TERAFINES

Terafí­nes (heb. terâfîm, literalmente “los perecederos [decadentes]”). Alusión despectiva a los í­dolos o las imágenes de divinidades paganas. La palabra hebrea es un sustantivo colectivo, de manera que se puede referir a un solo objeto o a varios. En la RVR la palabra se traduce por “í­dolos” en 1Sa 15: 23, Gen 31: 19, 34, 35 y Eze 21: 21; por “estatua” en 1Sa 19: 13 y 16. En cambio, aparece transliterada como “terafines” en Jdg 17: 5; 18: 14, 17, 18, 20; 2Ki 23: 24; Hos 3: 4 y Zec 10: 2. El contexto de estos pasajes pone de manifiesto que la palabra se usaba generalmente para referirse a imágenes de diversos tamaños que representaban divinidades paganas. Los “í­dolos” que Raquel hurtó a su padre y ocultó en la montura (“albarda”, RVR) de su camello, evidentemente eran pequeñas figuras como las que han aparecido en gran cantidad en las excavaciones de prácticamente cada lugar del Cercano Oriente. Las más numerosas han sido de diosas desnudas (fig 503), en muchas de las cuales los órganos sexuales están exageradamente ampliados. Por lo general se cree que se las tení­a para promover la fertilidad; muchas mujeres paganas las habrí­an usado junto a sus cuerpos como amuletos o encantamientos con ese propósito. Algunos terafines era de mayor tamaño que las pequeñas figuras a que hacemos referencia, lo que resulta evidente por el hecho de que Mical, la primera esposa de David, tení­a uno lo suficientemente grande como para representar a su marido (1Sa 19:13); no se han descubierto aún terafines de ese tamaño en las excavaciones de Palestina. De acuerdo con Eze 21:21, se consultaban los terafines o í­dolos para saber qué conducta se debí­a seguir, aunque Zec 10:2 1150 afirma que su consejo era vano. Algunos documentos descubiertos en Nuzi, en Mesopotamí­a, indican que en la era patriarcal la posesión de esos terafines, tal como en el caso de Labán, por ejemplo, era una garantí­a de que su poseedor tení­a derecho al tí­tulo de dueño de las propiedades heredadas de su padre. Probablemente haya sido ésta la principal razón por la cual Labán estaba tan ansioso de recuperarlos después que se perdieran (Gen 31:30, 33-35). Las leyes mesopotámicas requerí­an la pena de muerte como castigo por el robo de objetos sagrados (Código de Hamurabi, sección 6), y Jacob reconoció la vigencia de esa ley cuando dijo que debí­a morir quien tuviera los dioses de Labán (31:32). Aparentemente, se enteró más tarde de que esos dioses y otros más estaban en poder de sus esposas, y por eso exigió su entrega y después los enterró (Jdg 17:4, 5). Estos objetos de culto, llevados más tarde a Dan, probablemente constituyeron el embrión del culto idolátrico que existió allí­ por siglos (18:14, 30, 31). Samuel declaró que la obstinación, el pecado de Saúl, se podí­a equiparar a la idolatrí­a (heb. terâfîm; 1Sa 15:23). Oseas denunció el culto a los terafines en Israel, el reino del norte (Hos 3:4). Josí­as destruyó todos los que encontró durante su obra de reforma (2Ki 23:24), pero Zec 10:2 sugiere que todaví­a era posible encontrar algunos de ellos después del exilio. Bib.: ANET 219,220,166. 503. Diosa del hogar (diosa madre) procedente de Meguido.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(La raí­z y el significado del hebreo de esta palabra son dudosos). Se usa para designar cierto tipo de dios doméstico y un medio para la adivinación.

Generalmente se traduce í­dolo. El terafim de Labán robado por Raquel (Gen 31:19; comparar Jdg 17:5; Jdg 18:14-20) era lo suficientemente pequeño como para ser escondido en la montura de un camello (Gen 31:34-35; comparar 1Sa 19:13-16). Eran una posesión valiosa, porque ella involucraba la herencia de la propiedad de Labán. En el tiempo de los jueces, Micaí­as tení­a terafines entre los artí­culos religiosos de sus santuarios domésticos (Jdg 17:5). En el avivamiento espiritual bajo el rey Josí­as los terafines y otras abominaciones en Judá y en Jerusalén fueron quitados (2Ki 23:24; comparar Eze 21:21; Zec 10:2).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Estos objetos se mencionan en todos los períodos veterotestamentarios: los patriarcas (Gn. 31.19); los jueces (Jue. 17.5–18.30); la monarquía primitiva y la tardía (1 S. 15.23; 19.13–16; 2 R. 23.24; Os. 3.4; Ez. 21.21); y después del exilio (Zac. 10.2). Cuando se los menciona en contextos israelitas casi siempre se los condena, directamente (1 S. 15.23; 2 R. 23.24) o indirectamente (Jue. 17.6; Zac. 10.2). En cuanto a su uso, se los asocia mayormente con la *adivinación: nótese la vinculación de efod y terafines en la religión idolátrica de Micaía (Jue. 17.5, etc.); la asociación con la adivinación mediante saetas y la hepatoscopía (Ez. 21.21), y con prácticas espiritistas (2 R. 23.24). En ninguna parte se nos informa cómo se los consultaba, como tampoco cómo eran. Mientras Gn. 31.34 sugiere que eran objetos pequeños, 1 S. 19.13–16 sugiere una figura de tamaño natural, o por lo menos de medio cuerpo. Sin embargo, es posible que Mical haya colocado los terafines “al lado” y no “sobre” la cama, y que se consideraba que tenían algún poder profiláctico o curativo. W. F. Albright (Archaeology and the Religion of Israel, 1942, pp. 114) considera, razonablemente, que todas las pruebas disponibles van en contra del primer punto de vista, en el sentido de que “ningún ‘ídolo’ de tamaño comparable se ha encontrado jamás en las excavaciones palestinas”. Sugiere además (op. cit., pp. 207) que, tomando como base un trp cananeo, “gastarse”, los “terafines” en cuestión podrían aquí no ser ningún tipo de figura sino “trapos viejos”, posiblemente utilizados para simular la figura acostada de David.

Estas dos últimas referencias (tamb. Jue. 17.5ss) asocian los terāfı̂m con la casa, y Lahán, por lo menos, los consideraba como penates (Gn. 31.30). Sin embargo, la sugestión de que el robo de los dioses de su padre por parte de Raquel (Gn. 31.19, 30–35) equivalía a un reclamo de su herencia, sobre la base de la costumbre de Nuzi, ya no puede sostenerse. La posesión de penates en Nuzi probablemente indicaba liderazgo familiar, pero dicho privilegio se daba, no se arrebataba (véase M. Greenberg, JBL 81, 1962, pp. 239–248; véase además, M. J. Selman, TynB 27, 1976, pp. 123–124). El propósito de Raquel sólo puede conjeturarse, pero ejemplos tomados de la Mesopotamia sugieren que puede haber querido obtener protección en el peligroso viaje a Palestina.

El heb. terāfı̂m es una forma plural, de la que se desconoce la forma singular correspondiente. Se han propuesto posibles derivaciones de rāfā˒, ‘sanar’, o del posbíblico tōref, ‘obscenidad’ (W. F. Albright, From the Stone Age to Christianity, 1957, pp. 311 [en cast. De la edad de piedra al cristianismo, 1959]), pero la asociación más probable es con el hitita tarpiš, un tipo de espíritu, a veces maligno, a veces protector (H. A. Hoffner, POTT, pp. 215ss; JNES 27, 1968, pp. 61–68). Otras sugestiones han relacionado el vocablo terāfı̂m con el culto a los antepasados (B. Stade, Geschichte 1, 1887, pp. 467), tal vez en forma de máscara ancestral (A. Phillips, Ancient Israel´s Criminal Law, 1970, pp. 61) o de cabezas humanas momificadas (H. L. Ellison sobre Ez. 21.21 en Ezekiel: The Man and his Message, 1956).

Bibliografía. K. Seybold, “Ídolo”, °DTMAT, t(t). II, cols. 1324–1328.

C. H. Gordon, “Biblical Customs and the Nuzu Tablets”, BA 3, 1940, pp. 1–12.

J.A.M., M.J.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico