SAUL

Hijo de Cis, 1Sa 9:1-2; su encuentro con Samuel, 1Sa 9:3-27; ungido por Samuel, 1Sa 10:1-8; -¿también Saúl entre los profetas? 1Sa 10:9-13; 1Sa 19:19-24; escogido por rey en Mizpa, 1Sa 10:20-24; derrota a los amonitas, 1Sa 11:5-11; hecho rey en Gilgal, 1Sa 11:12-15; reprendido por ofrecer sacrificios, 1Sa 13:8-14; construye un altar, 1Sa 14:35; desechado como rey, 1Sa 15:10-30; aliviado cuando David toca el arpa, 1Sa 16:14-23; tiene celos de David, 1Sa 18:6-30; procura matar a David, 1Sa 19:1-17; mata a los sacerdotes de Nob, 1Sa 22:6-19; perdonado por David, 1Sa 24:1-7; 26:1-25


Saúl (heb. Shâ’ûl, “pedido” [a, para Dios], “prestado” [a Dios] o “anhelo”; cun. Sauli; gr. Saóul y Sáulos). Este nombre aparece en textos cuneiformes de Ebla de la era patriarcal; en un antiguo sello hebreo; y también en inscripciones fenicias, palmirienses y arameas, con ortografí­a diversa. 1. Rey de Edom, originario de Rehobot junto al Eufrates (Gen 36:37, 38; 1Ch 1:48, 49). 2. Hijo de Simeón y de una cananea (Gen 46:10; Exo 6:15; 1Ch 4:24), y fundador de una tribu, la de los saulitas* (Num 26:12, 13). 3. Primer rey hebreo. Era hijo de un benjamita llamado Cis que viví­a en la ciudad de Gabaa, hoy llamada Tell el-Fûl, entre 6 y 7 km al norte de Jerusalén (1Sa_9). Por siglos Israel habí­a practicado una forma teocrática de gobierno, bajo la dirección de jueces llamados por Dios. El último de ellos, Samuel, habí­a envejecido, y sus hijos no reuní­an las condiciones de liderazgo de su piadoso padre. El pueblo, ante la falta de perspectivas de que continuara la dirección sólida del profeta, pensó que la monarquí­a les proporcionarí­a una forma de gobierno capaz de solucionar sus problemas polí­ticos e internacionales. Samuel recibió esta demanda popular con mucho desagrado, pero el Señor le ordenó que accediera a su deseo, pero que al mismo tiempo los pusiera plenamente al corriente de todas las desventajas y las preocupaciones que les iba a acarrear esta decisión (1Sa_8). A. Saúl asume el reino. Poco después que el pueblo pidiera un rey, Saúl, un joven 1061 apuesto y de elevada estatura, andaba con un siervo buscando algunas de las asnas de su padre. Después de 3 dí­as sin resultados, el siervo sugirió que consultaran al “vidente”, refiriéndose a Samuel. Aunque quizá Saúl habí­a oí­do hablar de él, no lo conocí­a personalmente (1Sa 9:18), y temí­a visitarlo sin un obsequio (v 7). Entretanto, el profeta habí­a recibido instrucciones de parte de Dios que vendrí­a un benjamita a quien debí­a ungir como rey. Cuando Saúl llegó, recibió definidamente la palabra de que el visitante era el hombre que gobernarí­a sobre el pueblo de Dios. Samuel lo encontró junto a la puerta de la ciudad, le aseguró que las asnas ya habí­an sido encontradas y lo invitó a quedarse esa noche para participar de una cena ritual. Saúl pasó la noche con Samuel como huésped del profeta, y a la mañana siguiente éste lo ungió en secreto y le profetizó ciertos incidentes que le ocurrirí­an en su camino a casa, que acontecieron tal como habí­an sido anunciados. Además, le indicó que debí­a ir a Gilgal y esperarlo allí­ 7 dí­as, al final de los cuales recibirí­a instrucciones adicionales. Nada más se nos dice acerca de esta reunión celebrada en Gilgal, y Saúl no le dijo a nadie que habí­a sido ungido rey (1Sa 9:1-10:16). Tan pronto como Samuel supo quién iba a ser el nuevo rey, convocó a toda la nación para que se reuniera en Mizpa, quizá la moderna Tell en-Natsbeh, donde públicamente se echaron suertes para confirmar a Saúl como el soberano. Cuando éste -que se habí­a escondido, pero cuyo escondite se descubrió- fue finalmente presentado ante el pueblo como el elegido de Dios, la mayorí­a se sintió satisfecha. Tal vez el hecho de que perteneciera a la menor de las tribus haya facilitado esa aceptación. Pero hubo quienes manifestaron disconformidad. El joven rey no asumió inmediatamente el trono, sino que se fue a casa (1Sa 10:17-27), probablemente a la espera de una ocasión oportuna cuando sus servicios y su gobierno fueran necesarios para el paí­s. Es posible también que haya considerado prudente ver si era posible vencer pací­ficamente la oposición hacia él y su tribu, antes de comenzar activamente su gobierno. Pronto surgió la oportunidad de manifestar sus condiciones de lí­der. Según la LXX, fue en alrededor de un mes (1Sa 11:1). La ciudad israelita de Jabes de Galaad sufrió el asedio de Nahas, rey de los amonitas, y algunos mensajeros de Jabes vinieron a Gabaa para informar acerca de las humillantes condiciones de rendición que les habí­a impuesto. Su súplica para que se los ayudara velozmente sacudió el alma de Saúl. De nuevo sintió que el Espí­ritu descendí­a “poderosamente” sobre él, e impulsado por la compasión que le inspiraban los galaaditas, lanzó una proclama nacional para que la gente se reuniera detrás de “Saúl y Samuel” para la liberación de Jabes. Como resultado de ello, 330.000 hombres armados cruzaron el Jordán junto con Saúl y derrotaron a los amonitas. Al demostrar tan claramente su idoneidad para el trono, Saúl fue proclamado rey unánimemente y entronizado con solemnidad en Gilgal (1Sa_11). B. Reinado de Saúl. Pablo le asigna un total de 40 años al reinado de Saúl (Act 13:21), como así­ también Josefo. Sin embargo, no se sabe qué edad tení­a Saúl cuando comenzó a reinar, porque el versí­culo del AT que originalmente proporcionaba esa información (1Sa 13:1) está incompleto ahora (véase el comentario respectivo en DHH). Tampoco sabemos cuánto tiempo transcurrió desde que ascendió al trono hasta su lucha contra los filisteos registrada en 1Sa_13 Si este intervalo fue breve, Saúl debe de haber tenido 35 años cuando comenzó a reinar, porque en ocasión de esa batalla su hijo Jonatán estaba ya a cargo de una división del ejército hebreo y era un notable militar. Pero si esa guerra estalló varios años después de asumir sus funciones, pudo haber sido más joven. Dado que este problema permanece sin solución, no sabemos por cuánto tiempo reinó bajo la tutela de Samuel. En ocasión de su 1er encuentro con los filisteos, Saúl tení­a un ejército estable de 2.000 soldados que estaban bajo su mando personal, acuartelados en Micmas, en la zona de las colinas de Betel, y 1.000 hombres más estacionados en Gabaa, la capital (fig 230, donde aparece el lugar de la capital de Saúl), a las órdenes de Jonatán, el prí­ncipe heredero. Este habí­a derrotado a una guarnición filistea en las cercaní­as de Gabaa, pero, consciente de que sus enemigos tomarí­an represalias, Saúl convocó a la nación a las armas y designó Gilgal como el punto de reunión, porque Samuel le habí­a prometido encontrarse con ellos allí­. Esperó 7 dí­as, pero Samuel no llegó, pues tal vez demoró su viaje con el fin de probar la obediencia a Dios y la fe en él, no sólo de Saúl sino también del pueblo. Cuando el rey verificó que las deserciones se estaban produciendo en cantidades crecientes, y que el miedo se iba apoderando de los que quedaban, asumió por su cuenta la responsabilidad de ofrecer sacrificios, tarea que le incumbí­a sólo a los sacerdotes. Samuel llegó casi inmediatamente después y lo reprendió por este acto apresurado, y le dijo que por causa de su 1062 desobediencia y de su falta de confianza en Dios, sus descendientes no ocuparí­an el trono (1Sa 13:2-14). La batalla, que se libró después de este incidente, terminó en victoria para Israel. Jonatán, gracias a un acto de valor, puso en fuga a un grupo de filisteos; esto llenó de terror al grueso del ejército enemigo. Saúl aprovechó esta situación y expulsó a los filisteos del territorio israelita. El rey, evidentemente, era partidario de una estricta disciplina, porque cuando Jonatán sin saberlo desobedeció una orden suya, estuvo dispuesto a quitarle la vida. El joven se salvó sólo porque el ejército lo impidió (1Sa 13:15-14:46). Saúl dirigió otras campañas militares con brillantes resultados (1Sa 14:47, 48). Durante una de ellas incurrió en un acto de desobediencia que le puso el sello a la decisión divina de rechazarlo como rey. Se le habí­a ordenado destruir a los amalecitas y sus posesiones para cumplir una maldición pronunciada por Dios contra ellos por haber combatido contra Israel en el desierto de Refidim (Exo 17:8-16). Saúl cumplió la orden, pero preservó parte del ganado para ofrecer sacrificios en Gilgal, según dijo, y también a su rey, Agag. Por esta desobediencia a un mandamiento expreso, Samuel afirmó que Dios ya no lo consideraba más como el legí­timo gobernante de su pueblo (1Sa_15). Poco después Samuel ungió a David, el pastorcillo, para que fuera el futuro rey de la nación (16:1-13). Bib.: FJ-AJ vi. 14.9; CBA 2:507, 508. C. Años finales de Saúl. El Espí­ritu de Dios se apartó de Saúl cuando se lo rechazó como rey, y un espí­ritu maligno periódicamente tomaba posesión de él. En el afán de sustraerlo de sus ataques de melancolí­a, sus servidores le presentaron al joven David, a quien habí­an elegido para tocar el arpa delante del rey (1Sa 16:14-23). Al principio Saúl le tomó afecto, pero este sentimiento pronto se convirtió en envidia y temor cuando David -que habí­a dado muerte a Goliat, y habí­a logrado gracias a ello una victoria de los israelitas sobre los filisteos- fue aclamado por las doncellas de Israel como el mayor héroe nacional (17:1-18:9). Sus celos lo impulsaron a atentar contra la vida del joven. Primero trató de matarlo con su lanza, y después intentó que muriera en escaramuzas contra los filisteos (18:10-30). Cuando resultó evidente que Saúl no iba a detenerse ante nada en sus esfuerzos para destruirlo, David huyó, dejó a su esposa Mical, y pasó años como fugitivo en diferentes partes del paí­s, mientras el rey perdí­a su tiempo y sus energí­as tratando de alcanzarlo para darle muerte (cps 19-27). La insensata enemistad de Saúl contra David privó a Israel del mejor comandante de su ejército y de muchos valiosos soldados que se exiliaron, lo que causó el descuido de la defensa del reino. Como resultado, la nación se debilitó y se produjo una nueva invasión de los filisteos, que esta vez acamparon en Sunem, cerca del valle de Jezreel. Saúl levantó su campamento en las laderas del monte Gilboa (28:1, 4). El atemorizado y melancólico rey estaba lleno de malos presentimientos, y se fue de noche a Endor a consultar a una médium espiritista. Algún tiempo antes, por orden divina, habí­a expulsado del paí­s a los que practicaban tales artes, puesto que eran instrumentos de los malos espí­ritus (28:3; cf Lev 20:27; Deu 18:10-14). Pero ahora, ya que Dios lo habí­a abandonado y estaba poseí­do de uno de ellos, sintió que debí­a procurar la ayuda de esos agentes del diablo. Pidió a la médium que Samuel, que habí­a fallecido un tiempo antes y no se habí­a comunicado con él en los últimos años de su vida, viniera para aconsejarlo. La médium dijo ver a un anciano que subí­a de la tierra, y Saúl supuso que era el profeta. El espí­ritu le predijo que morirí­a al dí­a siguiente (1Sa 28:5-25). La batalla que se libró entonces les resultó adversa a los israelitas: 3 hijos de Saúl murieron y él mismo fue gravemente herido. Para evitar que lo capturaran, le pidió a su escudero que le diera muerte.* Cuando éste rehusó, Saúl se echó contra su espada y así­ puso fin a su vida. Poco después los filisteos lo decapitaron y colgaron su cuerpo y los de sus hijos en el muro de la ciudad de Bet-sán; además, pusieron sus armas en el templo de Astarot. Pero los habitantes de Jabes, al recordar cómo los habí­a librado de los amonitas, los sacaron de noche y los sepultaron con honores en Jabes (31:1-13). Cuando las noticias de la muerte de Saúl llegaron a David, hizo duelo por él y por su amigo Jonatán, y compuso una hermosa elegí­a (2Sa 1:17-27). La monarquí­a tuvo en Israel un lamentable comienzo, Saúl empezó su reino como un gobernante magnánimo, pero su actitud independiente lo condujo a repetidos actos de desobediencia, que lo alejaron cada vez más de Dios, y finalmente lo llevaron a un fin triste y vergonzoso. 4. Levita coatita (1Ch 6:24) ,a quien algunos consideran que es la misma persona llamada Joel, un antepasado de Samuel (v 36). Véase Joel 5.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo deseado. Nombre de varón. 1. Rey de Edom, de Rejobot del Rí­o, sucesor de Samlá, Gn 36, 37-38; 1 Cro 1, 48-49. 2. Hijo de Simeón y de una mujer cananea, y nieto de Jacob, Gn 46, 10; Ex 6, 15; 1 Cro 4, 24; padre del clan saulita, Nm 26, 13. 3. Levita hijo de Uzzí­as, descendiente de Quehat, 1 Cro 6, 9. 4. Primer rey de Israel, aproximadamente, 1030-1010 a. C. 1 S 9-31: S., Hijo de Quis, hombre acomodado, de la tribu de Benjamí­n; nacido en Guibeá, S. es descrito por Samuel como †œun joven aventajado y apuesto. Nadie entre los israelitas le superaba en gallardí­a; de los hombres arriba aventajaba a todos†, 1 S 9, 1-2. El pueblo habí­a pedido a Samuel, en Ramá, que le pusiera un rey que lo gobernara, como sucedí­a en los demás pueblos, pues los jueces habí­an torcido el derecho, además de la continua amenaza filistea. Samuel no era partidario de la monarquí­a, pues consideraba que su único rey debí­a ser Yahvéh. Pero Yahvéh ordenó al profeta que accediera, a la vez que le anunció que le enviarí­a a un hombre de Benjamí­n a quien debí­a ungir como rey de Israel, el cual liberarí­a a su pueblo de los filisteos.

Habiendo salido S. con un criado tras el paradero de unas asnas extraviadas de su padre Quis, y habiendo cruzado todo el territorio de Benjamí­n infructuosamente, posiblemente ya en Ramá, S. fue en busca del vidente de la ciudad, Samuel, para que los ayudara. Cuando Samuel vio a S., Yahvéh le indicó que él era el hombre a quien debí­a ungir como rey de Israel. Samuel pidió a S. que se despreocupara por los animales, pues ya habí­an aparecido. S. comió ese dí­a con Samuel y al dí­a siguiente fue ungido rey, 1 S 9; 10, 1-16. Posteriormente, Samuel reunió al pueblo en una asamblea en Mispá, donde Saúl es designado rey de Israel, por suertes; Samuel puso por escrito el fuero real, o el pacto entre el pueblo y el rey, y lo puso delante de Yahvéh, 1 S 8, 11-13; el pueblo fue despedido y S. marchó a su casa en Guibeá, 1 S 10, 17-27. Al mes, Najás el ammonita subió para atacar a los israelitas, acampando en Yabés de Galaad. S. venció a los ammonitas y fue proclamado rey en Guilgal, donde el pueblo ofreció sacrificios a Yahvéh, 1 S 11. Luego, S. inició la campaña contra los filisteos, a quienes derrotó en Mikmás, junto con su hijo Jonatán, 1 S 13; 14, 1-46. S., constituido rey, guerreó con los pueblos vecinos, enemigos de Israel, †œcontra Moab, los ammonitas, Edom, el rey de Sobá y los filisteos; doquiera se dirigí­a llevaba la salvación†, 1 S 14, 47-48.

El profeta Samuel rompió con Saúl a raí­z de la guerra contra los amalecitas. El profeta habí­a ordenado al rey, de parte de Yahvéh, exterminar a Amalec y entregarlo todo al anatema, pues los amalecitas le habí­an cortado el camino a los israelitas, atacándolos alevemente, cuando salieron de la esclavitud en Egipto y marchaban hacia la Tierra Prometida. Sin embargo, S., tras vencer a Agag, rey de los amalecitas, y capturarlo vivo, le perdonó la vida; además, permitió que la tropa reservara lo mejor del botí­n, consagrando al anatema sólo lo de poco valor. Samuel, entonces, le reprochó al rey S. este acto de desobediencia a Yahvéh: †œMejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros†. Samuel le comunicó a S. que Yahvéh lo habí­a rechazado, que no consolidarí­a el trono de Israel en sus manos. S. hizo llevar al rey amalecita Agag y lo mató. Después, se fue a su tierra Ramá y S. no lo volvió a ver, 1 S 15.

Luego apareció el joven David, hijo de Jesé, quien entró al servicio de la corte de Saúl. El rey, llevado por los celos debido a los éxitos militares de David, comenzando por el combate en que éste venció al gigante filisteo Goliat, inició una persecución en su contra, que obligó a David a refugiarse entre los filisteos. David tuvo la oportunidad de deshacerse del rey, pero le respetó la vida por considerarlo el ungido de Yahvéh, 1 S 24, 7. En el transcurso de este conflicto, murió el profeta Samuel, 1 S 25, 1.

Los filisteos movieron guerra contra S. y acamparon en Sunem mientras los israelitas lo hicieron en Gelboé. S. consultó a Yahvéh, pero no le respondió, y acudió donde una pitonisa de Endor, a quien le pidió que evocara el espí­ritu de Samuel. Este apareció y le ratificó el rechazo de Yahvéh y le anunció que morirí­a junto con sus hijos en la batalla con los filisteos, 1 S 28. Los hijos del rey fueron muertos en la batalla de Gelboé; S. herido se suicidó. Los filisteos despojaron los cadáveres del rey y de sus hijos de las armas, que fueron depositadas en el templo de Astarté.

Decapitaron los cuerpos que fueron colgados en el muro de Bet San. Los habitantes de Yabés de Galaad tomaron los cadáveres, los quemaron y enterraron los huesos, 1 S 31.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(deseado, pedido de Dios).

Primer Rey de Israe: (1 S.10-31).

Ungido por Samuel, derrotó a los enemigos de Israel. Pero desobedeció a Dios, y Dios lo rechazó: (1.S.13). Celoso de David, por su popularidad, trató de matarlo: (l S.16). Se suicidó al ser herido en la batalla: (1 S.31).

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(Requerido, solicitado). Nombre de personas del AT.

1. Personaje nativo †œde †¢Rehobot junto al éufrates† que reinó sobre †¢Edom, sucediendo a †¢Samla (Gen 36:37).

. Personaje en la descendencia de Simeón (Gen 46:10; Exo 6:15; 1Cr 4:24).

. Primer rey de Israel (1029-1005 a.C.). Era hijo de Cis, de la tribu de Benjamí­n (1Sa 9:1). Tení­a †œsu casa en Gabaa† (1Sa 10:26), cerca de donde era su familia (1Cr 8:29-30). Los hijos de Samuel †œno anduvieron por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho† (1Sa 8:3). Ante esto, y por la inminencia de un ataque de los amonitas (1Sa 12:12), los israelitas pidieron a Samuel: †œConstitúyenos ahora un rey que nos juzgue† (1Sa 8:5). Dios dijo a Samuel que les advirtiera sobre el tratamiento que un rey les darí­a, pero el pueblo insistió.

S. era un joven hermoso. †œEntre los hijos de Israel no habí­a otro más hermoso que él† (1Sa 9:2). Ocupado en buscar unas asnas de su padre que se habí­an extraviado, fue a Samuel por recomendación de uno de sus siervos. Samuel habí­a recibido palabra de Dios sobre el encuentro, la cual le fue confirmada cuando tuvo delante de sí­ a S. Por lo tanto, le ungió como rey (1 S. 9:1-10:1). Al separarse S. de Samuel, †œle mudó Dios su corazón† y recibió señales que confirmaban lo dicho por el hombre de Dios (1Sa 10:9). Incluso †œel Espí­ritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre† una compañí­a de profetas que le salió al encuentro (1Sa 10:10). Se celebró una magna reunión de todo Israel. Y aunque S. se escondió entre el bagaje, le buscaron y le hicieron rey (1Sa 10:17-24).
primera oportunidad de demostrar las capacidades de S. se presentó cuando Nahas, rey amonita †œacampó contra Jabes de Galaad† (1Sa 11:1). S. logró reclutar tropas con las cuales venció a Nahas y libró la ciudad (1Sa 11:1-15). Ante esta victoria, S. se mostró generoso con algunos que inicialmente le habí­a menospreciado como rey de Israel. Los israelitas se reunieron en Gilgal †œe invistieron allí­ a S. por rey delante de Jehovᆝ, en medio de muchos festejos (1Sa 11:15). S. organizó el ejército, que ya no se limitó a los que se reuní­an en momentos de peligro solamente, sino que formó una fuerza permanente (1Sa 13:2-3).
pasar un año de su reinado y vencidos los amonitas en el E, S. decidió atacar a los filisteos en el O. éstos mantení­an una superioridad en armamento, por no permitir a los israelitas el uso de la tecnologí­a metalúrgica, de manera que †œtodos los de Israel tení­an que descender a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz† y †œel dí­a de la batalla no se halló espada ni lanza en mano† de los israelitas, con excepción de †œS. y Jonatán su hijo, que las tení­an† (1Sa 13:19-22). Antes de la batalla, impaciente porque Samuel tardaba en venir, S. †œofreció el holocausto† para implorar †œel favor de Jehovᆝ, acto que fue duramente criticado por Samuel, quien le dijo: †œAhora tu reino no será duradero† (1Sa 13:14).
pesar de esto, la batalla resultó favorable a los hombres de Saúl. Los filisteos fueron derrotados, destacándose Jonatán en la acción militar. En la persecución al enemigo que huí­a, S. habí­a jurado que el que comiera algo durante el dí­a, antes de terminada la persecución, morirí­a. Jonatán tomó un poco de miel. Cuando se supo, S. quiso ejecutarlo, pero el pueblo se lo impidió (1Sa 14:1-46).

S. continuó más tarde haciendo la guerra a los vecinos hostiles a Israel †œy adondequiera que se volví­a, era vencedor† (1Sa 14:47). Incluso atacó a los gabaonitas, lo cual fue un exceso de celo (2Sa 21:1-2). Pero cuando atacó a los amalecitas y los venció no cumplió la orden de exterminio que habí­a sido dada por Dios. †œSaúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor† (1Sa 15:8-11). Esto no agradó a Dios. Samuel reprendió a Saúl por su desobediencia, y le anunció de nuevo la terminación de su reinado. Samuel mató a Agag. A partir de ese momento no volvió a ver †œa S. en toda su vida† (1Sa 15:35). Poco tiempo después, el hombre de Dios fue enviado para ungir a David como futuro rey de Israel (1Sa 16:1-13).
siervos de S. le recomendaron a David, que fue llamado a la corte para aliviar con su música los momentos en que un †œespí­ritu malo de parte de Dios vení­a sobre S.† (1Sa 16:23). Cuando David venció a †¢Goliat, S. se llenó de celos porque al celebrar la victoria las mujeres israelitas cantaban, diciendo: †œS. hirió a sus miles y David a sus diez miles… Desde aquel dí­a S. no miró con buenos ojos a David† (1Sa 18:6-9). Trató de matarlo con una lanza, †œpero David lo evadió dos veces† (1Sa 18:11). Luego le encomendó las misiones más peligrosas de la guerra con los filisteos, pensando que así­ morirí­a. Le ofreció la mano de una de sus hijas, pero cuando llegó el tiempo de cumplir, no lo hizo, sino que la dio por esposa a otro. Luego dijo que si David traí­a cien prepucios de filisteos le darí­a por mujer otra de sus hijas, llamada †¢Mical. David trajo doscientos prepucios y S., viendo que David era prosperado por Dios y que su hija Mical lo amaba, se la dio por esposa (1Sa 18:1-30).

S. insistió en su odio y llegó a proponer a su hijo Jonatán †œque matasen a David†, pero Jonatán avisó a David. Insistió en su intento por clavar a David con una lanza, pero éste huyó. Luego envió asesinos para matarlo en su casa, de donde escapó con la ayuda de su esposa Mical (1Sa 19:1-19). Cuando Jonatán intervino frente a su padre en favor de David, S. intentó matarlo (1Sa 20:25-33). Cuando supo el rey que David habí­a ido a †¢Nob, donde fue atendido por el sacerdote †¢Ahimelec, mató a éste y a todos los sacerdotes de esa ciudad (1Sa 22:9-20). Desató entonces S. una permanente persecución contra David. Casi logra sus propósitos en la ciudad de Keila, pero David, avisado por Dios, escapó (1Sa 23:1-13). En dos ocasiones David le perdonó la vida a Saúl. Una vez en En-gadi, cuando el rey entró a una cueva sin saber que allí­ estaba escondida su anhelada presa (1Sa 24:1-22). Y otra vez en el desierto de Zif, cuando David logró penetrar hasta el campamento del rey, que dormí­a confiado (1Sa 26:1-25).
, S. murió junto a sus hijos a manos de los filisteos en la batalla del monte †¢Gilboa. Se suicidó echándose sobre su espada (1Sa 31:1-5). Su cuerpo fue expuesto por los filisteos en el muro de Bet-sán, pero los moradores de Jabes de Galaad, al enterarse, vinieron y rescataron los restos, los quemaron y enterraron (1Sa 31:8-13). Un amalecita del ejército de S. que escapó, vino a darle la noticia a David y quiso hacer mérito diciendo que habí­a matado al rey, pero David, por sus palabras, ordenó su muerte. Lleno de tristeza, David endechó a S. y a Jonatán, diciendo: †œHijas de Israel, llorad por S., quien os vestí­a de escarlata con deleites…. ¡Cómo han caí­do los valientes en medio de la batalla!† (2Sa 1:1-27). Más tarde, David desenterró los huesos de S. y Jonatán y los llevó a †¢Zela, en tierra de Benjamí­n, al †œsepulcro de Cis† (2Sa 21:12-14).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE HOMB HOAT

ver, ADIVINACIí“N, DAVID, SAMUEL, SAMUEL (Libros)

vet, = “pedido a Dios”. (a) Rey de Edom, originario de Rehobot sobre el Eufrates (Gn. 36:37; 1 Cr. 1:48). (b) Hijo de Simeón y de una cananea (Gn. 46:10; Ex. 6:15); fue fundador de un clan (Nm. 26:13). (c) Hijo de Cis, de la tribu de Benjamí­n, y primer rey de Israel. Fue ungido por Samuel por orden de Dios cuando los israelitas pidieron un rey. Como rey elegido y deseado por ellos, le fue dado un comienzo propicio para su reinado; sin embargo, desobedeció señaladamente a Dios. Fue rechazado, y David fue ungido en su lugar. Saúl persiguió implacablemente a David durante años. Abandonado por Dios, y carente de fe y conciencia, recurrió a una adivina en Endor, de cuyos labios oyó su sentencia. (Véase ADIVINACIí“N.) Fue derrotado por los filisteos, la misma nación a la que hubiera vencido si se hubiera mantenido fiel. Saúl constituye un ejemplo señalado de desobediencia y naufragio espiritual (1 S. 9-31). Para más detalles, véanse DAVID, SAMUEL y SAMUEL (LIBROS DE).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]
Primer rey de Israel, elegido en la tribu de Benjamí­n y ungido por el profeta Samuel. Su desobediencia a Yaweh le acarreó el rechazo, después de haber perseguido a David por envidia y haber cometido otros atropellos.

Murió en la batalla de Gelboé, con su hijo Jonatán, ante el ataque de los filisteos y la profecí­a póstuma de Samuel que le anunció el desastre y su muerte.

Su historia está en el libro bí­blico primero de los Reyes y serí­a en Israel signo del rey que no se atuvo a las órdenes de Dios, por lo que fue rechazado según el relato bí­blico (1 Sam. 13.13).

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(monarquí­a). La Biblia no explica la instauración de la monarquí­a en Israel de manera mí­tica, como hacen otros pueblos del entorno (donde el rey aparece como meta y culmen del drama creador), sino de forma histórica, vinculada al riesgo de los filisteos, que constituí­an una aristocracia militar que habí­a conquistado las plazas costeras del sur de Palestina (Ekron, Gaza, Askalon, Gat, Asdod; cf. 1 Sm 6,17), estableciendo allí­ su dictadura económicosocial de tipo expansionista. Su poder estaba ligado a la táctica militar, dirigida por cinco seranim o tiranos de su pentápolis, que controlaban el comercio de la zona y que, por su mayor tecnologí­a, ligada al monopolio del hierro, ejercí­an un severo control sobre el armamento. “No se encontraba un herrero en todo el paí­s de Israel, pues los filisteos se decí­an: ¡que los hebreos no fabriquen armas ni espadas! Por eso, los israelitas tení­an que bajar a donde los filisteos para afilar sus arados, sus azadones y sus hachas, pagando… Aconteció, pues, que el dí­a de la batalia no habí­a en Israel lanza ni espada” (1 Sm 13,10-21). Esta era la situación hacia el 1050 a.C. Antes, las tribus de la montaña habí­an sido capaces de enfrentarse con las ciudades cananeas, cuyos carros no podí­an maniobrar en las quebradas y/o llanuras pantanosas, donde se imponí­a la guerrilla. Pero ahora los filisteos monopolizaban el hierro y disponí­an de armamento superior ligero (cf. 1 Sm 17,5ss) que les enfrentaba con ventaja sobre los israelitas, que respondieron buscando un jefe carismático: Saúl. En sentido estricto, Saúl no fue rey como los posteriores (no unificó la administración ni tuvo corte fija), sino general en jefe de unas tribus a las que convocaba contra los nómadas de oriente, en Galaad (cf. 1 Sm 11), y contra Filistea (1 Sm 13-14), pero inició un camino en esa lí­nea. En tiempos anteriores, al acabar la guerra, los soldados volví­an a sus casas. Ahora, Saúl empieza a mantener un ejército permanente: “La guerra contra los filisteos fue muy viva… y en cuanto Saúl veí­a cualquier hombre fuerte o valiente lo atraí­a hacia sí­… Y Saúl se escogió tres mil hombres de Israel: dos mil estaban con él en Mikmas…, y mil con Jonatán [su hijo] en Guibeá de Benjamí­n. En cuanto al resto del pueblo, los mandó a su casa” (1 Sm 14,52; 13,2). Ha nacido un ejército profesional, pues así­ lo exige la defensa del territorio, una milicia preparada de manera permanente para la lucha, en cuarteles o campamentos, cerca de los puestos de peligro, dispuesta al pronto combate. Pero la estrategia de Saúl fracasó y él murió en los montes de Gelboé, a manos de los filisteos, hacia el 1000 a.C. (1 Sm 31; 2 Sm 1). Sólo con David* se afianzará la monarquí­a*.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(Solicitado [de Dios]; Inquirido [de Dios]).
Benjamita descendiente de Jeiel (llamado probablemente también Abiel) por medio de Ner y Quis (1Cr 8:29-33; 9:35-39; véase ABIEL núm. 1); el primer rey de Israel seleccionado por Dios. (1Sa 9:15, 16; 10:1.) Saúl procedí­a de una familia próspera. Era un hombre apuesto y más alto que los demás de su nación, a quienes sobrepasaba de hombros para arriba; poseí­a gran fuerza fí­sica y agilidad. (1Sa 9:1, 2; 2Sa 1:23.) Su esposa se llamaba Ahinoam. Saúl tuvo al menos siete hijos: Jonatán, Isví­, Malki-súa, Abinadab, Is-bóset (Esbaal), Armoní­ y Mefibóset, así­ como dos hijas: Merab y Mical. Abner, que debió ser tí­o del rey Saúl (véase ABNER), fue jefe del ejército israelita. (1Sa 14:49, 50; 2Sa 2:8; 21:8; 1Cr 8:33.)
El joven Saúl vivió durante un tiempo turbulento de la historia de Israel. La opresión filistea habí­a reducido a la nación a la indefensión militar (1Sa 9:16; 13:19, 20), y los ammonitas bajo el rey Nahás amenazaban con la agresión. (1Sa 12:12.) Aunque Samuel habí­a juzgado fielmente a Israel, sus hijos pervertí­an la justicia. (1Sa 8:1-3.) Los ancianos de Israel, viendo la situación desde un punto de vista humano y, por lo tanto, perdiendo de vista que Jehová era capaz de proteger a su pueblo, solicitaron a Samuel que nombrase un rey sobre ellos. (1Sa 8:4, 5.)

Ungido por rey. Jehová dirigió los asuntos para que se ungiese por rey a Saúl. El estaba con su servidor buscando las asnas de su padre, que se habí­an perdido. Como la búsqueda resultó infructuosa, decidió regresar a casa. Su servidor sugirió que buscaran la ayuda del †œhombre de Dios†, que, según se sabí­a, estaba en una ciudad cercana. Esto hizo que Saúl se encontrase con Samuel. (1Sa 9:3-19.) En su primera conversación con Samuel, Saúl demostró ser un hombre modesto. (1Sa 9:20, 21.) Después de tomar una comida de sacrificio con Saúl, Samuel continuó hablando con él. A la mañana siguiente lo ungió por rey. Para confirmar que Dios estaba con Saúl, Samuel le dio tres señales proféticas, que se cumplieron ese mismo dí­a. (1Sa 9:22–10:16.)
Más tarde, en Mizpá, cuando se echaron las suertes y Saúl resultó elegido rey (1Sa 10:20, 21, EMN, LT, NBE, TA, VP y otras), este se escondió tí­midamente entre el equipaje. Cuando se le halló, fue presentado como rey y el pueblo gritó en aprobación: †œÂ¡Viva el rey!†. Regresó a Guibeah escoltado por hombres valientes. Aunque unos inútiles hablaron despectivamente de él y lo despreciaron, Saúl permaneció en silencio. (1Sa 10:17-27.)

Sus primeras victorias. Aproximadamente un mes después (según la lectura de la Septuaginta griega y el Rollo del mar Muerto 4QSama en 1Sa 10:27b), el rey ammonita Nahás exigió la rendición de Jabés en Galaad. (Véase NAHíS.) Cuando los mensajeros se lo informaron a Saúl, el espí­ritu de Dios se hizo operativo en él. Rápidamente reunió un ejército de 330.000 hombres y lo llevó a la victoria. Esta victoria resultó en el fortalecimiento de su posición como rey, y el pueblo hasta pidió que se diera muerte a los que habí­an hablado contra él. Pero Saúl, reconociendo que Jehová habí­a concedido la victoria, no consintió en ello. Posteriormente, en Guilgal se volvió a confirmar su reinado. (1Sa 11:1-15.)
Más tarde, Saúl tomó medidas para quebrar el poder de los filisteos sobre Israel. Escogió a 3.000 israelitas, puso a 2.000 de ellos bajo su mando y a los restantes bajo el de su hijo Jonatán. Actuando seguramente por orden de su padre, †œJonatán derribó la guarnición de los filisteos que habí­a en Gueba†. Como venganza, los filisteos reunieron una fuerza poderosa y acamparon en Micmash. (1Sa 13:3, 5.)

Peca presuntuosamente. Mientras tanto, Saúl se habí­a retirado de Micmash a Guilgal, en el valle del Jordán. Allí­ esperó siete dí­as a Samuel, pero Samuel no llegó al tiempo señalado. Temiendo que el enemigo cayera sobre él sin haber conseguido la ayuda de Jehová y que la demora perjudicara a su ejército, Saúl †˜se obligó†™ a ofrecer el sacrificio quemado. Samuel condenó su acción †˜tonta†™ y pecaminosa. Es obvio que el pecado de Saúl consistió en adelantarse presuntuosamente con el sacrificio y no obedecer el mandato de Jehová transmitido por su representante Samuel de esperar que este ofreciese el sacrificio. (Compárese con 1Sa 10:8.) Como consecuencia de este acto, el reino de Saúl no durarí­a. (1Sa 13:1-14.)
Durante la campaña contra los filisteos, Saúl pronunció una maldición sobre cualquiera que tomara alimento antes de que se ejecutara la venganza sobre el enemigo. Este juramento precipitado tuvo consecuencias adversas. Los israelitas estaban cansados, y aunque triunfaron sobre los filisteos, su victoria no fue tan grande como pudiera haber sido. Estaban hambrientos y no se entretuvieron en desangrar los animales que degollaron después de la victoria, por lo que violaron la ley de Dios concerniente a la santidad de la sangre. Jonatán comió un poco de miel debido a que no habí­a oí­do el juramento de su padre. Como consecuencia, Saúl pronunció su sentencia de muerte. Pero el pueblo lo redimió porque habí­a contribuido de manera decisiva a la victoria de Israel. (1Sa 14:1-45.)

Rechazado por Dios. Durante todo su reinado, Saúl guerreó contra los filisteos y otros pueblos, como los moabitas, los ammonitas, los edomitas y los amalequitas. (1Sa 14:47, 48, 52.) En la guerra contra los amalequitas, Saúl transgredió el mandato de Jehová al no destruir lo mejor de su rebaño y su ganado ni a su rey Agag. Cuando se le preguntó por qué no habí­a obedecido la voz de Jehová, negó toda culpabilidad y la pasó al pueblo. Solo después que Samuel puso de relieve la seriedad de aquel pecado y dijo que por esa causa Jehová lo rechazaba de ser rey, reconoció que su error se habí­a debido al temor al pueblo. Cuando Saúl le suplicó a Samuel que le honrase frente a los ancianos y frente a Israel acompañándolo, Samuel accedió. Luego, el mismo Samuel dio muerte a Agag. Después de eso se separó de Saúl y no tuvieron más relación. (1Sa 15:1-35.)
Después de estos sucesos y de la unción de David por futuro rey de Israel, el espí­ritu de Jehová abandonó a Saúl. Desde entonces en adelante †œun espí­ritu malo de parte de Jehová lo aterrorizaba†. Al haber retirado su espí­ritu de Saúl, Jehová hizo posible que un espí­ritu malo lo poseyese, lo privase de paz mental y excitara sus sentimientos, pensamientos e imaginaciones de una manera impropia. El que Saúl no obedeciese a Jehová indicó que la inclinación de su mente y corazón era mala, y contra dicha inclinación el espí­ritu de Dios no le ofrecí­a a Saúl ninguna protección o fuerza para resistir. Sin embargo, como Jehová habí­a permitido que el †œespí­ritu malo† reemplazara a Su espí­ritu y aterrorizara a Saúl, podí­a denominarse un †œespí­ritu malo de parte de Jehovᆝ, de manera que los siervos de Saúl se referí­an a él como el †œespí­ritu malo de Dios†. Por recomendación de uno de sus servidores, Saúl solicitó que David fuese el músico de su corte con el fin de calmarle cuando le molestaba el †œespí­ritu malo†. (1Sa 16:14-23; 17:15.)

Relación con David. Más tarde, los filisteos amenazaron la seguridad de Israel. Mientras estaban acampados en un lado de la llanura baja de Elah y las fuerzas del rey Saúl en el lado opuesto, Goliat salió del campamento filisteo todas las mañanas y todos los atardeceres durante cuarenta dí­as y desafiaba a Israel a que escogiera a un hombre para que luchase contra él. El rey Saúl prometió enriquecer y formar una alianza matrimonial con cualquier israelita que fuese capaz de derribar a Goliat. Además, la casa del padre del vencedor tení­a que ser †˜libertada†™, probablemente del pago de impuestos y del servicio obligatorio. (Compárese con 1 Samuel 8:11-17.) Cuando David apareció en la escena con provisiones para sus hermanos y ciertas porciones para el jefe del millar (posiblemente el comandante bajo el que serví­an los hermanos de David), parece ser que sus preguntas dieron a entender que estaba dispuesto a responder al desafí­o. Esto resultó en que se le llevara ante Saúl y en su posterior victoria sobre Goliat. (1Sa 17:1-58.)

Se hace enemigo de David. Después Saúl colocó a David sobre los hombres de guerra. Como consecuencia, se alabó a David en canción más que al mismo rey. Por lo tanto, Saúl llegó a mirar a David con sospecha y odio envidioso. En una ocasión, mientras David tocaba el arpa, Saúl †˜empezó a comportarse como profeta†™. Esto no significa que empezara a pronunciar profecí­as, sino que manifestó un sentimiento poderoso y una perturbación fí­sica como la que experimentaba un profeta justo antes de profetizar o mientras profetizaba. Hallándose en este singular estado, arrojó dos veces una lanza contra David. Después de fallar en sus intentos de clavar a David a la pared, concordó en darle a su hija Mical en matrimonio si le presentaba 100 prepucios de filisteos. Su propósito era que David muriese a manos de ellos. El ardid falló, y David presentó, no solo 100, sino 200 prepucios, para formar una alianza matrimonial con Saúl. Por consiguiente, se intensificó el temor y el odio que el rey sentí­a hacia David. Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus siervos en cuanto a su deseo de dar muerte a David. Debido a la intercesión de Jonatán, prometió no matar a David. No obstante, cuando le arrojó una lanza por tercera vez, David se vió obligado a huir por su vida. Saúl hasta hizo que unos mensajeros vigilasen la casa de David y les mandó que le dieran muerte por la mañana. (1Sa 18:1–19:11.)
Esa noche David escapó por una ventana de su casa y corrió a Ramá, donde residí­a Samuel. Luego se puso a residir con Samuel en Nayot. Cuando Saúl se enteró, envió mensajeros para atrapar a David, pero al llegar, †œempezaron a portarse como profetas†. El espí­ritu de Dios debió actuar en ellos de tal manera que olvidaron por completo el propósito de su misión. Cuando les sucedió lo mismo a otros dos grupos de mensajeros que fueron enviados, Saúl se dirigió personalmente a Ramá. El también quedó bajo el control del espí­ritu de Dios por un perí­odo prolongado, lo que dio a David suficiente tiempo para huir. (1Sa 19:12–20:1; véase PROFETA [Cómo se les nombraba e inspiraba.)

David perdona la vida a Saúl por ser el ungido de Dios. Después de estos intentos fallidos por acabar con la vida de David, Jonatán intervino por segunda vez a su favor. Sin embargo, Saúl se encolerizó tanto que arrojó una lanza a su propio hijo. (1Sa 20:1-33.) Desde ese tiempo en adelante Saúl persiguió implacablemente a David. Al enterarse de que el sumo sacerdote Ahimélec habí­a ayudado a David, Saúl ordenó que tanto él como los sacerdotes que estaban asociados con él fuesen ejecutados. (1Sa 22:6-19.) Después planeó atacar la ciudad de Queilá (Judá) porque David residí­a allí­, pero cuando David escapó, abandonó el plan. Continuó la búsqueda acechándolo en las regiones desérticas. No obstante, una incursión filistea detuvo temporalmente esta persecución y permitió a David buscar refugio en el desierto de En-guedí­. Después hubo dos ocasiones en las que Saúl estuvo en una situación propicia para que David lo matara. Pero David se negó a alargar su mano contra el ungido de Jehová. La segunda vez se enteró de que David se habí­a abstenido de causarle daño, por lo que hasta prometió no hacerle daño. Pero sus palabras no fueron sinceras, pues no abandonó la búsqueda hasta que supo que David habí­a huido a la ciudad filistea de Gat. (1Sa 23:10–24:22; 26:1–27:1, 4.)

Saúl recurre al espiritismo. Aproximadamente un año o dos más tarde (1Sa 29:3), los filisteos fueron contra Saúl. Sin el espí­ritu y la guí­a de Jehová y abandonado a un estado mental desaprobado, recurrió al espiritismo, una transgresión que merecí­a la muerte. (Le 20:6.) Se disfrazó y fue a ver a una médium espiritista en En-dor, y le solicitó que hiciese subir de entre los muertos a Samuel. Por la descripción que ella hizo de lo que vio, Saúl concluyó que era Samuel. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que Jehová no habí­a respondido a las peticiones de Saúl, y obviamente, no lo iba a hacer entonces por medio de una práctica condenada por Su ley como merecedora de pena de muerte. (Le 20:27.) De modo que lo que la mujer dijo tuvo que ser de origen demoniaco. El mensaje no le dio ningún consuelo a Saúl, sino que, por el contrario, lo atemorizó. (1Sa 28:4-25; véase ESPIRITISMO.)

La muerte de Saúl. En la posterior lucha contra los filisteos, Saúl fue herido gravemente en el monte Guilboa y tres de sus hijos fueron muertos. Debido a que su escudero se negó a darle muerte, Saúl se arrojó sobre su propia espada. (1Sa 31:1-7.) Unos tres dí­as después, un joven amalequita fue a David jactándose de haber dado muerte al rey herido. Esto debí­a ser una mentira para conseguir su favor, pero David mandó que lo ejecutaran por afirmar que habí­a matado al ungido de Jehová. (2Sa 1:1-15.)
Mientras tanto, los filisteos habí­an fijado los cadáveres de Saúl y de sus tres hijos en el muro de Bet-san. Sin embargo, hombres valerosos de Jabés-galaad recuperaron los cuerpos y los quemaron, y luego enterraron los huesos. (1Sa 31:8-13.)
Años más tarde, durante el reinado de David, se vengó la culpabilidad de sangre que habí­an contraí­do Saúl y su casa con relación a los gabaonitas, al dar estos muerte a siete de sus descendientes. (2Sa 21:1-9.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. šā˒ûl, ‘pedido’, e. d. a Dios.) 1. Primer rey de Israel, hijo cfe Cis, de la tribu de Benjamín. La historia de Saúl ocupa la mayor parte de 1 S. (caps. 9–31) y pinta a uno de los más patéticos de todos los siervos elegidos por Dios.

En altura superaba a todos sus hermanos, y era un hombre cuyo coraje personal igualaba su físico; era noble para con sus amigos y generoso con sus enemigos; fue el hombre elegido por Dios para instituir la monarquía, para representar en su persona el gobierno real de Yahvéh sobre su pueblo. Mas tres veces sucesivas se le hizo ver que él mismo se había descalificado de la tarea a la cual había sido llamado; incluso en ese llamado ya se insinuaba el carácter del hombre a quien Dios, en su soberanía, eligió para que fuese rey.

Bajo la presión del protectorado filisteo, los israelitas llegaron a pensar que únicamente un líder guerrero visible podría lograr su liberación. Rechazando el liderazgo espiritual de Yahvéh, efectuado a través del ministerio profético de Samuel, demandaron rey (1 S. 8). Después de advertirles que ese tipo de gobierno resultaba perjudicial—advertencias a las que hicieron oídos sordos—Samuel recibió instrucciones divinas de conceder al pueblo lo que deseaba, y fue guiado a elegir a Saúl, a quien ungió secretamente en la tierra de Zuf (1 S. 10.1), confirmando la designación luego mediante una ceremonia pública en Mizpa (10.17–25). Casi inmediatamente Saúl tuvo la oportunidad de demostrar su temple. Nahas amonita sitió Jabes de Galaad y ofreció condiciones crueles a sus habitantes para que se rindieran; estos pidieron ayuda a Saúl, que se encontraba del otro lado del Jordán, quien reunió al pueblo mediante una lección objetiva típica de su raza y época, y con el ejército que así reunió obtuvo una gran victoria (11.1–11). Poniendo en evidencia sus instintos más finos se negó en ese momento a aceptar el deseo de sus seguidores de castigar a los que se habían mostrado reacios a rendirle homenaje (10.27; 11.12–13).

A partir de entonces una ceremonia religiosa en Gilgal confirmó el nombramiento de Saúl como rey, el que había recibido aprobación divina obvia en la derrota de los amonitas. Con una exhortación de despedida al pueblo para que fuese asiduo en su obediencia a Dios, la que estuvo acompañada de una señal milagrosa, Samuel dejó al nuevo rey para que se ocupara del gobierno de su nación. Sólo en tres ocasioncs, una de ellas póstuma, salió el viejo profeta de su aislamiento. En cada caso fue con el objeto de reconvenir a Saúl por desobedecer las condiciones de su nombramiento, condiciones que comprendían la total obediencia al más mínimo mandamiento de Dios. La primera ocasión fue cuando Saúl, por impaciencia, se arrogó la función sacerdotal, ofreciendo sacrificio en Gilgal (13.7–10). Por este sacrificio Samuel profetizó su rechazo como rey, y Saúl recibió la primera insinuación de que había ya, en la mente de Dios, un “varón conforme a su corazón” que el Señor había elegido para remplazarlo.

La segunda ocasión fue cuando la desobediencia de Saúl provocó la conocida sentencia del profeta de que el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (15.22). Nuevamente se declara y se muestra simbóhcamente el rechazo de Saúl como gobernante de Israel, y Samuel interrumpe todo vínculo con el monarca desacreditado. De la tumba Samuel surge para censurar a Saúl por tercera y última vez y, cualesquiera sean los problemas que plantea la hstoria de la adivina de Endor (cap. 28), está claro que Dios permitió esa entrevista sobrenatural con el acongojado rey a fin de llenar la copa de iniquidad de Saúl y predecir su inminente caída.

Para el prolongado conflicto entre Saúl y David, véase * David, que se ocupa de otros aspectos del carácter de Saúl. Resulta significativo que cuando se llevó a cabo el ungimiento público de David en Belén, Samuel rechazó a Eliab, el hermano más varonil de David, cuando se le advirtió que no debía suponer que la fortaleza física y la espiritualidad iban necesariamente juntas (16.7).

Saúl es una lección objedva de la herencia esencial entre el hombre carnal y el espiritual, y su homónimo neotestamentario, Saulo, había de distinguir a los dos (1 Co. 3, etc.). Si bien vivió en una época en la que el Espíritu Santo descendía sobre los hombres en momentos especiales y con fines determinados, en lugar de morar permanentemente en los hijos de Dios, Saúl fue particularmente susceptible a la melancolía y a la incertidumbre en su ser interno (* Salud). Mas los autores de 1 S. y 1 Cr. presentan su desobediencia como inexcusable porque tenía acceso a la Palabra de Dios, tal como le era anunciada a través de Samuel.

Su caída fue tanto más trágica cuanto que fue una figura pública y representativa entre el pueblo de Dios.

Bibliografía. °J. Bright, La historia de Israel, 1985; G. Auzou, La danza ante el arca, 1971; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 175–177; H. Haag, Saúl, °EBDM, t(t). VI, cols. 518–522; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 173–190.

J. C. Gregory, “The Life and Character of Saul”, ExpT 19, 1907–8, pp. 510–513; A. C. Welch, Kings and Prophets of Israel, 1952, pp. 63–79; E. Robertson, The Old Testament Problem, 1946, pp. 105–136; J. Bright, A History of Israel2, 1972, pp. 180–190.

T.H.J.

2. Rey de Edom (1 Cr. 1.48–49; cf. Gn. 36.37–38), que pertenecía a Rehobot. 3. Hijo de Simeón y una mujer cananea (Gn. 46.10; Ex. 6.15; Nm. 26.13), del cual tomaron el nombre los saulitas (Nm. 26.13). 4. Hijo de Coat (1 Cr. 6.24), llamado “Joel” en 1 Cr. 6.36.

G.W.G.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Hebreo para postulatus, probablemente en referencia a la petición mencionada en 1 Samuel 8,5.

Primer rey de Israel, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín (9,1.2). Evitando discusiones críticas de las fuentes paralelas, aunque a menudo divergentes, subyacentes en el primer Libro de Samuel, es suficiente aquí decir que la narrativa de la vida y tiempos de Saúl se construye sobre dos relatos tradicionales, cada uno de los cuales tiene su particular punto de vista. Esto aparece especialmente en los relatos divergentes en relación con las circunstancias de la elección de Saúl y su caída del favor divino. El profeta Samuel, quien es considerado el último de los grandes Jueces de Israel, se estaba haciendo viejo y la administración de los asuntos cívicos y religiosos se había confiado a sus hijos. Ellos fueron infieles a su confianza y la gente se mostró insatisfecha, por lo cual le solicitaron a Samuel que seleccionara a un rey que los gobernara, como las otras naciones. Samuel se resintió de esta petición, y aunque el Señor afirmó que era una ofensa contra Él, un rechazo virtual al régimen teocrático, sin embargo instruyó al profeta a acceder a las demandas del pueblo. Samuel les informó acerca del disgusto de Dios y predijo los males retributivos que vendrían sobre ellos a través de las exigencias de los futuros reyes (1 Sam. 8).

La selección de un nuevo gobernante es determinada por un incidente proverbial. Saúl, buscando las asnas perdidas de su padre, le consultó a Samuel el “vidente” con la esperanza de obtener información acerca de su paradero. El profeta le garantizó que las mismas estaban seguras, y al cabo de un rato, le reveló a Saúl su misión respecto al pueblo escogido y le ungió rey. Inmediatamente el corazón de Saúl cambió y para sorpresa de muchos, profetizó en medio de otros profetas (1 Sam. 10,10). Un mes después de esos eventos, el recién escogido rey, quien se había abstenido de afirmar sus prerrogativas reales, justificó su elección derrotando a los amonitas y liberó a Yabés de Galaad. Más tarde se enfrentó en guerra a los filisteos y estando en apuros, se atrevió a ofrecer el holocausto debido a la inexplicable tardanza de Samuel en llegar a la escena. El profeta le reprochó esta usurpación de la función sacerdotal y desde ya le anunció el final de su reinado (1 Sam. 13).

Algo que ilustra el carácter compuesto de esta narrativa es el hecho de que en el capítulo 15 se indica un motivo diferente para su rechazo, es decir, su fracaso en realizar cabalmente la orden del Señor en cuanto a destruir totalmente la tribu de Amalec. Consecuentemente con la desaprobación de Dios, se le ordena a Samuel que unja a David para ser rey “según el corazón de Dios”, y aunque David era sólo un muchacho pastor, es llevado a la casa de Saúl. En 1 Samuel 18 – 27 se narran los muchos incidentes gráficos ocurridos a raíz de los celos de Saúl y de la persecución a David. Según esta narrativa, al enfrentar una nueva invasión de los filisteos, Saúl, al estar abandonado por Yahveh y buscando guía sobrehumana, recurrió a una nigromante a Endor. Por su mediación fue evocado el espíritu de Samuel, que mientras tanto había pasado a su merecido. El profeta fallecido le reprochó su infidelidad y le vaticinó su destino inminente a manos de los filisteos (1 Sam. 28). El cumplimiento de esta terrible predicción constituye el capítulo final del Primer Libro de Samuel. Saúl y sus fuerzas son avasallados por los filisteos, el valiente Jonatán y sus hermanos mueren en la batalla. El rey, temiendo caer en manos de incircuncisos, le suplica a su escudero que le quite la vida. El escudero se niega, pues teme poner sus manos sobre el ungido del Señor, y Saúl, desesperado. se quita la vida cayendo sobre su propia espada. Fue decapitado por los victoriosos filisteos y su cabeza enviada como trofeo a varios pueblos del país, mientras que su cuerpo y los de sus hijos colgados en los muros de Bet San. Pero los habitantes de Yabes de Galaad oyendo esas cosas, llegaron de noche y removieron los cuerpos. Los llevaron a su propia ciudad donde los quemaron y enterraron las cenizas en los bosques cercanos (1 Sam. 31). Se menciona a Ajinoam como la esposa de Saúl (1 Sam. 14,50). Tres de sus hijos murieron con él (1 Sam. 31,2) y otro, Isbaal, quién intentaba continuar la dinastía de su padre, fue asesinado por dos capitanes de su propio ejército (2 Sam. 4,6). Esto removió el último obstáculo para la accesión del rey David al trono.

Bibliografía: SCHULTZ, Diss. Saul regimen antecedentia exhibens (Strasburg, 1674).

Fuente: Driscoll, James F. “Saul.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/13486d.htm

Traducido por Giovanni E. Reyes. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica