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Senado brasileño aprueba destitución de presidenta Dilma Rousseff

Senado brasileño aprueba destitución de presidenta Dilma Rousseff

El Senado brasileño ha aprobado la destitución de la presidenta Dilma Rousseff por 61 votos contra 20.

Para recuperar su cargo, del que fue apartada temporalmente en mayo, la futura expresidenta necesitaba el apoyo de al menos dos tercios de la cámara, 54 senadores.

El relevo lo toma Michel Temer, quien ya había sustituido a Rousseff como presidente desde su suspensión en mayo, y permanecerá a cargo del gobierno brasileño hasta finales de 2018.

Culmina así un enfrentamiento de un año que paralizó la economía más poderosa de Latinoamérica y puso al descubierto profundas brechas en la población en todos los ámbitos, desde las relaciones raciales hasta el gasto social.

El lunes, en una defensa que duró 13 horas, Rousseff pronunció un discurso en el que calificaba al impeachment como un «golpe contra la democracia».

«Como todos, tengo defectos. Pero entre mis defectos no están la deslealtad y la cobardía. No traiciono los compromisos que asumo», aseguró.

«No lucho por mi mandato por vanidad o apego al poder, lucho por la democracia y por el bienestar del pueblo», agregó.

Evangélicos han sido claves en este proceso

Los parlamentarios cristianos fueron decisivos en la suspensión de Rousseff a la presidencia. El Frente Parlamentario Evangélico, compuesto por 92 diputados y 2 senadores, votó masivamente cuando suspendieron a la mandataria.

Diputados como Sóstenes Cavalcante y Marco Feliciano, además del senador Magno Malta -todos pastores- fueron implacables en su «lucha» para que el proceso siguiera adelante. Varias veces denunciaron, además de las cuestiones legales que sustentan el proceso, los ataques del gobierno petista (Partido de los Trabajadores, PT) en los valores en poder de los cristianos.

En los últimos años, Brasil ha visto ser aprobado las uniones civiles homosexuales, la liberación del aborto en algunos casos y el adoctrinamiento comunista y liberal que se imponen en las escuelas.

El influyente pastor, Silas Malafaia, líder de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, no tiene cargos de elección popular, sino que utiliza gran parte de su influencia y espacio en su programa de televisión para movilizar a los evangélicos contra el gobierno de Rousseff. Por otro lado, algunos pastores, de menor expresión en la escena religiosa nacional, defienden al PT, pero sus posiciones no tienen el mismo impacto.

En las diversas manifestaciones de los últimos meses, una de ellas con más de seis millones de brasileños en las calles, el sentimiento de la protesta es que el país necesitaba cambiar. Las acusaciones de corrupción durante casi dos años ocuparon espacios en los medios de comunicación casi a diario, eran los grandes «catalizadores» de la impresión de que era necesario un cambio en la dirección del país, que ya cuenta con 11 millones de desempleados y que atraviesa por una crisis económica.

Del mismo modo, varios ministerios e incluso denominaciones enteras se manifestaron en campañas de oración y ayuno en todo el país. Para muchos evangélicos, la política y la religión no se deben mezclar. Sin embargo, Michel Temer, el presidente interino, ha señalado que quiere mejores lazos con la bancada evangélica y ha pedido oraciones por su vida y su país. Incluso nombró a Ronaldo Nogueira, un miembro de la bancada evangélica, como ministro de Trabajo.

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