VICTORIA

v. Triunfo
2Sa 8:6; 1Ch 18:6 Jehová dio la v a David por
2Sa 19:2 se volvió aquel día la v en luto para
2Sa 23:10 aquel día Jehová dio una gran v, y se
Psa 144:10 tú, el que da v a los reyes, el que
Pro 21:31 el caballo .. Jehová es el que da la v
Pro 24:6 en la multitud de consejeros está la v
Mat 12:20 caña .. hasta que saque a v el juicio
1Co 15:54 escrita: Sorbida es la muerte en v
1Co 15:55 tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu v?
1Co 15:57 da la v por medio de nuestro Señor
1Jo 5:4 esta es la v que ha vencido al mundo
Rev 15:2 habían alcanzado la v sobre la bestia


El AT asocia la victoria con el Dios de poder y gloria y majestad que tiene el pleno control de su creación (1Ch 29:11). A través de Hebreos 11 puede verse que él da la victoria en esta vida a los creyentes fieles.

Fe es la victoria que vence al mundo (1Jo 5:4-5), y por ella los creyentes continuamente conocen la victoria por lo que Dios ha hecho en Jesús (1Co 15:7; Rev 2:11; Rev 21:1-7).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Es la ventaja o el resultado positivo que se obtiene en una lucha. El término que se traduce como v. en RV60 está relacionado con una raí­z hebrea que significa †œsalvación†. Dios es quien †œda victoria a los reyes† (Sal 144:10; Pro 21:31). En el NT, la palabra es nikos. Se utiliza para hablar de la resurrección, que es una v. sobre la muerte (†œSorbida es la muerte con v. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu v.?† [1Co 15:54-55]). Esta v. es de Dios, quien †œnos da la v. por medio de nuestro Señor Jesucristo† (1Co 15:57).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

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Resultado positivo en una guerra, n un conflicto o en una empresa en la que hay tensiones o adversarios. Recoge la idea de lucha, divinizada o simbolizada en la diosa romana que encarnaba el triunfo en las contiendas. El Emperador Augusto hizo un altar en el Senado dedicado a la diosa Victoria, en el que los senadores quemaban incienso solicitando su presencia y protección protectora.

La mitologí­a griega consideraba a Victoria (Parthenos Nike, la virgen Victoria) hija del Valor y de la Fuerza y se la tributaba también culto, sobre todo en las esferas militares.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Toda la obra de la redención de Jesucristo está descrita como una gran victoria de Dios sobre las fuerzas del mal y sobre Satán. La Biblia afirma tajantemente y prueba con toda evidencia que la victoria pertenece a Dios. Toda la historia de la salvación, desde Abrahán a Jesucristo, está llena de ejemplos reveladores de que la fe en Dios consigue siempre la victoria. Los profetas anuncian un Mesí­as, rey justo y victorioso (Zac 9,9). De hecho, los milagros de Jesucristo indican su victoria decisiva y total sobre Satán (Lc 10,17-20); victoria que se consumó en la cruz y en la resurrección (Jn 12,31; 16,33) y que se realiza sobre el mundo, sobre el pecado y sobre la muerte; en esta victoria de Jesucristo participa ya el cristiano por la fe: la victoria que ha vencido al mundo es nuestra fe (1 Jn 3,23).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

A. NOMBRES 1. nike (nivkh, 3529), victoria. Se emplea en 1 Joh 5:4:¶ 2. nikos (ni`ko”, 3534), forma posterior de Nº 1. Se emplea en Mat 12:20; 1 Cor 15.54, 55,57.¶ B. Verbo nikao (nikavw, 3528), vencer, alcanzar la victoria. Se traduce “que habí­an alcanzado la victoria sobre” en Rev 15:2: Véase VENCEDOR, VENCER, Nº1.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La victoria supone combate y riesgo de derrota. En efecto, con una derrota se abre en la Biblia el drama de la humanidad, vencida por *Satán, por el *pecado, por la *muerte. Pero ya en esta derrota se esboza la promesa de una victoria futura sobre el mal (Gén 3,15). La historia de la *salvación es la de un encaminarse hacia la victoria definitiva.

AT. El pueblo de Dios hace en primer lugar en su historia temporal la experiencia de la victoria y de la derrota. Pero esta tiene por resultado orientar finalmente su fe hacia la es-pera de otra victoria, realizada en otro plano.

1. Las victorias del pueblo de Dios. Los Israelitas comienzan por medir la *fuerza de Dios a un nivel muy imperfecto: el de sus éxitos militares. El triunfo de Dios sobre el mal se confunde a sus ojos con sus victorias sobre sus *enemigos. Cuando están en *guerra ¿no constituyen “los ejércitos de Yahveh” (Ex 12,41; Jue 5,13; ISa 17,26)? El es, pues, quien combate por ellos y les proporciona el éxito: bajo Moisés (Ex 14,14; 15,1-21; 17,8-16), bajo Josué (Jos 6,16; 10,10), bajo los jueces (Jue 7,15), bajo los reyes (ISa 14,6; 2Par 14,10s; 20,15-29). Hay, que combatir, pero hay también que recibir de Dios la victoria como una *gracia y como un *don (Sal 18,32-49; 20,7-10; 118,10-27). En la época tardí­a de los Macabeos no vacilarán éstos en atribuir a Dios el éxito de sus armas (1Mac 3,19; 2Mac 10,38; 13, 15; 15,8-24).

Dios aparece, pues, como el aliado invencible (Jdt 16,13; Dt 32,22-43; Is 30,27-33; Nah 1,2-8; Hab 3; I Par 29,1 1 s). Así­ como en los orí­genes dominó Dios las fuerzas del caos (Gén 1,2) personificadas por sus *bestias monstruosas (Sal 74,13), así­ en la historia continúa triunfando sobre los pueblos paganos que encarnan estas fuerzas y se oponen a su *designio de salvación. Por eso pueden los Israelitas vencer a sus enemigos; experiencia cuyo contenido religioso es innegable, pero que no deja de ser ambigua: ¿no se verán tentados a pensar que la victoria de Dios coincide necesariamente con su propio poder temporal? Una experiencia complementaria va a preservarlos de este error.

2. Las derrotas del pueblo de Dios. Ya en el momento del éxito recuerdan los profetas a los israelitas que la victoria otorgada por Dios no es necesariamente una recompensa de la buena conducta (Dt 9,4ss). Pero les son necesarios los reveses para que adquieran verdaderamente conciencia de su miseria moral. Las pruebas del éxodo (Núm 14,42s; Dt 8, 19s), las lentitudes de la conquista de Canaán (Jos 7,1-12; Jue 2,10-23), las derrotas sufridas por la monarquí­a (2Par 21,14; 24,20; 25,8-20) y sobre todo la catástrofe del exilio (Jer 15,1-9; 27,6; Ez 22) les muestran que Dios no vacila en combatir contra los que le traicionan. Estas derrotas son un *castigo de la *infidelidad (Sal 78; 106). Lejos de significar una derrota de Dios, señor de los imperios, revelan que la victoria de Dios es de otro orden que el del éxito temporal. Así­ llevan a Israel.a comprender y a preparar la sola victoria verdadera.

3. Hacia otra victoria. En efecto, los oráculos proféticos anuncian para los “últimos tiempos” una victoria divina que rebasará en todos los aspectos las del pasado, y los sabios ponen en evidencia una victoria espiritual que no se reporta con las armas.

a) La victoria escatológica. Los profetas postexí­licos gustan de representar la crisis final de la historia como una *guerra gigantesca enque Dios se enfrentará con sus *enemigos coligados. Y los aniquilará ciertamente (cf. Ls 63,1-6), como aniquiló a los monstruos primordiales (Ls 27,1). Esta victoria será el preludio de su *reinado final (Zac 14; cf. Ez 38-39). Otros textos presentan al que será el artí­fice de este triunfo definitivo. Ora adopta los rasgos del *Mesí­as regio (Sal 2,1-9; I10,5ss), ora se le personifica en el *Hijo del hombre trascendente, ante el cual Dios aniquila a las *bestias (Dan 7). Más paradójica es la victoria del *siervo de Yahveh, que triunfa por su sacrificio Os 52,!3ss; 53,11s) y lleva a su realización el *designio de Dios. Si la victoria del Hijo del hombre desbordaba el plano temporal porque se situaba más allá de la historia, la del siervo se sitúa de golpe en el plano espiritual, único que finalmente importa.

b) La victoria de los justos. Tal victoria pueden ya adquirirla los justos que triunfan del pecado. La idea late en el fondo de toda la enseñanza de los sabios. Pero toma cuerpo al final del AT, en el libro de la Sabidurí­a: los justos, por haber vencido en combates sin tacha, se ceñirán en :a eternidad la corona .de los vencedores (Sab 4,1s); el Señor les dará esta recompensa merecida en el momento mismo en que dé el último asalto a los malvados (Sab 5,15-23). Tal es también la victoria que va a reportar Cristo y todos los cristianos tras él.

NT. 1. Victoria de Cristo. Con Cristo se supera definitivamente el plano de las luchas temporales. La lucha real que sostiene es de otro orden. Ya en su vida pública se afirma como el “más fuerte)) que triunfa del fuerte (Lc 11,14-22), es decir, de *Satán, prí­ncipe de este mundo. En ví­speras de su muerte advierte a los suyos que no teman al *mundo maligno que los ha de perseguir con su odio: “¡Tened confianza! Yo he vencido al mundo)) (Jn 16,33). Esta victoria reasume los rasgos paradójicos de la del siervo de Yahveh que realiza a la letra. Pero con la *resurrección es como se afirma como realidad concreta y definitiva. En ella triunfó Cristo del pecado y de la muerte; arras’ró a los *poderes vencidos tras su carro de vencedor (Col 2,15). Mejor que ios antiguos reyes de Israel ha vencido este león de Judá (Ap 5, 5), este *cordero inmolado (5,12), ve-nido a ser señor de la historia humana. Y su victoria se manifestará finalmente con esplendor cuando triunfe de todas las fuerzas adversas (17,14; 19,11-21) y cuando venza para siempre a la *muerte, este último enemigo (lCor 15,24ss). La *cruz, derrota aparente, proporcionó la victoria del Santo sobre el peca-do, del *vivo sobre la muerte.

2. Victoria del pueblo nuevo. Como la victoria de Cristo, así­ es la del pueblo nuevo al que arrastra tras sí­. No es tampoco una victoria temporal; en este plano puede sufrir una derrota aparente. Así­ los *mártires, devorados por la *bestia (Ap 11,7; 13,7; cf. 6,2), lá han vencido ya, sin embargo, gracias a la *sangre del cordero (12,1Os; 15,2). Del mismo modo los *apóstoles, a los que Cristo lleva en su triunfo (2Cor 2,14), pero a los que pueden quebrantar las pruebas del apostolado (4,10). Así­ finalmente todos los cristianos. Habiendo reconocido a su Padre y habiéndose alimentado con su *palabra, han vencido al maligno (lJn 2, 13s). Nacidos de Dios, han vencido al *mundo (5,4). Su victoria es su *fe en el Hijo de Dios (5,5), gracias a la cual vencen también a los *anticristos (4,4). Esta victoria se ha de consolidar con un combate espiritual: en lugar de ser vencidos por el mal, han de vencer al mal por el bien (Rom 12,21). Pero saben que con la fuerza del *Espí­ritu pueden ahora ya triunfar de todos los obstáculos: nada los separará ya del amor de Cristo (8,35ss).

Compartiendo la victoria de su cabeza tendrán también participación en su *gloria. El NT evoca por medio de imágenes diversas esta recompensa de los vencedores. Es una corona que les está preparada allá arriba; corona de vida (Sant 1,12; Ap 2,10), de gloria (lPe 5,4), de justicia (2Tim 4,8); corona imperecedera, a diferencia de las que se obtienen en la tierra (lCor 9,25); corona viva hecha con los que los Apóstoles hayan conducido a la fe (Flp 4,1; 1Tes 2,19). Sobre todo el Apocalipsis, tan atento a la situación de los cristianos en *guerra con la bes-tia, describe la suerte reservada a los vencedores; serán *hijos de Dios (Ap 21,7), se sentarán en el trono de Cristo (3,21) y regirán con él a las *naciones (2,26); recibirán un *nombre nuevo (2,17), comerán del *árbol de vida (2,7), serán columnas en el *templo de su Dios (3,12): entrados en la *vida eterna no tendrán ya que temer la segunda *muerte (2, 11), a diferencia de los vencidos, de los cobardes y de los réprobos (21, 8). El NT se cierra con esta victoria radiante. Para los vencedores se realiza así­, más allá de toda esperanza, la promesa de los orí­genes: el hombre, en otro tiempo vencido por Satán, por el pecado y por la muerte, ha triunfado de ellos gracias a Cristo Jesús.

-> Bestia y bestias – Guerra – Paz – Salvación.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

La victoria es un concepto condicionado religiosamente en la Escrituras. Tiene sus raíces en el principio bíblico básico de que Dios es justo al castigar el pecado y premiar la rectitud (cf. Dt. 11:26–28). La victoria siempre tiene alguna base en la acción divina o religiosa. Así es como en 2 S. 23:10 leemos, «Jehová dio una gran victoria [literalmente, salvación] aquel día» (cf. Sal. 20:5–6; 106:47). La victoria es por la vindicación de los propósitos de Dios, o por causa de un justo viviendo de parte del pueblo de Dios. Es por eso que en muchos pasajes «rectitud» llega a ser equivalente a «victoria», y es así como la victoria es el resultado o vindicación de esa rectitud. Isaías dice: «¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un vencedor?» (Is. 49:24; cf. 41:2, 10; 54:17; Mal. 4:2).

En el AT, la victoria es casi exclusivamente sobre enemigos externos y trae como fruto la paz y seguridad física (cf. Jos. 1:15; Jer. 23:6; Sal. 69:14). Pero en el NT la victoria es expresada en términos de fuerzas y bendiciones espirituales. El NT no enseña que la victoria sea el triunfo sobre dificultades sociales o económicas, sino que es la supremacía sobre la tentación y los poderes del mal.

Sin duda, el hecho más importante de esta época será la victoria de Cristo sobre las fuerzas físicas (Ap. 5:5; 6:2) y sobre Satanás mismo (Ap. 19:11–20:3). El cristiano participará en esto (Ap. 3:21). Pero el NT da mayor énfasis a una victoria que el cristiano puede disfrutar en su vida diaria, una victoria sobre las tentaciones y ataques del mundo. Esto se hace posible cuando uno se apropia por fe del poder de la victoria de Cristo en la cruz (1 Jn. 5:4–5; Jn. 16:33; Ro. 8:37; Ef. 6:10), que se manifiesta a través de la presencia de Cristo en cada cristiano (1 Jn. 4:4), y cuando la palabra de Dios rige nuestras vidas (1 Jn. 2:14).

Es así como esta victoria es presente y a la vez escatológica. Es ahora cuando el cristiano participa del poder y de las bendiciones de un triunfo que ha de encontrar su completa realización en el futuro (cf. 1 Co. 15:24–28; 54–57).

BIBLIOGRAFÍA

N.H. Snaith, The Distinctive Ideas of the Old Testament, pp. 90–92; Arndt; O. Bauerfeind en TWNT.

Robert B. Laurin

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (637). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Fundamentalmente la Biblia afirma que la victoria pertenece a Dios (Jon. 2.9; 1 Co. 15.54–57; Ap. 7.10). Esto se expresa sucintamente en la frase “de Jehová es la batalla” (1 S. 17.47), e. d. la victoria es algo que pertenece exclusivamente al Señor: es suya y él la otorga según su voluntad.

Hay tres rasgos especiales de la victoria de Dios que nos permiten vislumbrar su carácter interior. En primer lugar, algunas veces su victoria es la derrota de su pueblo (p. ej. Jue. 2.14; Is. 42.24–25; Jer. 25.8–9). La victoria del Señor es el ejercicio de su santa soberanía en el curso de la historia. “Victoria” es otro modo de decir que el gobierno del mundo está en manos de un Dios santo, que ordena todas las cosas según inflexibles principios de moralidad, de tal modo que a veces su santidad tiene que manifestarse contra su propio pueblo, y esto se convierte en “su extraña operación” (Is. 28.21).

En segundo lugar, este gobierno santo del mundo rematará en la gran victoria del escatológico *“día de Jehová”. El poder de la victoria se anexa al gobierno santo del único Dios. Por consiguiente, el resultado de dicho conflicto no está en duda. Así como en la creación no había posibilidad alguna de que se le hiciese oposición a la voluntad de Dios, del mismo modo, en la nueva creación, Dios hablará y su palabra se cumplirá (Ez. 38–39; Ap. 19).

En tercer lugar, el pueblo de Dios participa de la victoria por la obediencia de fe; e. d. experimenta victoria en la victoria de Dios (Ex. 14.13–14; Dt. 28.1–14; Sal. 20; Ef. 6.16; 1 Jn. 5.4–5). Como dijo el Señor Jesús, sólo el Hijo puede hacer libres a los hombres (Jn. 8.36); los que permanecen en su palabra conocen la verdad, y la verdad los hace libres (Jn. 8.31–32).

El AT asocia la *“paz”, la *“justicia”, y la *“salvacíon” con la victoria. La paz del vencedor (p. ej. 1 R. 22.28; Is. 41.3, texto heb.) no es simplemente la cesación de las hostilidades: ¡hasta los derrotados se benefician en esa medida! Se trata del disfrute del bienestar total que proporciona la victoria. La salvación es, en lo positivo, el agrandamiento personal, y en lo negativo, la liberación, que se logra con la victoria (1 S. 14.45; Jue. 6.14). La justicia es esa cualidad personal que garantiza la victoria (Is. 59.16–17). Todos estos aspectos se reúnen de un modo único en torno a la cruz del Señor Jesucristo, la suprema victoria de Dios: la paz (Ef. 2.14ss), la salvación (Tit. 3.4–7), y la justicia (Ro. 1.17; 3.21–27).

Bibliografía. °J.-J. von Allmen, Vocabulario bíblico, 1968; A. Ringwald, K. Dahn, H.-G. Link, W. Günther, “Lucha, victoria”, °DTNT, t(t). II, pp. 456–462; R. B. Laurin, “Victoria”, °DT, 1985, pp. 547–548.

J. Pedersen, Israel, 1–4, 1926–40, índice s.v. “Victory”; J.-J. von Allmen, Vocabulary of the Bible, 1958, s.v. “Victory”.

J.A.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico