TEOLOGIA PASTORAL

(v. pastoral)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

SUMARIO: 1. Base bí­blica de la teologí­a pastoral. – 2. Datos históricos. – 3. Evolución de la teologí­a pastoral. – 4. Qué es la teologí­a pastoral. – 5. Fundamentación de la teologí­a pastoral. – 6. Niveles de la acción pastoral. – 7 Retos de la teologí­a pastoral.

El término pastoral se usa ampliamente en la vida de las comunidades cristianas y, de manera especial entre los agentes de pastoral. La palabra pastoral se suele emplear como sustantivo, (la pastoral), seguido de un adjetivo (pastoral sanitaria, pastoral escolar, pastoral sacramental, etc.) o seguido de un genitivo determinativo (pastoral de las migraciones, pastoral de los alejados, etc.). Se utiliza en sentido amplio para calificar el modo de hacer de la Iglesia en lo catequético, en lo litúrgico o en lo social; se quiere indicar con este término la cercaní­a, la acogida y la preparación de los que son evangelizados en una u otra situación, para que el mensaje de Jesucristo les llegue sin ambigüedades o reduccionismo, y puedan sentirse integralmente salvados. También designamos con el vocablo pastoral la tercera etapa del proceso evangelizador, la que sigue a la etapa catequética y posibilita la vida cristiana en lo cotidiano de la existencia a través del cultivo de la espiritualidad y el compromiso. Pocas veces utilizamos la expresión “teologí­a pastoral”. Necesitamos precisar el significado especí­fico de la teologí­a pastoral; para ello tenemos que definir los objetivos, la finalidad y la metodologí­a propia de la teologí­a pastoral. Cualquier acción eclesial comporta un aspecto teórico o reflexivo y otro práctico; uno implica el otro, no se pueden separar y menos contraponer. El objetivo de la teologí­a pastoral es la reflexión teológica sobre lo que la Iglesia hace para anunciar el Evangelio, para renovarse a sí­ misma y para colaborar en la “civilización del amor”. La teologí­a pastoral parte de lo que existe, lo ilumina con la teologí­a dogmática y propone lo que deberí­a hacerse para acercarse lo más posible al ideal evangélico.

1. Base bí­blica de la teologí­a pastoral
La historia de la salvación (Antiguo y Nuevo Testamento) se puede considerar como la acción misericordiosa de Dios que, como buen pastor, crea todo las cosas, hace al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, libera al pueblo de la esclavitud, le encamina hacia la tierra prometida, sella una alianza perpetua, y le encomienda la misión de renovar la humanidad. Jesucristo aparece como el definitivo pastor del nuevo Israel para encaminarnos hacia la casa del Padre.

Jesús de Nazaret se encuentra con una humanidad que está “como rebaño sin pastor” (Mc. 6,34; Mt. 9,36). El evangelista Juan desarrolla ampliamente la teologí­a del pastor y del pastoreo: el buen pastor conoce a sus ovejas, las defiende, las cuida y da la vida por ellas (Jn.10, 1-18); así­ habrá un solo rebaño y un solo pastor. En los evangelios Jesús de Nazaret aparece como profeta del reino anunciando la Buena Noticia de que Dios ha irrumpido en plenitud y novedad (Mc. 6, 15; Lc. 7, 16; Jn. 7, 40). “Es profeta porque, con una fidelidad absoluta a su misión y con una libertad sin compromisos, anuncia las exigencias radicales de Dios, con plena lucidez sobre los acontecimientos individuales y sociales” (Ch. DuQUOC, Jesús hombre libre, Sí­gueme, Salamanca, 1990, 845). El anuncio del Reino llama a la conversión de la mente y del corazón, para que puedan surgir unos comportamientos nuevos, una humanidad nueva. Esto únicamente es posible si se da cabida a la iniciativa a Dios en la vida, y se repiensa la existencia personal y social desde el compromiso con los pequeños, pobres y excluidos. Jesús muere por ser fiel a la misión que el Padre le ha encomendado; su resurrección es la manifestación de que quien acoge el amor de Dios y ama a los demás como Dios Padre nos ha amado, posee una vida que no tendrá fin. En Pentecostés los apóstoles son enviados con la fuerza del Espí­ritu para testimoniar al resucitado, para proclamar el Evangelio con palabras y obras, para apacentar a las comunidades desde el servicio y para abrir a la humanidad a una esperanza más fuerte que la injusticia, el sufrimiento y la muerte. La misión apostólica es continuación de la entrañable misericordia del Padre revelada en Jesucristo; y toda la Iglesia, Pueblo de Dios y misterio de comunión es sacramento (anticipo, lugar y promesa) de lo que toda la humanidad está llamada a ser, la familia de los hijos de Dios. Esta experiencia común en las primeras comunidades se expresa de formas distintas según los contextos socioculturales; la necesaria inculturación conlleva la reflexión teológica, el discernimiento comunitario y las decisiones de los responsables de las Iglesias locales. El Iibro de los Hechos de los Apóstoles es una narración sobre el dinamismo y creatividad de las primeras comunidades y de los apóstoles.

2. Datos históricos
En el siglo 1 las acciones pastorales parten del anuncio del Kerigma, los procesos de conversión y el bautismo; la eucaristí­a ocupa un lugar central en la vida de las comunidades, unida al compartir los bienes, los proyectos y el destino. En los siglos II y III se estructura el catecumenado como el medio más importante para hacerse discí­pulo de Jesucristo y para renovar las comunidades; surgen las escuelas de catequistas para la formación de los que desempeñaban el ministerio de la catequesis. San Agustí­n (s. IV) nos ha dejado una obra excelente de catequesis dirigida al diácono Deogracias; se titula “De catechizandis rudibus”. Otro ejemplo son las catequesis mistagógicas de Cirilo de Jerusalén para los que han sido bautizados y necesitan profundizar la iniciación cristiana desde el sentido de los sacramentos. Poco a poco se generaliza el bautismo de niños y el de personas no convertidas; las comunidades aumentan de número considerablemente, pero pierden en coherencia y testimonio. En la Edad Media (s.Vlll-XV) los fieles no entienden el latí­n en la liturgia, surgen devociones con poca base bí­blico-litúrgica, la Iglesia se clericaliza progresivamente y se refuerza el poder temporal del papado, se desarrolla la concepción jurí­dica de la Iglesia como sociedad, decae el catecumenado y la catequesis, se organizan las Cruzadas para luchar contra los infieles y la Inquisición para juzgar a los herejes. En esta época de cristiandad lo importante era la sacramentalización, pues los reyes y la sociedad se consideraban cristianos y defensores de la cristiandad.

La Reforma promovida por Lutero insiste en la importancia de la Palabra de Dios, la fe personal y el sacerdocio común de los fieles; como reacción, la Contrarreforma Católica subraya la importancia de la Iglesia, la constitución jerárquica de la misma y el sentido y la necesidad de los sacramentos. El Concilio de Trento se propuso una reforma de la Iglesia, la formación de los sacerdotes y una pastoral renovada. Los domingos se tení­an las catequesis de los niños y de los adultos. La vida espiritual de muchos cristianos giraba alrededor de la presencia eucarí­stica, las devociones mariana y la referencia al sacerdocio jerárquico.

Los siglos XVIII y XIX supusieron un repliegue de la Iglesia sobre sí­ misma y un cierto alejamiento de los profundos cambios sociales que se fueron gestando. Los pastores están preocupados por la educación moral, la formación de “buenos cristianos y buenos ciudadanos”, la sacramentalización sin mucha preparación previa, pues la fe se socializaba en la familia y estaba protegida por el ambiente social, y la religiosidad individualista focalizada en la preocupación por la salvación personal. En la segunda parte del siglo XIX comienzan los intentos de renovación en varios campos de la teologí­a, de la pastoral y de la liturgia, complementados por las preocupaciones sociales de no pocos, laicos y pastores, entre ellos varios obispos. Las cofradí­as y asociaciones piadosas de fieles son las que tratan de asegurar la formación y espiritualidad de los fieles cristianos. En el siglo XX es cuando empieza la renovación de los estudios teológicos como fruto de los estudios bí­blicos, patrí­sticos y litúrgicos; al mismo tiempo, la preocupación por hacer llegar el Evangelio a la clase trabajadora produce una renovación profunda en la pastoral de la Iglesia. Surge la Acción Católica con sus diferentes ramas, y la metodologí­a del ver, juzgar y actuar. Las parroquias se sienten en misión y cobran mayor conciencia del sentido comunitario de la fe y la urgencia de renovar la liturgia. El Concilio Vaticano II es la culminación de este proceso; los documentos de él emanados suponen una renovación en la vida y misión de la Iglesia en la sociedad contemporánea. La pastoral en el postconcilio ha estado orientada por una actitud de diálogo y de presencia encarnada, la evangelización como la razón del ser y de la misión de la Iglesia en palabras de Pablo VI, en diálogo fe-cultura, y para hacer más real y efectiva la “civilización del amor” a través de las comunidades eclesiales maduras y misioneras.

3. Evolución de la teologí­a pastoral
En 1215 el IV Concilio de Letrán dispone la existencia de un maestro especializado en pastoral y en la práctica de la confesión junto al maestro de Sagrada Escritura. En el año 1585 aparece el primer manual de teologí­a práctica; su autor es J. Molanus. Poco a poco la teologí­a práctica se va escorando a la resolución de casos morales dentro de los esquemas propios de los planteamientos de la moral llamada casuí­stica. En 1774, en Austria, la emperatriz Marí­a Teresa la establece como disciplina con rango universitario; en España el primer manual es de L. A. Marí­n (1805) y lleva por tí­tulo “Instituciones de Teologí­a pastoral o Tratado del oficio y obligaciones del párroco”. Estos manuales de teologí­a pastoral se centran en la figura del párroco o del pastor, y tienen como finalidad preparar a éstos para que formen buenos cristianos y ciudadanos. La orientación y el estilo de estos textos es pragmático y estructurado por las obligaciones del párroco: enseñar, santificar y administrar.

La renovación viene por la concepción histórico-salví­fica de la misión de la Iglesia y por considerar a ésta como el sujeto de la acción pastoral. A mediados del siglo XIX A. Graf renueva la pastoral al afirmar que la teologí­a práctica surge de la conciencia que la Iglesia tiene de sí­ misma y de la reflexión que genera al renovarse a sí­ misma. C. Noppel en 1937 publica la obra “Edificación del Cuerpo de Cristo” en la que subraya la misión del laico en la misión de la Iglesia por los sacramentos del bautismo y la confirmación. Las grandes aportaciones en la época inmediatamente anterior al Concilio Vaticano II son de dos autores, el alemán F. X. Arnold y el francés P. A. Liégé; reflexionan sobre la fundamentación cristológica y eclesiológica de la pastoral y la unidad de misión que tiene la Iglesia. En el postconcilio K. Rahner coordina la elaboración de un manual de teologí­a pastoral titulado “Teologí­a práctica de la Iglesia en el presente”; desarrolla la fundamentación de la pastoral y presenta a la teologí­a pastoral como disciplina teológica con estatuto cientí­fico propio. La experiencia de las comunidades alentadas por la teologí­a de la liberación ha ayudado a renovar la pastoral al recuperar los siguientes aspectos: la relación entre compromiso y reflexión teológica, la dimensión polí­tica de la fe y la encarnación como supuesto de la acción, la perspectiva del excluido y oprimido, y la importancia de la caridad en la vida de las comunidades cristianas. “Al incorporar a la reflexión teológica la categorí­a de praxis aparece con nitidez algo inherente a la fe cristiana: el cristianismo no sólo interpreta la existencia, sino que es esencialmente una renovación de la existencia” (J. SASTRE, Teologí­a Pastoral, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, 1999, 2162). La relación entre teologí­a y praxis es intrí­nseca a la fe cristiana: “La teologí­a de la liberación tiene una intención práctica que se manifiesta a través de tres relaciones con la praxis: es teologí­a en la praxis, al estar el teólogo comprometido con la causa de liberación de los pobres; es teologí­a para la praxis, al afrontar las mediaciones polí­ticas de una acción transformadora de la realidad; y es teologí­a por la praxis en la medida en que la misma praxis tiene una dimensión de juicio, dentro de la naturaleza de la teologí­a” (J. B. LIBíNIO, Teologí­a de la liberación. Guí­a didáctica para su estudio, Sal Terrae, 1989, 88). A partir del encuentro de teólogos pastoralistas en Viena (1974), en el ámbito católico se empieza a denominar a la teologí­a pastoral con la expresión teologí­a práctica. En las publicaciones recientes se comparte de forma casi unánime los planteamientos básicos, y se subrayan diferentes aspectos que son complementarios. En España tenemos dos manuales de publicación reciente: el de C. Floristan, Teologí­a Práctica (1991) y el de J.A. Ramos, Teologí­a Pastoral (1995) dentro de la colección de Manuales de Teologí­a de la BAC. Acaba de aparecer el manual de teologí­a “La pastoral de la Iglesia” de D. Bourgeois que tiene como hilo conductor la reflexión sobre la Iglesia sacramento del encuentro de Dios y del hombre; a partir de ahí­ define la teologí­a pastoral-sacramental subrayando la categorí­a de sacramentalidad en la comprensión de las acciones eclesiales.

4. Qué es la teologí­a pastoral
Lo referencial para los cristianos son las actuaciones de Dios en la historia de la salvación; Jesucristo representa la culminación de la acción salvadora de Dios en favor de la humanidad. El don del Espí­ritu Santo asegura la acción del Resucitado a través de la Iglesia. La teologí­a reflexiona y profundiza en estos acontecimientos para que el hombre de hoy los pueda acoger más cordialmente, comprenderlos mejor y vivirlos más plenamente. La Palabra de Dios, la liturgia, los signos de los tiempos, la experiencia de muchos testigos y comunidades creyentes y el servicio del magisterio orientan permanentemente el quehacer de los teólogos. En buena medida, “la teologí­a es la función que realiza en la Iglesia la maduración de la labor pastoral” (H. DENis, La vertiente pastoral del estudio de la teologí­a, Seminarios 15, 1961). A la formulación de “la teologí­a práctica como teologí­a de las acciones eclesiales (palabra, liturgia y caridad) le faltaba una referencia más explí­cita a la transformación de la realidad desde el horizonte escatológico del Reino; y esta visión supone el discernimiento de los signos de los tiempos en un contexto geográfico, social y polí­tico concreto” (J. SASTRE, O.C., 2164, cfr. FR 71).

– La pastoral eclesial actualiza la praxis de Jesús. El contenido de la fe cristiana es la persona de Jesucristo, su encarnación, vida, muerte y resurrección; la praxis de Jesús tuvo como referencia principal: la voluntad del Padre discernida y realizada en la entrega total e incondicional para la salvación del género humano. Si la Iglesia tiene como misión y pretensión fundamental actualizar la praxis de Jesús a través de las mediaciones eclesiales, la teologí­a pastoral trata de fundamentar y orientar la praxis de las comunidades cristianas. La acción pastoral de la Iglesia se encuentra entre la cristologí­a y la escatologí­a, y procura por todos los medios hacer eficaz, en cada tiempo y lugar, la salvación.

– La pastoral eclesial en el horizonte del Reino. La pretensión última de Jesús fue hacer presente el Reino como buena noticia para todos y, especialmente, para los pecadores, enfermos, pobres, sencillos y excluidos. Los Apóstoles no anuncian el Reino, sino la persona de Jesús que es el fundamento, el garante y la vida nueva; quien acoge el Evangelio y sintoniza con él de corazón, está viviendo el Reino. La acción pastoral ayuda a los hombres y mujeres a vivir en el horizonte de la “civilización del amor” o desde la “cultura de la solidaridad”, expresiones que traducen de forma secular lo que es el Reino. El anuncio del Reino no sólo se refiere a la vida, sino que se constituye como lo que da sentido pleno a la existencia humana; en consecuencia, la referencia al entramado socio-histórico y el compromiso por la justicia son necesarios para el teólogo y el pastoralista. Igualmente, para que la praxis pastoral sea auténticamente liberadora necesita que el mismo Jesucristo actúe por medio del agente de pastoral: la oración y los sacramentos que alimentan la vida teologal son la fuente de la acción pastoral. La praxis mesiánica de Jesús de Nazaret nos recuerda los elementos constitutivos y complementarios de la pastoral eclesial: el anuncio del Reino con obras y palabras, el servicio gratuito en favor de los necesitados, la celebración de la historia de salvación y el compartir lo que se es y se tiene en la comunidad. La Iglesia es para el Reino, y ella misma es lugar significativo y cauce eficaz del mismo.

– La Iglesia es el sujeto de la pastoral. La misión realizada por Jesucristo es única; la Iglesia continúa en el tiempo la misión que el Señor Resucitado le encomendó. La Iglesia es misterio de comunión con Dios y con los hermanos, Pueblo de Dios y sacramento de salvación para el mundo. El ser y el hacer de la Iglesia son reflejo del ser y el hacer de cada una de las personas de la Trinidad. Cada comunidad cristiana es la que tiene que trabajar por el Reino, renovarse a sí­ misma e incorporar nuevos miembros. “El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias del hombre de nuestros dí­as, sobretodo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, lágrimas y angustias de los discí­pulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. La comunidad que ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espí­ritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido, para proponérselo a todos, el mensaje de salvación. De ahí­ la experiencia vital que le hace sentirse, y serlo en realidad, í­ntimamente solidaria con la humanidad y con su historia (GS 1). La cercaní­a, la escucha y el diálogo con el mundo constituyen la disposición básica para que la acción pastoral pueda ser oportuna y eficaz. Dentro de cada Iglesia local se necesita una pastoral de conjunto que armonice los proyectos y los agentes en una actuación única y en un territorio determinado.

– Lo vocacional es la perspectiva globalizadora de la pastoral. La acción pastoral pretende ayudar a cada cristiano a madurar la fe; la fe adulta consiste básicamente en querer buscar y hacer la voluntad de Dios atendiendo a las situaciones históricas y eclesiales cuando son leí­das como signos de los tiempos. Los caminos para que un cristiano llegue a descubrir la vocación a la que Dios le llama son los referentes a las dimensiones esenciales de la fe: la comunión eclesial, la liturgia, el anuncio del Evangelio, el testimonio de la vida y el compromiso caritativo. Los itinerarios necesitan el ejemplo de cristianos que vivan gozosamente su vocación, la presencia de comunidades de vocacionados y “lugares pedagógicos” (grupos y procesos) que faciliten el descubrimiento de los valores vocacionales, la identificación afectiva con los mismos y los primeros pasos en uno u otro proyecto vocacional. La maduración de la fe se da al entender la vida como vocación y al decidirse por la vocación concreta a la que cada cual se siente llamado por Dios; esta perspectiva es la que mejor puede globalizar las acciones pastorales al dotarlas de una meta (hacer la voluntad de Dios), y un principio estructurante (la disponibilidad vocacional).

– La acción pastoral es praxis. La práctica consiste en “una actuación única, capaz de mover en un solo proceso la totalidad del hombre y del mundo. La praxis serí­a el acto del hombre total produciendo efectos totales en todas las áreas al mismo tiempo” (J. COMBLIN, De la acción cristiana, Ví­speras 7 [1973] 22). Los cristianos, las comunidades, las mediaciones eclesiales, la pastoral y la misma teologí­a tenemos como paradigma ineludible la praxis de Jesús; esta praxis mesiánica tiene como referencia la voluntad de Dios y la entrega gratuita, universal e incondicional a los hermanos, desde la opción preferencial por los más pobres. La presencia encarnada y la conciencia empeñada en transformar la realidad para que sea más acorde con el Reino de Dios constituyen el supuesto básico de las acciones pastorales especí­ficas. Esta presencia y acción está permanentemente sujeta a revisión y conversión; el concepto praxis tiene un componente teórico (conversión y sí­mbolos) con los que se analiza la realidad y desde los que se interactúa sobre ella. El método más adecuado para analizar la realidad es el de ver-juzgar-actuar y celebrar.

5. Fundamentación de la pastoral
Hemos visto que la acción pastoral de la Iglesia parte de la misión de Cristo, tiene como horizonte el Reino y la humanidad es su destinatario principal. Para fundamentar adecuadamente la pastoral hay que considerar el Christus totus (S. Agustí­n) y comprender el misterio de la Iglesia dentro del misterio de Cristo. Así­ lo ha hecho el Vaticano II en la constitución dogmática sobre la Iglesia que sitúa a ésta entre la Pascua – Pentecostés y la escatologí­a; en este sentido, la estructura teándrica de Cristo debe ser reflejada por la Iglesia; la misión del Espí­ritu Santo hace posible la unión de la Iglesia con Cristo, al tiempo que asegura su distinción (J. Ramos, Cristo, Reino y Mundo, tres referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia, Salmanticensis 37 [1990] 177-200). La Iglesia perpetúa en el mundo hasta el final de los tiempos la mediación salvadora de la humanidad de Cristo Resucitado, en el que cree y al que sirve como único Señor. La salvación realizada por Jesucristo se manifestará en plenitud en los últimos tiempos; en tanto llega el encuentro definitivo de la humanidad con el Padre, la Iglesia comunica sacramentalmente la salvación y procura con todas sus fuerzas que el Reino penetre en los corazones y en las estructuras de este mundo. Pero la Iglesia no es el Reino, por eso tiene que convertirse constantemente al Evangelio y debe dialogar permanentemente con el mundo. “El Reino se manifiesta así­ como elemento purificador en la eclesiologí­a, evitando dos posibles errores: una excesiva fusión de los elementos humano-divinos componentes de su esencia, que conducirí­a a una divinización de la Iglesia, y una exagerada desconexión entre ellos, que le considerarí­a mera organización o comunidad humana”. (J. J. HERNíNDEZ, La nueva creación. Teologí­a de la Iglesia del Señor, Sí­gueme 1976, 135). Fidelidad a Cristo, fidelidad al Reino y fidelidad al hombre al que tiene que anunciar el Evangelio e invitar a participar en la salvación ¿Cómo tiene que situarse la Iglesia, y qué tiene que hacer para que nuestros contemporáneos perciban con mayor nitidez que Dios busca la felicidad y la realización de todo hombre y de todos los hombres? “Querer deslindar el misterio del hombre del de Cristo, del de Dios y del de la Iglesia, es tarea imposible para el que tiene fe. Todos se implican y solamente es posible la comprensión de cada uno de ellos desde la complejidad de todos” (J. A. RAMOS, Teologí­a pastoral, p. 96). El proyecto de Dios revelado en Jesucristo es que la humanidad ha sido reconciliada, y como Pueblo de Dios podemos entrar en comunión con la Trinidad y con los hermanos; la Iglesia, sacramento de comunión con Dios y con la humanidad realiza, alienta y anticipa el final: la convocación de todos en la casa del Padre para vivir en el amor con que Dios nos ha amado.

6. Niveles de la acción pastoral
– La pastoral fundamental. Aborda la acción pastoral de la Iglesia en sí­ misma, los elementos constitutivos de la acción eclesial, y cómo se expresa la Iglesia en las acciones pastorales concretas. La pastoral fundamental aborda cómo la acción eclesial es continuadora de la misión de Jesús de Nazaret y tiene como horizonte el Reino en un contexto sociocultural concreto. De esta reflexión se deducen los criterios de la acción pastoral: es acción divino-humana, tiene como meta la comunión con Dios y la comunión interhumana, propicia las condiciones para que se de la conversión, emplea el análisis crí­tico-creyente de la realidad y busca la salvación de todos desde la opción por los más pobres.

– La pastoral especial. Se refiere a la acción eclesial a través de las acciones y estructuras pastorales: la pastoral de la palabra, el proceso evangelizador, la pastoral de la caridad, la pastoral litúrgica, y la pastoral de la comunión y la responsabilidad. En cada una de estas acciones y estructuras se analiza lo existente, se ilumina teológicamente y se proyecta una actuación que aproxime la realidad al ideal del ser y de la misión de la Iglesia.

– La pastoral aplicada. Cada comunidad cristiana concreta desarrolla los planes, programas y proyectos pastorales que emanan de la reflexión, el análisis y los criterios anteriores. Los responsables de la acción pastoral deben asegurar el qué, cuándo, cómo, porqué, para qué, a quiénes, con qué recursos, cómo evaluar, etc. La pastoral aplicada se refiere a las diferentes etapas, ámbitos, edades y situaciones en las que tiene lugar la actividad pastoral concreta de cada comunidad. La teologí­a pastoral como disciplina cientí­fica y universitaria asegura el marco teológico para analizar las acciones y estructuras eclesiales y reavivar de forma constante y dinámica el cumplimiento mayor y mejor de la misión que la Iglesia ha recibido y que constituye la razón última de su existencia.

7. Retos de la teologí­a pastoral
Ya Pablo VI advirtió en EN de la ruptura entre la fe y la cultura, y las graves consecuencias que esto acarrearí­a. En las últimas décadas la situación se ha agravado por el auge del neoliberalismo, la globalización y el funcionamiento de las nuevas tecnologí­as. La misma situación eclesial no es ajena a la crisis; las presencias eclesiales, los nuevos movimientos, las diferentes praxis pastorales, los distintos enfoques teológicos, etc., reflejan una gran riqueza eclesial, pero también suscitan preguntas e interrogantes alentados por las dos fidelidades de la pastoral: al Evangelio y al hombre de hoy.

– La pastoral parte de un análisis profundo y sereno de la cultura actual para poder hacer propuestas significativas referidas a la presencia de la Iglesia, al perfil del cristiano y la tarea evangelizadora. ¿Cómo ser hoy testigos del Dios vivo?
– La pastoral eclesial tendrá muy presente que los dos grandes problemas de la humanidad son la increencia y la pobreza. ¿Cómo anunciar al Dios verdadero y trabajar por la justicia y la solidaridad al mismo tiempo?
– La pastoral profundizará la conexión entre la fe viva y operante y la pertenencia eclesial. La pérdida del “vigor de la fe” y el abandono de la Iglesia están muy relacionados; un aspecto lleva al otro y viceversa. ¿Cómo formar comunidades cristianas que sirvan para celebrar, profundizar y comprometerse en lo que creemos y anunciamos?
– La transmisión y el cultivo de la fe se hace con toda la vida de la Iglesia, y empezando por el testimonio de la caridad; la Iniciación Cristiana constituye el eje vertebrador de toda la pastoral en la Iglesia, pues el cristiano se hace a través de un aprendizaje existencial. ¿Cómo hacer para que los catecúmenos lleguen a ser creyentes confesantes que renueven las comunidades cristianas en cantidad y calidad?
– La acción pastoral procura el encuentro personal con Jesucristo, la adhesión afectiva a su persona, mensaje y el compromiso total con su causa, el Reino. Esto no es posible sin un cambio radical de mente y actitudes, la experiencia de conversión ¿Cómo estructurar los procesos de conversión que lleven a la í­ntima comunión de vida con Jesucristo?
– La pastoral es tarea de toda la Iglesia, cada uno según su vocación, ministerio o carisma, en comunión y corresponsabilidad. Los laicos participan en la misión de la Iglesia por derecho propio, en virtud del Bautismo y la Confirmación, ¿Cómo conseguir una mayor y más cualificada presencia de los laicos? ¿Cómo facilitar la corresponsabilidad en la pastoral? Padres, catequistas y profesores cristianos tienen una especial responsabilidad en la transmisión de la fe. “La parroquia está llamada a ser el lugar donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo de Dios” (DGC 27; cfr. C.T. 67), dentro del cual el Espí­ritu hace surgir diferentes carismas y servicios para la edificación de la Iglesia y la transformación del mundo” (Cardenal Aa. M. Rouco VARELA, La transmisión de la fe: esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia, Plan Pastoral para la Archidiócesis de Madrid (Curso 2000-2001), Arzobispado de Madrid, 2000).

– Los movimientos, grupos y asociaciones deben iniciar globalmente a la vida cristiana a sus miembros, según el carisma propio, pero subrayando lo fundamental y común e incorporando a sus miembros a la vida de la Iglesia diocesana. Los proyectos pastorales serán más eficaces si responden y se integran en la pastoral de conjunto de la diócesis. ¿Seremos capaces de llevar a cabo una pastoral común en lo fundamental y convergente en su múltiple realización?
– La pastoral necesita de personas formadas y vocacionadas. No se trata sólo y principalmente de hacer algo o dedicar algún tiempo semanal a la comunidad parroquial; es necesario la asunción de proyectos pastorales de forma continuada. Esto requiere preparación especí­fica y disponibilidad vocacional; las acciones pastorales que se realizan pretenden alcanzar el modo de vivir y la espiritualidad del creyente comprometido. ¿Nuestros mejores esfuerzos van a la formación de los agentes de pastoral?
– La pastoral debe cuidar los ámbitos constitutivos de la vida eclesial para que sean itinerarios vocacionales; el año litúrgico, la vida comunitaria, el anuncio del mensaje cristiano y el compromiso socio-polí­tico nos ayudan a encontrarnos con Jesucristo, con el Reino y con la Iglesia en actitud de disponibilidad y entrega. ¿Cómo lograr que sean cauces de maduración vocacional? La pastoral vocacional no es una parte más, ni siquiera la más importante, de la vida de la Iglesia, sino la perspectiva unificadora de toda la pastoral.

BIBL. – B. FORTE, La teologí­a como compañí­a, memoria y profecí­a, Sí­gueme 1990; B. LONERGAN, Método en teologí­a, Salamanca 19944; C. FLORISTíN – M. USEROS, Teologí­a de la acción pastoral, Madrid 1968; Teologí­a práctica, Sí­gueme 1995; Vaticano II, un concilio pastoral, Salamanca 1990; D. BOURGEOIS, La pastoral de la Iglesia, Edicep 2000; E. BUENO DE LA FUENTE, Eclesiologí­a, BAC 1998; F. SEBASTIíN, Nueva evangelización. Fe, cultura y polí­tica en la España de hoy, Madrid 1991; F. URBINA, Pastoral y espiritualidad para el mundo moderno. En el espesor de lo real, Popular 1993; J. SASTRE, Teologí­a pastoral, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo 1999, 2155-2171; J. RAMOS, Teologí­a pastoral, BAC 1995; M. SZENTMíRTONI, Introducción a la teologí­a pastoral, Verbo Divino 1994; R. PRAT 1 PONS, Compartir la alegrí­a de la fe. Sugerencias para una teologí­a pastoral, Salamanca 1988; W. KASPER, Teologí­a e Iglesia, Barcelona 1989.

Jesús Sastre

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios “MC”, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización

SUMARIO: !. Fundamentación bí­blica de la teologí­a pastoral. II. Historia de la acción pastoral en la Iglesia. III. Surgimiento y evolución de la teologí­a pastoral: 1. En la teologí­a católica: 2. En la teologí­a protestante; 3. Evolución actual; 4. Aportaciones últimas. IV. El carácter propio de la teologí­a pastoral: 1. La reflexión teológica; 2. La acción pastoral como praxis; 3. Caracterí­sticas propias de la acción pastoral. V. Fundamentación eclesiológica de la acción pastoral. VI. Niveles en la acción pastoral. VII. Los retos de la teologí­a pastoral hoy. Conclusión: la dimensión crí­tica de la teologí­a pastoral.

A primera vista, definir la teologí­a pastoral puede parecer difí­cil, tanto por lo que es en sí­ misma como por la evolución que ha tenido desde los comienzos de los estudios teológicos, y especialmente en los dos últimos siglos. El término pastoral está presente en muchos aspectos de la vida eclesial y, en consecuencia, desborda el ámbito de la teologí­a. No faltan los que aplican el término pastoral a un determinado enfoque con que tratan las distintas materias teológicas; en este caso la teologí­a pastoral no tendrí­a estatuto cientí­fico y no serí­a considerada como disciplina teológica.

La teologí­a pastoral no ha evolucionado tan claramente como la teologí­a sistemática y la teologí­a histórica. Sigue luchando para mantener el difí­cil equilibrio entre teorí­a y praxis; si en el pasado predominó el aspecto pragmático de la teologí­a pastoral, en el presente se han dado pasos significativos para precisar la especificidad de la teologí­a pastoral. Ante este panorama, urge la definición precisa de lo que entendemos por pastoral. Para que un saber se constituya como ciencia debe tener muy claros sus objetivos, su finalidad y la metodologí­a que le es propia.

Desde el primer momento tenemos que decir que el ser y el hacer, lo teórico y lo práctico, no sólo no se oponen, sino que se implican mutuamente. Toda acción eclesial comporta un elemento reflexivo que no se puede separar de la acción misma; la reflexión teológica sobre la acción de la Iglesia es el contenido propio de la teologí­a pastoral. Además, la teologí­a pastoral emplea la razón práctica como mediación de la reflexión, pues parte de la realidad existente para llegar a la realidad tal y como deberí­a ser, según la propuesta evangélica. En este sentido, es teologí­a inductiva y necesita necesariamente de la ayuda de las ciencias humanas.

I. Fundamentación bí­blica de la teologí­a pastoral
El término pastor y pastoreo tiene base bí­blica, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Han sido los estudios bí­blicos los que han renovado significativamente la vida de la Iglesia, el quehacer teológico y la enseñanza de la teologí­a. La historia de Israel se presenta con frecuencia con la imagen del rebaño reunido por Dios como buen pastor1, que libera al pueblo de la esclavitud y lo conduce a la tierra prometida con reiterados cuidados, con paciencia y amor (cf Sal 78,52-55; Ex 15,13; Is 40,1). Desde esta misma óptica se interpreta el regreso del exilio de Babilonia y la restauración del pueblo (cf Zac 10,8-12; Is 49,1-26; Miq 2,12).

La palabra pastor también se aplica a aquellos que deben guiar y proteger al pueblo. La referencia para valorar el ejercicio del pastoreo es el modo como Dios ha cuidado a su pueblo. El Mesí­as esperado se presenta también como el pastor que ha de realizar la salvación plena y definitiva. Cristo se encuentra con un pueblo dominado, infiel y desorientado “como ovejas sin pastor” (Mc 6,34; Mt 9,36). El evangelio de Juan presenta a Jesús como el buen pastor que conoce a su rebaño y que da la vida por sus ovejas (Jn 10,1-18); por la entrega del pastor los hijos dispersos serán reunidos (l Pe 2,25) y se irá formando un solo rebaño bajo un solo pastor (Jn 10,16).

a) La praxis pastoral de Jesús recogida en los evangelios es la referencia obligada de la pastoral de la Iglesia. Jesús de Nazaret aparece como profeta escatológico que anuncia el reino de Dios2; como profeta es tenido por el pueblo (cf Mc 6,15; Mt 21,11; Lc 7,16; Jn 4,19; 7,40). “Es profeta porque, con una fidelidad absoluta a su misión y con una libertad sin compromisos, anuncia las exigencias radicales de Dios, con plena lucidez sobre los acontecimientos individuales y sociales”3. El núcleo de la predicación de Jesús es el anuncio del reinado de Dios y la llamada apremiante a la conversión para que el tipo de vida que propone sea posible. Los protagonistas del Reino son los pobres, los excluidos, los oprimidos y los que padecen (Mt 5,1-11). Jesús manifiesta con sus acciones liberadoras que el Reino está presente y que acaece por medio de su persona; al mismo tiempo, habla de que el Reino se realizará plenamente en el futuro, cuando toda injusticia sea superada (Lc 17,26-30; Mt 11,5). El reino de Dios es una denominación teológica de la sociedad alternativa que Jesús propone a la humanidad4.

Jesús une a los apóstoles a su misión, y después de la resurrección les encomienda la tarea de apacentar desde el amor y la entrega (Jn 21,15-17). La misma fidelidad que Jesús ha tenido a la voluntad del Padre es la que los apóstoles deben tener cuando reciben el mandato misionero. Toda la Iglesia como pueblo de Dios, misterio de comunión y sacramento de salvación para el mundo, está llamada a continuar la acción de Cristo.

Lo nuclear en la misión de Jesús es el anuncio del Reino como manifestación plena, gratuita y definitiva de Dios en la historia, que se consumará en la plenitud escatológica. La persona, la vida y las acciones de Jesús son la mediación necesaria para entender y vivir el Reino. La muerte y la resurrección de Jesucristo manifiestan el carácter decisivo de la acción salví­fica de Dios, que va más allá de los lí­mites históricos y da al acontecimiento de Jesús de Nazaret un carácter definitivo y universal (Mt 18,15-20).

Jesús llama personalmente e invita al seguimiento; los que siguen a Jesús forman una comunidad. Estando con Jesús y en la comunidad que él forma aprenden a actuar como el Maestro. Jesús llama a Dios Abbá y nos propone una nueva relación con él. “El mensaje central del Nuevo Testamento es, a la vez, la revelación del corazón paternal de Dios y la revelación de la exigencia de que vivamos como hermanos: sólo cuando se asumen a la vez estos dos aspectos, la revelación se hace humanizadora y liberadora; de otro modo podrí­a ser más bien alienante”5. Las acciones más significativas que Jesús hace son los gestos sanadores, el perdón de los pecados y las comidas fraternas. De este modo Jesús nos revela la misericordia entrañable del Padre, nos libera del mal y del pecado, nos devuelve la esperanza y nos propone unos nuevos valores éticos.

b) Por el Espí­ritu Santo, la Iglesia que nace en Pentecostés es constituida en cuerpo de Cristo, y Cristo actúa por medio de ella para hacer presente la salvación en todo tiempo y lugar. Las primeras comunidades fueron conscientes de que su razón de ser estaba en Jésucristo y en el evangelio, y de que su misión consistí­a en el anuncio del kerigma, la enseñanza de los apóstoles (didajé), la llamada a la conversión, la vida fraterna (koinoní­a) y la celebración de la cena del Señor (cf He 2,42-47; 4,32-35). El contexto sociocultural y sociorreligioso hace que, desde el principio, la acción pastoral sea diferenciada por sus destinatarios y por la organización de las comunidades (cf He 15,1-33; 17,16-34). La misión encomendada por Cristo se vive como un itinerario de maduración de la fe e incorporación a la comunidad cristiana, en el que intervienen los distintos ministerios. La reflexión teológica, el ejercicio del magisterio y el discernimiento son tres elementos í­ntimamente relacionados en el ser y en el hacer de la Iglesia primitiva. Y todo esto en un contexto de problemas internos en las comunidades, de dificultades en la evangelización del mundo grecorromano y de persecuciones por parte de los poderes públicos. En la Iglesia primitiva aparecen formas comunitarias distintas en unidad y comunión; así­ lo atestiguan las comunidades de Jerusalén, Antioquí­a, Corinto, Macedonia, Roma, Galacia, etc.

II. Historia de la acción pastoral en la Iglesia
a) La Iglesia primitiva manifestó un gran dinamismo en sus comienzos; en el inicio del tercer siglo los cristianos eran un grupo significativo de la población del Imperio romano. En esta época los cristianos tienen conciencia de que la Iglesia es universal y deben situarse en relación positiva con la cultura que les toca vivir. El catecumenado y las escuelas de catequistas fueron los dos grandes soportes de la acción pastoral de la Iglesia en los siglos II y III6. A finales del siglo III la Iglesia es la fuerza espiritual más significativa en el Imperio romano. Los laicos tienen gran protagonismo y la diferencia se establece entre creyentes y no creyentes.

b) De la época patrí­stica (siglos IV-VII) conservamos excelentes catequesis. A modo de ejemplo, citamos De catechizandis rudibus de san Agustí­n o las catequesis mistagógicas de Cirilo de Jerusalén. El ejercicio pastoral de los Padres manifiesta un admirable equilibrio entre los diferentes elementos: jerarquí­a y fieles, Iglesia universal e Iglesia local, el obispo de Roma y los demás obispos, la conversión, los sacramentos, la fe y la presencia secular. El catecumenado, que duraba una media de tres años, va quedando reducido a la cuaresma, se empieza a generalizar el bautismo de párvulos y comienza a hacerse la distinción entre clérigos y laicos, con todas las consecuencias que esto ha tenido en los siglos posteriores.
c) En la época llamada de cristiandad, en la Edad media (siglos VIII-XV), el pueblo comienza a no entender el latí­n, aparece una religiosidad más individual y se refuerza el poder temporal del papado. La Iglesia se va configurando como un elemento estructurante de la vida social. Los enemigos de la fe son los herejes dentro de la cristiandad y los musulmanes fuera de ella; en respuesta se organiza la Inquisición y las Cruzadas. El derecho romano va siendo acogido en el derecho canónico. Desaparece el catecumenado, decae la catequesis y la predicación; la piedad cristiana se articula en referencia al Cristo sufriente y lo especulativo va ganando terreno en la reflexión teológica. Dada la situación de hambre, pestes y precariedades que padece la humanidad, la muerte aparece como elemento importante en la configuración de la espiritualidad cristiana, tal y como lo manifiestan las artes del bien morir. Decrece la conciencia comunitaria de los fieles cristianos, aparece la territorialidad como criterio pastoral y los movimientos evangélicos que tratan de renovar la vida de la Iglesia.

d) Los siglos XVI y XVII vienen definidos pastoralmente por la influencia de la Reforma y la Contrarreforma. Lutero defiende una eclesiologí­a fundamentada en la fe personal, la palabra de Dios y el sacerdocio de los fieles. El concilio de Trento se propone hacer una revisión de la dogmática y de la pastoral; la visión teológica de Trento influye decisivamente en el desarrollo de la eclesiologí­a y la pastoral. Trento afirma la transmisión eclesial de la revelación, la estructura sacramental de la justificación y la constitución jerárquica de la Iglesia. En consecuencia, se subraya el opus operatum de los sacramentos, se ve con recelo el que los fieles lean la palabra de Dios, se reforma la liturgia para unificarla y se desarrolla una espiritualidad cristiana centrada en la presencia real de Cristo en la eucaristí­a, la devoción a la santí­sima Virgen, la misa como sacrificio y la importancia del sacerdocio jerárquico. Trento inicia una labor importante de formación del clero diocesano, y de instrucción religiosa de los laicos a través de las catequesis dominicales para adultos.

e) En los siglos XVIII y XIX la Iglesia toma una actitud de separación del mundo y se genera una pastoral de defensa de la fe, pues se ve con desconfianza a la sociedad. La preocupación pastoral se orienta hacia la educación moral, el sacramentalismo sin mucha preparación, y unas formas de piedad individualista. A finales del siglo XIX se dan en Alemania los primeros intentos de renovación kerigmática, el inicio del catolicismo social y la renovación litúrgica en la abadí­a benedictina de Solesmes. Surgen cofradí­as y asociaciones para fomentar la vida espiritual de los laicos. La formación de los sacerdotes tiene una orientación apologética y la Iglesia se estudia en los seminarios en un tratado de derecho público eclesiástico7.
f) En la primera mitad del siglo XX comienza la renovación de los estudios bí­blicos, litúrgicos y patrí­sticos. La palabra de Dios empieza a conectarse con las exigencias del mundo moderno; esto produce una orientación nueva de la pastoral. Con todo, hay reticencias por parte del magisterio de la Iglesia a todo lo relacionado con la filosofí­a de la acción y del sentimiento, el subjetivismo, el vitalismo y el historicismo.
Entre las dos guerras mundiales se producen cambios importantes alentados por la revalorización de la Palabra, la conciencia del sentido comunitario de la fe, la participación del seglar en el apostolado, la preocupación ecuménica, la necesidad de una liturgia más viva y la renovación de los estudios teológicos desde la Biblia y la cristologí­a. Surge la idea de parroquia en estado de misión para responder a la descristianización de la clase obrera en las grandes ciudades, y se da, de este modo, una presencia nueva de los cristianos en lugares significativos.

g) Segunda mitad del siglo XX. Las grandes y rápidas transformaciones experimentadas a raí­z del Vaticano II, y especialmente en las últimas décadas, han planteado nuevos problemas y abierto nuevas perspectivas a la pastoral de la Iglesia. Se habla de nueva evangelización, de nuevas situaciones culturales como nuevos campos de evangelización, de nueva época en la historia de la humanidad, de nuevos areópagos (entre los que destacan los medios de comunicación social), etc. Situaciones a las que la pastoral trata de responder fomentando el diálogo entre la fe y la cultura, la evangelización como inculturación, la adopción de los nuevos areópagos y los campos culturales tradicionales, la atención al mundo de los jóvenes… Todo ello es objeto de la reflexión de la Iglesia, destacando, además de los documentos conciliares, varias encí­clicas y exhortaciones apostólicas de los últimos papas y otros documentos, como la Fieles et ratio (14.9.1998), de Juan Pablo II, y expresamente sobre el tema que nos ocupa: Para una pastoral de la cultura (23.5.1999), del Consejo pontificio de la cultura.

III. Surgimiento y evolución de la teologí­a pastoral
El IV concilio de Letrán (1215) estableció la existencia de un magister especializado en pastoral y en la práctica de la confesión, que completara la docencia del magister de Sagrada Escritura. Fue Pedro Canisio, en el siglo XVI, el primero que utilizó el término teologí­a práctica. En 1585, J. Molanus publicó el manual Theologiae practicae compendium. En el siglo XVII la teologí­a pastoral se habí­a transformado en resolución de casos morales. Como disciplina, surgió en 1774, por real decreto de Marí­a Teresa de Austria, al aprobarse el plan de reforma de los estudios eclesiásticos formulado por el canonista benedictino Stephan Rautenstrauch. En España, el primer manual es de 1805; su autor es L. A. Marí­n y se titula Instituciones de teologí­a pastoral o Tratado del oficio y obligaciones del párroco. Los manuales de pastoral buscaban la preparación de buenos pastores para que estos formaran, a su vez, buenos ciudadanos y cristianos. La orientación de estos manuales era pragmática (consejos y recetas), y el pastor era considerado como servidor del Estado para tutelar y educar en los valores sociales vigentes, pues el Estado se constituí­a en servidor y protector de la religión.

1. EN LA TEOLOGíA CATí“LICA. La teologí­a pastoral católica ha pasado por varias etapas8: comprensión pragmática (siglos XVIII y XIX) como acabamos de exponer; concepción histórico-salví­fica, debido a su inspiración bí­blica y kerigmática y por la consideración del sacerdote como colaborador de Cristo; con todo, le falta la óptica eclesiológica. La comprensión eclesiológica se debe a A. Graf a mediados del siglo XIX y a la influencia de la Escuela de Tubinga.

Para A. Graf la teologí­a práctica surge de la reflexión o conciencia que la Iglesia tiene de sí­ misma al autoedificarse de cara al futuro. Un discí­pulo de A. Graf, J. Amberger, vuelve a clericalizar el enfoque de la teologí­a pastoral, al relacionar esta materia con el derecho canónico y presentar su objetivo como la adecuada formación del pastor para la recta administración de su oficio.

2. EN LA TEOLOGíA PROTESTANTE. La teologí­a protestante ha hecho aportaciones valiosas al enfoque de la teologí­a pastoral9. Para Lutero la experiencia que viene de la fe en Cristo crucificado es fundamental para evitar una teologí­a especulativa. El objeto propio de la teologí­a es la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios; en este sentido, la auténtica teologí­a es práctica, pues se centra en la experiencia de la fe y en la predicación de la palabra de Dios. F. Schleiermacher (1763-1834) presenta la teologí­a como ciencia en relación con la conducta de la Iglesia, y divide la teologí­a en sistemática, histórica y práctica. La teologí­a práctica comprende el ministerio de la palabra, el de la liturgia y el de la administración de la Iglesia según los tres oficios de Cristo profeta, sacerdote y rey. En la evolución posterior de la teologí­a protestante se subraya que la Iglesia, y cada comunidad cristiana, es el sujeto y el objeto de la teologí­a pastoral. K. Barth (1886-1968) insiste en que la finalidad de la teologí­a dogmática es la predicación, pues lo que importa es la actualización del acon. tecimiento contenido en la revelación10. El pastoralista A. D. Müller en el posconcilio, y con clara influencia del teólogo P. Tillich, formula la teologí­a práctica como “el lugar teológico de la justa realización del reino de Dios en la Iglesia y por la Iglesia en el mundo”11.

3. EVOLUCIí“N ACTUAL. La renovación más reciente de la teologí­a pastoral en el ámbito católico se debe a C. Noppel, que en 1937 publicó Aedificatio Corporis Christi; su visión es eclesiológica, y añade una tercera parte a la teologí­a pastoral: la misión, en la que el laico tiene un lugar importante por el bautismo y la confirmación. F. X. Arnold12 en los años cuarenta define la teologí­a pastoral como “teologí­a de las acciones eclesiales”. P. A. Liégé13 en Francia tiene el mismo enfoque, al presentar la teologí­a pastoral como la “reflexión sistemática sobre las diversas mediaciones que la Iglesia realiza para la edificación del cuerpo de Cristo”. La fundamentación cristológica, eclesiológica y de unidad de misión, sitúa a la teologí­a pastoral en el lugar teológico que le corresponde por su propia naturaleza.

La renovación de la teologí­a pastoral se sitúa en el marco de la renovación de la teologí­a realizada por el Vaticano II. Ya en los años anteriores al Concilio se veí­a la necesidad de trabajar: una formulación espiritual de la teologí­a (J. González Arintero), una teologí­a predicable (escuela kerigmática de Innsbruck y J. A. Jungmann), la no separación de la teologí­a y la liturgia (O. Casel) y la relación entre la teologí­a y las realidades temporales. El Vaticano II desarrolló estas intuiciones y logros, que hasta entonces eran intentos parciales. La nueva visión de la teologí­a viene marcada por los siguientes rasgos: la realidad de las comunidades cristianas como lugar teológico, la reflexión teológica busca la realización de las comunidades cristianas en el amor y la esperanza escatológica, y la dimensión socio-polí­tica de la fe desde la óptica del Reino. En la etapa pos-conciliar es K. Rahner quien coordina la elaboración de un manual de teologí­a pastoral subtitulado Teologí­a práctica de la Iglesia en su presente. Presenta la teologí­a pastoral como una disciplina teológica autónoma, cuyo objeto es la Iglesia; desarrolla los fundamentos de la acción pastoral desde una eclesiologí­a existencial, y termina proponiendo criterios para la renovación pastoral. El manual de teologí­a pastoral (Handbuch der Pastoraltheologie) editado por F. X. Arnold, F. Klostermaun, K. Rahner, V. Schurr y L. M. Weber, en seis volúmenes, entre 1964 y 1972, es el primer gran intento para presentar la teologí­a pastoral como saber teológico con rango universitario. Parte de una eclesiologí­a existencial, pues el estudio teológico de la situación de la Iglesia aparece como la base de la teologí­a pastoral. El objeto material de la teologí­a pastoral es la acción teándrica de la Iglesia, es decir, toda la vida de la Iglesia (miembros, funciones, acciones y estructuras). El objeto formal viene dado por la situación concreta en que se encuentra la Iglesia, como ámbito donde es posible la historia de salvación sin polarizaciones ni reduccionismos. El método es deductivo-inductivo y antropológico-teológico al tiempo. Las carencias de este enfoque han estado en la identificación de lo cristiano con lo eclesial, y en el poco espacio dado a los datos socio-económicos y socio-polí­ticos a la hora de hablar de la autorrealización de la Iglesia en el mundo. Con todo, sus aportaciones han sido enormes y definitivas en el enfoque actual de la teologí­a pastoral.

La teologí­a de la liberación ha hecho aportaciones muy valiosas a la teologí­a pastoral al recuperar la dimensión polí­tica de la fe, la perspectiva del pobre, la relación entre fe comprometida y reflexión teológica, y la centralidad de la caridad en la vida cristiana. El resultado es una nueva hermenéutica y “una nueva manera de hacer teologí­a”14. “Partimos de un presupuesto: la teologí­a que no es práctica, que no parte de la praxis para encaminarse a ella de un modo próximo o remoto es irrelevante. Por el contrario, toda teologí­a básicamente referida a la praxis transformadora de la realidad será, a nuestro entender, teologí­a pastoral o teologí­a práctica. La teologí­a de la liberación, por ejemplo, es hoy básicamente teologí­a práctica fundamental”15
J. Sobrino formula el quehacer teológico desde la categorí­a intellectus amoris como “reacción de la misericordia ante los pobres, a partir de una determinada precomprensión subjetiva (la opción por los pobres) y un determinado lugar objetivo (el mundo de los pobres)”. Al incorporar a la reflexión teológica la categorí­a de praxis aparece con nitidez algo inherente a la fe cristiana: el cristianismo no sólo interpreta la existencia, sino que es “esencialmente una renovación de la existencia”16. J. B. Libanio relaciona teologí­a y praxis al hablar de la realidad eclesial de América latina: “La teologí­a de la liberación tiene una intención práctica que se manifiesta a través de tres relaciones con la praxis: es teologí­a en la praxis, al estar el teólogo comprometido con la causa de liberación de los pobres; es teologí­a para la praxis, al afrontar las mediaciones polí­ticas de una acción transformadora de la realidad; y es teologí­a por la praxis en la medida en que la misma praxis tiene una dimensión de juicio, dentro de la naturaleza de la teologí­a”17.

4. APORTACIONES ÚLTIMAS. En 1974 se celebra en Viena el congreso de teólogos dedicados a la teologí­a pastoral. A partir de este encuentro, comienza a designarse en el ámbito católico a la teologí­a pastoral con la expresión teologí­a práctica. Las corrientes actuales acentúan enfoques distintos y complementarios sobre planteamientos básicos comunes18. H. Schuster hace una teologí­a pastoral desde la referencia a Jesús de Nazaret, y la praxis de los cristianos en relación a la praxis de Jesús como el lugar propio de la teologí­a pastoral. R. Zerfass expone el modelo de teologí­a pastoral desde la categorí­a de la acción y las ciencias de la acción (psicologí­a, sociologí­a, economí­a, pedagogí­a, polí­tica y ciencias de la comunicación humana). Se parte de la praxis para terminar en la praxis; entre uno y otro momento se da la confrontación entre lo que existe y la praxis evangélica ideal. S. Hitner propone conjuntar los diferentes campos de la praxis pastoral en las dimensiones que llama organización (reunir y formar comunidad), comunicación del evangelio en las diferentes acciones eclesiales y pastoreo (como servicio comunitario a las necesidades humanas). K. W. Dahn introduce en la década de los setenta la teorí­a funcional aplicada a la acción eclesial, y desde ahí­ reformula la teologí­a pastoral. La realidad social no ha estado muy presente en la reflexión teológica; más aún, ha sido un elemento incómodo, tanto para el pensamiento teológico como para la acción pastoral. Dahn subraya la implicación de la Iglesia en grupos y obras sociales y lo que la Iglesia podrí­a hacer en este campo. La Iglesia aporta a la sociedad sistemas de interpretación y de valoración, así­ como ayuda en momentos significativos de la existencia de las personas y de los grupos. Recientemente el Consejo pontificio de la cultura ha publicado el ya mencionado documento Para una pastoral de la cultura, en el que, después de hacer algunas reflexiones sobre los retos que las nuevas situaciones culturales plantean a la pastoral de la Iglesia, ofrece algunas propuestas concretas para diversas situaciones de la realidad actual. En España, C. Floristán, profesor de Pastoral de la Universidad pontificia de Salamanca y en el Instituto superior de pastoral, ha enfocado la teologí­a pastoral como teologí­a práctica desde una doble perspectiva: una formulación de la praxis de la Iglesia y una praxis de la reflexión teológica. El análisis de la praxis de la Iglesia y de las comunidades cristianas se hace con los instrumentos propios de las ciencias socio-psicológicas, la iluminación desde las aportaciones de la exégesis histórica y la hermenéutica bí­blica pastoral; de lo anterior sale un saber teológico-práctico “que es interpretación actualizante del pasado y modelo operacional para la praxis actual”19. En 1968, C. Floristán y M. Useros publicaron Teologí­a de la acción pastoral y en 1983 C. Floristán y J. J. Tamayo coordinaron la obra Conceptos fundamentales de pastoral, en la que 39 especialistas comentan 82 conceptos de teologí­a y de pastoral. F. J. Calvo y R. Prat i Pons también han trabajado con profundidad y creatividad el tema de la teologí­a pastoral. En 1995 J. A. Ramos publica en la serie de Manuales de teologí­a (BAC) el texto de Teologí­a pastoral; su orientación corresponde al enfoque eclesiológico de la pastoral y a las coordenadas teológicas del Vaticano II; podrí­a haber incorporado más las aportaciones de la teologí­a de la praxis y del método propio de la teologí­a práctica.

IV. El carácter propio de la teologí­a pastoral
1. LA REFLEXIí“N TEOLí“GICA. LO primero en la vida de la Iglesia, de cada comunidad cristiana y de cada creyente, son las intervenciones de Dios en la historia, especialmente a través de Jesucristo. El Resucitado sigue actuando en el mundo por la acción del Espí­ritu a través de la Iglesia, sacramento de Cristo para la salvación de todos. La reflexión sobre estos acontecimientos y sus manifestaciones es el objeto propio de la teologí­a. En sentido propio, la teologí­a nos ayuda a comprender mejor y a adentrarnos más plenamente en aquello que creemos por la fe; la teologí­a debe llevarnos a lo que constituye lo nuclear de la fe: la contemplación del Misterio y su realización aquí­ y ahora20. Por lo mismo, la reflexión teológica no se puede alejar de la Palabra revelada, de la celebración litúrgica y de los signos de los tiempos. La teologí­a lleva necesariamente a la pastoral, y la caridad pastoral impulsa la mejor reflexión teológica; más aún, la reflexión teológica necesita en sí­ misma talante pastoral. Están tan í­ntimamente relacionadas teologí­a y pastoral, que H. Denis llegó a decir que “la teologí­a es la función que realiza en la Iglesia la maduración de la labor pastoral”21.

A la comprensión de la teologí­a práctica como teologí­a de las acciones eclesiales (palabra, liturgia y caridad) le faltaba una referencia más explí­cita a la transformación de la realidad desde el horizonte escatológico del Reino; y esta visión supone el discernimiento de los signos de los tiempos en un contexto geográfico, social y polí­tico concreto. La humanización del mundo sólo es posible si la historia y la sociedad se analizan desde los excluidos y despojados de sus derechos más elementales como personas. Al situar la opción preferencial por los pobres en la misma reflexión teológica, se ve con más claridad la relación entre la inteligencia de la fe y la praxis histórica de la fe. Los pobres aparecen como los destinatarios del evangelio, los hijos queridos de la Iglesia y los interlocutores de la teologí­a, para que sean los protagonistas de la transformación histórica de la realidad. Hablamos de una liberación integral que comprende los aspectos económicos, humanos y espirituales. De este modo la teologí­a es praxis de liberación intraeclesial, pastoral y polí­tica. Según J. Audinet la teologí­a práctica tiene como objetivo “dar cuenta de la fe y del Dios que ella confiesa en el contexto de las prácticas sociales y culturales contemporáneas”22, ya que “el anuncio del evangelio en las diversas culturas, aunque exige de cada destinatario la adhesión a la fe, no les impide conservar una identidad cultural propia, favoreciendo el progreso de lo que en ella hay de implí­cito hacia su plena explicación de la verdad” (FR 71).

2. LA ACCIí“N PASTORAL COMO PRAXIS. Ya Aristóteles entendí­a la praxis como actividad inmanente al ser humano; mientras que la poiesis (arte o técnica) era el producto de una acción transitiva. K. Marx fue quien dio a la praxis el rango de categorí­a nuclear en el conocimiento humano, al definirla como criterio de verdad y elemento de cambio revolucionario; para Marx todo es en y por la praxis.

En la comprensión actual, cuando hablamos de praxis decimos que hay un componente, la acción, para señalar la interacción de las personas entre sí­ y con el mundo, y otro componente, la teorí­a, para significar la cosmovisión y los sí­mbolos con los que se interpreta la realidad y se actúa ante ella. Uno y otro elemento se implican mutuamente. J. Habermas, de la escuela de Frankfurt, ha elaborado su “teorí­a crí­tica de la sociedad” como “autoconciencia de una praxis”23. Según J. Comblin la praxis consiste en “una actuación única, eapaz de mover en un solo proceso la totalidad del hombre y del mundo. La praxis serí­a el acto del hombre total produciendo efectos totales, en todas las áreas al mismo tiempo”24.

Los cristianos hemos configurado nuestra fe como memoria y memorial de la pascua de Cristo; la Iglesia se constituye como comunidad que anuncia el evangelio de Jesucristo, que celebra su vida entregada en obediencia al Padre para la salvación de los hermanos, y que se compromete, desde el amor y la esperanza escatológica, en la construcción del Reino. Para los evangelistas, y especialmente para san Juan, la verdad sobre Dios y sobre el hombre es Jesucristo como realización del proyecto salvador del Padre. La praxis de Jesús en referencia al Padre y su amor gratuito, incondicional y universal a los hermanos constituye el contenido fundamental de la fe cristiana.

La acción pastoral pretende actualizar la praxis de Jesús a través de las mediaciones eclesiales y de los cristianos. La teologí­a pastoral se podrí­a definir como la teorí­a que ilumina la praxis de las comunidades cristianas; según W. Pannenberg, “la referencia (de la teologí­a) a la praxis de la vida no constituye sólo una disciplina teológica particular, sino que abarca a toda la teologí­a en su totalidad” 25. Este enfoque del quehacer teológico hace que “la opción del teólogo como creyente (su Pides qua) exige de él hoy dí­a el compromiso decidido por la justicia en el mundo, por la liberación de los oprimidos” 26. En consecuencia, la presencia encamada y transformadora de los cristianos debe ser convergente con todos los que trabajan por la liberación humana integral y, desde ahí­, aportar lo propio de la visión cristiana.

3. CARACTERíSTICAS PROPIAS DE LA ACCIí“N PASTORAL. a) La acción pastoral actualiza la praxis de Jesús. La praxis de Jesús se desarrolló como cumplimiento del proyecto salvador del Dios del Reino, desde la solidaridad con los enfermos, pobres, pequeños, excluidos y pecadores. La acción pastoral se sitúa entre la cristologí­a y la escatologí­a, y trata de realizar en cada lugar y momento histórico la salvación cristiana. A esto se llama actualización teándrica de la praxis de Jesús, o principio humano-divino de la acción pastoral.

b) La acción pastoral tiene como horizonte el Reino. El Reino es don que parte de la iniciativa de Dios, y llamada personal a la conversión. Acoger el Reino es acoger al mismo Cristo para tener sus mismos sentimientos (cf Flp 2,5-11), criterios, actitudes y comportamientos27. Las comunidades cristianas tienen la misma pretensión que tuvo Jesús de Nazaret: hacer que la realidad que vivimos se parezca más al estilo de vida del evangelio. Para que el cristiano pueda continuar la obra de Cristo necesita que Cristo actúe en él; por consiguiente, la oración va inexorablemente unida a la acción. La acción pastoral debe tener los mismos elementos que la práctica mesiánica de Jesús: el anuncio profético (martyrí­a), el compromiso liberador (diakoní­a), la celebración (leiturgia) y la fraternidad (koinoní­a).

c) La acción pastoral corresponde a la Iglesia. Es toda la Iglesia la que, animada por el Espí­ritu Santo, proclama la resurrección de Cristo, anuncia la buena noticia a los pobres, se renueva a sí­ misma desde la comunión trinitaria y con los hermanos, y trata de construir el Reino. La Iglesia como pueblo de Dios y sacramento de salvación, es para el Reino, en el que los pobres, enfermos y pecadores son los preferidos. A cada comunidad cristiana le corresponde vivir encamada, discernir los signos de los tiempos y, de una manera corresponsable, llevar adelante todas las acciones que le son propias, en permanente reciprocidad de las unas con las otras y evitando polarizaciones o reduccionismos.

d) La acción pastoral de la Iglesia es una pastoral de conjunto. Partimos de la afirmación de que el diálogo de la Iglesia con el mundo debe estar en el corazón de la vida eclesial. La teologí­a de la misión ha ayudado mucho a que la Iglesia analice y renueve su presencia y estructuras pastorales. La expresión pastoral de conjunto significa: análisis de la realidad social, conjunción de proyectos, medios y agentes, y la Iglesia diocesana como unidad pastoral. Con este planteamiento se pretende dar respuesta a dos cuestiones básicas: cómo evangelizar al mundo de hoy, y cómo ser más eficaces. Este planteamiento que surge en los años anteriores al Vaticano II es recogido al comienzo de la constitución Gaudium et spes con estas palabras: “El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias del hombre de nuestros dí­as, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, lágrimas y angustias de los discí­pulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. La comunidad que ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espí­ritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido, para proponérselo a todos, el mensaje de la salvación. De ahí­ la experiencia vital que le hace sentirse, y serlo en realidad, í­ntimamente solidaria con la humanidad y con su historia” (GS 1).
e) La acción pastoral tiene una perspectiva vocacional. Dios llama a la vida y a encontrar en la existencia las llamadas concretas que van definiendo la vocación personal que el Padre da a cada uno de sus hijos. Lo vocacional es una dimensión esencial y constitutiva de la pastoral, pues esta es un servicio a cada creyente y comunidad para que descubra el proyecto de vida al que Dios le llama a través de las necesidades del mundo y de la Iglesia. La perspectiva vocacional invita al creyente a ponerse en actitud de disponibilidad ante la propuesta de Dios, y le ayuda al discernimiento vocacional según el modo de discernir de Jesús de Nazaret. Esta propuesta tiene dos consecuencias: la pastoral general debe apuntar hacia las opciones vocacionales, y la pastoral vocacional debe enriquecerse con todas las dimensiones de la pastoral. Los itinerarios vocacionales no pueden ser otros que las dimensiones de la fe: la comunión eclesial, la oración y la liturgia, el anuncio testimonial del evangelio y el servicio de la caridad. Estos itinerarios -como piden los últimos documentos del magisterio pastoral sobre vocaciones28- necesitan comunidades (lugares-signo) donde se vive la vida como vocación y grupos catecumenales (lugares pedagógicos) en los que se puede madurar la vocación a través de la siembra, el acompañamiento, la educación, la formación y el discernimiento.

V. Fundamentación eclesiológica de la acción pastoral
Al repasar la historia de la acción pastoral de la Iglesia hemos vista cómo la manera de entenderse la Iglesia a sí­ misma y la manera de situarse en el mundo condicionan la pastoral que realiza. El Vaticano II en su conjunto fue una reflexión sobre la identidad de la Iglesia y su presencia dialogante, misionera, samaritana y evangelizadora. La fundamentación eclesiológica de la teologí­a pastoral dota a esta en sí­ misma, y a la metodologí­a que le es propia, de una base teológica. La acción pastoral tiene tres referencias básicas: Cristo, el Reino y la humanidad29; a ellas se ha referido constantemente la teologí­a pastoral en la etapa posconciliar30. La razón de ser de esta eclesiologí­a está en las realidades que la constituyen, desde las que reflexiona y a las que sirve al entender a la Iglesia como “sacramento de salvación para el mundo”. Del mismo modo, la acción pastoral busca a Cristo, al Reino y a la humanidad para ser fiel al evangelio que la origina.

La encí­clica Ecclesiam suam, de Pablo VI, recupera el Christus totus de san Agustí­n al considerar dentro del misterio de Cristo el misterio de la Iglesia. La constitución dogmática Lumen gentium entiende a la Iglesia desde el misterio de la plenitud de Cristo, que comprende la encarnación, la pascua, pentecostés y la escatologí­a. Es, por consiguiente, más en el terreno del obrar que en el del ser donde hay que situar el paralelismo entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia está llamada a continuar en el mundo la mediación salví­fica de la humanidad del que es su Señor. Precisamente porque es su Señor, nunca puede ser identificada con él y siempre tiene que existir la distancia que, junto con el cuerpo de Cristo, está iluminada por la imagen de “espera” (cf LG 6). Para poder continuar esta mediación, es lógico que la estructura teándrica de Cristo sea de alguna manera reproducida por el ser de la Iglesia31. El Espí­ritu Santo es el que asegura, al tiempo, la unión y la distinción entre Cristo y la Iglesia; en consecuencia, la acción pastoral de la Iglesia viene de Cristo, y él es su referencia.

La Iglesia expresa sacramentalmente la salvación definitiva realizada por Jesucristo y que se manifestará plenamente en el Reino escatológico. La Iglesia no es el Reino, pero sirve al Reino y avanza hacia él. Por eso, la Iglesia también es presentada como pueblo de Dios en marcha con la humanidad hacia el encuentro con el Padre. Al no identificarse la Iglesia con el Reino, esta tiene que estar muy atenta para dialogar y colaborar con otras realidades humanas que significan y realizan, a su modo, el Reino. “El Reino se muestra así­ como elemento purificador en la eclesiologí­a, evitando dos posibles errores: una excesiva fusión de los elementos humano-divinos componentes de su esencia, que conducirí­a a una divinización de la Iglesia, y una exagerada desconexión entre ellos, que la considerarí­a mera organización o comunidad humana”32. Con este planteamiento se subraya la responsabilidad de toda la Iglesia, según la vocación de sus miembros en la misión evangelizadora. La Iglesia anuncia el Reino, lo acoge en la vida de comunión, lo celebra en la liturgia y lo construye por la presencia y el compromiso. La fidelidad a Cristo es fidelidad al Reino, y la comunidad eclesial debe estar permanentemente edificándose desde el origen que la constituye y la meta hacia la que se encamina.

La Iglesia está en el mundo, es para la humanidad y sus estructuras y mediaciones también son humanas. La tarea de la comunidad eclesial es significar el Reino y hacerlo posible en cada tiempo y lugar histórico; por lo mismo, la Iglesia es lugar e instrumento del Reino y servidora de la humanidad. Para poder realizar adecuadamente su misión, la Iglesia necesita encarnarse culturalmente y generar cultura (cf FR 71). “La Iglesia debe segregar cultura, y el creyente está llamado a dialogar con la cultura. La impregnación de la cultura por la fe es un punto de conexión importante para el anuncio cristiano. La diferencia entre la comprensión cristiana del hombre y el mundo y las antropologí­as y cosmovisiones dominantes es grave. El reducidí­simo número de intelectuales cristianos es preocupante. Los que entre nosotros generan cultura son casi todos increyentes, pos-creyentes o para-creyentes. La presencia de cristianos confesantes en el seno de las llamadas minorí­as cognitivas es harto escasa y apenas perceptible”33. La fe cristiana es respuesta a los deseos profundos de la persona; por lo mismo, la tarea de la Iglesia está en mostrar a Cristo como la respuesta para que sea palpable cómo “la causa de Dios es la causa del hombre”34, pues Jesús revela plenamente al Padre. “Querer deslindar el misterio del hombre del de Cristo, del de Dios y del de la Iglesia, es tarea imposible para el que tiene fe. Todos se implican y solamente es posible la comprensión de cada uno de ellos desde la complejidad de todos” 35. La Iglesia, misterio de comunión, se empeña en la comunión humana como realización y anticipo del futuro de la humanidad: vivir en el amor y en la casa del Padre como hermanos.

VI. Niveles en la acción pastoral
El término pastoral lo podemos usar con tres acepciones distintas, que responden a diferentes niveles de la acción pastoral36.

a) La pastoral fundamental. Reflexiona sobre la acción, considerada en sí­ misma: qué hace la Iglesia como tal y cómo se expresa lo que es la Iglesia en las acciones concretas que realiza. “La teorí­a inmanente a la actuación creyente y eclesial puede ser objeto de reflexión cientí­fica; con ello nos encontramos en medio de la disciplina teológica de la teologí­a práctica. Desarrolla así­ una teorí­a teológica de la praxis cristiana y eclesial, tal como llega de la historia, se realiza hoy y continúa hacia el futuro”37. En la base de esta reflexión está la eclesiologí­a; no significa que la pastoral sea consecuencia de la eclesiologí­a, sino que una y otra están interrelacionadas.

Antes de tratar las acciones pastorales en las diferentes situaciones, hay que tratar los elementos constitutivos de la acción eclesial: la lí­nea de continuidad con la misión de Jesús de Nazaret, la referencia al Reino y la inserción de la acción eclesial en el contexto sociocultural. De este tratamiento surgen los criterios que orientan la acción pastoral: la acción pastoral como acción divino-humana; la acción pastoral expresa y busca la comunión de Dios con los hombres y de estos entre sí­, en constante revisión bajo la acción del Espí­ritu Santo; la acción pastoral se realiza entre la situación eclesial y la plenitud del Reino; emplea la lectura de los signos de los tiempos; busca la salvación de todos los hombres desde la opción por los más pobres; sirve a la autocomunicación de Dios, que es Palabra viva y eficaz; acoge de forma crí­tica las expectativas, valores y aspiraciones humanas, y propicia la comunión trinitaria.

b) La pastoral especial. Se refiere a la realización histórica de la acción eclesial en las acciones y estructuras pastorales: el proceso de evangelización (etapa misionera, etapa catecumenal y etapa pastoral), la pastoral de la comunión y de las estructuras comunitarias, la pastoral del servicio, la pastoral de la palabra y la pastoral litúrgica. Desde la realidad pastoral existente se proyecta una acción nueva para que la Iglesia responda en mayor medida en su ser y misión.
c) La pastoral aplicada. Su lugar está en el dí­a a dí­a de la vida eclesial, y es la puesta en práctica de los planteamientos y la reflexión anterior por parte de los responsables de desarrollar los proyectos pastorales. Responde al qué, cuándo, cómo, por qué, para qué, con qué medios, etc. La reflexión pastoral fundamenta el acierto y la creatividad de los agentes de pastoral en la animación pastoral del dí­a a dí­a de las comunidades, y según ámbitos, edades y situaciones especí­ficas. Los actos pastorales deben ser evaluados con criterios teológicos, pues la teologí­a -huyendo tanto de lo abstracto como de lo pragmático-debe ayudar a mejorar las tareas personales concretas.

VII. Los retos de la teologí­a pastoral hoy
El contexto social, cultural y económico después de la crisis del Estado de bienestar, condiciona el perfil del cristiano, la presencia de la Iglesia y su labor pastoral. Estamos en un mundo dominado por la mentalidad neoliberal, en una sociedad globalizada por los intereses económicos del gran capital y en una cultura con pocas referencias antropológicas y con evidentes contradicciones éticas. “Una nueva cultura pluralista y compleja tiende a producir jóvenes con una identidad imperfecta y frágil con la consiguiente indecisión crónica frente a la opción vocacional. Muchos jóvenes ni siquiera conocen la gramática elemental de la existencia; son nómadas; circulan sin pararse a nivel geográfico, afectivo, cultural, religioso; van tanteando. En medio de la gran cantidad de informaciones, pero faltos de formación, aparecen distraí­dos, con pocas referencias y pocos modelos. Por esto tienen miedo de su porvenir, experimentan desasosiego ante compromisos definitivos y se preguntan acerca de su existencia. Si por una parte buscan, a toda costa, autonomí­a e independencia, por otra, como refugio, tienden a ser dependientes del ambiente socio-cultural y a conseguir la gratificación inmediata de los sentidos: de aquello que “me va”; de lo que “me hace sentirme bien” en un mundo afectivo hecho a medida”38.

Ante estos retos, la acción pastoral de la Iglesia, en fidelidad a Dios y al hombre actual, debe tener en cuenta las siguientes opciones: “la civilización del amor” (o la “cultura de la solidaridad”) como horizonte, la opción por los más pobres como punto de partida, la vida fraterna como alternativa al individualismo, el testimonio evangélico en la situación de indiferencia religiosa y la praxis de la esperanza frente al vaciamiento del sentido de la vida. Esta presencia eclesial requiere cristianos convertidos y comunidades maduras, es decir, que vivan la fe vocacionalmente. “La pastoral vocacional se presenta como la categorí­a unificadora de la pastoral en general, como el destino natural de todo trabajo pastoral, el punto de llegada de las varias dimensiones, como una especie de elemento de verificación de la pastoral auténtica… Por consiguiente, la pastoral vocacional está y debe estar en relación con todas las demás dimensiones, por ejemplo con la familiar y la educativa, con la litúrgica y la sacramental, con la catequesis y el camino de fe en el catecumenado, con los diversos grupos de animación y formación cristiana (no sólo con los adolescentes y los jóvenes, sino también con los padres, con los novios, con los enfermos y con los ancianos) y con los movimientos (desde el movimiento por la vida a las varias iniciativas de solidaridad social)”39.

Conclusión: la dimensión crí­tica de la teologí­a pastoral
El lugar especí­fico de la teologí­a pastoral son los estudios teológicos, y debe ser elaborada con el método propio de las ciencias teológicas. Se trata de una disciplina con caracteres universales y de rango universitario. El objeto que le es propio es la acción de la Iglesia, tanto en sí­ misma como en las estructuras y acciones pastorales concretas. Pretende la autorrealización de la Iglesia y el cumplimiento de la misión recibida de Jesucristo. Metodológicamente se sirve de las ciencias humanas para conocer la situación eclesial, valorarla, y desde ahí­ diseñar una nueva situación y las orientaciones básicas para la acción. “En este sentido podemos decir que la teologí­a pastoral tiene una dimensión crí­tica, ya que tiene una tarea de delimitación de objetivos, tareas, actitudes, prioridades y sistemas organizativos eclesiales. Por su naturaleza no es una crí­tica subjetiva e idealista sino una crí­tica reconstructora de la imagen eclesial auténtica; es decir, busca el marco teológico desde el cual discernir lo que hacemos, y habla de las condiciones de la acción de la Iglesia y de su imagen real, de cara a ayudar en la elaboración de su desarrollo”40.

NOTAS: 1. X. LEON-DUFOUR, Vocabulario de teologí­a bí­blica, Herder, Barcelona 199316, 651-654. – 2. CH. PERROT, Jesús y la historia, Cristiandad, Madrid 1982, 141. – 3. CH. DUQUOC, Jesús hombre libre, Sí­gueme, Salamanca 19908, 45. – 4. J. MATEOS, Nuevo Testamento, Madrid 1987, 1338. – 5. J. VIVES, Si oyeras su voz… Exploración cristiana del misterio de Dios, Sal Terrae, Santander 1988, 154.- 6 C. FLORISTíN, Para comprender el catecumenado, Verbo Divino, Estella 1989, c. 6. – 7. Y. CONGAR, Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Instituto de estudios polí­ticos, Madrid 1973′. – 8. C. FLORISTíN, Teologí­a práctica, Sí­gueme, Salamanca 1991, 151-171. -9 Ib, 113-116.-10 V.SCHURR, Teologí­a pastoral en el siglo XX, en H. VORGRIMLER-R. VANDER GUCHT (eds.), La teologí­a en el siglo XX, III, Católica, Madrid 1974, 323-324. – 11. Nota 21 en C. FLORISTíN, Teologí­a práctica, o.c., 116. – 12. F. X. ARNOLD, ¿Qué es la teologí­a pastoral?, en Palabra de salvación como palabra al tiempo, Verbo Divino, Estella 1966, 36. – 13 P. A. LIEGE, El misterio de la Iglesia, en AA.VV., Iniciación teológica III, Herder, Barcelona 1961, 253-313. – 14 G. GUTIERREZ, Teologí­a de la liberación. Perspectivas, Sí­gueme, Salamanca 199014, 38; cf X. MIGUELEZ, La teologí­a de la liberación y su método, Herder, Barcelona 1976; M. MIDALI, Teologia pastorale e pratica. Camino storico di una riflessione.fondante e scientifica, Roma 1985, 313. -15 C. FLORISTíN, Teologí­a práctica, o.c., 161. -16 SCHILLEBEECKX, Interpretación de la fe, Sí­gueme, Salamanca 1973, 991. – 17. J. B. LIBANIO, Teologí­a de la liberación. Guí­a didáctica para su estudio, Sal Terrae, Santander 1989, 88. – 18. F. J. CALVO, Teologí­a pastoral, en C. FLORISTíN-J. J. TAMAYo (eds.), Conceptos fundamentales de pastoral, Cristiandad, Madrid 1983, 725-727. -19 lb, 727. – 20. H. U. VON BALTHASAR, Acción y contemplación, en Ensayos teológicos 1, Madrid 1964, 291-306. – 21. H. DENIS, La vertiente pastoral del estudio de la teologí­a, Seminarios 15 (1961). -22. J. AUDINET, ¿Qué es una teologí­a práctica?, en B. LAURET-F. REFOULE (eds.), Iniciación a la práctica de la teologí­a V, Madrid 1986, 191. – 23. J. HABERMAS, Teorí­a y praxis, Buenos Aires 1966; Conocimiento e interés, Taurus, Madrid 1982. – 24 J. COMBLIN, De la acción cristiana, Ví­speras 7 (1973) 22. – 25. W. PANNENBERG, Teorí­a de la ciencia y teologí­a, Cristiandad, Madrid 1981, 431. – 26 J. ALFARO, Problemática actual del método teológico en Europa, en E. RUIZ MALDONADO, Liberación y cautiverios. Debates en torno al método de la teologí­a en América latina, México 1975, 428. – 27. C. FLORISTíN, Acción pastoral, en FLORISTíN C.-TAMAYO J. J., o.c., 21-35. – 28. OBRA PONTIFICIA PARA LAS VOCACIONES, Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Documento final, 1998, Cuadernos Confer 9, partes 3′ y 4′. – 29 J. A. RAMOS GUERREIRA, Cristo, Reino y Mundo, tres referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia, Salmanticensis 37 (1990) 177-200. Cf la bibliografí­a citada en este artí­culo. -30 A. ANTí“N, Eclesiologí­a posconciliar: esperanza, resultados y perspectivas para el futuro, en R. LATOURELLE (ed.), Vaticano II. Balance y perspectiva, Sí­gueme, Salamanca 1989, 275-294. – 31 J. A. RAMOS GUERREIRA, Teologí­a pastoral, BAC, Madrid 1995, 87. -32. J. J. HERNíNDEZ, La nueva creación. Teologí­a de la Iglesia del Señor, Sí­gueme, Salamanca 1976, 135. – 33. Congreso Evangelización y hombre de hoy, Edice, Madrid 1986, 178. -34 J. L. RUIZ DE LA PEí‘A, El último sentido, Marova, Madrid 1980, 106. – 35. J. A. RAMOS GUERREIRA, Teologí­a pastoral, o.e, 96. – 36. lb, 9-14. – 37. P. M. ZULEHNER, Teologí­a práctica, en P. EICHER, Diccionario de conceptos teológicos II, Herder, Barcelona 1990, 530. – 38. OBRA PONTIFICIA PARA LAS VOCACIONES, o.c., 20-21. – 39. Ib, 81. – 40 R. PRAT I PONS, Compartir la alegrí­a de fe. Sugerencias para una teologí­a pastoral, Sí­gueme, Salamanca 1988, 48.

BIBL.: AA.VV., Teologí­a y praxis pastoral (VIII Semana nacional de teologí­a de la Sociedad argentina de teologí­a), Buenos Aires 1988; BERSTEIN R. J., Praxis y acción, Alianza, Madrid 1979; BOFF C., Teologí­a de lo polí­tico. Sus mediaciones, Sí­gueme, Salamanca 1980; BOFF L. y C., Cómo hacer teologí­a de la liberación, San Pablo, Madrid 1988; FLORISTíN C.-USEROS M., Teologí­a de la acción pastoral, Madrid 1968; FORTE B., La teologí­a como compañí­a, memoria y profecí­a, Sí­gueme, Salamanca 1990; GROM B., Metodi per l’insegnamento della religione, la pastorale giovanile e la formazione degli adulti, Turí­n 1982; KASPER W., Teologí­a e Iglesia, Herder, Barcelona 1989; LANZA S., Introduzione olla teologia pastorale 1: Teologia dell’azione eccle.siale, Queriniana, Brescia 1989; LONERGAN B., Método en teologí­a, Sí­gueme, Salamanca 1994′; MARINELLI F. (ed.), La teologia pastorale. Natura e compiti, Bolonia 1990; MARLE R., Le projet de théologie pratique, Parí­s 1979′-; MIDALI M.-TONELLI R. (eds.), Dizionario di pastorale giovanile, Turí­n 1989; NADEAU J. G. (ed.), La praxéologie pastorale. Orientationes et parcours (2 vols.), Montreal 1982; SEVESO B., Edificare la Chiesa. La teologia pastorale e i .suoi problemi, Turí­n 1982; SZENMíTONI M., Introducción a la teologí­a pastoral, Verbo Divino, Estella 1994; URBINA F., Mundo moderno y fe cristiana. Meditación desde España, Popular, Madrid 1993; Pastoral y espiritualidad para el mundo moderno. En el espesor de lo real, Popular, Madrid 1993; VIAU M., Introduccion aux études pastorales, Parí­s 1987; ZULEHNER M., Pastoraltheologie, Düsseldorf 1989-1990.

Jesús Sastre Garcí­a

M. Pedrosa, M. Navarro, R. Lázaro y J. Sastre, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid, 1999

Fuente: Nuevo Diccionario de Catequética

La teología pastoral es la ciencia del cuidado de las almas. Este artículo dará la definición de teología pastoral, sus relaciones con otras ciencias teológicas, su historia, fuentes, y contenido.

A. Definición

La teología pastoral es una rama de la teología práctica; es esencialmente una ciencia práctica. Todas las ramas de la teología, ya sean teóricas o prácticas, se proponen , de una u otra manera, hacer de los sacerdotes “los ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios” (I Cor., 4, 1). La teología pastoral presupone otras diversas ramas; acepta las conclusiones de la apologética, la dogmática, la exegética, la moral, la jurídica, la ascética, la litúrgica, y otras conclusiones alcanzadas por los estudiosos eclesiásticos, y aplica científicamente estas diversas conclusiones al ministerio sacerdotal.

B. Relación con otras Ciencias Teológicas

La teología dogmática establece a la Iglesia como depositaria de la verdad revelada y sistematiza el depósito de la fe que Cristo confió a su Iglesia para transmitirla a todas las generaciones; la teología pastoral enseña al sacerdote su papel en esta obra de la tradición cristiana y católica de la verdad revelada. La teología moral explica las leyes de Dios y las de la Iglesia, los medios para la gracia y los obstáculos a ella; la teología pastoral enseña el comportamiento práctico de estas leyes, medios y obstáculos en la vida diaria del sacerdote, solo y en contacto con su gente. El derecho canónico recoge, relaciona entre sí y coordina las leyes de la Iglesia; la teología pastoral aplica esas leyes al cuidado de las almas. En resumen, la teología pastoral comienza donde las demás ciencias teológicas terminan; toma los resultados de todas ellas y hace estos resultados eficaces para la salvación de las almas a través del ministerio del sacerdocio establecido por Cristo.

C. Historia

El nombre de teología pastoral es nuevo; la ciencia es tan antigua como la propia Iglesia, como aparece en las múltiples instrucciones dadas por Jesús a sus Apóstoles para el cuidado de las almas (Mt. 10, 6 y ss.; Mc., 6, 8 y ss.; Lc., 9, 3 y ss.; 22, 35) y en las cartas pastorales de San Pablo y las detalladísimas instrucciones que dan a Timoteo y a Tito respecto al sagrado ministerio. Los escritos de los Padres, desde la época apostólica en adelante, están repletos de instrucción pastoral. San Ignacio de Antioquia [año 110 (Harnack)] incluye en todas sus cartas tales consejos – ver, por ejemplo, “Ad Magnesios” (edición de Harnack, “Patres apostolici”, II, 29). Las cartas de San Cipriano (año 248) son, muchas de ellas, escritos en todo o en parte sobre el cuidado de las almas (cf. P.L., IV, 194 y s.)—“Qui Antistites in ecclesia eligendi?”, “Qualis esse debeat vita sacerdotum?” etc.. Su “De lapsis” (p:L., IV, 477) es un clásico entre las instrucciones pastorales. San Gregorio Nacianceno (año 389) explicando su huida a Ponto, cuenta sus ideas acerca del pastor de almas en “Oratio apologetica de fuga sua”, una obra a veces llamada “De sacerdotio” (P.G., XXXV, 408), y juzga el cuidado pastoral como una gran ciencia y arte, “Ars quaedam artium et scientia scientiarum mihi esse videtur hominem regere”. Otros hitos en la historia de la teología pastoral son San Ambrosio, “De officiis ministrorum” (P.L., XVI, 25); San Juan Crisóstomo, “De sacerdotio” (P.G., XLVIII, 623); San Isidoro de Sevilla, “De institutione clericorum”, “De institutionibus monachorum”, “De regulis clericorum” (P.L., LXXXIV, 25, 45, 77); las cartas y tratados de San Bernardo “De consideratione”, “De moribus episcoporum”, “De conversione ad clericos” (P.L., CLXXXII, 727, 809, 833). El gran clásico entre las obras patrísticas sobre el cuidado de las almas es “Regulae pastoralis liber” (p.L., LXXVII, 13), escrito por San Gregorio Magno (ca. 590) a Juan, obispo de Ravena.

Durante la Edad Media, aún no hubo una ciencia separada y sistematizada de teología pastoral. El Escolasticismo no reconocía esta ciencia separada de otras ramas de la teología. El dogma y la moral se enseñaban así incluyendo la aplicación de sus conclusiones al cuidado de las almas. Aun así, incluso los escritos de los grandes Doctores de la Iglesia eran a veces puramente pastorales; tales fueron los “Opuscula”, 17-20, de Santo Tomás de Aquino; el “De sex alis seraphim”, “De regimini animae” y “Confessionale” de San Buenaventura; la “Summa theologica” (libros II, III), junto con la “Summa confessionalis” de San Antonino, obispo de Florencia. Al mismo tiempo, autores de teología mística (ver MÍSTICA, TEOLOGÍA) han entrado a menudo en el dominio de la teología pastoral. Hasta el periodo de la Contrarreforma no tomó la teología pastoral su actual forma sistemática. Durante la segunda mitad del Siglo XV, en ciertos lugares, las tareas pastorales fueron muy descuidadas. Para el comienzo del Siglo XVI, el cuidado de las almas era para muchos sacerdotes y no pocos obispos un arte perdido o nunca adquirido, con el resultado de que los laicos estaban dispuestos a deshacerse de lo que creían era un inútil yugo clerical. En tales lugares, una reforma del clero era dolorosamente necesaria. El Concilio de Trento se dispuso a llevar a cabo una verdadera reforma del sacerdocio. Los obispos y teólogos católicos siguieron la dirección del concilio. El resultado fue el tratamiento del cuidado de las almas como una ciencia en sí misma. Durante los siglos siguientes de verdadera reforma y de combate con la falsa reforma, se escribieron los tratados más científicos y correctos sobre tareas pastorales. Juan de Ávila, Luis de Granada, Pedro de Soto, Claude le Jay (Institutiones practicae), Neumayr (Vir apostolicus), Possevin (Praxis curae pastoralis), Segneri, Olier, Molina, Toledo (De instructione sacerdotum), el cardenal Cayetano, San Carlos Borromeo, (Instructio pastorum), las obras de San Francisco de Sales, de Rodríguez, de Scaramelli — tales son algunos de los tratados científicos que hicieron mucho por iluminar y fortalecer a los pastores de la Contrarreforma. En 1759, San Alfonso de Ligorio publicó su gran teología pastoral, “Homo apostolicus”. Resumió las conclusiones obtenidas por él en su “Teología moral”, aplicó prácticamente estas conclusiones a la tarea de oír confesiones, y añadió cuatro apéndices que tratan específicamente de tareas tales como la dirección de almas, la asistencia a los moribundos, el examen de los que van a ser ordenados sacerdotes, y las tareas de los confesores y pastores tanto en relación consigo mismos como con la santificación de su rebaño. Esta obra, junto con la legislación de Benedicto XIV en materia de sínodos diocesanos, dio un gran ímpetu a la ciencia de la teología pastoral.

D. Fuentes

La Tradición y la Sagrada Biblia, en cuanto retratan al Sacerdote, Maestro y Pastor ideal, y nos transmiten sus ideas para el cuidado de las almas, son las primeras fuentes de la teología pastoral. Como prueba de la Tradición, los decretos de los concilios generales son de la mayor importancia. Después vienen las Constituciones pontificias – Bulas, Breves, y Motu Proprios; los decretos de las Congregaciones romanas; las obras citadas en Sanford-Drum, op. cit. más abajo; las diversas fuentes de la teología moral y dogmática y del derecho canónico, en cuanto tratan de manera directa o indirecta del cuidado de las almas. Los decretos de los diferentes concilios provinciales y sínodos diocesanos junto con las cartas pastorales de arzobispos y obispos están entre las fuentes de donde procede la teología pastoral. Para la legislación eclesiástica, se debe seguir las “Acta Apostolicae Sedis”, un boletín mensual oficial publicado en Roma; la promulgación de leyes, las interpretaciones auténticas, decisiones y rescriptos de la Curia romana se lleva a cabo ahora ipso facto mediante la publicación en este periódico. Para decisiones pasadas se han de consultar los diversos decreta authentica de las diferentes Congregaciones romanas. Tales son “Thesaurus resolutionum Sacrae Congregationis Concilii”, desde 1718 (Roma), “Decreta authentica Congregationis Sacrorum Rituum” (Roma, 1898), “Decreta authentica sacrae Congregationis Indulgentiis Sacrisque Reliquiis Praepositae”, desde 1668 a 1882 (Ratisbona); Pallottini, “Collectio omnium decretorum Sacrae Congregationis Concilii” (Roma, 1868); Bizzarri, “Collectanea Sacrae Congregationis Episcoporum et Regularium” (Roma, 1863, 1885); “Collectanea Sacrae Copngregationis de Propaganda Fide” (Roma, 1893, 1907). Una obra de referencia manejable en esta materia es la de Ferraris, “Prompta bibliotheca”, junto con su suplemento editado por Bucceroni (Roma, 1885). La “Synopsis rerum moralium et juris pontificii” de Ojetti (Prato, 1904) es también útil. Para el cuidado pastoral de las comunidades religiosas, se puede obtener la información necesaria de Vermeersch, “De religiosis et missionariis supplementa et monumenta”, junto con los periódicos suplementos a la misma (Brujas, 1904), y de Dom Bastien, “Constitution de Léon XIII sur les instituts à voeux simples et leur relations avec les autorités diocésaines” (Brujas), una obra que ha sido traducida al inglés por Lanslots (Pustet, Nueva York). Los periódicos que dan la dirección e información actual respecto al cuidado de las almas son: “Acta Sanctae Sedis” (Roma, desde 1865), ahora interrumpido; “Analecta juris pontificii” (Roma, 1833; París, 1869), sustituido por “Analecta ecclesiastica” (Roma, 1893-1911); “Il Monitore Ecclesiatico”(Roma, 1876); “The American Ecclesiastical Review” (Filadelfia, 1889); “The Irish Ecclesiatical Record” (Dublín, 1865); “Nouvelle Revue Théologique” (Tournai, 1869) “Theologischpraktische Quartalschrift” (Linz); “Zeitschrift für katholische Theologie” (Innsbruck, 1877).

E. Contenido

Desde los días en que San Gregorio Magno escribió su clásico “Regulae pastoralis liber”, las tareas a las que se dirige el cuidado de las almas han sido convenientemente divididas en las de maestro, de ministro de los sagrados misterios, y de pastor; la teología pastoral se propone impartir el conocimiento de estas tareas y del tratado conocido como “medicina pastoral”, el conocimiento médico requerido para el apropiado cuidado de las almas.

En el capítulo del maestro se trata de la tarea de enseñar, de las cualidades del maestro, su formación, los modelos de enseñanza que nos han dejado tanto los Padres y Doctores de la Iglesia, como distinguidos predicadores y catequistas, y las ocasiones y formas de instrucción adaptadas a las diversas necesidades de los fieles, jóvenes y viejos, cultos e iletrados. El Concilio de Trento, en la quinta sesión, establece una doble tarea del maestro, predicar los domingos y festivos, y dar instrucción catequética a los niños y a los demás que tienen necesidad de tal instrucción. Benedicto XIV en su Constitución “Etsi Minime”, llama especialmente la atención sobre esta muy importante última tarea. Pío X, en su encíclica sobre la enseñanza de la doctrina cristiana (15 de Abril de 1905), insiste una vez más en la suprema necesidad de la instrucción catequética. Todos los párrocos y todos los demás a los que se confía el cuidado de las almas, deben enseñar el catecismo a sus jóvenes por espacio de una hora todos los domingos y fiestas del año sin excepción, y deben explicarles lo que se está obligado a creer y practicar para salvarse. Estos niños deben, en épocas establecidas durante cada año, prepararse con una instrucción más extensa para el Sacramento de la Penitencia y la Confirmación. La instrucción diaria durante Cuaresma, e incluso después de Pascua, dispondrá a los jóvenes de ambos sexos para su Primera Comunión. Además, una hora cada domingo y festivo se dedicará a la instrucción catequética de adultos. Esta lección de catecismo, en lenguaje claro y sencillo, debe darse además de la homilía del domingo y de la instrucción de los niños en la doctrina cristiana.

Como ministro de los sagrados misterios, el sacerdote debe no sólo conocer la naturaleza de los sacramentos, tal como los explica la teología dogmática, aparte de lo que se necesita para su administración válida, como enseña la teología moral, pero debe también tener un conocimiento adicional tal que pueda servirle en su ministerio espiritual – por ejemplo, al atender a los enfermos, al aconsejar lo que es lícito o ilícito en operaciones críticas, especialmente las que pueden afectar a los partos; al ordenar a otros, cuando sea necesario, cómo bautizar al niño nonato; al decidir si administra la extremaunción u otros sacramentos en casos de muerte aparente, etc.

Finalmente, como pastor, tiene que dominar una diversidad de tareas, que siguen creciendo en número y variando constantemente con las complicadas condiciones de la vida moderna, especialmente donde hay tendencia a concentrarse en grandes ciudades, o donde la emigración aquí y allí causa frecuentes cambios. Ésta es, quizá, la parte principal de la teología pastoral. La organización de las parroquias; el mantenimiento de una iglesia y otras instituciones que crecen a su alrededor; la dirección de las escuelas parroquiales; la formación de asociaciones para hombres y mujeres, jóvenes y mayores; el vasto número de obras sociales a las que un sacerdote en una ciudad moderna se ve casi obligatoriamente arrastrado – todos estos puntos proporcionan material para la instrucción, que, como fruto de la experiencia, raramente puede ser transmitida por los libros. Habitualmente el sacerdote adquiere suficiente conocimiento de todas estas cosas de directores prudentes mientras pasa sus cursos en el seminario, o de su propia experiencia bajo un pastor competente; pero gradualmente una extensa literatura sobre estas materias se ha acumulado durante el último medio siglo, y la sistematización de tales escritos es lo que constituye la teología pastoral.

Las principales autoridades desde la época del Homo apostolicus de SAN ALFONSO (1759), ya han sido mencionadas en el artículo. Desde 1759 han aparecido las Teologías Pastorales de GOLLOWITZ-WIEDEMANN (Ratisbona, 1836); AMBERGER (1850); STANG (Nueva York, 1897); SCHULZE (Milwaukee, 1906); ALBERTI (Roma, 1901-1904); POEY (Montrejeau, 1912); NEUMAYR, ed. DE AUER, Vir Apostolicus (Schaffhausen, 1853); REUTER, ed. LEHMKUHL, Neo-confessarius (Friburgo de Br., 1905); ZENNER, Instructio practica confessarii (Viena, 1840); FRASSINETTI, Parish Priests’ Manual; BERARDI, Praxis confessarii (Faenza, 1899); HEUSER, The Parish Priest on Duty (Nueva York); KRIEG, Wissenscheft der Seelenleitung (Friburgo de Br.). Para cuestiones de medicina pastoral, son útiles las siguientes obras: ESCHBACH, Disputationes physiologico-theologicoe (Roma, 1901); ANTONELLI, De conceptu impotentiae et sterilitatis relate ad matrimonium (Rome, 1900); DEBREYNE-FERRAND, La théologie morale et les sciences medicales (París, 1884); SURBLED, La morale dans ses rapports avec la médicine et I’hygiène (París, 1897); Pastoral Medicine por STÖHR (Friburgo de Br., 1878); VON OLFERS (Friburgo de Br., 1881); CAPELLMANN (Aquisgrán, 1901); O’MALLEY Y WALSH (Nueva York, 1907); SANFORD-DRUM (Nueva York, 1905); ANTONELLI (Roma, 1909).

WALTER DRUM
Transcrito por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús
Traducido por Francisco Vázquez

Fuente: Enciclopedia Católica