Oraciones Codiciosas

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

Escuche un chiste el otro día y quiero compartir con ustedes. Esta un esposo hablando con su esposa, y ella le dice que quería que él le comprara un Jaguar. Él le respondió y le dijo que él no pensaba que eso era buena idea. Ella le insistió diciéndole que todas sus amigas habían recibido uno de sus esposos y que ella también quería uno.

Él de nuevo le respondió que él no pensaba que esto era una buena idea. Pero ella le insistió, y le insistió. Tanto fue la insistencia de ella que al fin él le compró el Jaguar. Y a las dos semanas el Jaguar se la comió.

¿Qué cómico, verdad? Pero este chiste es una buena ilustración del tema que vamos a tratar en nuestro estudio biblico hoy. En muchas ocasiones nosotros le pedimos al Padre con mucha insistencia. Le pedimos y pedimos, y le volvemos a pedir, pero en realidad no sabemos lo que estamos pidiendo. En el día de hoy vamos a buscar en la palabra de Dios este tema. Vamos a leer:

Números 11:4-9 – Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: !!Quién nos diera a comer carne! 5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos. 7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. 8 El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9 Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.

¿Qué estaba sucediendo aquí? Los estudios bíblicos nos revelan que el pueblo no estaba satisfecho con Dios. La insatisfacción surge cuando nuestra atención no esta en lo que tenemos, sino en lo que no tenemos. En este caso el pueblo de Israel no parecía darse cuenta de lo que Dios estaba haciendo por ellos. Dios los había liberado, hechos de ellos una nación, y les había prometido una nueva tierra. Pero ellos estaban demasiado absortos en lo que Dios estaba haciendo por ellos. No se daban cuenta de todas las bendiciones que Dios les había proporcionado. Estaban tomando las bendiciones por alto, y no podían pensar en otra cosa que no fuera las deliciosas comidas que habían dejado atrás.

Yo no sé ¿cómo?, pero de alguna manera ellos se olvidaron del doloroso látigo del Faraón, de la labor forzada, y de todos los mal tratos que habían recibido como esclavos. No solamente se les olvido todos los problemas y necesidades que pasaron cuando eran esclavos, pero ahora se atrevían a demandar a Dios. Ellos decían: “¡Quién nos diera á comer carne!” Esto es igual que decir, lo que tu me estas dando no sirve, yo no quiero esto más. Imaginémonos esto, un pueblo diciéndole a Dios que lo que Él les estaba dando diariamente no lo querían más. Ellos hubieran estado contentos bajo el látigo del Faraón mientras que pudieran comer bien.

Los cristianos tenemos mucho que aprender de aquí. En muchas ocasiones el pueblo de Dios hoy en día hace lo mismo. Nos ponemos a pensar en las cosas que dejamos atrás. Nos ponemos a pensar en lo que hemos dejado de hacer para seguir a Dios. Al que le gustaba beber piensa en lo sabroso que le sabía ese trago favorito; al que le gustaba apostar, piensa en lo divertido que era el ganar; al que le gustaba las drogas, piensa en lo bien que se sentían cuando las usaban; el que estaba en hechicería; piensa en lo bien que le iba; en si muchas cosas. Pero no nos damos cuenta que Dios nos liberó. No nos damos cuenta que ya no somos esclavos del demonio, sino vivimos en el Reino de Dios.

En muchas ocasiones nosotros estamos tan envueltos en nuestro diario vivir que no nos damos cuenta de lo que Dios esta haciendo con nuestras vidas. Nos ponemos igual que ese pueblo y le decimos a Dios que lo que tenemos no sirve. Nos ponemos a orar pidiéndole a nuestro padre mas y mas, y se nos olvida darle gracias por lo que Él a hecho. No nos damos cuenta de que nacemos libres, pero nuestra propia ambición nos hace esclavos. Si tenemos dinero, queremos tener mas; si tenemos una casa, la queremos mas grande; si tenemos un automóvil, queremos uno del año.

¿Qué es lo que sucede entonces? Para poder cubrir estos gastos adicionales nos vemos obligados a trabajar más. Esto conduce a desatender a nuestros hogares, familias, hijos, hijas etc. En si no estamos satisfechos con lo que tenemos. No estamos satisfechos con saber que Dios suple nuestras necesidades. Dios sabe lo que cada uno de nosotros necesitamos. Los estudios bíblicos nos enseñan que Él nunca te va dejar desamparado, Él siempre nos cuida. Nosotros somos los que nos olvidamos de Él, y olvidamos su poder absoluto y soberano.

El pueblo de Israel protestaba porque estaba cansado del maná. ¡Que cosas mas grande!, protestaban porque Dios mismo les estaba dando de comer diariamente. Dios mismo les estaba mandando el mana del cielo. Pero ellos protestaban porque estaban aburridos del maná. Estaban aburridos de las bendiciones. A ellos, y al igual que a muchos de nosotros nos parece que lo que tenemos no es lo suficiente, que somos merecedores de mucho mas. Cuando tomamos esta actitud debemos tener mucho cuidado. Esta actitud no es la de una persona que esta viviendo escondido en Cristo. Cuando tomamos esta actitud caemos en un pecado muy serio. El pecado de codicia.

Cuando tomamos esta actitud dejamos de pedirle a Dios que supla nuestras necesidades. Empezamos a demandar a Dios que nos de mas. Empezamos a decir: “Y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.” Sufrimos porque lo que Dios nos ha dado no es suficiente para nosotros. Y cuando nosotros vamos ante nuestro Padre con esta actitud, las cosas no se ponen nada buena. Cuando le pedimos al Padre con actitud pecaminosa, las respuestas pueden ser mucho mas que duras. Leamos la palabra de Dios:

Números 11:18-20 – Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: !!Quién nos diera a comer carne! !!Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. 19 No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, 20 sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?

Aquí Dios le dijo a Moisés lo que tenía que decirle al pueblo. Estaban protestando porque ellos pensaban que merecían mucho mas de lo que Dios les estaba dando. Llegaron hasta decir que mejor se hubiesen quedado como esclavos. Existen muchas personas en el mundo que piensan de la misma manera. El seguir a Dios no es nada fácil. Nosotros tenemos que hacer la voluntad de Dios y mantener nuestra santidad. El mundo no lo ve de esta manera. El mundo solo vive para el placer de la carne y toman todo lo que Dios le a dado por alto y lo desprecian.

Números 11:32-34 – Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento. 33 Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande. 34 Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso.

Aquí vemos claramente que cuando menospreciamos lo que Dios hace por nosotros en si encontramos la ira de Dios. Ellos no estaban satisfechos con las bendiciones que Él les estaba mandando y se postraron ante Él en oración pecadora, en oración codiciando. Ellos no le estaban pidiendo al Padre que les mandara lo que necesitaban, le estaban exigiendo que les mandara lo que se merecían. Y eso mismo hizo Dios. Les mando lo que en realidad se merecían, les mandó una plaga por ser tan codiciosos.

Para concluir. Los dejo con este pensamiento; cuando le oramos al Padre tenemos que tener mucho cuidado con lo que le pedimos. Tenemos que tener mucho cuidado de no postrarnos ante su presencia pidiendo cosas que no necesitamos, pero que pensamos que las merecemos.

Dios sabe exactamente lo que cada uno de nosotros necesita y merece. Tenemos que darles muchas gracias a nuestro Padre celestial por las bendiciones que ha derramado sobre nosotros. Pero sobre todo tenemos que darle gracias a nuestro Padre por no contestar esas oraciones que le hemos hecho, oraciones codiciosas.

Cuidado no recibas lo que pides. Tengamos mucho cuidado con nuestras oraciones.

C. Condenación. Mateo 5: 22

Ya vimos que Dios condena a todo aquel que insulte a su prójimo. Así que ante esta verdad, tenemos la opción de seguir igual o cambiar de rumbo.

IV. EL EFECTO SOBRE LOS DEMÁS

A. Levanta barreras

A nadie le gusta recibir insultos ni injurias ya que esto genera distanciamiento de la persona agresora.

B. Es un punto de partida para la enemistad

Si la persona ofendida responde con otros insultos, se da inicio entonces a una enemistad que podría desembocar en consecuencias peores.

C. Mal testimonio

Para un cristiano debe ser importante su testimonio. No se trata de vivir pendientes de lo que digan de nosotros, no. Se trata de hablar de Jesucristo con nuestra propia conducta. No es fácil convencer a otras personas con nuestras palabras cuando nuestros actos no nos respaldan. Las groserías e insultos no son propias de un cristiano y pueden ser un obstáculo para poder ganar a las personas para Cristo.

V. ¿QUÉ DEBERÍAMOS HACER?

A. Bendecir y no maldecir

La Biblia enseña que debemos bendecir aun a nuestros enemigos. I Pedro 3: 9.

B. La blanda respuesta. Proverbios 15: 1.

En algún momento de nuestra vida puede que nos enfrentemos a situaciones conflictivas en las que se acelera el pulso y la adrenalina se segrega por todo nuestro cuerpo. Pero como se trata de considerar lo que debemos hacer ante situaciones donde hay propensión a insultar, pues aquí un consejo del sabio Salomón: La blanda respuesta.

La lengua puede acrecentar un fuego y convertirlo en un incendio abrasador. Pero también puede servir como un bálsamo que apacigüe los ánimos. Así que aquí está un sabio consejo: usar la lengua para calmar, para tranquilizar y para ser pacificadores.

C. Pedir perdón

Naturalmente, habrá momentos en los que erremos y malas palabras salgan de nuestra boca. Sea que éstas vayan dirigidas a alguien para ofenderlo o no, igual lastimaremos el corazón de Dios y contristaremos su Espíritu. Por lo cual, si lo que queremos es estar en paz con Dios (100% recomendado sobre cualquier otra alternativa), pidamos perdón a nuestro prójimo ofendido –cuando así haya sido-, y a Dios. Luego de esto, sentiremos cómo una gran carga cae de sobre nuestros hombros y experimentaremos Su paz.

Conclusión

Estimado lector de estos estudios bíblicos, ante todo, gracias por tomarse unos minutos para leer un mensaje de la palabra de Dios.

Recuerde que la moral divina está sobre cualquier cultura. No importa si en el colegio o la universidad nos enseñan que las groserías y vulgaridades hacen parte de las manifestaciones propias de una comunidad, Dios dice que bendigamos y no maldigamos y eso es lo que un verdadero cristiano debe entonces obedecer.

Si por alguna razón usted ha insultado a alguien, proceda a pedir perdón. De esta forma agradará a Dios y usted sentirá una paz maravillosa, esa paz que nuestro mundo necesita para salir de tantos conflictos que cobran incluso vidas inocentes.

El acercarnos a Dios será el mejor combate contra ese órgano que es capaz de grandes tragedias.

Bendiciones.