Ahora Veo

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

Texto Bíblico: Juan 9:1-12

Me gustaría iniciar el estudio bíblico de hoy con una pregunta. ¿Conoce alguien aquí a alguna persona incapacitada? Pensemos en esto unos momentos. Estoy seguro que todos aquí conocemos no una, no dos, pero numerosas personas incapacitadas. Estoy seguro que todos aquí conocemos a muchas personas ciegas.

Sé que la mayoría de ustedes se están diciendo que no conoce a ninguna persona ciega, pero les digo en el día de hoy que todos conocemos numerosas personas que están ciegas. Les digo que no solo conocemos a muchas, sino que conocemos a tantos, que ya no nos damos cuenta de ellos. Nos hemos acostumbrado a su presencia, y no nos luce como algo fuera de lo normal. Busquemos ahora en la Palabra de Dios para que entiendan de lo que les hablo.

Lo primero que quiero que examinemos aquí es la pregunta que le hicieron los discípulos a Jesús referente a este hombre que era ciego de nacimiento. Para tener mejor entendimiento del ¿por qué? ellos le hicieron esta pregunta tendremos que conocer la doctrina de los hombres en esos días. Si se acuerdan la semana antes pasada les traje un mensaje que muchos encontraron fuerte, les traje un mensaje acerca de las doctrinas de los saduceos y fariseos. Quiero que mantengan esa predica en mente, porque esta pregunta que ellos le hicieron a Jesús esta completamente relacionada con las doctrinas de ese entonces.

Les digo que no solamente esta relacionada con las doctrinas de ese entonces, pero que también esta relacionada con muchas doctrinas hoy en día. Ellos le hicieron esta pregunta aquí a Jesús porque en ese entonces, y en muchas ocasiones hoy en día, una gran mayoría de personas veían las enfermedades, veían las incapacidades como un castigo de Dios. En otras palabras ellos veían estas cosas como una maldición. Entonces aquí vemos que Jesús les aclaró una vez más que las doctrinas del hombre estaban equivocadas. Les digo esto porque cuando Él les respondió diciendo: “…No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él…” eso es exactamente lo que Él hizo.

Jesús en su respuesta les dijo que este hombre no estaba sufriendo a causa del pecado, sino que sufría para que la obra de Dios pudiese ser manifestada en su vida. Hermanos, aquí Jesús nos dice algo a todos nosotros, Él aquí nos esta enseñando que al hombre le toca pasar por sufrimientos por dos razones. Primera razón es para que Dios pueda tener una oportunidad de obrar en nuestras vidas; para que Dios pueda demostrar su compasión y poder; para que Dios pueda demostrar que Él nos quiere y nos cuida, y para que Él pueda guiar a los no creyentes a que confíen en Él. La segunda razón es para que el hombre le de una oportunidad a Dios de demostrarnos lo que Él puede hacer en nuestras vidas; para que el hombre aprenda a confiar más en Él; para poder demostrar nuestra fuerza y resistencia, y para que podamos servir como un ejemplo dinámico del poder de Dios al mundo. ¿Los he confundido?

Pensemos en esto; la persona que esta sufriendo, tiene una oportunidad muy especial de demostrar la obra de Dios en su vida. Esa persona puede dejar que el poder de Dios sea demostrado de una manera más poderosa que una persona que no esta sufriendo. Como he dicho en numerosas ocasiones, casi ninguna persona que llega a los caminos de Dios es porque estaba bien. Todo lo contrario es la verdad del caso. Cuando llegamos a los caminos del Señor la gran mayoría de nosotros estábamos incapacitados. No incapacitados físicamente, pero si estábamos incapacitados espiritualmente. La mayoría de nosotros estábamos en un estado cual no sabíamos cómo íbamos a poder salir de él, estábamos en un estado de mente que no podíamos alcanzar ver la solución. En otras palabras estábamos tal como el hombre en estos versículos, no éramos más que mendigos ciegos. Si hermanos, éramos mendigos ciegos.

Estábamos a la merced del diablo, estábamos deprimidos, confundidos, y conozco de muchas personas que han llegado a Cristo que estaban al punto de suicidarse. Pero, ¿qué sucedió? Lo que nos sucedió a nosotros, lo que le ha sucedido yo diría a la mayor parte de los cristianos es exactamente lo que le sucedió aquí a este hombre. Fíjense bien lo que le sucedió a este hombre. Él estaba seguramente en el mismo lugar donde habitaba estar, él estaba en ese lugar no esperando recibir la vista, no estaba esperando recibir un milagro, sino él estaba en su rutina diaria, el estaba mendigando.

Ahora, Jesús iba pasando por ese lugar y algo de ese hombre le atrajo la atención. Como leímos, no solo Jesús tomó nota de este hombre, sino también vimos que Sus discípulos se interesaron por él. Hermanos, yo diría que aquí tenemos un ejemplo excelente de lo que nos sucedió a la gran mayoría de nosotros. Es una cosa que si nos ponemos a pensar en ella, quizás no la entendamos. Les digo esto porque estoy casi seguro que en el día cuando a nosotros se nos habló del Señor, las cosas de Dios eran lo último en lo que estábamos pensando. Tal como este ciego mendigo, estábamos en nuestra rutina diaria, estábamos sufriendo de una ceguera cual es el sufrimiento, la desesperación, la depresión, y todas esas otras cosas que nos atormentan en nuestra vida. Pero algo sucedió, algo glorioso y poderoso aconteció. Como les dije previamente, algo aconteció que muchos de nosotros no podemos comprender, Jesús iba pasando por nuestro lado cuando algo atrajo Su atención a nosotros. Tal como el ciego en estos versículos solo esperábamos recibir una limosna, solo esperábamos recibir compasión de una persona por lo que estábamos sufriendo, pero recibimos mucho más. No nos podemos explicar por qué Él nos escogió, no nos podemos explicar qué fue lo que Él vio en nosotros, pero si sabemos que Él no nos dio una limosna, Él nos dio algo mucho mayor.

La lección grande de nuestro estudio bíblico de hoy, es que nosotros servimos a un Dios que puede y utiliza cualquier situación, cualquier momento para que Su poder sea glorificado. Fíjense bien lo que aconteció aquí, fíjense bien de la manera que sucedió. Aquí vemos que Jesús tocó físicamente a este hombre, Él: “…untó con el lodo los ojos del ciego….” Jesucristo no tenía que hacer esto, en muchas ocasiones hemos visto que Él hizo los milagros con solo Su palabra, pero aquí vemos que Jesucristo tocó físicamente a este hombre. Les digo que Jesús hizo este milagro de esta manera con un gran propósito.

Examinemos lo que hizo, la Palabra de Dios nos dice: “…Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego…” ¿Qué cosas verdad? Si una persona sin fe lee esto lo encontraría muy desagradable. Pero examinemos el gran significado de esto. Examinemos el significado que tiene el lodo, el significado que tiene la tierra. ¿Qué es la tierra? Les hago esta pregunta porque estoy seguro que ninguno de nosotros aquí estaríamos dispuestos a salir y revolcarnos en la tierra en estos momentos. Si lo hiciéramos pues entonces se nos ensuciaría nuestra ropa, y dependiendo de cuan grande nos revolcáramos pues nos ensuciaríamos nosotros también, ¿verdad? Entonces podemos decir que el significado de la tierra en estos versículos es la suciedad.

El significado de la tierra en estos versículos representa la suciedad de donde nuestro Rey y Salvador nos ha sacado. Pensemos en esto y veremos que es la verdad. El Señor usó el lodo en este caso para abrirle los ojos a este hombre, Él usó el lodo para sanarle. Les digo en el día de hoy que Él ha usado ese mismo lodo en todas esas personas que han hecho un compromiso con Él. Jesucristo usó la suciedad que existía en nuestra vida para darnos la vista. Les digo esto porque cuando llegamos a Jesús, llegamos a Él completamente sucios. Llegamos a Él lleno de pecados, llegamos a Él invadido de problemas y dificultades, llegamos a Él en un estado de pudrición. Pero Él usó todo esto, Él usó nuestros pecados, Él uso la pudrición que llevábamos encima y nos dio convicción de todo lo mal que estábamos. Jesucristo abrió nuestros ojos y nos demostró que todas estas cosas eran agradables a Dios. Él usó todas estas cosas para demostrarnos Su gloria y poder. Él se glorifico en nuestra vida y nos abrió los ojos, nos dio la vista para que pudiésemos ver que en el camino que estábamos no nos conducía a Dios. Que de la manera que estábamos no agradábamos a Dios, Él usó todas esas cosas, Él nos dio convicción de nuestros pecados.

No sé lo que la mayoría de las personas piensen aquí, pero les digo que cuando Él entró en mi vida, que cuando Él unto ese lodo en mis ojos, fue como cuando uno se despierta de repente a causa de la claridad. ¿Le ha pasado eso alguna vez a alguien aquí? Estamos dormidos profundamente, pero la claridad de la mañana o alguien prende una luz, y despertamos de ese sueño tan profundo. No despertamos de la manera que estamos acostumbrados hacerlo, despertarnos porque la luz ha interrumpido nuestro sueño. En muchas ocasiones hasta nos despertamos asustados, ¿verdad? Entonces empezamos ha abrir nuestros ojos poco a poco, tratamos de ver porque hemos despertado, pero la luz nos hace pestañear nuestros ojos hasta que podemos fijar nuestra mirada. Una vez que logramos fijar nuestra mirada, pues entonces se nos pasa el susto y vemos que hemos despertados a causa de la luz. Hermanos, igual nos ha pasado a nosotros. Él llegó a nuestra vida, Él entró en nuestras vidas y nos despertó de ese sueño tan profundo, Él llegó a nuestra vida y restauró nuestra visión. Estábamos ciegos al pecado, estábamos ciegos y sin la menor esperanza de alcanzar ver la vida eterna, estábamos en un camino que no conducía a nada, estábamos perdido en la oscuridad, estábamos perdidos en las tinieblas, pero Jesucristo alumbró nuestros caminos (Juan 8:12).

Quiero que nos fijemos bien en algo que aconteció aquí que es también de suma importancia. Una vez que el hizo lo que Jesús le dijo que tenia que hacer, leemos algo que les digo nos ha sucedido a muchos sino a todos nosotros. Aquí leemos: “…Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy…” Les pregunto, ¿nos ha sucedido esto? Hermanos, si esto no ha sucedido en nuestra vida, les digo que entonces tenemos un gran problema. Si esto no ha sucedido en nuestra vida, quiere decir que todavía estamos ciegos, o quizás parcialmente ciegos. Les digo esto porque cuando recibimos la vista, cuando Él nos sana de nuestra ceguera, pues pasamos a ser personas completamente diferentes (Romanos 6:6; Efesios 4:22). Cuando tenemos un verdadero encuentro con Él, cuando dejamos que Él se glorifique y se magnifique en nuestra vida, las personas que nos conocían ya no saben ni quien somos. Tal como hemos podido leer aquí, piensan que no es posible, piensan que no se puede estar hablando de la misma persona que ellos conocían. Pero es aquí donde nosotros tenemos que hacer lo mismo que este hombre, es aquí en este punto donde tenemos que decir, si soy yo, pero no el mismo que era. No soy ni la sombra de lo que era, porque Jesús entró en mi vida. No soy ni la sombra de lo que era porque Él me sanó, Él me restauro, y Él me salvó.

Para concluir. Cristo sanó a muchos que eran ciegos a causa de enfermedades o accidentes, pero aquí Él sanó a este hombre cual había nacido ciego. Él sanó a este hombre que había nacido ciego para demostrarnos Su poder en las situaciones más desesperantes y la obra de Su gracia en las almas de los pecadores.

Los estudios bíblicos, y predicas cristianas basadas en este tema, nos enseñan claramente que este pobre hombre, este pobre mendigo no podía ver a Cristo, pero Cristo si le vio a él. Cuando vivíamos en el mundo nosotros no le veíamos a Él, pero Él si nos vio a nosotros. Cuando vivíamos en el mundo, ciegos a causa del pecado, sucios con la pudrición de las cosas de este mundo, no teníamos esperanza alguna de obtener lo que hoy en día tenemos. Pero, Jesucristo escudriño nuestro corazón, Él se glorifico en nuestras dificultades.

Como cristianos fieles, no podemos ver las cosas que en ocasiones aparentan ser malas como algo negativo. No podemos ver las cosas que aparenten ser malas como un castigo, sino verlas como una oportunidad que Dios puede, y utilizará, para demostrar Su poder y gloria. Dejemos que la luz de nuestro Señor brille en nuestra vida.

Estábamos ciegos, pero ahora vemos, ¡¡¡GLORIA A DIOS!!!

C. Condenación. Mateo 5: 22

Ya vimos que Dios condena a todo aquel que insulte a su prójimo. Así que ante esta verdad, tenemos la opción de seguir igual o cambiar de rumbo.

IV. EL EFECTO SOBRE LOS DEMÁS

A. Levanta barreras

A nadie le gusta recibir insultos ni injurias ya que esto genera distanciamiento de la persona agresora.

B. Es un punto de partida para la enemistad

Si la persona ofendida responde con otros insultos, se da inicio entonces a una enemistad que podría desembocar en consecuencias peores.

C. Mal testimonio

Para un cristiano debe ser importante su testimonio. No se trata de vivir pendientes de lo que digan de nosotros, no. Se trata de hablar de Jesucristo con nuestra propia conducta. No es fácil convencer a otras personas con nuestras palabras cuando nuestros actos no nos respaldan. Las groserías e insultos no son propias de un cristiano y pueden ser un obstáculo para poder ganar a las personas para Cristo.

V. ¿QUÉ DEBERÍAMOS HACER?

A. Bendecir y no maldecir

La Biblia enseña que debemos bendecir aun a nuestros enemigos. I Pedro 3: 9.

B. La blanda respuesta. Proverbios 15: 1.

En algún momento de nuestra vida puede que nos enfrentemos a situaciones conflictivas en las que se acelera el pulso y la adrenalina se segrega por todo nuestro cuerpo. Pero como se trata de considerar lo que debemos hacer ante situaciones donde hay propensión a insultar, pues aquí un consejo del sabio Salomón: La blanda respuesta.

La lengua puede acrecentar un fuego y convertirlo en un incendio abrasador. Pero también puede servir como un bálsamo que apacigüe los ánimos. Así que aquí está un sabio consejo: usar la lengua para calmar, para tranquilizar y para ser pacificadores.

C. Pedir perdón

Naturalmente, habrá momentos en los que erremos y malas palabras salgan de nuestra boca. Sea que éstas vayan dirigidas a alguien para ofenderlo o no, igual lastimaremos el corazón de Dios y contristaremos su Espíritu. Por lo cual, si lo que queremos es estar en paz con Dios (100% recomendado sobre cualquier otra alternativa), pidamos perdón a nuestro prójimo ofendido –cuando así haya sido-, y a Dios. Luego de esto, sentiremos cómo una gran carga cae de sobre nuestros hombros y experimentaremos Su paz.

Conclusión

Estimado lector de estos estudios bíblicos, ante todo, gracias por tomarse unos minutos para leer un mensaje de la palabra de Dios.

Recuerde que la moral divina está sobre cualquier cultura. No importa si en el colegio o la universidad nos enseñan que las groserías y vulgaridades hacen parte de las manifestaciones propias de una comunidad, Dios dice que bendigamos y no maldigamos y eso es lo que un verdadero cristiano debe entonces obedecer.

Si por alguna razón usted ha insultado a alguien, proceda a pedir perdón. De esta forma agradará a Dios y usted sentirá una paz maravillosa, esa paz que nuestro mundo necesita para salir de tantos conflictos que cobran incluso vidas inocentes.

El acercarnos a Dios será el mejor combate contra ese órgano que es capaz de grandes tragedias.

Bendiciones.