SAMARIA

1Ki 18:2 fue, pues .. y el hambre era grave en S
1Ki 20:1 Ben-adad .. sitió a S, y la combatió
2Ki 17:6 rey de Asiria tomó S, y llevó a Israel
Isa 7:9 la cabeza de Efraín es S, y la .. de S
Eze 16:46 hermana mayor es S, ella y sus hijas
Hos 13:16 S será asolada, porque se rebeló
Mic 1:1 de Judá; lo que vio sobre S y Jerusalén
Joh 4:4 y le era necesario pasar por S
Act 8:5 Felipe, descendiendo a la ciudad de S
Act 8:14 los apóstoles que .. oyeron que S había


Samaria (heb. Shômerôn, “vigí­a [guardia]” o “atalaya [mirador]”; as. Samerina, etc.; aram. Shamerayin; gr. Samáreia). En 1Ki 16:24 se dice que el lugar recibió ese nombre de Semer, el que le vendió a Omri la colina en la cual se edificó la ciudad. 1. Ciudad capital del reino de Israel. Se encontraba a unos 9,5 km al noroeste de Siquem, y ocupaba una posición destacada en la cima de una colina aislada y redondeada, a unos 445 m s.n. del Mar Mediterráneo, que es visible desde ese lugar, y entre 90 y 120 m por encima de la llanura circundante, rica en olivares y trigales. Su situación estratégica, más la riqueza y la belleza de sus alrededores, hací­an de ella una sabia elección como capital. Fue edificada por Omri (c 885-c 874 a.C.), quien le compró la colina a Semer por 2 talentos de plata y trasladó la capital de su reino de Tirsa a ese nuevo lugar (1Ki 16:24). Fue una de las pocas ciudades fundadas por los israelitas, y siguió siendo la principal de Israel mientras existió el reino (unos 150 años). También era el sitio donde recibí­an sepultura los reyes de Israel (1Ki 16:28, 29; 20:43; 22:10, 37, 51; 2Ki 17:1, 6; etc.). Omri, ya sea a la fuerza o como consecuencia de un pacto, les proporcionó en Samaria posibilidades mercantiles a los mercaderes sirios (1Ki 20:34). En los dí­as de Acab, las fortificaciones de la ciudad llegaron a tal grado de perfección que los sirios no la pudieron tomar (vs 1-21); aun los asirios, maestros en el arte de apoderarse de ciudades fortificadas, sólo la conquistaron después de un asedio de 3 años (2Ki 18:9, 10). Cuando finalmente cayó (723/722 a.C.), casi 30.000 ciudadanos fueron llevados cautivos rumbo al exilio. Se los reemplazó por gente de Babilonia y de Siria (17:24). Mapa IX, D-3 Desde los comienzos de su historia, Samaria fue un centro de culto pagano y de idolatrí­a, Jezabel, la esposa de Acab, introdujo el culto de Baal en la ciudad, y luego se levantaron un templo y un altar en honor del dios (1 R. 16:31, 32). El culto de Asera también encontró apoyo por parte de la casa real (18:18, 19). Una gran corrupción moral fue el resultado de este grosero sistema de idolatrí­a (Hos 4:1-14). Los profetas denunciaron con denuedo la apostasí­a (ls. 7:9, 8:4; Eze 16:46, 47; 23:4-10, 33: Hos 7:17; 8:5, 6; 13:16; Amo 3:9, 10, 12; Mic 1:5-9). Elí­as (1Ki_17 y 18) y su sucesor Eliseo, quienes aparentemente vivieron en Samaria, trabajaron esforzadamente para contrarrestar la impiedad (2Ki 2:25; 5:39; 6:24, 25. 32). En el 722 a.C., después de su caí­da ante Salmanasar V o Sargón II, Samaria se convirtió en la cabecera de una provincia asiria. Cuando Alejandro Magno invadió Siria (333 a.C.), ocupó Samaria y la hizo la sede de una gobernación. Pero Andrómaco, el gobernador instalado allí­, fue asesinado por los samaritanos entre el 332 y el 331 a.C., cuando aquel se encontraba en Egipto. En consecuencia, Alejandro castigó severamente a sus habitantes, los trasladó a Siquem y la repobló con 1043 siro-macedonios. Como resultado, Samaria fue una de las primeras ciudades helení­sticas de Palestina. Alrededor del 108 a.C., después de un sitio de un año, Juan Hircano, el rey macabeo de Judá, la conquistó y, en un intento de hacer desaparecer hasta los vestigios de su antigua gloria y su poder, se dedicó a demolerla sistemáticamente. Con el correr de los años fue reconstruida, y cuando Pompeyo llegó a Palestina (63 a.C.) la anexó a la provincia de Siria; luego, Gabino la fortificó. Poco después de esto, Samaria pasó por su perí­odo más glorioso, cuando Herodes el Grande, que se casó allí­ con Mariamne, su esposa favorita, y a quien se le dio en obsequio la ciudad, la reconstruyó, la volvió a fortificar y la embelleció con edificios magní­ficos, de los cuales todaví­a quedan algunas ruinas impresionantes. También le cambió el nombre por el de Sebaste, el femenino de Sebastós, “majestuoso”, el equivalente griego de Augustus. Ha conservado ese nombre hasta el dí­a de hoy, puesto que se llama Sebastiyeh. Mapa XI, C-4. 444. Mapa de la antigua ciudad de Samaria. En la Era Cristiana, Samaria (o Sebaste) fue sobrepasada en tamaño e importancia por Neápolis (ahora Nâblus), la sucesora de la antigua Siquem, aunque Sebaste llegó a ser la sede de un obispado. Esta sede episcopal fue reestablecida por los cruzados, y un obispo griego, que hoy reside en Jerusalén, sigue derivando su tí­tulo de Sebaste, aunque ésta no sea más que una aldea. Las primeras excavaciones en ese lugar las llevaron a cabo G. Schumacher, G. A. Reisner, D. G. Lyon y C. S. Fisher, por cuenta de la Universidad de Harvard, desde 1908 hasta 1910. Esta expedición descubrió los restos del Foro de Herodes, de una basí­lica romana y de un hipódromo. También fueron expuestos los fundamentos del palacio de Omri (1Ki 22:39), y las ampliaciones hechas por Acab y Jeroboam II, como asimismo la fuente donde los siervos del palacio lavaron el carro manchado de sangre, en el cual habí­an traí­do el cuerpo de Acab desde Ramot en Galaad. De gran interés son algunas óstracas, probablemente de los dí­as de Jeroboam II, que contienen notas relativas al pago de aceite y vino para los depósitos reales, y que posiblemente correspondí­an a los impuestos. Bajo la dirección de J. W. Crowfoot se llevaron a cabo más excavaciones entre 1931 y 1933, y en 1044 . 1935, por expediciones combinadas, con las cuales cooperaron varias instituciones cientí­ficas, las que proporcionaron la posibilidad de establecer con más precisión las fechas de los descubrimientos previos, y aclarar algunos problemas arqueológicos e históricos. Los descubrimientos más interesantes de esta última expedición incluyen una gran cantidad de plaquetas de marfil* tallado, probablemente provenientes de la casa de marfil de Acab (v 39). También se encontraron otras óstracas hebreas adicionales. Bib.: G. A. Reisner y otros, Harvard Excavations at Samaria [Excavaciones en Samaria por cuenta de Harvard], 2 ts (Cambridge, Mass., 1924); J. W. Jack, Samaria in Ahab’s Time, Harvard Excavations and Their Results [Samaria en los dí­as de Acab. Las excavaciones de Harvard y sus resultados] (Edinburgo, 1929); J. W. Crowfoot y otros, Samaria-Sebaste. Reports of the Work of the Joint Expedition in 1931-1933 and of the British Expedition in 1935 [Samaria-Sebaste. Informe de la tarea de la expedición conjunta realizada entre 1931 y 1933, y de la expedición británica de 1935] (Londres, 1938, 1942, 1957): t I, The Building at Samaria [La construcción de Samaria]; t II, Early lvories From Samaria [Antiguos marfiles de Samaria]; t III, The Objects From Samaria [Los objetos de Samaria]; ANET 284, 285; FJ-AJ xiii. 10.2, 3; FJ-GJ i.2.7; FJ-AJ xiv.4.4; 5.3. 445. Restos de un muro de la Samaria antigua de tiempos del rey Omri. 2. Monte o colina donde estaba asentada la ciudad de Samaria (1Ki 16:24). Véase Samaria 1. 3. Reino de Israel, o el territorio ocupado por las 10 tribus, que con frecuencia recibí­a el nombre de Samaria por causa de su ciudad capital (1Ki 21:1; 2Ki 17:24; Jer 31:5). Véase Israel 3. 4. Provincia de Samaria. Después de su conquista (723/22 a.C.) por parte de Salmanasar V o Sargón II, la ciudad de Samaria pasó a ser la sede del gobernador asirio. A 2 de los gobernadores que desempeñaron sus cargos durante el s VII a.C. se los conoce, sobre la base de registros cuneiformes, como Nabû-kêna-utsur (690 a.C.) y Nabû-shar-ahhêshu (646 a.C.). Nada se sabe sobre la forma de su administración, pero haciendo comparaciones con otras regiones del imperio es fácil pensar que tení­a un solo propósito, a saber, obtener tanto tributo como fuera posible extraer, en productos de la tierra, de la población oprimida. Cuando el territorio de Samaria cayó en manos de los babilonios, y más tarde en las de los persas, posiblemente la forma de administración haya sido la misma: con un gobernador que representaba a la corona. Podí­a ser un extranjero o un nativo del lugar nombrado por el gobierno central. Un gobernador de Samaria durante el perí­odo persa fue enemigo de Nehemí­as: Sanbalat,* que es bien conocido por la Biblia (Neh 4:1, 2; etc.) y por los papiros de Elefantina.* Gracias a estos papiros y a otros descubiertos en 1962 en una caverna del Wâd§ Dâliyeh, a unos 16 km al nornoroeste de Jericó, se conocen los nombres de varios gobernadores del perí­odo persa sucesores de Sanbalat. Durante el perí­odo helení­stico, Samaria ostentó la categorí­a de provincia: primero como parte del imperio de Alejandro, y más tarde bajo el dominio de los Tolomeos o los Seléucidas, según cuál de esos 2 poderes dominaba Palestina. Cuando Pompeyo ocupó ese paí­s en nombre de Roma (63 a.C.), la región quedó bajo el control de la provincia senatorial de Siria, de la cual llegó a formar parte. Bib.: R. W. Klein, IDBS 781, 782. 5. Región de Samaria en tiempos del NT. Cuando Cristo nació, Samaria formaba parte del reino de Herodes. Después de su muerte, su hijo Arquelao la recibió en herencia (4 a.C.-6 d.C.), junto con Judea e Idumea. Esas 3 regiones siguieron siendo una unidad polí­tica durante todo el tiempo del NT, y fueron gobernadas por procuradores romanos desde el 6 hasta el 41 d.C., en cuyo tiempo se llevó a cabo el ministerio de Cristo, y de nuevo desde el 44 hasta el 66. En el lapso transcurrido entre el 41 y el 44 d.C., Samaria formó parte del reino de Agripa I, que gobernó sobre una región equivalente a la de su abuelo: Herodes el Grande (Luk 17:11; Joh 4:4; Act 9:31; etc.). Mapa XVI, D-3.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ciudad de Palestina, localizada sobre una colina, a unos setenta kilómetros al norte de Jerusalén y a unos cuarenta y cinco al este del mar Mediterráneo, desde la cual se dominaba la ruta principal hacia Jerusalén.

La ciudad fue fundada por el rey Omrí­ quien gobernó en Israel entre el 885 y el 874 a. C., estableciendo en ella la capital del reino, por las facilidades que ofrecí­a desde el punto de vista defensivo, y que hasta la construcción de S. habí­a estado en la ciudad de Tirsá, durante seis años.

Omrí­ compró la montaña por dos talentos de plata a Sémer la fortificó y erigió la ciudad en lo alto, y le puso el nombre de S., por el del anterior dueño del sitio, 1 R 16, 24. La ciudad fue terminada de construir por el hijo y sucesor de Omrí­, el rey Ajab, 874-853 a. C., quien se casó con Jezabel, hija de Itobaal, rey de Tiro, quien le hizo caer en la idolatrí­a, introduciendo el culto a Baal, deidad a la que el rey le levantó un altar y un santuario en S., 1 R 16, 32; igualmente se hizo un palacio en marfil, 1 R 22, 39. Habiéndose convertido la ciudad en centro de la adoración a Baal, el profeta ® Elí­as criticó duramente la conducta del rey, y, en un juicio de Dios, exterminó a los sacerdotes y profetas de este dios, llevados a S. por la reina Jezabel. Siendo rey de Israel Oseas, 732-724 a.C., y siendo tributario de Asiria, dejó de pagar el tributo, en el año 724, Salmanasar V, rey de Asiria, sitió la ciudad de S., la que, debido a su localización y a sus fortificaciones, resistió durante tres años el asedio.

Pero finalmente, en 722 ó 721 a. C., cayó en manos de Sargón II, sucesor de Salmanasar V., quien deportó a sus habitantes y repobló la ciudad con extranjeros de otros paí­ses conquistados, 2 R 17, 3-6; 18, 9-11; lo que contribuyó al sincretismo religioso de S., 2 R 17, 24-41. Tras estos acontecimientos, el reino del Norte, Israel, desapareció de la historia y Sargón II fundó la provincia asiria de Samerina.

Los profetas se refirieron a esta ruina de S. para advertir al reino Judá sobre lo que sobrevendrí­a más tarde, la toma y saqueo de Jerusalén por los caldeos, Is 10, 9-11; Mi 1, 1-7.

Tras la caí­da del Imperio asirio S. pasó por manos de varias potencias extranjeras, como los caldeos, los persas, los macedonios, los tolomeos, los seléucidas, los romanos. El rey asmoneo Juan Hircano la sitió durante un año y la conquistó en el año 107 a. C., y quedó semidestruida. En la época romana, la ciudad de S. le fue entregada por el emperador Augusto a Herodes el Grande, quien hizo una serie de obras como un templo dedicado al emperador romano, un estadio, una plaza romana, y le dio a la ciudad el nombre de Sebaste, palabra griega que significa Augusta, en honor del soberano romano.

En tiempos de Jesús S. era la capital del distrito administrativo romano del mismo nombre, Jn 4, 4-5. En la primera rebelión judí­a, 60-70 de nuestra era, a ciudad fue quemada por los insurrectos.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

El paí­s de Samaria ocupaba un territorio escabroso alrededor de unos 67 km. de norte a sur y de unos 58 km. de este a oeste. Fue el territorio ocupado por las diez tribus guiadas por Jeroboam, extendiéndose aprox. desde Betel hasta Dan y desde el Mediterráneo hasta Siria y Amón. El nombre primitivo para esta sección de las tierras altas palestinas era monte Efraí­n (Jos 17:15; Jos 19:50; Jdg 3:27; Jdg 4:5). Para más detalles sobre Samaria, ver BETEL; Ver SIQUEM; Ver SILOH.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

El año 880 a.C. el rey Omrí­ de Israel (reino del norte) dio a su nueva capital el nombre de Somron (†torre de guardia,† †œatalaya†), que habí­a planeado sobre un cono desierto, en el territorio occidental de la montaña de Efraí­m. (1Re 16:24 deriva el topónimo del nombre del dueño cananeo, Semer, al que Omrí­ compró el terreno). La forma griega de esa Somron es †œSamarí­a.† El cabezo se eleva 100 m sobre la llanura circundante.
La Samarí­a de Omrí­ y de sus sucesores constaba probablemente de la ciudad palatina (2,2 ha), que se alzaba sobre la altiplanicie y tení­a una muralla propia. Tal vez fue ésa en los comienzos la ciudad de Samarí­a: una ciudadela fortificada como residencia del rey y sede del gobierno. El palacio probablemente se construyó según modelo asirio. Una casa (¿parte del palacio?) fue decorada por el rey Ajab con láminas talladas de marfil (1Re 22:39); por lo demás, en las excavaciones de 1930-1935 se encontraron algunas de esas tablillas de marfil. En el curso de las primeras décadas de su construcción la ciudad creció monte abajo. Para esa ciudad israelita ya desarrollada cabe suponer una extensión Deu 5:5 ha.
La elección del lugar estuvo condicionada por su posición, que permití­a una cómoda conexión con el sur (a través de Sikem) como con el mar y con las ciudades fenicias, con las que Omrí­ mantení­a relaciones comerciales y conexiones polí­ticas. También como sede del gobierno ocupaba Samarí­a una posición central. El rey Omrí­ construyó en la ciudadela un templo a Yahveh, con toda seguridad al estilo de Bet-El y Dan, y con estatuas de becerros; y Ajab, su hijo (875-854 a.C.) añadió un templo a Baal: un santuario para la reina Jezabel, que Yehú destruyó después de extirpar a la dinastí­a de Omrí­.
Después que los asirios saquearon el reino del norte hasta el punto de que sólo quedó un Estado trunco de Efraí­m (733 a.C.), la capital del mismo fue Samarí­a. Al finalizar la guerra asiria la fortaleza de Samarí­a resistió casi tres años el asedio, hasta que en la primavera del 721 cayó también aquel último bastión de Israel.
La ciudad, lo mismo que el resto del paí­s, fue poblada con colonos extranjeros; pero mientras que en el resto del territorio aquellos colonos eran por lo general campesinos, en la ciudad fue sobre todo la clase dirigente la que estaba formada por extranjeros (†œel ejército de Samarí­a†); Samarí­a pasó a ser la capital de la provincia asiria †œCiudades de Samarí­a.†
La ciudad helení­stica de la época de Alejandro Magno era al menos dos veces mayor que la antigua Samarí­a; Alejandro habí­a establecido en ella a gentes macedonias. Pero tras las repetidas destrucciones y reconstrucciones de los Ptolomeos, la ciudad sufrió una demolición singularmente grave con las guerras de conquista de los Macabeos (107 a.C.), sin que los Macabeos tuvieran ningún interés en su reconstrucción. Y la ciudad habrí­a continuado en ruinas de no haberla reedificado los romanos (desde el 63 a.C.). Formando parte del reino de Herodes el Grande (37-4 a.C.), experimentó Samarí­a el perí­odo culminante de su existencia y civilización. La ciudad siguió creciendo y pronto ocupó un territorio de 80 ha. Fue construida con amplitud y dotada de avenidas y construcciones suntuosas. En el sitio del antiguo altar de Baal — en la acrópolis — Herodes levantó un templo a Augusto y dedicó la ciudad entera en honor del dueño de Roma, de Augusto (griego: sebastos) por lo que le dio el nombre de Sebaste. Al este del antiguo territorio de asentamiento se encuentra todaví­a hoy un sitio llamado Sebastiye. En los años 1930-1935 se sacaron a luz restos del foro y de una sala romana de audiencias, un teatro y un gimnasio, que dan testimonio de la Samarí­a concebida por los romanos. Esa polí­tica romano-pagana de Herodes en Samarí­a respondí­a de lleno a la del emperador, que con la transferencia de la ciudad a Heredes pretendí­a tener en cuenta la importancia de la población no judí­a (y hasta macedónica).
Luego que Herodes Antipas hizo decapitar a Juan Bautista, el cadáver lo enterraron en Sebaste (Samarí­a) los discí­pulos de éste. En las excavaciones, extramuros de la ciudad romano-herodiana, apareció una iglesia en honor de San Juan, cerca del actual lugar de Sebastiye, y que es un testimonio de la época bizantina. (En la gran mezquita de Damasco se veneran unas supuestas reliquias del Bautista; pero probablemente son despojos de época cristiana.).

Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia

Alrededor del 880 a. de J.C. , Omri de Israel trasladó su capital desde Tirsa a una colina de 91 mts. de alto, a 11 kms. al noreste de Siquem. La colina está emplazada en una amplia cuenca formada por un valle que corre desde *Siquem hasta la costa y domina las rutas principales del comercio a través del Esdraelón. La colina era fácilmente defendible, estando rodeada por valles en todos sus lados. Desde la cima se tiene una vista clara del Mediterráneo.
El trabajo de Omri (1 R. 16:21) fue continuado por su hijo Acab, a quien se conoce por el palacio de marfil que construyó en Samaria (1 R. 22:39). La referencia puede ser a la riqueza de marfil incrustado que fue usada en los muebles del palacio, muchos de los cuales han sido descubiertos en años recientes. Bajo Acab, el baalismo llegó a ser un elemento prominente en la vida de Samaria y en la capital fueron erigidos objetos idólatras de culto (véase 2 R. 3:2).
La ciudad fue sitiada sin éxito por Ben-adad de Damasco (1 R. 20; 2 R. 6). Con el crecimiento del poder *asirio Manahem pensó que era prudente pagar tributo (2 R. 25:17–20), pero Peka adoptó una polí­tica antiasiria, confiando en que Egipto le brindarí­a ayuda en el caso de una emergencia. Salmanasar V sitió a Samaria con sus ejércitos asirios (725–722 a. de J.C. ) y la ciudad finalmente fue tomada por *Sargón II (2 R. 17:6). Su población fue transportada a otras áreas sujetas a Asiria y nuevos colonizadores se radicaron en Samaria y sus alrededores. Fueron estos colonizadores (2 R. 17:24), quienes, aumentando de tiempo en tiempo (véase Esd. 4:2, 9, 10), formaron el pueblo que más tarde fue conocido como samaritanos. El área fue también colonizada por los griegos después de la conquista de Alejandro (331 a. de J.C. ). Juan Hircano sitió a Samaria (111–107 a. de J.C. ) y la incorporó al imperio asmoneo. La ciudad fue reconstruida por Pompeyo y Gabinio y más tarde embellecida por Herodes quien la nombró Sebaste Augusta en honor del emperador. La villa aún ostenta el nombre de Sebastiyeh.
Las excavaciones se iniciaron en Sebastiyeh en 1908 bajo los auspicios de la Universidad de Harvard. El primer director fue D. G. Lyon, seguido en 1909 y 1910 por G. A. Reisner. El trabajo fue reiniciado en 1931 por J. W. Crowfoot en representación de la Universidad de Harvard, el Fondo de Exploración de Palestina, la Universidad Hebrea y la Escuela Británica de Arqueologí­a de Jerusalén. Las excavaciones se llevaron a cabo durante los veranos de 1931, 1932 y 1933 y parte de la temporada de 1935.
La historia de la Samaria israelita empezó con la compra del sitio por Omri, aunque hay evidenicia de alguna ocupación durante la primera edad del bronce (3000–2000 a. de J.C. ). Siete niveles israelitas de ocupación han sido trazados, seguidos por los niveles helénicos y romanos. Los dos niveles más bajos (designados I y II son del tiempo de Omri y Acab. Estos incluyen las murallas de la ciudad —las murallas internas de 1.5 mts. de espesor y las externas de 6 mts. de espesor. La entrada principal tení­a un patio de entrada con columnas. El palacio también tení­a un amplio patio y un estanque de 10 mts. por 5 mts. (Véase 1 R. 22:38). El palacio tení­a adiciones del tiempo de Jeroboam II.
En un cuarto de almacenaje, cerca del palacio, fueron descubiertas ca. 200 placas y pedazos de marfil. Algunos tienen letras hebreas marcadas atrás. Muchos estaban aparentemente adheridos a los muebles, pero la mayor parte parecen haber sido fijadas al revestimiento del cuarto. Son artesaní­as fenicias con muchos motivos egipcios. Pudieron haber dado lugar al nombre de la †œcasa de marfil† la cual se dice que Acab edificó (1 R. 22:39).
Cerca del extremo occidental de la ciudadela israelita, los excavadores encontraron alrededor de setenta piezas de cerámicas rotas grabadas con registros oficiales en la antigua escritura hebrea. Se mencionan veintidós villas en el territorio de Manasés, junto con varios de los oficiales de recaudación de impuestos. Probablemente datan del reinado de Jeroboam II.
El tercer nivel marca el perí­odo de Jehú y algunos de los anteriores edificios fueron adaptados para la nueva dinastí­a. Después de un intervalo, los niveles cuartro hasta el seis cubren el perí­odo de Jeroboam y el siglo VIII a. de J.C. El nivel de destrucción (VII) marca la caí­da de la ciudad a manos de los asirios.
Los restos helénicos incluyen una torre redonda, que antiguamente se pensaba databa del tiempo de Jeroboam II. Ben Dor, de la Universidad Hebrea, descubrió cerámica helénica en la construcción la cual databa de no antes del 325 a. de J.C. El mismo nivel ha producido restos de una fortaleza, muralla de la ciudad, asas de jarrones estampados y cerámica helénica. Durante los tiempos helénicos la ciudad de Samaria fue griega en cultura en tanto que los samaritanos semí­ticos hallaron su centro cultural y religioso en Siquem. Al unirse los fragmentos de jarrones sugirieron un tipo de jarrón para vino que era usado en la isla de Rodas. Mucha de la cerámica era de tipo ateniense. Es obvio que Samaria tení­a comercio con el mundo helénico y que tení­a poco contracto cultural con los judí­os o con los samaritanos de ese perí­odo.
Juan Hircano destruyó la ciudad helénica y vendió sus habitantes a la esclavitud. Por espacio de medio siglo, Samaria estuvo deshabitada. Entonces (63 a. de J.C. ) Pompeyo, con su ejército romano, invadió Judea y restauró Samaria y otros distritos no judí­os a sus antiguos propietarios. En el 57 a. de J.C. , Gabinio, el gobernador provincial de Siria, reconstruyó Samaria en pequeña escala. En el 30 a. de J.C. Octavio, quien más tarde llegó a ser Augusto César, entregó Samaria a Herodes, quien hizo radicar en la ciudad a mercenarios dados de baja y le dio el nombre de Sebaste, el equivalente griego de Augusto, en honor de su amigo y patrón. Los mercenarios de Herodes incluí­an galos, tracianos y germanos y la ciudad se llenó de una atmósfera completamente cosmopolita. Sobre los restos de antiguos palacios israelitas, se levantó un templo romano en honor de Augusto. La ciudad se jactaba de una basí­lica, un foro, un estadio y un acueducto, todo lo cual es representativo de la influencia romana. La Samaria romana se jactaba de una avenida de 822 mts. con columnas y varios comercios adyacentes.
BIBLIOGRAFIA: G. A. Reisner, C. S. Fisher, y D. G. Lyon, Harvard Excavations at Samaria, 1908–10. Harvard University Press, Cambridge, 1924. John W. and Grace M. Crowfoot, Early Ivories from Samaria, Palestine Excavation Fund, London, 1938. John W. Crowfoot, Kathleen Kenyon, and E. J. Sukenik, The Buildings at Samaria, Palestine Exploration Fund, London, 1942. J. W. Crowfoot, G. M. Crowfoot, and Kathleen M. Kenyon, The Objects from Samaria, Palestine Exploration Fund, London, 1957. René Dussaud, †œSamarie au temps d†™Achab†, Syria, VI, 1925–26, págs. 314–338. J. W. Jack, Samaria in Ahab†™s Time: Harvard Excavations and their Results, T. and T. Clark, Edinburgh, 1929. André Parrot, Samaria, the Capital of the Kingdom of Israel, S.C.M. Press, London, 1958.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

(atalaya).

1- Nombre con el que también se conocí­a el Reino del Norte, a la muerte de Salomón.

2- La Capital del Reino del Norte, construida por Omri, censurada por su lujo y corrupción, Isa 7:9, Jer 31:5.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La ciudad capital del Reino del Norte (Israel), formado por diez de las tribus. La ciudad fue fundada por el rey Omri en el 880 a.C. en una colina de unos 300 pies de altura que perteneció a un hombre llamado Semer, de quien la compró por dos talentos de plata (1Re 16:24). Se le identifica hoy con Sebastiyeh, a unos 8 km al NO de Siquem. El nombre de S. viene de Semer, el dueño original. Los reyes de Israel caí­an en la adoración de dioses extranjeros y la ciudad se distinguió como centro de idolatrí­a y rebeldí­a contra Dios, continuamente criticada por los profetas (Isa 9:9; Jer 23:13; Eze 16:46-55; Ose 8:5; Amo 6:1). El rey Acab edificó en S. un templo a †¢Baal (1Re 16:32). Elí­as y Eliseo desempeñaron su ministerio profético en relación con S. En los dí­as de Elí­as habí­a en S. †œcuatrocientos profetas de Asera† que comí­an a la mesa de Jezabel (1Re 18:19). Los sirios llegaron a sitiar a S. en tiempos de Acab y Elí­as, pero Dios la libró de sus manos milagrosamente (1Re 20:1-21). De nuevo lo intentaron en dí­as de †¢Joram, con iguales resultados (2 R. 6:24-7:20). Pero la ciudad sucumbió ante el ataque del rey asirio Sargón II, que la tomó en el año 722/721 a.C. Sus habitantes fueron enviados al exilio, y se trajeron colonos de otras tierras.

Esta población extranjera se mezcló con los pocos israelitas que quedaron, formando el núcleo de lo que luego se llamó pueblo samaritano. Tras la conquista de Alejandro Magno se establecieron en S. gran número de griegos. Los romanos la pusieron bajo la jurisdicción de Herodes el Grande, quien la reconstruyó, y realizó muchas obras en ella, incluyendo un teatro y un gimnasio, además de la muralla. Le cambió el nombre a Sebaste, el equivalente en griego de †œAugusto†, en honor del César. Tras la muerte de Esteban, varios creyentes fueron esparcidos hasta S. y predicaron el evangelio allí­. Felipe el evangelista vino a la ciudad y muchos se convirtieron, †œasí­ que habí­a gran gozo en aquella ciudad† (Hch 8:1-8).

La región. Originalmente abarcaba el territorio que ocupaban las diez tribus que se separaron de Judá y Benjamí­n. Después de fundada la ciudad de S. como capital, se le aplicó el nombre a toda la región. La expresión †œlas ciudades de S.† alude a ella (1Re 13:32). Como el territorio de Efraí­n estaba incluido, se une a veces el nombre de éste con S. (Isa 9:9). Pero la S. que se menciona en el NT era una región más reducida, realmente un distrito en tiempos de los romanos. Sus fronteras no estaban bien delimitadas, pero a grandes rasgos se puede decir que era el territorio que tení­a como lí­mite S a Judea, extendiéndose entre el valle del Jordán y la llanura costera. En el N le quedaba la Galilea y Fenicia. Los romanos incluyeron a S. junto con la provincia de Siria en el año 63 a.C. Pero en el 6 a.C. juntaron a Judea, Idumea y S. como una unidad polí­tica dentro de Siria, gobernada por procuradores. Así­ estaba en los dí­as del ministerio terrenal del Señor Jesús.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, REGI CIUD ARQU

ver, SARGí“N, SAMARITANO, í“STRACA, ISRAEL, TOLEMAIDA

sit, a2, 299, 185

vet, (lat.: “Samaria”; gr. “Samar[e]ia”, del aram. “Shãmerayin”; para el nombre heb., véase más abajo). (a) La capital de las diez tribus durante la mayor parte de la historia del reino del norte; fue edificada por Omri sobre una colina que adquirió por dos talentos de plata de un hombre llamado Semer, que significa “montar guardia”. Omri llamó Shõm’rõn a la ciudad, derivando su nombre del de Semer (1 R. 16:24). Al suroeste de la ciudad se levantaba una torre de vigilancia. La capital, que coronaba una altura llamada en ocasiones monte de Samaria (Am. 4:1; 6:1), dominaba un fértil valle (Is. 28:1). Esta ciudad fuerte estaba tan bien situada que permaneció como capital del reino del norte hasta el cautiverio de las diez tribus. Allí­ residieron y fueron sepultados los sucesivos soberanos (1 R. 16:28, 29; 20:43; 22:10, 37, etc.). Apenas estaba terminada de construir Samaria que se desató la guerra entre Ben-adad I rey de Siria y Omri. Ben-adad, a decir de su hijo, consiguió la victoria. Omri tuvo que abrir ciertas rutas de Samaria a los mercaderes sirios (1 R. 20:34). Bajo el reinado de Acab, hijo y sucesor de Omri, Ben-adad II se vio detenido por los muros de Samaria (1 R. 20:1-21). Al norte de la ciudad se hallaba un estanque artificial, tallado en la roca y cementado. Allí­ los siervos de Acab lavaron su ensangrentado carro, sobre el que el rey habí­a expirado después de la batalla de Ramot de Galaad (1 R. 23:38). Samaria fue asediada por los sirios una segunda vez, y librada milagrosamente (2 R. 6:8-7:20). Los ancianos de Samaria, temiendo incurrir en el desagrado de Jehú, dieron muerte, por orden suya, a setenta hijos de Acab (2 R. 10:1-10). Desde el mismo comienzo de su historia, Samaria fue una ciudad llena de idolatrí­a. Acab abrió el camino a los cultos paganos al erigir un templo y un altar a Baal (1 R. 16:32). Cuatrocientos profetas de Astarté comí­an a la mesa de Jezabel (1 R. 18:19), y es probable que el monolito sagrado, emblema de esta divinidad, subsistiera hasta el reinado de Jehú (2 R. 13:6). Los falsos cultos, combatidos por Elí­as, comportaban embriaguez e inmoralidad (Os. 7:1-8; Am. 4:1; 8:14; cfr. 1 R. 18). Eliseo viví­a en Samaria (2 R. 5:3-9), donde viví­a asimismo el profeta Oseas. Fueron numerosos los hombres de Dios que predijeron el castigo del reino del norte y de su capital (Is. 7:9; 8:4; Jer. 31:5; Ez. 16:46, 51, 53, 55; 23:33; Os. 8:5, 6; 13:16; Am. 3:12; Mi. 1:5-9). La ciudad cayó bajo un juicio catastrófico. Los asirios, bajo el reinado de Salmansar V, asediaron la ciudad el año 724 a.C.; finalmente, el año 722, o a inicios del año 721, cayó en manos del rey de Asiria (2 R. 17:3-6). Sargón, sucesor de Salmansar V, accedió al trono en el año 721. El se atribuye la toma de la ciudad (véase SARGí“N). El conquistador deportó a los israelitas de Samaria, y puso en lugar de ellos a babilonios y otros extranjeros (2 R. 17:24). (Véase SAMARITANO.) En el año 332 o 331 a.C., Alejandro Magno tomó la ciudad, los echó a Siquem, y puso en lugar de ellos a siro-macedonios. Hacia el año 108 a.C., Juan Hircano la asedió y la rodeó de un vallado de 80 estadios (algo más de 14,5 Km.). La ciudad resistió durante un año, pero finalmente se tuvo que rendir por hambre. El vencedor la arrasó, e intentó suprimir todo vestigio de sus fortificaciones (cfr. Mi. 1:6; Ant. 13:10, 2 y 3; Guerras 1:2, 7 y 8). En la época de Alejandro Janneo, la ciudad volvió a ser habitada de nuevo. Pompeyo la incluyó en la provincia romana de Siria. Gabinio la volvió a fortificar (Ant. 14:4, 4; 5, 3). Herodes el Grande la reconstruyó, la fortificó y le dio el nombre de Sebasté (fem. de Sebastos, forma gr. del lat. “Augustus”), en honor del emperador, protector de Herodes (Ant. 15:8, 5). Felipe el Evangelista predicó a Cristo en Samaria, con mucho fruto. Simón el Mago y muchos otros creyeron y fueron bautizados (Hch. 8:5-13). Pedro y Juan fueron de Jerusalén a Samaria para apoyar a Felipe en la obra (Hch. 8:14-25). Identificación: a más de 8 Km. al noroeste de Siquem, en el emplazamiento del pueblo de Sebastiyeh, sobre una colina de escarpadas laderas, cuya cumbre en meseta mide poco más de 1,5 Km. de este a oeste. Arqueologí­a. Samaria ha sido excavada de 1908 a 1910 por una expedición dirigida por la Universidad de Harvard, y en el perí­odo 1931-1935 por varios grupos (Harvard Excavations at Samaria 1908-1910, 2 vols., 1924, y Crowfoot, K. Kenyon y E. Sukenik: “The buildings at Samaria”, 1942). Estas excavaciones desvelaron tres perí­odos principales de la vida de la ciudad: (A) El de Omri-Acab (880-853 a.C.). (B) El periodo de Jehú (841-840 a.C.). (C) El siglo VIII a.C., que vio el reinado de Jeroboam II y el apogeo de su esplendor. En el nivel de la época Omri-Acab se hallan unas murallas de gran grosor. Con ellas pudo Samaria resistir eficazmente el embate de los sirios (2 R. 6:24-30) y del imperio asirio (2 R. 17:5). El aprovisionamiento de agua se llevaba a cabo mediante un gran número de cisternas. Samaria carecí­a de manantiales al estilo de los Gezer, Meguido o Hazor. Véase í“STRACA, b, para las cerámicas con inscripciones halladas en Samaria. El descubrimiento de numerosos fragmentos de marfil e incrustaciones de marfil en fragmentos de mobiliario, con tallas de papiros, lotos, toros, esfinges y dioses egipcios como Isis y Horus, que evidencian un gran esmero en su ejecución, concuerda con la mención bí­blica de “la casa de marfil” (1 R. 22:39; cfr. Am. 3:15). (b) El territorio de las diez tribus, esto es, el reino de Israel (1 R. 21:1; 2 R. 17:24; Is. 7:9; Jer. 31:5; Ez. 16:46). (Véase ISRAEL.) (c) El distrito de Samaria formado por la Palestina central, entre Galilea al norte y Judea al sur (1 Mac. 10:30). Josefo no da una descripción clara de los lí­mites (Guerras 3:3, 4 y 5), pero sí­ dice que la frontera septentrional atraviesa un pueblo que se halla en la gran llanura llamada “Ginea”, que, evidentemente, es En Gannim (Jos. 19:21; 21:29), en el ángulo meridional de la llanura de Esdraelón. La frontera meridional se hallaba en el distrito de Acrabatena, a poco más de 10 Km. al sur de Siquem. Samaria se extendí­a al este del Jordán, pero al oeste no alcanzaba el Mediterráneo. Aco pertenecí­a a Judea (véase TOLEMAIDA). Según el Talmud, el lí­mite occidental era Antí­patris. El distrito de Samaria comprendí­a los antiguos territorios de Manasés al oeste del Jordán, y de Efraí­n, con una parte de Isacar y de Benjamí­n. En el año 63 a.C., Pompeyo anexionó Samaria a la provincia de Siria (Ant. 14:4, 4). En el año 6 d.C., Augusto hizo de Judea, Samaria e Idumea una división de la prefectura de Siria, y le dio el nombre de provincia de Judea, designando procuradores para su gobierno (Ant. 17:13, 5; cfr. 11:4); ésta era la división administrativa que regí­a en la época del Señor Jesucristo.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[023]
Provincia o zona central de Palestina en tiempo de Jesús, en torno a la antigua ciudad construida en el campo de Semer (1 Rey. 16.24) y en donde se formó la Capital de las diez tribus que formaron el Reino de Israel.

Tal vez se denominó así­ por la colina en la que estaba asentada la fortaleza y luego ciudad, que el rey Omri compró a Sèmer por sesenta kilos de plata (2 Rey. 16. 23-24) y en donde construyó la capital de su reino hacia el 885 a C, capital que llegó a ser amplia y casi inexpugnable.

En el 721, siglo y medio después, fue arrasada por los asirios después de tres años de sitio. Sus habitantes fueron llevados a la cautividad, de donde nunca volvieron. En su lugar los dominadores trajeron habitantes mesopotámicos idólatras, que fueron asumiendo la religión israelita pero mezclada con supersticiones y errores, sobre todo por la helenización impuesta por Alejandro Magno en el 331, cuando la conquistó. La judaización fue obligada por Juan Hircano, que la anexionó a su reino en el 107 a de C. Herodes la restauró y embelleció y denominó Sebaste (en honor a Augusto).

Los judí­os siempre miraron con desprecio a los samaritanos y ellos respondieron con rivalidad. Decir “samaritano” en tiempo de Jesús era insulto (Jn. 8.48). Pasar por su territorio camino de Jerusalén era arriesgado (Lc. 9. 52-54). Jesús, sin embargo, viajo por territorio samaritano y puso ejemplos de figuras samaritanas en los que resaltó su parte buena: interés por la verdad en la conversación con la samaritana (Jn. 4. 3-42) y compasión admirable en la parábola del buen samaritano (Lc. 10 30-37)

El primer cristianismo prendió pronto en la ciudad (Hech. 1.8 y 8. 5-17)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Ciudad fundada por el rey Omri hacia el año 880 a. de C.; la destinó a ser capital del reino del Norte, en vez de Tirsa (1 Re 16,24). En el año 721 fue conquistada por los asirios y fueron deportados unos 30.000 samaritanos. Desde esta fecha, Samaria pasó a ser una mezcla de razas (judí­os y, sucesivamente, asirios, babilonios, persas, helenos, romanos). Herodes el Grande, del año 30 al 25, la reedificó, la fortaleció y la cambió su nombre por el de Sebaste. En tiempos de Jesucristo los samaritanos, por ser una raza mestiza y por haber construido un templo a Dios en el monte Garizí­n, eran considerados como herejes e impuros (Lc 9,52; Jn 4,9; 8,48); pero Jesús mostró con ellos una gran benevolencia, como lo demuestra la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,30-37) y la evangelización que El mismo hizo en la región de Samaria (Jn 4).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> Siqtiem). Capital del reino del Norte (de Israel), constmida por el rey Omrí­ (885-874 a.C.), sobre una colina donde habí­a una torre de vigilancia (eso significa su nombre). Omrí­ quiso centralizar de esa manera el reino, pero sin poner la capital en Siquem, centro sacral de su reino, quizá por las connotaciones religiosas que implicaba. Cayó en manos de los as ir ios el año 722. Desde el punto de vista judí­o, la ciudad y la región de su entorno, llamada Samarí­a, perdieron su identidad israelita, al asumir cultos y tendencias religiosas de los pueblos invasores y de los cananeos del entorno. Pero esa acusación resulta por lo menos problemática. Fue centro administrativo de la provincia de Samarí­a en tiempo de los persas y helenistas, manteniendo una relación tensa con Jerusalén, pero sin llegar nunca a una ruptura. Los samaritanos construyeron un templo sobre el monte Garizim, donde adoraron a Yahvé, presentándose como herederos de las tradiciones israelitas, como muestra el hecho de que asumieron (y quizá elaboraron en parte) el Pentateuco. No aceptaron, sin embargo, los libros proféticos y sapienciales de la tradición de Jerusalén. El año 108-107 a.C., Hircano, rey asomeo de Jerusalén, conquistó y destruyó la ciudad de Samarí­a y el templo del Garizim, marcando de esa manera la ruptura definitiva entre los judí­os y samaritanos, herederos de la misma tradición israelita. En tiempos de Jesús los samaritanos aparecen como enemigos de los judí­os. El cristianismo ha querido asumir también la tradición samaritana (cf. Jn 4; Hch 8), cuyos representantes se siguen reuniendo aún sobre el monte Garizim.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

1. La ciudad. La llamó así­ por Semer, a quien Omri, quinto rey de Israel, compró el terreno (un monte) para edificar su capital allí­ (1 Reyes 16:24). Esto fue aproximadamente en 870 a. de J.C. Antes Omri habí­a residido en Tirsa, pero de este tiempo en adelante Samaria vino a ser la metrópoli del reino del norte y, como tal, era la residencia y el lugar de sepultura de los reyes de Israel.
Casi todos admiten que Omri (876-869 a. de J.C.) usó buen juicio y gusto en esta selección Samaria está como a 64 Kms. al norte de Jerusalén. Es un monte oblongo
de más de 91 ms. de altura, las laderas son escarpadas y su cumbre plana, está como a 469 ms. sobre el nivel del mar. De aquí­ se puede apreciar una vista muy extensa del valle de Sarón, y se pueden ver las aguas azules del Mediterráneo. Es un lugar de gran encanto y hermosura, y en la antigüedad, en tiempos de guerra, tuvo mucho poder. Murallas almenadas coronaban sus laderas empinadas; para tomar la ciudad, los enemigos la sitiaban hasta que por el hambre los sitiados se entregaban
(2 Reyes 6:24 en adelante).
A través de su historia sufrió mucho en manos de sus enemigos; más de una vez fue librada por intervención divina y más de una vez resurgió de su humillación.
Fue sitiada primeramente por Salmanasar en el séptimo año de Oseas, y después Sargón continuó el sitio en el año noveno, 722 a. de J.C., tiempo en que gran número de gente fue transportada. Alejandro la tomó en 331 a. de J.C. y mató a mucha de su gente. Sufrió en manos de Tolomeo Logi y otros, y fue destruida por Hircano en 107 a. de J.C. fue reedificada por Pompeyo, cayó otra vez, y fue restaurada por Galbino. Debe el esplendor de sus últimos dí­as a Herodes, quien la extendió, la fortificó y la hermoseó. Alrededor de la cumbre del monte habí­a tres filas de enormes columnas de granito, que sostení­an la cubierta del gran paseo público, y circundándolo todo habí­a un muro grande con puertas fortificadas. Se cree que aquí­ Herodes mató a sus hijos y a su querida esposa llamada Marianne, que quizá fue la única persona a quien jamás amó.
Dice la traición que fue el lugar donde enterraron a Juan el Bautista, y muchos piensan que fue el escenario de la predicación de Felipe (Hechos 8:5). Pronto vino a ser la sede de un obispado, y fue representada en varios concilios eclesiásticos durante los primeros siglos. Fue un centro cristiano prominente hasta el tiempo de las cruzadas. El templo de san Juan, edificado durante las cruzadas, es usado ahora como mezquita musulmana.
El muro de la antigua ciudad puede ser trazado en casi toda su extensión. Muchas
de las columnas de granito que circundaban la ciudad pueden ser vistas alrededor de la cumbre del monte, y las excavaciones han descubierto los fundamentos del
palacio de Omri, y los restos de muchas de las obras de Acab y Herodes, como la estatua gigantesca de Augusto y el tramo imponente de escalera que probablemente marcan el sitio del templo que él edificó a César.
En el presente, en la ladera del monte abajo de las ruinas de la antigua ciudad, hay una aldea pequeña sin ningún atractivo. Se llama Sebastiyeh o Sebustick, nombre en el cual se retiene la denominación de Sebaste que Herodes le dio en honor del emperador. La mezquita mahometana, que fue el Templo de San Juan, y los huertos de olivos y viñas exuberantes que crecen alrededor del monte son las atracciones principales del lugar.
2. El paí­s. El nombre de la ciudad fue transferido al paí­s del cual era su capital, así­ que Samaria vino a ser sinónimo del reino del norte (1 Reyes 13.32; Jeremí­as
31:5). La extensión del territorio que abarcaba este nombre varió grandemente en diferentes perí­odos. Constantemente le cortaban partes, de tal manera que en los tiempos del Nuevo Testamento era muy pequeño. En aquellos tiempos el Jordán era la frontera oriental, y el mar Mediterráneo era la frontera occidental. La frontera del sur corrí­a generalmente en dirección d este a oeste, como a 3 Kms. al norte de Jerusalén, y la frontera del norte estaba paralela al extremo sur del llano de Esdraelón. Estaba más abierta a invasiones que la del sur de Palestina, y sus rutas de comercio le daban una comunicación constante con la gente que viví­a alrededor de ellos. Las religiones paganas hicieron un impacto inmediato, y condujeron a una gran corrupción de fe y vida, que, de acuerdo con los profetas, presagia su perdición
(Jeremí­as 23:13; Oseas 7:1, etcétera).
Samaria es muy variada, hay montañas, colinas, valles y llanuras. Los olivos crecen abundantemente, como también otros árboles frutales. Hay un suelo excelente y anualmente se recogen abundantes cosechas de cebada y trigo. La vid se cultiva principalmente sobre las laderas. En varias regiones hay restos de antiguos bosques. No falta la lluvia, hay excelente pasto, muchas vacas, y sus productos son de excelente calidad.
Esta era la capital, la residencia y el lugar donde sepultaban a los reyes de Israel, el reino del norte, 1 Reyes 16:23, 24, 28; 22:37; 2 Reyes 6:24 en adelante. Bajo la influencia de Jezabel, Acab la hizo un centro de adoración a Baal, 1
Reyes 16:29-33.
Jezabel mató a muchos profetas aquí­, 1 Reyes 18:2, 4.
Ben-adad, rey de Siria, la sitió dos veces y no tuvo éxito, 1 Reyes 20; 2 Reyes 6. Aquí­ Elí­as destruyó a los mensajeros del rey Ocozí­as y profetizó su muerte, 2 Reyes 1.
Naamán, el leproso sirio, fue a Samaria para ser curado por Eliseo, 2 Reyes 5. Eliseo le pidió a Dios que hiriera el ejército de Ben-adad con ceguera y los condujo a Samaria, 2 Reyes 6.
El ejército de Ben-adad, sobrecogido de pánico, huyó abandonando el sitio en que tení­a a Samaria, 2 Reyes 7.
Jehú mató a los 70 hijos de Acab y destruyó la idolatrí­a de sus ciudades, 2 Reyes 10.
Aquí­ fueron finalmente tomados cautivos y derrotados los asirios (como azote de
Dios), 2 Reyes 17; 18:9-12.
Zorobabel rehusó la ayuda de los samaritanos para reedificar Jerusalén, Esdras 4:1-3.
Muchas profecí­as concernientes a su pecado y castigo, Isaí­as 8:4; 9:9; 10:9; 28:1 en adelante; 36:19; Jeremí­as 23:13; Ezequiel 23:4; Oseas 7:1; 13:16; Amós 3:12; Miqueas 1:6. Felipe predicó allí­, Hechos 8.
Otras referencias del Nuevo Testamento: La mujer en el pozo de Jacob, Juan 4:9; el buen samaritano, Lucas 10:25-37; el leproso agradecido, Lucas 17:16.

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

(Perteneciente al Clan de Sémer).

1. Ciudad que el rey Omrí­ empezó a edificar hacia la mitad del siglo X a. E.C. y que fue la capital del reino septentrional de Israel por más de doscientos años. Omrí­ compró a Sémer la montaña en cuya cima se edificó esta ciudad por dos talentos de plata (13.212 dólares [E.U.A.]). (1Re 16:23, 24.) Tanto a la montaña como a la ciudad se las siguió conociendo por el nombre de su anterior propietario. (Am 4:1; 6:1.)

Ubicación. Se ha identificado a Samaria con unas ruinas llamadas Someron contiguas al pueblo árabe de Sabastiya, situadas a 55 Km. al N. de Jerusalén y a 11 Km. al NO. de Siquem, en el territorio de Manasés. Cuando se dijo que Samaria era la †œcabeza† de Efraí­n, se estaba haciendo referencia a su posición como la capital del reino de diez tribus, de las que Efraí­n era la tribu dominante. (Isa 7:9.) Samaria estaba cerca o posiblemente en la misma ubicación de †œSamir, en la región montañosa de Efraí­n†, donde viví­a el juez Tolá, uno de los jueces de Israel. (Jue 10:1, 2.)
La cumbre más bien llana de la colina de Samaria, de unos 2 Km. de E. a O., era una ubicación ideal para una ciudad. Habí­a una pendiente abrupta de unos 90 m. hasta la llanura inferior, lo que facilitaba su defensa. La vista también era magní­fica; hacia el N., el E. y el S. estaban los picos más altos, mientras que hacia el O., la tierra iniciaba un suave declive desde una altitud de 463 m. hasta las azules aguas del Mediterráneo, a 34 Km. de distancia.
Gran parte de la historia de Samaria está ligada a los catorce desobedientes reyes de Israel, desde Omrí­ hasta Hosea. (1Re 16:28, 29; 22:51, 52; 2Re 3:1, 2; 10:35, 36; 13:1, 10; 14:23; 15:8, 13, 14, 17, 23, 25, 27; 17:1.)

Durante el tiempo de Acab. Tras la muerte de Omrí­, su hijo Acab continuó con la edificación de la ciudad durante sus veintidós años de reinado. Entre otras cosas construyó un templo y un altar a Baal, y †œel poste sagrado† de adoración; todo esto evidenciaba la implantación en esta ciudad recientemente creada de la religión cananea fomentada por Jezabel, la esposa fenicia de Acab. (1Re 16:28-33; 18:18, 19; 2Re 13:6.) Acab también embelleció Samaria con una hermosa †œcasa de marfil†, que probablemente estaba provista de †œlechos de marfil†, una casa similar a la que el profeta Amós habí­a mencionado cien años antes. (1Re 22:39; Am 3:12, 15; 6:1, 4.) Los arqueólogos han hallado en las ruinas de Samaria más de 500 fragmentos de marfil, muchos de ellos tallados artí­sticamente.
Durante la última parte del reinado de Acab, el rey sirio Ben-hadad II sitió Samaria, jactándose de que la arrasarí­a tanto que no quedarí­a siquiera polvo para llenar las manos de sus soldados. Sin embargo, se dio la victoria a los israelitas para que Acab supiera que Jehová es el Dios Todopoderoso. (1Re 20:1-21.) En una segunda confrontación menos de un año después, cuando Ben-hadad fue obligado a rendirse, Acab le dejó marchar con la promesa de que devolverí­a a Israel sus ciudades y que †˜asignarí­a calles†™ en Damasco a Acab, tal como el padre de Ben-hadad se habí­a asignado calles en Samaria. (1Re 20:26-34.) Las †œcalles† que se asignó el padre de Ben-hadad debieron ser para abrir bazares o mercados a fin de promover sus intereses comerciales. No obstante, Acab volvió a Samaria triste y descorazonado, porque Jehová le dijo que perderí­a su vida por haber perdonado la de Ben-hadad. (1Re 20:35-43.)
Esta profecí­a se cumplió al tercer año, cuando Acab invitó al rey Jehosafat de Judá para que le ayudara a recuperar Ramot-galaad de Siria. Los dos reyes se entrevistaron a la entrada de Samaria y se prepararon para la batalla, desoyendo al profeta de Jehová y escuchando el consejo engañoso de los falsos profetas. (1Re 22:1-28; 2Cr 18:2, 9.) Acab fue a la batalla disfrazado, pero le alcanzó una flecha perdida. El rey se desangró en su carro. Se le llevó de vuelta a Samaria para el entierro, y se lavó el carro en el estanque de esa ciudad. (1Re 22:29-38.) Es posible que fuera un gran estanque rectangular poco profundo que han descubierto los arqueólogos en ese lugar.
Jehú materializó el juicio final sobre la casa de Acab cuando Jehová lo ungió para su obra de ejecución. (2Re 9:6-10.) Después de matar al hijo de Acab, Jehoram, a su nieto Ocozí­as y a su viuda, Jezabel (2Re 9:22-37), Jehú se escribió con los prí­ncipes y ancianos de Samaria y dispuso la decapitación de los 70 hijos restantes de Acab. †œSepan, pues —dijo Jehú—, que no caerá a tierra sin cumplirse nada de la palabra de Jehová que Jehová ha hablado contra la casa de Acab; y Jehová mismo ha hecho lo que habló por medio de su siervo Elí­as.† (2Re 10:1-12, 17.)
En Samaria y sus alrededores se pronunciaron otras declaraciones de Jehová mediante sus profetas Elí­as y Eliseo y tuvieron lugar los sucesos que las cumplieron. Por ejemplo, el hijo de Acab, Ocozí­as, se cayó por el enrejado de la cámara del techo de su palacio de Samaria (2Re 1:2-17), el leproso sirio Naamán fue a Samaria para curarse (2Re 5:1-14) y la fuerza militar siria enviada para capturar a Eliseo fue cegada mentalmente y conducida a Samaria, donde se alimentó a los hombres y se les mandó de regreso a casa. (2Re 6:13-23.) Durante el reinado del hijo de Acab, Jehoram, los sirios sitiaron Samaria, y causaron tal hambre que algunas personas se comieron a sus propios hijos. Pero luego, en cumplimiento de la profecí­a de Eliseo, el hambre terminó en una noche cuando Jehová hizo que los soldados sirios huyeran y dejaran tras sí­ sus provisiones de alimento. (2Re 6:24-29; 7:1-20.)

Rival de Jerusalén. De vez en cuando, la rivalidad y animosidad entre Samaria y Jerusalén, las respectivas capitales de los reinos septentrional y meridional, provocaban la guerra. En una ocasión, cuando el rey de Judá estaba a punto de atacar a Edom, envió a 100.000 mercenarios de Israel de regreso a sus casas por orden de Jehová. A pesar de que se les habí­an pagado 100 talentos de plata (660.600 dólares [E.U.A.]), esos israelitas estaban tan enfurecidos que invadieron y saquearon las ciudades de Judá †œdesde Samaria hasta Bet-horón†. (2Cr 25:5-13.) Envalentonado por su victoria sobre Edom, el rey de Judá provocó una pelea con el rey de Samaria, pelea que se zanjó cuando todo el oro y la plata de la casa de Jehová, así­ como los tesoros de la casa del rey en Jerusalén, fueron llevados a Samaria. (2Re 14:8-14; 2Cr 25:17-24.) Sin embargo, años más tarde, tras conseguir una derrota sobre el rey Acaz de Judá, los hombres de Israel devolvieron a los cautivos y el botí­n que se habí­a llevado a Samaria a fin de escapar de la cólera de Jehová. (2Cr 28:5-15.)
Con el tiempo, la ciudad de Samaria fue destruida debido a su idolatrí­a, su corrupción moral y su continuo desprecio hacia las leyes y principios de Dios. (2Re 17:7-18.) Jehová advirtió a sus gobernantes y súbditos repetidas veces por boca de profetas como Isaí­as (8:4; 9:9), Oseas (7:1; 8:5, 6; 10:5, 7; 13:16), Amós (3:9; 8:14) y Miqueas (1:1, 5, 6), además de Elí­as y Eliseo (1Re 20:13, 28, 35-42; 22:8). Más adelante, después de su destrucción, otros profetas se refirieron a Samaria como un ejemplo amonestador para aquellos que rechazan las instrucciones de Jehová. (2Re 21:10-13; Jer 23:13; Eze 16:46-51, 53, 55; 23:4, 33.)

Historia posterior. En el año 742 a. E.C., Salmanasar V, rey de Asiria, puso sitio a Samaria, pero la ciudad pudo resistir durante casi tres años. Cuando finalmente cayó, en el año 740 a. E.C., muchos de sus habitantes más destacados fueron llevados al exilio e instalados en Mesopotamia y Media. Todaví­a no se ha zanjado la cuestión de si se debe atribuir la toma final de la ciudad a Salmanasar V o a su sucesor Sargón II. (2Re 17:1-6, 22, 23; 18:9-12; véase SARGí“N.)
Con la caí­da de Samaria ante los asirios finaliza la historia detallada que da la Biblia de la ciudad. La mayorí­a de las referencias posteriores a la ciudad, aunque no todas (2Re 23:18; Hch 8:5), se hacen a modo de recordatorio de lo que les sucede a los que se rebelan contra Jehová. (2Re 18:34; 21:13; Isa 10:9-11; 36:19.) La Biblia relata que después de la destrucción de Jerusalén y el posterior asesinato de Guedalí­as, 80 hombres de Siquem, Siló y Samaria bajaron a Mizpá y se encontraron con el asesino Ismael. Este hizo una gran matanza, pues solo conservó con vida a algunos que le prometieron mostrarle dónde tení­an escondidos tesoros de trigo, cebada y aceite. (Jer 41:1-9.)
Los registros seglares relatan algo de la historia de Samaria desde la época de Alejandro Magno en adelante. En tiempos romanos su esplendor se debió a las obras de construcción de Herodes el Grande, quien le dio el nuevo nombre griego de Sebaste (que traduce el nombre latino Augusta), en honor de Augusto, el primer emperador. Hoy el nombre árabe Sabastiya recuerda el que le puso Herodes. Por lo tanto, no sorprende que las excavaciones hayan desenterrado en este lugar restos de diferentes perí­odos de su historia; algunos de ellos datan del tiempo de los reyes de Israel.

2. Territorio del reino septentrional de diez tribus de Israel. El nombre de su capital, Samaria, a veces se aplicó a toda esa zona. Por ejemplo, a Acab no se le llamó †œel rey de Samaria† con el sentido de rey de la ciudad únicamente, sino con el sentido más amplio de rey de las diez tribus. (1Re 21:1.) De igual manera, la expresión †œlas ciudades de Samaria† hací­a referencia a las que estaban esparcidas por todas las diez tribus, no a las ciudades agrupadas en torno a la capital. (2Re 23:19; esta misma expresión se registra en 1Re 13:32; en caso de que se usara antes de la edificación de la ciudad de Samaria, puede haber tenido un valor profético; de no ser así­, pudo haberla introducido el escritor de los Reyes.) El hambre que hubo †œen Samaria† en los dí­as de Acab se extendió por todo el reino de Samaria y, de hecho, hasta incluyó a Fenicia, abarcando por lo menos desde el valle torrencial de Kerit, al E. del Jordán, hasta Sarepta, en la costa mediterránea. (1Re 17:1-12; 18:2, 5, 6.) De manera similar, la promesa de restauración concerniente a †œlas montañas de Samaria† debe haber abarcado la totalidad del reino de Samaria. (Jer 31:5.)
Al parecer, Tiglat-piléser III fue el primero que desarraigó a los israelitas del territorio de Samaria, pues se llevó a Asiria a algunos rubenitas, gaditas y manasitas prominentes del E. del Jordán. (1Cr 5:6, 26.) Cuando por fin cayó el reino septentrional, otros muchos fueron llevados al exilio. (2Re 17:6.) Pero esta vez el rey de Asiria reemplazó a los israelitas con gente de otras partes de su reino, una polí­tica de repoblación que siguieron Esar-hadón y Asnapar (Asurbanipal). (2Re 17:24; Esd 4:2, 10.)
Los leones empezaron a multiplicarse en la zona, debido probablemente a que la tierra, o gran parte de ella, habí­a estado desolada durante un tiempo. (Compárese con Ex 23:29.) Los pobladores debieron pensar, supersticiosamente, que se debí­a a que no adoraban al dios de esta tierra. Por ello el rey de Asiria envió de regreso a un sacerdote exiliado adorador de becerros. Este enseñó a los nuevos pobladores acerca de Jehová, pero, igual que en tiempo de Jeroboán, mezclaron la adoración de Jehová con la de sus dioses falsos. (2Re 17:24-41.)

3. Distrito romano a través del cual viajó Jesús de vez en cuando y donde más tarde los apóstoles llevaron el mensaje del cristianismo. Actualmente no se conocen sus lí­mites con exactitud, pero en términos generales estaba situado entre Galilea, al N., y Judea, al S., y se extendí­a desde el Jordán hacia el O., hasta las llanuras de la costa mediterránea. En su mayor parte, ese distrito abarcaba los territorios que en un tiempo pertenecieron a la tribu de Efraí­n y a la media tribu de Manasés (al O. del Jordán).
De vez en cuando, Jesús pasaba por Samaria cuando se dirigí­a a Jerusalén o salí­a de allí­, ya que estaba situada entre los distritos de Judea y Galilea. (Lu 17:11; Jn 4:3-6.) Pero por lo general se abstuvo de predicar en este territorio, e incluso dijo a los doce que envió que evitasen las ciudades samaritanas y que fueran †œcontinuamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel†, es decir, a los judí­os. (Mt 10:5, 6.)
Sin embargo, esta restricción solo estuvo en vigor un tiempo limitado, puesto que antes de ascender a los cielos, Jesús dijo a sus discí­pulos que no solo llevarí­an las buenas nuevas a Samaria, sino hasta la parte más lejana de la Tierra. (Hch 1:8, 9.) De modo que cuando estalló persecución en Jerusalén, los discí­pulos, en particular Felipe, emprendieron el ministerio en Samaria. Más tarde se envió a Samaria a Pedro y Juan, lo que resultó en una mayor expansión del cristianismo. (Hch 8:1-17, 25; 9:31; 15:3.)

[Fotografí­a en la página 918]
Ruinas romanas en la antigua Samaria

Fuente: Diccionario de la Biblia

Nombre de la capital israelita del reino septentrional, y del territorio que la rodeaba.

I. Historia

Después de reinar seis años en Tirsa, Omri edificó una capital nueva para el reino del N sobre un monte que se encontraba 11 km al NO de Siquem y dominaba las principales rutas comerciales que atravesaban la llanura de Esdraelón. Compró el lugar por dos talentos de plata y le dio el nombre de su propietario Semer (1 R. 16.24). El lugar no se conoce por otras referencias, a menos que se la identifique con Samir, donde vivía Tola (Jue. 10.1; F. M. Abel, Géographie de la Palestine, 2, pp. 444). El monte, que tiene unos 100 m de altura y proporciona una vista de la llanura, era inexpugable excepto sitiándolo (2 R. 6.24), y su nombre (šōmerôn) podría tener relación con el heb. “puesto de vigilancia”.

Omri permitió a los sirios de Damasco que instalaran bazares o negocios (°vp; °vrv2 “plazas”; °vm “calles”) en su nueva ciudad (1 R. 20.34). Durante seis años trabajó en la construcción de Samaria, obra que fue continuada por Acab, quien edificó una casa decorada con paneles de marfil (1 R. 22.39). En un templo dedicado a Baal de Sidón (Melqart), la deidad cuyo culto favoreció Jezabel (1 R. 18.22), Acab colocó una columna (˒āšerâ) cerca del altar que Joram más tarde retiró (2 R. 3.2). Otros santuarios y edificios usados por los sacerdotes idólatras tienen que haber estado en uso desde esa época hasta la reforma iniciada por Jehú (2 R. 10.19). Por mucho tiempo Samaria misma fue considerada por los profetas como centro de idolatría (Is. 8.4; 9.9; Jer. 23.13; Ez. 23.4; Os. 7.1; Mi. 1.6).

Ben-adad II de Siria sitió la ciudad de Samaria, primero sin éxito (1 R. 20.1–21), pero luego los sirios la sometieron a gran hambre (2 R. 6.25). Se libró sólo por el pánico y la repentina retirada de los sitiadores, lo cual fue descubierto por los leprosos, quienes informaron al rey (2 R. 7). Acab fue sepultado en la ciudad, como lo fueron varios reyes israelitas que la hicieron su residencia (1 R. 22.37; 2 R. 13.9, 13; 14.16). Sus descendientes fueron muertos allí (2 R. 10.1), entre ellos Ocozías, que se escondió en vano en la populosa ciudad (2 Cr. 22.9). Samaria fue sitiada nuevamente en la época de Eliseo y librada milagrosamente (2 R. 6.8ss).

*Manahem preservó la ciudad de ataques pagando tributo a *Tiglat-pileser III (2 R. 15.17–20). Su hijo *Peka, empero, atrajo nuevamente al ejército asirio al atacar a Judá, que era entonces aliada-vasalla de Asiria. La ciudad, llamada Samerina o Bit-umri (‘casa de Omri’) en los Anales asirios, fue sitiada por Salmanasar V de Asiria en 725–722 a.C. 2 R. dice que capturó la ciudad, lo cual concuerda con la Crónica bab., pero evidentemente su muerte se interpuso antes de que la ciudad fuese finalmente asegurada para Asiria. Los ciudadanos, incitados por Iau-bidi de Hamat, se negaron a pagar el impuesto fijado, y al año si puente (721 a.C.) Sargón II, nuevo rey de Asiria, inició un plan de deportación masiva para toda la región. Según sus anales, Sargón se llevó 27.270 ó 27.290 cautivos, y el efecto fue el de terminar con la existencia del reino del N como estado homogéneo e independiente. Los exiliados fueron despachados a diversos lugares de Siria, Asiria, y Babilonia y fueron remplazados por colonizadores de otras partes del imperio asirio donde había perturbaciones (2 R. 17.24). El consiguiente descuido de las regiones lejanas llevó a un aumento de las incursiones de leones (v. 25). Algunos israelitas, descritos como “los de Samaria” (v. 29, * Samaritanos), todavía habitaban parte de la ciudad y siguieron adorando en Jerusalén (Jer. 41.5). Según una inscripción cuneiforme (HES, 247) y otros registros, la ciudad estuvo bajo el mando de un gobernador asirio y tanto Esar-hadón (Esd. 4.2) como Asurbanipal (Esd. 4.9–10) trasladaron allí pueblos adicionales de Babilonia y Elam. La contienda entre Samaria y Judá, de origen más antiguo, gradualmente aumentó en intensidad, si bien Samaria misma declinó en importancia.

El descubrimiento de papiros de Samaria en una cueva en el uadi ed-Daliyeh, 14 km al N de Jericó, parece confirmar los informes de historiadores antiguos de que Samaria inicialmente fue favorable a Alejandro, quien capturó la ciudad en el 331 a.C. Sin embargo, mientras Alejandro estaba en Egipto asesinaron al prefecto que había puesto en Siria. Al regresar, Alejandro destruyó Samaria, hizo matar a los dirigentes de la ciudad en la cueva a la que habían huido, y volvió a colonizar la zona con macedonios. La información contenida en los papiros permite reconstruir una lista de gobernadores samaritanos, comenzando con Sanbalat I, ca. 445 a.C.

Samaria fue sitiada por Juan Hircano, y la campiña circunvecina fue asolada ca. 111–107 a.C. Pompeyo y Gabinio comenzaron a reconstruir (Jos., Ant. 14.75), pero le quedó a Herodes la tarea de embellecer la ciudad, a la que dio el nombre de Sebaste (Augusta) en honor de su emperador. En ella alojó a 6.000 veteranos, entre los que había griegos. Cuando murió Samaria pasó a formar parte del territorio de Arquelao y más tarde a ser colonia romana bajo Septimio Severo. A pesar del mutuo antagonismo entre Judá y Samaria, Jesucristo siguió la ruta más corta a Galilea pasando por Samaria (Lc. 17.11), descansando en Sicar cerca de Siquem, ciudad samaritana (Jn. 4.4). Felipe predicó en Samaria, pero quizá se trate de la región más que de la ciudad misma, ya que el artículo definido está ausente en Hch. 8.5.

II. Arqueología

Este sitio estaba ocupado en la edad del bronce temprana, y luego fue abandonado hasta la edad del hierro. La Universidad de Harvard (1908–10) y, posteriormente, expediciones conjuntas de Harvard, la Universidad Hebrea y la Escuela Británica de Arqueología en Jerusalén (1931–5), reconocieron 16 niveles de ocupación. Excavaciones adicionales hizo el Departamento de Antigüedades de Jordania en 1965, y la escuela británica ya mencionada en 1968. El sitio es difícil de trabajar debido a su densa y continua ocupación con reedificación constante. De los períodos de ocupación destapados, siete se han asignado a los israelitas: niveles I-II = Omri-Acab (28 años). El muro fortificado interior (1, 5 m de espesor) y exterior (6 m de espesor), completado por este último rey, encerraba la cumbre. Una entrada principal parece haber tenido un patio de ingreso con columnas. El palacio, que más tarde fue adaptado por Jeroboam II, tenía un ancho patio en el que había una represa o estanque (10 x 5 m), probablemente aquella en la que fue lavado el carro de Acab cubierto de sangre (1 R. 22.38). En un almacén adyacente se encontraron más de 200 placas o fragmentos de marfil, que evidencian estilos e influencias fenicias o seudoegipcias y es posible que hayan sido incrustaciones para muebles de la casa de marfil de Acab (1 R. 22.39) (* Marfil). Sesenta y cinco óstraca, con incripciones en heb. antiguo, indicaban la capacidad y los propietarios originales de las tinajas de vino, con la fecha de su contenido (DOTT, pp. 204–208; * Escritura). Probablemente haya que asignarlas al reinado de Jeroboam II.

El nivel III marca el período de Jehú con adaptaciones de edificios anteriores. Luego, después de un intervalo, vienen los niveles IV-VI, el período israelita que abarca a Jeroboam y el ss. VIII a.C. La ciudad fue reparada en las últimas décadas anteriores a su caída ante los asirios en 722 a.C., la que está indicada por la destrucción del nivel VII.

Los restos de los edificios helenísticos están bien conservados, con una torre redonda de 19 hileras de piedra de alto; también han aparecido una fortaleza, el muro de la ciudad (cerca de la puerta occidental), monedas, asas de jarras selladas, y alfarería griega.

La ciudad romana de Herodes es notable por el gran templo dedicado a Augusto, edificado sobre los palacios israelitas. Otros restos incluyen el muro circundante, la puerta occidental, con tres torres redondas, una calle de 820 m de largo con pórticos y tiendas, el templo de Isis rededicado a Kore, una basílica (68 x 32 m), dividida en tres naves por columnas corintias, un foro, un estadio, y un acueducto. Muchas de las ruinas visibles probablemente deban fecharse en épocas correspondientes a restauradores posteriores, especialmente Septimio Severo (193–211 d.C.).

Bibliografía. °A. Parrot, Samaria, capital del reino de Israel, 1963; K. Kenyon, Arqueología en tierra santa, 1963, pp. 261ss; id., “Samaria”, °EBDM, t(t). VI, cols. 421–434; C. F. Pfeiffer, “Samaria”, °DBA, pp. 556–558; G. A. Smith, °GHTS, pp. 171–181.

A. Parrot, Samaria, 1958; J. W. Crowfoot, K. Kenyon, etc., Samaria, 1, The Buildings at Samaria, 1943; 2, Early Ivories at Samaria, 1938; 3, The Objects from Samaria, 1957; BA 26, 1963, pp. 110–121; J. B. Hennessy, “Excavations at Samaria-Sebaste 1968”, Levant 2, 1970, pp. 1–21; P. W. y N. L. Lapp, Discoveries in the Wâdı̄ ed-Dâliyeh, AASOR 41, 1974.

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Sede titular, sufragánea de Cesarea de Palestina Prima. En el sexto año de su reinado (c. 900 a.C.), Omrí, rey de Israel, puso los cimientos de la ciudad a la cual le dio el nombre de Samaria, “como el nombre de Sémer, dueño del monte” (1 Reyes 16,24). Esta montaña aislada estaba a 1,454 pies sobre el nivel del mar, y a más de 328 pies sobre las montañas circundantes. El hijo de Omrí, Ajab, se casó con Jezabel, una princesa sidonia, introdujo el culto a Baal (1 Rey. 16,32). Poco después, el profeta Elías anunció la hambruna que por tres años y más devastó la ciudad y los alrededores del país (1 Rey. 17,18). Samaria sufrió su primer sitio de parte de Ben Hadad, rey de Damasco (1 Rey. 20,1-21); luego del desastre que este rey sufrió en Afeq, concluyó un tratado con Ajab (1 Rey. 20,34-43). El cuerpo de Ajab fue llevado desde Ramot de Galaad, y los perros lamieron su sangre en las albercas, según la predicción del profeta (1 Rey. 22,1-39).

Elías profetizó que el rey Ocozías, quien se cayó de la ventana de su palacio, moriría por esta caída, cuya profecía se cumplió pronto (2 Rey. 1). Su hermano y sucesor, Joram, derribó la estatua de Baal, erigida por Ajab (2 Rey. 3,2). La historia de Samaria se relaciona con varios episodios en la vida del profeta Elías, notablemente debido al sitio de la ciudad por Ben Hadad (2 Rey. 2,25; 6,8 ss.). Jehú, fundador de una nueva dinastía, exterminó los últimos descendientes de Ajab, y destruyó el templo de Baal en Samaria; luego fue enterrado en la ciudad igual que sus predecesores (2 Rey. 10). Sin embargo el culto de Astarté todavía continuó en la ciudad (2 Rey. 13,6). Joás, quien había saqueado el Templo de Jerusalén y había transportado sus tesoros a Samaria, fue enterrado en la [[tumba] de los reyes de Israel (2 Rey. 14,14-16; 2 Crón. 25,24) como lo fue también su hijo Jeroboam II (2 Rey. 14,16.24.29).

Luego siguió una serie de regicidas y cambio de familias gobernantes. Zacarías reinó seis meses y fue asesinado (2 Rey. 15,10) por Sal-lum, quien reinó un mes, y fue a su vez asesinado por Menajem, quien gobernó diez años (2 Rey. 15,14-17). Su hijo, Pecajías, después de reinar dos años, fue asesinado por el jefe de su ejército, Pecaj (2 Rey. 15,25), quien encontró ese mismo destino al final de veinte años (2 Rey. 15,30). Oseas, hijo de Elá, parece haber sido coronado o puesto en el trono por Teglatfalasar II, rey de Asiria. Finalmente Salmansar IV y su general, Sargón, tomaron posesión de Samaria (721 a.C.) luego de un sitio que duró menos de tres años (2 Rey. 17,4-6; 18,9 ss.). Los habitantes que sobrevivieron al sitio fueron transportados a Asiria en cantidad de 27,290, según una inscripción. Así se realizaron las amenazas de los profetas contra la altiva Samaria (Isaías 9,9-11; 28,1-8; Ezequiel 23,4-9; Oseas 7, 8, 10 y 14; Amós 3,9-15; 4,1 ss.; 6,1; 7,2-17; 8,14; Miqueas 1,5-7; 2; 3; 6; etc.).

Así terminó el primer período histórico, y no el menos glorioso, puesto que fue por casi doscientos años la capital del reino de Israel. Allí sólo quedó el templo de Baal, que precedió al templo de Augusto, erigido por el rey Herodes, reparado por la misión americana de la Universidad de Harvard, también el palacio de Omrí, descubierto por esa misma misión. En el lugar de los israelitas transportados a Asiria, fueron enviadas colonias formadas por varias naciones, caldeos, cuteanos, sirios, árabes y otros (2 Rey. 17,24); éstos se mezclaron con la població nativa y formaron una amalgama de religión y superstición; así los israelitas con su propio culto nacional dieron nacimiento al pueblo y la religión de los samaritanos. Estos últimos se volvieron enemigos acérrimos de los judíos, pero Siquem o Neápolis, y no Samaria, se convirtió en su principal centro religioso y político. Desde 721-355 a.C., Samaria fue una ciudad babilónica y no persa; finalmente cayó bajo el poder de Alejandro, quien para vengar la muerte de su gobernador, exterminó parcialmente a los habitantes, y los sustituyó con una colonia greco-siria (Quinto Curcio, IV, 321). Habiéndose convertido en greco-samaritana, la ciudad continuó sus hostilidades contra los judíos, y tras un ataque a Marisa, fue tomada después de un sitio inolvidable y destruida completamente por Juan Hircano cerca del año 110 a.C. Fue reconstruida por el procónsul de Siria, Gabino, entre el 57 y 55 a.C. (Josefo, “Bell. Jud.”, I, VII, 7; I, VIII, 4; “Ant.” XIII, X, 2, 3; XIV, V, 3); la ciudad fue entonces devuelta a los samaritanos.

Herodes el Grande eventualmente la recibió de manos de Octavio (31 a.C.) luego de la muerte de Cleopatra, la anterior gobernante. La arregló y embelleció, en el centro construyó un magnífico templo a Augusto (del cual todavía se puede ver la gigantesca escalera), y la llamó Sebaste ( cerca de 25 a.C.) en honor al soberano (Josefo, “Bell. Jud.”, I, XX, 3; I, XXI, 2; “Ant.”, XV, VII, 3; XV, VIII, 5). Herodes hizo de ella una de sus residencias favoritas, aunque fue la Cesarea marítima la que obtuvo su preponderancia política. Luego de Herodes vino su hijo Arquelao, quien gobernó la ciudad (“Ant.”, XVII, XI, 4; “Bell. Jud.”, II, VI, 3); a la muerte de éste la provincia fue anexada a Siria como un regalo a Herodes Agripa I, 41 d.C. (“Ant.”, XIX, V, 1; XIX, IX, 1-2). Siempre hostiles a los judíos, éstos quemaron la ciudad en 65 d.C. (“Bell. Jud.”, II, XVIII, 1); según Ulpiano, “Digest”, L, tit. 15, y la acuñación de la ciudad, Septimio Severo estableció allí una colonia alrededor de 200 d.C. (Eckhel, “Doctrina numm.”, III, 44). Muy probablemente se estableció entonces allí una guarnición romana.

Es posible que haya habido alguna cuestión de Samaria en Hch. 8,5, sobre el tema de la predicación del diácono Felipe; en este caso el cristianismo se remonta a sus mismos orígenes. Según Le Quien (Oriens christ., III, 649-54), Marino, obispo de Sebaste, representó a la diócesis en el Primer Concilio de Nicea (325); Eusebio en Seléucida (359); Prisciano en Constantinopla (381); Eleuterio en Lydda (415); Constantino en el Concilio Ladrón de Éfeso (449); Marciano, a fines del siglo V; Pelagio (535). Durante la ocupación francesa Samaria fue un obispado latino, y se mencionan varios obispos titulares (Eubel, “Hierarchia Catholica medii ævi”, I, 445; II, 309). Los griegos también la hicieron una sede titular. Debe recordarse que Sebaste y no Samaria fue siempre el nombre correcto de esta diócesis. Desde el siglo IV nos hallamos con el culto a San Pablo y San Jerónimo en Samaria; poseía también las tumbas de Eliseo y Abdías, y la de San Juan el Bautista, cuya magnífica iglesia, reconstruida por los cruzados, es hoy día una mezquita (vea texto en Thomson, “Sacred Places”, I, 102). Desde 985, El-Muqadassi no menciona a Samaria, ahora nada más que un humilde barrio de Nablusi; en 1283, sólo encontramos una casa deshabitada con excepción de un pequeño monasterio griego (Burchard, “Descriptio Terræ Sanctæ”, Leipzig, 1873, 53). Hoy día la villa de Sebastyeh, en medio de huertos y jardínes, consta de trescientos habitantes, todos musulmanes.

Bibliografía: SMITH, Dict. of Greek and Roman Geog., s.v.; ROBINSON, Biblical Researches in Palestine, III (Boston, 1841), 138-49; The Survey of Western Palestine, Memoirs, II (Londres, 1882), 160-1, 211-4; LYNN AND REISNER, The Harvard Expedition to Samaria in The Harvard Theological Review, II (enero de 1909), III (abril de 1910); GUÉRIN, Description de la Palestine, Samarie (II (París, 1874-5), 188-209; HEIDET in VIG. Dict. de la Bible, s.v. Samarie; Revue biblique (1909), 435-45 (1911), 125-31.

Fuente: Vailhé, Siméon. “Samaria.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. Nueva York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/13416a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica