). Es posible que las actividades de Hadad hayan quedado reducidas a escaramuzas aisladas, porque no existe ninguna indicación de que hayan constituido amenaza seria para el puerto meridional, Ezión-geber. El gran interés con que el faraón buscó el favor de Hadad es prueba adicional de la predilección de los egipcios por establecer afianzas beneficiosas durante este período.

El segundo antagonista de Salomón fue Rezón, quien arrebató de manos de Israel la ciudad de Damasco y estableció un reino independiente allí donde David había tenido su cuartel general septentrional (2 S. 8.6). La pérdida por parte de Salomón de esta ciudad aramea, estratégicamente ubicada y comercialmente importante, debilitó su dominio del sector N y central de la Siria. El imperio monolítico, que al comienzo del reinado de Salomón se extendía desde el golfo de Ácaba hasta el Orontes y el Éufrates, y desde la costa del Mediterráneo hasta la Transjordania (cf. 1 R. 4.24), corría peligro de desmoronarse. (Véase M. F. Unger, Israel and the Aramaeans of Damascus, 1957, pp. 47–57.)

VI. La falla fatal

Los matrimonios contraídos con mujeres paganas pueden haber sido convenientes políticamente, pero no lo fueron espiritualmente. El historiador no reprocha a Salomón su sensualidad sino su desobediencia al ideal monoteísta de Israel. La unión matrimonial con mujeres extranjeras trajo como consecuencia la introducción de religiones extranjeras, y el rey comprometió las convicciones que había expresado en su oración de dedicación del templo (1 R. 8.23, 27) al entregarse al culto sincretista para conformar a sus esposas. Este violento quebrantamiento del pacto de Israel no podía pasar sin su debido castigo. Aunque el juicio fue aplazado durante la vida de Salomón por amor a David, las semillas de la disconformidad sembradas entre el pueblo por la política impositiva rigurosa y de servicios no remunerados habrían de producir sus frutos amargos durante el reinado de su hijo y sucesor, Roboam (1 R. 11.1–13).

Bibliografía. °M. Noth, Historia de Israel, 1966; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 226–243; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 186–201; E. H. Maly, El mundo de David y Salomón, 1972.

C. H. Gordon, The World of the Old Testament, 1958, pp. 180–189; A. Malamat, “The Kingdom of David and Solomon in its Contact with Egypt and Aram Naharaim”, BA 21, 1958, pp. 96–102; J. A. Montgomery, ICC, Kings, 1951, pp. 67–248; M. Noth, The History of Israel, 1958, pp. 201–223; J, Gray, I and II Kings², 1970; J. M. Myers, “Solomon”, en IDB, 4, pp, 399–408; D. F. Payne, “Solomon”, en NIDNTT 3, pp. 605–607.

D.A.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Nuestras fuentes para el estudio de la vida, reinado y carácter de Salomón son 1 Reyes 1 – 9; y 2 Crónicas 1 – 9. Salomón (hebreo, “pacífico”), también llamado Jedidiah, es decir, “amado de Yahveh, fue el segundo hijo de David con su esposa Betsabé, y el favorito reconocido de su padre. Esto se pudo haber debido en parte al hecho de que él, como un retoño tardío, considerablemente más joven que los otros hijos de David, nació en la ancianidad de su padre, y en parte debido al intenso amor que sentía David por Betsabé y a las bellas cualidades de Salomón mismo. Salomón no era el heredero lógico al trono, pero David se lo concedió a él en lugar de a sus hermanos mayores, y al hacer eso no cometió error de acuerdo a las ideas israelitas.

Cuando Salomón ascendió al trono tenía dieciocho años de edad, o por lo menos no más de eso, y su exitoso reinado de cuarenta años habla bien de su inteligencia, habilidad y su arte de gobernar. Su reinado ofrece un contraste impactante con el de su padre. Estuvo casi por completo exento de incidentes, y no estuvo marcado por ninguna de las vicisitudes de fortuna que fueron un rasgo tan notable en la carrera de David. Al disfrutar en su mayoría de relaciones pacíficas con los poderes extranjeros, y al estar libre de los problemas que lo amenazaban en el hogar, Salomón pudo dedicarse completamente a la organización interna de su reino y al embellecimiento de su corte. En particular le prestó mucha atención a la defensa del país (incluyendo la construcción de fortalezas), la administración de la justicia, el desarrollo del comercio y la erección del Templo nacional para el Todopoderoso.

El territorio que el historiador de 1 Reyes reclama para la soberanía de Salomón se extendía desde el Éufrates hasta el Río de Egipto (el Arish), o, para nombrar las ciudades en los límites de su reino, desde Tafsaj (Tapsaco) hasta Gaza (1 Rey. 4,24). El relato de su reinado muestra que él no retuvo intactos ni siquiera los dominios de su padre. Pero si Salomón perdió algunas de las porciones periféricas del imperio de David, tales como Damasco y Edom, la integridad del territorio real de Israel fue asegurada por la erección de fortalezas en posiciones fuertes (incluyendo Jazor, Meguiddó, uno o ambos de los Bet Jorones, y Baalat) y por el mantenimiento de una gran fuerza de carros de guerra. De las ciudades seleccionadas para fortificación Jazor guardaba la frontera norte, Meguiddó protegía la planicie de Esdrelón, mientras que los Bet Jorones, con Balaat, comandaban el Valle de Aijalón, defendiendo así la capital contra un ataque desde el flanco marítimo. Se obtuvo seguridad adicional en esta dirección con la adquisición de Guézer. Esta ciudad hasta entonces había sido dejada en manos de los cananeos, y llegó a manos de Salomón por una alianza matrimonial con Egipto. Bajo David, Israel se había convertido en un factor a tener en cuenta en la política oriental, y el faraón halló prudente asegurarse su amistad. El faraón era probablemente Psusennes (Psebkhan) II, el último rey de la dinastía XXI, que tenía su capital en Zoan (Tanis), y gobernó sobre el Delta. Salomón se casó con su hija, y el soberano egipcio, se la otorgó como dote a la princesa, después de haber atacado y quemado a Guézer y de haber destruido a los habitantes cananeos. Ahora fue reconstruida y convertida en una ciudad fortificada de Salomón. En la misma Jerusalén se construyeron defensas adicionales, y la capital fue adornada con la erección del Templo y los palacios reales descritos más bajo. En vista de la ruta comercial hacia el Mar Muerto, que la posesión de los puertos de Edom le daban a Israel, Tamara (quizás Tamar) fue asimismo fortificada. También hubo que construir ciudades para la recepción y apoyo de la fuerza de carros y caballería que mantenía el rey, y que parece fue él el primero en introducir al ejército de Israel. Se afirma que esta fuerza consistía en 1,400 carrozas y 12,000 soldados de caballería (1 Reyes 10,26). No se da el número de los soldados de a pie, quizás porque, siendo una milicia y no un ejército permanente, sólo se reunía cuando eran necesarios sus servicios; pero los tributos disponibles eran, probablemente, no inferiores a los que la nación podía recaudar al cierre del reinado de David.

La política exterior de Salomón fue una de amistad y paz internacional. Ya se ha aludido a su relación con el faraón de Egipto, y lo mismo puede decirse de su relación con su otro gran vecino, Hiram, rey de Tiro y señor de la riviera fenicia que se encuentra entre el Líbano y el mar. A él le pertenecía el famoso bosque de cedros, y los no menos famosos artesanos de Gabal eran sus súbditos. Salomón formó con él un tratado comercial, y le cedió ciertos pueblos en la frontera norte (1 Rey. 9,11) a cambio de flotas de madera transportadas a Jappa y el préstamo de hombres diestros para tallar madera, labrar piedras y fundir el bronce. Con esta alianza Salomón ganó el conocimiento del modo fenicio de comerciar. Como gobernante de Edom él tomó posesión del puerto de Elot, a la cabeza del Golfo de Acabá. Aquí construyó barcos y envió a sus propios siervos, bajo el mando de maestros fenicios, a comerciar con Arabia. Las ganancias iban a las arcas del rey. Como Arabia era un país productor de oro, no hay que suponer que estas flotas llegaron al sur de África. No es seguro si el comercio de la India le llegó por esta ruta. La lista de productos importados ha sido a veces interpretada en ese sentido. Pero una o dos palabras oscuras en el texto comparativamente tardío apenas establecen la conclusión. El valor monetario de las importaciones, cuatrocientos veinte talentos en un solo viaje, debe ser visto con suspicacia.

La política interna de Salomón fue una de justicia y concentración del poder y autoridad. En la administración de la justicia, la política y reinado de negligencia e incoherencia de David fueron mejorados por la rigurosa administración y ecuanimidad de Salomón. Él también tomó medidas para hacer la autoridad real más fuerte, más eficiente y de mayor alcance, principalmente, hasta donde llegan los registros, con miras a la recolección de ingreso y el mantenimiento del ejército, el cual luego, aparentemente, no supo cómo usar. Tenemos una larga lista de ministros. El gobierno de David incluía un comandante en jefe, un capitán de la guardia mercenaria, un superintendente de trabajos forzados, un archivero, un escriba y sacerdotes, y un “amigo del rey”. En adición a éstos, Salomón tenía un superintendente de prefectos y un mayordomo. Una innovación más impactante fue la división del país en doce distritos, cada uno bajo el mando de un representante real o prefecto, comisionado con el deber de aprovisionar la corte cada mes. Esta división ignoró grandemente a las antiguas tribus, y parece mostrar que el sistema tribal se estaba extinguiendo. Como la mayoría de los gobernantes poderosos, Salomó distinguió su reinado con numerosos edificios espléndidos, y con este fin hizo extensivo el uso de la prestación personal (corvee) o trabajos forzados. De nuevo, esto condujo al gobierno central a un mayor ejercicio de autoridad; e, incidentalmente, la completa subyugación de los cananeos se mostró por el hecho de que tuvieron que llevar la mayor parte de la carga. Según nuestra información bíblica actual, Salomón fue más allá de cualquier monarca antiguo en el lujo del harén. El enorme número de esposas (700) y concubinas (300) que se le atribuye debió surgir al contar como concubinas a todas las esclavas del palacio. Incluso entonces la cifra debe ser muy exagerada. Klostermann ha señalado sabiamente que los dos temas no están en la proporción correcta, y está inclinado a sospechar, y pensamos que con buena razón, que la declaración original del escritor sagrado fue 70 esposas y 300 concubinas.

Las labores de construcción de Salomón fueron en gran escala y de extraordinaria magnitud y esplendor. Además de la erección del magnífico Templo él logró emular a los grandes reyes de Asia Occidental y Egipto al construir para sí mismo en Jerusalén palacios, casas y jardines. (Vea [[Templo de Jerusalén). En la erección de éstos transcurrieron trece años y se gastó una gran suma de dinero, mientras que se emplearon miles de obreros y artesanos. La residencia real constaba de varias estructuras distintas:

  • 1. la “Casa del Bosque” del Líbano (llamada así por la cantidad de madera de cedro empleada en ella), la cual medía 100 x 50 x 30 cúbitos, y descansaba sobre tres filas (según la Versión de los Setenta) de columnas (cada fila estaba compuesta de quince columnas) en adición a las paredes exteriores;
  • 2. el pórtico de las columnas, 50 x 30 cúbitos;
  • 3. el pórtico del trono (el cual le puede haber servido de ante cámara al anterior) que formaba un “Vestíbulo del Juicio” donde se colocaba el trono de marfil y oro del rey (1 Rey. 10,18-20) cuando él dispensaba justicia;
  • 3. el palacio de la hija de faraón, probablemente incluido dentro de la corte antedicha.

Todos estos edificios fueron construidos de costosa piedra labrada y de madera de cedro. Nada aparece registrado sobre los últimos años del reinado de Salomón, el cual se establece que duró cuarenta años; pero es probable que este sea sólo un número redondeado usado para indicar un período considerable (quizás una generación completa) y la duración real de su gobierno sea desconocida. Se puede fijar aproximadamente el año de su muerte entre 938 y 916 a.C., fecha a la que llegamos al considerar el número de años que la Biblia le asigna a sus sucesores, corregidos con la cronología de ciertas inscripciones asirias.

En opinión del historiador hebreo, Salomón fue insuperable en sagacidad y conocimiento. En su accesión al trono, se relata que Yahveh se le apareció en sueños en Gabaón, y le pidió que eligiera una bendición; y el joven rey, en lugar de pedir larga vida o riquezas o éxito en la guerra, oró para que se le concediera entendimiento de corazón para poder juzgar al pueblo encomendado a él. Se le concedió su deseo, y se le añadieron al mismo riquezas y honor, con la promesa de longevidad si guardaba los Mandamientos de Dios. Como consecuencia de este don, tuvo fama de ser el más sabio de todos los hombres; la gente acudía de todas partes para oír de su sabiduría; y la reina de Saba, en particular, vino a probarle con preguntas difíciles. Fue a la vez un filósofo y un poeta. Escribió 3,000 proverbios, 1005 canciones y sus declaraciones abarcaron referencias tanto del reino animal como vegetal. Tan grande, de hecho, fue su reputación de visión práctica que en tiempos posteriores se le atribuyó la mayor parte de la literatura gnómica hebrea. A la luz de eventos posteriores, es completamente imposible apoyar el estimado de su sagacidad, o incluso limpiar su memora de imputaciones de locura criminal. A sus exacciones opresivas, para adelantar sus esquemas de lujo y magnificencia, se debió el descontento que dividió el reino en dos durante el reinado de su hijo, y finalmente llevó a la destrucción en detalle de la nación hebreo bajo el poder de Asiria y Babilonia. Es claro además que, además de ser aficionado a la ostentación, era voluptuoso y sensual, y que se dejó llevar por sus esposas y concubinas a rendir culto a dioses extraños.

El hecho de que el reinado de Salomón transcurriera en tranquilidad, excepto por los intentos de Edom y Damasco de recuperar su independencia, testifica el cuidado que desplegó por la defensa de su reino. Redunda a su favor el que no mostró ambición por emprender conquistas extranjeras; luego de las agotadoras guerras de David, la nación necesitaba reposo. Y si él gastó la riqueza de su pueblo pródigamente, su política comercial puede haber contribuido a producir esa riqueza, y quizás incluso haberle dado al pueblo judío ese impulso hacia el comercio que ha sido por siglos un rasgo tan marcado en su carácter. Tampoco pueden pasarse por alto los efectos indirectos del comercio que él fomentó, puesto que trajo la gente a un contacto más estrecho con el mundo exterior y así ampliaron su horizonte intelectual. Y en otros dos aspectos influyó profundamente en la historia posterior de su nación. s de historia, y por ese medio a la humanidad en general. En primer lugar, cualquiera que fuera la carga que la construcción del templo le acarreara a la generación que lo vio erigido, con el tiempo se convirtió en la principal gloria de la raza judía. A él, su ritual y sus asociaciones se debió en gran medida el fuerte dominio que, después de la ruptura, tuvo la religión de Yahveh en Judá, en contraste con el Israel del norte; y cuando Judá dejó de ser una nación, el Templo reconstruido se convirtió en un grado aún mayor el guardián de la fe y esperanza hebreas.

Y en segundo lugar, aunque algunas partes del Libro de los Proverbios se hayan atribuidos expresamente a otros autores que no fue Salomón, e incluso las secciones que se le atribuyen pueden ser de origen complejo, es sin embargo el producto del espíritu y el ejemplo de Salomón, y mucho de lo que contiene puede realmente haber procedido de él. Y como Proverbios sirvió de modelo para numerosas obras de carácter similar en los últimos tiempos, algunas de los cuales, como se ha dicho, fueron popularmente adscritas a él (Eclesiastés, Sabiduría), es considerable la deuda que el mundo de la literatura le debe indirectamente al rey hebreo. Las obras mencionadas no agotan la lista de las producciones con las que está conectado el nombre de Salomón. También se le atribuye el Cantar de los Cantares, dos de los Salmos canónicos, y un libro de los Salmos de fecha muy tardía también se conoce por su nombre.

Fuente: Oussani, Gabriel. “Solomon.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912.

http://www.newadvent.org/cathen/14135b.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica