SANTUARIOS MARIANOS

En relación con Cristo Redentor

Los santuarios dedicados a Marí­a indican la “anánmesis” (recuerdo y actualización) de algún aspecto del misterio mariano como fruto de la redención de Cristo. Ordinariamente los santuarios se orientan hacia una imagen o un tí­tulo mariano. Son como la “memoria” de la Iglesia que actualiza los acontecimientos salví­ficos del Señor (nacido de Marí­a y que sigue asociando a Marí­a).

Los diversos tí­tulos de los santuarios marianos indican el acento en algunos aspectos de la fe en Cristo como Dios, hombre y salvador. La ternura del amor de Cristo se encuentra en la maternidad espiritual y misericordiosa de Marí­a. En Marí­a, el pueblo creyente descubre “el rostro materno de Dios” (Puebla 282).

Un santuario mariano matiza las caracterí­sticas de todo santuario cristiano. En efecto, es un “encuentro en torno al altar de Jesús”, “en este lugar de gracia”, “a los pies de Marí­a Santí­sima”, “bajo la mirada amorosa de Marí­a”, “con el Pueblo de Dios que peregrina en este lugar”, para una “apertura al don de Dios”, “que se comunica en Jesús, nuestro Salvador, y nos viene de Marí­a” (mediación). Una visita al santuario tiene la dinámica de conversión y “significa, por el hecho mismo, la voluntad y el esfuerzo de acercarse a Dios y de dejarse inundar por él”, tomando a Marí­a como ejemplo y ayuda “mediante la intercesión, el auxilio y el modelo de Marí­a”. Se busca a Cristo “por medio de Marí­a”. De este modo, “los santuarios son lugares de conversión, de penitencia, de reconciliación”. Los santuarios deben ser, pues, “lugares privilegiados para el encuentro de una fe cada vez más purificada, que les conduzca a Cristo” (Juan Pablo II, Homilí­a en el santuario mariano de Zapopan, México, 28.1.1979).

Marí­a, Tipo de la Iglesia esposa

En estos santuarios la Iglesia se siente identificada con Marí­a recordando algún acontecimiento salví­fico y eclesial. A veces se expresa en el nombre del santuario (Iglesia de “Santa Marí­a”, como en Efeso, año 431, y en Roma, 432). A veces se tiene en cuenta una aparición de Marí­a o una acción suya extraordinaria en la historia de un pueblo o de una Iglesia particular.

Si todo templo simboliza a la Iglesia como esposa de Cristo, el santuario mariano recuerda a Marí­a como Tipo de la Iglesia esposa. Marí­a está presente en medio de la comunidad eclesial como ejemplo y estí­mulo de peregrinación en la fe, hacia el encuentro definitivo con Cristo Esposo. Por esto, “precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el dí­a del Señor” (LG 68). Ella ha corrido la misma suerte que el pueblo en su caminar histórico. Marí­a es figura de una Iglesia que cree en Cristo, espera en la salvación y ama a Dios y a los hermanos.

La venida del Espí­ritu Santo al seno de Marí­a en la Encarnación del Verbo, es el punto de referencia para “recordar” (anámnesis) eficazmente e “invocar” (epí­clesis) una nueva comunicación del Espí­ritu Santo en la celebración eucarí­stica, en vistas a construir la comunidad eclesial como “comunión” y familia. El recuerdo de Marí­a actualizará la primera comunidad cristiana unida en “un solo corazón y una sola alma” como fruto de la eucaristí­a y del mandato del amor (cfr. Hech 4,32ss).

Pastoral inculturada, renovación, nueva evangelización

Los siglos de historia de un santuario mariano suelen ser expresión de una itinerancia de fe inculturada de todo un pueblo. Entonces “no sólo los individuos o grupos locales, sino a veces naciones enteras y continentes, buscan el encuentro con la Madre del Señor, con la que es bienaventurada porque ha creí­do, es la primera entre los creyentes” (RMa 28). Los fieles se sienten identificados con Marí­a y acompañados por ella, como haciéndose cada vez más conscientes de su mediación materna.

La pastoral de los santuarios marianos deberá cuidarse, no sólo purificando elementos imperfectos, sino principalmente proporcionando la oportunidad de la celebración litúrgica, la predicación, la catequesis y el ministerio de la reconciliación. Entonces las manifestaciones marianas conducen “al centro de toda piedad sólida, Cristo Jesús, Hijo de Dios Salvador”. Marí­a es el camino para esa dimensión cristológica de la piedad, que hace revivir la fe de los creyentes hasta conducirlos “hacia la Trinidad Santa” (ibí­dem). Los santuarios marianos son lugares de reconciliación, de afirmación de la propia fe como adhesión a Cristo, de respeto por los valores culturales y humanos, y especialmente lugares de celebración de los misterios de Cristo.

En el contexto de toda expresión de piedad popular, el culto y devoción mariana, que se practica en los santuarios marianos, tiene valores y limitaciones. Hay que hacer resaltar la figura de Marí­a como una presencia activa y materna, siempre cercana a la comunidad eclesial como Pueblo de Dios y en relación de dependencia respecto a Cristo Redentor. El proceso constante de renovación (como en toda expresión de religiosidad popular), tendrá en cuenta estas lí­neas de fuerza salví­fica (como historia de salvación insertada en la historia del pueblo); cristológica (porque Marí­a recuerda y conduce siempre a Cristo); litúrgica (por la celebración de la Eucaristí­a, reconciliación, etc.); eclesial (Marí­a es figura de la Iglesia); contemplativa (por la actitud meditativa y relacional); evangelizadora (por los contenidos de la predicación y de la catequesis); antropológica (por la cercaní­a al hombre concreto); sociológico-cultural (por la inserción del evangelio en la cultura y en las situaciones sociales).

Los santuarios marianos son lugares privilegiados para suscitar la cooperación consciente y responsable respecto a la “nueva evangelización” y a la evangelización sin fronteras. Marí­a, la primera evangelizadora, seguirá siendo la “Estrella” de cualquier etapa evangelizadora, como punto de referencia para anunciar a Cristo Dios, hombre y Salvador, a partir de una comunidad eclesial renovada en sus métodos, en sus expresiones y en sus componentes (“nuevo fervor de los apóstoles”). La pastoral de los santuarios marianos se desarrollará por una fe conocida, celebrada, vivida y comunicada.

Referencias Apariciones, Guadalupe, imágenes, religiosidad popular, santuarios.

Lectura de documentos MC 25-37; Puebla 282-303.

Bibliografí­a M.M. ARRIBAS, Santuarios marianos, religiosidad popular y pastoral, en Marí­a en los caminos de la Iglesia (Madrid, CETE, 1982); G. BESUTTI, J. VESGA, Santuarios (marianos), en Nuevo Diccionario de Mariologí­a (Madrid, Paulinas, 1988) 1817-1851; CELAM, Nuestra Señora de América Latina (Bogotá 1988); J. ESQUERDA BIFET, Los santuarios marianos “memoria” celebrativa de la Iglesia Ephemerides Mariologicae 47 (1997) 111-138; C.I. GONZALEZ, La obra de evangelización en los santuarios marianos, en Marí­a, evangelizada y evangelizadora (Bogotá, CELAM, 1988) cap. X; L. HERRAN, Pastoral de los santuarios marianos sobre la base de la religiosidad, en las enseñanzas de Juan Pablo II (Estudios Marianos) 48 (1983) 149-280; E. LLAMAS, Santuarios Marianos y Nueva Evangelización Estudios Marianos 59 (1994) 337-354. Ver Marí­a en los pueblos de España (Madrid, Encuentro, 1988ss); El libro de la Virgen (Madrid, Centro Bí­blico Católico, 1996).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización