Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del miércoles 17 de agosto de 2016

(ZENIT –  Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco realizó este miércoles la catequesis en el Aula Pablo VI, en donde antes saludó a los miles de fieles y peregrinos que le aguardaban para la audiencia. En la catequesis el Santo Padre comentando el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, recuerda la compasión de Jesús hacia la multitud y que el Maestro quiere que los discípulos participen de su bondad llevándola a los presentes. Francisco invita así a cada uno de nosotros a llevar la misericordia del Señor a nuestra familia, al trabajo y a los ambientes que frecuentamos.

A continuación el texto completo:

“Queridos hermanos y hermanas, ‘buon giorno’.

Hoy queremos reflexionar sobre el milagro de la multiplicación de los panes. Al inicio de la narración que hace Mateo (cfr 14,13-21), Jesús ha apenas recibido la noticia de la muerte de Juan el Bautista, y con un barco atraviesa el lago buscando ‘un lugar desierto apartado’.

La gente entretanto lo entiende y se anticipa yendo a pie así que ‘al bajar de la barca, Él ve a una gran multitud, siente compasión por ellos y cura a sus enfermos’. Así era Jesús. Siempre con compasión, siempre pensando a los demás.

Impresiona la determinación de la gente que teme quedarse sola, como abandonada. Muerto Juan el Bautista, profeta carismático, se ponen bajo la protección de Jesús, de quien el mismo Juan había dicho: ‘Quien viene después de mi es más fuerte que yo”.

Así la multitud lo sigue por todas partes, para escucharlo y para llevarle a los enfermos. Y viendo esto, Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío, es capaz de conmoverse. De un lado Él se siente atado a esta muchedumbre y no quiere que se vaya, de otra parte, tiene necesidad de momentos de soledad y de oración, con el Padre. Muchas veces pasa la noche rezando con su Padre.

También ese día, por lo tanto, el Maestro se dedicó a la gente. Su compasión no es un sentimiento vago; demuestra en cambio toda la fuerza de su voluntad para estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama mucho y quiere estar cerca de nosotros.

Al atardecer, Jesús se preocupa de dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas y se preocupa de quienes lo siguen. Y quiere involucrar en esto a sus discípulos. De hecho les dice: ‘denles de comer ustedes mismos’.

Y les demostró que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración podían ser compartidos con toda la gente. Un milagro de la fe, de la oración, suscitado por la compasión y el amor. Así Jesús ‘partió los panes y los dio a sus discípulos y a la multitud’.

El Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere volvernos a cada uno de nosotros participantes concretos de su compasión.

Ahora detengámonos sobre el gesto de bendición de Jesús: Él ‘tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, recitó la bendición, partió el pan y los dio’.

Como podemos ver, son los mismos signos que Jesús cumplió en la Última Cena, y son los mismos que cada sacerdote cumple cuando celebra la santa Eucaristía.

La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística. Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto muy diverso que estar pasivos y ser extraños a la vida cotidiana. Por el contrario siempre nos inserta más en la relación con los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles a ellos el signo concreto de la misericordia y de la cercanía de Cristo.

Mientras nos nutre de Cristo, la eucaristía que celebramos nos transforma poco a poco también a nosotros en el cuerpo de Cristo y alimento espiritual para los hermanos. Jesús quiere llegar a todos, para llevar a todos el amor de Dios. Por esto vuelve a cada creyente servidor de la misericordia.

Jesús ha visto a la multitud, ha sentido compasión de ella y ha multiplicado los panes. Así hace también con la eucaristía. Y nosotros los creyentes que recibimos este pan eucarístico somos empujados por Jesús para llevar este servicio a loa demás, con su misma compasión. Este es el recorrido.

La narración de la multiplicación de los panes y de los peces se concluye con la constatación de que todos han sido saciados y con la recolección de los trozos que han sobrado.

Cuando Jesús con su compasión y su amor nos da una gracia, nos perdona los pecados, nos abraza, nos ama, no hace las cosas a medias, pero enteramente. Como sucedió aquí, todos se han saciado. Jesús llena nuestro corazón y nuestra vida con su amor, con su perdón y compasión. Jesús por lo tanto ha permitido a sus discípulos de seguir su orden.

De esta manera ellos conocen el camino que es necesario recorrer: alimentar al pueblo y tenerlo unido; estar por lo tanto al servicio de la vida y de la comunión.

Invoquemos por lo tanto al Señor, para que vuelva a su Iglesia cada vez más capaz de este santo servicio y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en la propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos a los que pertenece; un signo visible de la misericordia de Dios que no quiere dejar a nadie en la soledad y en la necesidad, para que desciendan la comunión y la paz entre los hombres y la comunión de los hombres con Dios, porque esta comunión es la vida para todos”.

(Traducción realizada por ZENIT desde el audio)

Fuente: es.zenit.org

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